Los discursos de la derecha radical frente a la diferencia. El caso del rechazo al lenguaje inclusivo de género en Argentina y España
The discourses of the radical right in the face of difference. The case of the rejection of gender-inclusive language in Argentina and Spain
Andrea Milena Guardia Hernández*
Manuel Alejandro Rayran-Cortés**
* Doctora en Lenguas, Letras y Traductología, Université Catholique de Louvain (Bélgica). Docente-investigadora de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad La Gran Colombia, Bogotá (Colombia). [guardiah@gmail.com]; [https://orcid.org/0000-0002-8831-7496].
** Magíster en Ciencia Política con orientación en Relaciones Internacionales, con especialidad en Diplomacia y Resolución de Conflictos, Université Catholique de Louvain (Bélgica). Docente de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia Bogotá (Colombia). [manuel.rayran@uexternado.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0003-3658-2690].
Recibido: 10 de enero de 2025 / Modificado: 27 de marzo de 2025 / Aceptado: 9 de abril de 2025
Para citar este artículo: Guardia Hernández, A. M. y Rayran-Cortés, M. A. (2025). Los discursos de la derecha radical frente a la diferencia. El caso del rechazo al lenguaje inclusivo de género en Argentina y España. Oasis, 42, 213-236. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n42.10
RESUMEN
Este artículo analiza cómo el rechazo al lenguaje inclusivo de género (LIG) se vincula con las agendas políticas de la derecha radical, en el marco de las reflexiones contemporáneas en torno al sistema del género y la sexualidad. Construye un aparato conceptual interdisciplinario para caracterizar a estos movimientos políticos y precisar rasgos del fenómeno del LIG. Desde allí, se argumenta que el rechazo al LIG forma parte de un proyecto político populista que considera la otredad, en este caso, la diversidad sexual y la fractura de los roles de género tradicionales, como algo que se debe evitar y combatir, una propuesta que se confirma en el acercamiento a los casos de Argentina y España. El estudio enfatiza la importancia de enfoques glotopolíticos para entender las relaciones entre lenguaje, ideología y poder en contextos de transformación global, abriendo caminos para futuras investigaciones sobre las tensiones lingüísticas y políticas contemporáneas.
Palabras clave: lenguaje inclusivo de género; derecha radical; Vox; libertarios; batalla cultural; glotopolítica.
ABSTRACT
This article analyzes how the dismissal of gender-inclusive language (GIL) is linked to the political agendas of the radical right, within the framework of contemporary reflections on the gender and sexuality system. It builds an interdisciplinary conceptual apparatus to characterize these political movements and specify features of the GIL phenomenon. From there, it argues that the rejection of GIL is part of a populist political project that views otherness, in this case, sexual diversity and the fracture of traditional gender roles, as something to be avoided and combated; a proposal confirmed by the cases of Argentina and Spain. The study emphasizes the importance of glottopolitical approaches to understand the relationships between language, ideology, and power in contexts of global transformation, paving the way for future research on contemporary linguistic and political tensions.
Keywords: Gender-inclusive language; radical right; Vox; libertarians; culture war; glottopolitics
INTRODUCCIÓN
Existe una temporada para cada fenómeno político, económico y social. Estos surgen de acuerdo con unas condiciones materiales e inmateriales propias de cada época, que se manifiestan y representan a su manera, en ocasiones repitiendo expresiones del pasado, y, en otras, imponiendo unas nuevas. Así es como, con el paso de los años, los diferentes sucesos disruptivos van ofreciendo los derroteros que inciden en las decisiones de los agentes que configuran los espacios sociales y políticos.
En el caso del siglo XXI, sus inicios trajeron acontecimientos que marcaron la agenda internacional: la crisis financiera de 2008 y la creación de movimientos de ciudadanos en contra de un sistema financiero que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas (Stiglitz, 2015); el surgimiento de las potencias emergentes materializadas en los BRICS (Brasil, Rusia, India y China); los levantamientos sociales registrados en 2011 en el norte de África y en Asia occidental catalogados como la Primavera Árabe; las olas migratorias de los pueblos de África y Asia Occidental hacia Europa por la internacionalización de los conflictos en Libia y Siria; y la desmarginalización de la derecha radical y ultraderecha en las contiendas electorales de Europa y Estados Unidos.
Estos acontecimientos produjeron un aumento en la desigualdad económica y la migración (Cohen, 2023), y crearon unas condiciones materiales e inmateriales para que más agentes del sistema internacional contesten el actual orden internacional liberal (OIL)1 liderado por Estados Unidos y Europa, con el propósito de construir un orden internacional multipolar. En ese marco político, económico y social de crisis estructural, en el que en muchas ocasiones la ciudadanía no entiende cómo se ha llegado a este punto, las teorías conspirativas y los discursos de odio han proliferado con el interés de identificar, vilipendiar y expulsar de lo público a los supuestos responsables de este declive. Estos dispositivos discursivos han resultado efectivos para las campañas y la consecución de votos, principalmente para los partidos de derecha radical, quienes han basado parte de sus agendas en afirmaciones y propuestas racistas, xenófobas, misóginas, homofóbicas y transfóbicas, lo cual hace evidente que no se puede soslayar el lugar central que tienen los significados, las emociones, la identidad, la ideología y, especialmente, el discurso, en el estudio de los movimientos sociales (van Dijk, 2024).
Uno de los objetivos de la agenda política de las derechas y sus discursos ha sido el rechazo a las personas que se sitúan fuera de los roles tradicionales del sistema de género, de manera que la búsqueda de la igualdad de derechos para las mujeres y la comunidad LGBTQI+ se denuncia como un riesgo que hay que evitar. La prevalencia progresiva de identidades sexuales fluidas ha generado una serie de transformaciones de las prácticas y las normas sociales y jurídicas para dar cabida a nuevas configuraciones de sujetos, en una perspectiva que pone en cuestión las convenciones binarias tradicionales (Butler, 2005). Esto ha impactado los usos del lenguaje y ha derivado en la creación de estrategias semánticas, pragmáticas, léxicas y neomorfológicas dentro de cada lengua para nombrar esta diversidad sexual. Estas estrategias se han agrupado bajo la categoría de lenguaje inclusivo de género (LIG), y su uso e implementación en diferentes escenarios públicos ha sido tema de debate.
En este sentido, ha sido notable el rechazo del LIG por parte de la derecha radical, en un proyecto político que comprende las estructuras sociales basadas en relaciones asimétricas de poder y mediadas por el miedo (Nussbaum, 2019). Estos partidos enmarcan el LIG en las teorías de complot de la izquierda, del progresismo o el neomarxismo como parte de una campaña en contra de la familia y de los roles subyacentes de hombres y mujeres. Desde su perspectiva, esto profundizaría el declive del orden político de la idea de "Occidente", así como el posicionamiento del sujeto masculino en la sociedad. Ahora, contrario a otras dimensiones relacionadas con la diversidad sexual en las agendas internacionales, el LIG es remitido siempre al campo de la norma lingüística y no de la política, como si ambas esferas fueran independientes y esta separación se resolviera con la mirada prescriptiva de la gramática aséptica.
Con el interés de brindar perspectivas sobre la cuestión, este artículo tiene como objetivo explorar las relaciones que se tienden entre los esquemas políticos propios de la derecha radical y las declaraciones de rechazo ante el uso del LIG. Con este fin, se adoptará una metodología interdisciplinar de trabajo desde un enfoque glotopolítico, lo que permite estructurar categorías de análisis basadas en la ciencia política y las relaciones internacionales en conexión con la sociolingüística y el análisis crítico del discurso (ACD). A partir de este fundamento, se estudian dos casos concretos del mundo hispanohablante, Argentina y España, ambos marcados por la presencia de partidos de derecha.
METODOLOGÍA: ENFOQUE GLOTOPOLÍTICO Del LIG Y LAS DERECHAS
Acercarse al problema del lenguaje requiere siempre una metodología interdisciplinar que permita dar cuenta de los diferentes niveles en los que ocurren las enunciaciones, así como las reflexiones y actitudes hacia ellas. Como señala Verschueren (2022), si el uso del lenguaje se define como las decisiones significativas que hacen emisores y receptores en la producción de signos, la conciencia reflexiva sobre las implicaciones de estas decisiones en cada uno de sus contextos sería uno de los ejes de la comunicación humana. Este nivel metapragmático incluye los juicios de adecuación del comportamiento comunicativo propio y de otros (Caffi, 2006), como es el caso de la aceptación o el rechazo del LIG en el marco amplio de la glotopolítica. La glotopolítica engloba los hechos del lenguaje en los que la acción social asume una forma política, de manera que "el poder, la autoridad y la legitimidad pasan a ser, de inmediato, categorías centrales para el análisis de su funcionamiento, y el lenguaje mismo, en tanto que acción política, exige ser definido como fenómeno ideológico-discursivo, es decir, como entidad dinámica en constante relación dialógica con el contexto" (Del Valle, 2016, p. 14).
El método cualitativo propio del ACD (van Dijk y Lazar, 2020; van Dijk, 2010) permite estudiar las afirmaciones sobre el LIG en el cruce ideológico-lingüístico del enfoque glotopolítico. Así, es necesario consolidar unas categorías conceptuales derivadas de los marcos de comprensión de la derecha radical, en relación con el concepto de populismo, así como del LIG, para, desde allí, analizar algunos pronunciamientos públicos de representantes en los casos elegidos: el partido Vox en España y La Libertad Avanza en Argentina.
La selección de estos casos obedece a tres factores principales: primero, ambos países son hispanohablantes, algo clave para abordarlos desde el ACD, pues las políticas lingüísticas de cada idioma son diferentes; además, ninguno de los dos cuenta con una bibliografía consolidada de análisis del LIG desde el enfoque glotopolítico. Segundo, en ambos casos existen partidos políticos que han hecho explícita su inclinación hacia la derecha radical con estrategias populistas y que han participado en el ejercicio electoral, lo que ha ubicado la tensión derecha-izquierda dentro de los debates y la agenda política. Por último, en los dos escenarios el rechazo al LIG se ha abordado de manera explícita, situando el tema bajo la categoría de "ideología de género", un concepto retórico para movilizar políticas antigénero y que, en América Latina, ha sido instrumentalizado en debates políticos y legislativos (Corredor, 2019).
Esta comparación sigue la propuesta de Mudde y Rovira (2015) de analizar cómo el populismo y los debates en torno al género dependen de los contextos y cómo, siguiendo a Spierings et al. (2015), en Latinoamérica los partidos populistas están más personalizados, mientras que en Europa tienen estructuras organizativas más sólidas. Para analizar juicios de adecuación del comportamiento comunicativo en cada caso, es necesaria, entonces, la consolidación de las categorías teóricas que servirán para abordarlos: la derecha radical y el LIG.
¿Qué es la derecha radical? Definiciones y características
Tras la caída del Muro de Berlín, en lugar de llegar a su fin como lo planteaba Francis Fukuyama (1992), la historia empezó a correr de manera acelerada y precipitada con la implementación, la difusión y el perfeccionamiento de la globalización financiera. El triunfo de Estados Unidos frente a la Unión Soviética, entonces, representó la victoria del capitalismo sobre el socialismo y el inicio de una crisis estructural de la izquierda en el mundo (Traverso, 2019). El anticomunismo había ganado terreno durante el transcurso de la Guerra Fría y el resultado de esta competencia se convirtió en el puntillazo final para que el comunismo, como cuerpo de ideas, fuera estigmatizado y descartado como una opción de organización política, económica y social distinta al modelo capitalista y occidental. Así pues, con vía libre, Estados Unidos funcionó como garante y escudo del orden multilateral y cumplió a cabalidad su doctrina del destino manifiesto (Charillon y Belin, 2016; Chomsky, 2016).
Sin embargo, el cambio radical de fase política se produjo tras una serie de acontecimientos que tuvieron un efecto acumulativo, como la crisis financiera de 2008, el surgimiento de las potencias emergentes, las invasiones de Estados Unidos y Europa a Asia occidental en el marco de la guerra contra el terrorismo y el auge de olas migratorias impulsadas por guerra civiles, falta de oportunidades y la inestabilidad política en varios países. Con lo anterior, el resquebrajamiento del oil configuró una expansión de demandas con discursos de odio, rabia y miedo, lo que ha hecho que, en estos momentos, de acuerdo con Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (2021), el mundo viva un debilitamiento de la hegemonía imperante la cual está siendo cuestionada. En ese contexto de transformación, los grandes relatos que ofrecían sentido y directriz a un orden político y social ya no están disponibles como antes, lo que genera que las sociedades controviertan los motivos por los cuales hoy se sienten víctimas de un presente y futuro caótico y angustioso (Di Cesare, 2023).
La derecha radical, adoptando un enfoque populista, ha sido una de las principales tendencias políticas que han respondido a este problema. Por un lado, según Marina Garcés (2017) y Susan Neiman (2024), esta situación se debe a que la izquierda atraviesa una parálisis de imaginación, incapaz de proponer nuevas alternativas. Por el otro, las posturas transgresoras de la derecha radical contra el orden establecido han generado confusión dentro del conservadurismo tradicional, llevándolo a un estado de incertidumbre (Ferraresi, 2020). Conceptos como ultraderecha, derecha radical, izquierda y populismo combinan una dimensión descriptiva y heurística, pero también se utilizan habitualmente con fines descalificadores en el debate político contemporáneo.
Para abordar el problema de base y el análisis de caso, la tensión entre derecha e izquierda se entiende a partir de la perspectiva de la diferencia y la inclusión o exclusión de la otredad. Según Norberto Bobbio (2014), la derecha considera que las desigualdades entre personas, ya sean culturales, económicas, raciales, religiosas, sexuales o de otro tipo, son naturales y positivas y, por lo tanto, deben defenderse o, cuando menos, ser ignoradas por el Estado; mientras que la izquierda estima que las desigualdades son artificiales y negativas, razón por la cual el Estado debe tener un papel activo para eliminarlas o, al menos, reducirlas. En este espectro, de acuerdo con Cas Mudde (2021), la ultraderecha rechaza la esencia de la democracia, principalmente las ideas de soberanía popular y el principio de las mayorías, pues otorga la toma de decisión a una sola persona con la esperanza de hacer cambios profundos dentro de la sociedad, sin importar que eso signifique transgredir los derechos colectivos e individuales. Por otro lado, la derecha radical acepta la esencia de la democracia porque participa en el ejercicio electoral, pero se opone a elementos fundamentales de la democracia liberal, en especial a los derechos de las minorías o de las personas en situación de vulnerabilidad social y económica, al Estado de derecho y a la separación de poderes. En consecuencia, en este trabajo se adopta el concepto de derecha radical para analizar los discursos, dado que tanto VOX como La Libertad Avanza son partidos que han participado en los procesos electorales. Cabe agregar que algunos de los movimientos libertarios hacen parte de la derecha radical, pues a pesar de que consideren el Estado un problema para el desarrollo económico, no dejan de lado la importancia de la participación electoral.
Otro de los términos que ha ganado preponderancia en los debates políticos actuales es el populismo, el cual se utiliza de manera recurrente, sobre todo para descalificar políticamente al oponente. De acuerdo con María Esperanza Casullo y Harry Brown Araúz (2023), el populismo no puede atribuirse exclusivamente a la derecha o la izquierda, pues es un instrumento multidimensional que utilizan ambas corrientes de pensamiento para movilizar al electorado con sus propios enfoques, matices y énfasis temáticos. Se trata de una ideología de enfoque limitado, ya que casi siempre va acompañada de otras ideologías (Mudde y Rovira, 2015), y que marca diferencias con la derecha y la izquierda, sin perder su importancia en la construcción de lo político y lo social en la sociedad (Colalongo y Rayran-Cortés, 2023).
A pesar de las diferencias en forma y fondo, el populismo puede materializarse en cuatro estrategias discursivas (Casullo y Brown, 2023). La primera consiste en culpar a los sectores de poder, tanto interno como externo, señalando que deben ser derrocados. Ejemplos emblemáticos incluyen a Donald Trump al acusar al Deep State, a Javier Milei con su concepto de "la casta", y a Nicolás Maduro al referirse al "imperio yankee".
La segunda responsabiliza a los sectores más vulnerables de la sociedad por los problemas del pueblo, como ocurre en Francia con Marie Le Pen, quien acusa a los inmigrantes de perjudicar a la sociedad, o cuando Trump señala a los migrantes latinoamericanos como causantes de la violencia e inseguridad en Estados Unidos. Estos ejemplos serían contrarios al populismo de izquierda, en el cual el líder busca ser el vocero del pueblo en el sentido democrático y universalista, mientras que en el populismo de derecha se defiende al pueblo "original", haciendo énfasis en la diferencia y excluyendo la otredad, aquí migrante.
La tercera estrategia discursiva del populismo se basa en la promesa de guiar al pueblo hacia un futuro mejor, ofreciendo cambio y esperanza, como lo hacen Gustavo Petro en Colombia o Javier Milei en Argentina. La cuarta y última estrategia apela al regreso a un pasado que se percibe como mejor que el presente, proyectándolo como el futuro ideal, verbigracia el lema de Make America Great Again del republicano estadounidense, o la promesa de Milei de convertir a Argentina en una potencia mundial como lo fue a finales del siglo XIX, aunque muchos consideran que tal estatus nunca existió (Semán, 2023).
En ese sentido, de acuerdo con Enzo Traverso (2018), las actuales derechas radicales populistas se caracterizan por carecer de estabilidad ideológica, son fluctuantes y a menudo contradictorias, pues mezclan filosofías políticas antinómicas. Sin embargo, para Pablo Stefanoni (2023), existe un cierto núcleo temático sobre el cual erigen su discurso, a saber: pasar del tema racial a la batalla cultural2; convertir la incorrección política en una forma de revuelta antiprogresista; rechazar la inmigración, a menos que tenga un enfoque utilitarista; convertir el multiculturalismo en un enemigo de las costumbres y la tradición de la sociedad; considerar que el solucionismo básico es la respuesta a los problemas complejos y estructurales de la sociedad y el mundo; y rechazar a los árabes, musulmanes y otras culturas y religiones, ya no a partir de jerarquías raciales, sino apelando a los valores humanistas nacidos del Iluminismo, como por ejemplo: la laicidad, el libre pensamiento, los derechos de las minorías, la igualdad de los sexos y las libertades sexuales. En otras palabras, estas derechas radicales utilizan los ideales republicanos y liberales a conveniencia, y los convierten en instrumentos de discriminación y desprecio.
A este listado de puntos comunes, el filósofo Jason Stanley (2018) añade otros elementos de la agenda y política de estas nuevas derechas radicales, como son: la apelación a un pasado mítico que hay que rescatar; el rechazo a la denuncia, por parte de los movimientos feministas, de la ideología patriarcal, para luego estigmatizarlos; la irrealidad, las teorías de conspiración y la desinformación para la difusión del miedo en la sociedad; la ansiedad sexual y el rechazo a la diversidad, en línea con el rechazo al LIG; el victimismo por la impugnación de sus posturas políticas transgresoras a los derechos individuales y colectivos; la bandera del orden público en el que la prisión y el populismo punitivo son la solución a los problemas sociales, convirtiéndolos en asuntos de orden público y seguridad; la meritocracia en la que el discurso gira alrededor de la lucha entre los esforzados y los vagos; y la xenofobia selectiva y el antisindicalismo.
El éxito de estas corrientes políticas puede explicarse, en parte, por el vaciamiento ideológico que detona el complotismo en el electorado; el solucionismo que se convierte en una opción fácil para salir de los problemas estructurales (Di Cesare, 2023); y la crisis estructural de la democracia que le ha permitido a la derecha radical convertirse en la opción para destrabar las votaciones en los sistemas parlamentarios (Mudde, 2021; Przeworski, 2022). También, como explica Pablo Semán (2023), el éxito se debe a que, primero, los sujetos políticos que participan en lo electoral ya no tienen que pasar por instituciones que comúnmente les ofrecían legitimidad, como los medios de comunicación oficiales, pues gracias al internet pueden crear sus propios canales de difusión sin ninguna curaduría. Segundo, la creación de editoriales dedicadas a divulgar sus posturas políticas y a posicionar en los lectores a sus referentes, como Agustín Laje o Javier Milei. Y tercero, el uso estratégico de memes y otras imágenes, videos o textos para crear sus dispositivos ideológicos y narrativos.
En ese sentido, la derecha radical ha convertido la batalla cultural en el nuevo enfrentamiento ideológico contra la izquierda y el progresismo, poniendo en la mira a Antonio Gramsci como principal ideólogo de la izquierda, dada la importancia de la cultura y su incidencia en la construcción de las hegemonías de orden social en su obra. El argumento que estas corrientes de pensamiento defienden es que si el viejo comunismo ha muerto, el marxismo cultural es la continuidad de este, pero por otros medios. De acuerdo con Agustín Laje (2022), un autor explícitamente misógino y homófobo, referente de la derecha radical, el marxismo perdió la batalla económica y el socialismo se desmoronó, tal como lo habían anticipado los economistas austriacos Ludwing von Mises y Friedrich Hayek, razón por la cual la batalla cultural fue su último recurso para mantenerse en los espacios políticos. Con este argumento, la derecha radical acusaría a la izquierda y al progresismo de usar la corrección política, la llamada "ideología de género" (Vaggione, 2022; Corredor, 2019), el feminismo y el LIG para imponer su hegemonía en los lugares claves del poder global.
Así, la idea de una batalla cultural le permite a la derecha radical crear un enemigo común y hacer emerger chivos expiatorios para señalarlos como los responsables de todas las transformaciones actuales de la sociedad. No obstante, lo curioso es que, primero, los autores de esta corriente de pensamiento olvidan que las alteraciones culturales están atravesadas también por el desarrollo del capital y su modelo productivo, el cual es el capitalismo y no el comunismo. Y, segundo, la izquierda, a quien acusan como la responsable de la corrección política y la "ideología de género", allí incluido el LIG, se siente a sí misma derrotada desde el fin de la Guerra Fría y no se apropia completamente de estos temas.
En consecuencia, la batalla cultural se ha convertido en un dispositivo ideológico y narrativo para aglutinar a la derecha radical de varios países y tratar de crear agendas y relaciones políticas transnacionales. Un ejemplo de lo anterior es la afinidad entre el presidente de Argentina, Javier Milei, con Donald Trump o con el partido Vox de España, y las relaciones de asesoría y ayuda entre los diferentes políticos de América Latina con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y el mandatario argentino.
Dentro de todos los componentes que configuran la batalla cultural, el rechazo al LIG ha tenido cierto protagonismo y ha hecho coincidir las agendas de las derechas radicales con intereses de otros sectores conservadores, pues parece ser un asunto que versa sobre la estructura de la lengua sin comprometer proyectos ideológicos. Es decir, hablar del LIG parecería ser un tema técnico y no político. No obstante, como se aborda a continuación, el lenguaje impacta y es impactado por las relaciones de poder y la configuración de la sociedad, de manera que al hablar de la lengua es necesario preguntarse hasta qué punto se está hablando de las maneras de comprender a los sujetos y las jerarquías de los grupos sociales.
¿Qué es el lig?
El enfoque glotopolítico acepta que, como lo señaló Bourdieu (1985), hablar de la lengua en sí misma en condiciones ideales no permite hablar de la totalidad del sentido, pues todo intercambio lingüístico implica unas relaciones del poder simbólico de los hablantes, sus grupos y contextos. Las aproximaciones sociales a la lengua consideran que el lenguaje refleja y (re)produce la realidad (Díaz-Millón et al., 2024), de manera que todos los cambios sociales detonan y, a su vez, son detonados por los cambios lingüísticos. Para analizar el rechazo del LIG, entonces, es necesario tener en cuenta la relación que los usos del lenguaje tienen con las reflexiones sobre el género, una categoría que en el contexto contemporáneo puede entenderse como un dispositivo (apparatus), es decir, como una red,
… involving shifting discourses, institutions, laws, and so on that are connected. It is strategic, advancing certain projects of power […], and it involves relations of knowledge and power […]. Gender thus emerges as […] a network of relations, statements, artefacts, and much more. […] [It] is strategic, propelling seemingly contradictory projects of power, from the normalisation of gender roles to educational empowerment. (Prügl, 2020, p. 144)
En el cruce de las reflexiones sobre el género y el lenguaje surge el lenguaje inclusivo de género. El LIG se define como un conjunto heterogéneo de estrategias lingüísticas que invita a incorporar una serie de decisiones morfológicas, léxicas, semánticas e, incluso, algunas no verbales, con el fin de que los enunciados y significados sean más justos y equitativos en términos de las tensiones en torno al género, razón por la cual en inglés se le llama a veces gender-fair language (Vergoossen et al., 2020; Koeser y Sczesny, 2014). Las estrategias verbales que se utilizan son múltiples, aunque pueden tipificarse en seis (Díaz-Millón et al., 2024): 1) elegir formulaciones que no especifiquen el género, como el uso de epicenos, formas impersonales o que omitan marcadores de género gramatical; 2) usar formulaciones que especifiquen el género, habitualmente el femenino, como puede ser el uso del femenino plural genérico o la feminización de cargos y profesiones; 3) elegir formulaciones que incluyan los dos géneros, como el desdoblamiento de sustantivos o determinantes; 4) generar formulaciones que incluyen caracteres llamados "inclusivos", que suelen ser estrategias neomorfológicas, como el uso de la "x", la "e" o el signo arroba (@) para reemplazar las vocales que usualmente marcan el género gramatical en español ("o" y "a"); 5) elegir formulaciones con referencia explícita a la comunidad LGBTIQ+, como puede ser la enunciación de personas no binarias; y 6) usar estrategias léxico-semánticas para evitar estereotipos de género, como puede ser evitar expresiones que asuman roles tradicionales, por ejemplo, hablar de "los médicos y las enfermeras".
A pesar de que el uso de estas estrategias se puede rastrear desde finales de los años sesenta (Samples, 2024), y de que muchas entidades y organizaciones públicas y privadas han emitido guías que orientan su inclusión en la comunicación oficial (Díaz-Millón et al., 2024), el LIG continúa generando un debate social (Velandia y Cuba, 2024; Parra y Serafini, 2021; Bradley, 2020; Bolívar, 2019). Muchas veces, su uso es cuestionado e, incluso, caricaturizado, en una línea argumental que se sustenta en cuatro ejes (Vergoossen et al., 2020): 1) la defensa del statu quo de la lengua, es decir, asumir que las estrategias del LIG van a dañarla, afectarla o transformarla de manera ilegítima; 2) premisas sexistas y cisgeneristas, según las cuales la diferencia sexual binaria es natural y los roles de género tradicionales son los únicos válidos, por lo que modificar los usos de la lengua en cuanto al género es ilegítimo; 3) la desestimación del tema y de sus defensores, tildando a quienes defienden el LIG de ignorantes o señalando las estrategias como fútiles y superficiales frente a problemas más serios; y 4) la consideración de que es un distractor en la comunicación, por lo que interrumpe el sentido entendido como un contenido que debería ser objetivo.
Por ejemplo, en el caso de la lengua española es muy citado el informe que el profesor Ignacio Bosque (2012) redacta para la Real Academia Española de la Lengua (RAE), y que es suscrito por todos los académicos asistentes al pleno, en el que defiende el uso del masculino genérico y rechaza todas las estrategias de neutralización o feminización de las marcas de género gramatical en español por considerarlas innecesarias desde un punto de vista que señala como estrictamente lingüístico. Sin embargo, su argumentación, como lo analiza Becker (2019), se sustenta en premisas ya debatidas por los estudios de la lengua y el discurso, como que el lenguaje es algo natural y que modificarlo sería un artificio innecesario, una valoración que considera algunos cambios como "buenos" y otros cambios como "malos", y que tiene que ver más con quién hace la valoración que con el cambio en sí (Cameron, 2005, p. 19). También, la argumentación del informe propone que estas modificaciones provienen de un supuesto adversario que quiere imponer las estrategias del LIG como parte de un proyecto político progresista, algo que no debería impactar un asunto apolítico como es la lengua, un temor que dice más de los proyectos políticos propios de quien está valorando el LIG que de la lengua.
Tanto la defensa como el rechazo de las estrategias verbales del LIG corresponden a lo que Deborah Cameron (2005) describe como higiene verbal, una práctica que ocurre cuando las personas valoran o juzgan formas del lenguaje como positivas o negativas, una acción que incluye factores lingüísticos y extralingüísticos. Los debates de higiene verbal hacen visibles los procesos normativos sociales y los argumentos que los fundamentan, así como la naturalización de las normas y los modos en que los comportamientos son entendidos por los actores sociales. En este sentido, frente a una reflexión en torno a los sistemas de género en el ámbito social, el acercamiento a las tensiones del LIG resultan interesantes pues ponen en escena una serie de imaginarios y sistemas normativos de la cultura que no siempre se hacen explícitos. Es decir, las discusiones sobre el lenguaje parecieran quedar por fuera de las contiendas de poder y legitimidad social y referirse a algo supuestamente objetivo como es la estructura de la lengua; no obstante, estos debates materializan un tejido de ideologías lingüísticas que el enfoque glotopolítico permite desentrañar (Woolard, 2016; Irvine y Gal, 2000).
El concepto de ideología lingüística pretende nombrar "actos performativos disfrazados de constatativos: la ideología opera desde el interior de un mundo social, aunque se presenta como descripción del mismo" (Terry Eagleton citado por Woolard, 2016, p. 130). Lo que se pretende hacer evidente es que al valorar o juzgar la lengua se realizan acciones de higiene verbal, las cuales suponen y enuncian una serie de creencias, intenciones e imaginarios sobre el mundo social y los sujetos que lo componen. Esto quiere decir que, inevitablemente, al aceptar o rechazar las estrategias verbales del LIG se ponen sobre la mesa los modos en que se comprende y hace frente a una iniciativa global que busca visibilizar y fracturar jerarquías sociales de disparidad entre los géneros (Donert, 2023; Cardinale y Winner, 2022; CEPAL, 2017). Esto implica abordar la desigualdad entre hombres y mujeres, en lo que tiene que ver con expectativas en los roles de género (Prentice y Carranza, 2003), y su peso en la agencia de las mujeres en el ámbito social (Brun-Mercer, 2021; Rudman et al., 2012). Y, al mismo tiempo, incorporar "la mirada de las mujeres silenciadas o invisibilizadas (como las mujeres afrodescendientes, indígenas o con discapacidad) y de la diversidad sexual" (Cepal, 2017, p. 64), lo que incluye perspectivas críticas de la multidimensionalidad de la desigualdad y las tensiones frente a las identidades individuales y colectivas.
En este sentido, se hace evidente la relación entre las actitudes de rechazo al LIG e ideologías que "entail the endorsement of world views where social inequalities between groups are seen as legitimate" (Renström y Klysing, 2024, p. 3), como son las derechas radicales. Las autoras se refieren a sistemas de creencias asociados a la orientación de dominación social y el autoritarismo de derecha, pues, en el primer caso, la visión de la sociedad como un entorno competitivo se traduce en la idea de que si grupos minoritarios, como las mujeres o los colectivos sexuales diversos, ganan estatus y privilegios, los grupos mayoritarios los pierden. Y, en el segundo caso, existe un fuerte apego a la tradición y los modos de vida convencionales, por lo que se resguarda el sistema normativo del orden social establecido y se rechaza todo lo que cause disrupciones, como pueden ser los sujetos que se opongan a los roles masculinos y femeninos establecidos, o que se sitúen fuera del sistema binario y cisheterosexual del género.
Así, el rechazo del LIG en los contextos específicos en que ocurre puede describirse y analizarse en relación con las tensiones y agendas políticas, si bien los argumentos esgrimidos se alejan intencionalmente de estas cuestiones, como se evidencia en el caso de Argentina y España, tratados a continuación.
RESULTADOS: EL RECHAZO DEL LIG EN ARGENTINA Y ESPAÑA
Como lo proponen Mudde y Rovira (2015), la comparación trasatlántica permite hacer evidentes los puntos de contacto y los contrastes en las formas en que se asume una cuestión, como es el sistema de géneros en discursos populistas, tanto de derecha como de izquierda. Los autores señalan que, en Europa, la derecha radical entiende a las mujeres modernas como profesionales que pueden ser económicamente independientes, mientras afirman que los roles de género son diferenciados y que las mujeres son las principales responsables del hogar y la familia, dada su condición natural para la reproducción. En Latinoamérica, su análisis se centra en líderes populistas de izquierda, quienes mantienen posturas heterogéneas y ambivalentes sobre el rol de la mujer en la sociedad, manteniendo un enfoque sexista y masculino en su discurso. Rocamora (2024) agrega que el antifeminismo y el antigenerismo son transversales a los diferentes discursos políticos de la derecha radical, por lo que la comparativa propuesta mostraría esas confluencias. Para esto, se abordarán los contextos políticos de cada país y los casos seleccionados, esto es, La Libertad Avanza en Argentina y Vox en España, para aproximarse a la manera en que se ha situado la discusión en torno al LIG.
Argentina
Argentina ha sido parte de las agendas regionales para la igualdad de género desde los años ochenta (Daverio, 2024). En la última década, durante el gobierno de Alberto Fernández (2019-2023) se evidenciaron iniciativas para reducir las desigualdades entre hombres y mujeres, como la creación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad (MMGYD), programas como "Acompañar" y "Reconocimiento de Aportes por Tareas de Cuidado" (Brocca y Messina, 2024). Por el contrario, el gobierno de Javier Milei, posicionado en diciembre de 2023, ha implementado medidas antifeministas y en contra del reconocimiento de la diversidad sexual y la búsqueda de la igualdad de género, como desmantelar el MMGYD y los programas en favor de las niñas y mujeres, y de las comunidades LGBTIQ+ (Daverio, 2024).
En un comunicado presentado por Manuel Adorni, vocero de la presidencia, el 27 de febrero de 2024, se anuncia que el gobierno va a "iniciar las actuaciones para prohibir el lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género en toda la administración pública nacional" (Télam, 2024, 10s), lo que implica la no utilización de formas neomorfológicas y la "innecesaria inclusión del femenino" (30s). El argumento es que la lengua castellana incluye a todos los sectores y que el gobierno no abrirá este debate, pues las perspectivas de género "se han utilizado también como negocio de la política" (58s).
El vocero agregó que esto solo extiende a toda la administración pública la decisión que había tomado el Ministerio de Defensa (2024) en el mismo sentido en la Resolución 160. Allí, los argumentos para la prohibición del LIG son la búsqueda de la claridad en la comunicación y la adopción de las disposiciones de "organismos rectores de la disciplina de que se trata", en este caso, la Real Academia Española (RAE), aunque no se precisan cuáles son las formas verbales incluidas en el "llamado 'lenguaje inclusivo'", como sí lo hizo el vocero presidencial. No sobra señalar que, en 2022, Soledad Acuña, quien fue ministra de educación del gobierno Macri, ambos del partido PRO, que puede considerarse de derecha (Bohoslavsky y Morresi, 2016), había usado los mismos argumentos de la claridad y la corrección para prohibir a los maestros el uso de palabras de género neutral en sus clases (Lankes, 2022). Cabe recordar que cuando Milei era diputado, y durante una sesión oficial de la Cámara, había tenido un debate con Cecilia Moreau cuando él no quiso dirigirse a ella como presidenta y exclamó que estas exigencias en el ámbito de la política eran un "circo dantesco" (La Nación, 2022, 19s).
En línea con lo presentado, el rechazo al LIG, denotado como una unidad que no hace evidente sus múltiples formas, surge como resultado de una defensa de la unidad de la lengua, la claridad en la comunicación y el respeto a las normas indicadas por las personas o instituciones consideradas expertas en la materia. Con esto, la discusión del LIG se deja al campo de la lingüística, una decisión que tiene la premisa de que la experticia técnica presupone cierta objetividad o neutralidad, como si allí no transitaran ideologías y tensiones de legitimidad discursiva. No obstante, como recuerda Deborah Cameron (2005) a propósito de la higiene verbal,
… the norms that regulate linguistic performance are not simply reflections of an existing structure but elements in the creation and recreation of that structure. It therefore becomes necessary to ask where the norms 'come from' and how -that is, through what actual practices- they are apprehended and internalized, negotiated or resisted. (p. 17)
En el contexto argentino, las derechas radicales materializadas en los libertarios consideran que el LIG atenta contra las estructuras tradicionales y conservadoras en las que existen roles de género binarios, definidos y excluyentes entre sí y que, al cuestionarlos, se estarían debilitando la familia, las jerarquías y el orden social. De igual forma, este cambio lo asocian con una manera de debilitar al hombre, pues desdibujan su papel como proveedor de la familia, como el sujeto fuerte que está en trabajos que requieren de brío. Esto hace que pierda progresivamente su vigorosidad y el lugar central que tenía designado dentro del hogar y del Estado, no solo como fuerza de trabajo, sino también para la guerra.
En el caso específico del éxito del presidente argentino Javier Milei y su movimiento libertario, puede afirmarse que este se debió a la articulación que hicieron entre las esferas del emprendedurismo, la superación moral y el fortalecimiento de los roles del individuo dentro de la sociedad, a través de un discurso del emprendedor (Semán y Welschinger, 2023). La narrativa gira alrededor de un contexto competitivo en el que el individuo cree que el progreso es personal y no colectivo, por lo cual el empoderamiento individual, la superación y la auto-optimización son vitales y decisivas para ganar la batalla que se enfrenta al Estado, la casta y el marxismo cultural con sus movimientos feministas y progresistas. En síntesis, el narrarse a sí mismos como combatientes y héroes de mercado, los impulsa a recrear imaginarios en los que la vigorosidad y la fuerza del hombre, que no puede ser débil y sí autoexigente con su cuerpo y mente, les permite crear empresas, generar riqueza y perfeccionar sus cuerpos. Esto los conduce a tener una superioridad moral y a atraer a las mujeres de sus sueños que son principalmente sexualizadas. Con lo anterior, se evidencia que el discurso del emprendedurismo se fundamenta, en parte, en los roles de género tradicionales, por lo que rechazar la diversidad sexual y el LIG buscarían que el hombre y la mujer vuelvan al lugar que las sociedades les otorgaron con anterioridad.
España
En el caso de España, en la actualidad, el partido Vox ha sido uno de los partidos de derecha radical más representativos, con participación en el Parlamento Europeo a partir de 2019, a pesar de que antes de las elecciones de 2018, en Andalucía, ese colectivo les recordaba a los españoles una etapa oscura de la historia de su país (Boado y Antón-Mellón, 2024). Con esta contienda electoral, el partido de Santiago Abascal logró poner fin a cuatro décadas de distintos intentos de unificar la derecha radical española, sin ningún resultado positivo. Este logro estuvo motivado por el proceso independentista de Cataluña, el cansancio generalizado de la ciudadanía por la corrupción y las malas gestiones que condujeron a desear líderes con propuestas más autoritarias (Álvarez-Benavides y Jiménez-Aguilar, 2021). También influyeron las organizaciones de derecha radical antecesoras de Vox, pues abrieron caminos para que, con el tiempo, sus narrativas se fueran normalizando y aceptando en la sociedad. Por último, abonó el terreno la llegada del presidente Trump y el auge de la derecha radical en varios países de Europa, quienes desarrollaron escenarios, estrategias y narrativas más cercanas y afines a los miedos de los ciudadanos.
Vox ha calado en el electorado español porque ha logrado integrar asuntos religiosos, morales y económicos. De acuerdo con Ismael Seijo Boado y Joan Antón-Mellón (2024), el programa de Vox tiene una agenda económica abiertamente neoliberal, pues las medidas que proclaman son: la reducción de impuestos como los de la renta, de sociedades o de grandes y pequeñas empresas; la disminución en la regulación que afecta a las empresas, como las garantías laborales para los trabajadores, las huelgas políticas, los limitantes al mercado de suelos para la construcción o creación de gentrificación, entre otros. Estas propuestas, de igual manera, están acompañadas de propuestas chovinistas de bienestar con las que pueden excluir a los inmigrantes y otras minorías, pues se les restringe el acceso al empleo y se propone castigar a las empresas que les ofrezcan cualquier tipo de ocupación.
De manera simultánea con este programa económico, el partido ha situado la religión católica en el centro del discurso identitario y nacionalista, y la ha convertido en un recurso simbólico para justificar sus posiciones respecto de asuntos morales. Entre ellos, la oposición a la eutanasia, al uso de embriones en la investigación médica o al aborto; igualmente, el rechazo a las apuestas críticas de los movimientos feministas o la defensa de los derechos LGBTIQ+, allí incluido el LIG. Esta retórica moralista le ha permitido a Vox acoger a movimientos católicos ultraconservadores que comparten esta agenda contra la diversidad y los derechos sexuales, como Conservadores y Reformistas Europeos o Patriotas por Europa, ya que consideran estas iniciativas como un deterioro de las costumbres tradicionales. Por esa razón, Vox ha centrado sus esfuerzos en la retórica de la defensa de la familia y la vida como un valor europeo. Así, en Murcia, por ejemplo, el partido consiguió establecer la necesidad de autorización paterna para la asistencia de menores a actividades relativas a los derechos sexuales y reproductivos, o de diversidad sexual LGBTIQ+, organizadas por los centros educativos.
Sin embargo, también es relevante resaltar que, debido a los distintos procesos de acomodación por parte de la Iglesia y de algunas organizaciones políticas, la derecha radical empezó a recibir, de igual forma, personas secularizadas que comparten ideologías antidiversidad y antifeminismo. A diferencia de los países latinoamericanos, en España, como en otros países europeos, se han logrado unos grados adicionales de emancipación de la mujer (Mudde y Rovira, 2015), de manera que las concepciones de feminidad mantienen una mirada neoliberal que defiende la autonomía económica de la mujer, al mismo tiempo que mantienen posturas antiderechos (Álvarez-Benavides y Jiménez, 2021). Unidas por la lucha en contra de la categoría de "ideología de género", diferentes visiones que parecían lejanas se han unido en la agenda contra la diversidad y los derechos sexuales. Esto hace que en la derecha radical converjan preceptos clásicos de la Iglesia católica, de origen moral y religioso, con el miedo a otras ideas seculares, como el "totalitarismo cultural postsoviético", en donde se camuflaría el feminismo que destruye estructuras sociales tradicionales (Álvarez-Benavides y Jiménez, 2021).
En ese sentido, para Vox, de un lado estaría la realidad, asociada a un concepto de "biología" exclusivamente binaria, y de otro la ideología, que resume todo lo que es imaginario y está asociado a las reflexiones críticas frente al género (Rocamora, 2024). El antifeminismo ha sido un elemento estructurante de la agenda del partido en contra de lo que conciben como una crisis moral animada por la izquierda, mientras que este rechazo ocurre un medio de un catolicismo plural y secularizado (Álvarez-Benavides y Jiménez Aguilar, 2021).
Este contexto permite comprender algunos pronunciamientos sobre el LIG ocurridos en España. En 2021, se difundieron en medios digitales varios intercambios entre representantes del partido Vox y miembros de partidos socialistas frente al uso del sustantivo femenino "presidenta". Entre ellos, fue conocido el debate entre Marisol Sánchez Jódar, quien reclamaba respeto hacia la presidencia de la comisión al usar el femenino, y Andrés Rodríguez Almeida, quien se negaba a hacerlo arguyendo que el "principio activo" (quizás se refería al participio activo) termina en "e" y no tiene marca de género "o" ni "a" (ABC Multimedia, 2021). El diputado tilda de ignorancia el desconocimiento de este dato gramatical, por lo que la diputada cita a la RAE y afirma que la academia ha aceptado las dos formas, "presidente" y "presidenta". Muy sonado también fue el momento cuando, en otra sesión, Sandra Guaita amenaza a Andrés Rodríguez Almeida, de Vox, con no darle el turno de la palabra a causa de su negativa a llamarla en femenino ("presidenta") mientras preside una comisión (El Diario, 2021).
En el mismo sentido, Pilar Cancela interpeló a Carla Toscano, de Vox, y le pidió usar el femenino mientras presidía la mesa; Toscano respondió que, aunque sabe que las dos formas son aceptadas por la RAE, ella prefería el uso masculino y lo señaló como un tema de libre expresión (HuffPost, 2021). Más recientemente, Carmen Rouco Laliena, del partido Vox, ha propuesto en la Comunidad Autónoma de Aragón un proyecto de ley para eliminar el lenguaje inclusivo de los documentos oficiales. Los argumentos de la solicitud se centran en que estas estrategias verbales son contrarias a la norma y que la RAE ha rechazado su adopción, a lo que agrega que "eludir el valor genérico del masculino gramatical supone un retroceso en el uso correcto de la lengua española. El lenguaje inclusivo es un fenómeno lingüístico […] [que] obedece a fines de tipo ideológico" (Cortes de Aragón, 2024).
Lo que es interesante en estos ejemplos, es que el argumento contra el LIG se centra en la corrección lingüística y la legitimidad institucional de la RAE, y se hace explícito el rechazo a estas estrategias inclusivas pues hacen parte de manipulaciones ideológicas. La norma que rige la lengua se adoptaría como un principio neutro, lo que desconoce las tensiones sociales que entraña la legitimidad de toda política lingüística, como es el caso de los pronunciamientos de la RAE contra el LIG, además de ignorar los tejidos históricos y políticos que cimentan una institución como la academia (Villa, 2016). Como señala Cameron (2005), una mirada prescriptiva sobre la lengua, como la que mantiene Vox en su rechazo al LIG, tiende a ser elitista, conservadora y purista. Y, aún más importante, que las convenciones de la gramática solo se vuelven cuestiones de debate cuando significan otra cosa. La discusión en torno a la feminización del acto de presidir la sesión del parlamento tiene poco que ver con la norma del español y todo que ver con los ataques contra la igualdad y la diversidad.
CONCLUSIONES
Al abordar el rechazo al LIG como una de las formas de repudio a la diferencia y la diversidad sexual en los esquemas políticos propios de la derecha radical, el enfoque interdisciplinario de la glotopolítica y el ACD permite apropiar categorías conceptuales de la sociolingüística, la ciencia política y las relaciones internacionales con el fin de reflexionar sobre la manera como el lenguaje impacta y es impactado por la acción social, la forma política y la construcción de la otredad en los dispositivos ideológicos y narrativos, para, desde allí, evaluar críticamente las afirmaciones contextuales contra el LIG. Con el análisis de los casos propuestos, Argentina y España, se ejemplifica un tipo de estudios que podría ser replicable en otras comparaciones.
Los discursos xenófobos, homofóbicos, transofóbicos, misóginos, racistas y de odio utilizados por la derecha radical les ha permitido ganarse un espacio político cercano a los votantes, quienes hoy buscan entender el origen y la justificación de la crisis estructural que parece prevalente y, sobre todo, las soluciones posibles para salir de ella. Al analizar los casos de Argentina y España se evidencia que, a pesar de sus diferencias a nivel del contexto político, económico y social, comparten agendas políticas y puntos de encuentro en la manera en que se concibe al otro y a la diferencia de género. Se constata que la derecha radical populista no tiene una visión clara y unificada sobre los asuntos de género, y que sus posturas están claramente influenciadas por condiciones sociales e ideológicas regionales. En ese sentido, se observa que, en España, el factor religioso y moral jugó un papel relevante en los inicios de la construcción de los partidos de derecha radical, pero estos se adaptaron con el tiempo. Mientras que, en Argentina, el factor detonante fue una crisis económica permanente en el tiempo, una amplia división política entre los peronistas y los no peronistas, y un discurso irreverente que fue ganando adeptos.
De igual manera, en este análisis de los discursos de la derecha radical populista en cuanto al género, se evidencia la relevancia que tiene lo económico, pues en ambos casos, las medidas neoliberales -reducción de impuestos a las empresas, reducción del Estado, eliminación de garantías laborales en favor de los empresarios, entre otros- adquieren un rol fundamental en los discursos contra la diferencia, en la medida que se plantea que el neoliberalismo autoritario reduce el supuesto ataque a la riqueza individual, tanto de los españoles como de los argentinos. No obstante, esta postura compartida adquiere un matiz diferencial, pues también es cierto que en la sociedad española el populismo se centra más en el chovinismo al defender los puestos españoles de la minoría migrante (los otros), mientras que el populismo argentino de Javier Milei se centra más en liberar al "verdadero pueblo" de la casta.
Al margen de las diferencias discursivas y organizativas entre los movimientos y partidos de derecha radical de Argentina y España, lo cierto es que sus agendas políticas tienen puntos de encuentro en relación con el rechazo al LIG y a las organizaciones feministas y en favor de la diversidad sexual, así como frente al rol tradicional de los hombres y las mujeres dentro de la sociedad. Por esta razón podrían construir, en el futuro, puentes para expandir este tipo de políticas. Ejemplos de lo anterior han sido la conferencia nacional-conservadora llevada a cabo en febrero de 2020 en Roma con el lema "Dios, honor, país: Ronald Reagan, papa Juan Pablo II y la libertad de las naciones" (Applebaum, 2020); la Gran Convención de Patriotas Europeos organizada por VOX el 18 de mayo de 2024 a la que asistieron Javier Milei, Santiago Abascal, Marine Le Pen, Giorgia Meloni, entre otros; o el encuentro antiabortista en Madrid el pasado 2 de diciembre de 2024, presidido por el derechista radical chileno José Antonio Kast y con participación de los representantes de Javier Milei, Giorgia Meloni y Viktor Orban, y las senadoras colombianas del partido Centro Democrático Karina Espinosa y Paola Holguín.
En este análisis se debe resaltar el valor que tiene abrir diálogos entre distintos enfoques y disciplinas del conocimiento porque esto permite analizar, comprender y explicar los fenómenos sociales que en la actualidad influyen en el relacionamiento de y entre las sociedades. Es imprescindible crear estos puentes interdisciplinares porque la riqueza conceptual de cada área de conocimiento permite entender las situaciones desde distintas aristas que pueden complementarse para acercarse a la realidad, siempre compleja. La actual metamorfosis que vive la globalización obliga a ampliar el campo de conocimiento para vislumbrar las causas y consecuencias de los acontecimientos internacionales y domésticos.
Finalmente, cabe anotar que este trabajo es solo un punto de partida para la construcción de una agenda investigativa más amplia que anima a seguir explorando las tensiones entre la política, lo social y los fenómenos lingüísticos y discursivos, más aún cuando se experimentan cambios estructurales en la vida internacional y en las formas de plantear y difundir ideas y agendas. En este sentido, es necesario explorar, más adelante, las formas en que la construcción narrativa del emprendedurismo económico impacta en las relaciones de asimetría de poder entre los hombres y las mujeres, con enfoque interseccional; las maneras en que el lenguaje que se usa en las redes sociales impacta la construcción de identidades en el marco del sistema de género cishetero-normativo y cómo esto se aprovecha para el avance de agendas políticas y la manipulación de la opinión pública; la posibilidad de consolidar apuestas discursivas que ayuden a construir puentes entre las diferencias políticas, económicas y sociales; o cómo los usos del lenguaje impactan la construcción de un nuevo dispositivo narrativo para la elaboración de mundos utópicos en medio de la actual crisis sistémica. Así, la glotopolítica, como campo interdisciplinar, invita a la colaboración de investigadores con el fin de componer marcos de análisis que permitan comprender y, sobre todo, intervenir las realidades sociales con miras a seguir construyendo sistemas más igualitarios, justos e inclusivos.
NOTAS
1 Aunque no existe una definición académica unificada de Orden Internacional Liberal (OIL), se identifican unas versiones minimalistas que se centran en un orden internacional abierto y basado en reglas (Ikenberry, 2011), y otras más amplias que se dirigen a incluir desde el procedimiento democrático en la toma de decisiones hasta unos objetivos que apuntan a los derechos políticos, económicos y sociales liberales (Stephen y Skidmore, 2019; Lake et al., 2021). Sin embargo, para propósitos de este trabajo, el OIL se entenderá como un modus vivendi (Gray, 2021) caracterizado por dos tipos de propiedades. Primero, propiedades ideacionales unidas al liberalismo político, el cual se asocia con la libertad individual y es garantizado por la limitación institucional y legal, y que se dan en el marco del liberalismo económico, comprometido con el libre mercado y la libertad del individuo para impulsar sus derechos económicos y sociales (Doyle, 2012). Segundo, unas propiedades institucionales que giran alrededor de normas y procedimientos materializados en instituciones multilaterales formales que configuran un estatus jerárquico de relaciones de poder asimétricas, el cual define quién está adentro o afuera de un orden particular (Viola, 2020; Bakker y Gill, 2003).
2 La batalla cultural es un concepto que ha tomado fuerza en el escenario político en los últimos años y que describe la lucha por el control del pensamiento y la cultura de una sociedad. El origen del término se le atribuye al pensador marxista Antonio Gramsci, quien considera que el dominio de las ideas y las expresiones artísticas es fundamental para construir y mantener una hegemonía. Sin embargo, los líderes de la derecha radical han utilizado este término con tres propósitos: primero, señalar que, debido a la parálisis ideológica de la izquierda, esta ha utilizado la cultura como un mecanismo movilizador y de combate contra la derecha. Segundo, convertir en un propósito político la apropiación de la cultura y las ideas para combatir lo propuesto por la izquierda. Tercero, señalar que la esfera de lo cultural no es más que un dispositivo narrativo para incorporar temas tradicionalmente rechazados por la derecha radical, como la defensa del medio ambiente, la diversidad sexual o las expresiones alternativas
3 En la bibliografía se han incluido intencionalmente los nombres completos (en lugar de las iniciales), con el fin de visibilizar las autorías femeninas.
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