In memoriam

Fernando Hinestrosa

Desde cuando la Revista de Derecho Privado nació como una de las tantas ramas que se desprendieron de ese tronco que en un principio se llamó simplemente Revista del Externado, el Dr. Hinestrosa siempre estuvo diligente, activo e informado en la preparación de los números sucesivos, y por supuesto crítico y atento con lo que allí se publicaba; no dejó de leer un solo artículo de los 21 números que conoció, de lo que da prueba la buena cantidad de citas que de ellos hace en su volumen Negocio jurídico, tomo II del Tratado de las obligaciones, próximo a aparecer.

La Revista de Derecho Privado ha perdido a su fundador y a su director y nos sentimos desolados y afligidos, a seis meses de su partida nuestra tristeza es todavía tangible, pero no hay desconcierto; la fundación de la Revista fue sobre bases sólidas: la fuerza avasalladora de las ideas, el poder transformador que trae el conocimiento, sin dogmatismos; la dirección que le imprimió fue discreta, certera, cotidiana, con la convicción que acompaña las cosas que se hacen por deleite y de las que se sabe, además, su gran utilidad. Porque Fernando Hinestrosa fue un estudioso, o mejor un estudiante, por convicción y método, un estudiante inquieto y generoso que no se guardó nada para sí, que transmitió todo su saber de manera amplia e indiscriminada, convencido de que ese conocimiento se hace inútil si no se acompaña de un modo de ser, de una actitud ante la vida, de la ética severa, rigurosa, de servicio; la del ciudadano austero que sabe que la vida se le va en el ejemplo que dé, sin afectaciones, sin posturas, sin mezquindades.

Por eso, todos los que de una u otra forma trabajamos en la Revista, todos profesores de la Universidad, hemos querido evocar su memoria, haciendo un elogio, compartiendo un recuerdo, manifestando un sentimiento, cada quien con su propio aire, a modo suyo, lejos de la idea de rebaño, pero guiados por una sensación común que aflora nítida de las líneas que siguen y que es el legado: el ser humano solo es tal por lo que descubre en su oficio de pensar. Porque "el ser humano no hereda experiencia", como nos espetó como primera frase en la primera clase del curso de Historia de Derecho, y a nosotros primerizos recién salidos de casa se nos abrió un mundo: cada hombre se resuelve en sí mismo y es tarea de cada quien forjar su propia historia, cada pueblo debe vivir sus propias vicisitudes en la construcción de su identidad.

Me encontré en la vida con Fernando Hinestrosa y estoy tranquilo, sin ningún afán de emulación, ¿quién sabría cómo?, tranquilo de saber que la humanidad, más allá de sus temores y dificultades, de sus ruindades y mezquindades, de sus oportunismos y frivolidades, puede producir hombres, a cabalidad, nobles y dignos.

Édgar Cortés

Fidelidad de gato
Catalina Salgado Ramírez

«Discúlpeme, no fue mi intención herir sus sentimientos». «¡No! ¡No se trata de mis sentimientos, se trata de la Universidad!». El paso de los días trajo su tono conciliador. «Niña, no vamos a hacer de esto una tormenta en un vaso de agua. ¡Deje muy en alto el nombre del Externado! Y recuerde: ¡fidelidad de gato!». Mi rostro no le dejó otra alternativa. «Como veo que no entiende, le explico. El perro al amo, el gato a la casa».

No conocí al Maestro tan profundamente como hubiera querido, pero basta el recuerdo de su mano grande en mi hombro, sin necesidad de palabras, para que se estremezca mi alma. Era un ser enigmático, de expresiones singulares, en especial las corporales, cuya comprensión se convertía en un reto para todos. Muy suyo era también el uso de paremias, que no escatimaba a los estudiantes en las aulas, ni a los incautos oyentes extranjeros.

Resulta paradójico que sea una paremia, dicha en un momento de sumo disgusto, la más preciosa que me dejó de herencia. Es la que me recuerda que a pesar de su dolorosa ausencia, de ese extraño y profundo sentimiento de orfandad, el Externado debe seguir siendo. Y que solo puede serlo si se encuentra sostenido en nuestro compromiso, nuestro deber, nuestra dedicación, nuestra "fidelidad de gato".

Lo echo de menos, con fidelidad de perro; pero sigo adelante con la de gato que me enseñó.

[Una vida poética]
José Félix Chamie

Il corpo nostro è sottoposto al cielo,
e lo cielo è sottoposto allo spirito
.
Leonardo da Vinci

Ex natura heroica heroicum ius et heroica dignitas.
Vico

Est enim sine dubio domus iurisconsultis totius oraculum civitatis.
Cicerón

Evocar la memoria del Rector y Maestro Fernando Hinestrosa es recordarle al mundo el significado de una vida poética. Una poesía que repercute también en la vida de todos los otros hombres, es más, del universo entero. Y ese universo que devora y entrega sus secretos según que sepamos interpretarlo fue el mismo que Fernando Hinestrosa conquistó; supo contemplarlo con esa cierta mirada en sus leyes más sutiles y profundas. Poesía de vida que nace del "deseo insatisfecho" y no del deseo satisfecho del cual no puede nacer nada. Esto es el espíritu de perseverancia alimentado en el amor sobrenatural. "A estas horas me siento muy orgulloso de haber perseverado, [v]arias veces lo he dicho, y hoy lo reitero: en esa perseverancia tiene parte muy abultada Consuelo"1, dijo al llegar a sus 48 años de rector.

La vida ejemplar de Fernando Hinestrosa se sustenta en su propia evidencia, no necesita ningún otro testimonio para probar su certitud, es refulgente y penetra en los rincones más íntimos de nuestra tradición, y en su presencia todo el universo se levanta y dice "esto es verdad".

Con nosotros, Maestro, permanece su fuerza tranquila y poderosa, siempre victoriosa en la prueba de las horas; nos conforta el recuerdo de su majestad lanzando amables miradas; su voluntad, genio y compasión serán siempre ejemplo para todas las generaciones.

Y es que Fernando Hinestrosa, con su alta y profunda mente, advirtió y concilió los contrastes del mundo, buscó con su ejemplo armonizarlos en las líneas majestuosas de un sistema pleno de severa y magnífica belleza, mutación eterna y eterna presencia; ser en el no ser, devenir en el ser. Fue con su autonomía de espíritu que el Magnífico Rector cumplió aquella sentencia de que el sabio debe vivir no sometido a las leyes, sino en la libertad de su conciencia (Demócrito). La libertad de conciencia, la libertad de pensamiento, sabemos que son la llave maestra del vínculo entre la naturaleza humana y la educación, pues en efecto la educación transforma al hombre y transformándolo constituye de él su naturaleza.

Al igual que su padre, Fernando Hinestrosa fue un fiel guardián de la heredad sagrada, pero también fue dimensión del tiempo, vibración del espíritu, realización cultural2; siempre habrá jueces en berlín.

Luchador y héroe por el bien hasta el fin, como los dioses de la saga nórdica, pues la única luz en la oscuridad es el heroísmo, es resistir con perseverancia; post tenebras spero lucem, no lo olvidemos, la luz sale de las tinieblas, está difusa en la oscuridad, en la negrura, como el día lo está en la noche; precisamente de la oscuridad del caos fue extraída la luz, allí fue ocasionada y encuentra su motivo3.

En la figura del histórico Rector Hinestrosa la analogía entre individuo y Estado queda superada por la analogía entre el hombre y el universo, en el diseño de una ética que recibe un fundamento cósmico.

Allá en la galaxia en la que habite, Doctor Fernando, espero encontrarlo para recitar con el poeta:

    Vers le ciel, où son oeil voit un trône splendide,
    Le Poète serein lève ses bras pieux,
    Et les vastes éclairs de son esprit lucide...

[Como sentirse en casa]
María Cecilia Mcausland

Llegar al Externado constituyó un hecho trascendente en mi vida, y tener, luego, el privilegio de ser alumna del Dr. Hinestrosa me hizo sentir definitivamente en casa, en mi lugar. Debo decir que nunca he tenido los oídos tan atentos como los tuve en aquellos cursos de Derecho Romano y Obligaciones, en los que recibí de él no sólo conocimiento, sino guía e impulso para pensar, cuestionar y proponer. Hoy entiendo que eso es lo que hace un Maestro, y mi agradecimiento es infinito.

La fuerza de la confianza
Javier Rodríguez Olmos

En los momentos de duda, de incertidumbre, de fuerzas flacas, de días turbulentos, el Rector Fernando Hinestrosa sacudía en nosotros la confianza que creíamos haber perdido en el camino. No era un implante, no era una muleta. Nuestro Rector, sensible emocional e intelectualmente, percibía virtudes y debilidades, y estaba convencido de nuestro potencial. Creía en el ser humano, en su capacidad de crecer, de caer y sobreponerse, pero ante todo de superarse con esfuerzo, responsabilidad y rectitud. En sus estudiantes, en sus profesores, en su Universidad, el Rector reconocía aire fresco para el cambio de la sociedad. Ahora la fuerza de su confianza sigue viva en las virtudes que siempre nos inculcó: tolerancia, pensamiento crítico, respeto, trabajo responsable y honesto. Un legado intangible e invaluable.

[Un estudioso incansable]
Pablo Andrés Moreno

Sus alumnos aún buscamos su mirada inteligente, atenta y crítica. Extrañamos sus breves y profundos consejos cargados, tantas veces, de metáforas y dichos populares; otras cuantas, si necesario, directos y contundentes.

A todos nos hace y nos hará falta su visión de mundo humanista, sabia, lúcida, laica y liberal, siempre lista a alimentarse de lo desconocido y a redescubrir en lo conocido, en lo antiguo, la alegría de lo nuevo.

Aunque como jurista siempre estuvo atento a la búsqueda de la (eventual) coherencia entre el deber ser del derecho y los requerimientos de la propia tradición, el profesor Hinestrosa fue un positivista metodológico y un antiformalista que profundizó, como pocos, el diálogo entre diferentes sistemas jurídicos. No sucumbió dogmáticamente a un temor pasional frente a la circulación de modelos normativos; pero siempre previó, eso sí, los desórdenes propiciados por los flujos jurídicos impuestos desde lo alto y por la falsa homogeneización de las culturas jurídicas.

Sin haberse nunca proclamado como tal, tal vez porque no concebía una forma diferente de estudiar el derecho, el profesor Hinestrosa fue, también, un histórico y un comparatista; un estudioso incansable, escrupuloso y refinado, cuya cultura trascendía las categorías modernas y (muchas veces) fugaces del derecho positivo; una cultura que reposaba, en cambio, en el derecho romano y en el turbulento pero, al mismo tiempo, tranquilizador mundo del derecho de carne y hueso que se forjó durante la edad media y que él estudió con envidiable pasión.

Por esto y mucho más, no podría de ningún modo sorprender el vacío y la tristeza con la que grandes estudiosos, locales y foráneos, adeptos a las más variadas disciplinas jurídicas, han lamentado su fallecimiento, al tiempo que han recordado, con nostalgia y fina ternura, su vida y sus encuentros. Y es que el profesor Hinestrosa construyó por casi medio siglo –muchas veces de forma solitaria, con la paciencia y la previsión que solo poseen los más grandes– una red global de conocimiento, de amistades y de relaciones científicas y académicas sin precedentes.

A nosotros, sus alumnos –hoy, muchos de ellos, profesores del Externado– nos resta el privilegio agridulce de seguir cosechando los frutos de su legado; un legado difícil de capturar en su omnicomprensivo alcance y que solo el tiempo revelará con su fuerza totalizadora.

Y nos resta también, y sobre todo, un deber irrenunciable: la investigación y la enseñanza que se producen en los pasillos de la calle 12 con 1a imponen la presencia de un signo indeleble; un signo que recuerde a todos, nacionales y no, que en el Externado una específica ideología y una visión de mundo siempre coherente elevaron hasta lo más alto los muros de la Universidad y moldearon su más profunda estructura.

[Predicar con el ejemplo]
Milagros Koteich

Su partida ha sido a medias. Su presencia fuerte sigue aquí entre nosotros, aun si extrañamos esa parte que se ha ido: los encuentros fortuitos en los pasillos de esta Universidad –que venían siempre con la generosidad de su sonrisa, su estímulo y su confianza– y aquel predicar con el ejemplo que es hoy el mayor legado dejado a nuestros estudiantes. Gracias, querido Doctor Hinestrosa.

[Confianza en nuestras Convicciones]
Indira Díaz Lindao

Pulcritud, compromiso y exigencia personal y académica hacen parte de los valores inquebrantables del legado de nuestro Rector Fernando Hinestrosa. Guiado por su visión humanista e integral de la educación, preservó estos valores de manera perenne y a cada uno de sus estudiantes y colaboradores nos los exigió con firmeza y determinación. Así nos hizo "respetables". Sus enseñanzas, su disciplina, su templanza y su lucha inalterable por el credo de la libertad, la democracia, la tolerancia y la solidaridad, seguirán guiando nuestro camino.

Gracias, querido Maestro. Gracias por entregarnos de manera tan generosa su grandeza humana y por abrirnos camino a través de ella. Gracias por su fortaleza y estímulo constante, por la calidez de sus consejos, por lo prudente y respetuoso de sus silencios, por la opinión sincera y por el respeto y la confianza en nuestras propias convicciones. Gracias por siempre, Rector, y paz en su descanso.

[Más que un Rector]
María Elisa Camacho

Uno de los aspectos más emotivos de mi experiencia en Italia fue el haber tenido la oportunidad de compartir algunos momentos cotidianos con quien fuera nuestro Maestro, el Dr. Fernando Hinestrosa. ¡Cómo era de emocionante sentarnos a su lado a tomar un buen café en compañía suya! Era conmovedor percibir la admiración, el cariño y el respeto con que lo trataban sus estudiantes, profesores y amigos, muchos de los cuales son para nosotros verdaderas figuras del derecho.

Pero hay un sentimiento que, estoy segura, nos identifica a todos los que hacemos parte de la Universidad o a quienes han hecho parte de ella, y que se acerca mucho a aquello que sentimos hacia un padre: el afanoso deseo por enorgullecerlo con nuestros méritos, el temor constante de no desilusionarlo, el respeto infinito que le prodigamos, sentimientos estos que permanecerán en nuestros corazones, recordándonos siempre que nuestro Maestro no fue simplemente un Rector para nosotros sino que fue como nuestro padre en la Universidad.

[Con la fuerza de la juventud]
Juan Carlos Guayacán

Construir algunas ideas en torno a la memoria del Dr. Fernando Hinestrosa me trae diversos sentimientos, los mismos que él me inspiraba cuando vivía. El primero, sin dubitación alguna, la gratitud. Aparecen después la admiración y el respeto genuinos, esos que surgen espontáneos por la coherencia y la autoridad ética e intelectual que siempre acompañaron todos los actos de su vida. Y es inevitable, sería hipócrita no reconocerlo, su ausencia me trae nostalgia y sensación de orfandad. No obstante, como intuyo que entre las formas como a él le gustaría que lo recordáramos no está la nostalgia, supero esta sensación y me concentro en algunas de las facetas que más admiré de su persona.

Cuando recuerdo al Dr. Hinestrosa me invade la sensación de haber estado frente al ser humano que mejor encarnó los versos del poeta anónimo que escribió:

No te sientas vencido ni aún vencido
No te sientas esclavo ni aún esclavo,
Trémulo de pavor piénsate bravo y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; no la cobarde intrepidez del
pavo, que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora, o como Lucifer que nunca reza, o como el robledal cuya grandeza
necesita del agua y no la implora.
Que grite y vocifere vengadora, ya rodando en el polvo tu cabeza.

Sí, uno de sus leitmotiv era desterrar cualquier actitud nihilista frente a la vida. Cuando ingresé a la Universidad en enero de 1986, apenas dos meses antes el rector había despedido a los magistrados inmolados en el Palacio de justicia, y aunque atribulado, jamás dio lugar al desaliento, nos recibió a los recién llegados con un mensaje de fe y optimismo. Al lado de los féretros había manifestado: "¡Guardemos nuestra aflicción y alistémonos para continuar la marcha!".

Evoco su donaire, su trato afable, particularmente con el débil, cuidándose muy bien de que no fuera conmiseración sino respeto. Rememoro también su negativa absoluta a contemporizar con la deslealtad, tal vez la única idea ajena frente a la cual deliberadamente no quiso ser tolerante. Su recuerdo me trae la imagen de un hombre nacido en la entraña de esta sociedad colombiana, calificada como una de las más desiguales, y con una fuerza interior tal, que sin aspavientos logró que se destinaran las utilidades del poder financiero al servicio de la educación; de una educación que jamás concibió como privilegio de una élite económica; pero tampoco redentorista, como él mismo solía decir; que fuera simplemente una oportunidad para quien tuviese la autodisciplina, la vocación y el convencimiento de que el trabajo intelectual dignifica la existencia humana y con ella el proyecto individual y colectivo de cada sujeto.

Cuando ya la enfermedad había minado su cuerpo, y el retorno a la nada se veía inminente, el brillo de su mirada y la fuerza de su voz no se perdían. En las reuniones que programó para pensar la Universidad del futuro, me daba la impresión de que dentro de ese cuerpo frágil y diezmado afloraba un espíritu con la fuerza de los 15 años, lleno de sueños y proyectos. Se apagó con la dignidad de un árbol milenario.

Todo esto hizo que hoy, cuando caminamos por los pasillos del Externado, se sienta aún su presencia. Su ser se fundió con los muros y jardines de esta Universidad que él nos enseñó a amar y que nos hizo sentir propia. Dr. Hinestrosa, el recuerdo de su existencia constituye un faro incandescente que nos conforta y alumbra; se siente en cada rincón del campus y en los libros de su biblioteca que parecen estar allí esperando a jóvenes y mayores que deseen seguir forjando, desde el trabajo intelectual y guiados por los principios liberales, el destino de este país que usted amó y honró. Hasta siempre, Maestro.

[Libertad, generosidad, justicia]
Martha Lucía Neme Villareal

Rememorar la imagen del Maestro Hinestrosa conlleva evocar valores sustanciales, entre ellos y por primero, la libertad, en toda su extensión; luego, pero no con menos fuerza, la generosidad, sello perenne que trascendía el ámbito puramente material, para manifestarse en su entrega personal y, sin duda, la justicia que concebía como fin último del derecho, en pro de la cual desplegó toda la agudeza de su intelecto y la frescura de su pensamiento.


Notas

1Palabras pronunciadas con ocasión de la conmemoración de los 48 años de Rectorado, transcritas en In memoriam Fernando Hinestrosa (1931-2012), Universidad Externado de Colombia, 8.
2Cfr. Elogio del Maestro por Gonzalo Vargas Rubiano, El Tiempo, septiembre 29 de 1963, en Evocación del Maestro Ricardo Hinestrosa Daza, Bogotá, 1998, 37.
3Cfr. La alocución del Rector Fernando Hinestrosa al iniciarse los actos conmemorativos del primer centenario de la fundación del externado, Bogotá, 14 febrero de 1986, en F. Hinestrosa, Reflexiones de un librepensador (Compiladora Emilssen González de Cancino), Bogotá, 2001, 502.