10.18601/01245996.v22n44.05
LECCIONES INICIALES DE LA PANDEMIA DE COVID-19*
Initial lessons from the COVID-19 pandemic
Lições iniciais da pandemia COVID-19
Boaventura de Sousa Santos a
* DOI: https://doi.org/10.18601/01245996.v22n44.05. Este escrito incluye algunas secciones tomadas del libro de Boaventura de Souza Santos, La cruel pedagogía del virus, Buenos Aires: Clacso, 2020. Se publican con autorización del autor. Recepción: 15-05-2020, aceptación: 27-11-2020. Sugerencia de citación: De Souza S., B., (2021). Lecciones iniciales de la pandemia. Revista de Economía Institucional, 23(44), 81-101.
a Profesor catedrático jubilado y Director Emérito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, Portugal, [bsantos@ces.uc.pt y bsantosw@wisc.edu].
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Resumen:
Este escrito es parte de un estudio más detallado sobre la pandemia y el contexto actual. La pandemia de COVID-19 ha agravado la situación a la que ha sido sometida la población desde la época en que el capitalismo, en su versión neoliberal -desmontó las políticas sociales y del Estado de Bienestar que hacían posible mantener un nivel de ingresos que aumentar el consumo masivo, así como enfrentar graves emergencias. Aunque la vida humana solo representa el 0,01% de la vida en la Tierra, la protección de toda forma de vida es imprescindible para que continúe la vida humana. Si nuestra especie sigue destruyendo las demás formas de vida y no logra superar la cuarentena política, cultural e ideológica del capitalismo encerrado en sí mismo desde hace unas cuatro décadas, los efectos ocasionados serán cada vez más letales. El autor concluye que solo podremos superar la cuarentena del capitalismo cuando comprendamos que el planeta es nuestro hogar común y a la naturaleza nuestra madre original, a la que le debemos amor y respeto. Cuando superemos esa cuarentena, seremos más libres ante las cuarentenas provocadas por las pandemias.
Palabras clave: coronavirus, pandemia, neoliberalismo, pobreza, discriminación, medio ambiente; JEL: H50, I31, I32
Abstract:
This writing is part of a more detailed study on the pandemic and the current context. The COVID-19 pandemic has aggravated the situation to which the population has been subjected since the time when capitalism, in its neoliberal version, dismantled the social and welfare state policies that made it possible to maintain a level of income to increase mass consumption, as well as facing serious emergencies. Although human life only represents 0.01% of life on Earth, the protection of all life forms is essential for human life to continue. If our species continues to destroy other forms of life and fails to overcome the political, cultural and ideological quarantine of capitalism closed in on itself for some four decades, the effects caused are increasingly lethal. The author concludes that we can only overcome the quarantine of capitalism when we understand that the planet is our common home and nature is our original mother, to whom we owe love and respect. When we overcome that quarantine, we will be freer from the quarantines caused by pandemics.
Keywords: coronavirus, pandemic, neoliberalism, poverty, discrimination, environment; JEL: H50, I31, I32
Resumo:
Este texto é parte de um estudo mais detalhado sobre a pandemia e o contexto atual. A pandemia da COVID-19 agravou a situação a que está submetida a população desde a época em que o capitalismo, na sua versão neoliberal, desmantelou as políticas sociais e de welfare state que permitiam manter um nível de renda crescente. consumo de massa, além de enfrentar graves emergências. Embora a vida humana represente apenas 0,01% da vida na Terra, a proteção de todas as formas de vida é essencial para que a vida humana continue. Se nossa espécie continua destruindo outras formas de vida e não consegue superar a quarentena política, cultural e ideológica do capitalismo fechado em si mesmo por cerca de quatro décadas, os efeitos causados são cada vez mais letais. O autor conclui que só podemos superar a quarentena do capitalismo quando compreendermos que o planeta é nossa casa comum e a natureza é nossa mãe original, a quem devemos amor e respeito. Quando superarmos essa quarentena, ficaremos mais livres das quarentenas causadas por pandemias.
Palavras-chave: coronavírus, pandemia, neoliberalismo, pobreza, discriminação, meio ambiente; JEL: H50, I31, I32
La pandemia actual no es una situación de crisis claramente opuesta a una situación normal. Desde los años ochenta, cuando el neoliberalismo se impuso como versión dominante del capitalismo y este se sometió a la lógica del sector financiero, el mundo vive en un estado de crisis permanente. Una situación doblemente anormal. Por un lado, una crisis permanente es un oxímoron, pues en sentido etimológico, la crisis es excepcional y temporal, y abre la posibilidad de originar un mejor estado de cosas. Por otro lado, cuando la crisis es pasajera, debe explicarse por los factores que la provocan. Pero cuando se vuelve permanente, se convierte en la causa que explica lo demás. Por ejemplo, la crisis financiera permanente se utiliza para explicar los recortes en las políticas sociales o la degradación salarial. Así, impide examinar las causas reales de la crisis. El objetivo de la crisis permanente no se debe resolver. ¿Cuál es el propósito de ese objetivo? Legitimar la concentración de riqueza y boicotear las medidas para prevenir una inminente catástrofe ecológica. La pandemia solo agrava una situación de crisis a la que ha sido sometida la población mundial. Por ello implica un peligro específico. En muchos países, hace diez o veinte años los servicios de salud estaban mejor preparados que hoy para enfrentar la pandemia.
La cuarentena causada por la pandemia es, después de todo, una cuarentena dentro de otra. Superaremos la cuarentena del capitalismo cuando seamos capaces de imaginar el planeta como nuestro hogar común y a la naturaleza como nuestra madre original a quien le debemos amor y respeto. No nos pertenece. Le pertenecemos a ella. Cuando superemos esa cuarentena, seremos más libres ante las cuarentenas provocadas por las pandemias.
LA TRÁGICA TRANSPARENCIA DEL VIRUS
Los debates culturales, políticos e ideológicos de nuestro tiempo tienen una extraña opacidad que se deriva de su distancia de la vida cotidiana de la gran mayoría de la población, los ciudadanos comunes, «la gente de a pie», como dicen los latinoamericanos. En particular, la política, que debía mediar entre las ideologías y las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, ha renunciado a esta función. El único rastro de esa mediación se observa en las necesidades y aspiraciones del mercado, ese megaciudadano formidable y monstruoso que nadie jamás vio, tocó ni olió, un ciudadano extraño que solo tiene derechos y ningún deber. Es como si la luz que proyecta nos cegase. De repente, irrumpe la pandemia, la luz de los mercados se desvanece y, de la oscuridad con la que siempre nos amenazan si no les rendimos pleitesía, surge una nueva claridad. La claridad pandémica y las apariciones en las que se materializa. Lo que nos permite ver y cómo se interpreta y evalúa determinarán el futuro de la civilización en la que vivimos. Estas apariciones, a diferencia de otras, son reales y llegaron para quedarse.
La pandemia es una alegoría
El significado literal de la pandemia de coronavirus es el miedo caótico generalizado y la muerte sin fronteras causados por un enemigo invisible. Pero lo que expresa es mucho más que eso. Estos son algunos de los significados que surgen de ella. El todopoderoso invisible puede ser infinitamente grande (el dios de las religiones escritas en los libros) o infinitamente pequeño (el virus). En los últimos tiempos, ha surgido otro ser todopoderoso invisible, ni grande ni pequeño, pero deformado: los mercados. Al igual que el virus, es insidioso e impredecible en sus mutaciones y, como dios (Santísima Trinidad, encarnaciones), es uno y muchos. Se expresa en plural, pero es singular.
A diferencia de dios, el mercado es omnipresente en este mundo y no en el más allá. Y, a diferencia del virus, es una bendición para los poderosos y una maldición para todos los demás (la gran mayoría de los humanos y la totalidad de la vida no humana). A pesar de ser omnipresentes, todos estos seres invisibles tienen espacios de recepción específicos: el virus, en los cuerpos; dios, en los templos; los mercados, en las bolsas de valores. Fuera de estos espacios, el ser humano es un ser sin hogar trascendental.
Sujeto a tantos seres impredecibles y todopoderosos, el ser humano y toda la vida no humana de la que depende son inminentemente frágiles. Si todos estos seres invisibles permanecen activos, la vida humana pronto será (o ya es) una especie en peligro de extinción. Está sujeta a un orden escatológico y se acerca al fin. La intensa teología que se teje alrededor de esta escatología contempla varios niveles de invisibilidad e imprevisibilidad. El dios, el virus y los mercados son las formulaciones del último reino, el más invisible e impredecible, el reino de la gloria celestial o la perdición infernal. Solo ascienden a él aquellos que se salvan, los más fuertes (los más santos, los más jóvenes, los más ricos). Debajo de ese reino está el reino de las causas. Es el reino de las mediaciones entre lo humano y lo no humano. En este reino, la invisibilidad es menos rara, pero es producida por luces intensas que proyectan sombras densas sobre él. Este reino está compuesto por tres unicornios. Sobre el unicornio, Leonardo da Vinci escribió: «El unicornio, por su intemperancia e incapacidad para dominarse a sí mismo, y debido al deleite que le brindan las doncellas, olvida su ferocidad y salvajismo. Deja de lado la desconfianza, se acerca a la doncella sentada y se duerme en su regazo. De esa manera, los cazadores logran cazarlo». En otras palabras, el unicornio es un todopoderoso feroz y salvaje que, sin embargo, tiene un punto débil, sucumbe a la astucia de todo el que logre identificarlo.
Desde el siglo XVII, los tres unicornios han sido el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Estos son los principales modos de dominación. Para dominar efectivamente, tienen que ser imprudentes, feroces e incapaces de ser dominados, como advierte Da Vinci. A pesar de ser omnipresentes en la vida de los humanos y las sociedades, son invisibles en su esencia y en la articulación esencial entre ellos. La invisibilidad proviene de un sentido común inculcado en los seres humanos por la educación y el adoctrinamiento permanentes. Este sentido común es, al mismo tiempo, evidente y contradictorio. Todos los seres humanos son iguales (afirma el capitalismo); pero, como existen diferencias naturales entre ellos, la igualdad entre los inferiores no puede coincidir con la igualdad entre los superiores (afirman el colonialismo y el patriarcado). Este sentido común es antiguo y fue debatido por Aristóteles, pero no fue hasta el siglo XVII que se introdujo en la vida de las personas de a pie, primero en Europa y luego en el resto del mundo.
Al contrario de lo que piensa Da Vinci, la ferocidad de estos tres unicornios no se basa solo en la fuerza bruta. Además, se sustenta en la astucia que les permite desaparecer cuando aún están vivos, o parecer débiles cuando permanecen fuertes. La primera astucia se revela en múltiples artimañas. Así, el capitalismo parecía haber desaparecido en una parte del mundo con la victoria de la Revolución Rusa. Sin embargo, simplemente hibernó dentro de la Unión Soviética y continuó controlando desde afuera (capitalismo financiero, contrainsurgencia).
Hoy, el capitalismo adquiere mayor vitalidad en el corazón de su mayor enemigo, el comunismo, en un país que pronto será la primera economía del mundo: China.
A su vez, el colonialismo ocultó su desaparición con la independencia de las colonias europeas, pero, de hecho, continuó metamorfoseándose en neocolonialismo, imperialismo, dependencia, racismo, etc. Finalmente, el patriarcado parece estar muriendo o debilitándose debido a las importantes victorias de los movimientos feministas en las últimas décadas, pero, de hecho, la violencia doméstica, la discriminación machista y el feminicidio aumentan constantemente. La segunda astucia consiste en la aparición del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado como entidades separadas que no tienen nada que ver entre sí. La verdad es que ninguno de estos unicornios separados tiene el poder de dominar. Solo los tres juntos son todopoderosos. Es decir, mientras haya capitalismo, habrá colonialismo y patriarcado.
El tercer reino es el de las consecuencias. Es el reino en el que los tres poderes todopoderosos muestran su verdadero rostro. Esta es la capa que la gran mayoría de la población logra ver, aunque con cierta dificultad. Este reino tiene hoy dos paisajes principales donde lo siguiente es más visible y cruel: la concentración escandalosa de riqueza/desigualdad social extrema y la destrucción de la vida en el planeta/la inminente catástrofe ecológica. Es ante estos dos paisajes brutales que los tres seres todopoderosos y sus mediaciones muestran hacia dónde nos llevan si continuamos considerándolos todopoderosos. ¿Pero son todopoderosos? ¿O será que su omnipotencia solo es el espejo de la incapacidad inducida por los humanos para luchar contra ellos? Esa es la cuestión.
La realidad suelta y la excepcionalidad de la excepción
La pandemia otorga una libertad caótica a la realidad y cualquier intento de aprisionarla analíticamente está condenado al fracaso, ya que la realidad siempre va por delante de lo que pensamos o sentimos sobre ella. Teorizar o escribir sobre ella es poner nuestras categorías y nuestro lenguaje al borde del abismo. Como diría André Gide, es concebir a la sociedad contemporánea y su cultura dominante como una «puesta en abismo». Los intelectuales son los que más deberían temer esta situación. Al igual que con los políticos, los intelectuales, en general, también dejaron de mediar entre las ideologías, las necesidades y las aspiraciones de los ciudadanos comunes. Median entre ellos, entre sus pequeñas y grandes diferencias ideológicas. Escriben sobre el mundo, pero no con el mundo. Hay pocos intelectuales públicos, y estos tampoco escapan al abismo de estos días. La generación que nació o creció después de la Segunda Guerra Mundial se acostumbró a tener un pensamiento excepcional en tiempos normales. Ante la crisis pandémica, les resulta difícil pensar en la excepción en tiempos excepcionales. El problema es que la práctica caótica y esquiva de los días va más allá de la teorización y debe ser entendida en términos de subteorización. En otras palabras, como si la claridad de la pandemia creara tanta transparencia que nos impidiera leer y mucho menos reescribir lo que estábamos registrando en la pantalla o en papel. Daré dos ejemplos. Tan pronto como estalló la crisis pandémica, Giorgio Agamben se rebeló contra el peligro del surgimiento de un Estado de excepción. El Estado, al tomar medidas para vigilar y restringir la movilidad con el pretexto de combatir la pandemia, adquiriría poderes excesivos que pondrían en peligro la democracia misma. Esta advertencia tiene sentido y fue premonitoria en relación con algunos países, a saber, Hungría. Pero fue escrita en un momento en que los ciudadanos, presos del pánico, se dieron cuenta de que los servicios nacionales de salud no estaban preparados para combatir la pandemia y exigieron que el Estado tomara medidas efectivas para prevenir la propagación del virus. La reacción no tardó en llegar y Agamben debió dar marcha atrás. En otras palabras, la excepcionalidad de esta excepción no le permitió pensar que hay excepciones y excepciones, y que, por lo tanto, en el futuro no solo tendremos que distinguir entre Estado democrático y Estado de excepción, sino también entre Estado de excepción democrático y Estado de excepción antidemocrático. El segundo ejemplo se refiere a Slavoj Zizek, quien al mismo tiempo declaró que la pandemia demostró que el «comunismo global» era la única solución futura. La propuesta estaba alineada con sus teorías planteadas en tiempos normales, pero fue completamente irrazonable en tiempos de excepción excepcional. Él también tuvo que reconsiderarlo. Por muchas razones, he argumentado que ha concluido el momento de los intelectuales de vanguardia. Los intelectuales deben aceptarse como intelectuales de retaguardia, deben estar atentos a las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos comunes y teorizar a partir de ellas. De lo contrario, los ciudadanos estarán indefensos ante los únicos que saben hablar su idioma y entienden sus preocupaciones. En muchos países, estos son pastores evangélicos conservadores o imanes islámicos radicales, apologistas de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal.
AL SUR DE LA CUARENTENA
Toda cuarentena es siempre discriminatoria, más difícil para unos grupos sociales que para otros, e imposible para un vasto grupo de cuidadores, cuya misión es hacer posible la cuarentena para toda la población. En este capítulo, sin embargo, analizo otros grupos para los que la cuarentena es particularmente difícil. Son los grupos que tienen en común una vulnerabilidad especial que precede a la cuarentena y se agrava con ella. Tales grupos componen lo que denomino «el sur». En mi opinión, el sur no designa un espacio geográfico, sino un espacio-tiempo político, social y cultural.
Es una metáfora del sufrimiento humano injusto causado por la explotación capitalista, la discriminación racial y la discriminación sexual.
Pretendo analizar la cuarentena desde la perspectiva de los y las que más han sufrido estas formas de dominación, e imaginar, también desde su perspectiva, los cambios sociales que se requerirán cuando finalice la cuarentena. Hay muchos colectivos sociales de este tipo. Seleccioné algunos.
Las mujeres
La cuarentena será particularmente difícil para las mujeres y, en algunos casos, puede ser peligrosa. Las mujeres son consideradas «las cuidadoras del mundo», prevalecen en la prestación de cuidados dentro y fuera de las familias. Prevalecen en profesiones como enfermería o asistencia social, que estarán en la primera línea de atención a los enfermos y ancianos dentro y fuera de las instituciones. No pueden defenderse con una cuarentena para garantizar la cuarentena de los demás. También son quienes tienen a su cargo el cuidado de las familias de manera exclusiva o mayoritaria. Podríamos suponer que, al haber más manos en casa durante la cuarentena, las tareas podrían estar mejor distribuidas. Sospecho que no será así debido al machismo que prevalece y quizás se refuerza en momentos de crisis y confinamiento familiar. Con los niños y otros miembros de la familia en el hogar durante todo el día, el estrés será mayor y ciertamente recaerá más en las mujeres. El aumento en el número de divorcios en algunas ciudades chinas durante la cuarentena puede ser un indicador de lo que acabo de decir. Por otro lado, se sabe que la violencia contra las mujeres tiende a aumentar en tiempos de guerra y crisis, y ahora ha aumentado. Una buena parte de esta violencia ocurre en el espacio doméstico. El confinamiento de familias en espacios reducidos, sin salida, puede generar más oportunidades para el ejercicio de la violencia contra las mujeres. El periódico francés Le Fígaro informó el 26 de marzo, basado en información del Ministerio del Interior, que la violencia conyugal había aumentado en un 36% en París la semana anterior.
Trabajadores precarios e informales, llamados autónomos
Después de cuarenta años de ataque a los derechos de los trabajadores en todo el mundo por parte de políticas neoliberales, este grupo de trabajadores prevalece a nivel mundial, aunque las diferencias de un país a otro son muy significativas. ¿Qué implicará la cuarentena para estos trabajadores, que tienden a ser los primeros en ser despedidos cada vez que hay una crisis económica? El sector de servicios, donde abundan, será una de las áreas más afectadas por la cuarentena. El 23 de marzo, India declaró la cuarentena durante tres semanas para 1.300 millones de personas. Teniendo en cuenta que en India entre el 65% y el 70% de los trabajadores pertenecen a la economía informal, se estima que 300 millones de indios no tuvieron ingresos. En América Latina, alrededor del 50% de los trabajadores están empleados en el sector informal. Asimismo, en el caso de Kenia o Mozambique, debido a los programas de ajuste estructural en las décadas de los ochenta y noventa, la mayoría de los trabajadores son informales, es decir, dependen de un salario diario. Incluso aquellos con empleo formal poseen pocos beneficios contractuales. La recomendación que hizo la OMS acerca de trabajar en casa y autoaislarse es impracticable, ya que obliga a los trabajadores a elegir entre ganar el pan de cada día o quedarse en casa y pasar hambre. Las recomendaciones de la OMS parecen haber sido diseñadas con una clase media en mente, que es una pequeña fracción de la población mundial. ¿Qué significa la cuarentena para los trabajadores que ganan cada día lo que necesitan para vivir ese día? ¿Se arriesgarán a desobedecer a la cuarentena para alimentar a su familia? ¿Cómo resolverán el conflicto entre el deber de alimentar a su familia y el de proteger sus vidas y las de sus familiares? Morir a causa del virus o morir de hambre, esa es la opción.
Vendedores ambulantes
Los trabajadores de la vía pública son un grupo específico de trabajadores precarios. Para ellos, el «negocio», es decir, la subsistencia, depende exclusivamente de la calle, de quien pase por ella y de su decisión de detenerse y comprar algo, lo que es siempre impredecible para el vendedor. Los vendedores han estado en cuarentena en la calle durante mucho tiempo, pero en la calle con gente. El impedimento de trabajar para quienes venden en los mercados informales de las grandes ciudades significa que potencialmente millones de personas ni siquiera tendrán el dinero para concurrir a los centros de salud si se enferman o para comprar desinfectante para manos ni jabón. Los que tienen hambre no pueden darse el lujo de comprar jabón y agua a precios producto de la especulación.
En otros contextos, existen las personas uberizadas de la economía informal que entregan alimentos y paquetes a domicilio. Ellos son los que garantizan la cuarentena de muchos, pero no pueden protegerse. Su «negocio» aumentará tanto como el riesgo al que se exponen.
Personas sin hogar o que viven en la calle
¿Cómo será la cuarentena para aquellos que no tienen hogar? Para aquellos que pasan sus noches en viaductos, en estaciones de subterráneo o tren abandonadas, en túneles de aguas pluviales o de alcantarillado en tantas ciudades del mundo. En Estados Unidos los llaman tunnel people. ¿Cómo será la cuarentena en los túneles? ¿No han pasado toda su vida en cuarentena? ¿Se sentirán más libres que aquellos que ahora se ven obligados a vivir en casa? ¿Verán la cuarentena como una forma de justicia social?
Residentes de las periferias pobres de las ciudades, favelas, asentamientos informales, SLUMS, barrios de caniço1, etc.
Según datos de ONU Hábitat, 1.600 millones de personas no tienen una vivienda adecuada y el 25% de la población mundial vive en barrios informales sin infraestructura ni saneamiento básico, sin acceso a servicios públicos, con escasez de agua y electricidad. Viven en espacios reducidos donde se aglomeran familias numerosas. En resumen, habitan en la ciudad sin derecho a la ciudad, ya que, al vivir en áreas desurbanizadas, no tienen acceso a las condiciones urbanas presupuestas por el derecho a la ciudad. Dado que muchos habitantes son trabajadores informales, se enfrentan a la cuarentena con las mismas dificultades mencionadas anteriormente. Pero además, dadas las condiciones habitacionales, ¿podrán cumplir con las normas de prevención recomendadas por la OMS? ¿Podrán mantener la distancia interpersonal en los espacios de vivienda reducidos donde la privacidad es casi imposible? ¿Podrán lavarse las manos con frecuencia cuando la poca agua disponible debe guardarse para beber y cocinar? ¿El confinamiento en una vivienda tan pequeña no supondrá otros riesgos para la salud tanto o más graves que los causados por el virus? Muchos de estos barrios ahora cuentan con una fuerte presencia policial y, a veces, están sitiados por las fuerzas militares con el pretexto de combatir el delito. ¿No será esta la cuarentena más dura para estas poblaciones? ¿Los jóvenes de las favelas de Río de Janeiro, a quienes la policía siempre les ha impedido ir a la playa de Copacabana los domingos para no molestar a los turistas, no sentirán que ya estaban en cuarentena? ¿Cuál es la diferencia entre la nueva cuarentena y la original, que siempre ha sido su forma de vida? En Mathare, uno de los barrios periféricos en el que habitan personas de bajos ingresos en Nairobi, Kenia, viven 68.941 personas viven en un kilómetro cuadrado. Como en muchos contextos similares en el mundo, las familias comparten una habitación que también es cocina, dormitorio y sala de estar. ¿Cómo se les puede pedir autoaislamiento? ¿Es posible el autoaislamiento en un contexto de heteroaislamiento permanente impuesto por el Estado?
Cabe señalar que para los habitantes de las periferias más pobres del mundo, la emergencia sanitaria actual se combina con muchas otras emergencias. Según informan los compañeros y las compañeras de La Garganta Poderosa, uno de los movimientos sociales más notables de los barrios populares de América Latina, además de la emergencia de salud causada por la pandemia, los residentes enfrentan varias otras emergencias. Este es el caso de la emergencia sanitaria resultante de otras epidemias aún no resueltas y de la falta de atención médica. Este año, ya se han registrado 1.833 casos de dengue en Buenos Aires. Solo en la Villa 21, uno de los barrios más pobres de Buenos Aires, hubo 214 casos. «Casualmente», en la Villa 21, el 70% de la población no tiene agua potable. Este es también el caso de la emergencia alimentaria, porque hay hambre en los barrios y las formas comunitarias de superarla (comedores populares, merenderos) colapsan ante el dramático aumento de la demanda. Si las escuelas cierran, desaparece la merienda escolar que garantiza la supervivencia de los niños. Por último, surge el problema de la violencia doméstica, que es particularmente grave en los barrios, así como la permanente violencia policial y la estigmatización que esta conlleva.
Internos en campos de refugiados, inmigrantes indocumentados o poblaciones desplazadas internamente
Según cifras de la ONU, se trata de 70 millones de personas. Son poblaciones que, en su mayor parte, viven en cuarentena permanente y, para ellas, la nueva cuarentena significa poco como regla de confinamiento. Pero los peligros que enfrentan si el virus se propaga entre ellas serán fatales e incluso más graves que los que afrontan las poblaciones de las periferias pobres. Por ejemplo, en Sudán del Sur, donde más de 1,6 millones de personas son desplazados internos, lleva horas, si no días, llegar a los centros de salud, y la principal causa de muerte suele ser prevenible, ya que es provocada por enfermedades para las que ya existen medicamentos: malaria y diarrea. En el caso de los campos de internamiento en las fronteras de Europa y Estados Unidos, la cuarentena causada por el virus impone un deber ético humanitario de abrir las puertas de los campos de internamiento siempre que no sea posible brindar en ellos las condiciones mínimas de habitabilidad y seguridad que requiere la pandemia.
Los discapacitados
Han sido víctimas de otra forma de dominación, además del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado: el capacitismo. Se trata de cómo la sociedad los discrimina, ya que no reconoce sus necesidades especiales, no les facilita el acceso a la movilidad ni las condiciones que les permitirían disfrutar de la sociedad como cualquier otra persona. De alguna manera, sienten que viven en una cuarentena permanente debido a las limitaciones que la sociedad les impone. ¿Cómo vivirán la nueva cuarentena, especialmente cuando dependen de alguien que debe romper la cuarentena para ayudarlos? Como hace tiempo que están acostumbrados a vivir en condiciones de cierto confinamiento, ¿se sentirán ahora más libres que los «no discapacitados» o más iguales a ellos? ¿Verán la nueva cuarentena como una especie de justicia social?
Los ancianos
Este grupo, particularmente numeroso en el norte global, es generalmente uno de los más vulnerables, pero la vulnerabilidad no es indiscriminada. De hecho, la pandemia requiere que seamos más precisos en los conceptos que utilizamos. Después de todo, ¿quién se considera un anciano? Según La Garganta Poderosa, la diferencia en la esperanza de vida entre dos barrios de Buenos Aires (el barrio pobre de Zavaleta y el barrio opulento de Recoleta) es de unos veinte años. No sorprende que los líderes de estos barrios sean considerados de «edad madura» dentro de la comunidad y como «líderes jóvenes» en la sociedad en general.
Las condiciones de vida prevalecientes en el norte global han llevado a que una gran parte de ellos fuesen depositados (la palabra es dura, pero es así) en residencias, hogares de ancianos, geriátricos. Según las posibilidades propias o de la familia, estos alojamientos pueden ir desde residencias de lujo hasta vertederos de desechos humanos. En tiempos normales, los ancianos comenzaron a vivir en estos alojamientos como espacios que garantizaban su seguridad. En principio, la cuarentena causada por la pandemia no debería afectar en gran medida su vida, dado que ya están en cuarentena permanente. ¿Qué sucederá cuando, debido a la propagación del virus, esta zona de seguridad se convierta en una zona de alto riesgo, como sucede en Portugal y España? ¿Estarían más seguros si pudieran regresar a las casas donde vivieron toda su vida, en el improbable caso de que aún existan? ¿Los familiares que, por su propia conveniencia, los depositaron en estos lugares, sentirán remordimiento por someter a sus ancianos a un riesgo que podría ser fatal? ¿Y las personas mayores que viven aisladas no estarán en mayor riesgo de morir sin que nadie se dé cuenta? Al menos los ancianos que viven en los barrios más pobres del mundo pueden morir por la pandemia, pero su muerte no pasará desapercibida. También cabe señalar que, especialmente en el sur global, las epidemias anteriores han significado que los ancianos tengan que prolongar su vida activa. Por ejemplo, la epidemia del SIDA ha matado y sigue matando a padres jóvenes, por lo que son los abuelos quienes quedan a cargo del hogar. Si los abuelos mueren, los niños corren un riesgo muy alto de desnutrición y hambre, y finalmente de muerte.
La lista de los que están al sur de la cuarentena está lejos de ser exhaustiva. Basta pensar en los presos y las personas con problemas de salud mental, como depresión. Pero los ejemplos seleccionados muestran dos cosas. Por un lado, al contrario de lo que transmiten los medios de comunicación y las organizaciones internacionales, la cuarentena no solo hace más visibles, sino que también refuerza la injusticia, la discriminación, la exclusión social y el sufrimiento inmerecido que provocan. Resulta que tales asimetrías se vuelven más invisibles frente al pánico que se apodera de quienes no están acostumbrados a él.
LA INTENSA PEDAGOGÍA DEL VIRUS: LAS PRIMERAS LECCIONES
Lección I. El tiempo político y mediático condiciona cómo la sociedad contemporánea percibe los riesgos que corre. Ese camino puede ser fatal. Las crisis graves y agudas, cuya letalidad es muy significativa y rápida, movilizan a los medios de comunicación y poderes políticos, y llevan a tomar medidas que, en el mejor de los casos, resuelven las consecuencias de la crisis, pero no afectan sus causas. Por el contrario, las crisis severas pero de progresión lenta tienden a pasar desapercibidas incluso cuando su letalidad es exponencialmente mayor. La pandemia de coronavirus es el ejemplo más reciente del primer tipo de crisis. Mientras escribo esto, ya ha matado a unas 40.000 personas. La contaminación atmosférica es el ejemplo más trágico del segundo tipo de crisis. Como informó The Guardian el 5 de marzo, según la Organización Mundial de la Salud, la contaminación atmosférica, que es solo una de las dimensiones de la crisis ecológica, cada año mata a 7 millones de personas. Según la Organización Meteorológica Mundial, el hielo antártico se está derritiendo seis veces más rápido que hace cuatro décadas, y el hielo de Groenlandia cuatro veces más rápido de lo previsto. Según la ONU, tenemos diez años para evitar un aumento de 1,5 grados en la temperatura global en relación con la era preindustrial y, en cualquier caso, sufriremos.
A pesar de todo esto, la crisis climática no genera una respuesta dramática y de emergencia como la que está causando la pandemia. Lo peor es que, si bien la crisis pandémica puede revertirse o controlarse de alguna manera, la crisis ecológica ya es irreversible y ahora solo queda intentar mitigarla. Pero resulta aún más grave el hecho de que ambas crisis están vinculadas.
La pandemia de coronavirus es una manifestación entre muchas del modelo de sociedad que comenzó a imponerse a nivel mundial a partir del siglo XVII y que ahora está llegando a su etapa final.
Este es el modelo que hoy está llevando a la humanidad a una catástrofe ecológica. Ahora, una de las características esenciales de este modelo es la explotación ilimitada de los recursos naturales. Esta explotación está violando fatalmente el lugar de la humanidad en el planeta Tierra. Esta violación se traduce en la muerte innecesaria de muchos seres vivos en la Madre Tierra, nuestro hogar común, tal como lo defienden los pueblos indígenas y campesinos de todo el mundo, hoy apoyados por los movimientos ecologistas y la teología ecológica. Esta violación no quedará impune. Las pandemias, como las manifestaciones de la crisis ecológica, son el castigo que sufrimos por tal violación. No se trata de una venganza de la naturaleza. Es pura defensa propia. El planeta debe defenderse para garantizar su vida. La vida humana es una parte ínfima (0,01%) de la vida planetaria a defender.
Lección 2. Las pandemias no matan tan indiscriminadamente como se cree. Es evidente que son menos discriminatorias que otros tipos de violencia cometidos en nuestra sociedad contra trabajadores empobrecidos, mujeres, trabajadores precarios, negros, indígenas, inmigrantes, refugiados, personas sin hogar, campesinos, ancianos, etc. Pero discriminan tanto en términos de su prevención, como de su expansión y mitigación. Por ejemplo, en varios países, los ancianos son víctimas del darwinismo social. Gran parte de la población mundial no está en condiciones de seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para defenderse del virus, ya que vive en espacios reducidos o muy contaminados, porque está obligada a trabajar en condiciones de riesgo para alimentar a sus familias, porque está detenida en cárceles o en campos de internamiento, porque no tiene jabón ni agua potable, o la poca agua disponible es para beber y cocinar, etc.
Lección 3. Como modelo social, el capitalismo no tiene futuro. En particular, su versión vigente (el neoliberalismo combinado con el dominio del capital financiero) está desacreditada social y políticamente ante la tragedia a la que condujo a la sociedad global y cuyas consecuencias son más evidentes que nunca en este momento de crisis humanitaria mundial. El capitalismo puede subsistir como uno de los modelos económicos de producción, distribución y consumo, entre otros, pero no como el único, y mucho menos como el modelo que dicta la lógica de acción del Estado y la sociedad. Esto es lo que ha sucedido en los últimos cuarenta años, especialmente después de la caída del Muro de Berlín. Se impuso la versión más antisocial del capitalismo: el neoliberalismo cada vez más dominado por el capital financiero global. Esta versión del capitalismo sometió a todas las áreas sociales (especialmente a la salud, la educación y la seguridad social), al modelo de negocio de capital, es decir, a las áreas de inversión privada que deben gestionarse para generar el máximo beneficio para los inversores. Este modelo deja de lado cualquier lógica de servicio público e ignora así los principios de ciudadanía y derechos humanos. Deja al Estado solo las áreas residuales, o a los clientes poco solventes (a menudo la mayoría de la población) les deja aquellas áreas que no generan ganancias. Como opción ideológica, siguió la demonización de los servicios públicos (el Estado depredador, ineficiente o corrupto); la degradación de las políticas sociales dictadas por las políticas de austeridad con el pretexto de la crisis financiera del Estado; la privatización de los servicios públicos y la subfinanciación de los restantes por no ser de interés para el capital. Y llegamos así al presente con estados que no tienen la capacidad efectiva para responder de manera efectiva a la crisis humanitaria que aqueja a sus ciudadanos. La brecha entre la economía de la salud y la salud pública no podría ser mayor.
Los gobiernos con menos lealtad a las ideas neoliberales son aquellos que actúan de manera más efectiva contra la pandemia, independientemente del régimen político.
Solo basta mencionar a Taiwán, Corea del Sur, Singapur y China.
En este momento de conmoción, las instituciones financieras internacionales (FMI), los bancos centrales y el Banco Central Europeo están instando a los países a endeudarse más de lo que están para cubrir los gastos de emergencia, si bien permiten extender los plazos de pago. El futuro propuesto por estas instituciones solo pasará desapercibido para algunos: la poscrisis estará dominada por más políticas de austeridad y una mayor degradación de los servicios públicos en los casos donde aún sea posible.
Es aquí donde la pandemia opera como un analista privilegiado. Los ciudadanos ahora saben lo que está en juego. Habrá más pandemias en el futuro, probablemente más graves, y las políticas neoliberales continuarán socavando la capacidad de respuesta del Estado, y las poblaciones estarán cada vez más indefensas. Semejante ciclo infernal solo puede interrumpirse si se interrumpe el capitalismo.
Lección 4. La extrema derecha y la derecha híper-neoliberal han sido (con suerte) definitivamente desacreditadas. La extrema derecha ha crecido en todo el mundo. Se caracteriza por el impulso antisistema, la manipulación grosera de los instrumentos democráticos, incluido el sistema judicial, el nacionalismo excluyente, la xenofobia y el racismo, la defensa de la seguridad que otorga el estado de excepción, el ataque a la investigación científica independiente y la libertad de expresión, la estigmatización de los opositores, concebidos como enemigos, el discurso de odio, el uso de redes sociales para la comunicación política en menosprecio de las herramientas y los medios convencionales. Defiende, en general, el estado mínimo, pero aumenta los presupuestos militares y las fuerzas de seguridad. Ocupa un espacio político que a veces le fue ofrecido por el rotundo fracaso de los gobiernos provenientes de la izquierda que se rindieron al catecismo neoliberal bajo la astuta o ingenua creencia en la posibilidad de un capitalismo con rostro humano, un oxímoron que ha existido siempre o, al menos, que existe hoy.
En algunos países, la extrema derecha se asocia a versiones altamente politizadas y conservadoras de la religión, al evangelismo pentecostal en varios países latinoamericanos, al catolicismo reaccionario en Europa, al hinduismo político en India, al budismo radical en Myanmar, al islam radical en Medio Oriente. Defiende las políticas neoliberales, a veces con un extremismo superior a la ortodoxia del FMI. La extrema derecha coquetea con los partidos convencionales de derecha y se enamora de ellos siempre que necesitan apoyo para versiones menos extremas de las políticas neoliberales. En la actual crisis humanitaria, los gobiernos de extrema derecha o derecha neoliberal han fracasado más en la lucha contra la pandemia. Ocultaron información, desprestigiaron a la comunidad científica, minimizaron los posibles efectos de la pandemia, utilizaron la crisis humanitaria para el engaño político. Con el pretexto de salvar la economía, asumieron riesgos irresponsables por los que, esperamos, serán responsabilizados. Sugirieron que una dosis de darwinismo social sería beneficiosa: la eliminación de sectores de la población que ya no son de interés para la economía, ya sea como trabajadores o consumidores, es decir, poblaciones desechables como si la economía pudiese prosperar sobre una pila de cadáveres o cuerpos desprovistos de cualquier ingreso. Los ejemplos más llamativos son Inglaterra, Estados Unidos, Brasil, India, Filipinas y Tailandia.
Lección 5. El colonialismo y el patriarcado están vivos y se fortalecen en tiempos de crisis aguda. Las manifestaciones son múltiples y aquí se mencionan algunas de ellas. Las epidemias (el nuevo coronavirus es la manifestación más reciente de ellas) solo se convierten en problemas globales graves cuando se ven afectadas las poblaciones de los países más ricos del norte global. Así sucedió con la epidemia del SIDA. En 2016, la malaria mató a 405.000 personas, la enorme mayoría en África, y eso no fue noticia. Los ejemplos podrían multiplicarse. Por otro lado, los cuerpos racializados y sexualizados son siempre los más vulnerables ante el brote de una pandemia. En principio, sus cuerpos son más vulnerables debido a las condiciones de vida socialmente impuestas por la discriminación racial o sexual a la que están sujetos. Cuando ocurre el brote, la vulnerabilidad aumenta, ya que están más expuestos a la propagación del virus y se encuentran en lugares donde nunca llega la atención médica: favelas y asentamientos pobres de la ciudad, aldeas remotas, campos de internamiento de refugiados, prisiones, etc. Realizan tareas que implican más riesgos, ya sea porque trabajan en condiciones que no les permiten protegerse o porque son cuidadores de las vidas de otros que sí cuentan con los medios para protegerse. Finalmente, en situaciones de emergencia, las políticas de prevención o contención nunca son de aplicación universal. Al contrario, son selectivas. Algunas veces son abierta e intencionalmente adeptas al darwinismo social: proponen garantizar la supervivencia de los cuerpos más valorados socialmente, los más aptos y los más necesarios para la economía. En otras ocasiones, olvidan o descuidan los cuerpos menospreciados.
Lección 6. El regreso del Estado y de la comunidad. Los tres principios de regulación de las sociedades modernas son el Estado, el mercado y la comunidad. En los últimos cuarenta años, el principio del mercado ha recibido prioridad absoluta en detrimento del Estado y la comunidad. La privatización de bienes sociales colectivos, como la salud, la educación, el agua potable, la electricidad, los servicios postales y de telecomunicaciones, y la seguridad social, fue solo la manifestación más visible de la prioridad dada a la mercantilización de la vida colectiva. Más insidiosamente, el propio Estado y la comunidad o sociedad civil comenzaron a ser gestionados y evaluados por la lógica del mercado y por criterios de rentabilidad del «capital social». Esto sucedió tanto en los servicios públicos como en los servicios de solidaridad social. Fue así como las universidades públicas fueron sometidas a la lógica del capitalismo universitario, con clasificaciones internacionales, la proletarización productiva de los docentes y la transformación de los estudiantes en consumidores de servicios universitarios. Así también surgieron las alianzas público-privadas, casi siempre un mecanismo para transferir recursos públicos al sector privado. De este modo, las organizaciones de solidaridad social finalmente entraron en el comercio de la filantropía y del cuidado.
Las pandemias muestran de forma cruel cómo el capitalismo neoliberal incapacitó al Estado para responder a las emergencias. Las respuestas que los Estados dan a la crisis varían de un Estado a otro, pero ninguno puede disfrazar su incapacidad, su falta de previsibilidad en relación con las emergencias que se anunciaron como inminentes y muy probables.
Estoy seguro de que en el futuro cercano esta pandemia nos dará más lecciones y que siempre lo hará de manera cruel. Si seremos capaces de aprender es una pregunta por ahora abierta.
EL FUTURO PUEDE COMENZAR HOY
La pandemia y la cuarentena revelan que hay alternativas posibles, que las sociedades se adaptan a nuevas formas de vida cuando es necesario y se trata del bien común. Esta situación es propicia para pensar en alternativas a las formas de vivir, producir, consumir y convivir en los primeros años del siglo XXI. En ausencia de tales alternativas, no será posible prevenir la irrupción de nuevas pandemias que, por cierto, como todo sugiere, pueden ser aún más letales que la actual. Seguramente no falten ideas sobre posibles alternativas, pero ¿pueden conducir a una acción política para lograrlas? A corto plazo, lo más probable es que, después de que termine la cuarentena, las personas se quieran asegurar de que el mundo que conocieron no haya desaparecido. Volverán a las calles impacientes, ansiosas por circular libremente otra vez. Irán a jardines, restaurantes, centros comerciales, visitarán a familiares y amigos, regresarán a rutinas que, por más que hayan sido tediosas y monótonas, ahora parecerán tranquilas y seductoras.
Sin embargo, volver a la «normalidad» no será igual de fácil para todos. ¿Cuándo se reconstituirán las ganancias anteriores? ¿Estarán los empleos y salarios esperándolos y disponibles? ¿Cuándo se recuperarán los retrasos educativos y profesionales? ¿Desaparecerá el estado de excepción creado para responder a la pandemia tan rápido como la pandemia? En los casos en que se hayan adoptado medidas de protección para defender la vida por encima de los intereses económicos, ¿el retorno a la normalidad implicará dejar de priorizar la defensa de la vida? ¿Habrá un deseo de pensar en alternativas cuando la alternativa que se busca es la normalidad que existía antes de la cuarentena? ¿Se pensará que esta normalidad fue la que condujo a la pandemia y conducirá a otras en el futuro?
Al contrario de lo que uno podría pensar, el periodo inmediato posterior a la cuarentena no será favorable para discutir alternativas, a menos que la normalidad a la que las personas quieran regresar no sea posible.
Tengamos en cuenta que, en el periodo inmediatamente anterior a la pandemia, hubo protestas masivas en muchos países contra las desigualdades sociales, la corrupción y la falta de protección social. Lo más probable es que cuando finalice la cuarentena, regresen las protestas y los saqueos, sobre todo porque la pobreza y la pobreza extrema aumentarán. Al igual que antes, los gobiernos recurrirán a la represión en la medida de lo posible y, en cualquier caso, intentarán que los ciudadanos reduzcan aún más sus expectativas y se acostumbren a la nueva normalidad.
Ante la ausencia de alternativas, ocurrirán otras pandemias, pero esa probabilidad ya no es un problema político. Los políticos que enfrentaron esta crisis ya no serán los que tendrán que enfrentar la próxima. En mi opinión, este no será el caso si la ciudadanía organizada (partidos políticos, movimientos y organizaciones sociales, movilizaciones espontáneas de ciudadanos y ciudadanas) resuelve poner fin a la separación entre los procesos políticos y civilizadores que tuvo lugar simbólicamente con la caída del Muro de Berlín. A partir del norte global, este evento político consolidó la idea de que no había alternativa al capitalismo y a todo lo que él conlleva. Hasta entonces, al menos desde principios del siglo XX, el debate sobre las alternativas al capitalismo tuvo lugar en el seno del proceso político y este, a medida que las discutía, asumía una dimensión civilizadora. Se colocó en la agenda del debate a aquellas alternativas económicas, sociales, políticas y culturales que apuntaban a horizontes poscapitalistas, modelos de desarrollo, vida y sociedad que mitigarían la agresión cada vez más intensa contra la naturaleza inducida por el capitalismo y todo lo que él implica. La gran mayoría de tales alternativas no tuvo nada que ver con las soluciones que prevalecieron del otro lado del Muro de Berlín (el socialismo soviético), pero su mera existencia legitimaba que se discutiesen otras alternativas. La articulación entre los procesos políticos y procesos civilizadores consistía en ello.
Con la caída del Muro de Berlín, esta articulación se deshizo. Los debates políticos comenzaron a limitarse a la gestión de las soluciones propuestas o impuestas por el (des)orden capitalista vigente, y los debates civilizadores, a medida que continuaban, comenzaron a suceder fuera de los procesos políticos. Esta separación fue fatal porque, con ella, las sociedades dejaron de pensar en alternativas de vida que redujesen fenómenos como el calentamiento global, los llamados desastres naturales, la pérdida de biodiversidad, la ocurrencia cada vez más frecuente de eventos climáticos extremos (tsunamis, ciclones, inundaciones, sequías, aumento del nivel del mar debido al deshielo de los glaciares) y, como resultado, el brote más frecuente de epidemias y pandemias que son cada vez más globales y letales.
Solo mediante una nueva articulación entre los procesos políticos y civilizadores será posible comenzar a pensar en una sociedad en la que la humanidad asuma una posición más humilde en el planeta en el que habita.
Una humanidad que se acostumbre a dos ideas básicas: hay mucha más vida en el planeta que la vida humana, ya que representa solo el 0,01% de la vida en el planeta; la defensa de la vida del planeta en su conjunto es la condición para la continuidad de la vida humana. De lo contrario, si la vida humana continúa cuestionando y destruyendo todas las demás vidas que conforman el planeta Tierra, es de esperar que estas otras vidas se defiendan de la agresión causada por la vida humana y lo hagan de maneras cada vez más letales. En ese caso, el futuro de esta cuarentena será un breve intervalo previo a las cuarentenas futuras.
La nueva articulación presupone un giro epistemológico, cultural e ideológico que respalde las soluciones políticas, económicas y sociales que garanticen la continuidad de una vida humana digna en el planeta. Este cambio tiene múltiples implicaciones. La primera es crear un nuevo sentido común, la idea simple y evidente de que, especialmente en los últimos cuarenta años, hemos vivido en cuarentena, en la cuarentena política, cultural e ideológica de un capitalismo encerrado en sí mismo, así como en la cuarentena de la discriminación racial y sexual sin las que el capitalismo no puede sobrevivir. La cuarentena causada por la pandemia es, después de todo, una cuarentena dentro de otra. Superaremos la cuarentena del capitalismo cuando seamos capaces de imaginar el planeta como nuestro hogar común y a la naturaleza como nuestra madre original a quien le debemos amor y respeto. No nos pertenece. Le pertenecemos a ella. Cuando superemos esa cuarentena, seremos más libres ante las cuarentenas provocadas por las pandemias.
NOTA
1 Los "barrios de caniço" son asentamientos de los suburbios de Mozambique no aptos para construir viviendas. También se los conoce como "barrios de caña" (por el material construido en la construcción de la mayoría de las chozas y así se los diferencia de la "ciudad de cemento".