¿DESCONOCEMOS LOS HECHOS CUANDO SON INCONVENIENTES? RESPUESTA AL PROFESOR GORBANEFF


DO WE IGNORE THE FACTS IF THEY ARE INCONVENIENT? A REPLY TO PROFESSOR GORBANEFF



Geoffrey M. Hodgson*

* Doctor en Economía, profesor de la Universidad de Hertfordshire, Hertfordshire, Reino Unido, g.m.hodgson@herts.ac.uk Documento original en inglés. Traducción de Carolina Esguerra y Alberto Supelano. Fecha de recepción: 2 de febrero de 2007, fecha de modificación: 6 de febrero de 2007, fecha de aceptación: 27 de febrero de 2007.



Quiero agradecer al profesor Yuri Gorbaneff su interés en mi artículo “Instituciones, recesiones y recuperación en las economías en transición”, publicado en inglés en el Journal of Economic Issues en diciembre de 2006 y, en español, en el número anterior de esta revista. Desafortunadamente su crítica contiene algunos errores y malentendidos.

Su primer malentendido tiene que ver con el título de su crítica “Si el modelo contradice la realidad, peor para la realidad”. Mi artículo sobre las economías en transición no es un ejercicio de construcción de modelos. No construyo un modelo y luego suprimo o distorsiono los hechos. Por el contrario, mi artículo parte de los datos reales y los analiza utilizando técnicas econométricas estándar. Estas técnicas ponen de relieve las pautas y regularidades de los datos. A Gorbaneff no le gustan los resultados. Quiere dejarlos de lado porque no cuadran con sus opiniones.

En vez de escudriñar mis métodos de análisis de los datos, Gorbaneff me acusa erróneamente de proponer un modelo que “contradice la realidad”. La respuesta apropiada sería en cambio examinar críticamente los resultados econométricos y ver si las conclusiones que se obtienen de los datos son robustas o no. Gorbaneff no lo hace. Simplemente desecha el análisis econométrico con el infundado parecer de que los “lectores no aguantan otro intento de explicar la compleja realidad con ayuda de modelos econométricos de corte transversal”. Sostiene errónea e inexplicablemente que mi trabajo “pertenece al tipo de estudios que se agota”. Gorbaneff es quien desconoce los hechos y su análisis, no yo.

Al contrario de Gorbaneff, no comienzo mi análisis de los datos de las economías en transición con el deseo de encajarlos forzadamente en un modelo preconcebido. No esperaba una relación negativa tan fuerte entre fraccionamiento étnico y crecimiento económico, pero resultó ser robusta después de varias pruebas y por ello reporté este resultado en mi artículo. Tampoco esperaba ni deseaba descubrir una relación negativa entre democracia y crecimiento económico, pero también sobrevivió al escrutinio estadístico, y también reporté este molesto resultado. Esperaba una relación negativa entre los índices de conflicto armado y el crecimiento económico, pero ninguna de las pruebas resultó robusta, de modo que también reporté esta falta de correlación. No reporté únicamente los resultados que parecían convenientes o se ajustaban a mis preconcepciones. En cambio Gorbaneff rechaza mis resultados porque le disgustan.

También comete algunos errores. Al contrario de lo que asegura Gorbaneff, no sostengo que “las regresiones muestran que la religión católica y protestante ejerce un efecto positivo sobre el crecimiento económico, mientras que las religiones ortodoxa y musulmana tienen un efecto negativo”. Debería leer mi artículo con más cuidado. Yo reporto que el índice de lealtad religiosa (CATHPROT) no es significativo en la explicación del crecimiento económico. En cambio, argumento que el cristianismo occidental “refleja el legado de un conjunto pluralista de instituciones de la sociedad civil, que actúa como contrapeso de la influencia o del poder. En este caso lo que es relevante es la existencia y la influencia popular de instituciones relativamente autónomas que incluyen a la Iglesia, y no los indicadores de participación o lealtad religiosa nominal ”.

Lo que importan son las instituciones, no las meras declaraciones de fe. Además, no excluyo la posibilidad de que los países musulmanes u ortodoxos puedan modernizar sus instituciones. En contra de la descripción que Gorbaneff hace de mi análisis, estos países no “están condenados al subdesarrollo”. Mi análisis pone de relieve el peso de las instituciones anteriores, pero no excluye cambios en el futuro.

Gorbaneff dice que tengo razón “en parte” cuando señalo que los países de Europa Oriental “no desarrollaron un alto nivel de cohesión nacional”. Pero además de una breve alusión a Armenia no explica por qué no es totalmente cierto. Globalmente, como reporto en mi artículo, existen muy pocos casos de una prolongada construcción de nación fuera de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. En general, los países en transición tienen una experiencia histórica muy corta como Estado-nación. Armenia puede haber tenido una identidad nacional durante centenares de años. Pero la identidad nacional no constituye un Estado-nación. En mi artículo me refiero a la independencia y a la integración nacional, y a la necesidad de Estados-nación modernos que incorporen “sistemas de derecho y de gobierno que trasciendan el cumplimiento de contratos y derechos basados en la pertenencia étnica”. En contraposición, Armenia fue colonizada durante varios siglos y su experiencia de independencia nacional ha sido muy breve.

Gorbaneff tampoco entiende mi posición cuando dice que argumento que “la democracia puede ser mala para el crecimiento, porque puede permitir que un grupo de personas monopolice el poder político”. Este cándido argumento no es mío. Argumento, en cambio, que “en algunos casos, las redes de poder y los oligarcas han usado la democracia como instrumento de manipulación” en vez de aceptar “las reglas generales del juego democrático” con pesos y contrapesos, “incluidos los llamados a los intereses, derechos y valores nacionales”. Mi análisis concuerda con el estudio reciente de Barry Weingast, quien compara equilibrios políticos “simétricos” y “asimétricos” en los sistemas democráticos. Weingast argumenta que la mayoría de los países en desarrollo hoy está bloqueada en equilibrios asimétricos, en los que los gobiernos respetan los derechos de sus partidarios y violan los derechos de los demás. Estos países tienen grandes dificultades para proteger los derechos civiles y de propiedad individuales.

Gorbaneff tiene sentimientos democráticos, igual que yo. Apoya la profundización democrática en Colombia y en otras partes. Yo también. Pero el sentimiento no es un sustituto de la ciencia. Una vasta literatura econométrica reciente sobre la relación entre democracia y crecimiento económico no ofrece clara evidencia de que la democracia conduce siempre o en general a la prosperidad.

La instauración de la democracia puede traer peligros así como beneficios, como ejemplifica la actual tragedia de Irak. No propongo reducir los niveles de democracia en los países en desarrollo o en transición. Por el contrario, sugiero que debemos tener en cuenta que los beneficios de la democracia tardan en aparecer.

Gorbaneff echa los hechos a un lado porque son molestos. Quiere creer que la democracia siempre produce beneficios económicos. A veces los produce. Pero los hechos también indican fuertemente que puede producir resultados negativos. En vez de examinar la evidencia, Gorbaneff la descarta porque es “extraña” o paradójica. Quizá así parezca, pero esto obedece a que la realidad es compleja, y no siempre se ajusta a nuestros sentimientos o preconcepciones. En esas circunstancias debemos mirar los hechos más de cerca, en vez de eludirlos.