INSTITUCIONES E HISTORIA ECONÓMICA: ENFOQUES Y TEORÍAS INSTITUCIONALES
INSTITUTIONS AND ECONOMIC HISTORY: APPROACHES AND INSTITUTIONAL THEORIES
Gonzalo Caballero*
* Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Vigo, España, gcaballero@uvigo.es El autor agradece el estímulo que supuso la participación del profesor Avner Greif en el seminario de la European Historical Economics Society (Trinity College, Dublín, 2001) y los certeros comentarios a una versión anterior de este artículo de la profesora Yadira González de Lara (Ente Einaudi, Italia). Fecha de recepción: 3 de septiembre de 2002, fecha de aceptación: 18 de julio de 2003.
RESUMEN
[Palabras clave: instituciones, historia económica, Nueva Economía Institucional, Análisis Institucional Histórico Comparativo; JEL: N00, B40, D23]
En los últimos años se han publicado algunos trabajos que examinan las relaciones entre la historia económica y la economía de las instituciones y proponen estrechar la relación entre ambas disciplinas. Este artículo muestra que los fundamentos teóricos y metodológicos de los programas institucionalistas enriquecen la investigación en historia económica y contribuyen a darle mayor rigor. Revisa las contribuciones del institucionalismo tradicional, de la Nueva Economía Institucional y del Análisis Institucional Histórico y Comparativo, apoyándose en trabajos recientes de Hodgson, North y Greif. Al final propone un programa de investigación que fortalezca el estudio histórico de las instituciones y alimente el análisis económico. La historia económica debe dejar de ser una disciplina subalterna y entrar a dialogar en pie de igualdad con la economía, como lo quiso Schumpeter.
ABSTRACT[Key words: institutions, economic history, New Institutional Economics, Historical and Comparative Institutional Analysis; JEL: N00, B40, D23]
Recently, some papers have been published that examine the relation between economic history and institutional economics, and propose a closer relation between these two disciplines. This article shows how the theoretical and methodological foundations of the different institutionalist programs are enriching research in economic history, giving it more rigor. Furthermore, using papers from Hodgson, North and Greif, this article reviews the contributions of traditional institutionalism, New Institutional Economics and Historical and Comparative Institutional Analysis. It ends by proposing a research program that emphasizes the historical studies of institutions and enriches economic analysis. Economic history should not be seen as a subaltern discipline; it should be treated at the same level as economics, as Schumpeter wanted it.
INTRODUCCIÓN
Algunos trabajos que analizan las perspectivas de la historia económica proponen estrechar la relación entre la economía institucional y la historia económica, y prestar mayor atención al cambio institucional (ver, entre otros, Dopico, 1999; Coll, 2000). Con esta motivación, este artículo trata de mostrar que las perspectivas institucionalistas –con sus diversos fundamentos teóricos y metodológicos– ofrecen un marco propicio para la investigación y la renovación de la historia económica.
Primero ubicamos a la historia económica dentro de la corriente predominante en teoría económica, derivada de la visión neoclásica precoaseana. Para esta corriente, la historia económica es un área de la curiosidad intelectual, pero de escasa utilidad científica, una disciplina menor que se apoya en los desarrollos de la economía neoclásica pero que no la enriquece.
En las secciones tres, cuatro y cinco se revisan los programas institucionalistas, que abren cauces de comunicación con la historia económica. En primer lugar, las vertientes tradicionales que recogen la tradición del “viejo institucionalismo”, fundada por autores de finales del siglo XIX y comienzos del XX, como Thorstein Veblen, John Commons, Wesley Mitchell o Clarence Ayres, y hoy representada por autores de diferentes escuelas, como Allan Schmid o Geoffrey Hodgson. En segundo lugar, la Nueva Economía Institucional (NEI), que –encabezada por Ronald Coase y Douglass North– constituye el cuerpo teórico más relevante que haya surgido en economía en las últimas décadas. Por último, el Análisis Institucional Histórico y Comparativo (AIHC) de Masahiko Aoki o Avner Greif, la frontera de investigación neoinstitucionalista en historia económica que recoge los avances más recientes.
Estas variantes coinciden en destacar la importancia de las instituciones para explicar el desempeño de toda economía, pero difieren en sus posturas metodológicas y enfoques teóricos, aun cuando a veces los límites entre ellas no son muy claros. Mientras que las vertientes tradicionales tienen diferencias notables con la NEI, el AIHC, que en su origen compartía buena parte del enfoque y del espíritu de la NEI, configura su propio programa de investigación en historia económica.
Aquí se sostiene que los aportes de esos enfoques enriquecen la historia económica, como evidencia una selección de obras de Hodgson, North y Greif, representantes actuales de cada una de esas tres tendencias. En contra de la idea de que el institucionalismo es un enfoque minoritario al margen de la corriente principal, estos autores cobran un protagonismo creciente en la ciencia económica e influyen cada vez más la academia (y, así, la corriente principal es más sensible a estos enfoques)1. La pujanza del institucionalismo se evidencia también en reuniones académicas anuales como los Seminarios de Economía Institucional organizados por Hodgson en la Universidad de Hertfordshire o las conferencias de la International Society for New Institutional Economics (de la que North fue fundador y presidente, y con la que Greif mantiene relaciones fluidas).
Por último se hacen algunas propuestas teóricas y metodológicas que pueden ser una base mínima para extender el programa de investigación en historia económica y establecer una relación bidireccional entre saber económico e historia económica.
ECONOMÍA NEOCLÁSICA E HISTORIA ECONÓMICA
La corriente hoy predominante en teoría económica se ha desarrollado en torno a las bases teóricas y metodológicas de la economía neoclásica: un enfoque económico que supone el individualismo metodológico y el intercambio voluntario, y hace énfasis en la eficiencia. En términos más concretos, el núcleo duro de la microeconomía moderna está formado por el modelo de elección racional, la estabilidad de las preferencias y el equilibrio de las interacciones (Eggertsson, 1990). Con estas bases, la ciencia económica se especializó en el empleo de modelos formales y comparaciones empíricas apoyadas en métodos estadísticos y econométricos, y alcanzó un alto grado de rigor (a veces con gran sacrificio del realismo). La economía neoclásica fue determinante del excepcional avance del saber económico, pero esto no debe impedir que se identifiquen sus insuficiencias (para favorecer el desarrollo de diferentes perspectivas y no con un ánimo de rivalidad sino de complementariedad). Entre ellas, el uso de un cuerpo único de teoría para analizar la historia económica, que como señala Greif (1997) reduce el rango de elementos que se pueden examinar y limita su contribución a la ciencia económica.
Pese a que la economía nació como economía clásica con un alto contenido histórico, la vertiente neoclásica buscó niveles crecientes de abstracción, formalización y uso de las matemáticas, y así despojó a la economía de su naturaleza histórica2. Pretendía que sus supuestos tienen carácter universal, no sólo en sentido transversal sino también longitudinal; por ello dio prioridad a lo estático y atemporal, y mostró desprecio hacia lo histórico. Contra la idea de Schumpeter (1954), para quien el análisis económico debía basarse en la historia, la estadística y la teoría, la economía neoclásica se despreocupó de la historia económica (Myhrman y Weingast, 1994).
Así, la economía, en su corriente predominante, y la historia económica avanzaron por caminos diferentes, y se desvaneció su influencia recíproca. La economía pretendió acoger la metodología de la física, y en la historia económica predominó un enfoque narrativo carente de sólidas bases teóricas (Eichengreen, 1994). Aunque es cierto que este enfoque narrativo o descriptivo no fue exclusivamente empírico sino que, como toda recopilación de evidencia, se apoyó en supuestos teóricos y metodológicos, así no fuesen explícitos3.
La historia económica requiere fundamentación teórica y sólidas bases empíricas (McCloskey, 1994). En los años 60 del siglo pasado, la historia económica intentó construir el fundamento teórico del que carecía recurriendo a la economía neoclásica. Así surgió la nueva historia económica, una aplicación de la teoría y la metodología neoclásica a la investigación en historia económica, que avanzó en la cuantificación y la corroboración estadística. De acuerdo con Palafox (1999), su atractivo obedecía a que hizo explícita la teoría de base y los procedimientos para contrastar hipótesis, al uso de la teoría económica para explicar la historia y al mayor rigor en el tratamiento de los datos cuantitativos.
La cliometría también contribuyó a dar mayor rigor a las respuestas a los interrogantes de la historia económica. Como señala Dopico (1999), “el uso sistemático de modelos explícitos y de métodos estadísticos avanzados ha transformado muy positivamente el quehacer del historiador de la economía”. Pero si, como él mismo dice, el papel de la historia económica es explicar la evolución económica de las sociedades y no tan sólo verificar modelos de teoría económica, la nueva historia económica dejará grandes lagunas, pues su marco teórico es insuficiente para explicar aspectos tan importantes como los fenómenos del cambio o la estabilidad en las economías reales4, y limita la agenda de los historiadores (Greif, 1997).
El “imperialismo económico” neoclásico abordó la historia económica con un marco teórico estático que supone un mundo ainstitucional sin costos de transacción ni fricciones, en el que poco importan los factores políticos y culturales, y los mercados competitivos se extienden por obra de individuos racionales, maximizadores y egoístas (cuyas preferencias son exógenas y estables), y el paso del tiempo es intrascendente. Como señala Greif (1997), la economía neoclásica es ahistórica: la historia no influye en el equilibrio actual5. De allí su énfasis en los problemas de corto plazo, que los analiza al margen de importantes factores que condicionan y constituyen el entorno (Coll, 2000). Según North (1985; 1989), se escribió una historia económica vinculada al desarrollo de la tecnología y de los mercados eficientes, en la que el crecimiento estaba determinado por el aumento de la población y el ahorro.
La relación entre economía neoclásica e historia económica es, por tanto, unidireccional y asimétrica. Existe un flujo de saber de la primera a la segunda, pero no al contrario, como destaca Coll (2000). La ortodoxia neoclásica muestra prepotencia hacia la historia económica, de la que se considera condición necesaria, sin admitir que la obra de los historiadores puede contribuir a la construcción de la teoría económica. Lo que no es extraño dados sus presupuestos teóricos6. El rigor se logra a costa del realismo histórico.
Así se produce una ruptura entre ambas disciplinas y una pérdida de influencia de la historia económica: la economía olvidó la historia, dice el título de la última obra de Hodgson (2001)7. Y los historiadores mismos no ofrecen soluciones que ayuden a redefinir el papel de la historia económica y a recuperar su importancia (Coll, 2000). En estas circunstancias, el institucionalismo aparece como una posible solución, no absoluta ni definitiva, que puede ser complementada con otras perspectivas. La economía de las instituciones es un campo fértil para ampliar las fronteras de la historia económica (Dopico, 1999).
En el marco institucionalista, las relaciones entre historia y economía dan un salto cualitativo, en cuanto recobran su carácter bidireccional. Al concebir el análisis económico de manera intrínsecamente histórica, el institucionalismo da cabida en su agenda a la incorporación del saber de la historia económica8, la hace indispensable y pone a su disposición un cuerpo teórico integrado que enriquece la investigación en este campo9. De modo que hace posible pensar que investigar en economía es hacer historia económica e investigar en historia económica es hacer economía.
En los últimos años se ha producido una explosión de escritos que promueven el “retorno de las instituciones” a la agenda de investigación de las distintas áreas de la ciencia económica (economía de la empresa, desarrollo económico, economía política, análisis económico del derecho), incluida la historia económica. En las tres secciones siguientes presento un panorama general de las vertientes institucionalistas actuales, hago una breve síntesis de su evolución y comento sus respectivos niveles de desarrollo. Como en toda revisión, se omiten algunos aspectos y detalles para resaltar los lineamientos fundamentales. También presento brevemente los aportes recientes de Hodgson, North y Greif.
EL INSTITUCIONALISMO ECONÓMICO TRADICIONAL
El institucionalismo económico surgió en la academia norteamericana a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en oposición a la economía neoclásica. Su visión del comportamiento humano no se circunscribe a la del homo economicus pues sus fundamentos psicológicos son más amplios, y aplica un enfoque holista o sistémico a la economía10. Por ello, concibe a la economía como un sistema abierto y dinámico, donde la noción de proceso es más importante que la de equilibrio; atribuye un papel esencial a los hábitos, las instituciones y las relaciones de poder en el proceso de desarrollo económico; de modo que se aleja del formalismo y matiza el criterio de bienestar individual.
Esta corriente no ofrece un cuerpo unificado de pensamiento ni adopta una sola metodología. Existen al menos dos grandes líneas de investigación: una asociada a Veblen y Ayres, que subraya el papel de las instituciones y la tecnología; la otra, vinculada a Commons, que hace énfasis en la ley, los derechos de propiedad y las organizaciones, y estudia su evolución e impacto sobre el poder económico y legal, las transacciones económicas y la distribución del ingreso (Rutherford, 1994).
Ambas corrientes se interesan en las consecuencias distributivas de las diferentes estructuras institucionales y en los conflictos que surgen en el proceso de cambio institucional, conflictos ligados al ejercicio del poder (Toboso, 1997). Por su visión holista, rechazan la cláusula de ceteris paribus, así como la noción de factores exógenos que no guardan una relación recíproca con los factores puramente económicos, en tanto que adoptan una visión de causalidad circular similar a la que hoy predomina en la teoría de sistemas que los lleva a adoptar una posición no determinista. En materia de política económica apoyan la regulación del sistema de mercado, lo que no significa su eliminación11.
Esta primera versión tuvo mucha influencia en la academia norteamericana hasta la Segunda Guerra Mundial, pero por razones que no cabe tratar aquí, perdió protagonismo. No obstante, “a pesar de que desde la década de los 40 hasta la de los 70 las instituciones casi se convirtieron en asunto prohibido en la corriente principal en economía” (Rutherford, 2001, 186), el institucionalismo tradicional no desapareció sino que dio lugar a diversas variantes representadas por autores como John K. Galbraith, Gunnar Myrdal o Allan Gruchy, que comparten sus presupuestos generales12. Para Myrdal, por ejemplo, la economía neoclásica era insuficiente para abordar problemas que van más allá del equilibrio, como la desigualdad o el desarrollo. Y en sus trabajos adopta un enfoque holístico que lo lleva a proponer modelos abiertos que incluyen elementos extraeconómicos, culturales, sociales y políticos, con relaciones de causalidad circular13.
Estas variantes parecen seguir caminos separados hasta las dos últimas décadas del siglo XX, cuando aparece una abundante literatura que retoma pero renueva la tradición (Burlamaqui et al., 2000). Mencionamos apenas tres corrientes relevantes en el panorama actual que incorporan las instituciones en sus agendas de investigación con bases teóricas diferentes a las neoclásicas. a) La escuela austríaca, liderada por Friedrich Hayek, ve en la tradición a una importante institución que modela el comportamiento humano, y explica el origen de las instituciones mediante el constructivismo racional (O’Driscoll y Rizzo, 1985 y Hayek, 1994, son ejemplos de este esfuerzo)14. b) La corriente formada por muy diversos autores que dan especial importancia a los aportes de ciencias sociales diferentes de la economía y destacan el papel de las relaciones de poder en el origen y la evolución de las instituciones. Aquí se destaca la obra clásica de Polanyi (1980) y los trabajos que se incluyen en recopilaciones como la de Smelster y Swedberg (1994) o la de Hollingsworth y Boyer (1997). c) La economía evolutiva, que recoge el legado de Schumpeter e intenta aplicar elementos de la biología evolutiva al análisis económico (Hodgson, 1992 y 1993) y se esfuerza por influir en la vieja economía institucional y reforzar sus vínculos (Hodgson, 1999).
Para entender mejor la confluencia actual entre institucionalismo tradicional y economía evolucionista se debe tener presente que Veblen adoptó la metáfora darwiniana y evolutiva en toda su obra, y que se propuso desarrollar un enfoque “posdarwiniano” (Hodgson, 1992). Pero en su época, la teoría evolutiva en biología aún no se había consolidado y hasta no hace poco la visión evolutiva fue rechazada en las ciencias sociales15.
Geoffrey Hodgson ha cobrado fuerte protagonismo como exponente de esta tendencia. En 1988 publicó un “manifiesto para la formación de una economía institucional moderna”, que no recalcaba el papel que hoy da a la perspectiva evolucionista, pero a lo largo de la los años 90 su obra perfila con mayor nitidez un ambicioso programa de investigación centrado en las relaciones entre economía, biología, evolución e instituciones (Hodgson, 1993; 1995; 1999).
LA NUEVA ECONOMÍA INSTITUCIONAL
Paralelamente, en el último cuarto del siglo XX surge en la economía una visión que recalca el papel de las instituciones en el desempeño económico, la Nueva Economía Institucional (NEI). En sus comienzos, intenta aplicar la teoría neoclásica para explicar factores institucionales que se solían tomar como dados; no intenta remplazar a la teoría estándar (lo que sí motivó al institucionalismo económico tradicional) (Rutherford, 2001). Por esta razón, la nueva economía institucional no ve al institucionalismo tradicional como un precursor, acepta el individualismo metodológico, hace énfasis en la eficiencia, y sus modelos son ante todo modelos de intercambio; visión más afín con la neoclásica que con la del primer institucionalismo16 (Toboso, 1997).
El marco analítico de la NEI rechaza y modifica algunos supuestos de la teoría neoclásica pero conserva los de escasez y competencia, acoge el método de la microeconomía, con otra concepción de racionalidad, y añade la dimensión del tiempo (North, 1994), con lo que se aleja del paradigma neoclásico, pues no comparte su núcleo duro (Eggertsson, 1990).
Adopta la noción de racionalidad limitada propuesta por Herbert Simon (1986 y 1991), que reconoce las limitaciones cognitivas del individuo, a cambio de la racionalidad instrumental neoclásica que, según North, implica que los actores poseen modelos correctos para interpretar el mundo. Para él, la concepción racionalista de la motivación es defectuosa porque: a) las motivaciones individuales no se limitan a la maximización de la riqueza o la utilidad: el altruismo y las limitaciones que ellos mismos se imponen también motivan su conducta. b) Los individuos procesan subjetivamente la información incompleta acerca del mundo que los rodea: hay que distinguir entre realidad y percepción (1990a). Aunque casi todos los autores de la NEI aceptan esta racionalidad limitada (es decir, que el comportamiento individual es intencionalmente racional pero con limitaciones), difieren en la manera de aplicarla y en el carácter de las limitaciones (para unos sólo son computacionales, para otros son más amplias, cognitivas, ideológicas y aún de comportamiento [Williamson, 2000]).
En contraste con la atemporalidad neoclásica, la visión histórica y temporal permite entrelazar el carácter cambiante de los modelos mentales compartidos con el cambio de las instituciones (Denzau y North, 1994), y la noción de cambio da lugar a un análisis dinámico de las instituciones, opuesto a la estática comparativa neoclásica (ver McCloskey, 1994).
El marco teórico de la NEI combina la noción coaseana de costos de transacción con la noción northiana de instituciones, de tal modo que las instituciones son un medio para reducir los costos de transacción y lograr mayor eficiencia17 (aquí pierden protagonismo nociones claves del primer institucionalismo, como los hábitos o rutinas).
En la historia de la NEI fueron esenciales dos artículos de Ronald Coase que abrieron sendas líneas de desarrollo. Por un lado, Coase (1937) dio lugar a un enfoque microanalítico de las organizaciones que llevó a la economía de los costos de transacción (enriquecida con los aportes de Williamson, 1974 y 1985); por otro, Coase (1960) llevó a un enfoque macroanalítico de las instituciones que desemboca en desarrollos como los de North (1990a) o Harris et al. (1995)18.
La obra de North ilustra las etapas y los cambios de énfasis que ha experimentado la NEI, así la historia sea más compleja y existan otras perspectivas. En 1961, North estudió el crecimiento económico de Estados Unidos desde una perspectiva neoclásica, su obra se convertiría en pieza fundacional de la cliometría y de la nueva historia económica. En 1971 concibe el cambio institucional como factor determinante del crecimiento (Myhrman y Weingast, 1994). En esta etapa aún acoge la visión de la eficiencia propia de la economía neoclásica, pues rige la tendencia del cambio institucional. En 1973, en el libro que escribe con Thomas, empieza a romper con esta visión y a señalar la relación entre instituciones ineficientes y mal desempeño económico. Desarrolla esta nueva argumentación en 1981, en una obra que resalta la importancia de los costos de transacción y plantea que una teoría de las instituciones se debe cimentar en una teoría de los derechos de propiedad, una teoría del Estado y una teoría de la percepción-ideología19.
Las instituciones políticas cobran protagonismo en su obra durante la década de los 80. Los costos de transacción son la clave del funcionamiento de toda economía, y es necesario enmarcar su análisis dentro de la historia económica (North, 1985). En toda economía compleja, con altos grados de especialización y división del trabajo, es imprescindible una estructura institucional que reduzca los costos de transacción; de modo que el Estado y la política se tornan esenciales para el buen desempeño económico (North, 1989)20. Este interés por lo político lo lleva a formular una teoría política de los costos de transacción (North, 1990b), que reorienta la economía política moderna.
El principal aporte de North a la NEI se produce en 1990, en una obra que modifica los supuestos neoclásicos acerca del comportamiento individual, destaca el peso de las instituciones informales y estudia los procesos de cambio institucional. Estos desarrollos, junto a otros temas que trata en el libro, lo convierten en un texto seminal de la NEI y un clásico de la economía institucional (North, 1990a).
En su análisis de la dinámica institucional desarrolla la noción de dependencia de la trayectoria: en el proceso de cambio institucional haya rendimientos crecientes y mercados imperfectos con altos costos de transacción. En estas circunstancias, las externalidades de red, los procesos de aprendizaje y los modelos mentales subjetivos de los agentes –cuya evolución depende de la historia– refuerzan la dirección de la trayectoria21.
En la última década, la obra de North ha afirmado su postura institucionalista, cada vez más distante de la economía neoclásica; por ejemplo, en el estudio de los modelos mentales que abre la comunicación entre ciencia económica y ciencia cognitiva (Denzau y North, 1994) o de los procesos de aprendizaje (North, 2000; Mantzavinos, North y Shariq, 2001). En este sentido, la NEI tiende a acercarse a las explicaciones evolutivas del cambio institucional, en particular al primer institucionalismo (Groenewegen et al., 1995), y a la economía evolutiva (Hodgson, 1998).
EL ANÁLISIS INSTITUCIONAL HISTÓRICO Y COMPARATIVO
En la última década han coevolucionado dos líneas de investigación nucleadas en Stanford University: el análisis histórico institucional, representado por Avner Greif, y el análisis comparativo institucional, por Masahiko Aoki. Y progresivamente se ha conformado un programa de investigación en torno a un marco teórico-conceptual básico y a una metodología empírica propia para abordar el estudio del origen, la naturaleza y las implicaciones de las instituciones: el Análisis Institucional Histórico y Comparativo (AIHC). Es histórico porque intenta explicar el papel de la historia en la aparición, perpetuación y transformación de las instituciones; es comparativo porque intenta extraer lecciones a través de estudios comparativos en el tiempo y en el espacio; y analítico porque recurre a modelos micro específicos al contexto para el análisis empírico (Greif, 1998)22.
El AIHC concibe a las instituciones como restricciones no tecnológicas de la interacción humana, formadas por dos elementos interrelacionados: las creencias culturales y las organizaciones (Greif, 1994). El énfasis en estos dos componentes institucionales evidencia las divergencias entre el AIHC y la NEI. Aoki (1996) critica a la NEI por entender a las instituciones como reglas de juego y dar importancia secundaria a instituciones de orden privado como las formas organizacionales. Greif (2001) destaca el papel de las organizaciones en el cumplimiento de tres funciones: generan reglas de comportamiento, inducen procesos de socialización e influyen en el conjunto de creencias que incide en las transacciones. En otras palabras, las instituciones son productos endógenos que se imponen por sí mismos, no por imposición externa (Hurwicz, 1993; Greif, 1994). El complejo institucional es reflejo de un proceso histórico que entrelaza rasgos económicos, políticos, sociales y culturales del pasado que influyen y moldean las instituciones y la economía del presente (Greif, 1998); de ahí la necesidad de examinar la interdependencia entre las diferentes instituciones: derechos de propiedad, reglas legales, mercados, organizaciones, contratos, creencias culturales y normas sociales (Aoki, 1996). Para el AIHC, este análisis es imprescindible para entender por qué las sociedades evolucionan siguiendo trayectorias institucionales distintas y conocer las razones y las posibilidades del cambio de trayectoria.
En materia metodológica, el AIHC rechaza el enfoque deductivo neoclásico y en el estudio de las instituciones recurre a la noción de equilibrio de la teoría de juegos23. Pero como el equilibrio de un juego puede ser múltiple para los mismos parámetros exógenos, el AIHC exige además tomar en cuenta otros elementos, como la complementariedad institucional o la dependencia de la trayectoria institucional, en el sentido de Aoki (1994 y 1996). Esto justifica la comparación de situaciones institucionales y el estudio de contextos históricos distintos en forma paralela24. Este enfoque implica una estrategia de investigación inductiva y empírica de las instituciones particulares25, consistente en sintetizar y evaluar la evidencia histórica y comparativa de nivel micro mediante modelos específicos al contexto26 (Greif, 1998). El AIHC no busca formular hipótesis para la verificación estadística, sino que va más allá e intenta construir modelos explícitos que capten la esencia de los problemas (Greif, 1993 y 1994).
En opinión de Greif (1998), hay dos líneas de trabajo en el AIHC. La que se ocupa del efecto del aprendizaje y la internalización a través del proceso evolutivo sobre las reglas relevantes. Y la que se ocupa del impacto de las interacciones estratégicas y de los rasgos culturales endógenos y exógenos sobre las reglas generales.
Un tema recurrente en el AIHC es la relación entre instituciones formales e informales, en particular entre instituciones y formación y funcionamiento de los mercados. En este campo, destaca el papel de los fundamentos institucionales de la economía de mercado para hacer posible los intercambios, así como la importancia de las nonmarket institutions para el buen funcionamiento del mercado (Greif, 1992, 1993, 1994, 1996, 2000; Aoki, 1996; Aoki et al., 1995; González de Lara, 2001).
También se interesa en la influencia de las creencias culturales sobre la trayectoria institucional de la sociedad. Greif (1994) resalta el papel de las creencias racionales en la formación de las expectativas individuales acerca de las acciones de otros agentes en distintas contingencias (si cada jugador elige la mejor respuesta, el conjunto de creencias culturales permisibles se limita a aquellas que se refuerzan a sí mismas)27.
En la última época, el AIHC intenta elaborar algunas nociones que permitan constituir un marco conceptual para endogeneizar el cambio institucional (Greif, 2001). El cambio institucional endógeno representa un avance frente al cambio concebido como equilibrio reajustable ante choques externos. Una institución que se refuerza a sí misma es aquella que prevalece en el tiempo por autocumplimiento, sin que la impongan factores externos (una situación próxima a un estado estacionario, en el que los agentes tienen interés en cumplir el sistema de reglas). Esto no significa que perdure en el largo plazo, pues pueden producirse efectos sobre “cuasiparámetros” (como la distribución de la riqueza, el conocimiento o las organizaciones) que acaban minando el entramado institucional inicial. En este caso, las instituciones se destruyen o socavan a sí mismas, debido a que se reduce la gama de situaciones que promueven el comportamiento autorreforzador. Para que el sistema institucional se perpetúe, las instituciones deben reforzarse a sí mismas mediante un proceso de retroalimentación positivo que modifique los “cuasiparámetros” de modo que se mantenga el circuito de autorreforzamiento28. Este marco analítico, que da peso a las tendencias de inercia institucional, abre la posibilidad de examinar con más rigor la dirección y la velocidad del cambio institucional.
TEORÍAS DE LAS INSTITUCIONES: FUNDAMENTOS PARA LA HISTORIA ECONÓMICA
Los enfoques institucionalistas aportan varias teorías de las instituciones y enfoques metodológicos no siempre coincidentes. El investigador puede optar por uno u otro tipo de institucionalismo, y recurrir a sus teorías específicas29. La investigación en historia económica requiere, junto a las bases empíricas, una fundamentación teórica sólida que se puede encontrar en la economía institucional (Dopico, 1999; Coll, 2000).
En esta sección se presentan algunos elementos teóricos y metodológicos para construir un marco analítico más adecuado que el de la economía neoclásica. Estos fundamentos institucionales no se encuadran rígidamente en ninguna de las corrientes que hemos examinado; son elementos mínimos que pueden contribuir al desarrollo de la historia económica y recuperar su papel, a la vez que son compatibles con sus diversos enfoques30.
EL INDIVIDUALISMO INSTITUCIONAL: INDIVIDUOS E INSTITUCIONES EN LA EXPLICACIÓN HISTÓRICA
Frente al individualismo metodológico extremo, que reduce las ciencias sociales a teorías de la acción humana individual, y al holismo, que busca toda explicación en entidades supraindividuales, el individualismo institucional es una vía media promisoria para la investigación en historia económica, pues pone al individuo en el centro de atención al tiempo que incorpora las reglas institucionales en la explicación de las interacciones humanas. Los individuos y las instituciones se entrelazan en el individualismo institucional, en una síntesis que se puede resumir en las tres proposiciones siguientes: a) sólo las personas pueden perseguir metas y promover intereses31; b) las reglas formales e informales que inciden en las interacciones entre personas son parte de las variables explicativas32; c) los cambios institucionales son siempre el resultado de la acción colectiva o independiente de algunas personas, y siempre ocurren en marcos institucionales más amplios33.
Esta propuesta permite incorporar en los modelos y teorías económicas diversos elementos formales e informales que inciden en las interacciones humanas, y rechaza la idea de que las preferencias y las condiciones materiales son exógenas y suficientes para explicar el comportamiento económico34. Además, da al investigador la posibilidad de elegir entre un amplio conjunto de principios: la noción de racionalidad, el énfasis en la eficiencia o en la distribución, la concepción del intercambio o del poder. En el institucionalismo tradicional y en la nueva economía institucional hay trabajos que acogen el individualismo institucional, pero difieren porque adoptan los demás presupuestos de sus enfoques respectivos (Toboso, 2001).
La historia económica encuentra en el individualismo institucional una forma de explicación que combina el comportamiento individual con el papel de entidades supraindividuales como las instituciones, donde el proceso histórico –la trayectoria de interacción– es determinante.
ESPECIFICIDAD CONTRA UNIVERSALIDAD: LA HISTORIA EN EL NÚCLEO DEL ANÁLISIS ECONÓMICO
Frente a la pretensión universalista de la economía neoclásica, los fundamentos teóricos institucionalistas niegan la universalidad de las conclusiones del análisis económico: sociedades que difieren en el tiempo o en el espacio y en el marco institucional exigen análisis particulares. La comprensión de los fenómenos económicos tiene un carácter específico que lleva a que la teoría económica sea más sensible a la variedad geográfica e histórica de los sistemas socioeconómicos (Hodgson, 2001). Ningún modelo general y abstracto puede captar las complejidades económicas, políticas y sociales de cada proceso de desarrollo (Greif, 1997).
El enfoque institucional rechaza la universalidad de las teorías económicas en los planos positivo y normativo. Economías con historias institucionales o capitales sociales diferentes tienen comportamientos, desempeños y resultados diferentes, de modo que las conclusiones del análisis económico de una economía no se pueden exportar a otras: “hay diferentes respuestas para cada país y cada situación histórica”35 (Coase, 1999, 5). Así mismo, las prescripciones normativas extraídas de una economía no tienen por qué ser adecuadas para otras economías: “no existe un único camino para mejorar el sistema económico porque todo depende de la sociedad en que se esté” (ídem). North (2000) afirma que la aplicación de reglas formales incompatibles con las instituciones informales de una economía es una vía al fracaso. En suma, no hay una única solución institucional óptima; un conjunto de instituciones puede ser el más eficiente en una situación pero no en otras (Greif, 1996 y 1997).
Con esta óptica, el análisis económico es más cercano a la realidad económica de cada sociedad en cada circunstancia histórica. Como señala Alston (1996, 25) “las instituciones son históricamente específicas y por esta razón es necesario ser sensible al contexto histórico [...] particularmente para estudiar la dinámica del cambio institucional”. Y con estas bases teóricas, el análisis histórico pasa a ser elemento nuclear de la investigación económica en cuanto es esencial para entender la dimensión institucional36.
CAMBIO INSTITUCIONAL ENDÓGENO: EVOLUCIÓN Y ELECCIÓN EN EL LARGO PLAZO
En la visión neoclásica, las instituciones son una variable exógena cuyo estudio no es tema de los economistas. La economía institucional, en cambio, asume el reto de endogeneizar las instituciones y el cambio institucional. El estudio de las instituciones ha hecho “enormes progresos” en las últimas décadas pero el conocimiento acerca de ellas es aún muy limitado (Williamson, 2000). Las “teorías simples” del cambio institucional que predecían ajustes institucionales automáticos ante cambios en los precios relativos se enriquecieron con la incorporación de las nociones de acción colectiva y acción de grupos37, y más aún con la introducción de factores institucionales como los aspectos cognitivos (North, 1994; Mantzavinos et al., 2001) y la dependencia de la trayectoria38 (North, 1990a; David, 1994). Estos son pasos para avanzar en la construcción de un marco teórico para el análisis de las experiencias económicas exitosas y de las que condujeron al fracaso económico, con mayores grados de realismo y de rigor39. Además, con un enfoque dinámico que rechaza el restrictivo supuesto de estabilidad de las preferencias y recupera el papel de la historia en el análisis económico (David, 1985).
La endogeneización permite abordar problemas de largo plazo que la historia económica neoclásica no podía resolver y había excluido de su agenda. El complejo institucional incorpora instituciones creadas en el proceso evolutivo –el primer nivel de análisis social señalado por Williamson (2000)– e instituciones creadas por elección colectiva, bien sea de economización de primer orden, como las reglas políticas, o bien de segundo orden, en el nivel organizacional (ibíd.). La combinación de procesos evolutivos y electivos es un reto para los estudios de largo plazo, que deben superar algunas dificultades, entre ellas la de “medir” el valor de las instituciones. Las teorías del valor se ocuparon del trabajo y el capital, no de las instituciones. De modo que este campo es abierto al análisis. Algunos trabajos aplicados han propuesto maneras de cuantificar algunos aspectos institucionales40, pero aún se carece de un método general.
MULTIDISCIPLINARIEDAD, RACIONALIDAD, CULTURA, CREENCIAS, REGRESIÓN INSTITUCIONAL
Frente al “imperialismo de la economía” que pretende explicar todas las cuestiones sociales mediante un enfoque económico neoclásico, el institucionalismo adopta una visión multidisciplinaria para elaborar modelos político-económicos institucionalmente ricos e históricamente situados, que se basan en una concepción del comportamiento humano más compleja que la de la economía neoclásica y, por ello, abiertos a otras ciencias sociales (North, 1990a).
Coase (1999b, 4) dice que hay que vincular a la ciencia económica con otras disciplinas para convertirla en una ciencia dura: “tenemos que tener en cuenta los efectos del sistema legal, del sistema político, etc. Y si mi impresión es correcta, sus teorías a menudo tienen una base empírica más fuerte de lo normal en economía”. Además, muestra que, en la ciencia actual, las disciplinas híbridas son más “fértiles” que las puras, y esto intentan ser los enfoques institucionales.
Para evitar el economicismo estrecho y formular una teoría de las instituciones multidisciplinaria y coherente con la elección individual, es necesario ir más allá de la racionalidad perfecta e instrumental. La racionalidad limitada es una pieza clave de la historia económica, que pone de presente que los modelos de toma de decisiones cambian en el tiempo y en el espacio, y que suele haber una desconexión entre las decisiones individuales y los objetivos perseguidos, como señala Alston (1996). El mismo North (1999, 315) declara que para un historiador económico cuyo tema de estudio abarca períodos prolongados, la hipótesis tradicional de racionalidad es ridícula e inconsistente con la realidad histórica.
Los modelos mentales suponen una base genética, y se desarrollan, en un mundo con instituciones, a través de la experiencia vital de los individuos y de un proceso de aprendizaje que vincula a las generaciones actuales con las anteriores. Los modelos mentales subjetivos son personales y difieren entre individuos41. Cuando toman decisiones en un contexto de incertidumbre, su interpretación del entorno depende de ese aprendizaje (Denzau y North, 1994) y la herencia cultural común reduce la divergencia entre los modelos mentales de los miembros de la sociedad42 (North, 1994).
De modo que el individuo no es una entidad abstracta sino una persona que vive en un contexto social e institucional que incide en su modelo mental subjetivo. Por ello, North (1994, 362) argumenta que “la historia demuestra que las ideas, las ideologías, los mitos, los dogmas y los prejuicios importan” y que es necesario entender cómo evolucionan43. El problema de la “regresión institucional infinita” no se resuelve buscando el origen primordial, ¿qué fue primero, las instituciones o el individuo?, sino estudiando sus interacciones (Hodgson, 1998).
En síntesis, los enfoques institucionalistas aportan elementos de suma utilidad para sentar las bases de la historia económica, recuperar su importancia en el análisis económico y establecer una comunicación de doble vía entre economía e historia. Las distintas teorías de las instituciones apoyan los estudios aplicados ofreciendo marcos conceptuales más amplios, y estos estudios proporcionan lecciones que enriquecen la teoría económica. La historia y las instituciones, que confluyeron en la economía clásica del siglo XVIII y se separaron en el siglo XX, se reencuentran en el siglo XXI.
NOTAS AL PIE
1. Hodgson es uno de los diecisiete economistas vivos más importantes (The Diamond Weekly, 20 de diciembre de 1997); North recibió el Nobel en 1993 y es el economista más citado en los últimos años por historiadores económicos y economistas en general (Fogel, 1997; Ayala y González, 2001); y Greif, Mac Arthur Foundation Fellow, gana desde Stanford un prestigio creciente en la academia norteamericana.
2. Este reproche a la visión ahistórica y matematizada no implica que sea imposible usar el lenguaje matemático en el análisis económico de contenido histórico. Ver González de Lara (2001) acerca de esta posibilidad.
3. Sobre este punto, ver la interesante argumentación de Fogel (1967). Cuando no se especifican claramente las hipótesis de partida se introducen en forma inconsciente muchos presupuestos implícitos (Dopico, 1999).
4. Una teoría del cambio edificada sobre la economía neoclásica desprecia los elementos políticos, sociales e institucionales; asume el modelo de mercado y enfatiza la importancia de los ajustes en los precios relativos, de modo que se perfila una tendencia de ajustes continuos hacia el óptimo. Es el efficiency view neoclásico (ver North, 1981).
5. Para este enfoque, los agentes económicos actúan libres de inercias del pasado y su comportamiento se ajusta a la manera de los modelos de teoría de juegos.
6. La universalidad del homo-economicus racional y maximizador, la estabilidad de las preferencias y el intercambio voluntario impiden la introducción de enseñanzas procedentes de la historia económica en el cuerpo teórico de la economía.
7. Esto se evidencia en la cada vez menor importancia de la historia económica en los planes de estudio de las facultades de economía, como ocurre en España (Palafox, 1999). En la academia española hay un déficit comparativo en análisis institucional así como en el área de la historia económica. Una situación paradójica en vista de que esta comunidad académica institucionalizó un área de trabajo, “Historia e instituciones económicas”, que debería fomentar el análisis institucional en historia económica e impulsar el desarrollo de los enfoques institucionalistas.
8. Además, el institucionalismo exporta productos de los campos de la historia a los territorios de la economía (Coll, 2000).
9. La economía institucional pone a disposición de la historia económica diversos marcos teóricos para abordar temas excluidos en la teoría neoclásica. Esto puede dar un vuelco a la tendencia de rendimientos decrecientes que vive la historia económica (Palafox, 1999).
10. En este enfoque, las acciones individuales y sus consecuencias sólo se pueden explicar teniendo en cuenta la influencia del sistema o subsistema del que forman parte y la posición que allí ocupan (Toboso, 1997, 183).
11. Para una exposición más detallada de este enfoque, ver Requeijo (1984).
12. Esta nueva oleada –no exclusivamente norteamericana– estudia las sociedades industrializadas, no en proceso de industrialización, y da mucha importancia a la economía del desarrollo (Requeijo, 1984).
13. La causalidad circular myrdaliana es acumulativa y no lleva intrínsecamente a la autoestabilización y el equilibrio social. Los cambios originales se refuerzan con cambios posteriores en la misma dirección. Una visión afín a la de la dependencia de la trayectoria de North.
14. Para una presentación general de esta escuela, ver Huerta de Soto (1997).
15. Para Veblen, la unidad de evolución y selección económica eran las instituciones; sus componentes genéticos, los instintos y los hábitos. Veblen sentó las bases de una economía posdarwinista, y empleó el enfoque evolutivo con mayor conocimiento de los aportes de la biología que Schumpeter (Hodgson, 1992).
16. Los institucionalitas ortodoxos señalan que los enfoques de la nei son nuevos pero no institucionalistas (Dugger, 1990). No obstante, la obra reciente de los exponentes de la nei (por ejemplo, North, 2000) pone en duda la validez de esta crítica.
17. Los costos de transacción incluyen los costos de información, evaluación y medición (ex ante) y los de cumplimiento o ejecución del intercambio (ex post): en suma, corresponden a los costos de celebrar y ejecutar un contrato. Las instituciones son las reglas del juego formales e informales de una economía y su manera de aplicarlas (North, 1994). Estas definen la estructura de incentivos y así dan forma al comportamiento de los individuos y de las organizaciones.
18. En 1937 Coase sostiene que organizaciones jerárquicas como la empresa pueden efectuar transacciones con menores costos que el mercado, concebida la empresa como firma de organización y no como función de producción. En 1960, resalta la importancia del marco institucional para el nivel de eficiencia de una economía. P ara presentaciones más detalladas de la nei, ver Eggertsson (1990), Furubotn y Richter (1998), Williamson (2000), Ayala y González (2001) o Caballero (2001a).
19. La teoría del Estado que propone North concibe al soberano como maximizador de riquezas, y propone dos modelos alternativos: el Estado depredador (que se enriquece aunque lleve al fracaso económico del país) y el Estado contractual (que nace de un contrato entre grupos sociales y así propicia el crecimiento económico). North y Weingast (1989) estudian el cambio de las instituciones públicas británicas en el siglo xvii, de un Estado depredador a un Estado contractual (ver Caballero, 2001b, para un análisis análogo del caso español). North (2000) enriquece su teoría del Estado incorporando el tiempo, las percepciones y los sistemas de creencias.
20. En ciertas circunstancias históricas han surgido soluciones institucionales que enfrentan los costos de transacción con mecanismos privados (Milgrom, North y Weingast, 1990). Pero estas soluciones imperfectas y complicadas son inviables en mayores niveles de desarrollo y complejidad.
21. Debido a los rendimientos crecientes del marco institucional, el cambio a lo largo de la trayectoria es incremental: es sesgado en favor de políticas coherentes con el marco institucional básico y hay una lenta evolución de las limitaciones formales e informales así como de los cambios introducidos por la fuerza. Los cambios individuales y de las instituciones formales o informales pueden cambiar la historia, difícilmente invierten su dirección (excepto en muy pocos casos). Pese al predominio del cambio gradual también es relevante el cambio discontinuo, por conquista o por revolución (North, 1990a y 1990b). North y Wallis (1994) estudian la interrelación entre cambio institucional y cambio técnico en la historia económica.
22. El aihc da especial importancia a lo modelos teóricos de la realidad económica, una condición sine qua non de los cuales es una base empírica consistente y minuciosa: este énfasis en los modelos y en el rigor empírico-histórico lo diferencia de la nei (que, sin descuidarlos, no destaca estos dos aspectos).
23. Las instituciones son fundamentales porque imponen restricciones sistémicas a las elecciones estratégicas admisibles de los jugadores (Aoki, 1996).
24. El punto de partida es la identificación de las instituciones relevantes en cada episodio histórico (Greif, 1998).
25. Esto exige evaluar en cada situación los niveles de conocimiento y racionalidad, pues no están dados y no se pueden colegir mediante la deducción.
26. Este intento de modelación incorpora los desarrollos recientes en teoría de juegos, teoría de contratos y economía de la información.
27. Hay una alta correlación entre la organización de la sociedad y los niveles de ingreso per cápita, como indican los estudios que comparan el individualismo del Occidente desarrollado y el colectivismo de los países en desarrollo. Un ejemplo es el trabajo de Greif (1994) que compara la sociedad colectivista magredí y la sociedad individualista genovesa de los siglos xi y xii y sus respectivas trayectorias institucionales y tendencias de desarrollo económico.
28. Una aplicación de este marco conceptual es el estudio comparado de las instituciones autodestructivas de Génova y las instituciones autorreforzadoras de Venecia en el siglo xii (Greif, 2001). El mismo autor ha estudiado el Sistema de Responsabilidad Comunitaria (que permitió el intercambio impersonal en tiempos de la revolución comercial) al que identifica como una institución autodestructiva (Greif 2002).
29. Estos enfoques tienen un claro contenido teórico, sin que excluya el uso de sólidas bases empíricas. Esto es evidente en la nei y aún más claro en el ahic. El “viejo institucionalismo americano”, acusado de ser antiteórico, también subrayó la importancia de las explicaciones teóricas (Hodgson, 1998).
30. Estos elementos teóricos y metodológicos han atraído la atención en los últimos tiempos, como el individualismo institucional; otros han sido constantes en el pensamiento institucionalista. Muchos trabajos de historia económica aplicada emplean estos supuestos: lo novedoso de nuestro planteamiento es hacer explícitos los supuestos que a veces se utilizan en forma inconsciente.
31. Esta proposición diferencia nítidamente al individualismo institucional del holismo metodológico.
32. Esta proposición diferencia nítidamente al individualismo institucional del individualismo metodológico.
33. Esta última exige integrar varios niveles explicativos en el análisis.
34. La modificación de las preferencias o de los modelos mentales puede generar cambios de comportamiento y dar lugar a procesos de cambio social.
35. De acuerdo con Hodgson (2001), la Escuela Histórica Alemana sostenía que el estudio de los fenómenos socioeconómicos requiere teorías diferentes a las que se emplean en otros campos, y, que cada contexto requiere una teoría específica.
36. El enfoque institucional es lo suficientemente amplio para apoyar el análisis económico e institucional en cualquier tiempo y lugar. El enfoque neoclásico parece dar mejores resultados en el análisis de las economías desarrolladas (más próximas al modelo de costos de transacción cero) (North, 1990a).
37. Para una presentación de este tema, ver Eggertsson (1990).
38. Según David (1994), la historia importa porque: a) afecta las expectativas de los agentes y su disposición a cooperar, b) los canales de información se comportan como capital organizacional irrecuperabley c) la interrelación entre los complejos organizacionales y las reglas produce coherencia.
39. Esto es de ayuda en el estudio de la historia económica, que se ocupa de experiencias con resultados muy diversos. El teorema de Coase mostró la debilidad de una economía neoclásica que, encerrada en un mundo ainstitucional y ahistórico, vislumbraba siempre un óptimo social paretiano. La economía institucional se esfuerza por ser más realista y adopta supuestos que rechazan la idea de óptimo social, y hace posible un estudio serio y empíricamente documentado de la historia económica.
40. Por ejemplo, Putnam (1993) o Knack y Keefer (1997) para el capital social.
41. El individuo no es entonces un sujeto pasivo cuya conducta está determinada por las instituciones ni tampoco por la lógica maximizadora, sino que en esta influyen su actividad, su experiencia y su capacidad para aprender y decidir libremente.
42. Aunque la información que reciben es a veces tan incompleta que esos modelos no tienden a converger (North, 1990a).
43. Los modelos mentales están vinculados estrechamente con las instituciones. “Los primeros son las representaciones internas que los sistemas cognoscitivos individuales crean para interpretar el ambiente; las segundas son los mecanismos externos a la mente que los individuos crean para estructurar y ordenar el ambiente” (North, 1994, 363; Denzau y North, 1994, 4).
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