Edward Snowden. Vigilancia permanente. Editorial Planeta, 2019. Traducción: Esther Cruz Santaella. 445 páginas. Edición original: Permanent Record. Editor: Henry Holt and Company, 2019. 352 páginas.
Pío García Parra*
* Doctor en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana (Colombia). Docente-Investigador del Observatorio de Análisis de los Sistemas Internacionales (Oasis), Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Universidad Externado de Colombia (Colombia). [pio.garcia@uexternado.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0003-1270-5131].
Para citar esta reseña: García Parra, P. (2024). Edward Snowden. Vigilancia permanente. Editorial Planeta, 2019. Traducción: Esther Cruz Santaella. 445 páginas. Edición original: Permanent Record. Editor: Henry Holt and Company, 2019. 352 páginas. Oasis, 41, 325-329. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n41.15
Recibido: 24 de junio de 2024 / Aceptado: 26 de agosto de 2024
Cada cierto tiempo, un nuevo Prometeo comete la osadía de robarle el fuego a los dioses, jugarse la vida y convertirse en héroe. Expone su fortuna, sus amores, la reputación de sus allegados, toda la comodidad del día a día solo por seguir un mandato moral superior. Son ellos esos seres idealistas que creen que el orden establecido es removible y se la juegan todo por su transformación. Buscan conmoverlo y forzarlo a acceder a una nueva fase. Hoy día son revolucionarios sin las armas convencionales, equipados para las batallas en el inédito campo tecnológico. Tales héroes tienen nombres propios: Julian Assange, Chelsea Manning, Edward Snowden, para nombrar solo los tres más prominentes. Su audacia común: develar ante el mundo el entramado sórdido de gobiernos y grandes empresas para enmascarar en discursos evasivos el avasallamiento de pueblos, las torturas de prisioneros y el espionaje a la vida de todo el mundo por razones de Estado.
Le correspondió Snowden poner al descubierto el programa ultrasecreto de la National Security Agency (NSA), creado a raíz de los ataques de Al-Qaeda el 11 de septiembre de 2001, y negado ante periodistas y el Congreso mismo estadounidense por los presidentes de turno, los secretarios de defensa y directores de la Agencia durante una década.
No fue una tarea fácil y, mucho menos, una conspiración urdida por los gobiernos ruso o chino, o cualquier otro rival. Fue tan solo la coincidencia de un aficionado a la programación desde la más temprana edad que juntó sus habilidades extraordinarias para explotar las zonas grises con su olfato de sabueso y su firmeza moral.
Nacido en Elizabeth City, North Carolina, en 1983, en una familia vinculada a la seguridad marítima, su padre, Lon, trabajaba en la Guardia costera, y su madre, Wendy, en oficinas del gobierno. Jessica, mayor que él, es su única hermana. El abuelo paterno también trabajó en la Guardia costera. Los Snowden descienden de los pioneros del Myflower, los cuáqueros fundadores de la colonia Plymouth. Lon solía arreglar en casa máquinas y equipos de la oficina. Así trajo los primeros computadores portátiles, que despertaron enorme seducción en el hijo.
A los 7 años Edward ya se desenvolvía con habilidad en los juegos electrónicos. A los 9 años, la familia se mudó a Maryland, por el trabajo del padre en la base aérea de Fort Maede. El traslado coincidió con la llegada de internet. El niño se sumergió pronto en el mundo virtual, las redes, y se fascinó por la computación y el hackeo. Descuidó los estudios formales y tuvo que validar la secundaria cuando fue admitido en la educación superior. A los 16 años ingresó a la universidad y, con su trabajo, se pudo independizar de la familia. La mayor parte de su tiempo lo consumía el trabajo, el hackeo y las competencias online, mientras la atención a las clases era intermitente.
Arropado por el espíritu patriota que le dejó el S-11, a los 20 años se enlistó en el ejército. Las lesiones del entrenamiento lo sacaron de ahí. No satisfecho con la desvinculación, se empleó en las agencias de seguridad o la IC (Intelligence Community). En ella se desempeñó como programador de forma alternada en la CIA y la NSA. Por sus capacidades en construcción de redes, fue ubicado en Ginebra, Tokio y, por último, en Hawái, donde, en 2013, decidió develar el secreto mejor guardado del gobierno estadounidense: el programa de vigilancia masiva global.
El libro consta de tres partes. Además de ilustrar cómo desde la temprana infancia desarrolló destrezas en computación, en la primera de ellas destaca la convicción de poner al servicio del país su destreza en el campo de la programación y las comunicaciones. El elevado espíritu de compromiso ciudadano lo llevó a solicitar ingreso en las Fuerzas especiales Rayos X18, unidades pequeñas y flexibles, diseñadas para enfrentar "las guerras cada vez más duras y dispares de Estados Unidos" (p. 119). Ese patriotismo es revisado y criticado en la segunda parte.
Esta corresponde a sus primeros años de empleado en la agencias de seguridad, donde conoció a fondo las entrañas de IC, el sistema de espionaje repleto de derroche de recursos, arbitrariedades y mentiras por parte de sus directivos. La mayor parte de los reclutados llegan a trabajos oficiales a través de agencias de empleo particulares, por lo general, propiedad de exoficiales retirados del servicio secreto. Fuera de Estados Unidos, el espionaje a los países por parte de la IC sirve para vigilar otras sociedades, cuando no los gobiernos mismos, sin conocimiento y consentimiento de estos. Durante la estadía en Tokio terminó de consolidar su gran sospecha acerca de la colaboración deshonesta entre el gobierno imperial estadounidense y "el triunvirato imperial" de internet en ese momento (Google, FaceBook y Amazon), para compilar información privada. A raíz de ello, se hizo trasladar a Hawái, con el propósito de descifrar el enigma del programa secreto y negado por el gobierno que le permite a este disponer de la vigilancia masiva en todo el mundo.
La tercera parte es la de mayor intriga por el despliegue de imaginación al cual tuvo que recurrir Snowden para poder sacar la información ultrasecreta desde los computadores del complejo de espionaje y llevarla al exterior sin que pudieran ser detectadas ni la sustracción en los computadores ni su porte fuera de las oficinas. Es clave, al respecto, el ardid de los cubos de Rubik. Para no malograr la lectura del libro no escribo el nombre del programa particular de vigilancia ni el traslado del material fuera de las oficinas, pero sí es importante señalar algunos de los programas que desde 2001 condujeron a la plena aplicación del mismo a partir del año 2011. turmoil es un mecanismo de recolección pasiva de la información captada desde los computadores y los teléfonos celulares; TURBULANCE es la captura activa de datos, cuando los programas de espionaje interectúan con el usuario sin que este lo note. Por ese medio, la IC desarrolló programas cada vez más sofisticados como STELLARWIND, MDR y EPICSHELTER. Simultáneamente, a través de PRISM, recopilaba información privada en posesión de los gigantes de internet.
No bastaba la decisión de un ciudadano enardecido por lo que consideró la traición del gobierno y las empresas a la Constitución de Estados Unidos y a los compromisos internacionales de respetar plenamente la vida privada de las personas. Hacía falta sacar en forma sigilosa las evidencias y compartirlas con quienes pudieran recibirlas y divulgarlas completamente. Que no sucediera lo que pasó con otras denuncias similares que fueron archivadas por los periodistas por temor a las represalias, o enviadas al gobierno exponiendo la vida del informarte. La descripción de los recursos imaginativos para lograr el cometido es de un suspenso digno sir Conan Doyle.
¿Qué quedó de la osadía de Snowden? De acuerdo con su propio relato, seis fueron los logros inmediatos: 1) se abrió el debate mundial sobre el derecho a la privacidad; 2) en 2015, un tribunal federal en Estados Unidos emitió sentencia a favor de la American Civil Liberties Union (ACLU), una organización que demandó la ilegalidad del programa de recopilación de registros telefónicos de la NSA; 3) internet se volvió más segura gracias a la circulación creciente de información encriptada; 4) los gigantes de las tic adoptaron sistemas de encriptación que le dan confianza a sus clientes en el tráfico de comunicaciones; 5) aumentó en casi todo el mundo la indignación por las revelaciones y el rechazo a los socios estadounidenses en la vigilancia masiva (los cinco ojos: Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra y Canadá); 6) en 2016, el Parlamento Europeo aprobó el Reglamento General de Protección de Datos; ese mismo año, por primera vez, en la Web circuló más información encriptada que no encriptada.
Sobre los escenarios futuros, en primer lugar, están las previsiones del autor mismo. A su parecer, próximamente, la inteligencia artificial convertirá las tradicionales cámaras de vigilancia en espacios públicos en robocop para manipular indicios y crear sospechosos a partir de actos tan sencillos como abrazarse o darse la mano en la calle. Con base en el reconocimiento facial, los algoritmos crearán historiales terribles de los ciudadanos.
En segundo lugar, podemos plantear las perspectivas de su propia biografía. Snowden tuvo la salida más inteligente y afortunada de los tres informantes más publicitados en el siglo XXI. Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, entre 2012 y 2019, pudo resguardarse en la embajada de Ecuador en Londres, gracias al asilo otorgado por Rafael Correa. Entregándolo a la policía británica, su sucesor, Lenin (¡vaya nombre!) Moreno, lo traicionó y lo canjeó por un préstamo de USD10.000 millones del FMI y el Banco Mundial, en arreglo con Estados Unidos. Chelsea Manning, quien le brindó a Assange la información que puso al descubierto los horrores contra los musulmanes en Bagdad y Guantánamo, purgó siete años de cárcel hasta 2017, cuando el presidente Obama la perdonó. En busca de asilo también en Ecuador, Snowden quedó varado junto con su aliada Sara Harrison, precisamente de WikiLeaks, durante 40 días en el aeropuerto Sheremétievo de Moscú, cuando el gobierno de Estados Unidos le anuló el pasaporte para facilitar su captura. Con todo, el gobierno ruso lo asiló y lo sigue protegiendo. Es la gracia de estar resguardado en una gran potencia y no en una obsecuente republiqueta, como Ecuador, Suecia y ya casi Inglaterra.
En tercer término, resta hablar del futuro del libro en sí. Será, con gran probabilidad, una de las publicaciones icónicas sobre la barbarie que le ha impuesto al mundo el poder imperial de Estados Unidos. No ha sido suficiente para sus gobiernos invadir países y aniquilar pueblos enteros en la presumida lucha contra el terrorismo, sino que invade en todo momento la esfera privada de la gente en cualquier punto del planeta.
Con todo, es preciso indicar que la comprensión de la estructura del poder global de Snowden queda incompleta si se omite el factor religioso, según el paradigma proporcionalista (De Gregori, 2005). Las ficciones de la Providencia, el Pueblo elegido y la paranoia del Mal están arraigadas de manera especial en el público estadounidense por las iglesias evangélicas tan afines al sionismo, que mueven dinero y votos de forma abrumadora.
Más allá de ese tópico, Vigilancia permanente ofrece una biografía, un romance y una saga de suspenso. Es una obra polifacética que merece ser abordada, sobre todo, para enriquecer el espíritu crítico y elevar el conocimiento de los lectores sobre los detalles del espionaje en la era virtual. La pesadilla del Gran Hermano que todo lo ve, anticipada por George Orwell (1949) e inspirada en la secuela horrenda del nazismo, es ya una realidad cruda y palpable.
Pío García,
Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia
REFERENCIAS
De Gregori, W. (2005). Proportionality Manifesto for the Triune Reality Show of the World. Internacional Academy CSP. https://books.google.com.co/books?id=4b5ODWAAQBAj&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
Orwell, G. (1949). Nineteen eighty-four. Secker & Warburg.