ENRIQUE LOW MURTRA
Antonio Hernández Gamarra*
* Especialista en Comercio Internacional y Política Monetaria e investigador, Bogotá, Colombia [ahernandezgamarra@gmail.com]. Nota con ocasión del Homenaje a Enrique Low Murtra celebrado en la Universidad Externado de Colombia el 29 de abril de 2011.
Concurro a este acto con la gratitud y el reconocimiento que, en mi condición de ciudadano, guardo por la memoria de Enrique Low Murtra
Disposición afectiva común a todos los colombianos de bien frente a la existencia y el ejemplo de Enrique por su integridad, por su rectitud y por el desinterés republicano con que desempeñó sus funciones como Director de Estudios Macroeconómicos en el Departamento Nacional de Planeación, Consejero Económico de la Presidencia de la República, Director de Impuestos Nacionales, Contralor de Bogotá, Director del Sena, Consejero de Estado, Ministro de Justicia y Embajador de nuestra República.
Los colombianos le debemos gratitud a la memoria de Enrique Low Murtra por su hombría de bien y por una vida que, como dijera alguna vez Carlos Martínez Silva para referirse a don Miguel Samper, “no conoció una contradicción, ni un desvío de la línea recta, ni una cobarde transacción con la inequidad”1.
Más allá de esa constancia, no tienen estas palabras el propósito de ahondar en los atributos del Gran Ciudadano que fue Enrique Low, pues lo que aquí querría expresar es mi afecto por el carácter afable y generoso de quien fue un magnífico maestro, rasgos de su personalidad propios de una familia de pedagogos, de los cuales me beneficié aun sin haberme tocado en suerte el haber sido su discípulo formal.
Conocí a Enrique a mediados de 1970 cuando, a mi regreso de cursar estudios de especialización en el exterior, él trabajaba en el Departamento Nacional de Planeación.
Nos embargó desde los primeros días una corriente de mutua simpatía, influida en mi caso, inicialmente, sin duda, por el afecto que como dirigente estudiantil yo tuve a mediados de los años sesenta por la obra que su padre, el rector Rodolfo Low Maus, edificó en la Universidad Industrial de Santander, y que llevó al insólito caso de que durante varios meses los jóvenes universitarios de todo el país nos opusiéramos a su salida de esa rectoría.
Insólito caso pues por esos tiempos lo usual era que los estudiantes fuéramos a la huelga para pedir la salida de los directivos universitarios y no para oponernos a ella.
Esa corriente de mutua simpatía, y nuestras conversaciones sobre lo que debería hacerse para mejorar la marcha de la economía, hizo que Enrique me propusiera que lo acompañara como su colaborador en la Unidad de Estudios Macroeconómicos del DNP. Nunca he sabido bien por qué ello no fue posible, pues por esa época yo terminé trabajando con Roberto Junguito en la Unidad de Estudios Agropecuarios y no en la Unidad de Estudios Macroeconómicos.
Para entender a cabalidad la envergadura de esas responsabilidades de Enrique, al que algunos juzgan sólo como un abogado que entendía de economía, habría que decir que allí velaron sus primeras armas en el servicio público, entre otros, Antonio Urdinola, Guillermo Perry y Roberto Junguito, que con el paso de los años acabarían ejerciendo el cargo de ministros de hacienda.
La circunstancia de que yo no terminara trabajando con él en los temas macroeconómicos en nada disminuyó nuestra comunicación y cercanía, producto de las cuales, cuando decidió irse al BID a mediados de 1974, Enrique terminó proponiéndole al Doctor Fernando Hinestrosa Forero, previa consulta conmigo, que yo fuera su sucesor como Decano en la Facultad de Ciencias Económicas en esta casa de estudios.
Fue en los cerca de dos meses que conversamos sobre la situación de la Facultad, sus posibilidades de fortalecimiento, la necesidad de introducir modificaciones al pénsum de estudios, la urgencia de ampliar la planta de profesores de tiempo completo y la importancia de transmitir nuestros ideales en la forma más precisa posible al Doctor Hinestrosa, que pude apreciar la honda vocación pedagógica de Enrique Low y su generosa condición humana.
Aun a sabiendas de que el plan propuesto para fortalecer la enseñanza de la economía en el Externado podría ser juzgado por algunos como una crítica a su anterior tarea al frente de la Facultad, Enrique no vaciló en acompañar las propuestas de reforma, en estimular el debate, en sugerir ideas para mejorarlas y en animarnos a emprender el camino.
Los dos habíamos leído el trabajo del profesor Currie sobre la enseñanza de las ciencias sociales en general y de la economía en particular, y sabíamos que en cuanto se trata de preparar la inteligencia y el carácter para cumplir determinadas funciones sociales, y como complemento al buen uso de la urbanidad y de la cortesía, una buena educación:
puede contribuir al más importante de todos los objetivos, el entrenamiento de la mente como instrumento de análisis. Las características de una mente bien disciplinada son: el logro de una cierta objetividad, humildad intelectual, conocimiento de las grandes dificultades envueltas en la mayoría de los problemas y particularmente los problemas humanos, respeto por la autoridad, no tanto en el sentido popular del término sino en el de la autoridad intelectual. Un conocimiento de los puntos esenciales de las grandes controversias de nuestro tiempo, la habilidad para descubrir la demagogia, los argumentos mendicantes, los sofismas de simple lógica y los argumentos emocionales y, finalmente, un cierto grado de conocimiento de nuestros propios procesos mentales (Currie, 1967, 8)2.
Gracias a esa amplitud de miras, y al legado de Enrique, aquí pudimos trabajar para crear una escuela de Economía que fuese pluralista en lo ideológico, rigurosa en lo académico, respetable en su quehacer pedagógico e investigadora de las dolencias y carencias sociales y económicas de la sociedad colombiana. Unos principios que para bien han permanecido incólumes a lo largo de todos estos años en la Facultad de Economía del Externado.
Por si ello fuera poco, Enrique volvió cinco años más tarde para reemplazarme en la Decanatura y para seguir con espíritu juvenil, no exento de cierto humor socarrón cuando era necesario, dando ejemplo de apostolado pedagógico, de disciplina, de rigor y de obsesión por transmitir conocimientos.
Ese afán pedagógico, cuya expresión más notoria quedó plasmada en los numerosos libros que Enrique Low escribió sobre la teoría y la política fiscal, se asentaba en el hondo convencimiento de que impuestos bien diseñados y un gasto público redistributivo contribuirían a la búsqueda de la equidad social, antes como hoy tan alejada, para mal, de los propósitos de una parte de la sociedad colombiana.
Finalidad de justicia social que Enrique también predicó acerca de la importancia de un manejo prudente de la política monetaria, como quedó reflejado en su afortunada síntesis de la Historia monetaria de Colombia 1886-1986, que la Contraloría General de la República publicó en este último año con ocasión del centenario de la Constitución de Núñez y Caro3. Ensayo de obligada lectura para todo aquel que desee iniciarse en el conocimiento de nuestra institucionalidad monetaria.
Fiel a sí mismo, exento del culto a vanidad cualquiera, seguro de que era un hombre bueno en el sentido de la palabra bueno, y por tanto desfacedor de entuertos y no de ellos facedor, como diría Beremundo El Lelo, por encima de tropelías, de odios y de violencias, a Enrique lo sorprendió la muerte al tomar un taxi hará mañana veinte años, después de ejercer por última vez su tarea pedagógica.
El odio y la violencia absurda le arrebataron su vida, pero no el símbolo de lo que ella fue. Pues sin temor a amenaza alguna murió transmitiendo conocimientos y mostrándonos, con su ejemplo, la importancia de ejercer sin dobleces lo que siempre consideró su deber: ser un Buen Ciudadano y magnífico maestro.
Por esa fidelidad a su vocación, y por sus mil virtudes, me asocio con entusiasmo a este homenaje de gratitud a la memoria de Enrique Low.
NOTAS AL PIE
1. Martínez Silva, C. “El gran ciudadano”, Escritos político económicos de Miguel Samper, tomo I, Bogotá, Banco de la República, 1977.
2. Currie, L. Enseñanza universitaria en los estudios sociales, Bogotá, Tercer Mundo, 1967.
3. Texto que fue publicado con el título Estado y Economía de la Constitución de 1886.