Doi: https://doi.org/10.18601/16577558.n26.11

Jeffrey Sachs (2014).
La era del desarrollo sostenible.
Bogotá: Planeta.

Paula Ruiz*

* Doctoranda en Estudios Políticos. Docente-Investigadora, Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia. [paula.ruiz@uexternado.edu.co].

Para citar esta reseña: Ruiz, P. (2017). Jeffrey Sachs (2014). La era del desarrollo sostenible. Bogotá: Planeta, OASIS, 26, 159-164.


EN LA SENDA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE: UN DEBATE INCONCLUSO

La era del desarrollo sostenible es la más reciente obra publicada por el reconocido economista Jeffrey Sachs. Este libro resalta la importancia que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)1 tienen para mejorar el bienestar de los individuos, en especial de aquellos que aún hoy siguen viviendo en extrema pobreza.

Para el ex-Secretario General de la ONU , Ban Ki-Moon, quien escribe el preámbulo del libro de Sachs, los ODSrepresentan "el gran reto de nuestra época" (p. 13). Si bien el término "desarrollo sostenible"2 no es nuevo, su formulación y la manera de abordarlo de forma transversal, a escala global e involucrando a distintos actores, sí lo es.

Con el objeto de hacerle entender al lector la urgencia de alcanzar esta tan ambiciosa agenda, Sachs hace un recorrido histórico del desarrollo económico desde la Revolución Industrial hasta nuestros días, analizando de esta forma el origen de las desigualdades. Dicho análisis pretende ayudar a entender por qué estas se han perpetuado y acrecentado en las últimas décadas.

Sachs propone alternativas para que los Estados puedan cumplir con este compromiso planetario a través de lo que llama una buena gobernanza, sostenida bajo los principios de responsabilidad, transparencia y participación(p. 584) que precisa del liderazgo de la Organización de Naciones Unidas (ONU ).

De manera optimista, Sachs señala la importancia de construir, o al menos debatir, sobre nuevas formas de gobernanza global3, cuyos procesos de negociación permitan encontrar soluciones colectivas a los problemas que se presentan en distintos ámbitos, como los de la educación, la salud, el medio ambiente, la justicia, el desarrollo económico y tecnológico, etc. (Mayntz, 2002). Su propuesta se encamina a responder a la pregunta: ¿cómo lograr promover el crecimiento económico socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible?

De ahí que gran parte de su análisis y propuestas giren alrededor de debates propios de la cooperación internacional al desarrollo (CID ) tales como: la eficacia de la ayuda oficial al desarrollo (AOD); la lucha contra la pobreza y la desigualdad (en todas sus formas), y hoy en día, sobre cómo alcanzar de manera colectiva los ODSen los próximos quince años. Al hacer referencia a lo colectivo, el autor enfatiza que una buena gobernanza "no se limita a los gobiernos" (p. 20).

Parte de la respuesta a la pregunta planteada por Sachs tiene estrecha relación con la ya mencionada idea de incorporar una buena gobernanza, un instrumento que "desempeñará un papel crucial en el eventual éxito o fracaso de los ODS" (p. 584), entendiéndola como:

    [Aquellas] reglas de comportamiento, principalmente en relación con las organizaciones. [La cual] no se limita al campo de la política y el gobierno, sino que es aplicable también a las organizaciones que desempeñan un papel importante en el desarrollo sostenible, incluidas las empresas privadas. La buena gobernanza incluye tanto el sector público como el privado, y en especial las grandes corporaciones multinacionales del sector privado (p. 584).

Con lo anterior, el autor reconoce el rol y la implicación que actores distintos a los Estados deberán tener dentro del proceso de imple-mentación y ejecución de los ODS.

LAS DISTINTAS CARAS DEL DEBATE

La era del desarrollo sostenible responde a una creciente preocupación tanto académica como política por comprender los orígenes de la desigualdad, en primera instancia económica, para luego incorporar otros elementos como el social, ambiental, cultural, de género, entre otros, y cómo combatirla.

Obras como El gran escape: salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad (2015) de Angus Deaton; El capital del siglo xxi (2014) de Thomas Piketty; o Por qué fracasan los países (2012) de Daron Acemoglu y James Robinson, son solo algunas muestras de investigaciones y análisis académicos recientes que buscan explicar alrededor de distintas hipótesis las causas de las desigualdades del siglo XXI. Aunque sus análisis resultan ser algo disímiles, concuerdan en afirmar que las causas son múltiples y, por tanto, sus soluciones deben enmarcarse en el contexto y en las realidades de cada país. Lo que explica que cada acción política y económica que los Estados emprendan para disminuir las brechas al interior de sus sociedades sean diferenciadas y como respuesta a unos "diagnósticos" únicos.

Y aunque Sachs concuerda con esta visión, centra más su análisis alrededor del componente institucional, dado que es al interior de las instituciones internacionales desde donde se deben continuar promoviendo acciones dirigidas a impulsar un "crecimiento económico socialmente inclusivo y ambientalmente sos-tenible" (p. 20).

Esta obra tiene un marcado sesgo institucional que pone en evidencia la experiencia de Sachs dentro del sistema de las Naciones Unidas. Como asesor especial de los exsecretarios generales de la ONU , Koffi Annan y Ban Ki-moon, participó activamente en la formulación de los lineamientos de las agendas para el desarrollo (ODM4 y ODS), lo que explica el interés del autor por defender la postura de que la agenda 2030 sea liderada por las Naciones Unidas como centro en el que pueden llegar a converger distintos actores, y como máximo foro de debate y deliberación.

Reconocer la importancia de las instituciones internacionales, en este caso la ONU , para alcanzar los ODS, es sustentado por el alto grado de interdependencia que existe entre los Estados (Sterling-Folker, 2010). Este análisis de Sachs puede enmarcarse desde una mirada neoliberal en la cual la cooperación internacional, a través de las instituciones internacionales, se establece como el mecanismo adecuado para combatir las amenazas conjuntas a las que se enfrentan los diversos actores, las cuales sustentan la necesidad de alcanzar cada uno de los ODS.

Frente a lo anterior, se evidencia la importancia que Sachs le da a la ONU , y si bien esta juega un rol fundamental, la visión de Acemoglu y Robinson (2012) podría ser la que más se asemeje a la realidad sobre el funcionamiento de este organismo; la intervención de las instituciones internacionales no ha resultado ser eficaz, entre muchas otras razones, porque la gran mayoría de países de ingresos medios (que representan 4.900 millones de personas)5 no cuentan con instituciones inclusivas capaces de transformar sus sistemas económicos, de incorporar sistemas tecnológicos que promuevan el progreso y amenacen el statu quo de las élites políticas o de los grupos económicos que manejan tanto la economía como la política en los llamados países de renta media, como es el caso de la mayoría de países de la región latinoamericana.

Este libro da espacio a otro tipo de reflexiones como, por ejemplo, el hecho de plantearse que la idea alrededor de alcanzar los ODSno es otra que pretender que los individuos tengan la plena libertad de escoger su sistema de desarrollo, favoreciendo la implementación de sistemas políticos y económicos de los países desarrollados, o simplemente que a través de los ODSse busque fortalecer la idea de mercados globales, en los que sin restarle poder ni riquezas a las grandes empresas, estas se comprometan a generar progreso de tal forma que sean ambientalmente sostenibles.

Frente a esta segunda idea, una alternativa planteada tanto por Sachs como por Acemoglu y Robinson (2012), es que los gobiernos inviertan en el desarrollo de tecnologías, ello obligaría a todos los países a gestionar mayores recursos en ciencia y tecnología. Estas inversiones, tal como lo plantea Schumpeter, citado por Acemoglu y Robinson (2012, p. 107), deben propender por una "destrucción creativa", la cual conlleve a la innovación en la que se sustituya lo viejo por lo nuevo (107). Es decir, que se fortalezcan las instituciones económicas inclusivas para promover el progreso a través de la tecnología y de la educación (Acemoglu y Robinson, 2012, p. 99).

Hasta este punto se han planteado dos debates: el primero de ellos gira alrededor de la importancia de las instituciones internacionales para hacerle frente a los ODSy poder alcanzarlos; el segundo, frente al verdadero interés tras los ODSsobre cómo lograr el bienestar de los individuos. En tercer lugar, podría sugerirse otro debate que gire entorno a la eficacia de la CID como instrumento para apoyar a las países pobres, en especial a través de su modalidad más común que es la AOD. Un debate que ha sido abordado por más de treinta años y al cual resultaría interesante aproximarse desde distintas miradas, unas que aboguen por el fin de la intervención a través de la CID y otras que simplemente pretendan continuar justificando la existencia y necesidad de la ayuda.

Angus Deaton, por ejemplo, parte de preguntarse cómo ayudar a los países que se han quedado atrás, es decir a los que no han alcanzado mayores niveles de desarrollo económico y social. Para este autor, la ayuda es simplemente una ilusión, "lejos de ser una receta para eliminar la pobreza, la ilusión de la ayuda es en realidad un obstáculo para mejorar la vida de los pobres" (2015, p. 300) y la respuesta a su pregunta inicial está en continuar incentivando el crecimiento económico, pues es esté "el mejor remedio contra la pobreza" (p. 303).

Una visión realista que asegura que la verdadera responsabilidad de los países desarrollados frente al problema de pobreza y desigualdad es dejar de intervenir y permitir que cada Estado se apropie de sus propios procesos de desarrollo sin seguir dando más ayuda (Deaton, 2015, p. 346). Contrario a lo que afirma Sachs, pues para este el problema actual de la ayuda que se brinda es que no resulta suficiente para la cantidad de desafíos a los que se deben enfrentar los países más pobres a fin de alcanzar mejores estándares económicos y garantizar un mejor nivel de vida a su población.

Frente a este último debate, cabe mencionar que la preocupación sobre su eficacia ha llevado a la realización de diversos encuentros que han buscado establecer desde directrices más claras, hasta modalidades alternativas que complementen los esfuerzos de los países donantes. Una visión que busca que los países en desarrollo se apropien de su progreso y establezcan políticas adecuadas que favorezcan la inclusión. Porque tal vez parte de la solución esté en comprender que "la ayuda exterior no es un medio muy efectivo de abordar el fracaso de los países del mundo hoy en día. Todo lo contrario. Los países necesitan instituciones políticas y económicas inclusivas para romper el ciclo de la pobreza" (Acemoglu y Robinson, 2012, p. 529).

REFLEXIONES A MANERA DE CONCLUSIONES

Tal como lo plantea Sachs, los Objetivos de Desarrollo del Milenio que habían sido aprobados en el año 2000, y que culminaron en el 2015, alcanzaron algunos logros en especial en el campo de la salud. No obstante, en algunos países del sur de Asia y de África tropical no se lograron significativos avances en otros ámbitos (p. 145). Hoy en día, en el planeta habitan cerca de 7.200 millones de personas que comparten un espacio, que según lo plantea Sachs, empieza a llegar a sus límites, unos límites que pueden ser reversibles en la medida que tanto actores públicos como privados tomen mayores acciones, lo que comúnmente se denomina voluntad política.

Por otro lado, también es indispensable contar con mayores mecanismos de seguimiento y control, así como de recolección de datos para conocer el verdadero estado de los problemas y de sus avances. Mientras tanto, las reflexiones académicas continuarán girando alrededor de cómo combatir de forma colectiva las desigualdades y, por ende, la pobreza.

Tal vez la mirada de Acemoglu y Robinson, que explica que los países fracasan por la presencia de instituciones extractivas que impiden el crecimiento económico, sea la que mejor permitiría entender por qué el camino del desarrollo sostenible se ve lejano y borroso para miles de pueblos inmersos en círculos de pobreza. En pocas palabras, "el desarrollo y la prosperidad económicos están asociados con instituciones económicas y políticas inclusivas, mientras que las instituciones extractivas normalmente conducen al estancamiento y la pobreza"6 (Acemoglu y Robinson, 2012, p. 115).

Tras leer La era del desarrollo sostenible, el lector queda con la sensación de que Sachs busca justificar la existencia de unos objetivos que él mismo ayudó a diseñar. El éxito de los ODS, en últimas, dependerá de una suma de factores tales como la voluntad política de todos los países, la disposición de las grandes empresas en asumir su rol como responsables de algunas de las externalidades negativas producidas por su expansión, y, finalmente, que la ONU sea capaz de ejercer un verdadero liderazgo, para lo cual deberá continuar fortaleciendo todo el sistema de las Naciones Unidas creando mejores mecanismos de integración y negociación con actores de la sociedad civil.

Tal como se mencionó, Sachs plantea algunas propuestas sobre cómo deberán abordarse los ODSpara su eficaz cumplimiento, lo cual deja amplios espacios para el debate. Preguntas como ¿hasta qué punto los ODSson realmente un contrato social que involucra a distintos actores en una verdadera gobernanza global?, ¿es realmente su objetivo el de velar por la libertad de los individuos?, una libertad entendida com

o la capacidad de los individuos de forjar su destino y de tomar las decisiones que mejoren su vida en un entorno de instituciones inclusivas.

¿Cuál deberá ser, entonces, el rol de los Estados?, ¿hasta qué punto la interferencia de estos en el mercado, la vida y las decisiones de los individuos no implica otra cosa que coartar su libertad? O por el contrario, ¿es el crecimiento económico y el libre albedrío de los individuos lo que está llevando al planeta a límites que condujeron a la necesidad de construir una agenda global que priorice lo ambiental y límite la libertad del individuo para proteger los bienes globales?

Este, de seguro, continuará siendo un debate inconcluso en el cual "las desigualdades de poder limitan la capacidad para la solución de problemas de gobernanza global" (Mayntz, 2002, p. 5).


Notas

1 Los ODS fueron aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015, constan de 17 objetivos y 169 indicadores que deberán ser alcanzados para 2030, razón por la cual también se les conoce como Agenda 2030. Mayor información disponible en: http://www.un.org/sustainabledevelopment/sustainable-development-goals/.
2 Para efectos de su análisis J. Sachs incorporó la definición de desarrollo sostenible adoptada por la Comisión Brundt-land en 1987, que señala que el "Desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias" (Brundtland, citado por Sachs, p. 21).
3 Interesante dentro del análisis que aborda Sachs incluir la definición de la socióloga alemana Renate Mayntz: "La gobernanza global es dictada no solo por intereses nacionales directos, sino también por un nuevo sentido de compromiso colectivo y de responsabilidad colectiva en torno a los acontecimientos globales" (2002, p. 4).
4 Sigla con la que se conoce la Agenda del Milenio, que estableció los ocho objetivos de desarrollo del milenio que habían sido aprobados en septiembre del 2000.
5 Según Sachs, son 103 países los que se encuentran dentro de la clasificación de países de renta media; esta clasificación se hace de acuerdo con la medición del crecimiento económico de los países medido en términos del PIB per cápita, lo cual ha sido objeto de profundos debates alrededor de la eficacia de la CID.
6 Instituciones inclusivas son aquellas que fomentan la actividad económica, la productividad, garantizan la protección de los derechos de propiedad privada, servicios públicos de calidad, infraestructuras modernas y regulación. Países con mercados inclusivos e instituciones pluralistas. Por el contrario, las instituciones extractivas serían aquellas que concentran el poder en unas élites políticas o económicas que benefician a unos pocos ciudadanos por encima del común, que extraen las riquezas de sus tierras para sus propios intereses y, por tanto, tienen altos índices de corrupción (Acemoglu, Robinson, 2012).


REFERENCIAS

Acemoglu, D. y Robinson, J. (2012). Por qué fracasan los países. Bogotá: Deusto.

Deaton, A. (2015). El gran escape: salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad. (W. a. The Great Escape: Health, Trad.) México D.F.: FCE.

Mayntz, R. (2002). Los Estados nacionales y la gobernanza global. Revista del GLAD Reforma y Democracia (24), 1-8.

Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XXI. México: Fondo de Cultura Económica.

Sterling-Folker, J. (2010). Neoliberalism. En Dunne, T., Milja, K. y Smith, S. International relations theories: discipline and diversity (2 ed., pp. 116134). New York: Oxford University Press.