Doi: https://doi.org/10.18601/16577558.n26.09

Pío García (2014). Geopolítica del siglo XXI: el factor asiático. Bogotá: Universidad Externado de colombia.

Tatiana Gélvez Rubio*

* Estudiante de Doctorado en Gobierno de la Universidad de Essex (Reino Unido); MSc en Estudios Comparativos Internacionales University of Southampton (Reino Unido). Economista, Universidad Externado de Colombia, Bogotá (Colombia). [tatiana.gelvez@essex.ac.uk].

Para citar esta reseña: Gélvez Rubio, P. (2017). Pío García (2014). Geopolítica del siglo xxi: el factor asiático. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. OASIS, 26, 145-152.


INTRODUCCIÓN

La geopolítica, entendida como el estudio de las relaciones políticas enmarcadas en un contexto geográfico y la proyección de los Estados, ha sido objeto continuo de estudios de las relaciones internacionales. El enfoque de los siglos XIX y XX condujo al entendimiento de las dinámicas geopolíticas centradas en las acciones de Europa y Estados Unidos en el plano internacional. No obstante, el inicio del siglo XXI trajo consigo cambios en el orden mundial, a partir de los cuales no es viable entender el sistema internacional contemporáneo de "forma atomizada o regionalizada [sino más bien como parte] de una tensión estratégica fundamental entre un poder mundial que pierde su hegemonía en forma continua frente al contrapoder que lo horada" (p. 185).

En este sentido, la obra Geopolítica del siglo xxi: el factor asiático, se enmarca en el fin de la era de la "destrucción mutua asegurada" y la configuración de un sistema global que logra ganar dinamismo con un enfoque pragmático de los Estados, los cuales aprenden del cambiante entorno internacional y adoptan nuevas perspectivas en las que en el nuevo "milenio, al oeste del continente americano, en Asia, comenzó a perfilarse el epicentro de las decisiones planetarias" (p. 15). En este esquema, el aumento de las capacidades productivas de Asia, como resultado del incremento de los flujos de comercio e inversión, ha dado un rol más activo a los países emergentes del continente asiático con la presencia de China, India y las naciones del sudeste asiático como actores geoeconómicos que generan un balance al poder de Estados Unidos y Japón.

Es así como la región de Asia, cuyo proceso histórico en el siglo XIX estuvo marcado por sus realidades como colonias, en las que "las instituciones y el discurso de la modernidad impuestos [...] para sacarlos del atraso gracias al aporte de pueblos avanzados" se encuentran en el nuevo siglo con una perspectiva de "ortodoxia política para poder preservar el entendimiento internacional a través de los acuerdos multilaterales y la heterodoxia económica que reivindica el derecho de la planeación, la coordinación y el control de las actividades económicas por parte del poder central" (p. 21), donde la región no se inclina radicalmente por una postura ideológica ni en lo político ni en lo económico para buscar sus intereses, mientras se integran potencias medias creando una estructura multipolar que el autor denomina como pax consortis global.

De esta manera, la obra del profesor Pío García hace un completo recorrido por las principales cuestiones geopolíticas del continente asiático, con una mirada crítica sobre la coyuntura y la perspectiva política y socioeconómica. Es importante resaltar que el libro del profesor García es uno de los resultados de una larga trayectoria académica de estudio de la región que, asistida por una profunda revisión bibliográfica, hacen de su trabajo una contribución reflexiva, articulada al diálogo de autores e insumo fundamental para investigadores y curiosos que sean atraídos por la región económicamente más dinámica del mundo. El presente documento sintetiza las principales ideas del autor sobre la Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la Organización de Cooperación de Shanghái, el conflicto de Corea, el Tratado de Seguridad entre Japón y Estados Unidos, la geopolítica de la Rusia pos-soviética y el surgimiento de India. Al final, se presenta una breve reflexión sobre aspectos animados por la obra.

ASOCIACIÓN DE LAS NACIONES DEL SUDESTE ASIÁTICO (ASEAN): SU RELACIÓN CON JAPÓN Y LA INFLUENCIA CHINA

La ASEAN, que originalmente se planteó como una estrategia de diálogo para disminuir las tensiones en seguridad del Sudeste Asiático tras la independencia de sus Estados miembros, evoluciona para consolidarse como una plataforma de inversión y comercio apalancada en una primera etapa por Japón durante los años setenta, para luego ser mantenida por la fuerza comercial de China desde los años noventa. Para Japón, la posguerra trajo consigo una capacidad económica renovada en la industria y la tecnología que le permitió entablar proyectos de cooperación técnica y financiera desde una visión pragmática del comercio y el desarrollo. Por este mecanismo, logró crear un contexto favorable para diálogos en el marco del regionalismo abierto tales como el Pacific Basin Economic Council (PBEC) (1967), el Pacific Economic Cooperation Council (PECC) (1980) y la Asia-Pacific Economic Cooperation (APEC) (1989), que no solamente lograron ser inclusivos para Estados interesados en ingresar, sino además cimentaron las bases de la fluidez de los negocios que permitió la recepción de inversión extranjera directa en la región.

Pese a las contribuciones de la inversión japonesa, las intenciones imperialistas del pasado hacían que Japón fuera un socio estratégico visto con reserva, y no plenamente como un líder. Aunado a esto, la recesión económica de los años noventa redujo la capacidad financiera para direccionar proyectos conjuntos en la región y, en consecuencia, dieron lugar a un mayor protagonismo de China que, con un poder renovado luego de las reformas económicas de los años ochenta, privilegió sus relaciones con los países de Asia del Este.

Como lo señala el autor, cuatro elementos hacen de la relación entre China y los países de ASEAN distinta a la japonesa. En primer lugar, las relaciones de China con los países del sudeste asiático han sido largas y prolongadas -se remontan al emperador Huang Di (221 a. C.) y prevalecen incluso en el periodo maoísta "bajo simpatía de líderes como Sukarno en Indonesia, Ho Chi Minh en Vietnam o Rahman en Malasia"-. En segundo lugar, "la presencia de minorías chinas en casi todo el sudeste del Asia que cumplieron un papel importante en el despegue económico de esos países una vez lograron encaminarse como naciones independientes" (p. 64).

En tercer lugar, las posibilidades de crecimiento exportador que representaba China para el inicio del siglo XXI advertían la necesidad de materias primas y mano de obra que la región del sudeste asiático estaba en capacidad de proveer, de aquí que en el marco del Acuerdo General de Cooperación China-ASEAN (2002) se avanzara sustancialmente a un mercado común. Adicionalmente, para ASEAN, la presencia cercana de China representa un aliado en el balance del poder mundial, pues como lo plantea García, "en el caso que los chinos se hagan valorar como un socio de diálogo en los foros regionales, la relación les puede asegurar a ambos la capacidad de negociación con los países europeos y con Estados Unidos en temas de interés compartido" (p. 73).

LA ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN DE SHANGHÁI (SCO)

Un lustro más tarde del desplome soviético, las repúblicas centroasiáticas de Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, junto a Rusia y China, emprenden diálogos en torno a sus problemáticas comunes sin intenciones de buscar generar antagonismos en el sistema internacional: "a saber: el extremismo religioso, el separatismo y la delincuencia transnacional" (p. 219). Esta iniciativa fue denominada como la SCO. A nivel económico, sobresale la discusión de la producción y comercialización de gas y petróleo, los cuales están en línea directa con los intereses de China en el aseguramiento del acceso a recursos energéticos que satisfagan su demanda.

Los rusos, por su parte, reconocen a la región de Asia Central como "el corazón de la política exterior del Kremlin", por lo que la SCOes compatible con los ejes centrales de su intervención a nivel político, alentando a las élites en los países de Asia Central para alejarlos de modelos democráticos y, en segundo lugar, una clara colaboración militar, bajo el argumento de combatir la amenaza del terrorismo, ha permitido ejercicios militares conjuntos que, como señala García, ha optado por "un marco protector de instituciones colectivas en la periferia rusa y, por otra, las resoluciones unilaterales" (p. 199), asistido por otras organizaciones adicionales como EurAsEc1 (2001), en el plano económico, y la Collective Security Treaty Organization (CSTO)2 en el plano militar como estrategias para hacer frente a las críticas frente al hegemonismo ruso por parte de un grupo de la Comunidad de los Estados Independientes.

EL CONFLICTO DE COREA Y LA INTERVENCIÓN EXTERNA

Desde una perspectiva compleja, el conflicto de Corea no solamente ha sido influenciado por las condiciones domésticas de los Estados en pugna, sino que acopia intereses externos especialmente de Estados Unidos, China, Japón y Rusia. En este sentido, el autor advierte que "el arreglo bilateral de la confrontación coreana será posible una vez se llegue al reacomodo de las posiciones de las potencias cuyos planes políticos y militares convergen en la península" (p. 109). Desde la perspectiva norteamericana el discurso del "eje del mal" de Bush (2001), basado en la sospecha de venta de material atómico de Corea del Norte -que ha justificado la presencia militar de Estados Unidos en Corea del Sur- es sumado a una continua propaganda de "reafirmación" del éxito del modelo capitalista en Corea del Sur y de un fallido modelo de corte comunista en Corea del Norte.

Los norcoreanos, por su parte, argumentan que el despotismo extranjero de Estados Unidos, el cual ostenta una posición hegemónica, es suficiente para buscar apoyo y provisión de armas disuasivas en sus aliados estratégicos. En este sentido, a pesar de múltiples intenciones de la finalización del conflicto desde 1972, el Gobierno de Pyongyang históricamente ha sido escéptico de consolidar los acuerdos mientras se mantenga la intervención de tropas externas en especial de Estados Unidos. Frente a este discurso, el autor advierte que "el sistema internacional se ha hecho más complejo, los poderes mundiales sufren transformaciones gigantes y el dominio hegemónico norteamericano se queda en entredicho" (p. 110).

A pesar de que no existe un escenario claro del fin del conflicto de Corea, el autor puntualiza que la presencia de China será decisiva, pues "una China con pretensiones hegemónicas va a generar una resistencia por parte de los países cercanos, que exacerbará la confrontación coreana; pero una China dadivosa e incluyente en el cultivo de su área de influencia, como ya lo logró con el Sudeste Asiático durante la crisis financiera, seguramente va a mermar los sentimientos en su contra, por parte, por ejemplo, de Japón y de Corea, y crear una esfera de desarrollo económico, de una zona asiática de alta convergencia, en la cual Corea unificada tendría un papel destacado" (p. 130).

JAPÓN "REORIENTADO"

La alianza de seguridad entre Japón y Estados Unidos luego de la capitulación japonesa dejó sentimientos encontrados. Por una parte, el compromiso militar norteamericano facilitó la especialización de la industria japonesa y la consolidación de las sogo shosha, como lo advierte el autor: "la rentabilidad económica de la alianza de seguridad está representada en el crecimiento explosivo del aparato industrial, la captura de los mercados externos y el control de ciertas tecnologías de punta por parte de las empresas japonesas" (p. 87). De esta manera, el fortalecimiento empresarial le permitió a Japón no solamente emplear sus potencialidades de capital humano, sino también expandir sus redes empresariales en la región debido a la insuficiencia nacional en oferta de mano de obra y materias primas.

No obstante, el establecimiento del artículo 9 de la Constitución Nacional, que restringe el rearme del ejército japonés, condujo al país a sus mínimos niveles de capacidad propia de defensa. En consecuencia, la cesión de la autonomía militar de Japón y la administración de bases militares como Okinawa (1972) por parte del Gobierno norteamericano han generado incomodidad en la política japonesa y críticas por atropellos de los derechos humanos de la población civil, un uso inadecuado de los recursos del suelo escaso en Japón y una subordinación de los líderes japoneses sobre su participación en los asuntos mundiales como queda evidenciado en "una contribución abultada de US$13.000 millones de apoyo a la guerra contra Irak (1991)", a pesar de aprietos presupuestales del Gobierno nipón (p. 87), así como, "la alianza nipo-estadounidense con dificultades inocultables en la guerra de Afganistán (2000) e Irak (2003)" (p. 89).

Al mismo tiempo, el crecimiento de la capacidad militar china ha puesto a prueba la estabilidad de la alianza nipo-americana al crear una posición de alerta a los países vecinos, como por ejemplo, Corea del Sur y Taiwán, los cuales sí han reforzado su capacidad de respuesta militar. Al respecto, el autor advierte que "a pesar de la voluntad firme de los Gobiernos de Japón y Estados Unidos de preservar su alianza estratégica sobre la base de la cooperación militar comprendida en el Tratado de Seguridad, la transformación del sustrato económico y militar que eleva el rango internacional chino le crea presiones estratégicas a Tokio, pero al mismo tiempo le tiende lazos favorables para su relacionamiento regional" (p. 81).

LA GEOPOLÍTICA DE LA RUSIA POS-SOVIÉTICA

Históricamente, Rusia se ha caracterizado como un sustancial actor geopolítico que, además de su colosal tamaño geográfico, se reconoce como el referente más influyente de la experiencia socialista en el mundo. Durante el siglo XXI, de acuerdo con García, "ha logrado elevar su autoconfianza y proyectarse en la secuencia estratégica del siglo XXI de forma más asertiva" (p. 184). Es así como las reformas pos-soviéticas representan un primer momento en la búsqueda de una 'asociación estratégica con occidente'" (p. 188), por ejemplo, bajo el liderazgo de Gorbachov (1990-1991) con los cambios en la esfera política y económica que conducirían a la privatización de las empresas por medio de la "terapia de choque", y a vínculos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y con el discurso anticomunista en lo político por parte de Yeltsin (1991-1999)3.

Estos elementos en la búsqueda de Rusia por hacer parte del mundo civilizado liberal, receptor de inversiones de Estados Unidos y Europa, serían reforzados bajo el mando de Putin durante el nuevo siglo bajo la estrategia de rechazo al comunismo y al islamismo radicalizado. Dichas políticas lo llevaron a una relación renovada con Estados Unidos, así como al intercambio de información y tecnología con la OTAN desde 2002, como medida ante la tensión del proyecto estadounidense de baterías antimisiles en Europa.

En este contexto, García plantea que Rusia emplea un abanico de decisiones asertivas y una senda precisa de acciones en el campo político para favorecer sus intereses. El primer espacio es denominado la autoapreciación de potencia estratégica en la que el Gobierno ruso buscó un balance de los intereses nacionales4 con una aproximación realista en el despliegue de antimisiles en el suelo europeo. Así mismo, consolidó alianzas militares con Ucrania y Georgia (Estrategia de Seguridad Nacional, 2020). En lo económico, se evidencian pocos avances debido a la insuficiencia financiera estatal, demostrada en la crisis de 1998, a la cual respondió con resistencia, concretando recursos que ayudaran a la rápida recuperación económica; así como un pobre interés en la coordinación de proyectos energéticos del Caspio y Asia Central.

Por otra parte, la dependencia rusa del sector energético en gas y petróleo, como motor de crecimiento económico, han conducido a su afirmarción como una potencia energética5. Actualmente, la producción de hidrocarburos del país se encuentra bajo el control estatal luego de que en 2003 Yukos, la principal empresa de crudo, fuera expropiada; esta estrategia, de acuerdo con García, se basa en la definición de identidad y naturaleza del Estado ruso más amplia que la de una mera aproximación de Estado rentista y, en cambio, apropia y adapta las características del modelo desarrollista de las economías asiáticas. De esta manera, revitaliza la noción del Estado fuerte en una vía intermedia entre la planeación centralizada y la economía de mercado caracterizada por una relación estrecha entre el Estado y el sector productivo, mediada por la burocracia como mecanismo de control económico y político.

EL SURGIMIENTO DE INDIA Y SU CAPACIDAD TECNOLÓGICA

Beneficiándose de su milenaria vocación científica, que brotó de las primeras formas de vida urbana en el valle del Indo, como lo ilustra García, "la India preislámica logró extraordinarios adelantos científicos: el año solar fue calculado con una precisión mayor que la que pudieron alcanzar los griegos, estipularon la numeración decimal, elaboraron ecuaciones complejas, el número pi fue calculado con cuatro decimales y empezaron a usar el cero" (p. 155); de manera hábil y asertiva, el Gobierno de la India, hacia la década de los setenta, se propuso la política de desarrollo regional en el campo técnico-científico. Con una economía de gran tamaño, con el mayor dividendo poblacional del planeta, la India enciende su motor de desarrollo científico para consolidar " clusters regionales que compitan en el mercado globalizado actual. Bangalore, por ejemplo, alberga más de 1500 grandes empresas, de las cuales 350 producen software [...] estos se vienen estructurando alrededor de centros de investigación en TIC en las principales ciudades indias" (p. 163).

Por otra parte, el estudio de energías renovables, en especial del hidrógeno, es de total atención pues, como lo advierte el autor, "en la torta energética india, el 30% del recurso proviene de fuentes renovables tradicionales de biomasa y residuos animales. Es de esperar medidas adicionales para diversificar aún más la oferta de energía por medio de nuevas tecnologías aplicadas a la captura y almacenamiento de CO2" (p. 162). Estos hechos llevan a concluir, como lo señala el autor, que "lo más probable es que el acopio científico e industrial se convierta en el pilar de su posición central como uno de los países determinantes del siglo XXI" (p. 172).

Sin embargo, como se discute en el libro, los esfuerzos en la política de ciencia y tecnología no son suficientes para el logro de una participación protagónica de India en el sector científico, pues deben ir en tándem con la materialización de las mejoras de vida de la población; desafío complejo para la India. La superación de la pobreza extrema y una educación universal bajo un sistema de creencias de castas jugará un papel importante en el balance social para dar lugar al uso eficiente de los recursos humanos del país y tener así un mayor protagonismo en la ciencia y la tecnología mundiales.

REFLEXIONES FINALES

A pesar de que China ha jugado un destacado papel en el siglo XXI en el logro de sólidos espacios a favor de sus intereses a nivel internacional, los destinos impredecibles de su evolución económica y social tendrán un impacto directo en su influencia futura en la geopolítica mundial. Si bien su presencia ha sido fundamental en la reconfiguración mundial, es dentro de "los ámbitos valorativos irreconciliables entre la tradición confuciana, sintoísta, hinduista y musulmana, que contrastan con el laicismo liberal anglosajón" (p. 34), en donde China se muestra como una fuerza de cohesión a nivel regional hacia la asianización. Estas condiciones son insuficientes para ostentar un poder blando, pues resulta evidente en la China de hoy que la tradición es un elemento más que se abre paso entre las costumbres del modo de vida occidentales enquistadas en el pensamiento de las nuevas generaciones. De esta manera, el inglés se ha establecido como lingua franca incluso en espacios como ASEAN, así como festividades occidentales tales como la navidad son cada vez más populares entre los jóvenes en las grandes ciudades chinas.

Por otra parte, la inminente desaceleración de la economía china por el agotamiento del modelo exportador crea el desafío de repensar su estrategia para mantener su contribución a nivel comercial y de inversión; con un elemento adicional: el sudeste asiático ya ha identificado la amenaza de la primarización industrial como consecuencia de la provisión de materias primas y bienes básicos para alimentar la cadena productiva China. Aunado a esto, un persistente malestar interno por una inocultable disparidad del ingreso, condiciones ambientales insostenibles y continuos albores separatistas en las provincias de Xingjiang y Tíbet, así como la inconformidad de los ciudadanos hongkoneses con las directrices de Beijing frente al cambio de gobierno de 2017, representan un panorama interno lo suficientemente ocupado para la dirigencia china en sus asuntos domésticos.

Rusia, entre tanto, luego de sobreponerse del desmoronamiento de la Unión Soviética, se ha replanteado su estrategia de inserción internacional. No obstante, sus intentos de recuperar su otrora gran imperio con los países de Asia Central y Europa Oriental se convierten en un obstáculo en esta tarea. Además, las vulnerabilidades domésticas de Rusia en términos de su dependencia económica de las industrias extractivas de gas y petróleo, así como el imperio de las mafias, la corrupción y la violencia al interior del territorio dificultan su adhesión al eje europeo-anglosajón, por lo que García plantea que este escenario lo ha llevado a definirse claramente como un país asiático sobre la línea de una menor credibilidad al modelo liberal ortodoxo, el crecimiento del comercio con los países del noreste de Asia y el reforzamiento de la institucionalidad. Empero, Rusia no se declara firmemente como un país asiático y aún cuenta con una participación muy tímida en la región, lo cual lleva a cuestionar si se constituirá como un actor determinante en este espacio geográfico.


Notas

1 EurAsEc está integrada por Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán como un mecanismo de integración
2 La Collective Security Treaty Organization es una alianza militar intergubernamental fundada en 1992.
3 Empero, el autor también reflexiona sobre las debilidades de la economía rusa con un aparato industrial anticuado y un Gobierno que genera frenos al potencial en atracción de inversión extranjera directa.
4 El autor resalta que el renovado nacionalismo ruso pos-soviético adopta una doctrina pragmática en el sentido del logro de intereses estratégicos pero con el mismo objetivo de posicionar al país como una superpotencia.
5 Es de anotar que Rusia es uno de los principales productores de petróleo a nivel mundial, y la ruta de transporte de gas y petróleo desde Asia Central hacia Europa convirtiéndolo en un espacio geográfico clave en el comercio energético mundial.