ECONOMÍA DE LA AGRICULTURA
THE ECONOMICS OF AGRICULTURE
de Jesús Antonio Bejarano
Absalón Machado C.*
* Investigador del Centro de Estudios Ganaderos y Agrícolas, CEGA, director del proyecto de investigación sobre instituciones agropecuarias y profesor de la Universidad Nacional.
En este texto el profesor Bejarano recoge una síntesis del conocimiento y las discusiones generadas, especialmente en la década del noventa, sobre la economía agrícola en sus diferentes vertientes. No se trata de la elaboración de un texto original en el sentido de una teoría que ayude a comprender los procesos agrarios en que está involucrada la sociedad colombiana y sus conflictos, es más bien un libro de divulgación y sistematización de diferentes enfoques y temas, de gran ayuda y orientación para la enseñanza de la economía agrícola en las universidades.
Empieza repasando las teorías clásicas sobre el papel de la agricultura en el desarrollo económico que elaboraron Johnston y Mellor en los inicios de los años sesenta, y cuyo enfoque era válido para visualizar la manera como la agricultura contribuía al crecimiento en un modelo de desarrollo donde ese sector era considerado subsidiario del resto de la economía en el sentido de aportante de excedentes de alimentos, materias primas y mano de obra. Bejarano indica que en los contextos y procesos actuales se requiere una visión de una agricultura más proactiva con un papel menos pasivo, y por ello sus funciones tradicionales requieren adicionarse con las de la contribución directa al crecimiento y a la generación de empleo, a la solución del problema de la pobreza y de las necesidades básicas, y sus aportes a la seguridad alimentaria. De alguna manera, este enfoque abre el camino a repensar la agricultura en términos de la multifuncionalidad, hoy utilizada por los países europeos para defender la agricultura y el sector rural y justificar los subsidios que se le otorgan, y donde se le da una gran importancia a las externalidades positivas que tienen las actividades rurales en la ocupación pacífica del territorio, la conservación del medio ambiente y el mejoramiento de la calidad de vida ciudadana. Esta revalorización de la agricultura sólo es posible en una concepción amplia de lo rural, visto como un potencial para el crecimiento económico y el desarrollo.
Esas contribuciones de la agricultura al desarrollo, que implican reenfocar las políticas sectoriales, son reforzadas por Bejarano cuando resalta la necesidad de trabajar con un enfoque de equilibrio general, el cual permite considerar tres aspectos relevantes: el problema de las interdependencias, los impactos de las políticas macroeconómicas sobre el desarrollo agropecuario y de éste sobre el equilibrio macroeconómico, y la atención a las complementariedades intersectoriales. Estos temas serían una preocupación permanente en sus análisis y elaboraciones sobre el desarrollo sectorial, y están reflejados en varios de sus escritos y en este texto; también se observan claramente en el informe de la Misión de Estudios del Sector Agropecuario que coordinó durante 1988-1990.
Con estas premisas el profesor Bejarano desarrolla varios temas en el texto, uno de ellos dedicado a revisar las teorías sobre la transformación estructural y el crecimiento agrícola con base en las experiencias internacionales. La abundante literatura sobre esta temática le permite constatar, basado en análisis realizados por Juan Luis Londoño, que en Colombia la transformación estructural ha sido, por lo menos hasta fines de los ochenta, más rápida que lo esperado según la experiencia internacional. Allí avanza también sobre las fuentes del crecimiento y el comportamiento de la productividad agrícola, para lo cual se ilustra en el caso colombiano.
En el capítulo sobre la estructura agraria y el desarrollo económico repasa los análisis provenientes tanto de América Latina como de países desarrollados para mostrar las dificultades que enfrenta la agricultura y las consecuencias de los modelos bimodales en la estructura agraria latinoamericana. Un lector ilustrado sobre el tema esperaría encontrar en este capítulo un avance significativo en la conceptualización; sin embargo, éste no es el caso, aunque hay que reconocer que Bejarano logra señalar la introducción de nuevos elementos en el análisis del problema agrario que van más allá de la estructura misma, como el papel de los precios relativos, las políticas agrícolas de los países desarrollados y el papel de las transnacionales. Ello podría explicarse si se tiene en cuenta que Bejarano estaba más interesado en capturar los nuevos procesos que modifican la estructura agraria desde afuera de ella, que en hacer una nueva conceptualización de la misma observando los procesos de cambio y el papel de la agricultura en el desarrollo. Por ello, este tema lo lleva a mostrar que el interés por el análisis de la estructura agraria se fue desplazando por temas como la tecnología, el papel de los recursos naturales, la sostenibilidad y la seguridad alimentaria. Parece extraño que Chucho haya dejado de lado los aportes que hizo al tema el profesor Antonio García, quien construyó su concepto de estructura agraria sobre el análisis de la realidad latinoamericana, con una visión histórica y dinámica que superó en mucho las concepciones marxistas de escritorio al estilo de Michael Gutelman o Roger Bantra, o las criollas fundamentadas en dogmas.
El mercado como concepto fue siempre una de sus preocupaciones y en el texto lo retoma para hacer una distinción clara con la comercialización como mecanismo primario de coordinación de las actividades de producción, distribución y consumo. Su idea de que el análisis del mercado debe contemplar toda la cadena productiva está en la vía más moderna de tratamiento analítico que conduce a mirar la competitividad, no ya de un producto en particular, sino de la cadena o de un cluster . Ello hace más complejo el análisis de los mercados, pues introduce múltiples elementos que requieren una coordinación o gerencia con una planificación compleja. Bejarano recuerda en este capítulo las características de la oferta y la demanda de productos agrícolas, las elasticidades, las fallas de mercado, los problemas de incertidumbre en la actividad y otros que son muy allegados a la economía agrícola.
En dos capítulos sucesivos resume las discusiones y enfoques sobre las políticas macroeconómicas y las agrícolas, así como sus relaciones recíprocas. Destaca el papel de los precios relativos en el comportamiento de la actividad agropecuaria, a raíz del análisis de los impactos de las políticas macroeconómicas sobre la agricultura, en especial el manejo de la tasa de cambio y la política comercial. Un buen espacio le dedica a la política sectorial donde el papel del Estado es relevante. El capítulo abunda en muchos aspectos y sería de destacar entre ellos la importancia que le da a los conflictos entre las políticas y los productores y al análisis de la economía política, lo cual le permite discutir la naturaleza y las razones de las intervenciones del Estado en la agricultura y el reto que ello trae para las organizaciones de los productores. Una buena atención le da a los problemas de capital humano, la tecnología, los riesgos, la provisión de bienes públicos, el financiamiento de la inversión, el acceso a los mercados, la redistribución de la tierra y los títulos de propiedad. En todos ellos el papel del Estado es crucial, y las políticas agrícolas giran sobre las consideraciones de las fallas del mercado para suministrar adecuadamente esos elementos básicos para el desarrollo del sector. Pero advierte sobre el falso dilema entre intervencionismo y liberación del mercado, al asumir más bien la posición de que el Estado y el mercado son complementarios. En esta discusión es fácil ver que Bejarano se aparta de la posición neoliberal, indicada por algunos contradictores.
No se pueden dejar de mencionar los intentos de Chucho por construir una conceptualización del tema de la transición, a raíz de las discusiones sobre las políticas agrícolas y el papel del Estado, y en especial de la política comercial. Entiende ese proceso como “el paso de una agricultura protegida, intervenida y regulada tanto en términos de precios como en términos de mercado de factores, a una economía abierta y desregulada”. En su análisis destaca elementos para que la transición opere, en especial la superación del reto que implica diseñar políticas realistas capaces de proponer un esquema sostenible durante un plazo razonable, y disponer de un cuadro de incentivos suficientes para superar la incertidumbre que genere la transición.
La competitividad y la agricultura sostenible fueron dos temas que llamaron su atención, y en los cuales acudió con frecuencia al conocimiento generado en el exterior con el fin de comprenderlos y establecer sus alcances. Por la literatura que reseña en su libro se puede percibir el esfuerzo hecho especialmente por aclarar los conceptos y deducir sus implicaciones en términos de políticas y estrategias. Una preocupación notoria sería la de buscar maneras de operacionalizar ese tipo de conceptos, sobre todo el de sostenibilidad, en lo cual no hace avances significativos, pues en realidad ello sigue siendo una tarea técnica y política aún no resuelta satisfactoriamente. Las lecturas le permitieron identificar las variables estratégicas de las políticas para la competitividad: las inversiones públicas, la investigación y el progreso técnico, la transformación de las instituciones y la información.
La relación entre comercio y medio ambiente deriva en el tema de la sostenibilidad, un conflicto no resuelto que reta a los estamentos políticos y técnicos y que está condicionado por las políticas y regulaciones internacionales.
El capítulo final sobre las instituciones y la agricultura que denomina como una visión neoinstitucional, es el que quizás deja menos satisfecho al lector. Bejarano no encontró muchas referencias sobre instituciones y agricultura, y se le abona haber esbozado los campos donde se encuentran desafíos teóricos y prácticos, tales como: intercambios, derechos de propiedad y el Estado, costos de transacción, contratos, información, incertidumbre y organizaciones. Todos estos temas han sido tratados por los institucionalistas de las diversas vertientes, pero no se les ha hecho un acercamiento al sector agropecuario y rural, en especial en los países en desarrollo. Esta es una tarea que está por desarrollarse y que Bejarano apenas sugirió como abrebocas a un tema de gran interés para entender nuestros procesos de cambio, desarrollo y atraso.
Puede decirse que el texto es una lectura importante para los estudiosos del tema agrario, es una fuente para reflexionar sobre múltiples aspectos de la compleja realidad en que se mueve la agricultura en sus diferentes relaciones, y también para buscar avances en el desarrollo conceptual y en la comprensión de nuestro desarrollo, tan ligado a la problemática rural y sus relaciones con los sectores urbanos.