EDITORIAL
I
El panorama económico de América Latina es sombrío. Los colombianos nos quejamos con razón de nuestros exiguos resultados macroeconómicos. No todos perciben que nuestro fracaso es un éxito relativo. Según The Economist del 19 de octubre de 2002, el crecimiento del pib colombiano durante los últimos doce meses era del 2,2%. Atravesemos el continente: México, 2,1%; Chile, 1,7%; Brasil, 1,0%; Venezuela, –9,9% y Argentina, –13,6%.
El caso de Argentina es el más desastroso; el colapso de su política monetaria y cambiaria, a finales de 2001, fue un detonante de la crisis de la región. La experiencia argentina tiene particular interés porque el Fondo Monetario Internacional ejerció durante los últimos años una especial tutela sobre su política económica. Según versiones de prensa, Stanley Fischer, entonces segundo funcionario en la jerarquía del Fondo, hizo del manejo de la economía argentina una tarea personal. Iba con frecuencia a Buenos Aires y los medios de comunicación lo elogiaban como amigo del país.
Sin duda, las autoridades argentinas cometieron y siguen cometiendo errores graves, como señala Carlos Esteban Posada en una nota que publicamos en este número:
La incertidumbre, la baja credibilidad de las autoridades económicas, sus manejos “oscuros”... y el hecho de que los agentes privados no perciban cambios adecuados en las instituciones políticas ni en la política económica son factores que acentúan las expectativas pesimistas...
Pero también es cierto que el Fondo se empeñó en mantener y sacar adelante su “experimento”, y que recibió críticas severas por destinar demasiados recursos para financiar las políticas argentinas durante la década pasada. Y todos sabemos que el Fondo no desembolsa sin condiciones estrictas y minuciosas, y la supervisión detallada del cumplimiento de los términos de cada operación de crédito. No hubo asimetría de información.
Stanley Fischer y Rudiger Dornbusch escribieron un popular texto de macroeconomía. Dornbusch falleció en julio, y recibió elogios póstumos por la calidad e importancia de su obra académica. Muchos de los más brillantes economistas en ejercicio fueron alumnos suyos en el mit . Conocía bien a América Latina. Y, de acuerdo con quienes lo trataron, era un hombre de opiniones fuertes. Expresó una de ellas en una nota editorial, escrita con Ricardo Caballero, publicada en marzo, en su página de Internet. Dornbusch fue mucho más allá del diagnóstico convencional de las causas de los problemas argentinos, las políticas macroeconómicas deficientes, y dictaminó que
Alguien tiene que manejar ese lugar con mano firme... Argentina debe renunciar a buena parte de su soberanía monetaria, fiscal, regulatoria y de gestión de los activos públicos durante un período largo... Se deben traer comisionados de países lejanos y desinteresados... Una junta de banqueros centrales experimentados se debe hacer cargo de la política monetaria argentina... Otro agente extranjero se necesita para verificar el desempeño fiscal y firmar los cheques que gira la Nación a las provincias... Además, puesto que la administración tributaria se beneficia de una estructura tarifaria sencilla, no hay espacio para un código tributario engorroso. Se debe simplificar al máximo –plano, plano, plano... Se debe emprender ahora una campaña masiva de privatización de los puertos, las aduanas y otros obstáculos claves a la productividad. La desregulación de los sectores del comercio mayorista y de la distribución es esencial. Otro agente extranjero experimentado debe controlar estos procesos.
La reflexión de Posada y la propuesta de Dornbusch y Caballero tienen un enfoque institucionalista. Pero cabe preguntar si esta última no simplifica en exceso los aspectos institucionales. ¿Las disfunciones del sistema político argentino se pueden remediar con lo que en apariencia es una administración colonial? Tanto “agente extranjero experimentado” evoca escenas de infantes de marina que recaudaban aranceles en los puertos de Nicaragua y Haití. Al servicio de “agentes internacionales experimentados”, cuyo cometido era asegurar el pago de la deuda externa de esas repúblicas. Las secuelas institucionales, para no mencionar las políticas, son de ingrata recordación. Y no es mera coincidencia que hoy sean las más pobres del hemisferio. Quizá por ello (y por otras nimiedades, como los principios de no intervención y de la autodeterminación de los pueblos) llegamos a pensar que esas formas de intervención se habían relegado a los libros de historia. Es evidente que no todos opinan así. ¿Habrán leído esos libros quienes intentan restablecerlas?
La posición de Dornbusch despierta una inquietud más cercana al análisis económico. Un grupo respetable de la profesión sostiene que el desempeño reciente de la economía colombiana y de las economías latinoamericanas se debe a la insuficiencia de las reformas de la década del noventa. No avanzamos lo suficiente. Hay que profundizarlas. “Más de lo mismo”, en lenguaje llano.
Vienen a la memoria, las circunstancias de la enfermedad final de George Washington, general que llevó a la victoria a la revolución americana, una de cuyas causas fue la irritación de los ciudadanos de Boston, hoy sede del mit , por el espectáculo de los infantes de marina de esa época que recaudaban los impuestos al té en su propio puerto. En esa época, la terapia usual para los débiles de salud era la sangría con ventosas. Los facultativos más experimentados no ahorraron esfuerzos para restablecer la salud del ilustre estadista. Avanzada su agonía, dicen los registros, los médicos se preocuparon porque las ventosas no lograban que la sangre afluyera a flor de piel. Temían las más graves consecuencias si interrumpían tan benéfico tratamiento. No sin razón. Poco después murió el padre de su patria.
II
El artículo “Un análisis del ciclo económico en competencia imperfecta”, de Arévalo, Castro y Villa, explora la microfundamentación de la macroeconomía. Los autores subrayan que, a pesar de sus ventajas metodológicas, los supuestos de la competencia perfecta y del agente representativo introducen sesgos y limitaciones en buena parte de la teoría macroeconómica convencional. Su ensayo concluye que es necesario incorporar las fallas de mercado en ese tipo de análisis, aunque no subestiman las dificultades técnicas de esta tarea.
Un hecho notorio de la crisis colombiana es la volatilidad del tipo de cambio. Álvaro Moreno presenta un modelo neokeynesiano de los determinantes de tipo de cambio real, cuya estimación econométrica arroja resultados interesantes para la política económica, entre ellos la poca significancia del gasto público como determinante del tipo de cambio real. Esto sugiere la posibilidad de cierta independencia entre los procesos de ajuste fiscal y del sector externo. Otro problema de primer orden es la disponibilidad de crédito y su relación con la recesión. El trabajo de Gómez y Reyes lo aborda desde una perspectiva poskeynesiana y analiza el conflicto eventual entre las metas de control inflacionario y de estabilización macroeconómica.
El ensayo de Alfredo Sarmiento estudia la relación entre educación y globalización. Destaca que la idea de la educación como medio para acumular capital humano capta apenas parte del problema. Examina la tensión entre libertad y equidad, y afirma que una y otra sólo se pueden construir mediante un proceso educativo que respete el valor de la diversidad.
Los dos últimos artículos de este número de la Revista de Economía Institucional tienen en común la preocupación por la racionalidad. Michel Zouboulakis, de la Universidad de Tesalia, y John Kamarianos, de la Universidad de Patras, hacen un estudio empírico de los parámetros de racionalidad del comportamiento de las firmas griegas. Examinan la influencia de las normas informales sobre las relaciones entre empresas. Y encuentran que existen formas de cooperación que desbordan los mecanismos típicos del mercado y que dicha cooperación contribuye a mejorar la eficiencia, aun de empresas competidoras. Sergio Monsalve presenta un balance del estado del arte de la teoría de juegos, casi sesenta años después de la publicación del tratado pionero de von Neumann y Morgenstern. Su artículo presenta un juicio crítico de lo que se ha hecho y de lo que se ha dejado de hacer; y muestra que las limitaciones del modelo de racionalidad del homo oeconomicus impiden formular “una teoría general... completamente satisfactoria de la dinámica estratégica”.
III
Frank Knight, reconocido fundador de la Escuela de Chicago, mostró gran interés por la relación entre ética y economía, así el tema sea desconcertante para los “Chicago boys” de nuestros días. En el pasado número de la Revista de Economía Institucional publicamos su ensayo sobre ética e interpretación económica. En este incluimos su texto sobre la ética de la competencia. Para entender el mercado como institución social, pueden ser útiles estas palabras suyas:
La vida económica competitiva tiene implicaciones valorativas en materia de producción, la más notable de las cuales es su atractivo como juego competitivo... Causa cierta repugnancia ética que la subsistencia de la gran masa de la población sea apenas un peón en ese deporte, por fascinante que sea para los dirigentes.
En el curso del debate académico sobre el informe de la Misión Alesina, Gabriel Misas comentó un trabajo de Alejandro Gaviria, sobre política educativa, publicado en Coyuntura Social. Ponemos a disposición de nuestros lectores esos comentarios de Gabriel Misas. Germán Burgos aporta una revisión general de la literatura acerca de la relación entre derecho y desarrollo económico, que hace énfasis en los aportes de la Nueva Economía Institucional y señala sus limitaciones desde el punto de vista de las ciencias jurídicas. Una breve nota de Keiichi Tsukenawa, de la Universidad de Tokio, compara las perspectivas asiáticas y latinoamericanas acerca de las instituciones y el desarrollo. La sección de notas y discusiones se cierra con dos notas sobre la crisis argentina: una de Carlos Esteban Posada, ya mencionada, y otra de Armando Blanco.
Cuando era presidente, César Gaviria dijo que las farc eran como un dinosaurio, anacrónico y sin capacidad para reproducirse. Diez años después, Boris Salazar y María del Pilar Castillo toman esa frase como referente irónico del título de su incisivo estudio sobre el conflicto interno colombiano, que emplea métodos de la teoría de juegos. La reseña de Bernardo Pérez, Director del Observatorio del Manejo del Conflicto del Externado, usa el texto de Salazar y Castillo como base para una reflexión más amplia acerca de la dinámica de nuestra guerra civil. Carolina Esguerra discute el Informe del Banco Mundial para 2002, cuyo tema es la construcción de las instituciones como medio para el desarrollo. El reciente texto de Joseph Stiglitz sobre la globalización y sus malestares ha despertado una viva polémica y llegó a ser el libro más vendido en Colombia, hecho poco usual en textos de política económica. Astrid Martínez comenta las ideas de Stiglitz y las reacciones que han suscitado. Salomón Kalmanovitz elaboró una reseña de los trabajos que se presentaron en el debate sobre el informe de la Misión Alesina, realizado por iniciativa de la Revista de Economía Institucional, y publicados por Fedesarrollo y Alfaomega con el título Debates nacionales. Con su habitual franqueza, Kalmanovitz expresa su desacuerdo con muchas de las contribuciones a ese debate, que a su juicio pecan por una “inclinación nacionalista”.
IV
Incluimos un índice acumulado de los trabajos publicados en los primeros siete números de la revista, elaborado por Carolina Esguerra, que a partir de este número asume las funciones de Coordinadora Editorial. A su eficiente y discreta labor se debe gran parte de lo que hemos hecho en estos primeros tres años.
V
Registramos con beneplácito la creación del Colombian Economic Journal, que se publicará en inglés y con un espíritu pluralista, cuyo objetivo es divulgar entre la comunidad académica internacional una muestra representativa de la investigación económica que se hace en el país. Esta iniciativa es patrocinada inicialmente por las universidades Nacional, de los Andes, del Rosario, del Valle y el Externado, así como por la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Mayores detalles están a disposición de nuestros lectores en la página del Colombian Economic Journal, www.cej.unal.edu.co.