Felicidad, suicidio, riqueza y desempeño estatal**
Happiness, suicide, wealth and State performance
José Fernando Flórez Ruiz*
*Docente e investigador de la Universidad Externado de Colombia. Abogado del Externado, especialista en Derecho Constitucional, magíster en Políticas Públicas y candidato a doctor(PhD) en Ciencia Política por la Universidad París 2, Panthéon-Assas. Ha sido investigador invitado de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Autónoma de México, Visiting Scholar de Columbia University y conferencista de la Universidad de Köln. Es autor de numerosos artículos sobre Estados fallidos, democracia, opinión pública, políticas públicas, parlamentarismo, presidencialismo, sistemas electorales, regímenes y partidos políticos latinoamericanos, publicados en revistas de Colombia, Panamá, Perú, México, Alemania y Francia. Además de columnista de Semana.com, Kien & Ke, razón Pública y La Silla Vacía, ha sido asesor parlamentario. Contacto: jose.florez@uexternado.edu.co.
**Fecha de recepción: 14 enero de 2013. Fecha de aceptación: 29 de abril de 2013.
Sumario
1. Introducción: la materialización de lo espiritual como derrotero de las ciencias sociales. 2. La tasa de suicidio como factor que explica la "salud" de la sociedad. 3. Crecimiento económico, pobreza y desigualdad. 4. Importancia de las instituciones para la prosperidad. 5. Plasticidad psicológica e "individualismo creativo". 6. La felicidad como indicador de desempeño estatal. 7. La religiosidad protege. 8. Articulación de suicidio y felicidad en los índices de desempeño estatal.
Resumen
Mediante una puesta en perspectiva del estudio clásico de Durkheim (1897)sobre el suicidio como síntoma de malestar social y un análisis crítico de la proliferación reciente de índices globales de medición de la felicidad, este artículo propone articular ambas variables (tasa de suicidio y coeficiente de felicidad) como indicadores del desempeño estatal en la dimensión del bienestar subjetivo de sus habitantes. Pone además en evidencia el sesgo que ha llevado a excluir estos dos parámetros, al igual que el impacto ambiental de los países, de los índices de bajo desempeño estatal existentes debido a que los Estados más ricos, "centros de producción" donde se construyen estas tablas comparativas, no son necesariamente los más felices y presentan tasas relativamente altas de muerte voluntaria. El Happy Planet Index constituye una notable excepción a esta tendencia, pero su metodología resulta insatisfactoria. La religiosidad, las instituciones políticas y la economía en sus tres dimensiones: riqueza, pobreza y desigualdad, están presentes en la reflexión como factores de felicidad pero se les matiza para evitar caer en determinismos.
Palabras clave: Bienestar social, Colombia, democracia, desarrollo sostenible, desempeño estatal, desigualdad, economía, Estado de bienestar, Estado social de derecho, Estados fallidos, felicidad, globalización, huella ecológica, índices globalesde felicidad, paradigmas científicos, pobreza, religión, riqueza, suicidio.
Abstract
PPutting into perspective Durkheim's classic study (1897) on suicide as an indicator of social unrest, and through a critical analysis of the recent proliferation of global indexes measuring happiness, this paper attempts to articulate both variables: suicide rate and happiness score as possible indicators of state performance in terms of its inhabitants' subjective well-being. Moreover, the paper highlights the bias that has been led against these two parameters, as well as the environmental impact of countries, in the existing Poor State Performance Indexes (PSPI). This is due to the monopoly of richer states having created these indices, as 'production centers', whereas, they are not, in fact, the happiest states and have relatively high rates of voluntary death. The Happy Planet Index is a notable exception to this bias, but its methodology remains unsatisfactory. Religion, political institutions and the economy in their three dimensions -wealth, poverty and inequality -are all contributing factors to the analysis of happiness, but their effects are nuanced in order toavoid falling into determinism.
Key Words: Colombia, democracy, economy, failed States, globalization, global indexes of happiness, happiness, inequality, poverty, public policy, religion, scientific paradigms, social capital, social well-being, State performance, suicide, sustainable development, wealth, Welfare State.
Nada perturba tanto
la inteligencia como la tentativa de ensamblar nuestra noción abstracta
de la materia con nuestra concreta experiencia del espíritu.
Nicolás Gómez Dávila, Escolios 1
1. Introducción: la materialización de lo espiritual como derrotero de las ciencias sociales
La "materialización de lo espiritual", y la "espiritualización de lo material", es una reflexión de doble vía que recorre todo el pensamiento de Occidente. Su origen podría remontarse al dualismo gnoseológico fundamental planteado por Platón en el mito de la caverna; esto es, a la oposición entre "kosmos aisthetós" y "kosmos noetós": entre el mundo sensible de las cosas, percibidas por los sentidos, y el denominado "mundo de las ideas", inteligible, que es aprehendido por la mente. Esta idea también atraviesa la acentuada preocupación medieval por la separación cuerpo/alma, típica de la tradición judeo-cristina tanto en la versión pasional-existencial de San Agustín como en el enfoque más racional avanzado por Santo Tomás.
En los albores de la modernidad, en medio de la reivindicación del racionalismo que supuso el método, descartes quiso darle una respuesta "anatómica" al problema del vínculo entre cuerpo y alma ubicándolo en la glándula pineal, órgano considerado por el filósofo el "tercer ojo" o "asiento del alma" en el cuerpo1. Coetáneamente, Pascal llamó la atención sobre la imposibilidad de racionalizar la subjetividad y las emociones más íntimas: "le cœur a ses raisons que la raison ne connaît point"2, afirmación de la que se seguía la conclusión de que Dios no era accesible mediante la razón sino directamente sensible por el corazón gracias a la "fe perfecta", al igual que los demás "principios primeros", como por ejemplo que hay espacio, tiempo, movimientos y números. Desde esta óptica, la aspiración científica estaría limitada a un campo de conocimiento reducido y secundario pues "sería inútil y ridículo que la razón le pidiera al corazón pruebas de sus primerosprincipios"3.
En sentido contrario, el aporte del utilitarismo perfeccionado por Bentham fue decisivo en el empeño científico de objetivar lo subjetivo. El autor inglés, prototipo del "ingeniero social", consideró posible calcular con precisión tanto la "utilidad" como la "de sutilidad" de la acción humana, en términos de placer, felicidad y conveniencia, haciéndolas reductibles a cantidades monetarias con base en el principio de "auto preferencia". Según este principio, antecedente remoto de la teoría de la elección racional, existe una "propensión de la naturaleza humana, por la cual, con motivo de cada acto que ejecuta, todo ser humano se ve inclinado a seguir la línea de conducta que, en su inmediata estimación del caso, contribuirá en el más alto grado a su propia felicidad máxima, cualquiera que sea su efecto en relación con la dicha de otros seres similares, uno cualquiera o todos ellos en conjunto"4. Las huellas de este problema pueden seguirse hasta la publicitada "posmodernidad "actual, incluso en la vertiente pseudocientífica representada por algunos libros esotéricos que buscan combinar psicología, arte, alquimia, antropología y tarot, entre otras "disciplinas", con el objetivo de "materializar el espíritu"5.
Esta misma aspiración a la materialización de lo espiritual constituye el problema de investigación central de las ciencias sociales contemporáneas, especialmente de la ciencia política: objetivar lo subjetivo, cuantificar lo cualitativo, convertir conceptos en números, inobservables en indicadores medibles. Un proyecto intelectual cuyo corolario más visible ha sido la proliferación de índices, construidos con base en múltiples indicadores, para la medición de toda suerte de fenómenos sociales: democracia, corrupción, respeto por los derechos humanos, competitividad económica, desarrollo humano, felicidad, desempeño estatal, etc.
Este trabajo se aproxima a dicho problema mediante el análisis de los índices globales de felicidad y las tasas nacionales de suicidio con miras a la posibilidad de articularlos como indicadores del desempeño estatal. La felicidad es desde luego una noción intensamente subjetiva y por lo tanto a priori indefinible; sin embargo, el esfuerzo que hace el Happy Planet Index -índice global que ya completa tres entregas: 2006, 2009 y 2012- por cuantificar el bienestar humano y la sostenibilidad ambiental a partir de la combinación de variables tanto subjetivas (satisfacción con la vida) como objetivas (esperanza de vida y huella ecológica) merece un análisis detenido. Por su parte, aunque el suicidio en principio puede representarse con facilidad mediante el guarismo que corresponde al número de muertes voluntarias por año en cada país, la depuración causal de esta cifra es clarificadora: discernirlos móviles de la muerte voluntaria resulta crucial para ponderar las tasas de suicidio porque son diferentes el suicidio ritual (seppuku o harakiri, shinjû,kamikaze), el enteramente patológico o "clínico" (producido, p. ej., por la depresión crónica) y el socialmente inducido o "anómico", para ponerlo en la terminología de Durkheim. Sin embargo, las causas objetivo-sociológicas y subjetivo-psicológicas de la muerte voluntaria están en relación de complementariedad, como se verá.
Objetividad y subjetividad se entre Cruzan a partir de un método que se replantea permanentemente a sí mismo para formar el tejido de nuestro conocimiento. Las ciencias sociales en buena medida "crean" los fenómenos que estudian, en el sentido de que los procedimientos que inicialmente facilitan su "descubrimiento" en adelante hacen parte del arsenal de herramientas necesarias para mejorar su propio conocimiento, al tiempo que se convierten en problemas y utensilios "normalizados" de investigación: la "opinión pública" en tanto concepto y la "muestra representativa" como artefacto idóneo para medirla son paradigmáticas de esta idea6. Pero ese proceso creativo nunca está exento de dificultades. La comunidad científica social ha acuñado la preocupación por una "felicidad" -o mejor: un "bienestar subjetivo"- global cuantitativamente medible. Una nueva "esfera de realidad conceptual" ha sido inventada, ahora incumbe a los expertos perfeccionarla.
2. La tasa de suicidio como factor que explica la "salud" de la sociedad
Antes que solución, los grandes problemas tienen historia. El Estado, como cualquier gran proyecto humano, lleva ínsito el riesgo de su fracaso. De ahí que Herbst sostenga con razón que los Estados "tienden a fracasar"7. La circulación de los Estados por el continuo fortaleza-debilidad es temporalmente dinámica. Cualquier Estado, en ciernes o consolidado, sigue siendo un programa irrealizado que corre permanentemente el riesgo de fortalecerse o debilitarse. El Estado no es un ideal tipo estático e invariable, sino un proyecto global y por ende un problema en permanente construcción histórica, similar a la democracia y el capitalismo liberales. Sin duda, la situación de Somaliano es la misma de Finlandia, Suiza o Japón, pero todos presentan fortalezas y debilidades diferenciadas: a pesar de contar con envidiables índices de desarrollo humano, Finlandia y Suiza tienen tasas de suicidio de las más altas del mundo, al igual que Japón, uno de los países con mayor esperanza de vida. Según las últimas cifras disponibles de la Organización Mundial dela Salud, Japón, con una tasa de 24,75 suicidios por cada 100.000 habitantes (medida en 2007), Finlandia con una de 18,95 (medida en 2007) y Suiza con una de 17,6 (medida en 2006), ocupan respectivamente los puestos 7,15 y 18 en el mundo de países con más suicidios al año8. ¿Habría que crear entonces la nueva categoría de los "Estados suicidas" como signo de fracaso propio de algunos de los países más ricos? Esta reflexión sobre el suicidio es apenas un ejemplo de lo fácil que es construir estigmas à la carte para los Estados. En el caso de Japón, los etnólogos han puesto en evidencia que su consolidación en el imaginario popular como "el país del suicidio" es un cliché derivado de ignorar los móviles y la función social que rodean esta práctica en el contexto donde tiene lugar. Por esta razón, Pinguet diferencia los suicidios clásicos con móviles estrictamente individuales, de las que denomina "muertes voluntarias rituales"9, tales como el seppuku o harakiri, que tiene una clara connotación cultural atada a finalidades y segmentos específicos de la población que son el honor de los samuráis para escapara la humillación del enemigo en caso de derrota, seguir al maestro hacia la muerte, expiar una culpa o responder a un insulto con el fin de provocar una reacción simétrica del ofensor; el shinjû, que sobreviene al amor frustrado entre parejas jóvenes que deciden de consuno acabar con su vida en medio de un paisaje escogido por su belleza y la protección que allí les prodigará Buddha Amida; y el kamikaze ("viento divino" en japonés), que es un gesto militar de sacrificio por la patria cuyos orígenes se remontan al siglo X y que luego fue retomado por el vicealmirante Onishi Taijikiro como recurso in extremis al final de la Segunda Guerra Mundial.
El aporte fundador de Durkheim en la materia consistió en señalar que aunque el suicidio puede considerarse el efecto de estímulos "extra sociales" como los estados psicopáticos, también puede estudiarse en relación con otros factores propiamente sociales como el género, la edad, el estado civil, la nacionalidad, la profesión y la riqueza con miras a entender mejor la sociedad concernida. En otras palabras, en resaltar que no es la sociedad la que explica el suicidio sino al revés, en el sentido de que puede considerársele un fenómeno sintomático de otras problemáticas sociales subyacentes. Los datos manejados en su tiempo por Durkheim, relativos al siglo XIX, arrojaban que el suicidio para la época era pronunciadamente más frecuente en los países ricos, llevándolo a la conclusión de que "la miseria protege"10 puesto que "el hombre no puede vivir sino cuando sus necesidades están en armonía con sus medios"11. Las cifras analizadas mostraban un aumento de la tendencia al suicidio tanto durante las crisis industriales y financieras que producen empobrecimiento como en aquellas que generan prosperidad12, es decir que toda ruptura del equilibrio social, así redundara en beneficio económico, empujaba hacia la muerte voluntaria. La crisis económica española actual corrobora este postulado: según un informe publicado en el Congreso Nacional de Laboratorio Clínico que tuvo lugar en Barcelona el 25 de enero de 2013, 243 personas intentan suicidarse diariamente en España ingiriendo distintos fármacos13.
La compleja interpretación ofrecida por el sociólogo francés a este fenómeno, contra intuitivo en el caso de la prosperidad económica, parte dela premisa de que para vivir sanamente el hombre necesita la existencia de claros límites externos a sus apetitos morales, como el deseo y la ambición, límites que corrientemente vienen determinados por instituciones y reglas sociales fortalecidas con el paso de los años:
El ideal económico asignado a cada categoría de ciudadanos se entiende él mismo dentro de ciertos límites al interior de los cuales los deseos pueden moverse con libertad. Pero no es ilimitado. Son la limitación relativa y la moderación que de ella resulta las que hacen a los hombres contentarse con su suerte estimulándolos con mesura para mejorarla; y es esta satisfacción media la que da nacimiento a ese sentimiento de alegría calma y activa; a ese placer de vivir que, tanto para las sociedades como para los individuos, es la característica de la salud14.
Por consiguiente, cuando la sociedad se ve convulsionada por una violenta transformación de la vida económica se pierden los puntos de referencia para la moderación y el colectivo resulta provisionalmente incapaz de ejercer presión sobre los deseos desbordados de los individuos, generándose lo que el autor denomina una situación de "anomia"15, que en el caso de Europa a finales del XIX se explicaría por la crisis de la religión como mecanismo de regulación social y la retirada del Estado con su poder interventor de la economía, que habrían dejado las ambiciones personales a la deriva y por lo tanto al ser humano más expuesto a la desilusión y el deseo de terminar prematuramente con su vida. Las estadísticas disponibles sobre la relación del suicidio con la profesión reforzaban esta hipótesis, al mostrar que la población más sensible a la muerte voluntaria eran los trabajadores del sector comercial e industrial. En suma, Durkheim concluyó que la tasa de suicidio disparada en los pueblos europeos era el "indicador de una miseria moral" o "afección moral de la sociedad" resultante de la imposibilidad de las personas para colmar las nuevas necesidades aparecidas en el contexto de crecimiento desbordado capitalista, o bien de su incapacidad para al menos sobrellevarla insatisfacción debido al debilitamiento de los mecanismos tradicionales de morigeración social de la ambición; y de otro lado el producto de la exacerbación del individualismo propio del modelo capitalista industrial que se tradujo en una "desaparición de todos los grupos sociales intermedios entre el individuo y el Estado", que había por lo tanto que reconstituir. De ahí que el remedio ofrecido por el padre de la sociología moderna al final de su estudio clásico sobre el suicidio (la más leída de todas sus obras) haya sido el fortalecimiento de los grupos profesionales como referente social al nivel local, esto es, una "descentralización profesional" corporativista que recompusiera el tejido social desde abajo, de la que sin embargo no dio los detalles por considerar que solo después de un estudio especial sobre el régimen corporativo y las leyes de su evolución sería posible precisarla.
Estudios más recientes16 avanzan conclusiones distintas sobre la muerte voluntaria, pues aunque subsiste la correlación entre riqueza y suicidio, los datos disponibles por nacionalidad aclaran que son los estratos bajos los que más se matan en los países ricos, por lo general en sus regiones periféricas, menos industrializadas y por lo tanto más pobres. Este resultado permite una lectura distinta del lugar común según el cual la riqueza por sí misma induce el suicidio debido a factores como el aburrimiento que producen la ociosidad y la sobresaturación de deseos cumplidos. Sugiere más bien que el incremento de las muertes voluntarias puede ser el efecto de las formas de organización social que engendra el nuevo modelo de desarrollo económico generando en un primer momento desconcierto social: habría variables que acompañan el proceso de enriquecimiento capitalista acelerado de los países y resultan negativas para la calidad de vida, como la urbanización, el espíritu de competición, el incremento del individualismo e incluso la mayor esperanza de vida de la población, dado que es una constante histórica el aumento dela tasa de suicidio en personas mayores.
3. Crecimiento económico, pobreza y desigualdad
En la primera mitad del siglo xx los trabajos sobre Italia y Austria-Hungría de Corrado Gini (creador del popular coeficiente para medir la desigualdad que lleva su nombre) y Franco Savorgnan evidenciaron que al proceso de acumulación capitalista se aparejaba en varios contextos europeos la intensificación de la brecha entre ricos y pobres, esto es, un incremento de las desigualdades. Los estudios de Savorgnan sobre Austria entre 1903 y 191017 mostraron que la valorización de la inversión financiera y los terrenos urbanos iba de la mano con la ruina del campo, la proletarización de los campesinos y la renovación de las élites dirigentes. En otras palabras, el desarrollo capitalista aumentaba la riqueza media de los países pero también la brecha social y por lo tanto la exclusión. Aunque las observaciones de Gini y Savorgnan dieron de momento nuevo aliento a las predicciones catastrofistas de Durkheim sobre una eventual crisis existencial global propiciada por el capitalismo y sus inequidades, la trayectoria del desarrollo económico mundial durante el resto del siglo xx se encargó de desmentirlas. No solo en la mayor parte de Europa las tasas de suicidio se estancaron, cuando no disminuyeron, sino que la concentración del consumo, del ingreso e incluso de las fortunas en los países más ricos, mostró que tiende a disminuir con el tiempo en virtud del fortalecimiento del mercado y el consumo interno, que reducen la pobreza. En efecto, aunque el crecimiento económico no es el único parámetro que favorece la disminución de la pobreza, en términos generales se puede afirmar que el aumento del PIB de un país necesariamente reduce el número de pobres18. Ahora bien, la "elasticidad"19 o impacto del crecimiento económico en la reducción de la pobreza y la desigualdad depende en buena medida de que se acompañe de políticas públicas de desarrollo social, redistributivas y a favor de la formalización laboral: los más débiles solo se benefician en forma simétrica a las tasas de crecimiento cuando mediante reformas adecuadas se les permite participar de la nueva riqueza adquirida. En otras palabras, el crecimiento económico es necesario y deseable, pero no suficiente20.
El caso de Colombia entre 1973 y 2005 es ilustrativo a este respecto. Si se estima la pobreza durante este período no con base en el ingreso sino mediante el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), a saber: vivienda inadecuada, servicios básicos insuficientes, hacinamiento crítico, inasistencia escolar y alta dependencia económica, se tiene que una persona es pobre cuando padece al menos una de estas carencias e indigente cuando padece dos o más. Bajo este supuesto, Gaviria muestra que la pobreza se redujo en el país del 70% al 20% y la indigencia del 45% al 6% en el lapso mencionado. Sin embargo, esta mejoría no fue tanto el resultado del crecimiento económico como de "la expansión de los servicios públicos y los programas sociales"21, que impulsaron el desarrollo social a pesar del mediocre desempeño económico y el bajo aumento de los ingresos. Desde esta perspectiva, la reducción de la pobreza en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx tampoco se tradujo en la de la desigualdad, variable que aunque experimentó un ciclo de mejoría entre mediados de los sesenta y finales de los ochenta gracias al progreso educativo que incrementó la oferta de trabajadores calificados reduciendo la brecha salarial, luego aumentó dramáticamente durante la década de los noventa y la primera de este milenio. La causa de este nuevo retroceso social es atribuible a dos choques externos de alcance mundial: la globalización, que suscitó una explosión del comercio, y el cambio tecnológico acelerado, que excluyó la mano de obra no calificada de los buenos salarios. En este contexto los países más atrasados, incapaces de acompañar esta transformación económica acelerada con capital humano altamente calificado, es decir trabajadores con educación superior y técnica, se vieron particularmente afectados por la desigualdad debido a la creciente brecha remuneratoria entre los profesionales y el resto de trabajadores22.
En lo que concierne a Asia, las curvas de rosling23 muestran que aunque India y China en las primeras etapas de crecimiento industrial no distribuyeron bien el ingreso, alcanzado cierto umbral de desarrollo gracias a buenas reformas, la calidad y en consecuencia la esperanza de vida empezaron a aumentar y la desigualdad a disminuir, tal como ocurrió en los países de Europa durante la primera mitad del siglo xx. En China se observó claramente esta mejoría a partir de 1978, cuando después de la muerte de Maotse Tung llegó al poder Deng Xiaoping para impulsar un nuevo modelo de desarrollo que mantuvo la inversión en salud y educación pero acompañada de un agresivo capitalismo de libre mercado que propulsó el crecimiento. India, por su parte, empezó a experimentar un enorme crecimiento y una reducción sustancial de la pobreza a partir de 1992 luego de importantes reformas liberales delmercado24. Las proyecciones de Rosling indican que si el ritmo actual de crecimiento económico se mantiene estable, para julio de 2048 India y China tendrán un ingreso per cápita y una esperanza de vida similares o superiores a las de Estados Unidos, Japón y los países desarrollados de Europa. Este resultado supone que se superen los tres principales obstáculos para lograr el equilibrio en el desarrollo global: la amenaza de guerra, el cambio climático y las desigualdades. La guerra puede evitarse consolidando la actual estabilidad geopolítica internacional en las relaciones entre Asia, Europa y Estados Unidos; el cambio climático se contrarresta con la implementación de formas de energía limpias y renovables como motor del desarrollo sostenible; y las desigualdades disminuyen si se continúan haciendo las inversiones sociales necesarias en salud, educación e infraestructura para reducir la brecha entre ricos y pobres. En suma, solo aumentando los estándares de vida el planeta será viable con un crecimiento demográfico proyectado para alcanzar los 9mil millones de habitantes en los próximos 50 años25.
4. Importancia de las instituciones para la prosperidad
Las buenas reformas son cruciales para combatir la pobreza y la desigualdad: las instituciones políticas que definen las reglas del juego económico son la clave tanto del crecimiento como de la distribución de la riqueza. Según la "teoría general de la desigualdad" avanzada por Acemoglu y Robinson, la diferencia entre países ricos y pobres viene determinada en primer lugar por las instituciones económicas que facilitan el desarrollo, las cuales a su vez son el resultado de las instituciones políticas que establecen las reglas dela lucha por el acceso al poder y sus condiciones de ejercicio, en particular los límites que existen para evitar abusos. Dicho de otra forma, mientras las instituciones económicas son críticas para determinar si un país es próspero, son la política y las instituciones políticas las que definen qué instituciones económicas tiene un país. Los incentivos para la prosperidad o el fracaso son creados por las instituciones y estas son definidas por la política de un Estado. La ecuación causal de la interacción entre economía y política es planteada por los autores como sigue:
Las instituciones económicas dan forma a los incentivos económicos: los incentivos para volverse educado, para ahorrar e invertir, para innovar y adoptar nuevas tecnologías, etcétera. El proceso político es el que determina bajo qué condiciones económicas vive la gente, y son las instituciones políticas las que determinan cómo funciona este proceso. Por ejemplo, las instituciones políticas de una nación determinan la habilidad de los ciudadanos para controlar a los políticos e influir en cómo se comportan. Esto a su vez determina si los políticos son agentes de los ciudadanos, aunque imperfectos, o pueden abusar del poder que se les confió, Ohan usurpado, para amasar sus propias fortunas y perseguir sus propias agendas en detrimento de aquellas de los ciudadanos. Las instituciones políticas incluyen pero no se limitan a las constituciones escritas y el carácter democrático de la sociedad. Se extienden al poder y la capacidad del Estado para regular y gobernarla sociedad. También es necesario considerar más ampliamente los factores que determinan cómo el poder político es distribuido en la sociedad, particularmente la habilidad de los diferentes grupos para actuar colectivamente y perseguir sus objetivos o impedir que otra gente persiga los suyos.
Como las instituciones influyen en el comportamiento y los incentivos en la vida real, forjan el éxito o fracaso de las naciones. El talento individual importa encada nivel de la sociedad, pero necesita un marco institucional para transformarse en una fuerza positiva26.
Desde esta perspectiva, existen dos tipos de instituciones, tanto económicas como políticas, que definen la manera como las sociedades funcionan y los incentivos que motivan a la gente: las instituciones inclusivas y las instituciones extractivas. Mientras las primeras son deseables y pavimentan el camino hacia la prosperidad de un país, las segundas deben evitarse porque conducen al fracaso. Las instituciones económicas inclusivas son aquellas que aseguran la propiedad privada, establecen un sistema legal imparcial, proveen servicios públicos de calidad, construyen un campo equitativo de intercambio comercial contractual, permiten la apertura de nuevas empresas y la elección de las carreras por parte de las personas. Este tipo de instituciones económicas fomentan además el progreso tecnológico y la educación, los dos principales motores del crecimiento económico y el desarrollo. Lo clave delas instituciones económicas inclusivas es que construyen buenos incentivos y oportunidades económicas no solo para una élite sino para los más amplios y diversos sectores de la sociedad. Las instituciones económicas extractivas, en cambio, se definen por tener las propiedades opuestas de las inclusivas y se les denominas así porque están diseñadas para "extraer" el ingreso y la riqueza de un gran segmento de la sociedad con el fin de beneficiar a otro muy reducido.
Por su parte las instituciones políticas, que son las que modelan las económicas, son el resultado de la política y la forma como se hace en cada sociedad. En breve, las instituciones políticas son las reglas que definen cómo son escogidos los gobiernos y qué partes de los gobiernos tienen el derecho a hacer qué. Bajo este esquema, las instituciones políticas inclusivas se caracterizan porque son pluralistas, ya que distribuyen el poder ampliamente en la sociedad y lo sujetan a límites en lugar de depositarlo en un solo individuo o un grupo reducido de ellos que pueden abusar fácilmente de su posición; y también porque son lo suficientemente centralizadas como para garantizarla efectividad y el poder del Estado como entidad legítima reguladora del juego económico y político. En sentido contrario, las instituciones políticas extractivas admiten una distribución estrecha del poder y su ejercicio ilimitado, de tal manera que tienden al absolutismo, el cual facilita el establecimiento de instituciones económicas que le permiten a una élite enriquecerse, mantener y aumentar su poder a expensas del resto de la sociedad. Esta sinergia viciosa y nefasta para el desarrollo entre instituciones políticas y económicas extractivas es explicada de la siguiente manera:
Las instituciones políticas permiten a las élites que controlan el poder político escoger instituciones económicas con pocas restricciones y fuerzas opuestas. También les permiten estructurar las futuras instituciones políticas y su evolución. Las instituciones económicas extractivas, a su vez, enriquecen a las mismas élites, y su riqueza económica y poder ayudan a consolidar su dominio político. En Barbados y en América Latina, por ejemplo, los colonos utilizaron su poder político para imponer un conjunto de instituciones económicas con las que hicieron grandes fortunas a expensas del resto de la población. Los recursos generados por estas instituciones económicas les permitieron a estas élites construir ejércitos y fuerzas de seguridad para defender su monopolio del poder. Esto implica, por supuesto, que las instituciones políticas y económicas extractivas se apoyan mutuamente y tienden a persistir27.
Con base en este modelo, donde la variable determinante son las instituciones, Acemoglu y Robinson explican las diferencias en la trayectoria del desarrollo de países que comparten las mismas características históricas, geográficas y culturales, y sin embargo se encuentran en las antípodas del desarrollo. El caso más impactante es el contraste entre el desastre económico de Corea del Norte, que en la segunda mitad de la década de 1990 mató de hambre a dos millones de sus habitantes, y el éxito fulgurante de su vecina Corea del Sur, hoy modelo mundial de progreso acelerado.
5. Plasticidad psicológica e "individualismo creativo"
Tanto en India entre 1950 y 2000 como en China durante el período 1980-2000aumentó la tasa de suicidio, especialmente en las zonas urbanas e industrializadas, verificándose la hipótesis de Durkheim de que las transformaciones económicas y sociales súbitas son el detonante del suicidio, tal como había ocurrido durante el proceso de industrialización de Europa a finales del XIX y luego sucedió durante la construcción del comunismo soviético en la segunda mitad del xx. Sin embargo, las cifras de evolución del suicidio hoy disponibles muestran que las sociedades se ajustan paulatinamente a las condiciones del desarrollo.
La plasticidad psicológica del hombre frente a la transformación delas estructuras sociales es sorprendente. Todo conduce a pensar que en la historia se produjo una adaptación del ser humano a las nuevas formas de organización social capitalista, y en el mundo globalizado hoy prevalece lo que Baudelot y Establet denominan un individualismo creativo, que busca "valorizar el individuo y construir lo colectivo a partir del reconocimiento delas calidades y las competencias personales"28. A partir de 1910 o 1920 según el país, la tasa de suicido se estabilizó o empezó a decrecer en la mayoría de Estados europeos, y una variación similar es de esperarse en India y China a medida que las sociedades se ajusten a las transformaciones capitalistas. Junto con su enriquecimiento, las sociedades urbanas desarrolladas idearon nuevas formas de construir lo colectivo, bien diferentes de las que existían en las anteriores comunidades parroquianas agrupadas en torno a una iglesia, pero igual de efectivas para generar lazos de solidaridad y contrarrestar el aislamiento individualista:
Urbano en el siglo XIX, el suicidio conoce hoy sus tasas más bajas en las metrópolis, en Londres, en París, en Nueva york. Pareciera que el siglo xx hubiera inventado formas nuevas y protectoras de relaciones entre los individuos. El XIX aparece entonces como una fase de revolución en los comportamientos sociales, aún no acompañada de la "civilización de las costumbres" correspondiente. Después de haber sacudido los modos de vida antiguos, la civilización industrial y urbana moderna habría instaurado unos nuevos, directamente menos perceptibles, pero delos cuales la disminución de las tasas de suicidio es la prueba. Pareciera, en efecto, que las sociedades más desarrolladas hubieran encontrado la forma de reducir los efectos perversos que habían inicialmente engendrado. Para el suicidio, al menos29.
Hoy existe acuerdo sobre el carácter a pesar de excepcional "normal" del suicidio como fenómeno global, hasta cierto umbral, en la medida en que se presenta en toda suerte de sociedades. También existe acuerdo en que tasas muy altas son sintomáticas de malestar social intenso generalizado. A pesar de los matices locales, en términos sociológicos el suicidio puede entenderse como el resultado de la tensión grave entre las exigencias sociales del colectivo y la trayectoria individual. Así lo demuestra el análisis causal del suicidio femenino en China, único país del mundo donde las mujeres se matan más que los hombres porque lo utilizan como arma de protesta contra el desprecio generalizado hacia su sexo, la opresión del marido y la violencia de su familia política. Igual ocurre entre los Gisu de Uganda, sociedad agrícola de auto subsistencia donde las malas cosechas aumentan el suicidio de los hombres, sobre quienes recae la responsabilidad de la producción dealimentos30.
A los parámetros demográficos tradicionalmente utilizados para indagar por la causas sociales del suicidio (edad, sexo, estado civil, profesión, nacionalidad, situación socioeconómica) hoy cabe agregar la orientación sexual. Según un estudio31 de la Universidad de Zúrich publicado en agosto de 2012, el20% de los homosexuales y bisexuales en Suiza (una de cada cinco personas)han intentado suicidarse. La mitad de estas tentativas se produce antes de los veinte años, en especial durante el proceso de "salida del clóset", cuando la presión social de la discriminación se hace más fuerte e insoportable para las víctimas debido a la debilidad psicológica. En suma, el riesgo de suicidio entre jóvenes suizos homosexuales y bisexuales menores de veinte años es entre dos y cinco veces más alto que entre los heterosexuales. Este trabajo confirma un patrón verificado por encuestas anteriores en Estados Unidos, Canadá y Australia32.
El proceso global de normalización cultural de las relaciones entre personas del mismo sexo al que asistimos se ve reflejado en el nivel institucional por conquistas paulatinas que por fortuna empiezan a convertirse en tendencia del derecho comparado: la aceptación del matrimonio igualitario, el reconocimiento de su derecho a adoptar y la tolerancia cero frente a prácticas discriminatorias, incluso mediante su penalización, son todos avances que sin duda contribuirán a reducir la tasa de suicidio entre los jóvenes homosexuales. Quienes piensan que las luchas reivindicatorias de los derechos delos homosexuales son apenas temas de discusión sobre dogmas religiosos se equivocan. La discriminación de que son objeto estas personas se traduce en un bullying diario que aumenta sustancialmente el riesgo de hacerlos terminar con sus vidas prematuramente.
El componente psicológico, subjetivo, desde luego que tiene una influencia capital. Problemas psiquiátricos, antecedentes familiares y personales de suicidio o tentativa, así como la impulsividad que facilita el paso de la intención al acto, son predisposiciones que contribuyen a la muerte voluntaria. Sin embargo, los estímulos sociales operan como poderosos detonantes de estas condiciones.
A escala planetaria, según la Organización Mundial de la Salud el suicidio mata alrededor de un millón de personas al año (es decir más de 100 personas por hora), muertes de las cuales cerca de 11.000 ocurren en Francia. Para2006, en este país se registró una tasa media de suicidio de 20 por 100.000habitantes. Esta tasa equivale a una probabilidad de suicidarse de 0.02% por persona, que resulta infinitesimal si se le observa apenas con respecto a cada año, pero si se razona con respecto a una vida completa, acumulando las posibilidades anuales de suicido para individuos de una misma generación, se llega al resultado de que en Francia, entre 15 y 74 años, un hombre tiene en suma 2 posibilidades sobre 100 de suicidarse, mientras una mujer 0,733.
6. La felicidad como indicador de desempeño estatal
Se vislumbra entonces la complejidad de las relaciones entre instituciones económicas y políticas, riqueza en sus tres dimensiones: crecimiento económico, pobreza y desigualdad, y suicidio. Si el suicidio, como se mostró, reacciona a las transformaciones económicas como estímulos sociales determinantes, en términos psicológicos tiene también una relación estrecha con los niveles de felicidad. Pero, ¿cómo medir la felicidad de un Estado?
Al igual que ocurre con las tasas de suicidio, para considerar un síntoma de bajo desempeño estatal cualquier otro tipo de indicador con causas en principio prevalentemente subjetivas, como la felicidad, se requiere un trabajo de puesta en perspectiva. El ejercicio se complica aún más si para calcular la "felicidad nacional" se combina la dimensión subjetiva del bienestar humano con la longevidad de un país y su impacto en la sostenibilidad ambiental del planeta para futuras generaciones, como lo hace el índice trianual global de felicidad (Happy Planet Index, en adelante HPI) elaborado por la organización británica NEF (The New Economics Foundation).
Desde que fue lanzado en 2006, el HPI busca medir el nivel de bienestar humano y el impacto ambiental de los Estados mediante tres indicadores: la esperanza de vida; la "huella ecológica" (ecological footprint), una medida del uso ambiental de los bienes y servicios; y el bienestar subjetivo delas personas o "satisfacción con la vida" que, según los autores del índice, "corresponde a hechos objetivos tales como su salud mental y física"34. No obstante, algunas intuiciones básicas parecieran hablar en contra de la idoneidad de este instrumento: vidas muy largas no necesariamente son sinónimo de vidas felices o "buenas vidas" desde un punto de vista subjetivo, así como la destructividad ambiental de un país puede traducirse en un aumento inmediato del confort diario para sus habitantes que podría redundar en favor de su felicidad, al menos en la dimensión de placer material.
Colombia, con su enorme variedad de problemas sociales, sorprendentemente fue considerado "el segundo país más feliz del mundo" entre 178 (solo por debajo de Islas Vanuatu) en la primera medición realizada en 2006, donde Francia, por ejemplo, figuró en el puesto 129. En la segunda versión del HPI publicada en 200935, Colombia se ubicó en el sexto lugar, por debajo de Costa Rica, República Dominicana, Jamaica, Guatemala y Vietnam (Francia ocupó el puesto 71), esta vez entre 143 países que cubrió la medición.
A decir verdad, el nombre del HPI acusa una buena dosis de demagogia porque la felicidad es en esencia un concepto abstracto y subjetivo, por consiguiente muy difícil de concretizar y medir, a fortiori si se le "operacionaliza" mediante parámetros tan heterogéneos como la esperanza de vida -que podría considerarse más bien un indicador del buen desempeño del sistema de salud estatal- y el daño ambiental, cuya correlación con la felicidad personal no parece evidente. Por esta razón, el HPI en realidad apunta, más que a identificar al país "más feliz", a medir el desempeño estatal en términos de "bienestar humano sostenible", esto es, a mostrar la eficiencia de los Estados para administrar los recursos naturales sin que ello redunde en deterioro ecológico del planeta, así como para garantizar vidas prolongadas y felices en términos de satisfacción personal a sus habitantes. Este instrumento parte de la premisa cada vez más aceptada en análisis económicos y estadísticos de que la capacidad de la naturaleza para acompañar el crecimiento demográfico y económico es limitada, y por lo tanto el desarrollo solo resulta sostenible en la medida en que la actividad económica no excede las posibilidades re-generativas de la biosfera. En otros términos, cuando la producción de bienes y servicios rebasa la capacidad natural de regeneración, la calidad de vida se ve afectada en forma negativa, según los creadores del índice. Esta posición es defendible pero supone un juicio de valor ecologista pues existen, como se dijo, concepciones de la "calidad de vida" más asociadas al confort que a la solidaridad ambiental intergeneracional. De ahí que los países más "derrochadores" en términos ecológicos figuren en los puestos inferiores de este índice, en especial Estados Unidos que a pesar de ser la primera economía del mundo ocupó los puestos 150 y 114 en 2006 y 2009 respectivamente.
La tercera entrega del HPI en 2012 resaltó que el objetivo último de las políticas públicas de cualquier Estado debería ser mejorar la calidad de vida de sus habitantes en forma sostenible, con base en el respeto por los recursos naturales del planeta y el legado para las futuras generaciones. Se trata de una nueva medida del progreso que se centra según los autores del estudio en "lo que realmente importa", esto es, el "bienestar sostenible para todos". El índicenos dice entonces "qué tan bien lo están haciendo las naciones en términos de apoyo a sus habitantes para llevar buenas vidas ahora y asegurar que otros podrán hacer lo mismo en el futuro"36, es decir, qué tanta sensibilidad y solidaridad ambiental intergeneracional tiene un Estado. Desde luego que el ascendente ecologista de esta medición hace patente el problema de sesgo ideológico que enfrentan todos los índices de desempeño estatal al momento de construir susindicadores37, pero ello no le resta valor a un intento serio por escapar de la tendencia economicista de los barómetros tradicionales de bienestar. En el ranking de 2012 Colombia se ubicó como la tercera nación más feliz del mundo, por debajo de Costa Rica (1) y Vietnam (2), entre un total de 151 Estados. Japón apareció en el puesto 45, Francia en el 50 y Estados Unidos en el 105.
Pero el HPI no es la única medición global de la felicidad que existe: el Instituto de Investigación Social (ISR por sus siglas en inglés) de la Universidad de Michigan publicó un estudio de bienestar subjetivo en 2008, basado en los datos recabados por la World Values Survey entre 1981 y 2007, que evidencia un aumento global de los niveles de felicidad en la mayoría de naciones analizadas. Allí Colombia apareció en el tercer lugar de 97 países estudiados, apenas por debajo de Dinamarca y Puerto Rico, mientras Estados Unidos ocupó el décimo sexto puesto mundial, el Reino Unido el 21, Francia se ubicó en la posición 37, Japón en la 43 y Zimbabue fue el país más infeliz.
Para Ronald Inglehart, director de la encuesta mundial, los resultados muestran que la felicidad de las sociedades varía en función de la libertad delas personas para elegir cómo vivir. Esto explica que Dinamarca, Islandia, Suiza, Holanda y Canadá se cuenten entre los diez países más felices del mundo gracias a las normas sociales tolerantes y los sistemas políticos democráticos que tienen. Por su parte, la felicidad de las sociedades subdesarrolladas sería el efecto de la solidaridad del grupo, la religión y el orgullo nacional38. Este estudio de percepción resulta menos ambicioso que el hPi pero más fiable porque mide la felicidad desde la dimensión netamente subjetiva, es decir, la manera como las personas dicen sentirse frente a la vida, sin combinarla con factores objetivos como la esperanza de vida o el impacto ambiental delos Estados.
El 2 de abril de 2012 fue presentado en Nueva york, durante la reunión "Felicidad y bienestar: definiendo un nuevo paradigma económico" (Happiness and Well-being: Defining a New Economic Paradigm), el primer "Informe de Felicidad en el Mundo", escrito bajo encargo de la ONU por el Earth Institute39. El secretario general de la organización, Ban Ki-moon, señaló durante el lanzamiento del reporte la necesidad de impulsar "un nuevo paradigma económico" que incorpore los tres pilares del desarrollo sostenible, esto es, el bienestar económico, social y ambiental, los cuales de manera conjunta definen la "felicidad global bruta"40. Este concepto fue copiado de la experiencia de Bután, cuyo gobierno desde los años setenta implementó en el Reino Himalaya una medida de la prosperidad nacional basada en el bienestar dela gente, en lugar de en la productividad económica, a la que denominó GNH (Gross National Happiness). Según el informe, los Estados más felices en el mundo son Dinamarca, Noruega, Finlandia y Holanda, mientras los más infelices se encuentran en el África Subsahariana: Togo, Benín, República Central del África y Sierra Leona. Sin embargo, junto a la riqueza, hay otros factores que explican en mayor medida las diferencias en el nivel de bienestar, tales como la libertad política, la existencia de fuertes redes sociales y la ausencia de corrupción. En el plano individual, la buena salud mental y física, tener a alguien cercano con quién contar, la estabilidad laboral y las familias estables también contribuyen a aumentar la felicidad. De manera general, el estudio revela los siguientes patrones con respecto a la felicidad de las personas:
7. La religiosidad protege
Que Colombia, uno de los Estados más violentos y desiguales del mundo, pase por "un país feliz" es, por decir lo menos, sorprendente. La explicación del alto puntaje en el HPI como resultado de la moderada huella ecológica es comprensible pues el escaso desarrollo tecnológico y el prolongado conflicto armado (que al menos algo había de tener de bueno) han impedido que se exploten y de paso arruinen los recursos naturales de buena parte del país. Lo que resulta contra intuitivo es el alto puntaje obtenido, tanto en el HPI como en los otros índices de mera percepción, en lo relativo al bienestar subjetivo delas personas o "satisfacción con la vida" en medio de la precariedad social. ¿Cómo explicarlo?
En primer lugar, según se vio, la protección de los países frente al suicidio en sociedades industrializadas y pos industrializadas varía en función del desarrollo del individualismo creativo o capacidad del hombre para convertir su trabajo en una fuente de realización en lugar de que sea un mero medio de lucha por la supervivencia, en un contexto donde el individuo no se opone al grupo sino que este reconoce su aporte único y dinámico para la construcción de lo colectivo.
En segundo lugar, la importancia de la religión en la vida de las personas, en los países que ingleHart44 denomina "tradicionalistas", les da seguridad frente a las preguntas existenciales más complejas, y por lo tanto comodidad(¿felicidad?) respondiéndolas por ellas sin importar lo irracional de los silogismos que subyacen a las respuestas. Se trata de Estados donde la mayoría de las personas define sus posiciones con base en la religión y por lo tanto condena vigorosamente la eutanasia, el suicidio, el aborto, el divorcio, el homosexualismo, la inmigración y se ubica a la derecha en el espectro político. Por su parte, los países laico-racionales, en cambio, se caracterizan por posiciones opuestas con respecto a las problemáticas mencionadas y porque no tienen "resueltos" problemas tan serios como si existe algún dios, vida después de la muerte o al menos continuación del "alma", paraíso o infierno, entre otros, y esta situación, aunque hace a las personas más libres, también redunda en un aumento de la complejidad (¿infelicidad?) para sus vidas. En definitiva, si esta explicación es exacta las personas inclinadas a creer en respuestas esotéricas en lugar de a pensar con seriedad los problemas de la condición humana, al menos en términos de comodidad existencial como resultado del autoengaño, obtienen su recompensa. En otras palabras, ser religioso resulta en principio mucho más placentero, en términos existenciales, que ser racional45.
La ecuación que se deduce de los parámetros expuestos, en la cual religiosidad e individualismo creativo como actitud hacia el trabajo son factores de protección y sus contrarios factores de riesgo (siendo el tradicionalismo una variable con mayor peso relativo y por lo tanto impacto), se ve corroborada por las curvas de suicidio mundial como sigue:
8. Articulación de suicidio y felicidad en los índices de desempeño estatal
Si se parte de la premisa avanzada por Durkheim a finales del siglo XIX de que las tasas altas de suicidio son un síntoma de malestar social y, de otra parte, de que la principal causa de la muerte voluntaria en términos subjetivos o psicológicos es la insatisfacción de las personas con la vida o infelicidad, resulta lógico integrar ambas variables como indicadores pertinentes para medir el desempeño de los Estados en la dimensión del "bienestar personal "de sus habitantes. Es lo que intenta hacer el HPI respecto de la felicidad, aunque de manera marginal, es decir, independiente de las demás dimensiones del desempeño estatal, pero también en forma inconsistente debido a la heterogeneidad del tipo de variables que integra. Este índice revuelve, según se vio, el indicador de bienestar subjetivo experimentado con otros dos parámetros que están más asociados a la eficacia del sistema de salud(esperanza de vida) y el impacto ambiental de los Estados (huella ecológica)que a la felicidad personal.
Sin embargo, es posible diseñar un indicador de bienestar subjetivo coherente con el objetivo de medir la felicidad, con miras a incorporarlo en los índices de desempeño estatal que aspiran a ser más comprensivos que el HPI. La clave radica en escoger los sub indicadores señalados, conceptualmente coherentes con la variable que se busca definir.
El índice anual de desempeño estatal global con mayor despliegue mediático y por lo tanto más conocido en el mundo es el Failed States Index (FSI), elaborado y divulgado conjuntamente por la revista Foreign Policyy el Fondo para la Paz desde 2005. Este índice, quizás el más ambicioso y completo de cuantos existen47, evalúa cuatro grandes dimensiones de la acción estatal, agregando doce indicadores de tipo social, económico, político y militar, a saber48:
A. Indicadores sociales:
- Presiones demográficas
- Refugiados y desplazados internos por la violencia
- Tensión y violencia entre grupos étnicos, sectarios, religiosos y similares49
- Emigración y fuga de capital humano
B. Indicadores económicos:
- Desarrollo económico desigual
- Pobreza y declive económico
C. Indicadores políticos:
- Legitimidad del Estado
- Servicios públicos
- Derechos humanos y Estado de derecho
- Élites fraccionadas
D. Indicadores militares:
- Aparato de seguridad
- Intervención externa
Estos doce indicadores se construyen con base en un total de 88 sub indicadores cuya agregación temática permite obtener los puntajes respectivos encada dimensión medida del desempeño estatal, que sumados suministran la calificación integral del Estado analizado para determinar el ranking en el índice. Para solo tomar un ejemplo del tipo de sub indicadores utilizados y su coherencia temática, veamos los once que componen el indicador político denominado "servicios públicos":
Como se ve, a pesar de la amplia y diversa cobertura del FSI no hay entre las dimensiones del desempeño estatal que evalúa una dedicada al bienestar subjetivo. Existen algunos sub indicadores sociales y económicos que podrían entenderse relacionados indirectamente con ella, como por ejemplo el grado de "discriminación", observado para medir el indicador de "tensión y violencia entre grupos étnicos sectarios, religiosos y similares"; o también los sub indicadores "coeficiente de Gini" y "poder de compra", considerados respectivamente para definir los indicadores de "desarrollo económico desigual "y "pobreza y declive económico". Pero ninguno de los 88 sub indicadores mide directamente los niveles de felicidad o satisfacción subjetiva con la vida.
Para superar este déficit, convendría entonces incorporar al FSI una nueva dimensión de indicadores que evalúen la felicidad. El impacto de esta nueva variable referida directamente al bienestar personal en el puntaje general delos Estados sería significativo: contribuiría al enriquecimiento y depuración conceptual del índice, como se desprende del hecho estadístico de que los Estados más ricos o prósperos económicamente no necesariamente coinciden con aquellos cuyos habitantes reportan ser más felices en términos subjetivos y, por lo tanto, se suicidan menos. A continuación se presenta una segunda tabla comparativa de los puntajes obtenidos por los mismos Estados de la muestra utilizada en la tabla 1, en materia de felicidad subjetiva y tasa de suicidio, para contrastarlos con el puesto obtenido en el ranking del FSI.
De este ejercicio de tabulación comparativa se desprenden las siguientes conclusiones:
Para cerrar esta reflexión cabe reiterar que los Estados donde la gente se declara infeliz o, peor aún, quiere suicidarse con una frecuencia superior a la media, son sin duda fallidos en su misión de proveer bienestar subjetivo a sus habitantes. En adelante, la dificultad para cualquier índice de desempeño estatal que aborde seriamente este problema radicará en diseñar una metodología rica e idónea para medir objetivamente algo en principio tan subjetivo como la felicidad y el bienestar personal, y en establecer con la mayor nitidez el nexo causal entre acción pública, infelicidad y suicidio.
Pie de página
1René
Descartes. L'Homme et un Traité de la formation du foetus, ed.
bilingüe francés-español, trad. y comentarios de Pedro
Pardos, Carlos Vicén y Adolfo Alonso, Zaragoza, Prensas Universitarias,
1987.
2Blaise
Pascal. Pensées, París, Bookking International/Maxi-Livres, 1995,
p. 106.
3Ibíd.,
p. 107.
4Jeremy
Bentham. Escritos económicos, México, Fce, 1978, p. 3.
5Ver por ejemplo Alejandro
Jodorowsky y Marianne Costa. Metagenealogía: el árbol
genealógico como arte, terapia y búsqueda del Yo esencial,
Buenos Aires, Sudamericana, 2011. "Para encontrar la raíz del 'uno
mismo', un yo permanente en la impermanencia, debemos situarlo más
allá de la materia universal para identificarnos con su centro creador,
sabiendo que hemos nacido para participar activamente en la evolución el
cosmos. El 'yo' individual y el 'nosotros' cósmico no pueden sino unirse
en la Conciencia. Ideal que de forma simbólica se planteó la
Alquimia, poniéndose como tarea espiritualizar la materia al mismo
tiempo que materializar el espíritu" (p. 30, cursiva fuera del
texto). Desde luego que el párrafo citado es ininteligible,
característica esencial de todo texto esotérico.
6Ver
Thomas Osborne y Nikolas Rose. "Do the Social Sciences Create Phenomena?
The Example of Public Opinion Research", British journal of Sociology,
vol. 50, n.º 3, 1999, pp. 367-390.
7Jeffrey
Herbst. "Let Them Fail: State Failure in Theory and Practice. Implications
for Policy", en Robert Rotberg (ed.). When States Fail: Causes and
Consequences, Princeton, Princeton University Press, 2004, p. 316.
8Organización
Mundial de la Salud. Suicide rates per 100,000 by country, year and sex
(Table) [http://www.who.int/mental_health/prevention/suicide_rates/en/index.html].
9Maurice
Pinguet. La mort volontaire au Japon, París, Gallimard, 1984.
10Émile Durkheim. Le
suicide, París, PUF, 1997, p. 269. Este estudio fue publicado por
primera vez en 1897.
11Ibíd., p. 272.
12El concepto de
"crisis" adoptado por Durkheim es neutro, desprovisto de su carga
peyorativa y entendido como cualquier "perturbación del orden
colectivo" (p. 271).
13"En España hay
más de 200 intentos de suicidio diarios debido a la crisis", El
Espectador, 25 de enero de 2013.
14Durkheim, ob. cit., p. 277.
15La tipología del
suicido construida por Durkheim distingue entre el suicidio egoísta,
altruista, anómico y fatalista. El suicidio anómico es aquel que
sobreviene a un defecto de regulación de la sociedad sobre los
individuos referido a sus pasiones, que las deja sin regla ni freno (p. 288).
16Christian Baudelot y Roger
Establet. Suicide. L'envers de notre monde, París, Seuil,
2006.
17ranco Savorgnan. "Di
alcuni metodi per misurare la distribuzione dei redditi inAustria
(1903-1910)", communication au Congrès international de statistique
de Tokyo, 1930, Bulletin de l'Institut international de la statistique,
t. XXV, pp. 331-353.
18Ver The
World Bank. "Pro-Poor Growth in the 1990s: Lessons and Insights from 14
Countries", 2005, pp. 14-33.
19François
Bourguignon. "The Growth Elasticy of Poverty Reduction: Explaining
Heterogeneity across Countries and Time Periods", en Theo Eicher y Stephen
Turnovsky (eds.). Inequality and Growth. Theory and Policy
Implications, The mit Press, 2003, pp. 3-26.
20Ver en
este sentido, Martha Nussbaum. Creating Capabilities: The Human Development
Approach, The Belknap Press of Harvard University Press, 2011; Joseph Stiglitz,
Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi. Mismeasuring our Lives: Why gdp Doesn't
Add Up, Nueva York, The New Press, 2010; y el Cap. 4 ("Poverty as
Capability Deprivation") de Amartya Sen. Developmentas Freedom,
Nueva york, Alfred A. Knopf, 2001, pp. 87-110.
21Alejandro
Gaviria. "Cambio social en Colombia durante la segunda mitad del siglo
XX", Universidad de los Andes, Documento cede (Centro de Estudios sobre
Desarrollo Económico) n.º 30, octubre de 2010, p. 15. Ver
también Camilo Umaña. "Crecimiento, pobreza y
desigualdad", Revista Económica Supuestos, n.º 7,
Universidad de los Andes, diciembre de 2011.
22Ibíd.,
pp. 23-25.
23Hans
Rosling. "Asia's rise - How and when", ted talk, noviembre de 2009.
24Ver
Arvind Panagariya. "The Triumph of India's Market Reforms The Record of
the 1980s and 1990s", Policy Analisis, Cato Institute, n.º
554, 7 de noviembre de 2005, pp. 1-22, y Subir Gokarn. "Indian Capital
Market Reforms, 1992-1996: An Assesment", Economic and Political Weekly,
vol. 31, n.º 15, 13 de abril de 1996, pp. 956-961.
25Hans
Rosling. "On global population growth", ted talk, julio de
2010. El
31 de octubre de 2011 los diarios del mundo registraron el nacimiento en
Filipinas de la habitante del planeta número 7.000 millones.
26Daron
Acemoglu y James Robinson. Why Nations Fail. The Origins of Power,
Prosperity, and Poverty, ed. Kindle, 2012, p. 42.
27Ibíd., p. 81.
28Baudelot y Establet, ob.
cit., pp. 97-99.
29Ibíd., p. 55.
30Jean la Fontaine. "Homicide
and Suicide among the Gisu", en Paul Bohannan (ed.).African Homicide
and Suicide, Princeton, Princeton University Press, 1960, pp. 94-129.
31Jen wang et al. "Suicidality and sexual orientation among men in
Switzerland: Findings from 3 probability surveys", Journal of Psychiatric
Research, vol. 46, n.º 8 (agosto de 2012),pp. 980-986.
32Ann
Chemin. "Le suicide révèle la souffrance singulière
des jeunes homosexuels", Le Monde, 9 de septiembre de 2005.
33audelot
y Establet, ob. cit., pp. 7-8.
34Nef. The
Happy Planet Index. An Index of Human Well-being and Environmental
Impact, Londres, 2006, p. 2. El nombre de este indicador fue sustituido
en 2009 por el de "bienestar experimentado": cfr. infra nota
29. Los datos para calcular el valor de esta variable son tomados de la World
Values Survey y la World Database of Happiness. Solo
excepcionalmente se recurre a otras encuestas mediante el uso de
técnicas de regresión estadística.
35Nef. The
Happy Planet Index 2.0. Why Good Lives Don't Have to Cost the Earth,
Londres, 2009, p. 2.
36Nef. The
Happy Planet Index: 2012 Report, Londres, junio de 2012, p. 2.
37Ver
José Fernando Flórez. "¿Estado o concepto fallido?
Problemas que plantea la noción de falla estatal y los índices
que intentan medirla", Revista Derecho del Estado, n.º
27(julio-diciembre de 2011), pp. 193-234.
38Ver
Diane Swanbrow. "Happiness is rising around the world: U-M study",
Universidad de Michigan, 1.º de julio de 2008, y Ronald Ingle Hart.
"Development, Freedom, and Rising Happiness: A Global Perspective
(1981-2007)", Perspectives on Psychological Science, vol. 3, n.º 4,
julio de 2008, pp. 264-285.
39John
Helliwell et ál. (eds.). World Happiness Report, The Earth Institute,
Columbia University, 2012.
40UN News
Centre. "Ban: new economic paradigm needed, including social and environmental
progress", 2 de abril de 2012.
41José
Mojica. "Colombia, el país más feliz del continente y el
sexto del mundo", El Tiempo, 7 de enero de 2012.
42W Radio. "Colombia, el
sexto país más feliz del mundo", 8 de enero de 2012.
43Win-Gallup
International Association. Global Barometer of Hope and Happinness, 30
de diciembre de 2012, p. 20.
44Ver
Ronald Inglehart. "Globalization and Postmodern Values", The
Washington Quarterly, vol. 23, n.º 1 (invierno de 2000), pp. 215-228,
y Ronald Ingle hart y Wayne Baker. "Modernization, Cultural
Change, and the Persistence of Traditional Values", American
Sociological Review, vol. 65, n.º 1 (febrero de 2000), pp. 23-25,
especialmente. Ver también los gráficos de Baudelot y Establet
(2006), pp. 98, 100 y 106, sobre la relación entre tradicionalismo e
individualismo creativo (todos extraídos de la World Values Survey de 1995 y 1997).
45Ver José Fernando
Flórez. "El país de los idiotas felices", Kien&Ke,
10 de mayo de 2012.
46Las tasas corresponden a
1995 para el género masculino y son tomadas de Baudelot y Establet, ob.
cit., pp. 101, 102 y 110. Ver en especial el capítulo 5 de esta obra,
dedicado a la "excepción soviética", pp. 109-134.
47Ver el listado de ocho
índices de bajo desempeño estatal o PSPI (Poor State
Performance Indexes) que avanzo en Flórez, ob. cit., pp. 196-197.
48Ver http://ffp.statesindex.org/indicators
49Group Grievance es la
denominación en inglés de este indicador. En una ocasión
pasada lo tradujimos como "historia de grupos ofendidos por injusticias
recientes o pasadas". Ver Flórez, ob. cit., p. 203.
50Ver Organización
Mundial de la Salud. "Suicide Prevention and special
programmes. Country reports and cHarts available", última
actualización en 2012. [http://www.who.int/mental_health/prevention/suicide/country_reports/en/index.html].
51"El
Congreso rompe el silencio sobre el suicidio", El País, 11 de
diciembre de 2012.
52Robert
Putnam. Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy,
Princeton,Princeton University Press, 1993.
53Ver John
Sudarsky. El capital social de Colombia, Bogotá, Departamento
Nacional de Planeación, 2001; John Sudarsky. La evolución del
capital social en Colombia. 1997-2005, Bogotá, Fundación
Antonio Restrepo Barco, 2007; Fundación Antonio Restrepo Barco. Capitalsocial,
fortaleza institucional y compromiso ciudadano en Colombia. Resultados del
barómetro de capital social (barcas) 2011, Bogotá, 2012.
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