Acciones y reacciones: la dinámica de poder en Eurasia entre Estados Unidos y China
Actions and reactions: The power dynamics in Eurasia between the United States and China
Mauricio Lascurain Fernández*
* Ph. D., Universidad Autónoma de Madrid (España). Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Veracruzana (México); secretario técnico de la Cátedra Emilio Gidi Villarreal; miembro del Cuerpo Académico Derecho, Gobierno y Multidisciplinariedad Jurídica (UV-CA-523). [mlascurain@ux.mx]; [[https://orcid.org/0000-0002-7912-6807].
Recibido: 18 de diciembre de 2024 / Modificado: 14 de marzo de 2025 / Aprobado: 10 de abril de 2025.
Para citar este artículo: Lascurain Fernández, M. (2025). Acciones y reacciones: la dinámica de poder en Eurasia entre Estados Unidos y China. Oasis, 42, 263-282. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n42.12
RESUMEN
El artículo analiza la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China en Eurasia, en el contexto del surgimiento de un orden mundial multipolar. El propósito principal es identificar cómo los objetivos geoestratégicos de Estados Unidos impactan en las oportunidades y amenazas para China, y cómo ambos países buscan mantener o consolidar su poder. El enfoque del artículo es cualitativo, basado en un paradigma constructivista. Analiza una muestra de literatura académica china desde el inicio del Pivot to Asia, el QUAD y la alianza Aukus. El constructivismo permite examinar cómo las interacciones y las interpretaciones sociales configuran la percepción de amenazas y oportunidades. El análisis se organiza bajo el marco FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas), lo que facilita una comprensión estructurada de las percepciones chinas sobre las intenciones estratégicas de Estados Unidos. La investigación concluye que Estados Unidos, al enfrentar un declive relativo en su hegemonía, está tomando medidas activas para contener el ascenso de China, lo que genera un ciclo de competencia estratégica. Por su parte, China ve esta contención como una amenaza a su expansión geoeconómica y geopolítica, especialmente en Eurasia, pero también encuentra oportunidades en el declive de la influencia occidental.
Palabras clave: geopolítica; Eurasia; multipolaridad; China; Estados Unidos.
ABSTRACT
The article explores the geopolitical competition between the United States and China in Eurasia within the context of a transition toward a multipolar world order. Its objective is to analyze how U.S. strategies affect China's opportunities and threats and how both countries seek to consolidate their power. Using a constructivist approach and qualitative analysis, the study examines Chinese academic literature on the Pivot to Asia, the quad, and the AUKUS alliance. Through the SWOT framework (Strengths, Weaknesses, Opportunities, and Threats), it structures Chinese perceptions of U.S. actions. The study concludes that, faced with a decline in its hegemony, the United States is intensifying efforts to contain China, leading to ongoing strategic competition. For China, these measures pose a threat to its expansion in Eurasia but also present opportunities amid the decline of Western influence.
Keywords: Geopolitics; Eurasia; multipolarity; China; United States.
INTRODUCCIÓN
A finales del siglo XX, la geopolítica fue considerada como un concepto obsoleto y redundante, especialmente tras la caída del Bloque del Este liderado por la Unión Soviética y el aparente triunfo de un mundo centrado en Occidente al finalizar la Guerra Fría. No obstante, la transformación del orden global ha vuelto a poner la geopolítica y la geoestrategia en el centro de las relaciones internacionales (Grygiel, 2011).
En el siglo XXI, expertos occidentales y no occidentales han estado observando, rastreando y analizando una gran transformación en el orden geopolítico mundial. Esta transformación refleja una evolución que se aleja de un orden unipolar centrado en Estados Unidos, hacia una configuración multipolar y menos centrada en Occidente. Asimismo, hay una opinión, cada vez más generalizada, de que el mundo unipolar ha llegado a su fin, y que la competencia y el conflicto para definir aquello que lo reemplazará se intensificarán (Sahakyan y Gärtner, 2021). Para describir este nuevo orden emergente, se ha acuñado el término de Orden Mundial Multipolar 2.0 (Sahakyan, 2023). Pese a que el mundo occidental enfrenta diversas crisis sistémicas, Estados Unidos no está dispuesto a renunciar a su hegemonía global. Esto fue claramente expresado por el presidente Joseph Biden en su campaña presidencial de 2020, cuando declaró públicamente que Estados Unidos buscaba recuperar su posición como líder global.
Por su parte, China se ha convertido en uno de los principales actores dentro del orden multipolar emergente, lo que la convierte en un objetivo de la táctica geoestratégica de Estados Unidos en su intento de mantener su posición hegemónica global. No obstante, Estados Unidos parece recurrir a la ortodoxia geopolítica y geoestratégica que se refleja en las obras de Halford Mackinder (1904) y Zbigniew Brzezinski (1997) como una manera de guiar e informar su estrategia de política exterior y de seguridad.
En el presente artículo, se llevará a cabo un análisis cualitativo de la literatura académica producida por investigadores chinos a partir de la declaración del Pivot to Asia (giro hacia Asia) del presidente Barack Obama, y más adelante, con la implementación del QUAD (Quadrilateral Security Dialogue-Diálogo de Seguridad Cuadrilateral) Indo-Pacífico bajo Trump y la iniciativa Aukus (Australia, United Kingdom, United States) bajo Biden, empleando un paradigma constructivista. El objetivo es responder a la pregunta ¿qué desafíos, en términos de amenazas y oportunidades, representan los objetivos geoestratégicos de Estados Unidos en Eurasia para China y la concreción de un orden mundial multipolar?
El trabajo se enmarca en un enfoque de investigación cualitativa basado en un paradigma constructivista, con el objetivo de examinar y analizar las percepciones presentes en una muestra seleccionada de investigaciones académicas. El constructivismo se fundamenta en varias premisas: los seres humanos interactúan con el mundo que están interpretando; la interpretación del investigador se ve influenciada por su propio trasfondo y experiencia, incluyendo factores históricos y sociales; el significado se construye a través de interacciones sociales dentro de comunidades humanas (Creswell, 2014). Silverman (2020) refuerza esta idea al señalar que la investigación cualitativa pone énfasis en las palabras, los significados y la formulación de hipótesis a partir de los datos, utilizando estudios de caso. Neuman (2014, p. 73) sostiene que "el objetivo de lograr una comprensión profunda y detallada de un fenómeno exige que las preguntas de investigación cualitativa exploren y resalten los detalles y las ambigüedades inherentes al comportamiento humano". En consecuencia, la investigación cualitativa se enfoca en la profundidad más que en la amplitud al abordar la comprensión de un fenómeno específico.
Este artículo se divide en cuatro secciones: la primera proporciona una visión teórica y conceptual de la geopolítica y la geoestrategia, destacando su impacto en las relaciones internacionales. La segunda sección revisa la literatura sobre la evolución del orden global y sus posibles trayectorias y procesos. En la tercera sección, se presenta una muestra de la evidencia empírica, la cual es analizada e interpretada para comprender cómo perciben los académicos chinos, en particular, los desafíos que representan para China los objetivos geoestratégicos de Estados Unidos en Eurasia.
GEOPOLÍTICA Y GEOESTRATEGIA
La geografía no es un elemento independiente o estático; más bien, encarna tanto poder como conocimiento, lo que explica por qué es objeto de tanta disputa (Pickering, 2017). De acuerdo con Flint (2017, p. 36) la geopolítica se puede definir como "la lucha por el control de entidades geográficas en un contexto internacional y global, y el uso de dichas entidades para obtener una ventaja política". Esta lucha por el control puede desarrollarse en el ámbito físico o en el de la información. En el ámbito de la información, las representaciones y proyecciones geopolíticas son cruciales para revelar las posibles orientaciones de la política exterior de Estados Unidos y sus aliados.
En este contexto, la geopolítica crítica emerge como una herramienta clave para comprender la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China en Eurasia. Esta perspectiva permite analizar cómo las narrativas, los discursos y las representaciones construyen realidades que justifican las estrategias de contención o expansión de poder. A través del análisis crítico de las representaciones del espacio y de los actores internacionales, la geopolítica crítica revela las dinámicas simbólicas que sustentan la pugna por la hegemonía en un sistema internacional cada vez más multipolar (O'Tuathail, 1996).
Hace dos décadas se produjo un cambio significativo, aunque discreto, en el sistema global, cuando se transitó de una comunidad internacional sustentada en el derecho internacional a un sistema regido por normas. Estas normas no necesariamente se apoyan en leyes y regulaciones preexistentes; en su lugar, se fundamentan en un consenso (ya sea impuesto o voluntario) de la comunidad que busca alcanzar intereses y objetivos particulares. Esto forma parte de la nueva geopolítica contemporánea en la era de la información, donde esta actúa como estrategia y como fuente de poder (Lonsdale, 1999; Simons, 2022). Este ámbito informacional se utiliza para influir, manipular y persuadir en el plano cognitivo de diversas audiencias, fabricando y construyendo realidades para moldear la percepción pública y obtener su consentimiento. En este punto, la geopolítica crítica resulta esencial para examinar cómo los discursos de seguridad y orden justifican intervenciones y políticas de poder, revelando las tensiones entre control informacional y soberanía nacional.
La imaginación geopolítica, expresada a través de la interpretación y representación de la teoría geopolítica sobre distintas regiones, es una herramienta poderosa para influir en la formulación e implementación de políticas exteriores y de seguridad por parte de los responsables políticos. Esto es especialmente relevante en relación con dos figuras prominentes de la geopolítica a principios y finales del siglo XX: Halford Mackinder (1904), con su tesis del Heartland, y Zbigniew Brzezinski (1997), en su obra El gran tablero mundial. Ambos construyeron sus trabajos sobre teorías previas, creando la justificación para la competencia geopolítica en Eurasia en la búsqueda de la dominación y la hegemonía (Singh, 2020).
Estas teorías han inspirado e influido en generaciones de pensadores geopolíticos. La geopolítica crítica (O'Tuathail, 2000) contribuye al analizar cómo estas teorías no solo describen el espacio geográfico, sino que también construyen marcos ideológicos que legitiman la acción estatal y las rivalidades de poder, lo que resulta clave para desentrañar la lógica de la competencia contemporánea.
Mackinder (1904) destacaba las ventajas de aquellos actores estratégicamente ubicados en la masa terrestre euroasiática, conocida como el heartland, en contraste con las regiones periféricas (rimland) que lo rodean. La idea de influencia y poder se basaba en la posesión o control del heartland, visto como la clave para establecer una hegemonía global. La visión de Mackinder de Eurasia como la Isla Mundial y su importancia para la hegemonía sigue siendo central en el pensamiento geopolítico de la política exterior estadounidense en el siglo XXI (Fettweis, 2000; Tierney, 2016). La geopolítica crítica permite deconstruir estas representaciones, cuestionando cómo estas ideas legitiman las intervenciones y estrategias de contención hacia China, especialmente ante su expansión con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR).
En la segunda década del siglo XXI, Estados Unidos y sus aliados intentan regular y representar los acontecimientos globales para legitimar su posición y proyectar ilegitimidad sobre los enemigos identificados en las relaciones internacionales. Este enfoque está influenciado por los imperativos geoestratégicos descritos por Brzezinski (1997) para mantener la hegemonía, los cuales incluyen la necesidad de tener Estados vasallos dependientes y dóciles, así como Estados clientes protegidos y sumisos, y evitar el surgimiento de Estados poderosos o alianzas que puedan desafiar la hegemonía estadounidense. Por su parte, la geopolítica crítica, al analizar estos discursos, permite visibilizar las tensiones de poder subyacentes y las dinámicas de resistencia, revelando cómo China construye sus propias narrativas para consolidar su liderazgo regional y global.
Más de una década después, en una era completamente diferente del sistema mundial, Brzezinski (2012) delineó una visión estratégica para Estados Unidos en un momento de crisis del poder global, concluyendo que el país había desperdiciado su oportunidad unipolar. Según él, era necesario cooptar a las potencias emergentes a través de asociaciones, en lugar de recurrir a la fuerza, para integrarlas en sus sistemas y estructuras de influencia. La estrategia geoestratégica de Estados Unidos implica la (re)construcción de sus alianzas y la desarticulación de las alianzas entre China y Rusia para debilitar y contener el ascenso de los principales actores del orden multipolar (Simons, 2022). La geopolítica crítica aporta una perspectiva valiosa al analizar cómo estos procesos reflejan ansiedades hegemónicas y buscan mantener la estructura de poder global existente (O'Tuathail, 2013).
En la actualidad, los conceptos de Mackinder y Brzezinski han cobrado nueva relevancia. Este resurgimiento ha sido impulsado por la expansión de China hacia Eurasia y Asia Central, especialmente a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) (Harper, 2017; Wijesinghe, 2020). Harper (2017) observó que "la principal amenaza a la hegemonía marítima estadounidense provendrá de una alianza sino-rusa o de una Eurasia bajo liderazgo chino" (p. 27). Otros analistas expresan la amenaza con mayor precisión. Wijesinghe (2020) expone que "en el contexto de los nuevos grandes juegos, China parece estar controlando el heartland o incluso el rimland a través de la IFR" (p. 274). De esta manera, Estados Unidos considera a China como su principal competidor en términos geoeconómicos y geopolíticos, además de percibirlo como un desafío y una amenaza para su hegemonía global en un mundo en constante transformación. Aquí, la geopolítica crítica resulta esencial para desentrañar las múltiples capas de significado en esta competencia, iluminando las tensiones discursivas y los marcos ideológicos que moldean las estrategias de ambas potencias.
UN ORDEN GLOBAL EN CONSTANTE EVOLUCIÓN
La información desempeña un papel fundamental en las tácticas y estrategias de Estados Unidos y sus aliados para contener el ascenso del orden mundial multipolar. Este enfoque se debe en parte al declive en la capacidad y poder duro de Occidente, particularmente en términos económicos y militares (Simons, 2022). Por lo tanto, se recurre a la operacionalización de estrategias de comunicación basadas en la ortodoxia del conocimiento, que ayuda a definir la realidad física por consenso, y a una política exterior obstructiva, que busca impedir que un oponente logre sus objetivos de política exterior y seguridad (Simons, 2021). Estas estrategias se aplican en torno a eventos mediatizados icónicos, como Bielorrusia en 2020, Kazajistán en 2022, Ucrania en 2022 y Taiwán en la actualidad. La intención es aumentar la percepción de debilidades y riesgos para China y Rusia, con el objetivo de paralizar sus procesos de toma de decisiones a través de medios de guerra política e informativa (Karpovich y Manoilo, 2015). No obstante, los resultados pueden no ser los esperados por Estados Unidos, dado que la transformación global sigue avanzando y el mundo se divide cada vez más entre el mundo occidental liderado y controlado por Estados Unidos y los actores cada vez más asertivos e independientes del Orden Mundial Multipolar 2.0.
Las amenazas y los riesgos que enfrentan las comunidades en periodos de evolución y cambio moldean una creciente percepción de incertidumbre y peligro, creando la voluntad de establecer equilibrio sobre desequilibrio, una tarea compleja y problemática en las relaciones internacionales. De acuerdo con Klieman (2015), "el equilibrio es, después de todo, un acto humano de voluntad, es decir, una forma política de acción. No es automático ni predestinado, ni mecánico ni autoimplementado, sino que requiere alerta, destreza, prudencia y compromiso" (p. 255).
Una tendencia cada vez más discutida es el declive de la hegemonía estadounidense, evidenciado en su disminución relativa de poder, capacidad de persuasión y capacidad para influir en los eventos internacionales. Aunque existe un consenso creciente sobre este declive, el debate se centra en si Estados Unidos puede recuperar su hegemonía mediante reformas drásticas (Brooks y Wohlforth, 2016) o si, en cambio, debe gestionar de mejor manera su declive (Cooley y Nexon, 2020).
En las vísperas de las elecciones presidenciales de 2020, el entonces candidato Joe Biden (2020) expresó su intención de recuperar la hegemonía global de Estados Unidos, si resultaba electo. Así, la política estadounidense ha optado por desafiar en lugar de gestionar su declinante hegemonía global. Biden había expresado su intención de recuperar el liderazgo global de su país, con el objetivo de desafiar el poder y la influencia de las principales potencias del Orden Mundial Multipolar 2.0.
Este momento es un paso adelante a la declaración del presidente Barack Obama sobre el Pivot to Asia en 2011, que posteriormente fue seguido por los intentos geoestratégicos del presidente Trump en la región Indo-Pacífico para contener a China a través del QUAD y el Aukus de Biden. La gran estrategia de Obama durante su presidencia buscaba "preservar el liderazgo de Estados Unidos en un orden internacional eminentemente favorable, pero haciéndolo a costos reducidos, mediante una diplomacia más flexible y enérgica, y de manera que reflejara mejor el cambiante paisaje del poder global" (Brands, 2017, p. 102).
Sin embargo, existe una notable consistencia entre las administraciones estadounidenses en su intento de contener a China mediante constructos geoestratégicos. La estrategia del Pivot to Asia envió una señal geopolítica clara a China, en la que Estados Unidos los considera una amenaza y busca contener su ascenso. De acuerdo con Löfflmann (2016, p. 92), las estrategias de Estados Unidos para contener y disuadir a China incluían "elementos de una estrategia de reequilibrio offshore realista"1, a pesar de contar con elementos retóricos de moderación.
Además, el Pivot to Asia representó un "testimonio de un dilema estratégico entre primacía, compromiso cooperativo y moderación prevalente en la política exterior y de seguridad de Estados Unidos bajo la administración de Obama" (Löfflmann, 2016, p. 105). Las inconsistencias resultantes han generado contradicciones significativas al establecer un ciclo de deterioro de las relaciones y un aumento de la competencia con China (Brands, 2017). Así, el análisis del Pivot to Asia muestra una revisión mixta de éxitos y fracasos. Un aspecto emergente es el anuncio de una era de competencia y conflicto estratégico global para determinar quién configura el orden mundial y cómo se configura dicho orden.
CHINA Y ESTADOS UNIDOS: UNA LUCHA POR LA SUPREMACÍA EN EURASIA
Para este artículo se han recopilado y analizado diferentes trabajos académicos con el objetivo de responder a la pregunta de investigación planteada. Es fundamental establecer un marco categorizado que permita organizar y comprender de manera eficaz la gran cantidad de literatura que se analizará sistemática y cualitativamente. Un enfoque para lograr este objetivo radica en identificar y describir las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (FODA) que los académicos chinos perciben para China, las cuales son consecuencia de la intensificación de la competencia y el conflicto geopolítico en Eurasia, como resultado de las acciones y reacciones dentro de las interpretaciones y representaciones del emergente Orden Mundial Multipolar 2.0 (Sahakyan, 2023).
Eurasia debe ser entendida y definida como la masa continental descrita por Mackinder (1904) y Brzezinski (1997), conocida como el heartland, que geográficamente abarca partes de Asia, Europa y el Medio Oriente. Huang (2016) observó que la declaración del Pivot to Asia por parte de Obama, obligó a los países de la región a tomar una postura clara, ya sea apoyando o rechazando la estrategia de reequilibrio estadounidense. Además, esta situación ha forzado a China a reconsiderar su enfoque geoestratégico en las relaciones internacionales y en la protección de sus intereses nacionales. Aunque las subcategorías siguientes están académicamente bien definidas dentro del análisis FODA, en la práctica, diferentes textos pueden pertenecer a más de una categoría.
Fortalezas
Una de las fortalezas destacadas en algunos de los trabajos académicos se interpreta como una oportunidad aún no explotada ni concretada, que es la creación de un sistema alternativo de gobernanza global, impulsado por el creciente descontento con el orden basado en reglas liderado por Estados Unidos. Según Wang (2014), China debería establecer un nuevo pilar geoestratégico internacional que sustente su estrategia de desarrollo hacia Occidente. Esto se entiende como un avance hacia un nivel más equilibrado en las relaciones sino-estadounidenses y en la construcción de una confianza estratégica mutua. Wang (2014) también destaca que entre las oportunidades se incluye la participación de China en la coordinación multilateral, lo que fortalecería su estatus internacional. Esto posiblemente se refiere a los efectos de la estrategia de la llamada quinta dimensión2, donde los países emplean la comunicación y la gestión de la reputación en las relaciones internacionales para generar credibilidad y confianza.
El presidente de China, Xi Jinping, anunció por primera vez la IFR en 2013. Durante su visita a Kazajistán, Xi presentó la dirección continental de la IFR, y en Indonesia, dio a conocer la dirección marítima: la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI (Pan, 2014; Chen y Fazilov, 2018; Yilmaz y Liu, 2020, Zhou y Esteban, 2018). Esto representó un reequilibrio en la geoestrategia previamente desbalanceada de China, revitalizando el potencial geopolítico y de desarrollo del país (Zheng, 2021b). China impulsa la IFR dentro de un marco de desarrollo multilateral (Pan, 2014; Yilmaz y Liu, 2020). Además, la IFR se presenta como un discurso de integración alternativo al liderado por Estados Unidos y sus aliados, priorizando el desarrollo sobre la seguridad (Jinping, 2018). De esta manera, la IFR es básicamente una iniciativa para la interconectividad euroasiática que refleja la visión de China sobre la gobernanza global, con un enfoque en un discurso orientado al desarrollo que busca promover interacciones pluralistas, prosperidad común, nuevas áreas de cooperación y la exploración de intereses compartidos para fortalecer la paz internacional, además de proporcionar una alternativa distinta de crecimiento y desarrollo a la proporcionada por los países occidentales (Jinping, 2018, Liu et al., 2021).
No obstante, la IFR no tiene como objetivo desafiar directamente la presencia de Estados Unidos en Europa, pero Estados Unidos percibe la iniciativa de manera desfavorable y busca fortalecer los fundamentos materiales e ideológicos de la alianza atlántica (Jinping, 2022; Yilmaz y Liu, 2020). Así, el aprovechamiento de una fortaleza puede dar lugar a la aparición de debilidades y amenazas en respuesta al poder hegemónico, un sentimiento compartido también por Zhao (2012, 2013). Además, Estados Unidos reconoce que una alianza excesivamente militarizada, sin suficientes incentivos económicos, llegaría a ser vulnerable (Yilmaz y Liu, 2020).
En este contexto, la debilidad de Estados Unidos puede convertirse en una ventaja potencial para China, facilitando el establecimiento y fortalecimiento de sus relaciones con otros países. La región euroasiática ofrece un gran potencial para la formación de alianzas entre socios con ideas afines.
Hao y De la Rasilla (2021), junto con Zhang et al. (2022), han identificado un creciente nivel de preocupación en Occidente respecto a la consolidación de China como una nueva gran potencia. Esta preocupación se intensifica con la declaración del presidente Xi sobre la nueva asertividad de China en el derecho internacional y la gobernanza global. De acuerdo con Yilmaz y Liu (2020), China debe crear entornos institucionalizados y formalizados como un paso esencial para la formulación de normas, evitando así la inconsistencia en su estrategia y desarrollo. Esto es fundamental para establecer un sistema de gobernanza alternativo que sea más fiable y sostenible a largo plazo.
El fundamento de esta perspectiva radica en que Eurasia está integrada en términos geográficos, económicos y étnicos. Además, hay un rechazo de las ideas eurocéntricas y una oposición al posmodernismo (Li, 2018; Liu et al., 2021). Así, a la Gran Asociación Euroasiática de Rusia, tanto geográfica como conceptualmente, se superpone la IFR de China (Li, 2018). Como concepto y práctica, la Gran Asociación Euroasiática sigue en desarrollo y evolución. Rusia y China han alcanzado un consenso sobre la cooperación euroasiática, lo que reduce las tensiones mediante la competencia entre ambos y fomenta la cooperación (Yilmaz y Liu, 2020; Li, 2018). Además, Rusia ve la IFR como una oportunidad para contrarrestar y aliviar la presión de Estados Unidos en su flanco occidental (Li, 2018). En 2015, Moscú y Pekín acordaron integrar la Unión Económica Euroasiática (UEE) con la IFR, y tres años después, firmaron un acuerdo sobre relaciones comerciales y económicas. China se encuentra en un momento histórico único que le representa tanto oportunidades como amenazas.
China atraviesa un periodo de crecimiento económico sin precedentes en velocidad y escala, lo que ha transformado los mercados globales al alterar la dinámica de la cadena de suministro y demanda (Zhou et al., 2020). De este modo, China ha adoptado una estrategia de cobertura para equilibrar y mitigar los riesgos anticipados; en términos prácticos, ha diversificado su obtención de materias primas para garantizar un suministro adecuado y mitigar las incertidumbres geopolíticas. No obstante, China sigue enfrentando riesgos asociados a los juegos de poder geopolíticos y la competencia por los recursos naturales (Zhou et al., 2020). Zeng y Zhang (2021) sostienen que China debe aumentar su influencia y mejorar su estatus de gran potencia, adoptando estrategias de creación social para consolidar su identidad y reconocimiento, proteger sus intereses nacionales y contrarrestar la estrategia de Estados Unidos.
Una de las fortalezas potenciales identificadas en la literatura es el enfoque nuevo e innovador que China está utilizando para fomentar las relaciones necesarias para implementar la IFR. Por ejemplo, Jia y Bennett (2018) señalan que las historias y materialidades específicas influyen en la diplomacia de infraestructura de China con otros países. Desde 2018, la IFR se ha enmarcado dentro del concepto de nueva infraestructura, que se basa en la innovación tecnológica y en redes de información, en lugar de en infraestructura física tradicional (Zhang et al., 2022). En este contexto, el aspecto de cooperación del proyecto y la necesidad de respeto mutuo han sido enfatizados en el discurso oficial chino. El presidente Xi Jinping alude a los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica3 como base fundamental para la interacción de China con otras naciones en la IFR. China ha estado empleando la diplomacia de infraestructura para mitigar las debilidades y amenazas, al tiempo que capitaliza las fortalezas y oportunidades en torno a la IFR. Para fortalecer su posición, Jiang (2023, p. 227) "insta a China a intensificar su investigación sobre estrategias de anti-contención en un entorno bipolar (Estados Unidos-China)".
Debilidades
En la evidencia empírica se identificaron varias debilidades que afectan tanto al mundo en general como a China en particular. Una de estas debilidades está vinculada a la naturaleza de la globalización, su desarrollo y los actores que la impulsan. Por ejemplo, Zheng (2021a) sugiere que la globalización ha sido dirigida y moldeada, principalmente, por países occidentales, lo que ha dado lugar a un proceso fragmentado, unidimensional y excluyente. Este proceso ha generado tres efectos negativos principales. En primer lugar, un aumento de la brecha de desarrollo entre el Norte y el Sur, lo que ha exacerbado la desigualdad y una creciente disparidad de la riqueza. En segundo lugar, una división del trabajo injusta, que confina a los países en desarrollo a un nivel de progreso inferior a largo plazo. Por último, la creación de una clasificación desigual en la sociedad, en la que existe una jerarquía evidente en la promoción de ciertas normas y valores. Por tanto, la imposición de estas soluciones occidentales a los países en desarrollo como una ortodoxia indiscutible crea condiciones que perpetúan la dependencia.
China también enfrenta otros desafíos al desarrollar e implementar su geoestrategia, tanto con adversarios como con aliados. Un punto central de la IFR es fortalecer su relación económica con Europa. Sin embargo, China también reconoce la necesidad de mitigar las preocupaciones de Rusia sobre la posible reducción de la influencia de Moscú en Asia Central y Europa del Este (Yilmaz y Liu, 2020). Además, Asia está experimentando una rápida transformación, convirtiéndose en una región cada vez más saturada, con una proliferación de instituciones dedicadas a la integración y el desarrollo. Sin embargo, esta expansión institucional no ha estado acompañada de la necesaria coordinación, lo que ha llevado a una falta de coherencia en los esfuerzos y a un progreso limitado en la consecución de sus objetivos. Esta congestión institucional crea un entorno complicado, donde múltiples iniciativas compiten entre sí, lo que dificulta la implementación efectiva de políticas regionales y obstaculiza el avance en proyectos de desarrollo conjuntos (Liyong y Yongliang, 2022).
Por otro lado, Estados Unidos busca contrarrestar la IFR a través de una estrategia militar de conectividad en defensa y seguridad, con el objetivo de desafiar a China y a la IFR. La estrategia del Indo-Pacífico de Estados Unidos aboga abiertamente por oponerse a la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI de la IFR, lo que pone de manifiesto la vulnerabilidad de China en su expansión, especialmente en los puntos críticos de las vías fluviales globales y masas continentales (Wu y Ji, 2020). Asimismo, Estados Unidos tiene interés en controlar Asia Central y la región del Caspio como un pivote geoestratégico, no solo para influir en la evolución del panorama geopolítico global, sino también para aumentar su dominio sobre los mercados energéticos globales (Hu, 2016; Zhou et al., 2020). Por su parte, Hu (2016) señala que "muchos analistas chinos perciben este reequilibrio como una guerra política y diplomática dirigida contra China" (p. 75). Por lo tanto, es necesario mantener un equilibrio delicado y precario tanto con competidores como con aliados.
De manera inesperada, China ha descubierto que las inversiones y los proyectos de construcción que ha llevado a cabo en los países de la IFR "no han resultado automáticamente en un aumento positivo de su poder blando" (Zhang et al., 2020, p. 431). Esto sugiere que algo está obstaculizando la conversión de su diplomacia de infraestructura en beneficios tangibles para su política exterior. Esta barrera podría estar relacionada con las debilidades en la forma en que China se comunica con el resto del mundo y cómo el mundo exterior interpreta sus acciones. Para algunos autores como An et al. (2017) y Wang y Zhang (2020), existe una brecha epistemológica en la comprensión de la geopolítica china entre los observadores nacionales (chinos) y los internacionales. Mientras que los analistas extranjeros ven la geopolítica china como una amenaza para los intereses de otros Estados, los analistas chinos discuten conceptos como el pluralismo, el multilateralismo, el ascenso pacífico y la coexistencia con otros países. Esta divergencia en las percepciones contribuye a un aumento de los malentendidos y las tensiones. Al mantener una visión del mundo centrada en Occidente, Estados Unidos logra influir y movilizar ideas y conceptos en su favor para obtener ventajas geopolíticas.
Oportunidades
Wang (2014) describe el estatus geopolítico y geoeconómico de China como una posición única que no se alinea estrictamente con Oriente u Occidente, ni con el Norte ni el Sur, sino que incorpora elementos de todas estas regiones. Debido a la fase especial en su desarrollo social y a sus tradiciones culturales e históricas únicas, se considera que China tiene el potencial de desempeñar un papel excepcional en la historia de la humanidad, conectando el pasado con el futuro y actuando como un puente entre diferentes épocas y espacios geográficos. Por ello, Wang (2014) concluye que China debería ser alentada a desarrollar una perspectiva geoestratégica que integre factores geopolíticos, geoeconómicos y geotécnicos para formular una estrategia integral y efectiva.
La IFR ha sido presentada como un modelo de desarrollo de beneficio mutuo promovido por China en Eurasia (Jinping, 2022; Yilmaz y Liu, 2020; Zheng, 2021a). Desde una perspectiva geopolítica y geoeconómica, el enfoque centrado en Eurasia dentro de la IFR permite a China mitigar la creciente presión ejercida por Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico, como parte de una estrategia de reequilibrio (Yilmaz y Liu, 2020; Zhou y Esteban, 2018; Li, 2018). Para pasar de ser un simple seguidor de reglas a un creador de ellas, existen referencias implícitas y explícitas a la importancia de Eurasia para China, observada a través de la lente geopolítica de Mackinder. Eurasia es una región geográfica clave para la construcción de la IFR, dada su importancia en el suministro de los recursos necesarios para respaldar el crecimiento económico de China (Li, 2018; Zheng, 2021a).
Durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, el presidente Xi Jinping presentó el concepto de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad. Según Zheng (2021b), el presidente Xi propuso la creación de una comunidad internacional con un futuro compartido para contrarrestar los efectos negativos de la globalización occidental, donde un nuevo sistema de gobernanza global se basaría en el interés y la cooperación de todos los países. Asimismo, en el libro The governance of China, vol. III., Jinping (2018) hace referencia al concepto de Comunidad de Destino, que se refiere a una visión propuesta por el gobierno chino para la cooperación y el desarrollo conjunto entre los países. Este concepto está basado en la idea de que todas las naciones del mundo comparten un destino común y que, por lo tanto, deben trabajar juntas para abordar desafíos globales y promover un desarrollo inclusivo y sostenible.
De esta manera, se establecieron oposiciones binarias entre diferentes modelos de gobernanza global: multilateralismo versus unilateralismo, inclusividad versus exclusividad, y beneficio mutuo versus suma cero. Así, la representación del modelo de desarrollo de China busca proyectar al país como una nueva superpotencia socialista que combina los mejores atributos del socialismo y del capitalismo en un solo sistema (Zheng, 2021b).
Como indicó Jiang (2023, p. 175), China "necesita mantener una estrategia de no alineación durante un periodo prolongado para evitar caer en las trampas de Estados Unidos". No obstante, para marcar una diferencia significativa, China podría considerar la opción de formar alianzas en las regiones periféricas de las tres áreas clave (Europa, Asia y Oriente Medio). Dado que el entorno geopolítico y geoeconómico está en constante evolución, China debe desarrollar un enfoque nuevo y completo en cuanto al reequilibrio geoestratégico, evitando conflictos entre sus proyecciones de poder terrestre y marítimo (Wang, 2014). Yan et al. (2022) señalan que las reconfiguraciones geopolíticas deben llevar a cambios en el entorno político. Las estrategias de contrapeso lideradas por Estados Unidos han afectado el enfoque tradicional de China en cuanto a la proyección de poder y su participación en otras dimensiones estratégicas. Tradicionalmente, China ha basado su influencia principalmente en el poder terrestre, pero las potencias occidentales (y Japón) la han forzado recientemente a ampliar su enfoque y actividades marítimas, tanto a nivel militar como económico (Wang, 2014; Zheng, 2021a). La estrategia estadounidense de contención de China mediante una política exterior obstructiva ha obligado a los chinos a evolucionar su enfoque geoestratégico y a reconsiderar las dimensiones estratégicas en las que opera.
Amenazas
Diferentes autores cuyos estudios fueron revisados y analizados señalaron que uno de los principales desafíos es el resurgimiento de la competencia entre grandes potencias, un fenómeno que ha cobrado fuerza después de que Estados Unidos pasara cerca de dos décadas enfocándose en la región de Medio Oriente y África del Norte, como resultado de la guerra global contra el terrorismo. Esta estrategia llevó a que otras regiones fueran desatendidas, permitiendo que nuevas potencias crecieran en detrimento de Estados Unidos. En consecuencia, una de las amenazas clave identificadas en la evidencia examinada es el retorno de Estados Unidos a la escena geopolítica global para defender su hegemonía, la cual ha experimentado un declive relativo. Esta situación respalda la teoría del realismo sobre la transición de poder, que sugiere que una potencia hegemónica tiende a ser más agresiva y menos propensa a respetar las normas internacionales a medida que su hegemonía entra en declive (Organski, 1958).
Por otro lado, el desarrollo de la IFR por parte de China también conlleva riesgos y amenazas, en cuanto a su impacto en los países receptores. Wang (2014) destacó la importancia de que China preste mayor atención a los detalles y a las necesidades de los contextos locales, particularmente en lo que respecta a los medios de vida y las oportunidades laborales de los países que reciben inversiones. Las principales amenazas de seguridad para China en Eurasia incluyen el terrorismo, el extremismo y el separatismo.
Para China es esencial lograr la estabilidad en Eurasia, dado el contexto de inestabilidad en las regiones periféricas (Li, 2018; Zhang et al., 2022). Además, autores como Chen y Fazilov (2018) y Pan (2014) han señalado un creciente recelo hacia China, así como tensiones entre las poblaciones de los países receptores debido a la percepción de una mayor presencia e influencia.
He (2022, p. 56) también observa que "la variable central es el retorno de Estados Unidos a Europa Central y del Este (ECE), lo que implica un regreso a la competencia entre grandes potencias y una visión estratégica más unilateral y de suma cero". Además, la guerra entre Rusia y Ucrania ha aumentado la dependencia de seguridad de esta región hacia Estados Unidos. Los estadounidenses buscan contrarrestar la influencia china y rusa en Europa, con el objetivo de fortalecer y consolidar su propia esfera de influencia.
La intención de Estados Unidos al volver al escenario de ECE no es mantener el orden internacional, sino asegurar su dominancia al prevenir el ascenso de otros centros de poder. Esto incluye una estrategia mixta de equilibrar y confrontar a sus competidores debilitando la autonomía estratégica de la Unión Europea (UE), socavando la coherencia y eficacia de sus políticas, y obstaculizando la diplomacia y las actividades de China en la región de ECE, proporcionando así una ventaja competitiva para Estados Unidos.
Sin duda, la persistente influencia china en la región se percibe como una amenaza para los intereses estadounidenses.
De acuerdo con Jiang (2023, p. 175), "los objetivos de contención de Estados Unidos en Europa se centran en Rusia, en Medio Oriente en Irán y en la región Indo-Pacífico en China, siendo el ascenso de China el que más impacta en los cambios del orden mundial en un siglo".
Cuando Donald Trump asumió la presidencia en 2017, cambió la estrategia de Estados Unidos, trasladando el enfoque del Asia-Pacífico al Indo-Asia-Pacífico, reflejando así una continuidad en la estrategia del país. Trump buscó revitalizar la hegemonía estadounidense mediante una competencia integral, reforzando la identidad nacional y la confianza, y fortaleciendo la alianza con democracias liberales. Este movimiento pretendía establecer un punto de apoyo estratégico para satisfacer las demandas geopolíticas claves. Posteriormente, el presidente Joe Biden continuó e intensificó esta política. Trump veía a China como la mayor amenaza para la hegemonía global indiscutible de Estados Unidos, y su estrategia priorizó la contención de su ascenso (Zhao, 2012; Chen y Fazilov, 2018; Zeng y Zhang, 2021; Jiang, 2023). Como resultado, existe el riesgo de que se desate un nuevo "gran juego" de competencia geopolítica entre potencias en Eurasia, con Asia Central como el punto de conexión entre Asia y Europa (Pan, 2014; Chen y Fazilov, 2018).
Por su parte, la guerra entre Rusia y Ucrania comenzó en un momento crítico para las relaciones entre China, Estados Unidos y la Unión Europea, complicando aún más las dinámicas entre estas potencias (Yan et al., 2022). Uno de los impactos de este conflicto ha sido la división del mundo en tres bloques: el Occidente liderado por Estados Unidos, que apoya a Ucrania y se opone a Rusia; el grupo pro-Rusia y anti-Occidente; y aquellos que no toman partido de manera activa en el conflicto. A nivel global, en términos geoeconómicos y geopolíticos, todo indica que está surgiendo un proceso de polarización entre dos bloques dominantes: uno liderado por Estados Unidos y otro encabezado por China.
Lo anterior puede obligar a los diferentes Estados involucrados a tomar una posición en la desvinculación entre Estados Unidos y China (Zhang y Duchesne, 2022). Asimismo, Occidente ha intentado retratar a China como partidaria de Rusia en la guerra de Ucrania, buscando afectar negativamente su imagen y reputación a nivel internacional (Zhang y Duchesne, 2022; Zhao, 2013). Este es un ejemplo del uso de la quinta dimensión estratégica para frenar a China mediante campañas de marketing obstructivo, haciendo que el país y sus ideas resulten menos atractivos para otras naciones.
CONCLUSIÓN
Al inicio del presente trabajo, se planteó la pregunta de investigación: ¿qué desafíos, en términos de amenazas y oportunidades, presentan los objetivos geoestratégicos de Estados Unidos en Eurasia para China y la materialización de un orden mundial multipolar? Los textos analizados sugieren que el Pivot to Asia y otras posturas geoestratégicas posteriores constituyen una amenaza directa para las aspiraciones de China de desarrollar y expandir su política exterior e influencia. Esta situación se vincula estrechamente con las teorías geopolíticas de Mackinder y de Brzezinski, que abordan cómo Estados Unidos desarrolla objetivos geoestratégicos para mantener su hegemonía global y el orden mundial unipolar centrado en Occidente. De acuerdo con la evidencia empírica analizada, el objetivo de China es alcanzar el Orden Mundial Multipolar 2.0.
La principal amenaza para China proviene de Estados Unidos, que, al encontrarse en una hegemonía en relativo declive, es impredecible y a veces actúa de manera precipitada. Se está comenzando a comprender que el ascenso de China no será tolerado por Estados Unidos, una dinámica que también se aplica a otras potencias en el emergente Orden Mundial Multipolar 2.0, como Irán y Rusia, que los estadounidenses intentan contener. Desde esta perspectiva geopolítica y geoeconómica, China reconoce la necesidad de una respuesta geoestratégica adecuada y efectiva en las diferentes dimensiones de la estrategia: terrestre, marítima y de información, a fin de contrarrestar los intentos de subversión estadounidense. Si Estados Unidos logra contener a China, su potencial de desarrollo no se concretará y sus efectos globales no se materializarán.
No obstante, también existen perspectivas y oportunidades para China. Una de ellas es el relativo declive del poder y la influencia liderados por Estados Unidos en los asuntos globales, acompañado de una serie de crisis económicas y políticas que debilitan su influencia y poder. Otros países están buscando un modelo de desarrollo alternativo, creíble y confiable, que aborde las desigualdades generadas por el neoliberalismo occidental y la proyección de poder militar. Para aprovechar estas oportunidades, China debe llevar a cabo una planificación estratégica meticulosa y utilizar de manera efectiva las dimensiones de dicha estrategia, a fin de mitigar las debilidades y amenazas identificadas y potenciar las fortalezas y oportunidades. Esto requiere una atención minuciosa tanto de los aspectos tangibles (ámbito físico) como de los intangibles (ámbitos informativo y cognitivo).
NOTAS
1 Se refiere a una estrategia de política exterior y seguridad que busca ajustar o redistribuir el poder y los recursos a nivel internacional para contrarrestar o equilibrar el ascenso de una potencia emergente.
2 La información, considerada como la quinta dimensión de combate, se suma a las cuatro dimensiones clásicas: tierra, mar, aire y espacio.
3 Estos son: "respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo, y la coexistencia pacífica" (Embajada de China en Costa Rica, 2014).
REFERENCIAS
An, N., Cai, X. y Zhu, H. (2017). Gaps in Chinese geopolitical research. Political Geography, 59, 136-138. https://doi.org/10.1016/j.polgeo.2017.03.004
Biden, J. (2020). Why America must lead again: Rescuing U.S. foreign policy after Trump. Foreign Affairs, 99(2), 64-76. https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-01-23/why-america-must-lead-again
Brands, H. (2017). Barack Obama and the dilemmas of American grand strategy. The Washington Quarterly, 39(4), 101-125. https://doi.org/10.1080/0163660X.2016.1261557
Brooks, S. y Wohlforth, W. (2016). America abroad: The United States global role in the 21st century. Oxford University Press.
Brzezinski, Z. (1997). The Grand Chessboard. Basic Books.
Brzezinski, Z. (2012). Strategic vision: America and the crisis of global power. Basic Books.
Chen, X. y Fazilov, F. (2018). Re-centring Central Asia: China's "New Great Game" in the old Eurasian heartland. Palgrave Communications, 4(71). https://doi.org/10.1057/s41599-018-0125-5
Chowdhury, S. K. y Kafi, A. (2015). The heartland theory of Sir Halford Mackinder: Justification of foreign policy of the United States and Russia in Central Asia. Journal of Liberty and International Affairs, 1(2), 58-69.
Cooley, A. y Nexon, D. (2020). Exit from hegemony: The unravelling of the American global order. Oxford University Press.
Creswell, J. W. (2014). Research design: Quantitative, qualitative, and mixed methods approaches. Sage.
Embajada de China en Costa Rica (2014, julio 10). Los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica. http://cr.chineseembassy.org/esp/xwdt/t1173044.htm
Fettweis, C. (2000). Sir Halford Mackinder, geopolitics, and policymaking in the 21st century. Parameters: The US Army War College Quarterly, 30(2), 58-71. https://doi.org/10.55540/0031-1723.1974
Fettweis, C. (2003). Revisiting Mackinder and Angell: The Obsolescence of Great Power Geopolitics. Comparative Strategy, 22(2), 109-129. https://doi.org/10.1080/01495930390202580
Flint, C. (2017). Introduction to geopolitics. Routledge.
Grygiel, J. J. (2011). Great powers and geopolitical change. The Johns Hopkins University Press.
Hao, Y. y De la Rasilla, I. (2021). China and international adjudication - picking up steam? Journal of International Dispute Settlement, 12(4), 637-668. https://doi.org/10.1093/jnlids/idab015
Harper, T. (2017). Towards an Asian Eurasia: Mackinder's heartland theory and the return of China to Eurasia. Cambridge Journal of Eurasian Studies, 1, 1-27. https://doi.org/10.22261/crzxuw
He, Z. (2022). The role of the United States in Central and Eastern Europe and implications for China-CEE cooperation. En K. Zakic y A. Mitic (Eds.), Cooperation between China and Central and Eastern European Countries in the context of global changes. Institute of International Politics and Economics.
Hu, R. W. (2016). The Chinese response to the US rebalancing strategy: Sino-US relations and Washington's pivot to Asia. En D. W. F. Huang (Ed.), Asia Pacific Countries and the US rebalancing strategy. Palgrave Macmillan.
Huang, W. F. (Ed.) (2016). Asia Pacific Countries and the US rebalancing strategy. Palgrave Macmillan.
Jia, F. y Bennett, M. M. (2018). Chinese infrastructure diplomacy in Russia: The geopolitics of project type, location, and scale. Eurasian Geography and Economics, 59(3-4), 340-377. https://doi.org/10.1080/15387216.2019.1571371
Jiang, P. (2023). Geostrategic psychology and the rise of forbearance. Routledge.
Jinping, X. (2018). Xi Jinping: The governance of China. Vol. II. Foreign Languages Press.
Jinping, X. (2020). Xi Jinping: The governance of China. Vol. III. Foreign Languages Press.
Jinping, X. (2022). Xi Jinping: The governance of China. Vol. IV. Foreign Languages Press.
Karpovich, O. y Manoilo, A. (2015). Colour revolutions: Techniques in breaking down modern political regimes. Author House.
Klieman, A. (Ed.) (2015). Great Powers and Geopolitics: International Affairs in a Rebalancing World. Springer.
Knutsen, T. (2014). Halford J. Mackinder, geopolitics, and the heartland thesis. The International History Review, 36(5), 835-857. https://doi.org/10.1080/07075332.2014.941904
Li, Y. (2018). The greater Eurasian partnership and the Belt and Road Initiative: Can the two be linked? Journal of Eurasian Studies, 9(2), 94-99. https://doi.org/10.1016/j.euras.2018.07.004
Liu, Z., Dunford, M. y Liu, W. (2021). Coupling national geopolitical economic strategies and the Belt and Road Initiative: The China-Belarus Great Stone Industrial Park. Political Geography, 84, 1-13. https://doi.org/10.1016/j.polgeo.2020.102296
Liyong, W. y Yongliang, L. (2024). Belt and road construction's achievement of the past decade and development prospect. Progress, 5(1), 59-70. https://doi.org/10.5937/napredak5-50322
Löfflmann, G. (2016). The pivot between containment, engagement, and restraint: President Obama's conflicted grand strategy in Asia. Asian Security, 12(2), 92-110. https://doi.org/10.1080/14799855.2016.1190338
Lonsdale, D. (1999). Information power: Strategy, geopolitics, and the fifth dimension. The Journal of Strategic Studies, 22(2-3), 137-157. https://doi.org/10.1080/01402399908437758
Mackinder, H. J. (1904). The geographical pivot of history. The Geographical Journal, 23(4), 421-437. https://doi.org/10.2307/1775498
Neuman, D. (2014). Qualitative research in educational communications and technology: A brief introduction to principles and procedures. Journal of Computing in Higher Education, 26, 69-86. https://doi.org/10.1007/s12528-014-9078-x
O'Tuathail, G. (1996). Critical Geopolitics: The Politics of Writing Global Space. University of Minesota Press.
O'Tuathail, G. (2013). Foreword arguing about geopolitics. En K. Dodds, M. Kuus y J. Sharp (Eds.), The Ashgate Research Compagnion to Critical Geopolitics. Ashgate Publishing.
O'Tuathail, G. (2000). The postmodern geopolitical condition: States, statecraft, and security at the millennium. Annals of the Association of American Geographers, 90(1), 166-178. https://doi.org/10.1111/0004-5608.00192
Organski, A. F. K. (1958). World politics. Alfred A. Knopf.
Pan, Z. (2014). Silk Road Economic Belt: A Dynamic New Concept for Geopolitics in Central Asia. China International Studies. https://www.ciis.org.cn/english/COMMENTARIES/202007/t20200715_2803.html
Pickering, S. (2017). Understanding Geography and War: Misperceptions, Foundations, and Prospects. Palgrave MacMillan.
Sahakyan, M. (Ed.) (2023). China and Eurasian Powers in a Multipolar World Order 2.0: Security, Diplomacy, Economy and Cyberspace. Routledge.
Sahakyan, M. y Gärtner, H. (Eds.) (2021). China and Eurasia: Rethinking Cooperation and Contradictions in the Era of Changing World Order. Routledge.
Silverman, D. (2020). Interpreting qualitative data. Sage.
Simons, G. (2021). International Relations in the Age of US decline: Orthodoxy of Knowledge and Obstructive Foreign Policy. Russia in Global Affairs. https://eng.globalaffairs.ru/articles/us-orthodoxy-of-knowledge/
Simons, G. (2022). Inevitable and imminent invasions: The logic behind Western media war stories. Journal of International Analytics, 13(2), 43-58. https://doi.org/10.46272/2587-8476-2022-13-2-43-58
Singh, A. (2020). Brzezinski and Mackinder theories: Role and influence on the political construction of Eurasia. Vestnik of Saint Petersburg University: International Relations, 13(4), 527-535. https://doi.org/10.21638/spbu06.2020.407
Tierney, M. (2016). Beyond the Central Asia pivot. Journal of Military and Strategic Studies, 17(1), 5-33.
Wang, J. (2014). Marching westwards: The rebalancing of China's geostrategy. En B. Shao (Ed.), The World in 2020 According to China: Chinese Foreign Policy Elites Discuss Emerging Trends in International Politics. Brill.
Wang, J. y Zhang, X. (2020). The geopolitics of knowledge circulation: The situated agency of mimicking in/beyond China. Eurasian Geography and Economics, 61(6), 740-762. https://doi.org/10.1080/15387216.2020.1773890
Wijesinghe, D. (2020). Returns to old Eurasian heartland: China's new strategic game towards Central Asia in 21st century. 13th International Research Conference General Sir John Kotelawala Defence University. http://ir.kdu.ac.lk/handle/345/2835
Wu, X. y Ji, Y. (2020). The military drivers of China's belt and road endeavour. China Review, 20(4), 223-244.
Yan, S., Yao, X. y Ma, B. (2022). Chinese transnational corporations in the Ukraine Crisis: Risk perception and mitigation. Transnational Corporations Review, 14(4), 371-381. https://doi.org/10.1080/19186444.2022.2144082
Yilmaz, S. y Liu, C. (2020). Remaking Eurasia: Belt and Road Initiative and China-Russia strategic partnership. Asia Europe Journal, 18, 259-280. https://doi.org/10.1007/s10308-019-00547-1
Zeng, X. y Zhang, S. (2021). From Asia-Pacific to Indo-Pacific: The adjustment of American Asia Pacific strategy from the perspective of critical geopolitics. East Asia Affairs, 1(2), 1-41. https://doi.org/10.1142/S2737557921500091
Zhang, C., Zhang, M. y Xiao, C. (2022). From traditional infrastructure to new infrastructure: A focus of China's belt and road initiative diplomacy? Eurasian Geography and Economics, 63(3), 424-443. https://doi.org/10.1080/15387216.2022.2039740
Zhang, X. y Duchesne, É. (2022). Introduction for the special issue geopolitical risks and transnational corporations: The case of the Ukrainian Crisis. Transnational Corporations Review, 14(4), 333-338. https://doi.org/10.1080/19186444.2022.2141050
Zhao, S. (2012). Shaping the regional context of China's rise: How the Obama administration brought back hedge in its engagement with China. Journal of Contemporary China, 21(75), 369-389. https://doi.org/10.1080/10670564.2011.647428
Zhao, S. (2013). Delicate balance of power in the Asia-Pacific: The Obama administration's strategic rebalance and the transformation of US-China relationship. Economic and Political Studies, 1(2), 109-133. https://doi.org/10.1080/20954816.2013.11673862
Zheng, Y. (2021a). Building a community with a shared future for mankind: The new international vision of the Chinese development model. En M. Sahakyan y H. Gärtner (Eds.), China and Eurasia: Rethinking Cooperation and Contradictions in the Era of Changing World Order. Routledge.
Zheng, Y. (2021b). Rediscovering continentalism: The new geographic foundations of Chinese power. International Politics, 58, 188-222. https://doi.org/10.1057/s41311-019-00206-7
Zhou, Q., He, Z. y Yang, Y. (2020). Energy geopolitics in Central Asia: China's involvement and responses. Journal of Geographical Sciences, 30(11), 1871-1895. https://doi.org/10.1007/s11442-020-1816-6
Zhou, W. y Esteban, M. (2018). Beyond balancing: China's approach towards the Belt and Road Initiative. Journal of Contemporary China, 27(112), 487-501. https://doi.org/10.1080/10670564.2018.1433476