EDITORIAL
La búsqueda en Internet a veces produce resultados curiosos. Uno de ellos es el “efecto McGreevey”, postulado en una presentación sobre el desarrollo a largo plazo en Colombia de Daron Acemoglu, Simon Johnson, James Robinson, Leopoldo Fergusson y Pablo Querubín. Los autores lo formulan en términos de un teorema, su prueba, un corolario y una aplicación, así:
Teorema: Si un académico gringo sostiene que x es cierto sobre Colombia, los académicos colombianos afirman tercamente que x no es cierto.
Prueba: La Historia económica de Colombia de William McGreevey.
Corolario: Ningún gringo vuelve a escribir sobre historia económica colombiana.
Última aplicación del teorema: el proyecto Alesina1.
A riesgo de pecar por arrogancia, la Revista de Economía Institucional entiende que la “última aplicación” del efecto McGreevey alude a una discusión pública del informe de la Misión Alesina2 promovida por esta publicación. En ella participaron académicos colombianos de las Universidades Externado y Nacional de Colombia y sus resultados fueron editados por Fedesarrollo en el libro Debates nacionales3.
La Revista de Economía Institucional profesa la convicción, tal vez ingenua y anticuada, de que el principio fundamental de la actividad académica es el libre examen. No son, según esta visión, los pergaminos de un autor (y mucho menos su nacionalidad) los que determinan la validez de los resultados del trabajo científico. Suponemos que esa validez se establece una vez ha sido sometida al escrutinio de pares y ha sorteado las críticas de quienes pueden estar en desacuerdo con ellos. Y suponemos que la razón de ser de una revista académica, como ésta, consiste en ofrecer un espacio para ese intercambio de ideas diversas.
Por ello, creemos que es normal que aun los trabajos académicos del mejor nivel sean objeto de crítica. Como es usual en publicaciones académicas serias, las contribuciones a la Revista de Economía Institucional son evaluadas por pares anónimos. Este proceso sirve no sólo para valorar su calidad académica; por lo general da lugar a sugerencias de mejoras y precisiones que casi todos los autores reconocen como un aporte útil.
Para el cuerpo editorial de esta revista, más nocivos son el desconocimiento y el olvido que la crítica. Por ello, los integrantes de su cuerpo editorial han promovido la traducción y la publicación en castellano de importantes escritos de académicos de los Estados Unidos sobre temas colombianos y cuya divulgación entre nosotros había sido o ha sido casi nula. Entre ellos se cuentan Colombia: Foreign Trade Regime and Economic Development, de Carlos Díaz-Alejandro4, The Colombian Labyrinth, de Angel Rabasa y Peter Chalk5, Structural Change in a Developing Economy: Colombia’s Problems and Prospects, de Richard Nelson, T. Paul Schultz y Robert L. Slighton, y una biografía inédita de Rafael Uribe Uribe escrita por Vincent Baillie Dunlap6. Nunca se nos habría ocurrido que el hecho de que esos libros fueran difundidos, reseñados y comentados en el país fuera percibido por sus autores como una afrenta o una invitación al silencio. Todo lo contrario. Además, es lícito suponer que los estudiosos colombianos pueden aportar elementos de juicio que enriquezcan la visión de los extranjeros.
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El artículo de fondo de este número es “Los orígenes coloniales del desarrollo comparado: una investigación empírica”, de Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson. Publicado inicialmente en el American Economic Review en 2001, desde entonces ha sido comentado ampliamente. El problema que abordan los autores es tal vez el más importante de la economía del desarrollo y fue formulado hace casi tres décadas por W. Arthur Lewis: ¿por qué algunos países son ricos mientras que otros son pobres?7 La respuesta de Acemoglu y de sus colaboradores, que desarrolla una hipótesis de Alfred Crosby, supone que la ecología tuvo mucho que ver. En términos más específicos, la salubridad de las regiones colonizadas por los europeos fue determinante para que se convirtieran en “nuevas Europas”, pobladas principalmente por descendientes de migrantes de ese continente, o en “Estados extractivos”, donde la mayoría de la población es de ascendencia autóctona o de migrantes (muchas veces forzosos) de otras regiones geográficas. Acemoglu et. al. sostienen que donde se establecieron nuevas Europas la calidad de las instituciones políticas fue y es mejor que en las colonias que tuvieron la desventura de estar sometidas a Estados extractivos. Y atribuyen las diferencias actuales de los patrones de crecimiento e ingreso per cápita a la buena calidad de las instituciones. Su tesis, que se podría interpretar como una versión muy fuerte de la “dependencia de la trayectoria” de Douglass North, se sustenta en un ejercicio econométrico en el que correlacionan de manera inversa el ingreso per cápita actual con las tasas de mortalidad de los colonizadores europeos de hace varios siglos y con el riesgo de expropiación. La calidad de las instituciones tiene, entonces, una correlación positiva con el ingreso per cápita.
En sus diversas versiones, el muy citado el artículo de Acemoglu et. al. ha generado alguna controversia internacional. Por ejemplo, McArthur y Sachs comentaron en 2001 que “la evidencia presentada probablemente estaba limitada por la muestra inherentemente pequeña de ex colonias y la limitada dispersión geográfica de esos países”8. La versión del artículo de Acemoglu que publicamos incluye una réplica a ese cuestionamiento, que a juicio de los autores quedó resuelto. En un trabajo posterior, Sachs insiste en los problemas derivados de la muestra y señala que “la transmisión de malaria, fuertemente influida por las condiciones ecológicas, afecta directamente el nivel de ingreso per cápita, aun después de controlar la calidad de las instituciones”9.
Sobre esa misma versión, Ola Olssen, de la Universidad de Göteborg, afirma:
Agrupar a todas las ex colonias en una sola teoría colonial del desarrollo comparado es problemático por varios motivos. En primer lugar, parece probable que las colonias que se hicieron y deshicieron durante el llamado periodo mercantilista de 1500-1830 (principalmente en América Latina) deberían haber seguido una trayectoria histórica distinta que las colonias creadas luego de 1885, durante la ola imperialista (principalmente africanas)… Estas circunstancias nos llevaron a sospechar que la relación estadística entre la mortalidad de colonizadores y la calidad institucional no era tan fuerte cuando la muestra se desagregaba sobre bases históricas. De conformidad con nuestras previsiones, resulta que la relación es muy débil para las submuestras latinoamericanas y africanas, mientras que es bastante fuerte para la muestra asiática/neo-europea… La mortalidad de colonizadores es un pobre predictor de la calidad de las instituciones de África y América Latina10.
Otro tipo de crítica se dirige no a la técnica econométrica sino al marco conceptual. ¿Qué se define como variable independiente o dependiente? Según Ha-Joon Chang, de Cambridge, “algunos usan conceptos definidos aún más estrechamente, como el ‘riesgo de expropiación’ (Acemoglu et. al., 2001), una idea que pudo haber tenido justificación en las décadas del sesenta y del setenta, cuando no era infrecuente la toma de activos privados por los gobiernos. Hoy, cuando muy pocos gobiernos consideran siquiera la posibilidad de la expropiar, no lo es tanto”11.
A su vez, William Easterly asocia la calidad de las instituciones y su posible contribución al crecimiento económico a una distribución del ingreso relativamente equitativa que permite el surgimiento de una clase media políticamente poderosa12.
La importancia y la valía del artículo de Acemoglu, Johnson y Robinson no consiste en que se haya convertido en ortodoxia, sino en su capacidad para generar controversia y abrir nuevas sendas para explorar. A pesar del riesgo de desencadenar el “efecto McGreevey”, la Revista de Economía Institucional publicará en su próximo número algunas notas críticas de académicos colombianos sobre este escrito. Lo hará inspirada en la prescripción de un economista “gringo”, William Stanley Jevons del siglo XIX: “en la república de las ciencias la sedición y aún la anarquía son beneficiosas en el largo plazo”.
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La investigación histórica de carácter empírico anterior viene acompañada, en este número, de tres trabajos sobre la historia de las ideas económicas: la relación entre la economía institucional y la filosofía de Hume, la teoría del Estado de Schumpeter y su vigencia actual y los primeros pasos de una teoría no lineal del crecimiento y los ciclos económicos. Además de dos ensayos teóricos sobre el aprendizaje y el comportamiento colectivo, y concepciones sobre la organización espacial urbana. En la parte final, se incluyen tres artículos de economía aplicada sobre la regulación de los servicios públicos, el sistema fiscal de los municipios bolivianos y la transformación organizativa del sistema de transporte terrestre español.
El artículo de Carlos Mellizo establece un vínculo poco explorado entre la filosofía de las costumbres de David Hume y la teoría institucional contemporánea. El autor sugiere que la noción de hábito como guía y norma del comportamiento humano se remonta a Hume y se puede aplicar a toda conducta práctica individual y colectiva. Para el filósofo escocés, la costumbre y la imaginación configuran nuestras creencias, y una institución se define como el conjunto de creencias y sentimientos que constituyen la norma particular o “razón ecológica” que orienta a esa institución. Mellizo nos recuerda que Hume conocía los límites de la razón y el entendimiento, y procuró reducir las expectativas del constructivismo cartesiano.
Diego Sánchez-Ancochea revisa la teoría del Estado de Schumpeter. Destaca el papel que el economista austríaco atribuyó a la innovación tecnológica en el crecimiento económico, y señala la importancia de recuperar las ideas de los grandes economistas de los siglos XIX y XX para replantear el papel económico del Estado en la actualidad. Muestra que en la visión de Schumpeter existe una contradicción entre la contribución del Estado al crecimiento económico de largo plazo y el rechazo a que intervenga en la redistribución del ingreso. Discute, además, la aplicación de esta teoría a los nuevos países industrializados del Este de Asia y América Latina.
El artículo de Álvaro Moreno explora la teoría dinámica de Harrod y muestra que la conocida metáfora del crecimiento de largo plazo –“el filo de la navaja”– no capta las intenciones y esfuerzos del autor. Harrod mismo manifestó que esa metáfora no era realista y llevaba a ignorar su propósito de construir un modelo cíclico no lineal. Este artículo detalla los aportes de Harrod a la explicación del ciclo y el crecimiento endógeno, y se esfuerza por ilustrar la tesis que sirve de epígrafe a su ensayo: “En una de esas ironías, muchas veces crueles, pero de todos modos impuesta por la fuerza de la historia, algunos finos pensadores ganan reconocimiento póstumo solamente cuando sus intérpretes los relacionan con un principio tan mal comprendido que las visiones verdaderas se convierten en sus contrarias”. Una tesis de la que existen muchos ejemplos en la historia del pensamiento económico.
Juan Pablo Herrera y Francisco Lozano examinan por qué los individuos racionales imitan el comportamiento de otros y no toman decisiones únicamente con base en la información privada. Examinan las condiciones para que exista aprendizaje social y presentan varias versiones del modelo de manadas de Bikhchandani, Hirshleifer y Welch para mostrar en qué circunstancias la imitación detiene el proceso de aprendizaje social, en qué circunstancias no se forman manadas y en qué condiciones la formación de mandas puede llevar a un proceso de aprendizaje social eficiente incluso con la formación de manadas. Los autores concluyen que esto último sucede cuando los agentes tienen una memoria limitada, y aportan elementos para construir teorías del aprendizaje social donde los agentes no sean racionales y no actualicen sus creencias mediante regla bayesianas.
El ensayo teórico de Óscar Alfonso sobre la dinámica inmobiliaria y la estructura residencial urbana expone los axiomas fundamentales de la síntesis espacial neoclásica e intenta demostrar que su explicación de la estructura espacial de las ciudades es insatisfactoria y ambigua. Presenta la crítica heterodoxa a los axiomas e hipótesis del equilibrio espacial como instrumento para entender el orden espacial segmentado de la ciudad, y propone algunas explicaciones alternativas de la dinámica inmobiliaria residencial.
En su evaluación de las reformas de los servicios públicos, Frédéric Boehm destaca los riesgos de corrupción y captura que pueden impedir el cumplimiento de sus objetivos. Presenta una visión teórica de las posibilidades de captura y corrupción que surgen en los procesos de regulación de las empresas privatizadas. Desde una perspectiva neoinstitucional, examina dos tipos de regulación, por costos y por incentivos, y examina las ventajas y desventajas de la desintegración verticales y de la subasta de los derechos monopólicos a través de concesiones. Concluye que la captura es un problema menor frente a las fallas de mercado, y propone algunas reformas que pueden transparencia a los procesos de regulación y contribuir a establecer responsabilidades.
La sección de artículos termina con dos estudios de economía aplicada. El trabajo de Franz Xavier Barrios discute el sistema fiscal interterritorial creado por la Ley de Participación Popular promulgada en 1994 en Bolivia y evalúa su capacidad para garantizar la eficacia de las transferencias fiscales a los municipios. Su evaluación muestra que el reparto de los ingresos fiscales de acuerdo con el número de habitante per cápita no ha contribuido a superar la pobreza y, con base en experiencias europeas, propone una distribución basada en el criterio de ecualización para optimizar las transferencias al nivel local y enfrentar realmente el problema de la pobreza.
Raúl Compés analiza la tendencia a subcontratar los servicios de transporte terrestre en las empresas españolas. Muestra que las restricciones legales al transporte terrestre por cuenta propia, unidas a la liberalización progresiva del transporte por cuenta ajena, han elevado los costos relativos del transporte por cuenta propia. Y que las normas sociales y fiscales favorecen a las pequeñas empresas e introducen restricciones en las relaciones laborales, lo que penaliza la integración vertical. Como resultado, se ha desatado un proceso de desintegración vertical que lleva a vender los vehículos y a reubicar a los trabajadores dentro o fuera de las empresas. No obstante, la desintegración vertical genera costos de salida que afectan al ritmo, la estrategia y el resultado del cambio del modelo organizativo, y dan lugar a un proceso que no es automático y uniforme.
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En la sección de Clásicos publicamos un cruce de cartas entre John Maurice Clark y Lionel Robbins durante 1951. En esa correspondencia, que refleja una discrepancia firme pero amistosa y fructífera, discuten sus opiniones sobre el contenido de los cursos de economía y la pertinencia de la formación interdisciplinaria de los economistas. Robbins precisa desde el principio los términos de la discusión:
Prefiero limitar el término “economía” a la parte positiva de lo que tenemos que decir para enfatizar más claramente la naturaleza del paso lógico que damos cuando pasamos a la evaluación de los valores y la política. Usted parece preferir usarlo en un sentido más amplio para cubrir toda el área de discusión que los economistas tienen el hábito de abarcar cuando quieren poner en contacto su técnica especial con los problemas cotidianos.
Clark responde:
Puedo ver que hay dos aspectos en esa cuestión. Si se exige que el estudiante tome cursos de otras ciencias sociales además de economía, y si en cada uno de esos cursos está tan preocupado por mantenerse dentro de límites definidos, que los separan de otras materias, como a veces parece suceder, me parece entonces que descuidará tristemente las preguntas interdepartamentales realmente importantes. Si nuestro sistema funcionara con personas menos preocupadas por los límites de las disciplinas, esperaría un mejor resultado exigiéndoles simplemente que tomaran cursos igualmente definidos en otras disciplinas.
Robbins le concede la razón y aclara su posición personal, que lo aleja de las extravagancias de algunos economistas modernos:
He reflexionado aún más sobre las posibles razones de nuestras ligeras diferencias de actitud y he llegado a la conclusión de que mi supuesto optimista de que no existe ninguna dificultad grave para promover el matrimonio entre disciplinas diferentes puede surgir del hecho de que desde hace treinta años no he realizado mi honrosa labor en esta universidad en economía, sino en política.
En su carta final, Clark admite que lo importante es el diálogo y que este lleva a nuevas preguntas, no a respuestas definitivas:
Una pregunta que me intriga un tanto es, ¿si usted define el campo de la ciencia política desde dentro de ese campo, los límites entre él y la economía estarían en el mismo lugar que cuando define el límite de la economía desde dentro de ella misma? ¿O habría una “tierra de nadie”? Quizás la “tierra de nadie” se incluiría en Filosofía política, como un campo distinto del de la ciencia política. Pero si hay una distinción allí, ¿por qué en economía no se hace la misma distinción entre ciencia económica y filosofía económica?
En fin, la respuesta es responsabilidad de los lectores, que no son un producto pasivo del clima, la geografía o las instituciones; los escritores sólo despiertan la curiosidad y ayudan a organizar las ideas; la interpretación depende de la inclinación creativa y de la libertad de espíritu. El espíritu de manada a veces frena la exploración de nuevos territorios.
En esta sección también se incluye un escrito de Isaac Deutscher que se publicó en castellano en la recopilación Herejes y renegados de 1970. Deutscher, de formación marxista, rebate, quizá sin proponérselo, una idea central de la doctrina de Marx: las ideas no son una simple superestructura, forman el temperamento, son esenciales para interpretar el mundo y sus afanes, llevan a luchas incesantes y dejan reminiscencias y resentimientos. Aunque describe la actitud de los ex comunistas europeos, son siempre justas las palabras del poeta: De te fabula narratur.
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En la sección de Notas y Discusiones se publica una crítica de José Félix Cataño al artículo de Jorge Iván González sobre la dicotomía micro-macro, publicado en nuestro número anterior y la réplica del autor.
Esta sección concluye con una breve nota sobre la ponencia del profesor Rohit Parikh en el Tercer Simposio Nacional y Primer Congreso Iberoamericano de Microeconomía, organizado por las facultades de economía de las universidades Externado de Colombia y Nacional de Colombia.
Por último, se incluyen tres reseñas, una de Gonzalo Caballero y Christopher Kingston sobre el último libro de Douglass North Understanding the Process of Economic Change, una de José Ernesto Ramírez sobre El genoma humano y la división de clases de John Sulston, y una de Bernardo Pérez sobre Las piezas del rompecabezas. Desigualdad, pobreza y crecimiento, de Armando Montenegro y Rafael Rivas.
NOTAS AL PIE
1. Ver economia.uniandes.edu.co/html/home/foros/perspectivas/robinson.pdf
2. Alesina, A., ed. 2001. Reformas institucionales en Colombia, Bogotá, Fedesarrollo-Alfaomega. Una versión inglesa fue publicada por The MIT Press, en febrero de 2005, con el título Institutional Reforms: the Case of Colombia.
3. Tirado Mejía, A., ed. 2002. Debates nacionales, Bogotá, Fedesarrollo-Alfaomega.
4. Regímenes de comercio exterior y desarrollo económico, 2003, Bogotá, Universidad Externado de Colombia.
5. El laberinto colombiano, 2003, Bogotá, Universidad Externado de Colombia.
6. Ambos en prensa.
7. The Evolution of the International Economic Order, 1978, Princeton, Princeton University Press.
8. “Institutions and Geography: Comments on Acemoglu, Johnson and Robinson (2000)”, NBER Working Paper 8114, abstract, 2001.
9. “Institutions Don’t Rule: Direct Effects of Geography on Per Capita Income”, NBER Working Paper 9490, abstract, 2003.
10. “Unbundling Ex-Colonies: A Comment on Acemoglu, Johnson and Robinson 2001”, Working Paper on Economics 146, University of Göteborg, 2004.
11. “Understanding the Relationship between Institutions and Economic Development- Some Key Theoretical Issues”, Paper presented at the WIDER Jubilee Conference, 2005, p. 10.
12. “Inequality Does Cause Underdevelopment: New Evidence”, Center for Global Development, Working Paper 1, 2002.