¿CÓMO LLEGÓ LA ECONOMÍA A SEMEJANTE SITUACIÓN?
HOW DID ECONOMICS ARRIVE TO SUCH A SITUATION?
Geoffrey M. Hodgson*
* Profesor de la Universidad de Hertfordshire, Departamento de Economía y Estadística, Reino Unido, gmhodgson@herts.ac.uk. Traducción de Alberto Supelano. Fecha de recepción: 13 de septiembre de 2001; fecha de aceptación: 6 de diciembre de 2001.
RESUMEN
[Palabras clave: enseñanza de la economía, pluralidad, tolerencia, proyecto académico, JEL: A11, A12, A20, A23]
Hodgson denuncia en este texto la parcialidad de la enseñanza de la economía y se une a las protestas estudiantiles que reclaman una reforma académica profunda. Critica la falta de pluralismo y tolerancia en los métodos de enseñanza y argumenta que la excesiva formulación matemática, junto con la comercialización del conocimiento y la investigación, han contribuido a estrechar la visión de los economistas. Propone que así como el requisito académico de las matemáticas es universal, también lo deberían ser la filosofía, la historia de la economía, la historia de las ideas, el estudio de las instituciones sociales y las condiciones prácticas de la formulación y aplicación de las políticas.
ABSTRACT
[Key words: Teaching of economics, plurality, tolerance, academic project, JEL: A11, A12, A20, A23]
In this short essay Hodgson denounces the superficiality in the teaching of economics and agrees with the student protests which have urged deep academic reforms. He also censures the absence of plurality and tolerance in teaching methods and argues that excessive mathematical formulation, together with the commercialization of knowledge and research have contributed to narrowing the approach of economics. He proposes the study of philosophy, economic history, history of ideas, as well as relevant social institutions and the practical conditions of social politics, should be as important as the academic requirement of knowledge of mathematics.
Aplaudo las recientes iniciativas del movimiento por una economía pos-autista en Francia y la petición de reforma de los estudiantes del posgrado en economía de la Universidad de Cambridge. Son dos rayos de esperanza en un panorama intelectual que de no ser por ellos sería muy inquietante. Es de esperar que estas iniciativas ayuden a revertir el estrechamiento y la excesiva formalización que la economía experimentó aceleradamente en la segunda mitad del siglo veinte.
En 1903, Alfred Marshall creó uno de los primeros centros que daban título de economía en Gran Bretaña en la Universidad de Cambridge. Su plan de estudios era mucho más amplio del que es usual en el año 2001. ¿Si aún estuviera vivo, Marshall conseguiría hoy empleo en la Universidad de Cambridge o en otro destacado Departamento de Economía? Tal vez no. En primer lugar, en los escritos de Marshall hay muy pocas matemáticas y él consideraba que estas no eran más que un instrumento auxiliar.
En sus cartas, Marshall explicó que sentía “poco respeto por la teoría pura”. Declaró: “Me parece que gran parte de la ‘teoría pura’ es una fruslería elegante’. En una línea de pensamiento muy similar, Marshall escribió a Francis Edgeworth en 1902: “En mi opinión, la ‘teoría’ es esencial... Pero no imagino una noción más perjudicial que la de que la economía abstracta, general o ‘teórica’ es ‘apropiada’” (Correspondencia de Alfred Marshall, John K. Whitaker, editor, Cambridge University Press, 1996, vol. 2, pp. 256, 280, 393).
Esos sentimientos no ayudarían a que Marshall hoy consiguiera empleo en un departamento de economía de alta reputación. En los últimos cien años, mucho ha cambiado para peor en cuanto al pluralismo y la tolerancia en economía. La economía hoy se preocupa mucho menos por la historia de la economía y de las ideas, el estudio de las instituciones sociales reales y relevantes, y las condiciones prácticas y detalladas para formular y aplicar políticas.
¿Cómo llegó la economía a su estado actual? La polarización ideológica del período de la Guerra Fría no puede explicar por sí sola por qué la economía tomó un giro erróneo. Puede explicar en alguna medida por qué la economía occidental llegó a estar cada vez más dominada por la ideología pro mercado desde 1948 a 1991. Pero no puede explicar el grado de estrechamiento y empobrecimiento del plan de estudios estándar de economía en los últimos 50 años.
Algunos economistas piensan que la creciente matematización de la economía es la principal causa del estrechamiento de la economía desde 1950. La formalización se alimenta a sí misma. Da lugar a un proceso ostentoso de reforzamiento positivo, en el que todo lo que importa es aquello que se puede presentar en forma matemática: lo demás se margina o se rechaza. De ese modo, el plan de estudios se estrecha. Y, con el tiempo, los criterios de selección basados en la formalización atractiva e innovadora empiezan a predominar en las principales revistas y en los procesos de nombramiento de los profesores. A golpes de trinquete, la profesión en su conjunto es dominada progresivamente por los formalistas. Y así sucesivamente, en una espiral inevitable de estrechamiento acelerado.
Los efectos de retroalimentación positiva involucrados en la formalización explican en gran parte por qué la economía llegó al estado en que se encuentra. Pero no creo que esta sea toda la historia. La formalización no explica por completo las penalidades de las ciencias sociales, sobre todo cuando miramos fuera de la economía.
Examinemos la sociología. Está en profundos problemas. Su proyecto teórico central de relacionar la acción con la estructura social está prácticamente en el caos. Su discurso se ha visto embrollado por corrientes intelectuales de moda deliberadamente oscuras que jamás se deberían haber tomado en serio.
Además, luego de abandonar sus presupuestos teóricos previos, muchos sociólogos hoy abrazan una versión del ‘hombre económico’ que maximiza la utilidad y proclaman que esta es la ‘nueva sociología’, pese a que no tenga muchas diferencias con la economía neoclásica estilo Gary Becker. La sociología está en tal estado de confusión que ya no tiene una capacidad clara para definir su propia identidad.
No ignoro que se están haciendo buenos trabajos en sociología y en otras disciplinas. Aunque es irónico que gran parte de los mejores trabajos sociológicos de los últimos veinte años hayan tratado temas y fenómenos que correspondían a la esfera del economista.
En el caso de la sociología, a diferencia de la economía, la formalización no ha desempeñado un papel significativo como causa del malestar. Cuando se consideran las ciencias sociales en conjunto, es claro que ha influido algo más que la formalización. Hoy pienso que en la academia contemporánea ha intervenido algo aún más terrible y preocupante. Intervienen fuerzas globales que amenazan la integridad intelectual de todas las disciplinas académicas. Las dos principales ciencias sociales han estado entre las primeras bajas.
Mi explicación provisional de esta evolución global tiene en cuenta un tema esencial de la tercera parte de mi libro Economía y utopía (Routledge, 1999): el escenario de creciente complejidad, intensidad del conocimiento y especialización en el capitalismo. En el proceso competitivo, el capitalismo crea cada vez más productos, tecnologías y necesidades.
Pese a que en algunos sectores hay un proceso de descalificación, el capitalismo actual también requiere una variedad creciente de especialistas calificados. La fuerza de trabajo global se divide en profesionales calificados y una subclase no calificada. En ciertas condiciones institucionales, el nivel requerido de calificación de la población calificada es impulsado hacia arriba por las fronteras expansivas de la ciencia y la tecnología, y por el aumento de la carga administrativa de la creciente complejidad social y organizativa.
Es claro que este escenario tiene varias consecuencias para las universidades contemporáneas. Primero, la creciente demanda corporativa de trabajo altamente calificado ha llevado a que las necesidades e intereses del mundo corporativo estén en el centro del campo académico. La economía del conocimiento ha extendido el dominio de la comercialización hasta los baluartes del conocimiento.
Aunque una buena dosis de mundanalidad real en las torres de marfil mal ventiladas puede ser una fuerza benéfica, también puede corromper y perjudicar. El riesgo es que las universidades pierdan su aura de investigación independiente. La comercialización del aprendizaje y la investigación puede perjudicar la antigua función institucional de las universidades como centros de investigación relativamente independientes. En las ciencias sociales, uno de los efectos recientes de esta comercialización es el descenso relativo de la inscripción de estudiantes en economía y sociología en favor de las escuelas de administración.
En el intento de mantener su posición y su prestigio, la economía reaccionó acentuando su ornamentado ropaje de formalización. Esto aceleró el proceso de matematización, que tiene su propia lógica institucional, como se describió anteriormente.
Entre tanto, la sociología en su conjunto estalló en una orgía de desconfianza en sí misma. Algunos sociólogos escaparon de los departamentos de sociología para realizar estudios de caso (a veces excelentes) de organizaciones empresariales en las escuelas de administración. Pero el núcleo teórico de la sociología se convirtió en un campo de batalla abandonado.
Esta es sólo una parte de la historia. El acelerado proceso de especialización y el creciente volumen de conocimiento –que describí en Economía y utopía– tienen efectos igualmente graves en la vida académica. El número de revistas científicas y otras publicaciones ha crecido en forma explosiva. Al mismo tiempo, la ciencia misma se subdivide incesantemente en un número creciente de subdisciplinas. En consecuencia, es cada vez más difícil mantenerse actualizado en cualquier subdisciplina, así sea en un solo tema. El resultado esencial es que se perjudica cada vez más la reflexión crítica y el diálogo interdisciplinario. Es cada vez más difícil adoptar una visión más general y ejercer impacto en otras disciplinas.
Los generalistas –con la inclinación de Marx, Mill, Marshall, Durkheim, Pareto, Weber o Schumpeter– tendrían dificultades para obtener una posición estable en la universidad contemporánea. Hoy, cuando es más difícil lograr una gran visión, las grandes preguntas riñen con el éxito. Las disciplinas se reducen a tecnicismos casi insignificantes. Desafortunadamente se pierde la gran visión. Las causas de la enfermedad de la economía no se limitan a la economía.
Por consiguiente, el restablecimiento de la salud es aún más difícil. La universidad contemporánea puede requerir una reforma como la de Humboldt, similar a la que adelantaron las universidades alemanas en el siglo diecinueve para envidia del mundo. Un rasgo esencial de esa revolución académica fue que la filosofía remplazó a la religión en la cúspide de toda investigación. La búsqueda de la verdad siguió siendo el propósito de la universidad y se exigió que todos los estudiantes entendieran los problemas filosóficos de la verdad y de la explicación. La facultad de filosofía adquirió plena igualdad de condiciones con respecto a la demás facultades.
Hoy damos por sentado que todo científico debería tener entrenamiento en matemáticas y estadística. Pero, hoy, la enseñanza de la filosofía es la excepción y no la regla. La filosofía debería alcanzar una posición igualmente general y prestigiosa, tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales. La filosofía es una habilidad transferible a múltiples campos de investigación. De aquí que haga posible la comunicación entre disciplinas. Fomenta una estructura mental crítica y puede ayudar a encontrar las grandes preguntas. El desarrollo científico se ve facilitado por la conciencia filosófica común acerca de los problemas de la verdad, el significado, la prueba, la modelación, la explicación, la predicción, la unificación y el progreso.
Sugeriría además que todo estudiante de ciencias debe tener conocimientos al menos de la historia de su propio campo de estudio. Debería haber un conocimiento general de los precedentes históricos para el éxito o el fracaso de la innovación científica. El desarrollo contemporáneo de la ciencia puede ser guiado e inspirado por el conocimiento de su propia historia.
En suma, así como el requerimiento de las matemáticas es hoy prácticamente universal, también lo deberían ser la filosofía y algunos episodios pertinentes de la historia de las ideas. Estos tres elementos deberían ser parte del plan de estudios obligatorio de toda ciencia. No sé cómo pueda ocurrir esta segunda revolución humboldtiana. Quizás ya empezó, al menos en París y Cambridge.