SONIDOS, EMOCIONES Y HECATOMBES
SOUNDS, EMOTIONS AND “HECATOMBES”
Álex Grijelmo
* Tomado de Álex Grijelmo, La seducción de las palabras, Madrid, Taurus, 2000, pp. 47-48. El título es una invención del editor de esta revista, que se disculpa con el autor citando la frase de Pedro Salinas que da inicio a su libro: “Mis títulos no son de sabio, son de enamorado”. Del lenguaje, también vehículo del “ruido y la furia”.
Los fonemas de muchas palabras forman parte de los elementos de seducción porque se perciben con los sentidos más que con la inteligencia. Desde el valor afectivo y cariñoso de la i hasta el derroche vibrante de la r.
A veces resalta incluso en algunos términos el significado fonético por encima del etimológico. Si alguien lograra algo por arte de birlibirloque, nos pondríamos de su parte sólo por el sonido de esta expresión que refleja sus actos, a pesar de que la voz se formase en su día con “birlar” (estafar, robar) y “birloque” o “birlesco” (ladrón)1, y a pesar de que la persona a quien se aplica obtenga sus fines mediante el engaño, como los magos y los prestidigitadores. Imaginemos la noticia que nos transmite un contertulio: “El ministro se ha sacado de la manga 100 millones del presupuesto como por arte de birlibirloque”. Lejos de constituir una merecida censura, la palabra se habrá puesto a favor de tan insigne contable. Una seducción que engaña. Un sonido que conquista. Una irregularidad que se convierte en travesura. Habrán birlado 100 millones, pero con gracia.
“¡Esto es una hecatombe!”, podrá exclamar otra persona para definir el mismo caso y el mismo presupuesto. Y aquí tenemos una palabra con miles de años de vida. Heca/tombe: cien/bueyes, según la etimología griega. Y el primer diccionario oficial del idioma español (el Diccionario de Autoridades, del siglo XVIII) consagra como significado primigenio (y único entonces) el que hace referencia al “sacrificio de cien reses de una misma especie que hacían los griegos y gentiles cuando se hallaban afligidos de algunas plagas”. Durante muchos siglos sólo significó eso: un rito religioso. Hoy en día el Diccionario de la Real Academia admite también los sentidos en que el lector habrá pensado al encontrar esta palabra cualquier día en cualquier periódico: “mortandad de personas”, “desgracia, catástrofe”. El sacrificio de cien bueyes puede suponer una catástrofe para una aldea, por más que la aportación al altar fuera voluntaria y hasta piadosa, pero la genética de la palabra remitía exclusivamente a la matanza ritual de animales, con la precisión milimétrica de sus étimos. La vigente “mortandad de personas” casará mal, entonces, con la historia del vocablo; sin embargo, aquí se ve más bien que la sonoridad de sus sílabas se ha impuesto al significado. Hecatombe forma un conjunto fónico demasiado sonoro, rotundo, sobrecogedor como para significar solamente un sacrificio ritual y voluntario2.
NOTAS AL PIE
1. Germán Díez Barrio, Dichos populares castellanos, Madrid, Castilla Ediciones, 1987 (y eds. de 1989, 1993 y 1999).
2. “Hecatombe del Real Madrid en el Bernabéu”, titula El País en su primera página el 5 de diciembre de 1999, tras la derrota del equipo blanco en su propio campo frente al Zaragoza por ¡1-5! No se trata de ninguna muerte de personas, sino de un desastre deportivo. La palabra hecatombe hace honor a lo sonoro de la derrota.