REGÍMENES DE COMERCIO EXTERIOR Y DESARROLLO ECONÓMICO: COLOMBIA*
EXTERNAL COMMERCE REGIMENS AND ECONOMIC DEVELOPMENT: COLOMBIA
José Antonio Ocampo
* Díaz-Alejandro, Carlos F. 2003. “Prólogo”, Regímenes de comercio exterior y desarrollo económico: Colombia, Bogotá, Universidad Externado de Colombia.
Es curioso que haya pasado más de un cuarto de siglo desde su publicación en inglés, antes de que esta obra de Carlos Díaz-Alejandro fuera publicada en Colombia. Se trata, sin duda, de uno de los mejores ensayos sobre la economía colombiana entre 1950 y 1973, escrita además por uno de los grandes economistas latinoamericanos. Felicito, por lo tanto, a la Universidad Externado de Colombia por la iniciativa de publicarla.
Carlos Díaz-Alejandro puede ser un personaje extraño para la nueva generación de economistas colombianos. Economista cubano, nacido en 1937, ejerció su vida profesional como profesor en algunas de las mejores universidades de Estados Unidos: Yale, Minessota y Columbia. Con el tiempo, se convirtió en punto de referencia obligado sobre la economía latinoamericana para los académicos norteamericanos. Supo combinar en forma creativa la economía con la historia económica, siguiendo los pasos de su profesor, otro gran economista e historiador económico, Charles K. Kindleberger. Más allá de ello, fue un economista respetado por diversas corrientes de la profesión, en momentos de grandes enfrentamientos ideológicos y, de hecho, se convirtió en una especie de puente intelectual durante los agitados debates económicos de los años 70 y 80.
Su personalidad arrolladora, su entusiasmo, simpatía y humor, caracterizadamente caribeños, arrastraban por igual a amigos, colegas y alumnos. Muchos lo recordamos, entre otras cosas, por la originalidad de los títulos de sus ensayos, sobre todo en su obra tardía, así como por la calidez y originalidad de las dedicatorias de sus libros, de los cuales conservo algunas joyas.
Sus trabajos más tempranos se dedicaron a Argentina. De su tesis doctoral, acerca de las devaluaciones en este país suramericano, derivó un breve ensayo, quizás su contribución teórica más importante, que lo llevó a ser uno de los primeros economistas en mostrar que las devaluaciones podían tener efectos recesivos, debido a la reducción de los salarios reales generada por sus efectos inflacionarios. Después escribió una de las historias económicas de Argentina más conocidas, un libro que, curiosamente, me confesó una vez era el que menos le gustaba, por considerar que lo había escrito en el momento más conservador de su carrera. Prefería, por lo tanto, este libro posterior, sobre Colombia, que le parecía más equilibrado, y que fue publicado originalmente en 1976, como parte de una serie sobre regímenes comerciales de países en desarrollo del National Bureau of Economic Research de Estados Unidos.
Murió joven, en 1985, en la cima de su creación intelectual, cuando estaban saliendo a la luz pública algunos de sus mejores ensayos, sobre los ciclos de financiamiento externo de los países en desarrollo, la crisis de la deuda latinoamericana de los 80, las crisis financieras nacionales en América Latina y sobre historia económica latinoamericana. Todos estos ensayos tienen una lucidez y una actualidad que sorprenden. Algunos de ellos muestran, además, que su vocación se estaba inclinando cada vez más hacia la historia económica y, de hecho, dejó varios ensayos que hacían parte de lo que consideraba capítulos para una historia económica de América Latina en el siglo XX.
Tuve la fortuna de ser estudiante suyo en la Universidad de Yale y debo a él la propensión a combinar el análisis económico con la pasión por la historia económica. Como estudiante suyo escribí mis primeros ensayos sobre historia económica de Colombia y de Cuba, y bajo su dirección redacté también mi tesis doctoral. De la relación inicial de estudiante pasé luego a la de amigo. Tengo recuerdos imperecederos de una y otra etapa, de los cuales quiero mencionar apenas uno. Estábamos cenando en mi casa, donde había aceptado la invitación para quedarse con ocasión de un seminario de historia económica de Colombia que había organizado Miguel Urrutia, entonces Director Ejecutivo de Fedesarrollo, y en el cual los dos éramos ponentes. En algún momento de la conversación le pregunté, con las inquietudes de un joven profesional, si no le daba susto que todo el mundo esperara de él reflexiones brillantes. Me contestó, con una humildad natural, que hacía tiempo que había aprendido que no siempre decía cosas brillantes.
Este libro fue redactado precisamente cuando yo era alumno suyo en la Universidad de Yale y tuve la oportunidad de comentárselo con detenimiento y de sorprenderme con la atención que ponía a quien no era más que su estudiante. Varios de los capítulos fueron publicados como borradores por Fedesarrollo, donde pasó algunos períodos en la época de redacción del libro, por invitación de su amigo y entonces Director Ejecutivo de la institución, Rodrigo Botero Montoya. De la enorme actualidad que tuvo en su momento, la obra se ha ido transformando en un ensayo magistral de historia económica, de hecho la mejor historia económica que se ha escrito sobre el país entre 1950 y 1973. Estoy seguro de que esta metamorfosis sería de su agrado.
Son muchas las ideas, e incluso las sorpresas, que el lector encontrará en este maravilloso libro. La tesis más importante es, obviamente, que la “liberalización” del régimen de comercio exterior y de cambios que tuvo lugar como resultado del Decreto-Ley 444 de 1967 tuvo un gran éxito, a diferencia del ensayo de liberalización más ortodoxo de 1965-1966, que se reflejó en el dinamismo exportador y en los ritmos de crecimiento económico. Esta tesis, obviamente válida, suena hoy curiosa, dado el uso del concepto de “liberalización” para lo que, con los ojos de los debates de comienzos del siglo XXI, era un régimen engorroso de intervención en el comercio exterior y en los flujos cambiarios. Sin embargo, su éxito se corrobora aún más cuando se compara con la limitada capacidad de la apertura económica de los años noventa para generar dinamismo exportador y crecimiento económico general.
En cualquier caso, el éxito de entonces sólo se había reflejado en ritmos de crecimiento que, en comparación con los de Brasil o México, o de los tigres asiáticos, no eran impresionantes. De hecho, hasta el final de sus días me repitió que, en materia económica, Colombia era un país “mediocre” que, como lo aclaraba enseguida, quería decir, “que está en el medio” –es decir, un país promedio– que no había experimentado “milagros”, pero cuya virtud fundamental era haber evitado también las grandes crisis.
Hay otras tesis más específicas del libro que también vale la pena destacar. Una de las que más me llamó la atención en su momento fue la observación de que en un país importador de bienes de capital, la devaluación real genera un aumento de los precios relativos de los bienes de capital y exige, por lo tanto, aumentar el esfuerzo de ahorro de la economía, aun para financiar una misma tasa de inversión real. Otra de las tesis destacadas de la obra es que el efecto positivo más importante que tuvo la reforma de 1967 sobre las exportaciones no tradicionales no fue tanto elevar la tasa de cambio real, sino hacerla más estable y, por el contrario, que pese a la fuerte devaluación real que había tenido lugar en 1957, sus resultados en términos de diversificación de las exportaciones habían sido limitados, debido a la inestabilidad que caracterizó a la tasa de cambio real durante los años de devaluaciones periódicas. El análisis del funcionamiento del régimen de control de importaciones en el capítulo 6 (que en su Prefacio comenta que es su favorito) sirve, por su parte, para mostrar sus problemas –sus sesgos hacia las grandes empresas, por ejemplo–, pero también que su manejo era relativamente racional y libre de corrupción.
Carlos Díaz-Alejando fue uno de los grandes economistas latinoamericanos del siglo XX y Colombia tuvo la fortuna de ser uno de sus temas de estudio. La vida me dio la gran oportunidad de tenerlo como maestro y así lo recordaré por siempre. Como alumno y amigo, es un gran honor tener la oportunidad de prologar esta obra extraordinaria sobre la economía colombiana, una de sus joyas.