IN MEMORIAM
MILTON FRIEDMAN (1912-2006)
Jorge Andrés Gallego*
* Economista, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia, jagallegod@unal.edu.co Fecha de recepción: 20 de noviembre de 2006, fecha de aceptación: 23 de noviembre de 2006.
Simplemente porque lo dice Milton Friedman, no significa que sea necesariamente falso.
Paul Samuelson1
Sin duda no es fácil juzgar objetivamente la obra de un gran economista como Milton Friedman, sin caer en sesgos que sobredimensionen (positiva o negativamente) sus contribuciones. Friedman falleció a los 94 años de edad siendo, junto a John M. Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX. Si las ideas de Keynes determinaron el curso de la política económica mundial tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, las de Friedman lo hicieron luego de la crisis de los años setenta y con el resurgimiento del liberalismo económico. Friedman fue un hombre del siglo XX y, como tal, influyó notablemente en el curso de los acontecimientos económicos, políticos y sociales más que cualquier otro economista neoclásico. Porque si bien autores como Hicks, Arrow o Samuelson influyen en mayor medida en la formación teórica de los estudiantes de economía, ninguno de ellos ha ejercido una influencia tan notable sobre la política económica como Friedman. De esto son testigos excepcionales los gobiernos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y, por qué no, el de César Gaviria.
Friedman nació en Brooklyn en 1912; hijo de inmigrantes checoslovacos, por poco nace en el bloque socialista de Europa del Este, y no en su liberal y democrática Norteamérica. Ingresó a la Universidad de Rutgers en 1929, el año de la caída de la bolsa, y luego de la muerte de su padre tuvo que complementar su beca universitaria con trabajos ocasionales. En Chicago conoció a Rose Director, que por cuestiones de azar se sentó a su lado en una clase de economía debido a la cercanía alfabética de sus apellidos, quien años después sería su esposa. Finalizó sus estudios de doctorado en la Universidad de Columbia, donde conoció a Simon Kuznets. Su tesis de doctorado, el primer libro que publicó, criticaba duramente el sistema médico de Estados Unidos. Para Friedman, en ese entonces no existía una verdadera competencia entre los médicos y, por tanto, los consumidores debían pagar precios extraordinarios. Muy pronto dejó ver su inclinación política y abogó por la liberalización de este tipo de mercados. Todo parecido con la Ley 100 en Colombia, quizás, no es simple coincidencia.
Será siempre recordado, entre otras cosas, por su antikeynesianismo, su postura escéptica frente a la intervención estatal, su formulación de la función de consumo, su replanteamiento de la curva de Phillips y la introducción del concepto de tasa natural de desempleo. Haciendo referencia a la curva de Phillips y la hipótesis de una relación inversa entre inflación y desempleo, afirmó:
Infortunadamente para esta hipótesis, los datos adicionales no se conformaron con ella. Las estimaciones empíricas de la relación establecida por la curva de Phillips fueron insatisfactorias. Más importante, la tasa de inflación correspondiente a un nivel específico de desempleo no se mantuvo fija: en las circunstancias de la segunda posguerra, cuando los gobiernos en todas partes buscaban promover el “pleno empleo”, tendió en cada país a subir en el tiempo y a ser muy distinta de un país a otro2.
Friedman utilizó como caballo de batalla “el fenómeno simultáneo de alta inflación y alto desempleo” que recibió “el feo nombre de estanflación”. Para Friedman, es necesario diferenciar entre los cambios esperados y los no esperados en la demanda nominal. En el corto plazo, una sorpresa inflacionaria genera cambios no esperados que pueden tener un impacto sobre el desempleo. Pero en el largo plazo los agentes ajustarán sus expectativas, no existirán cambios inesperados en la demanda nominal, el nivel de desempleo retornará a su nivel inicial, es decir, a la tasa natural de desempleo, y la inflación será mayor. De esta manera, lo mejor que puede hacer la autoridad monetaria es mantener la tasa de crecimiento de la oferta monetaria en un nivel bajo y constante.
Liberal por convicción, Friedman fue escéptico ante el intervencionismo estatal, en frentes muy diversos y no sólo en el campo de la política económica, como suele reconocerse. Fue un defensor de la legalización de las drogas y sus argumentos siempre estuvieron cargados de una lógica admirable, que en la coyuntura colombiana actual deberían ser punto de referencia obligado: “nuestra política antidrogas ha provocado miles de muertes y una enorme pérdida de riqueza en países como Colombia, Perú y México, y ha minado la estabilidad de sus gobiernos. Y todo porque no podemos hacer cumplir las leyes en nuestro territorio”3.
Defensor de las privatizaciones a ultranza, consideró que el gobierno debía compensar la inequidad inicial a los más pobres con subsidios a la demanda educativa. El Estado no debe financiar la oferta de educación pública, según Friedman, sino que debe suministrar vouchers a los más necesitados para que tengan acceso a la educación privada, de mejor calidad en su opinión. El caso colombiano, en el que los estudiantes de algunas universidades públicas suelen ocupar los primeros puestos en las pruebas de Estado y luego se insertan con comodidad y suficiencia en el mercado laboral, parece no sustentar el pensamiento de Friedman.
Son famosos sus aportes a la macroeconomía y la política monetaria, pero no hay que olvidar que construyó sus teorías sobre el edificio neoclásico, ese que encontró en la teoría microeconómica del valor un refugio de rigor y precisión lógica. Por ello escribió su propio texto de microeconomía4, y célebre es su artículo sobre la curva de demanda marshalliana5, artículo que demuestra el espíritu provocador y polémico de su obra. Friedman reprende al 99,9% de los economistas y no economistas que malinterpretan a Marshall y que, incluso en la actualidad, exponen erróneamente el concepto de curva de demanda.
Esta curva representa las cantidades demandadas de una mercancía a diferentes precios, manteniendo todo lo demás constante. Pero, ¿qué es todo lo demás? Suele decirse que se mantienen constantes los gustos y las preferencias del consumidor, su ingreso monetario y los precios de los demás bienes. Esa es la explicación convencional que suele impartirse en cualquier curso de introducción a la economía o de microeconomía intermedia o avanzada, y en las docenas de libros de texto sobre estas temáticas que circulan en el mercado. Pero está mal, según Friedman. Para él, cuando Marshall habla de mantener todo lo demás constante, se refiere a los gustos y las preferencias de los consumidores, su ingreso real y el precio de los bienes estrechamente relacionados. Así, no habría diferencia sustancial entre la curva de demanda marshalliana y la que propusieran Slutsky6, Hicks y Allen7. Pero en este terreno a Friedman se le prestó mucha menos atención que en el de la política monetaria, y la definición de curva de demanda sigue siendo la convencional, a pesar de sus advertencias. Tal vez muchos preferirían que sí se le prestara atención en el terreno de la teoría de la demanda, y no en el de la política monetaria.
Su Metodología sobre economía positiva es un referente obligado para hablar de epistemología y filosofía de la ciencia en economía. Friedman (1953) llenó de argumentos a los defensores de la abstracción y la construcción de modelos para entender los difíciles problemas de los que se ocupan los economistas. Una teoría no es mejor o peor simplemente porque sus supuestos son más o menos realistas. Lo que importa es su validez empírica y la calidad de sus predicciones. En sus propias palabras:
Considerada como un cuerpo de hipótesis sustantivas, la teoría ha de juzgarse por su poder de predicción respecto a la clase de fenómenos que intenta “explicar”. Únicamente la evidencia empírica puede mostrar si es “aceptada” como válida o es “rechazada” […] La evidencia empírica no puede “probar” una hipótesis; únicamente puede dejar de desaprobarla8.
Es difícil no citar el ejemplo de los billaristas cuando se imparten clases de teoría neoclásica de la firma. ¿Qué importa si los billaristas no saben física ni conocen las leyes de la fricción? Si suponer esto sirve para predecir cómo le pegarán a la bola, cuál será la trayectoria y, lo más importante, si habrá o no carambola, el teórico debería hacerlo. De igual forma, desde esta postura, el economista puede seguir suponiendo que el empresario sabe cálculo diferencial, conoce su función de beneficio y la optimiza a la hora de elegir su plan de producción, si con ello consigue predecir satisfactoriamente el comportamiento de la oferta y la demanda de factores productivos.
Se fue un economista neoclásico importante, controvertido y polémico. A Milton Friedman se le podrá juzgar con apasionamiento. Pero siendo fieles a su postura positivista, será necesario usar una lógica impecable y rigurosa para controvertir sus argumentos. Por lo menos, así lo hizo él.
NOTAS AL PIE
1. Citado en The New York Times, 17 de noviembre de 2006.
2. La economía monetarista, Gedisa, Barcelona, 1992, p. 112.
3. Entrevista publicada en el diario El Clarín, 19 de febrero de 1998.
4. Price Theory, Chicago, Aldine, 1976.
5. “The Marshallian Demand Curve”, Journal of Political Economy 39, 1949.
6. “Sulla teoria del bilancio del consumatore”, Giornale degli Economisti, 1915.
7. “A Reconsideration of the Theory of Value”, Economica 1, 1934, pp. 52-75.
8. “The Methodology of Positive Economics”, Essays in Positive Economics, Chicago, University of Chicago Press, 1953.