CARDOSO EL OPOSITOR ACADÉMICO VS. CARDOSO EL POLÍTICO: ¿CONTINUIDAD O RUPTURA?
CARDOSO THE POLITICAL OPPONENT VS. CARDOSO THE POLITICIAN: CONTINUITY OR RUPTURE?
Corinne Pastoret*
* Magíster en Análisis Económico y Político, profesora de Laurentian University, Sudbury, Canadá, cpb7f@umkc.edu Fecha de recepción: 17 de julio de 2006, fecha de modificación: 20 de septiembre de 2006, fecha de aceptación: 5 de octubre de 2006.
RESUMEN
[Palabras clave: Fernando Henrique Cardoso, teoría de la dependencia, América Latina; JEL: N96, O14, O18]
Cardoso es un pensador del desarrollo y la teoría de la dependencia que combina la sociología, la economía y la ciencia política para dar una visión interdisciplinaria de los cambios en Latinoamérica. Este artículo analiza la radical evolución teórica de Cardoso en dos de sus principales libros, Dependency and Development in Latin America (1970) y Charting a New Course: The Politics of Globalization and Social Transformation (2001). Los cargos que ocupó cuando escribió esos dos libros, opositor académico-político y luego, político, pueden explicar su evolución. Cardoso hoy sostiene que rigen nuevas condiciones políticas y económicas y que se necesita una nueva teoría que “guíe el nuevo curso”.
ABSTRACT
[Key words: Fernando Henrique Cardoso, dependency theory, Latin America; JEL: N96, O14, O18]
Cardoso is among the most famous thinkers on development and dependency theory. He successfully combines sociology, economics and political science to build an interdisciplinary view of Latin America’s transformations. This paper analyses Cardoso’s “radical” theoretical evolution between two major books, Dependency and Development in Latin America (1970) and Charting a New Course: The Politics of Globalization and Social Transformation (2001). The positions he occupied when he wrote these two books, academician-political opponent and then politician, could explain his evolution. Cardoso claims that new political and economic conditions have taken place and a new theory is thus required in order to “chart a new course”.
Fernando Henrique Cardoso es uno de los más conocidos escritores sobre el desarrollo y la teoría de la dependencia1. Sus contribuciones intelectuales no se limitan a las situaciones de dependencia2, también analiza temas como la esclavitud, el autoritarismo, la democracia y la globalización. Cardoso combina provechosamente la sociología, la economía y la ciencia política para construir una visión interdisciplinaria de las transformaciones latinoamericanas. La evolución de su pensamiento no se puede entender en el vacío; está relacionada íntimamente con la inesperada evolución de los sistemas políticos y económicos de Brasil. Sus intereses evolucionaron con las grandes transformaciones políticas y económicas de su época. Su estructuralismo no determinista se propone descubrir de qué manera los agentes colectivos pueden transformar las estructuras políticas y económicas para construir un futuro mejor.
Este artículo examina la evolución teórica radical de Cardoso entre dos de sus libros principales: Dependency and Development in Latin America (1970) y Charting a New Course: The Politics of Globalization and Social Transformation (2001). Primero analizó los cambios estructurales de América Latina desde una perspectiva marxista, y propuso el socialismo como única solución. Treinta años después argumentó que la lucha de clases ya no es el motor del cambio y que las políticas liberales y la democracia constituyen la nueva utopía. Los cargos que ocupaba cuando escribió estos dos libros, opositor académico y político, y luego político, pueden explicar este cambio. Cardoso da otra interpretación: no repudió ideológicamente el marxismo y el socialismo para adoptar políticas liberales, asociadas con la democracia. Sostiene, en cambio, que surgieron nuevas condiciones políticas y económicas y que se requiere una nueva teoría para “trazar un nuevo rumbo”. La primera sección de este trabajo describe brevemente su trayectoria intelectual. Las dos secciones siguientes presentan sus dos libros, dando atención especial a los fundamentos teóricos y metodológicos de cada uno. Cardoso nunca ha sido maximalista, pero ha cambiado la importancia que da a las estructuras, la cultura y la elección racional. La última sección analiza críticamente su contribución a la comprensión de los fenómenos políticos y sus proposiciones normativas.
VIDA Y TRAYECTORIA INTELECTUAL DE CARDOSO
La trayectoria intelectual y profesional de Cardoso es fundamental para entender la evolución de sus ideas políticas. Presentó su tesis de sociología en la Universidad de São Paulo en los años cincuenta, con el título “Capitalismo y esclavitud en el sureste de Brasil”. Su reputación de marxista era bien conocida. Se inspiró en Marx, Sartre, Weber y Touraine... Se convirtió en profesor y estudió el papel de los industriales en el modelo nacionalista-populista brasileño. Con el golpe de Estado de 1964, tuvo que huir de Brasil para evitar su arresto. Luego fue invitado a la CEPAL en Chile, donde conoció a Hirschman y Prebisch. En esta época elaboró su modelo de desarrollo dependiente, que interpreta la dinámica latinoamericana en el siglo XX. Las ideas que desarrolló constituyen el núcleo de su primer libro influyente, Dependency and Development in Latin America (1970). Enseñó en Francia entre 1967 y 1969, y decidió volver a Brasil. Le negaron el derecho a enseñar, y decidió crear un centro de investigación dinámico e independiente que retaría al Estado militar. Su interés principal empezó a desplazarse de la teoría de la dependencia al estudio del autoritarismo y del sistema político brasileño.
Su vocación política se fortaleció desde 1973, por la influencia del ensayo “La política como vocación” de Max Weber. El interés intelectual de Cardoso se desplazó progresivamente hacia la democracia. Se convirtió en un actor importante del movimiento por la democracia. Luego fue ministro de Relaciones Exteriores en 1992 y ministro de Hacienda en 1993, durante una profunda crisis económica. Cuando llegó a ser Presidente, en 1994, adoptó las políticas ortodoxas denominadas “Plan Real” (reforma fiscal, liberalización comercial, desregulación). Su segundo libro influyente, Charting a New Course: The Politics of Globalization and Social Transformation, fue escrito en esta época.
DEPENDENCIA Y DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA: PUNTOS PRINCIPALES, BASES TEÓRICAS Y METODOLOGÍA
En Dependency and Development in Latin America (1970), Cardoso se propone escribir la historia de las diversas situaciones de dependencia3 para probar que no existe una relación determinista entre la hegemonía, la dependencia y el desarrollo. En particular, las formas anteriores de dependencia, que surgieron después de la ruptura del pacto colonial, son diferentes de la nueva forma de dependencia de los años setenta4. Según él, “es útil recordar que las formas de dependencia pueden cambiar, y para identificar las posibilidades estructurales de cambio, hay que señalar exactamente las alternativas existentes en un momento histórico dado” (Cardoso, 1979, x).
En este primer libro, intenta describir las grandes transformaciones de América Latina, en particular la expansión capitalista, después de la ruptura del pacto colonial. Quiere probar que la dependencia y el subdesarrollo no son el “destino” de América Latina y que siempre han existido otras alternativas. Para desarrollar este argumento, no se basa en una sola perspectiva, bien sea económica, política o social5, la cual daría una imagen distorsionada de la realidad. Un ejemplo de una imagen distorsionada es la creencia en que el subdesarrollo es la continuación inevitable de las relaciones imperialistas existentes durante el pacto colonial. Para entender el desarrollo y la dependencia, y su relación, tiene en cuenta las interacciones entre la sociología, la ciencia política y la economía. Sostiene que no existe una teoría única del desarrollo o la dependencia que se pueda aplicar “automáticamente” a todos los países de América Latina. Por el contrario, la dependencia puede tomar varias formas –que llevarían al desarrollo o al subdesarrollo– dependiendo del contexto socio-político de cada país. Rechaza entonces las concepciones deterministas de la relación entre dependencia y subdesarrollo. El subdesarrollo o la dependencia no se pueden atribuir únicamente a fuerzas externas que mantienen dependientes a los países subdesarrollados. En otras palabras, la dependencia y el (sub)desarrollo también son provocados en parte por grupos o clases nacionales específicos que se benefician con esta situación. La dependencia y el desarrollo se deberían dejar de considerar como “variables externas”; “lo que sucede ‘dentro’ de un país dependiente no se puede explicar totalmente sin tener en cuenta los vínculos de los grupos sociales internos con los externos” (ibíd., 22). Cardoso hace entonces una descripción muy detallada de este contexto en diferentes períodos y para cada país de América Latina, en vez de utilizar una teoría única simplista y abstracta. Las formas de dependencia y desarrollo son por tanto geo-históricamente específicas. Aunque fuerzas globales similares ejercen presión sobre cada país de América Latina, las consecuencias son muy diversas porque sus clases, Estados, ejércitos, ideologías, intereses y relaciones de poder son diferentes. Cardoso insiste en la necesidad de analizar la diversidad de clases, las fracciones de clases, los grupos, las organizaciones y los movimientos políticos e ideológicos que, en forma activa y dinámica, forman la historia de la expansión capitalista en América Latina6.
Las formas que adopta la dependencia varían considerablemente. Esta variación de la forma se expresa en el contexto sociopolítico mediante el tamaño y el tipo de clase obrera así como de la burguesía, el tamaño y el tipo de clase media, el peso de la burocracia, el papel del ejército, las formas del Estado, las ideologías de los movimientos sociales, etc. (Cardoso, 1979, xx).
Las principales preguntas que se formula son: ¿Cuáles son las relaciones entre dependencia y desarrollo? ¿Cómo se convierten las fuerzas hegemónicas en fuerzas internas? ¿Qué grupos nacionales se benefician con las situaciones de dependencia? ¿De qué manera los grupos específicos transforman las estructuras políticas o económicas en su propio interés? ¿Cuáles son los determinantes económicos, políticos y sociales del desarrollo? ¿Cuáles eran las alternativas posibles para los países latinoamericanos en un momento específico? ¿Qué cambios sociales y políticos provoca el desarrollo? ¿Por qué los países latinoamericanos reaccionan de manera diferente ante las fuerzas hegemónicas?
Cardoso piensa que estas preguntas son importantes porque cree que aún no se ha propuesto una teoría satisfactoria del desarrollo y la dependencia. También son importantes porque muestran que los países latinoamericanos tienen alternativas y grados de libertad. Su teoría intenta solucionar las limitaciones de las teorías sociales, políticas y económicas del desarrollo y la dependencia en América Latina. Sostiene que estas teorías parciales tienen un poder explicativo limitado y simplifican en exceso la realidad, porque no tienen en cuenta las relaciones entre factores sociales, políticos y económicos. Por ejemplo, las teorías de la modernización –que ven a las sociedades latinoamericanas como desviaciones– no pueden explicar el desarrollo de América Latina. Cardoso critica la teoría de la modernización porque supone que el continente debe seguir el modelo de industrialización de Europa Occidental para desarrollarse. También da el ejemplo de teorías de la ciencia política –como el estructuralismo, el conductismo y diferentes teorías del desarrollo– que inspiraron a las teorías del desarrollo de América Latina en los sesenta, y que simplifican excesivamente la realidad porque dejan de lado las estructuras económicas. A diferencia del viejo institucionalismo, argumenta que el desarrollo no se puede analizar considerando únicamente los cambios en el nivel institucional7; también se debe integrar el comportamiento político de las clases sociales. Los economistas tienen un problema similar: la teoría de la dependencia de la CEPAL8 también es simplista porque descuida los procesos sociales, las relaciones imperialistas entre países y las relaciones asimétricas entre clases (ibíd., ix). Los economistas suponen que las situaciones de dependencia siempre tienen las mismas consecuencias acumulativas en los países de la periferia.
Cardoso soluciona estas limitaciones teóricas proponiendo una ciencia social integral9, que según él es la mejor forma de entender los problemas del desarrollo. Subraya las diferencias culturales, políticas y estructurales entre los países e insiste en las diferentes formas que puede tomar la dependencia. Esta diversidad refleja la especificidad política, económica y social de cada país latinoamericano. Al mismo tiempo, un mismo país suele experimentar diferentes tipos de dependencia en momentos diferentes. De ese modo, Cardoso trata de ser más “realista” que otras teorías del desarrollo o la dependencia. Está en desacuerdo con las concepciones mecanicistas de la historia que postulan que todas las formas de dependencia tienen las mismas características. Argumenta que los factores externos o la dominación extranjera no son suficientes para explicar la dinámica de las sociedades10. No cree que una fuerza global capitalista lleve obligatoriamente a los mismos resultados en cada país latinoamericano porque son política, ideológica, cultural y estructuralmente diferentes. Busca subrayar estas diferencias y estudiar su impacto.
Para contestar esas preguntas, Cardoso describe la historia de las diversas situaciones de dependencia, la interacción entre factores políticos, sociales y económicos, y las alternativas que tenían los países latinoamericanos. En particular, los procesos sociales y políticos tuvieron mayor impacto en las políticas de desarrollo que eligieron y en los resultados que obtuvieron. La historia de las diversas situaciones de dependencia empieza con la ruptura del pacto colonial entre España y Portugal y sus colonias americanas. Cardoso identifica dos formas “pasadas” de dependencia que surgieron en América Latina después de esa ruptura y añade una nueva forma que existía en los años setenta11. Cada una de estas formas básicas tiene consecuencias económicas, sociales y políticas diferentes.
Las respuestas a estas preguntas no se pueden entender fácilmente sin considerar la dinámica del proceso histórico que él describe. Por ello, hacemos un breve repaso de este proceso histórico. La historia de la dependencia empieza con el pacto colonial. Cardoso sostiene que la motivación principal de las guerras de independencia12 fue el deseo de los grupos exportadores de comerciar en mejores condiciones con el nuevo poder hegemónico: Gran Bretaña. Estos grupos encontraron entonces maneras de cambiar la dominación colonial de España13. Para favorecer al sector exportador, los nuevos Estados “independientes”14 que surgieron en esa época mantuvieron la estabilidad con la militarización. Gran Bretaña se alió con el sector exportador de los países latinoamericanos para obtener condiciones comerciales favorables. Esta fue una situación de dependencia del primer tipo. Pareciera que los sistemas económicos y sociales existentes durante la expansión colonial siguieron asegurando la expansión del capitalismo industrial europeo. Pero la perpetuación de la dependencia no se impuso a la fuerza a los nuevos Estados independientes, sino que esta situación fue el resultado de fuerzas internas: el sistema exportador impuso “a toda la sociedad una forma social15 de producción afín a sus propios intereses”, aunque éstos no fueran los intereses nacionales de los nuevos Estados independientes. Se definieron nuevas políticas comerciales que fueran rentables para el sector exportador. Pero, a diferencia de España, Gran Bretaña no sólo estaba interesada en importar materias primas de América Latina sino también en encontrar mercados para su creciente producción en los nuevos Estados independientes. Y pudo entonces, a través de las alianzas con el sector exportador, obtener condiciones comerciales favorables a cambio de comprar exportaciones latinoamericanas16.
Cardoso luego evalúa el impacto de la ruptura del pacto colonial y de la creación de los Estados independientes sobre el desarrollo de América Latina. Las exportaciones de Venezuela y Argentina eran mayores que durante el período colonial porque provenían del sector agrícola, lo que dio mayor poder a los terratenientes (en particular para abaratar el trabajo)17; mientras que otros países latinoamericanos se estancaron18. Concluye que la expansión del capitalismo fue diferente en cada país, no sólo por las diferencias de recursos naturales ni por el momento de incorporación al sistema internacional. Para entender el desarrollo también es esencial saber en qué momento las clases se aliaron o chocaron con los intereses extranjeros, organizaron los Estados, respaldaron ideologías diferentes o siguieron políticas distintas para enfrentar los retos imperialistas (ibíd., xvii). En conclusión, la dependencia subsistió sin que fuera impuesta a la fuerza por un poder hegemónico. Fuerzas externas similares pueden llevar al desarrollo o al subdesarrollo, dependiendo de las políticas adaptativas que adopten nacionalmente y de las alianzas de clase específicas.
Después de 1850, todos los países de América Latina vivieron un período de crecimiento exportador, que fue posible por la expansión del transporte (marítimo y ferroviario) y de la banca relacionada con la City de Londres. En esa época se consolidaron los vínculos externos y la dominación burguesa-oligárquica. Existía una división entre la producción19, cuya administración era nacional, y el transporte, organizado por países extranjeros. Este período de prosperidad también fue posible por la expansión de los latifundios privados, después de la apropiación de las tierras indígenas y de las propiedades de la Iglesia. En esa época, el crecimiento doméstico era financiado con recursos nacionales. A finales del siglo XIX cambió la estrategia de las economías centrales, que pasaron a tomar el control de la producción periférica para venderla en los mercados externos. En algunos países surgió progresivamente una situación de dependencia de “economía de enclave”, que llevó a que la burguesía nacional perdiera el control del sector exportador. Algunas actividades requerían más tecnología y capital de los que estos países podían proporcionar. Otros países se debilitaron debido a su incapacidad para competir20. En consecuencia, su dependencia comercial y financiera permitió que las economías centrales, en particular Estados Unidos, tomaran el control de los sistemas productivos periféricos21.
El control financiero y comercial que caracterizó al capitalismo europeo fue sustituido a finales del siglo XIX por formas de acción económica que orientaban las inversiones al control de los sectores de producción del mundo periférico que las economías centrales consideraban importantes, real o potencialmente. En este período, el nuevo centro hegemónico mundial –la economía de Estados Unidos– debido al impulso de la inversión y a su autonomía relativa con respecto a muchos productos primarios, dificultó la expansión de las economías latinoamericanas ligadas al comercio mundial por intermedio del mercado norteamericano más que cuando estaban vinculadas al sistema importador europeo (ibíd., 71).
Cardoso da el ejemplo de la producción bananera de Guatemala22 que terminó con un monopolio extranjero del transporte y la producción. El desarrollo económico de la periferia “llegó a expresar la vitalidad de las economías centrales y la naturaleza del capitalismo, sin considerar las actividades de los grupos locales” (ibíd., 70). Los productores locales perdieron participación en el proceso de desarrollo23.
Cardoso muestra que el desarrollo genera cambios sociales. El crecimiento exportador fue acompañado por el desarrollo de una sociedad industrial urbana, la creación de nuevos grupos (agricultores capitalistas, propietarios de minas, comerciantes, banqueros) y el surgimiento de una clase media. Estos nuevos grupos amenazaban la estabilidad del sistema político, tratando de modificar las estructuras existentes –controladas por el grupo exportador dominante– para imponer su dominación. En Argentina, el desarrollo de la agricultura y la ganadería amplió la producción ligada al mercado doméstico, y alentó el crecimiento urbano. El desarrollo hacia afuera llevó a una diferenciación de grupos entre los sectores medios (civil, militar, ligados a las exportaciones o al mercado interno). El centralismo autoritario fue utilizado para subordinar la economía a los intereses de los grupos agro-exportadores. El deseo de la clase media y de los estratos populares urbanos de participar en el equilibrio de poderes generó inestabilidad política. Los trabajadores urbanos se sublevaron, y en 1912 Irigoyen estableció el sufragio universal y las elecciones libres. Irigoyen intentó seguir políticas económicas independientes: nacionalización del petróleo y los ferrocarriles. Pero la burguesía nacional exportadora se restauró cuando la Gran Depresión debilitó a Argentina. En Brasil, el gobierno de Vargas (1930-1949) incorporó los intereses de la clase media, sin crear obstáculos al sector exportador. Las grandes inversiones públicas en infraestructura, la sustentación del precio del café y la ampliación del mercado interno mantuvieron el nivel de empleo y sostuvieron la industria nacional. El sistema agro-exportador pudo entonces mantenerse estable, a pesar de la Gran Depresión24. En los años treinta, la política industrial argentina fue menos efectiva que la de Brasil, y no por razones económicas. “Gracias al sistema socio-político de Brasil, se formó un mercado interno una década antes que en Argentina” (ibíd., 101). Así, las diferencias de desarrollo obedecieron principalmente a factores políticos.
Después de la Gran Depresión, en América Latina se adoptaron políticas de sustitución de importaciones como reacción a la gran caída del comercio en los países del centro. Estas políticas se caracterizaron por una industrialización creciente, la construcción de infraestructura y el crecimiento del sector privado doméstico, con base en una gran participación del Estado. La introducción de aranceles proteccionistas pretendía reducir las importaciones de los países del centro. El crecimiento fue impulsado entonces por fuerzas internas y no fue el resultado de la expansión industrial del centro (ibíd., 160). Estas políticas de desarrollo basadas en la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) fueron elegidas debido a que “reconciliaban las necesidades de desarrollo de una economía que no sólo creó un base económica para los nuevos grupos […] sino que también ofrecía oportunidades de incorporación socio-económica a los grupos populares, que por su número y presencia en las ciudades podían alterar el sistema de dominación” (ibíd., 129). En otras palabras, los factores políticos –en particular, las alianzas de poder existentes– cumplieron un papel fundamental en la adopción de las políticas de ISI. La ideología (el populismo desarrollista) era el medio para crear un consenso estable a pesar de los conflictos de intereses25.
Las masas en general se orientaron a la participación y a la distribución económica y social. Los nuevos sectores dominantes por lo general favorecieron la expansión económica nacional continua, ahora dirigida al mercado interno. Su tendencia al nacionalismo hizo posible la incorporación de las masas en el sistema de producción y, en diversos grados, en los sistemas políticos. La conexión que se estableció dio entonces significado al “populismo desarrollista”. Esta ideología expresaba intereses opuestos: consumo ampliado versus inversión acelerada en las industrias pesadas, la participación del Estado en el desarrollo versus fortalecimiento del sector urbano-industrial privado. Una ideología como el “populismo desarrollista”, en la que podían coexistir grupos opuestos, fue un intento de lograr un grado razonable de consenso y legitimar el nuevo sistema de poder basado en un programa de industrialización que ofrecía beneficios para todos (ibíd., 130).
Cardoso explica que las políticas de ISI fueron más eficientes en Brasil que en Argentina debido a que el sector agrícola argentino era suficientemente poderoso para limitar las políticas de ISI y la intervención del Estado en su propio interés. Y argumenta que la intervención económica estatal fue primero política26, una respuesta a las demandas de las masas desempleadas y de una economía agrícola en decadencia.
Durante el período de industrialización, se necesitó capital extranjero para mantener el crecimiento generado por las políticas de ISI. No se consideró que el mayor acceso a la tecnología extranjera fuera un problema porque el sector industrial necesitaba grandes cantidades de inversión extranjera para su desarrollo. “Esta coincidencia temporal de intereses políticos y económicos hizo posible reconciliar las políticas proteccionistas, parte de la presión popular y la inversión extranjera” (ibíd., 158). Esta necesidad coincidía con la estrategia estadounidense de invertir, a través de corporaciones multinacionales, en los sectores productivos de América Latina para acceder a sus mercados domésticos. Progresivamente, los altos niveles de desarrollo en América Latina estuvieron acompañados por “nuevas” formas de dependencia. Cardoso señala que otros países (China, la Unión Soviética) eligieron alternativas diferentes para preservar su autonomía. En cambio, América Latina decidió modernizarse transfiriendo tecnología extranjera, a “expensas del sistema económico nacional y de las decisiones políticas para el desarrollo” (ibíd., 162). Los Estados también se volvieron dependientes porque sus políticas de crecimiento y empleo fueron limitadas por factores internacionales27.
Por tanto, el desarrollo aumentó la inestabilidad política y acentuó la exclusión de las masas rurales y urbanas y de la clase media… las que primero apoyaron las políticas de ISI.
Cuando el proceso de sustitución de importaciones empezó a requerir mejor tecnología, mayor acumulación y más eficiencia […] el populismo y el nacionalismo fueron reemplazados por otra orientación política de desarrollo (ibíd., 142).
Esta nueva forma de desarrollo requería una renovación del sistema socio-político. Los nuevos sectores económicos controlados por las multinacionales y el sector financiero trataron de influir en las decisiones nacionales. Esto terminó con la sustitución de los regímenes democráticos por regímenes autoritarios corporativos. Las rebeliones fueron reprimidas con el argumento del “temor a la amenaza comunista” (ibíd., 167). La influencia militar se presentó entonces como condición necesaria para el desarrollo.
Cardoso cree que la teoría se debe basar en la realidad para describir las situaciones concretas. Argumenta que los datos estadísticos y las demostraciones son útiles y necesarios. De otro modo, las teorías abstractas podrían dominar y dar una explicación distorsionada de la realidad. Los datos se deben interpretar en su contexto histórico estructural para que tengan significado28. En su opinión, los datos no se pueden utilizar para probar la validez o falsedad de una teoría, pero “son fundamentales para aclarar las tendencias de cambio y los procesos que surgen en la historia de manera imprevista”29.
Analiza en detalle la situación de dependencia, la relación de dominación entre Estados y la lucha de clases en cada país latinoamericano. Utiliza principalmente datos de acontecimientos políticos (cambios de gobierno, rebeliones, etc.) o hechos económicos (monopolización, políticas económicas, senda de crecimiento, etc.). Pero no mide con precisión el desarrollo ni los grados de dependencia. Tampoco cuantifica la relación entre ambos. Argumenta que no tiene sentido medir la dependencia.
[…] tiene poco sentido tratar de medir los “grados de dependencia” haciendo comparaciones formales entre las situaciones de dependencia. Algunos de esos esfuerzos aíslan las “dimensiones del poder” involucradas en las situaciones de dependencia de sus “aspectos económicos”. Con ese procedimiento desaparece la característica básica de los estudios de la dependencia: el énfasis en el análisis global. Por otra parte, en muchos estudios, las dimensiones seleccionadas de la dependencia se conciben de manera estática para ajustar las realidades a las exigencias metodológicas de la “lógica de la investigación científica” […] algunos estudios que prueban las “teorías de la dependencia” suponen que todas las formas de dependencia tienen rasgos comunes (ibíd., xii).
Su argumento de que los factores sociales, políticos y económicos son importantes para analizar el desarrollo es convincente. Demuestra claramente las limitaciones de las teorías económicas, políticas y sociales. Pero la gran diversidad oscurece la posición de Cardoso sobre la dependencia. Es difícil precisar el impacto de la dependencia sobre el bienestar público o comparar el impacto de las diferentes formas de dependencia. Es incluso difícil saber si la independencia es mejor que la dependencia. Su premisa de que los conflictos entre grupos sociales son el motor principal del cambio puede llevar a que Cardoso distorsione la realidad omitiendo el papel de los individuos. De hecho, es difícil asegurar que cada individuo se ajusta, “intuitiva” o racionalmente, al “comportamiento típico de clase”. ¿Hay homogeneidad perfecta en el comportamiento de los individuos que pertenecen a una clase? ¿Son realmente irrelevantes las diferencias para explicar el cambio?
Su enfoque es estructuralista e histórico. Se interesa en las transformaciones estructurales de largo plazo ocasionadas por la lucha de clases y los movimientos sociales. Como marxista, usa la dialéctica30 para estudiar las estructuras y los procesos de cambio. Argumenta que “las estructuras sociales son el producto del comportamiento colectivo” (ibíd., x). Las estructuras políticas y sociales se modifican cuando nuevas clases o grupos logran imponer sus intereses31. Presta atención especial al análisis de los mecanismos y procesos de dominación mediante los que se mantienen las estructuras existentes.
[…] nuestro enfoque es estructuralista e histórico: subraya no sólo el condicionamiento estructural de la vida social, sino también las transformaciones históricas de las estructuras mediante el conflicto, los movimientos sociales y la lucha de clase. Nuestra metodología es entonces histórico-estructural (ibíd., x).
Pero Cardoso no asocia la existencia de estructuras perdurables con el determinismo. Su análisis busca presentar ambos aspectos de las estructuras: los mecanismos de auto-perpetuación y las posibilidades de cambio (ibíd., xi).
Su primer libro también integra nociones de la elección racional y enfoques culturalistas. Subraya los intereses de los países extranjeros, que transforman las estructuras domésticas para aumentar sus ganancias, como en las teorías del imperialismo. Sin embargo, las situaciones de dependencia también son el resultado de grupos o clases domésticas que apoyan las situaciones de dependencia en su propio interés. Los individuos se comportan racionalmente, en relación con la clase a la que pertenecen. Las clases se comportan de manera racional y forman alianzas que maximizan sus intereses. Este comportamiento de clase es importante para explicar por qué las fuerzas externas no crean una situación de dependencia que se impone a toda la población de los países dependientes. Cuando las condiciones políticas, sociales o económicas cambian, se destruyen las alianzas entre clases y grupos, y se remplazan por nuevas alianzas “racionales”. Para Cardoso, las diferencias o estrategias individuales puras no son relevantes para explicar las grandes transformaciones.
Por supuesto, la penetración imperialista es un resultado de fuerzas sociales externas (empresas multinacionales, tecnología extranjera, sistemas financieros internacionales, embajadas, Estados y ejércitos extranjeros, etc.). Lo que afirmamos significa simplemente que el sistema de dominación reaparece como una fuerza “interna”, a través de las prácticas sociales de los grupos y las clases locales que tratan de hacer valer los intereses extranjeros, no precisamente porque sean extranjeros, sino porque pueden coincidir con los valores e intereses que esos grupos consideran propios (ibíd., xvi).
No obstante, en la explicación que da Cardoso de la “pasión por lo posible”32 hay ideas de la teoría de la elección racional. Los individuos que desean cambiar las estructuras sociales, políticas y económicas existentes tienen que conocer las posibilidades del cambio. Deben elaborar una estrategia para transformar las estructuras de la manera que desean33. Esta oportunidad para que los agentes transformen las estructuras “abre” el sistema, que podía haber seguido otras alternativas.
Por último, Cardoso también emplea ideas del enfoque culturalista. Destaca el papel de la ideología (nacionalismo, socialismo, populismo, “miedo anti-comunista”) para explicar la dependencia, los casos de desarrollo y las transformaciones políticas (ibíd., 16), así como para crear consensos entre intereses opuestos, como en el caso del populismo desarrollista.
Los componentes ideológicos intervienen en el significado de “interés nacional”, así como en la racionalización de la posibilidad de que existan Estados-nación sometidos a intereses y presiones extranjeras (ibíd., 20).
La ideología es fundamental para entender las motivaciones de la acción y los factores del cambio. La situación de dependencia caracterizada por Estados centrales-periféricos no es sólo el resultado de fuerzas económicas globales, sino también de las ideologías que se defendieron en un período específico34. Cardoso no es entonces maximalista. Utiliza la dialéctica como instrumento, no como metodología determinista. La lucha de clases, los comportamientos sociales de grupo, las estructuras y las alianzas existentes son producto de un proceso histórico. Las relaciones de poder, las estructuras y las alianzas se transforman continuamente en respuesta al cambio de influencias externas o a situaciones inestables. Las estructuras están en continua transformación. Los grupos o clases pueden elegir entre diversas alternativas históricamente definidas. Los sistemas siguen entonces una evolución probabilística.
UN NUEVO RUMBO: LAS POLÍTICAS DE GLOBALIZACIÓN Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL. PUNTOS BÁSICOS, BASES TEÓRICAS Y METODOLOGÍA
En Charting a New Course: The Politics of Globalization and Social Transformation (2001), Cardoso describe su trayectoria intelectual. Los primeros capítulos recuerdan sus primeras obras sobre la esclavitud, la teoría de la dependencia y el autoritarismo en Brasil. El núcleo de este libro es un conjunto de escritos y discursos del período en que Cardoso fue ministro y Presidente. Propone un “nuevo rumbo”, una transformación estructural que Brasil debería seguir para beneficiarse con la globalización. Las preguntas que se formula son fundamentales porque, como ministro o Presidente, tenía que elegir la mejor alternativa. Utiliza sus argumentos para legitimar sus reformas políticas y económicas, e intenta convencer a la izquierda de que no repudió su pensamiento anterior. Al mismo tiempo, quiere mantener su integridad como académico.
Cardoso argumenta que los tiempos han cambiado desde que escribió su libro sobre dependencia: “Nuestros países se renovaron. Dejaron de ser sociedades simples a las que se podía entender haciendo referencia a un juego de pocas clases” (Cardoso, 2001, 179). Las sociedades son menos homogéneas y ya no es posible dividirlas entre el capital y el trabajo (ibíd., 187). No rechaza su obra sobre la dependencia ni la efectividad de las políticas de ISI. Pero argumenta que la situación cambió y que las “viejas” soluciones ya no son adecuadas. La producción se internacionalizó, pero Brasil está retrasado, padece un rezago tecnológico y tiene que encontrar la mejor forma de adaptarse a esta nueva fuerza externa. El nuevo reto de Brasil es el de definir “las formas ideales de reacción social al sistema internacional, las mejores formas de beneficiarse de la inevitable globalización” (ibíd., 179). En otras palabras, la mejor alternativa de Brasil es acelerar su integración a la economía global35. Su “nuevo” modelo de desarrollo consiste en reducir el papel del Estado, profundizar la democracia y liberalizar la economía, incluidos los servicios y el sector financiero (ibíd., 216). El retorno al modelo de ISI sería perjudicial, porque sus signos de agotamiento son obvios. Una integración benéfica a la economía mundial también requiere un nuevo orden internacional, el cual depende de relaciones diplomáticas y socios comerciales adecuados, y de la “tarea individual de cada país basada en un consenso democrático” (ibíd., 248). La globalización también modificó el papel del Estado: se debe reformar para que sea menos intervencionista. La competitividad y la atracción de inversión extranjera deben ser prioridades (ibíd., 246). El Estado aún cumple un papel “social” importante para apoyar la educación, los sistemas de salud y reducir la pobreza (ibíd., 263). Para Cardoso es importante subrayar que esta opción no es dictada por el dogma neoliberal, sino que su propuesta es la mejor solución para Brasil36. Esta solución se adapta al actual período de bienestar “postideológico: postliberal y postsocial”. Cardoso apoya un “nuevo socialismo” inspirado por la “tercera vía” social-demócrata37.
En este sentido, el socialismo del futuro tendrá que ajustarse a una especie de “utopía de rango medio” […] si el socialismo es incapaz de dar esperanzas, si sólo ofrece protestas (ecológicas e institucionales), seguirá fracasando para sentar el camino del cambio, que no se limita a las mentalidades e ideologías, sino que representa un instrumento político para un mañana mejor. Aceptando esta versión débil de la utopía, también aceptamos el momento contemporáneo: que la justicia social y la libertad son los pilares del nuevo socialismo, que todos nos rendimos ante la supremacía del mercado. Pero no debemos aceptar su lógica. “La mano invisible” […] no es perfecta; exacerba y acumula injusticia (ibíd., 272).
De acuerdo con Cardoso, esta forma de socialismo constituye una “utopía realista”. Supone que su concepción del Estado no es neoliberal; quiere un “Estado mejor que corrija las desigualdades causadas por el mercado” (ibíd., 273). También explica que el Estado no puede hacerlo todo. La ética de la solidaridad en el ámbito nacional e internacional parece ser la solución al poder limitado del Estado (ibíd., 250). En el ámbito nacional, debe progresar el desarrollo de la comunidad, que representa una nueva asociación entre la sociedad y el gobierno38. En el ámbito internacional, los Estados deben fortalecer la cooperación para el desarrollo a fin de combatir la marginalización, la exclusión, el hambre, las enfermedades y la violencia (ibíd., 250).
Cardoso es un “verdadero creyente en la democracia” (ibíd., 194). Propone transformar los sistemas políticos para que sean más democráticos. “Brasil necesita remodelar los fundamentos de su sistema legal” (ibíd., 190). Es necesario crear nuevas instituciones para actualizar la democracia occidental y adaptarla a los países latinoamericanos contemporáneos39. En particular, propone introducir un sistema de distritos.
Para que el sistema político representativo se perfeccione, las reglas que lo definen deben cambiar continuamente. El número de partidos, los requisitos para crearlos, los métodos para asegurar la lealtad partidista y el sistema electoral se deben replantear a la luz de las nuevas demandas de la democracia de masas. Nada sería mejor para la credibilidad de los políticos que establecer mecanismos para que los funcionarios elegidos sean más responsables con los votantes […] Una manera de aumentar el nivel de confianza hacia los políticos y de acercar a los representantes a sus electores es un sistema de distritos (ibíd., 195).
Cardoso reconoce que, en contra de las expectativas brasileñas (ingenuas), la democracia no resuelve todos los problemas sociales. Muestra las distorsiones de los medios de comunicación (ibíd., 192) y la vacuidad del debate político en la vida política. Desea radicalizar la democracia “para ir al fondo de un proceso que permita que el pueblo soberano controle su destino en el nuevo contexto creado por la sociedad de masas contemporánea” (ibíd., 285). También presenta un fuerte sesgo democrático, pues las únicas alternativas posibles son las que son compatibles con la economía de mercado y la democracia40.
En este libro, Cardoso no utiliza el método científico. El principal argumento consiste en demostrarle a la izquierda brasileña que el viejo modelo de Estado intervencionista ya no se adapta a los nuevos retos creados por la globalización. No presenta datos para sustentar su opinión. Quizá subestime la existencia de formas contemporáneas de dependencia, como la dependencia del FMI, de los mercados financieros y de las relaciones de poder entre los Estados. Y la utopía realista que propone puede tomar tiempo para surgir; ¿qué pasará con el Brasil liberalizado-democrático durante ese tiempo? Tampoco muestra de forma convincente por qué la oposición entre el capital y el trabajo ya no es relevante para explicar el cambio. Cardoso cree en el surgimiento de un “espíritu globalista e ilustrado entre clases y naciones, a pesar de la victoria del individualismo” (ibíd., 274). Pero no da ninguna prueba de que exista esta nueva solidaridad mundial. ¿Por qué piensa que este espíritu de la ilustración será más fuerte que el individualismo victorioso?
En este segundo libro, aún recurre a un enfoque estructuralista, pero abandona la perspectiva marxista. La globalización es una nueva gran transformación del sistema capitalista. La política y las estructuras económicas brasileñas deben cambiar para responder al nuevo reto. Las fuerzas globales presionan a los países para que se transformen. Pero esta transformación puede tomar muchas “formas concretas”.
Cardoso atribuye un papel importante a la cultura. Destaca el ambiguo papel de los medios de comunicación en una democracia. Pueden jugar un papel positivo, denunciando la corrupción; también distorsionan la realidad y oscurecen el debate político. También se refiere a la cultura global que transforma las demandas individuales en Brasil. La importancia de una cultura y una identidad compartidas, que desaparecen progresivamente, es un factor necesario para el cambio. Según él, Brasil sufre una fragmentación social en grupos, que están tan fascinados por la imagen distorsionada de la realidad que da la televisión “que podrían olvidar lo que realmente constituye la identidad nacional: una historia común, una herencia cultural, un viaje colectivo (con triunfos y dificultades), y un sentido compartido del futuro” (ibíd., 188).
Concibe a los individuos de manera más compleja que la simple pertenencia a una clase. El proceso democrático les da la oportunidad de cumplir un papel activo41. También se refiere a los intereses individuales, pero prefiere no detallarlos para dar más importancia a sus ideas utópicas.
LA CONTRIBUCIÓN DE CARDOSO A LA COMPRENSIÓN DEL FENÓMENO POLÍTICO Y SUS PROPOSICIONES NORMATIVAS
Las contribuciones de Cardoso en sus dos libros tienen un carácter muy diferente. Dependency and Development in Latin America (1970) describe situaciones concretas de dependencia. En este libro, quiere describir la realidad teniendo en cuenta las dimensiones sociales, políticas y económicas. Da abundantes detalles o pruebas para mostrar la diversidad de la dependencia o situaciones de dependencia y de sus formas históricas. También muestra los cambios políticos creados por los conflictos de clase y el desarrollo.
En Charting a New Course: The Politics of Globalization and Social Transformation, Cardoso presenta las reformas políticas y económicas que pueden permitir que Brasil se beneficie con la “globalización inevitable”. No tiene ideas definidas sobre los resultados de estas políticas. Aunque prefiere no asustar a los brasileños, sabe que el sistema es abierto y que puede estar equivocado. Explica que los políticos usualmente tienen que tomar decisiones antes de que exista una teoría satisfactoria. Los resultados de las reformas son sólo un resultado probable, dado el limitado conocimiento de la globalización.
No pretendo referirme a la globalización con el rigor de un hombre de ciencia, entre otras razones porque en todo lo que he leído sobre ella percibo que falta una “teoría unificadora” para explicar en profundidad la génesis de los cambios y el curso de los rápidos desarrollos que ocurren en la realidad económica contemporánea. La academia, en mi opinión, aún está en proceso de identificar y entender el conjunto de acontecimientos que están cambiando la vida de las naciones a una velocidad hasta ahora inimaginable. Pero el tiempo y las motivaciones del político son esencialmente diferentes de los del científico social. El político no puede esperar a que el conocimiento se sedimente para actuar. Si lo hiciera sería superado por los acontecimientos. Hoy tenemos una certeza, el vasto alcance y la profundidad del cambio –que nos obsesiona y aflige– con la plena conciencia de la complejidad de los desafíos que debemos enfrentar. La verdad es que, independientemente de los vacíos teóricos, ya se conoce lo suficiente sobre la globalización para percibir con una perspectiva razonable el curso probable que tomará y en qué campos podemos actuar para mitigar algunos de sus efectos perniciosos, y al mismo tiempo, explotar todo el potencial de las ventajas que están apareciendo, de modo que en los próximos años podamos avanzar en la prosperidad con mayor justicia social (ibíd., 257).
En el segundo libro, la contribución de Cardoso es esencialmente normativa. Quiere construir un nuevo orden nacional e internacional, basado en la solidaridad, la justicia y la libertad. Tiene en mente una utopía realista que debe ser el modelo para los individuos, los Estados, los medios de comunicación y los grupos sociales. No está interesado en “lo que es” por sí mismo, sino en encontrar medios de ajustar la realidad a su concepción de un mundo ideal. Algunas veces olvida distinguir entre los mundos doméstico y global ideales y la realidad en sus discursos a los brasileños. Esto es muy problemático porque, en la realidad, el mundo no es (quizá aún no) humanista. La solidaridad, la complementariedad y las relaciones diplomáticas armoniosas entre países no son la regla. En lo que le atañe a Cardoso el académico, no es perjudicial mezclar la utopía y la realidad. En el caso de reformas reales, el discurso utópico puede llevar al desencanto.
La contribución principal de su segundo libro para entender la realidad se relaciona con las reformas democráticas en Brasil. Es crítico del impacto de las instituciones existentes, tomadas de los sistemas europeos occidentales. Describe una situación concreta, diferente de la que soñó en un principio, donde los sistemas democráticos son muy imperfectos. Finalmente, su contribución es problemática. Es difícil saber si sus argumentos son sinceros o sólo están destinados a convencer políticos escépticos específicos. Al mismo tiempo, es difícil saber si Cardoso tuvo que aplicar sus reformas (recomendadas por el FMI) y luego encontrar justificaciones para ellas, o si las soluciones son las que habría propuesto como académico.
NOTAS AL PIE
1. A Cardoso no le gusta el término “teoría de la dependencia” por su contenido determinista. Su concepto básico es, en cambio, desarrollo dependiente.
2. Para una lista detallada de sus artículos, libros, conferencias y entrevistas, ver Ardaillon (2001, 297-321).
3. “Desde un punto de vista económico, un sistema es dependiente cuando la acumulación y la expansión del capital encuentran su componente dinámico esencial dentro del sistema […] Las economías periféricas, aunque ya no se limiten a la producción de materias primas, siguen siendo dependientes de una forma muy específica: los sectores que producen bienes de capital no son lo suficientemente fuertes para asegurar el avance continuo del sistema, en términos financieros y tecnológicos” (Cardoso, 1979, xxii).
4. “Si este ensayo tiene alguna novedad, ésta consiste, además de la caracterización de las formas de dependencia anteriores, en el intento de delinear lo que se llama la nueva dependencia” (ibíd.).
5. Nuestro propósito es mostrar específicamente cómo se relaciona el desarrollo social, político y económico en América Latina” (ibíd., vii).
6. “Este libro analiza estos movimientos y los métodos dialécticos, como ya dijimos, exigen un esfuerzo de concreción con respecto a las formas abstractas de ‘expansión del capital’. Por tanto, debemos analizar la diversidad de clases, fracciones de clases, grupos, organizaciones y movimientos políticos e ideológicos que forman, de manera activa y dinámica, la historia de la expansión capitalista en América Latina. De hecho, el capital, como ‘forma’ económica (con su lógica de expansión) se materializa en la historia a través de las estructuras socio-políticas que respaldan y modifican las clases sociales y los grupos con intereses opuestos. El análisis histórico-estructural aclara las tendencias básicas de la expansión del capital, y encuentra sus límites como proceso socio-político. En este sentido, la comprensión del desarrollo capitalista requiere un análisis de las clases sociales y del contexto político que permite o impide la actualización de las diferentes formas y fases de la acumulación capitalista” (ibíd., xx).
7. “El desarrollo siempre altera el sistema de dominación social porque modifica la organización de la producción y el consumo. No se puede reducir a cambios en el nivel institucional o al análisis de las orientaciones valorativas de los actores. Esta visión del problema nos lleva a analizar el comportamiento político de las clases sociales que mantienen el control en el nivel estructural y de aquellos que se oponen a ese control” (ibíd., 16).
8. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) es la organización de las Naciones Unidas en la que trabajó Cardoso cuando escribió este libro.
9. “Queremos restablecer la tradición intelectual basada en una ciencia social integral. Buscamos una comprensión global y dinámica de las estructuras sociales en vez de ver únicamente dimensiones específicas del proceso social […] En este sentido, subrayamos la naturaleza socio-política de las relaciones económicas de producción, siguiendo así la tradición del siglo XIX de tratar la economía como economía política. Este enfoque metodológico, que encuentra su más alta expresión en Marx, supone que la jerarquía que existe en la sociedad es el resultado de formas establecidas de organización de la producción de la vida material y espiritual. Esta jerarquía también sirve para asegurar la apropiación desigual de la naturaleza y de los resultados del trabajo humano por las clases y grupos sociales. Intentamos, entonces, analizar la dominación en su relación con la expansión económica” (ibíd., ix).
10. “En estas interpretaciones, las características generales del capitalismo remplazan el análisis concreto de características específicas de las sociedades dependientes […] En estas interpretaciones […] las sociedades latinoamericanas se han construido como consecuencia de la expansión del capitalismo europeo y estadounidense. Aunque menos obvio, también hay rasgos del capitalismo que son comunes a los países desarrollados y dependientes. No obstante, al excluir de los modelos explicativos las luchas sociales y las relaciones particulares (económicas, sociales y políticas) que dan impulso a las sociedades dominadas específicas, este tipo de interpretaciones simplifican excesivamente la historia y conducen al error: no hacen una caracterización adecuada de las estructuras sociales, y tampoco captan el aspecto dinámico de la historia actualizado por las luchas sociales en las sociedades dependientes” (ibíd., xiv-xv).
11. Existen dos situaciones “anteriores” de dependencia que surgieron en los Estados “independientes” de América Latina: el primer tipo de dependencia tuvo lugar en los sistemas productivos nacionales controlados por la burguesía local. La burguesía local podía explotar el trabajo y apropiarse de los recursos domésticos. Pero el acceso al mercado internacional (precios, cuotas) dependía de las políticas o intereses de los países dominantes. El segundo tipo de dependencia “anterior” se refiere a las economías de enclave, donde el capital extranjero se incorporó al proceso productivo local. Las firmas extranjeras explotan el trabajo y los recursos domésticos y venden sus productos en los mercados externos. En esta situación, los grupos nacionales dominantes no son empresarios, están ligados políticamente a las empresas extranjeras que organizan la producción. Cardoso también define una “nueva” situación de dependencia característica de la internacionalización contemporánea del mercado. En este caso, las economías industrializadas dependientes están controladas por multinacionales, y el capital extranjero se utiliza para abastecer el mercado doméstico de los países dependientes (p. ej., la producción de automóviles en México o Brasil).
12. “La ruptura de lo que los historiadores llaman el “pacto colonial” y la expansión inicial del capitalismo industrial europeo fueron los rasgos históricos dominantes en el período de formación de las “nuevas naciones” en el siglo XIX. La expansión de las economías industrializadas centrales, primero de Inglaterra y más tarde de Estados Unidos, no se realizó en el vacío, puesto que se encontró con sistemas económicos y sociales ya constituidos por efecto de la expansión colonial precedente” (ibíd., 24-25).
13. Cuando América Latina rompió la dependencia colonial y entró al período de dependencia de Gran Bretaña, buscó el apoyo de los productores nacionales de bienes de exportación que, debido al crecimiento de su base económica –ya en marcha en la situación colonial– podían llegar a un nuevo acuerdo con las fuerzas dominantes que surgían a nivel mundial. Gracias a ello obtuvieron, si no el dominio absoluto, al menos una situación privilegiada en las estructuras de poder locales. En el paso de la hegemonía británica a la de Estados Unidos entraron en juego nuevos factores: el crecimiento de los grupos exportadores estuvo acompañado de un gran crecimiento de los sectores urbanos de la economía, especialmente de la industria. Aunque la nueva forma de dependencia tenía explicaciones externas a la nación –que se reflejaban en la expansión de las corporaciones industriales en el ámbito mundial–, las relaciones internas de clase la hicieron posible y le dieron forma. El crecimiento del sistema económico dependiente en el ámbito de la nación fue determinado, hasta cierto punto, por la capacidad de los sistemas internos de alianzas entre clases y grupos y la posición hegemónica de esas alianzas para asegurar la expansión económica” (ibíd., 25-26).
14. “Después de la independencia, el problema de la organización nacional en América Latina consistió en mantener el control local de un sistema de producción orientado a la exportación al tiempo que se creaba un sistema de alianzas políticas internas que diera un mínimo de poder interno al grupo que mantenía relaciones con el exterior (el mercado mundial y los Estados nacionales de los países del centro) para mantener la estabilidad y representar la dominación económica del sector orientado a la exportación” (ibíd., 35).
15. “Puesto que el objetivo de este ensayo es explicar los procesos económicos como procesos sociales, es necesario encontrar un punto de intersección teórica donde el poder económico se exprese como dominación social, es decir, como política. Una clase o grupo económico intenta establecer, a través del proceso político, un sistema de relaciones sociales que le permita imponer al conjunto de la sociedad una forma de producción afín a sus intereses, o al menos intenta establecer alianzas o subordinar al resto de grupos o clases para desarrollar un orden económico compatible con sus intereses y objetivos. Los modos de relación económica, a su vez, fijan los límites de la acción política” (ibíd., 15).
16. “Si las condiciones para establecer las relaciones entre clases y grupos estuvieron lejos de ser las que se imaginaban al comienzo del movimiento de Independencia, tampoco había condiciones para establecer nuevos lazos con el exterior tan positivos como se pensaba. En la primera mitad del siglo XIX, Gran Bretaña y luego Europa estaban dedicadas a satisfacer la demanda de capital de la “era del ferrocarril” en el continente y en Estados Unidos. Por esta razón, no hubo grandes inversiones de capital de Gran Bretaña y Europa en la América Latina independiente. Esto no significa que no hubiera comercio; por el contrario, Gran Bretaña hizo grandes esfuerzos para mantener activo el comercio con América Latina y acumular capital para invertir en las empresas mencionadas. Gran Bretaña se interesó principalmente en vender sus productos industriales en el mercado latinoamericano. Y llegó a dominar los canales mercantiles locales. El libre comercio no fue muy benéfico: con la quiebra de los antiguos monopolios, la competencia internacional tuvo a menudo un efecto adverso. En el antiguo ex Virreinato de Río de la Plata, los textiles de Gran Bretaña, el azúcar de Brasil, la harina de Estados Unidos y el vino y los licores de Europa y el Caribe inundaron los mercados de Buenos Aires en detrimento de la producción nacional, incluidos los cereales” (ibíd., 35).
17. “Las empresas locales se adaptaron lentamente al nuevo movimiento del comercio y, además, estaban dominadas por los británicos. Los capitalistas porteños vieron que la mejor forma de adaptarse a los cambios de las condiciones económicas era retornar al campo, especialmente después de 1820. Así, la cría de ganado en Buenos Aires fue financiada con el capital comercial acumulado durante el período colonial” (ibíd., 46).
18. Sin embargo, Venezuela, donde las guerras de independencia fueron brutales, vinculó su agricultura al mercado mundial y superó el nivel alcanzado durante el período colonial. El Río de la Plata, que fue asolado por guerras civiles, revueltas entre caudillos y conflictos externos, pudo sostener su estructura económica con la ganadería. En el otro extremo, Bolivia, Perú y, especialmente, México se estancaron e incluso decayeron” (ibíd., 39).
19. “La mayor parte de la inversión extranjera se dirigió a la comercialización y al transporte interoceánico, mientras que la inversión nacional se limitó a las actividades primarias, lo que significa que la producción era controlada nacionalmente mientras que el comercio y el transporte eran controlados por el exterior. Este patrón cambió con el flujo de inversión extranjera a las industrias extractivas. ¿Cuál fue la razón de esta división de funciones entre nacionales y extranjeros? […] no fue una cuestión de que hubiera capital nacional disponible para la inversión realizada por extranjeros; el hecho fue que los propietarios del capital, cuando existían, no estaban interesados en invertir en esas actividades […] La expansión de la red ferroviaria, sin embargo, requería un volumen de inversión que superaba las posibilidades del capital privado local; aunque éste participó en algunos casos, la inversión extranjera fue sustancial pero no total, y el papel de la inversión pública fue preponderante” (ibíd., 60).
20. “Parece que en muchos casos la formación de enclaves en las economías latinoamericanas fue un proceso en el que los sectores económicos controlados nacionalmente fueron paulatinamente desplazados debido a su incapacidad para reaccionar y competir en la producción de mercancías que exigían condiciones técnicas, sistemas de comercialización y capitales de gran importancia” (ibíd., 70).
21. “Aunque algunos países pudieron mantener la división de funciones mencionada, otros no pudieron evitar que los intereses extranjeros –principalmente de Estados Unidos e Inglaterra– lograran el control de los sectores productivos nacionales. Diversas actividades primarias, especialmente la minería, empezaron a requerir grandes inversiones de capital y servicios complejos de transporte y comercialización. La posición de las economías que tenían que enfrentar una fuerte competencia imperialista se debilitó debido a su creciente dependencia financiera y comercial; y la posición de las clases terratenientes también se debilitó de diversas maneras, a pesar de sus vínculos políticos, comerciales y financieros” (ibíd., 61).
22. El banano se convirtió en un importante bien de exportación de modo que el desarrollo de su ferrocarril llegó a ser primordial. El gobierno empezó a construir dos terceras partes. La parte restante fue construida por una compañía de transporte extranjera –que ya transportaba banano fuera del país– a cambio del manejo del ferrocarril durante 99 años. Esta firma terminó de construir el ferrocarril, y luego comenzó a producir y comercializar su propio producto. Luego monopolizó la producción de banano y el transporte nacional.
23. “La incorporación del sistema exportador de América Latina al mercado mundial a través de la creación de enclaves hizo necesario que los países latinoamericanos desarrollaran un ‘sector moderno’ que era una especie de extensión tecnológica y financiera de las economías centrales” (ibíd., 71).
24. Nuestra hipótesis es que el desarrollo cambió de carácter después de la crisis de 1929 como consecuencia de la presión de los nuevos grupos sociales sobre los sistemas políticos y de la reacción de los grupos vinculados al sector exportador. Las consecuencias políticas de la crisis mundial dependieron entonces del esquema de dominación prevaleciente en cada país (ibíd., 100).
25. “El desarrollo interno de Brasil fue apoyado políticamente por grupos con intereses opuestos. Para crear sectores económicos modernos capaces de emplear a las masas, fue necesario hacer una alianza política con los sectores más retrógrados de la estructura productiva, los latifundistas no exportadores. Por otra parte, la viabilidad de ese desarrollo interno dependía justamente de la división entre la masa urbana que se beneficiaba con el desarrollo y la masa rural que estaba marginada. El sistema de acumulación y expansión económica –dada su limitada tasa de crecimiento– no podría resistir las presiones salariales que resultarían de incorporar amplios sectores rurales al mercado de trabajo […] Los sectores excluidos fueron los que pagaron los costos de la industrialización” (ibíd., 141).
26. En una economía de enclave, el mercado interno se amplía en el proceso de desarrollo. Esta transición requiere que el Estado permita una mayor participación política a la clase media y obtenga el apoyo de los sectores populares para esa reorganización. En este sentido, los nuevos sectores industriales estuvieron comprometidos o asociados con el Estado. El Estado promovió la industrialización porque los sectores industriales representaban una alianza entre los trabajadores y la clase media formada principalmente por la burocracia de la burguesía naciente. Esta alianza sólo se podía mantener creando y ampliando las oportunidades de empleo de las masas (ibíd., 143).
27. “El dinamismo del sector moderno se basa en mecanismos casi automáticos. Las industrias nacionales se vuelven dependientes de la tecnología extranjera y requieren una expansión continua. Estas condiciones impiden que el gobierno apoye algunas de las industrias nacionales más viejas que surgieron durante el período de sustitución de importaciones o elija políticas intensivas en trabajo para el desarrollo” (ibíd., 164).
28. “Pero los datos se deben interpretar en un contexto histórico-cultural […] En el análisis dialéctico la información estadística y las demostraciones menos abstractas (pero menos generales) y más concretas (relacionadas unas con otras) son útiles y necesarias” (ibíd., xiii). “En la construcción de la interpretación y en la validación práctica, las realidades están en consideración: los datos no se incorporan en el análisis como si estuvieran dados estadísticamente: lo importante es cómo cambian cuando el proceso social se desarrolla. Los datos importantes son aquellos que ilustran la senda de cambio y los procesos que surgen en la historia de forma imprevista” (ibíd., xiv).
29. Ver nota 24.
30. “Utilizamos la aproximación dialéctica para estudiar la sociedad, sus estructuras y procesos de cambio” (ibíd., ix).
31. “La estructura social y política se modifica a medida que nuevas clases y grupos sociales logran imponer sus intereses o adaptarlos a las clases dominantes anteriores. El cambio social depende de las alternativas históricas […] Las instituciones políticas en un momento dado sólo se pueden entender en términos de las estructuras de dominación debido a que expresan los intereses de clase de la organización política. Estas estructuras también hacen posible seguir el proceso de cambio en el nivel político-institucional” (ibíd., 13-14).
32. Expresión de Kierkegaard utilizada por Hirschman.
33. “En estos intentos no es irrelevante prestar atención a las ideologías y a la capacidad intelectual para evaluar las posibilidades de cambio. En momentos históricos decisivos, la capacidad política (que incluye la organización, la voluntad y las ideologías) es necesaria para cambiar y dar vigencia a una situación estructural. La evaluación intelectual de una situación y unas ideas dadas acerca de lo que se debe hacer son esenciales en la política. Estas últimas están inmersas en la zona intermedia entre los intereses sociales y la creatividad humana. En ese nivel, las apuestas más que la certeza trazan el camino por el que las fuerzas sociales tratan de mantener o cambiar las estructuras. En síntesis, a pesar de la ‘determinación’ estructural, en la historia hay espacio para las alternativas. Su actualización depende no sólo de las contradicciones básicas entre intereses, sino también de la percepción de nuevas formas de cambiar el rumbo de la historia mediante ‘la pasión por lo posible’” (ibíd., xi).
34. “La existencia de una economía ‘periférica’ no se puede entender sin hacer referencia a la dirección económica de las economías capitalistas avanzadas, que fueron responsables de la formación de la periferia capitalista y de la integración de economías no capitalistas al mercado mundial. Aunque la expansión del capitalismo en Bolivia, Venezuela, México, Perú, Brasil y Argentina, a pesar de estar sometida a la misma dinámica del capitalismo internacional, no tuvo la misma historia ni las mismas consecuencias, sus diferencias no sólo obedecen a la diversidad de recursos naturales […] Su explicación también se encuentra en los diferentes momentos en que los sectores de las clases locales se aliaron o chocaron con los intereses extranjeros, organizaron diferentes formas de Estado, apoyaron ideologías diferentes, o trataron de implementar diversas políticas o de definir estrategias alternativas para enfrentar los retos imperialistas en diversos momentos de la historia” (ibíd., xvii).
35. “En América Latina nos encontramos entonces en una situación paradójica: para crecer económicamente, los países primero necesitan condiciones políticas, y un Estado mejor organizado que no sea clientelista y tenga compromiso social. El crecimiento, que propicie mejores condiciones de vida domésticas, no debe, como en el pasado, tener una ‘orientación hacia adentro’. Tendrá que orientarse por el mercado doméstico y por la competencia internacional” (Cardoso, 2001, 243).
36. “¿Cómo definimos el papel del Estado? La crítica liberal del Estado latinoamericano explora patrones ideológicos de lo que se debe encontrar en otras partes. En gran medida, el éxito para enfrentar las fuerzas de la globalización depende del fortalecimiento del Estado, que debe crear los mecanismos efectivos necesarios para el cambio. La legitimidad del gobierno no existe si la población no entiende que puede lograr condiciones de seguridad, justicia adecuada, salud, vivienda, educación y seguridad social en el futuro previsible. La pregunta para los investigadores es la manera en que un Estado pobre, plagado de déficit fiscales que debilitan su capacidad para actuar, puede reconstruir las condiciones de una actuación efectiva. Debemos aprender a realizar los ideales de igualdad, que siguen siendo un pilar del pensamiento para mejorar la condición humana” (ibíd., 179).
37. Acuerdo firmado entre los ministros socialistas europeos (ibíd., 207).
38. El desarrollo comunitario consiste en programas elaborados por la comunidad para resolver la pobreza y el desempleo.
39. “Las instituciones democráticas se han mantenido prácticamente iguales desde la fundación de Estados Unidos hace más de dos siglos, aunque el mundo ha cambiado dramáticamente. Las sociedades agrarias relativamente simples del pasado reciente han dado paso a sociedades complejas de masas. Nuestra tarea es fortalecer y actualizar la democracia para que se mantenga como ideal y que funcionen efectivamente las instituciones que se inspiran en ella” (ibíd., 187).
40. No es una cuestión de retornar a los valores del pasado, reviviendo utopías que ya no explican el mundo contemporáneo ni se ajustan a los valores democráticos y a la económica de mercado actual.
41. “El tejido social actual es bastante complejo, formado por grupos e individuos que buscan una amplia gama de objetivos. El progreso se define en términos de los diversos objetivos (aun divergentes) y la idea misma de ‘calidad de vida’ se vuelve más refinada y elaborada cada día. Además, estos objetivos a menudo se toman de demandas que surgen en un contexto global, lo que significa que son proyectados desde afuera a sociedades nacionales que pueden o no estar preparadas para manejarlos […] La atenuación de las dicotomías clásicas entre capital y trabajo, burguesía y proletariado y, en términos ideológicos, derecha e izquierda ha conducido a lo que Alain Touraine llama ‘la desaparición de las categorías sociales, incluso de los mismos protagonistas sociales’. Los individuos y grupos ya no se definen por el papel que juegan en las relaciones sociales de producción, sino primero y más importante por su identidad regional (esto es típico en Brasil), racial, cultural o religiosa. El ejercicio de los derechos civiles garantiza que haya una proliferación de estas nuevas entidades móviles. Por esto, a la observación de Touraine ‘en vez de definirnos por lo que hacemos, nos debemos definir por lo que somos’, añadiría ‘no sólo por lo que somos, sino también por lo que queremos’. Estos deseos son variados y los objetivos de política deben ampliarse para ajustarse a ellos. La política hoy da a los grupos de ciudadanos la oportunidad de agruparse en torno a causas como la lucha por los derechos humanos y la preservación del medio ambiente” (ibíd., 188).
42. Para una bibliografía completa de Cardoso, ver http://www.ifhc.org.br
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