Principios, derechos y deberes en el derecho colombiano de protección al consumidor
Principles, rights and duties in Colombian consumers law
José Félix Chamie*
* Profesor de derecho Civil y derecho romano en la Universidad Externado de Colombia. Doctor en derecho por la Universidad de Roma 'Tor Vergata'. Contacto: [jose.chamie@uexternado.edu.co].
Fecha de recepción: 8 de marzo 2013. Fecha de aceptación: 8 de abril 2013.
Sumario: I. introducción. II. Antecedentes. III. El nuevo Estatuto del Consumidor. IV. Principios, derechos y deberes.
Resumen
A la globalización de la economía y de las comunicaciones van aparejadas las nuevas categorías de "consumidor" y "relación de consumo". La categoría "consumidor" es despersonalizada y revela en sus características la posición asimétrica de uno de los sujetos de la relación de consumo. Parte débil de la relación de consumo, al consumidor se le otorga especial protección en aras de "humanizar" esta disciplina y de mitigar los efectos de la asimetría en la posición de las partes determinada por las condiciones del mercado y de la contratación masiva. Así, conviene a la doctrina construir las bases dogmáticas de los principios generales de una disciplina legal que actualizó nuestro derecho de protección al consumidor y lo ubicó en una etapa decididamente garantista.Palabras clave: derechos del consumidor, principios generales del derecho, derecho colombiano de protección al consumidor.
Abstract
The globalization of the economy and communications builds the new categories of "consumers" and "consumer relationship". The category of "consumer" is depersonalized and revealing in its structure the asymmetric position of one of the subjects of the consumer relationship. As a weak party of consumer relationship, the consumer is given special protection in order to "humanize" the discipline and to mitigate the effects of asymmetry in the position of the parties determined by market conditions and the massive hiring. Thus, it is a job for the doctrine, to build the dogmatic foundations of the general principles of the resent legal discipline upgraded our consumer protection law and placed it in a decidedly stage of guarantees for consumers.Keywords: Consumers rights, Principles of law, Colombian consumers law.
I. Introducción
La despersonalizada categoría de "consumidor" en el mercado globalizado es la evidente realidad a la que asistimos, pero, más allá de si las categorías de consumidor y usuario deforman o no el concepto mismo de persona, en el rostro jurídico de la globalización se evidencia cómo hoy a la autonomía privada se le han abierto fronteras en el pasado insuperables, en la medida en que el contrato entre sujetos privados asume el puesto de la ley en varios sectores de la vida social, hasta llegar a sustituirse a los poderes públicos en la protección de intereses generales, como por ejemplo el interés de los "consumidores"1.
Para RODOTÀ el sentido de la protección del consumidor es el de una lógica patrimonialista, y sería pues un error enfatizar de ella los aspectos no patrimoniales2. Sin embargo, no es posible negar que "el derecho del consumidor se ha convertido en una rama compleja, sujeta a rápida evolución, expuesta a variadas interpretaciones, susceptible de notables desarrollos", y no se puede negar tampoco que "es entonces un auténtico laboratorio, en el que el jurista, el economista, el estudioso de la política y de la sociología así como los estudiosos del lenguaje y de los valores encuentran una amplia materia de investigación y reflexión"3. En este mismo sentido, resulta evidente que la protección del consumidor debe ser ex constitutione (art. 78 C.P.) y que dicha protección debe ser parte de la tutela de la persona humana4; por esto dicha protección ha de erigirse como límite interno a la iniciativa económica privada, que no debe ofender la dignidad, la seguridad y la salud de las personas, y ha de estar acorde con la utilidad pública y social y el interés general.
El avance de las ideas de los juristas, de las fórmulas normativas en materia de derecho del consumidor, partió inicialmente de la teoría económica de la concurrencia perfecta y del consumidor considerado homo oeconomicus y rey del mercado. Hablar hoy de consumo y de consumidores y de técnicas de protección de los consumidores implica mucho más, implica, como señala ALPA, la seria consideración de la relación entre la producción y el consumo, entre la producción y la distribución, entre el consumo y el ahorro. Pero el más reciente periodo está caracterizado por un extraordinario fervor legislativo y un intenso programa de intervenciones en el ámbito europeo, y Latinoamérica no se ha quedado atrás.
Y es que asistimos al periodo histórico en el que, como ha recordado nuestra jurisprudencia,
… el desarrollo y evolución de la industria, la producción en serie, la masificación de las relaciones jurídicas y económicas, el mercadeo y la distribución comercial, entre otros factores, han sido determinantes para el surgimiento de una disciplina de orientación tuitiva que se ha denominado "derecho" del "Consumidor" o, para otros, del Consumo, esencialmente caracterizada por regular lo que concierne a los consumidores y a las relaciones de consumo. Se trata de una materia que traspasa las relaciones tradicionales propias del "derecho" privado, para extenderse a las que se ajustan entre el Estado y los diversos actores del mercado, en la medida en que tengan injerencia en los intereses de la colectividad; en efecto, reconocidos autores han sostenido que el "derecho" del consumo comprende no solamente las reglas aplicables a los actos de consumo, sino también aquellas que tienden a proteger a los consumidores, aun si éstas no se aplican directamente a ellos. Así, el "derecho" del "consumidor" puede situarse en relación con los derechos comercial, económico, de la competencia, de la distribución y ambiental5.
La empresa y la actividad organizada que ella implica necesitan de la cohesión de recursos humanos y económicos en los procesos de producción, distribución, especulación y tráfico masivo, este es el criterio empresarial que explica la constante mutación evolutiva del comercio como axioma, y explica a su vez el auge de la empresa, la industria, la banca, la tecnología, las comunicaciones, la información, la transmisión, el intercambio, la negociación, etc.6. Todo ello en un contexto de grave desproporción o desequilibrio en las relaciones mismas de consumo, que ciertamente tampoco ha sido ajeno a la jurisprudencia:
… desde esa perspectiva, la relación de consumo constituye una particular categoría que surge entre quienes se dedican profesionalmente a elaborar o proveer bienes o prestar servicios [y] quien los adquiere con el fin de consumirlos; y es precisamente el "consumidor" quien, por encontrarse en condiciones de vulnerabilidad económica y de desequilibrio, es destinatario de una especial protección normativa; por supuesto que la profesionalidad del productor, que lo hace experto en las materias técnicas y científicas en torno de las cuales realiza su labor, su sólida capacidad económica, su vocación para contratar masivamente, las modalidades de contratación a las que acude, entre muchas otras peculiaridades, lo sitúan en un plano de innegable ventaja negocial que reclama la intervención de legisladores y jueces con miras a restablecer el equilibrio perdido7.
Sin embargo, no se trata solo de restablecer el equilibrio o de procurar los mecanismos para lograrlo, se trata de igual forma de ajustar la relación de "contención" entre los derechos del consumidor y usuario y la libertad de empresa; se trata de una reciprocidad, regulación, preservación y respeto de los intereses mutuos vistos en el contexto de una economía de mercado cuya hermenéutica se encuentra sustancialmente constitucionalizada y, por lo mismo, a nivel de principio en el orden jurídico del país8.
II. Antecedentes
Esta disciplina en la historia reciente del Viejo Continente9 inició con la Carta europea de Protección de los Consumidores (Resol. 543 de 1973) y tuvo su primer desarrollo en la decisión de 1975 de la CEE. A partir de esta la consideración tuitiva del derecho del consumo, además de la salud y la seguridad, se considera la calidad de bienes y servicios; una calidad sin indicar el grado parecería equívoca, sin embargo está allí para legitimar de manera general el reconocimiento de reglas que fijen estándares adecuados y suficientes. El derecho a la información se califica con el adjetivo "adecuada", esto es, no solo suficiente para permitirle al consumidor hacer elecciones bien fundadas, sino también completa, comprensible y no engañosa10.
En Colombia el dato inicial en la materia se encuentra en la Ley 73 de 1981. Con esta ley el Estado intervino en la distribución o venta de bienes y servicios para la defensa del consumidor; cuatro artículos constituyeron su texto, y las atribuciones provenían del artículo 76 de la Constitución de 1886. Se trataba de un texto legal de carácter procedimental en el cual se fijaron procedimientos administrativos para establecer la responsabilidad de los productores por la idoneidad y calidad de los bienes y servicios que ofrecían en el mercado, así como para fijar las sanciones pecuniarias o relativas al ejercicio de su actividad que debían imponerse a los infractores. Se trataba de normas procedimentales generales que seguramente iban a desarrollarse mediante decretos. Sin embargo, no se hizo en aquella ocasión ninguna declaración de principios, derechos o deberes que constituyeran la base de la disciplina para la protección de los consumidores.
El decreto Ley 3466 de 1982, con sus cuarenta y ocho artículos, constituyó el primer desarrollo de la Ley 73 de 1981 (Gobierno Turbay Ayala) y el inicio de una disciplina de protección al consumidor. Tampoco este decreto, que estuvo vigente hasta hace poco, consagró una declaración sustancial de principios, derechos y deberes de la disciplina tratada; iniciaba con las definiciones, para luego de inmediato ocuparse de la calidad y registro de los bienes y servicios, y de la garantía mínima presunta. En las normas siguientes no trataba la información sino que se ocupaba de las marcas, leyendas y propagandas; el resto del articulado se detenía en la fijación de precios, las sanciones administrativas, la exoneración de responsabilidad y algunas funciones para la Superintendencia de Industria y Comercio.
El decreto 863 de 1988 (Gobierno Barco) reglamentó en dieciocho artículos el decreto Ley 3466 de 1982. en este decreto reglamentario se declaraba el propósito de facilitar al consumidor la selección económica y la escogencia más conveniente de los bienes, así también la obligatoriedad de la publicidad del precio al público de los artículos de primera necesidad y otras normas adicionales sobre precios y calidad de los bienes.
El decreto 1490 de 1993 (Gobierno Gaviria) reglamentó parcialmente, en seis artículos, el decreto Ley 3466 en lo relacionado con el régimen de control de drogas y medicamentos veterinarios.
Posteriormente el decreto 1485 de 1996 (Gobierno Samper) dispuso siete artículos sobre fijación pública de precios; y el decreto 147 de 1999 (Gobierno Pastrana), cuatro artículos sobre fijación del precio máximo de venta al público.
Luego de este lacónico desarrollo de la disciplina legal para la protección al consumidor, el país requería ponerse a tono con los tiempos, de manera que se promulgó la Ley 1448 de 2011 que ahora comentamos. Se debe reconocer el valor político-institucional y la función técnico-normativa del texto legal sobre el consumidor, y la exigencia de la disciplina reglamentada en un testo único que ayude en el control de las condiciones generales del contrato en atención al nivel técnico de la materia del derecho del consumidor, la necesaria transparencia del contrato, la completa información preliminar y una leal concurrencia.
III. El nuevo estatuto del consumidor
Un código de protección al consumidor debe ser el reflejo de una concepción objetiva de la materia, en el sentido de que las disposiciones orgánicamente introducidas se refieren a un acto económico, el consumo, alrededor del cual se encuentran las relaciones jurídicas entre personas en su rol de consumidores y empresarios, o en la forma de asociaciones. El código del consumidor debe ser una especie de declaración de derechos de los consumidores y contener las reglas de la disciplina que los constituye, así como los remedios y los mecanismos para hacerlos valer11. Esta configuración normativa, además, ha de tener muy en cuenta el llamado carácter poliédrico del derecho que ampara a la persona humana en su rol de "consumidor", tal y como ha señalado nuestra Corte Constitucional12.
La estructura del código en comento es propiamente continental, pues en primer lugar se constituyen los derechos y luego la técnica para su protección. Un código del consumidor debería ser la fase ulterior de una lenta y compleja construcción del derecho del consumo. Se reconoce la importancia de un código en la materia: basta pensar, por ejemplo, que en el ámbito de la Unión Europea son raras las experiencias que han culminado con la redacción de un código; en la gran mayoría de los casos la disciplina del derecho de los consumidores se trata en leyes especiales que no hallan coordinación entre ellas, o bien se introduce, en lo pertinente, en los códigos civiles. Un ejemplo más o menos reciente se tuvo hace una década, con la reforma del libro de las Obligaciones del Código Civil alemán, en la que se introdujeron normas provenientes del derecho comunitario en lo atinente a aspectos concretos referidos al derecho de los consumidores, con prevalencia en la disciplina de los contratos.
Ya la Carta Europea de Protección al Consumidor señalaba como derechos fundamentales de los consumidores: el derecho a la seguridad que garantiza la protección frente a los daños económicos o materiales provocados por los bienes de consumo; el derecho al resarcimiento de los daños causados por los productos de consumo defectuosos y de los mensajes engañosos y erróneos; el derecho a la información y la educación, que procura la necesaria información del consumidor sobre la calidad del producto y la identidad del productor; el derecho a ser representados y asistidos por asociaciones que deben ser consultadas cada vez que se deba tomar una decisión que involucre la protección de los consumidores. Los objetivos de la resolución CEE de 1975 se resumen en la protección eficaz contra los riesgos para la salud y la seguridad del consumidor, protección eficaz contra los riesgos que puedan dañar los intereses económicos de los consumidores.
Un código del consumidor quizás deba enmarcarse, y no sin discusión, en el ámbito de la disciplina general del derecho del mercado. El nuevo Estatuto exalta la posición jurídica del consumidor en el plano individual y colectivo, mejora las reglas sobre lealtad en las prácticas comerciales, la información y el acceso a la justicia. Para las empresas el Estatuto mejora la concurrencia, la transparencia y la información sobre el mercado, favoreciendo una mejor calidad de los bienes y servicios. Para el mercado debería representar un incremento del grado de confianza de los consumidores y de las empresas en el funcionamiento del mercado y, en consecuencia, un crecimiento en los intercambios13.
IV. Principios, derechos y deberes
El nuevo Estatuto colombiano de Protección al Consumidor (Ley 1480 de 2011) inicia con la declaración de los principios generales que rigen la disciplina en la rúbrica del artículo 1.°. La rúbrica de la norma no parece la más afortunada; la voz "principio general" hace pensar en un catálogo coherente y sistemático de principios que serán enunciados, sin embargo, la norma en seguida pasa a enunciar los objetivos de la ley (proteger, promover y garantizar) en: A. El respeto por la dignidad humana; B. La efectividad y libre ejercicio de los derechos de los consumidores, y C. El respeto de sus intereses económicos. Luego pasa el legislador a vincular estos objetivos con cinco aspectos que parecen tener la intención de desarrollar los tres enunciados del proemio de la norma. En estos tres objetivos, si se quiere, se basa la disciplina del nuevo Estatuto según la letra de su texto.
Este parece ser el sentido que la ley quiso atribuir a los principios de la materia. Brillan por su ausencia (al menos expresa) en la disposición del artículo 1.° los principios de buena fe y equidad contractuales, y de responsabilidad (incluida la reparación integral), aunque se evidencian en el artículo 3.° y se desarrollan a lo largo del Estatuto.
Al margen de la discusión sobre la noción de "principio general", que evidentemente no fue considerada por los redactores de la norma, del conjunto del enunciado del artículo 1.° en su proemio y de los cinco numerales siguientes los tres objetivos señalados se resumen, quizás con mayor conveniencia y coherencia sistemática (rectius), en tres "principios" para la disciplina:
1. Principio de respeto a la dignidad humana del consumidor o de cualquier otra parte débil en las relaciones asimétricas14. Se integra y está a su vez en relación con: salud (art. 1.° num. 1; art. 3.° subnum. 1.2 y 2.3); seguridad15 (art. 1.° num. 1; art. 3.° subnum. 1.2); buena fe (art. 3.° subnum. 2.2); equidad; responsabilidad-reparación integral (art. 3.° subnum. 1.5); interés económico: calidad de los bienes y servicios (art. 3.° subnum. 1.1); protección especial de la infancia y la adolescencia (art. 1.° num. 5; art. 44 C.P.); libertad y protección contractuales (art. 3.° subnum. 1.6); educación para el consumo (art. 3.° subnum. 1.11); igualdad (art. 3.° subnum. 1.12).
2. Principio de buena fe y transparencia16. Se integra y está a su vez en relación con: buena fe (art. 3.° subnum. 2.2); equidad; responsabilidad-reparación integral (art. 3.° subnum. 1.5); interés económico; educación para el consumo (art. 1.° num. 3; art. 3.° subnum. 1.11); información y elecciones bien fundadas: información adecuada, completa, comprensible, no engañosa, publicidad correcta como componente integrante de la información de acuerdo con el Estatuto (art. 1.° num. 2; art. 3.° subnums. 1.3, 1.4 y 1.10); protección y equilibrio contractual (art. 1.° proemio y num. 2; art. 3.° subnums. 1.3, 1.6 y 1.7).
3. Principio de libertad17. Se integra y está a su vez en relación con: libre ejercicio de los derechos; libertad contractual; libertad de organización y de representación (art. 1.° num. 4; art. 3.° subnums. 1.8 y 1.9); libertad de elección (art. 1.° num. 2; art. 3.° subnum. 1.7); educación para el consumo (art. 1.° num. 3; art. 3.° subnum. 1.11); libertad de empresa (art. 333 C.P.; art. 3.° subnums. 2.2 y 2.3).
En vista de que el artículo 1.° pareciera no haber elevado la protección contractual a la categoría de principio general de la disciplina, a ella se refiere el subnumeral 1.6 del artículo 3.° que la erige en derecho del consumidor, y el nuevo Estatuto le dedica tres capítulos del título VII a la mencionada disciplina.
Tampoco fue considerada entre los principios la especial responsabilidad solidaria que asume gran importancia en esta materia; a ella se refiere el legislador en el artículo 3.° subnumeral 1.5 como derecho "a la reclamación" directa ante productor, proveedor o prestador, y a "obtener la reparación integral, oportuna y adecuada". Acá la responsabilidad solidaria asume carácter de instrumento de protección de la parte débil de la relación contractual asimétrica18.
Es de rigor indicar también la gran importancia que la protección del contenido contractual ostenta en todos los contratos, y en particular en los del consumidor19. Esta importancia se observa en su función de instrumento para el equilibrio con tractual en relaciones asimétricas, o mejor, frente a la asimetría en la posición de las partes en la programación del contenido negocial, en especial en las relaciones de consumo20 que, como indica ROPPO, constituyen el paradigma de los contratos basados en relaciones de mercado asimétricas. La relación de la protección contractual con el principio general de buena fe y de equidad en el derecho colombiano de los consumidores, es innegable, pero no hay espacio en estas breves consideraciones para señalar los vínculos esenciales entre ellos. Por ahora, baste señalar que la equidad en este contexto puede significar la paridad de tratamiento, o asimismo la congruidad del precio, pero también el llamado a considerar la situación concreta y específica del consumidor (cfr. art. 42 del nuevo Estatuto).
La materia de la protección contractual en el ámbito del nuevo Estatuto del Consumo está integrada por: a) el reconocimiento de una interpretación más favorable al consumidor; b) las reglas mínimas de contenido para los contratos de adhesión, o bien, las condiciones generales para la contratación, y c) la ineficacia de pleno de derecho de las cláusulas abusivas.
a) Las reglas de interpretación son acá uno de los instrumentos del sistema de protección contractual del consumidor21, configurando la regla interpretatio pro consumatore, que no sería otra cosa que la continuación de la conocida regla interpretatio contra proferentem22. Esta regla de interpretación favorable indica, según el dictado del artículo 34 del nuevo Estatuto, que "[l]as condiciones generales de los contratos serán interpretadas de la manera más favorable al consumidor", y que "[e]n caso de duda prevalecerán las cláusulas más favorables al consumidor sobre aquellas que no lo sean".
b) Una forma ulterior de protección y que resulta de vital importancia es el derecho de control de las condiciones generales de los contratos23, control mediante el cual se protege contra las cláusulas abusivas y las prácticas "agresivas". de allí que las más relevantes reivindicaciones de los consumidores apuntan, según lo señala autorizada doctrina y jurisprudencia, a la necesidad de reformular las reglas de formación del contrato de modo que abarquen las nuevas realidades negociales, en particular el nuevo modelo de la contratación masiva. Por ello también la necesidad de consagrar un período de reflexión seguido del derecho de arrepentimiento (retracto o retractación) del consumidor, y la necesidad también de fortalecer la tutela de este en relación con los vicios del consentimiento frente a las exigencias propias de la contratación masiva y de los llamados "vicios incompletos". Por esto la jurisprudencia destaca la importancia de la publicidad y, en general, de la información en los procesos contractuales, así como lo concerniente a las cláusulas limitativas de responsabilidad y el robustecimiento del régimen de responsabilidad del fabricante y los proveedores24.
Así las cosas, como ha señalado la jurisprudencia, el juzgador, a más de las normas jurídicas que gobiernan la disciplina general del contrato, deberá aplicar las directrices legislativas especiales en la formación, celebración, contenido, interpretación, ejecución o desarrollo y terminación de los contratos con el consumidor, "para verificar su conformidad o disparidad con el ordenamiento y, en particular, el ejercicio de poder dominante contractual o la existencia de cláusulas abusivas, o sea, todas aquellas que aun negociadas individualmente, quebrantan la buena fe, probidad, lealtad o corrección y comportan un significativo desequilibrio de las partes, ya jurídico, ora económico, según los derechos y obligaciones contraídos"25.
No hay lugar acá para extenderse acerca de la configuración y características de las cláusulas abusivas, basta por ahora indicar, junto con la más atendible doctrina, que las cláusulas abusivas "son condiciones generales que agravan la posición del adherente respecto de la disciplina legal del contrato"26.
Es así como el desequilibrio al que deben conducir las cláusulas para su calificación de "abusivas" debe presentarse en los derechos y obligaciones pactados, y ello debe manifestarse en un menoscabo, detrimento o perjuicio de una parte contractual; o en los términos del nuevo Estatuto, las cláusulas "que producen un desequilibrio injustificado en perjuicio del consumidor y las que, en las mismas condiciones, afecten el tiempo, modo o lugar en que el consumidor puede ejercer sus derechos", de manera que "para establecer la naturaleza y magnitud del desequilibrio, serán relevantes todas las condiciones particulares de la transacción particular que se analiza"; de allí que "los productores y proveedores no podrán incluir cláusulas abusivas en los contratos celebrados con los consumidores", y "en caso de ser incluidas serán ineficaces de pleno derecho"27.
c) La ineficacia que opera de pleno derecho se hace efectiva sin dilatadas actuaciones judiciales, y no es otra cosa que una expresión de la fórmula pro non scripta28. En materia de cláusulas abusivas se habla de ineficacia de las mismas en cuanto extrañas al contrato; la cláusula abusiva no tiene efecto y por ello no hace parte de las condiciones generales29. Es ineficaz de pleno derecho y por lo mismo, según la doctrina y también las disposiciones del ordenamiento jurídico, no produce efecto alguno, carece de toda eficacia, se tendrá por no escrita30. Con acierto, BIANCA señala que la ratio de esta disciplina en el derecho del consumidor se encuentra, como es de esperarse, en la protección a la parte débil31. A estas cláusulas se refiere como "lista gris" el artículo 43 del nuevo Estatuto32. Por su parte, la disposición del artículo 44 del ibídem establece la regla utile per inutile non vitiatur, justificada en la salvación del negocio, en su conservación en la medida en que pueda subsistir.
La lista de los derechos del consumidor no se agota con aquellos inherentes a la tutela individual, comprende también los derechos colectivos de los consumidores en cuanto asociados; de ahí la legitimación para actuar de las asociaciones de consumidores. Como resulta obvio, los derechos enunciados por el Estatuto deben interpretarse a la luz del texto constitucional, que ya los reconoce en su ámbito superior o ex constitutione33.
Estos derechos se comprenden como posiciones subjetivas inviolables, pero también como posiciones subjetivas que, no obstante su heterogeneidad formal, constituyen el estatus jurídico del consumidor y por lo mismo son particularmente relevantes. deben entenderse como "derechos esenciales" del consumidor, o bien como el núcleo de los derechos del consumidor34.
Los intereses económicos del consumidor se articulan no solo en la adecuada y correcta información, sino también en el control de las relaciones contractuales, que deben ser acordes con la corrección, transparencia y equidad.
La transparencia es una noción-criterio-estándar empleado a propósito de las cláusulas vejatorias en la disciplina del contrato asimétrico (con el consumidor, bancario, de inversión); en ocasiones será posible constatar si el contrato es claro e inteligible, y si el consumidor fue informado adecuadamente en la formación y durante la ejecución del contrato. Al respecto nuestra jurisprudencia ha señalado, aún bajo la vigencia del anterior Estatuto pero con una proyección dogmática interesante:
Así que, y para abordar sin pérdida de momento el punto al que se quería llegar, independientemente de la obligatoriedad de la oferta, cuando la invitación a contratar se realiza por conducto de una publicidad no puede, no debe, descartarse un eventual daño a sus destinatarios y su condigna reparación, si es que publicidad tal no se hace con apego a la sinceridad y seriedad que es de esperarse, de modo de inferir que la confianza del "consumidor" ha sido traicionada. Nadie discutiría hoy por hoy que al "consumidor" le asiste el "derecho" a estar informado, y ojalá bien informado. Ya incluso existen normas positivas que lo requieren sin atenuantes, verbigracia los artículos 20 y 78 de la Carta Política, donde de un lado se confiere rango constitucional al "derecho" a recibir información veraz y, de otro, se confiere a la ley la misión de controlar la información dada en la comercialización de los bienes y servicios ofrecidos y prestados a la comunidad, en protección de los derechos colectivos, y el decreto 3466 de 1982, que en lo pertinente prescribe que toda información que se dé al "consumidor" acerca de los componentes y propiedad de los bienes y servicios que se ofrezcan al público "deberá ser veraz y suficiente", razón por la cual se prohíben las leyendas y la propaganda comercial que "no corresponda a la realidad, así como las que induzcan o puedan inducir a error respecto de la naturaleza, origen, el modo de fabricación, los componentes, los usos, volumen, peso o medida, los precios, la forma de empleo, las características las propiedades, la calidad, idoneidad o la cantidad de los bienes o servicios ofrecidos", disponiendo en consecuencia, que todo productor "es responsable por las marcas y leyendas que exhiban sus productos (bienes y servicios), así como por la propaganda comercial de los mismos, cuando su contenido no corresponda a la realidad o induzca a error al consumidor"; y se prevé, además, que para la correspondiente indemnización de perjuicios, los afectados puedan recurrir a los trámites previstos para el proceso verbal consagrado en el Título XXIII del código de procedimiento civil, con las adiciones procesales que en dicho estatuto se establecen, todo lo cual puede válidamente ubicarse en la fase precontractual, por cuanto ésta comprende, se reitera, un conjunto de relaciones y de contactos entre las partes, cuya relevancia puede ser diversa, según el avance de la negociación (con el nacimiento eventual de una relación vinculante), y no solamente la oferta, como una etapa de mayor acercamiento entre los interesados35.
Por su parte, las disposiciones sobre la educación de los consumidores están orientadas a favorecer la consciencia de los propios derechos; las actividades educativas no pueden limitarse a la promoción, sino que han de difundir el conocimiento de los productos y servicios, con especial consideración por los consumidores más vulnerables36. El derecho a la educación del consumidor implica un esfuerzo por parte de las instituciones para informar al consumidor y además formar y robustecer su capacidad de elección y la autoconsciencia de sus propios derechos. Si se considera que la mayoría de las veces el consumidor no está en capacidad de conocer sus propios derechos, ni defenderlos, adquieren importancia las organizaciones de consumidores en las actividades de representación judicial, información, educación, asistencia, promoción, opinión respecto de los procesos de adopción de decisiones que afecten a los consumidores en materia de precios, de modalidad de comercialización de bienes y servicios, o de solución de conflictos. de ahí la importancia del derecho de asociación para los consumidores en particular37. La representatividad es entonces condición necesaria para el ejercicio de los derechos de los consumidores.
En cuanto a los deberes, se trata de cómo imperativos del legislador que se aplican de manera más o menos estricta y en esta medida tienen que ser cumplidos, pueden ser concebidos como normas vinculantes cuya observancia es un deber38. Con base en la buena fe y la transparencia, el artículo 3.° subnumeral 2.1 establece el deber de "[i]nformarse respecto de la calidad de los productos, las instrucciones que suministre el productor o proveedor en relación con el uso o consumo adecuado, la conservación e instalación"; a su vez, dispone el subnumeral 2.2, en concordancia con la Constitución, el deber de "[o]brar de buena fe respecto de productores o proveedores y frente a las autoridades públicas". Y con base en el principio de dignidad, (y por ende la salud y el medio ambiente), el subnumeral 2.3 establece el deber de "[c]umplir con las normas sobre reciclaje y disposición de desechos de bienes consumidos".
Notas
1 Acerca de estos y otros aspectos relacionados en el contexto de la globalización, fundamental ver G. RAMÍREZ CLEVES, Pobreza, globalización y derecho: ámbitos global, internacional y regional de regulación, universidad externado de Colombia-instituto de estudios constitucionales Carlos restrepo Piedrahita, Bogotá, 2009, p. 20 y ss.