10.18601/16577558.n27.06

Estudio de casos

Yemen: un escenario de guerra y crisis humanitaria*

Yemen: A War Scenario and a Humanitarian Crisis

Felipe Medina Gutiérrez**

* Solamente las palabras y nombres en árabe (excepto de países) usan la transliteración del Diccionario de árabe culto moderno, de Julio Cortés (1996).
** Maestro en Estudios de Asia y África, especialidad en Medio Oriente, El Colegio de México. Investigador independiente, Colombia. [fmedina@colmex.mx].

Recibido: 15 de junio de 2017 / Modificado: 1 de noviembre de 2017 / Aceptado: 15 de noviembre de 2017

Para citar este artículo:

Medina Gutiérrez, F. (2018). Yemen: un escenario de guerra y crisis humanitaria. OASIS, 27, 91-111. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n27.06


RESUMEN

Yemen es un país que cuenta con una rica historia y cultura ancestral, siendo uno de los más interesantes casos de estudio en la región del Medio Oriente. A pesar de ello, no se conoce mucho de él e, infortunadamente, hoy es la nación más pobre de la península arábiga. Hacia la década del 2000 el país ya afrontaba una crisis económica y política, que se vio reforzada por las revueltas en 2011 que dieron paso a la salida del expresidente 'Alī 'Abdullah Sālih, y al intento fallido de la conferencia para el "Diálogo Nacional". Lejos de encontrarse una solución, las divisiones al interior del país se hicieron más notorias. Hoy Yemen se ha sumido en una guerra cruel a partir del levantamiento Hūti en 2014 y la intervención militar de la coalición liderada por Arabia Saudita, que lejos de constituir una "guerra proxy" entre Teherán y Riyād, involucra diferentes alianzas y actores que han desestabilizado el país por completo y agudizado la situación humanitaria, creando un escenario peor que el de Siria e Irak, ignorado por el mundo. El presente texto representa el reto de incluir el estudio de Yemen en la academia, uno de los países menos comprendidos y estudiados dentro de las grandes problemáticas que vive el Medio Oriente.

Palabras clave: Yemen, revueltas de 2011, Hūti, Arabia Saudita, Irán.


ABSTRACT

Yemen is a country that has a rich history and ancestral culture, being one of the most interesting case studies in the Middle East region. Despite this, not much is known about it and unfortunately today it's the poorest nation in the Arabian peninsula. Towards the decade of the 2000, the country already faced an economic and political crisis, that was reinforced by the revolts in 2011 that led to the exit of the former president Ali Abdullah Saleh and the failed attempt of the conference for the "National Dialogue". Far from finding a solution, the divisions within the country became more visible. Today Yemen has descended into a cruel war since the Houthi uprising in 2014 and the military intervention of the Saudi-led coalition, which far from being a "proxy war" between Tehran and Riyadh, involves different alliances and actors, which has destabilized the country completely and deepened the humanitarian situation, creating a scenario worse than that of Syria and Iraq, ignored by the world. The present text represents the challenge of including the study of Yemen in the academic community, one of the countries least understood and least studied within the great problems that the Middle East faces.

Key words: Yemen, 2011 uprisings, Houthi, Saudi Arabia, Iran.


INTRODUCCIÓN

El último periodo de Barack Obama como presidente de Estados Unidos culminó siendo uno de los más nefastos en la historia del país, donde además de haber arrojado 26.171 bombas en diferentes lugares del mundo (Benjamin, 2017), dejó múltiples conflictos abiertos donde no se vislumbra una pronta solución como son el caso de Palestina, Libia, Siria y, ahora, Yemen. Este personaje dio paso a Donald Trump, quien se posesionó como nuevo presidente en enero de 2017.

Poca gente se percató de que la primera acción militar aprobada por el nuevo dignatario consistió en un ataque quirúrgico contra al-Qā'ida en la península arábiga (AQPA), que opera en Yemen, y no contra el Estado Islámico en Siria o Irak, donde además de presentarse la primera baja de la nueva administración, de dejar varios civiles muertos y heridos, murió Nawar 'Awlaqi, la hija de 8 años de edad de Anwar al-'Awlaqī (Bulos y Hennigan, 2017), reconocido clérigo de la organización con ciudadanía estadounidense, también muerto bajo fuego norteamericano años atrás. El hecho, más allá de constituir una ejecución extrajudicial, permite reflejar la enorme importancia que para Washington tiene lo que ocurra en el país del sur de la península arábiga.

Sin embargo, la política de drones y operaciones militares estadounidenses no es el único problema que afronta Yemen, pues su situación se ha deteriorado notoriamente a partir de las revueltas de 2011, que dieron como resultado la salida "pacífica" del expresidente Sālih. Tanto la iniciativa impulsada por los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para la transferencia del poder y el establecimiento de un nuevo Gobierno, como el "Diálogo Nacional", que se estaba llevando a cabo entre los diferentes sectores de la sociedad yemení, fracasaron por la ineficiencia del presidente interino 'Abd Rabbuh Mansūr Hādī, y por la toma de la capital Sana' a manos del movimiento Hūti (o también llamado Ansār Allāh)1 el 24 de septiembre de 2014, que obligó al mandatario a abandonar el país.

La crisis política empeoraría con la intervención militar de la coalición de países liderada por Arabia Saudita en marzo de 2015, con la intención de restablecer la "legitimidad" de Hādī y de aplastar el levantamiento Hūti. Lejos de esto, además de agudizar la crisis humanitaria, lo que se ha generado es una fuerte inestabilidad política -a partir de la creación de dos gobiernos paralelos-, una profunda crisis económica, y una lucha entre diferentes grupos -algunos armados- por el poder, donde la población civil ha sido la más afectada.

El artículo pretende analizar de manera general, a partir de una mirada crítica, los acontecimientos relativos a este periodo. En la primera parte se hace un resumen del contexto político y social previo y posterior a las revueltas de 2011, como antecedente importante de la guerra a partir de 2014. La segunda parte pretende identificar y describir, de manera general, a los actores más destacados en el presente conflicto. Por último, la tercera parte busca reseñar los intentos de las mesas de negociación que ha habido, además de exponer, a partir de algunos testimonios de yemenís y de informes de ONG, la grave y preocupante situación humanitaria. Sin duda, el futuro del país dependerá de cómo se resuelvan las controversias en la mesa de negociaciones, pues de lo contrario estaremos en un escenario parecido al de países como Siria, donde no se vislumbra ningún acuerdo.

¿QUÉ PASÓ CON YEMEN DESPUÉS DE LAS REVUELTAS DE 2011?

El Gobierno de Yemen en la era Sālih estuvo caracterizado por un fuerte centralismo, dictadura, y un robusto sistema de patronazgo que le ayudó a mantenerse en el poder por más de treinta años2. Fruto de ello es que el principal frente de oposición, el Encuentro Común (EC), un bloque surgido en 2003, que agrupa a diferentes partidos políticos de diversas tendencias, se encontró por muchos años en el marco de la oposición "aceptada" dentro del régimen, a cuyos miembros, algunos cooptados, si bien se les permitía un margen de maniobra, nunca constituyeron un peligro para Sālih.

Sin embargo, durante este periodo una serie de problemas políticos, económicos y sociales estaban creando fisuras en el sistema de patronazgo del presidente. Hacia la década del 2000, la fuerte crisis económica, el alto desempleo, la corrupción, el nepotismo, fuertes conflictos en las periferias (con los Hūti durante las Guerras de Sa'da de 2004 a 2010, y con el movimiento secesionista del sur al-Hirāk, reactivado desde 2007), sumado a la creciente presencia de organizaciones como AQPA (filial de al-Qā'ida) y la complicidad con la campaña de drones estadounidense, habían creado gran descontento entre la población. Todo esto anticipaba que el país podía ser escenario de un cambio importante.

Ello fue así durante las revueltas populares de 2011, iniciadas en Yemen el 11 de febrero, inspiradas por los movimientos acaecidos en Egipto y Túnez, que obligaron a Hosni Mubārak y Ben 'Ali, respectivamente, a ceder el poder, y mientras la atención se dirigía a la intervención de la OTAN en Libia. Al igual que en otros escenarios, las revueltas tuvieron dentro de sus múltiples y variadas causas los altos índices de desempleo, la corrupción y desequilibrio en el reparto de la riqueza, producto de las medidas neoliberales en el marco de la crisis económica mundial, y el activismo y dinamismo de estudiantes y profesionales como motor catalizador.

Los escenarios principales de las protestas en Yemen fueron la Plaza del Cambio (Sahat at-Tagir), cerca de la Universidad de San'ã', además de la ciudad de Ta'iz. Si bien en su génesis las revueltas iniciaron por jóvenes estudiantes y trabajadores (hombres y mujeres), como en otros escenarios, a este movimiento de protesta se le sumaron progresivamente distintas organizaciones y grupos del tradicional espectro político. Una de las más significativas fue la plataforma del EC, y su partido de más influencia, al-Islāh, cuyos partidarios varían entre miembros de los Hermanos Musulmanes (HM), líderes tribales, salafistas entre otros, y que se convertiría en uno de los interlocutores más importantes para la "transición"3. Otros movimientos de peso, como los Hūti, que llegaron a la Plaza del Cambio el 20 de febrero de 2011, y líderes del movimiento sureño como Ahmad Saleh Qadiš y Hasan Baoum, anunciaron también su apoyo a la protesta, para construir un nuevo Yemen, sin Sālih (Veiga, Zahonero y De Terán, 2014, p. 228).

A sectores que tradicionalmente habían hecho oposición al presidente se unieron antiguos aliados del Gobierno que decidieron cambiar de bando. La deserción del brigadier general del ejército Alī Mohsen al-Ahmar, segundo hombre más fuerte del régimen, y por un tiempo claro sucesor de Sālih, además de Sādiq al-Ahmar, šeyj de la confederación tribal Hašid y del partido Islāh, como también el importante clérigo 'Abd al-Majīid az-Zindānī, del mismo partido y miembro de los HM, sumado a las deserciones y dimisiones masivas en todas las instituciones del Gobierno, representaron un fuerte golpe para el entonces presidente. Sin embargo, al interior del bloque revolucionario, la presencia de estos líderes, por muchos años en el establishment, creaba un profundo malestar, pues advertía de la posible cooptación, como en otros procesos de la región, de la oposición partidista al movimiento de protesta, marginando a estudiantes y profesionales.

Las mujeres también fueron parte esencial de este movimiento, siendo el caso de Tawakkul Karmān, miembro del Islāh, de los HM y Premio Nobel de Paz en octubre de 2011, el más reconocido. Sin embargo, es importante advertir que otras mujeres tuvieron gran participación como, por ejemplo, Amal al-Bāšā, Farīda Salih al-Yarimy, Yamila Rayā', Arwa 'Abdo 'Utmān, entre otras4.

El caso de Yemen fue destacado como el único escenario donde hubo una transición "pacífica" del poder. En efecto, los actos de protesta fueron protagonizados por cientos de yemenís que, en un movimiento antigubernamental pacífico, trataban de expresar su descontento ante la crisis institucional, política y económica que Yemen arrastra desde hace más de media década (Zahonero, 2011). Si bien ello se originó así, el resultado no fue tan "pacífico", pues muchas de las protestas llevaron a la represión y detención arbitraria por parte de las fuerzas de seguridad, dejando varios muertos y heridos.

Bajo este contexto, Sālih terminó por ceder a las demandas populares y aceptó entregar el poder, no al bloque revolucionario, sino a su vicepresidente 'Abd Rabbuh Mansūr Hādī, en una elección de candidato único, por presión de la iniciativa de transición de poder del CCG, apoyada por la Resolución 2014 de 2011 (R2014/11) de la ONU. En ella se les garantizaba inmunidad jurídica a él y a su partido CGP, hecho que difería de otros procesos donde la justicia transicional siempre exigió un juicio al dictador y la disolución de su partido de Gobierno. Significaba, además, la intervención formal en el conflicto de actores externos, como la ONU y Arabia Saudita, quien venía de ayudar a apagar la revuelta popular en Baréin.

La elección de este personaje fue bastante polémica, debido a que fue el único candidato, pero además porque había hecho parte del régimen tradicional, a pesar de su alineamiento con la oposición a partir de 2011 (De Terán, 2017, p. 185). Ello demostró, primero, que no hubo participación de las fuerzas del país que demandaban un cambio real, reflejado en el boicot a su elección por sectores como los Hūti y al-Hirāk y, segundo, que este personaje representaba la carta de Arabia Saudita y Estados Unidos, dispuesto a seguir el plan que tenían estas potencias para el país. Desde este momento se empezó a cuestionar por muchos sectores la "legitimidad" del presidente interino.

El plan de transición y la conferencia para el "Diálogo Nacional"

En marzo de 2013, Yemen entró a una nueva fase política de transición conocida como la conferencia para el "Diálogo Nacional" (al-Hiwār al-Watanī), auspiciada por Hādī, el enviado especial de la ONU Y amāl Ben'Omar, con apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea. Compuesta por 565 miembros, agrupaba a fuerzas tradicionales de oposición, islamistas, socialistas, nacionalistas árabes, entre otros, y tenía como antecedente un proceso similar durante los años de 1993 y 19945.

La principal propuesta que surgió en este diálogo fue la del federalismo, que implicaba la división indiscriminada del territorio en seis regiones, como forma de solucionar la crisis. Esta idea, que ya había sido debatida en el caso Iraquí (2005), basada en el modelo aplicado por los franceses en Líbano, y ahora propuesta por algunos sectores para solucionar cuestiones como la de Afganistán y Siria, fue rechazada en Yemen por respuestas populares debido a que no resultaba adecuado para tratar la necesidad real de un cambio de régimen o para acabar la disputa por el poder en San'ã' (Carapico, 2016, p. 280), siendo los Hūti y al-Hirāk sus mayores opositores.

Sumado a lo anterior, la falta de representatividad de los diferentes sectores y grupos de la sociedad civil y política marcaba la fragilidad de este diálogo. Por ejemplo, como expresó la reconocida periodista y bloguera yemení, Afrāh Nāsir, el poder político de los hombres era mayor al de las mujeres, y a pesar del porcentaje que ganaron en esta conferencia, en la etapa de transición el papel de la mujer siempre fue secundario6.

Dicho intento terminaría sin consenso en enero de 2014, dejando un panorama de polarización, desestabilización, y sin debatir los temas profundos de la realidad política yemení, en un contexto rodeado de pobreza, hambre, escasez de agua, desempleo, y bajo la continua política de bombardeos y ejecuciones extrajudiciales por drones del presidente Obama.

El avance Hūti y la intervención militar liderada por Arabia Saudita

Los detonantes más próximos para la guerra que estallaría en el país suceden cuando, a pesar de que el proceso político estaba en curso, los Hūti, en medio de confrontaciones violentas con grupos que se les oponían, demandan la formación de un Gobierno diferente al de Hādī. La oportunidad para lanzar dicha propuesta fueron las protestas organizadas en medio del anuncio del retiro del subsidio a la gasolina, que generó gran descontento entre la población. Sin embargo, la acción más contundente fue cuando tomaron la sorpresiva decisión, en septiembre de 2014, de capturar por la fuerza la capital San'ã', para muchos un "golpe de Estado", en medio de fuertes críticas a las fuerzas armadas por no hacer frente real a esta ofensiva. Muchos apoyaron esta iniciativa como una forma de corregir los errores de la transición, celebrando la voluntad del movimiento de enfrentar a la corrupción, combatir a al-Qā'ida, y llenar el vacío de seguridad dejado por un gobierno ineficaz, mientras que, para otra gran parte de la población, esta ofensiva Hūti representaba la expansión de su agenda discriminatoria, con el objetivo de imponer su dominio político (Alley, 2014).

Contando en sus manos con el centro de poder, y en medio de fuertes tensiones y enfrentamientos, se consigue que los Hūti firmen un acuerdo con la administración para la formación de un "gobierno de unidad" más inclusivo, el Peace and National Partnership Agreement (PNPA) que, apoyado por la ONU, le garantizaba más participación a este movimiento y al-Hirāk, además de una serie de reformas económicas y sociales. Sin embargo, al mismo tiempo, este movimiento se expandía territorialmente, tomando incluso el principal puerto marítimo del país, al-Hudeida.

A pesar de esto, los profundos desacuerdos con la administración Hādī hicieron que dicho acuerdo con el Gobierno se rompiera, lo que terminaría por confirmar la sorpresiva alianza con el expresidente Sālih, para conformar un nuevo bloque de Gobierno. Aunque la ONU impuso sanciones al exmandatario y a dos de sus comandantes, la nueva coalición adquirió mucho más poder, por ejemplo, tomando control de la televisión estatal y anunciando en San'ã' el Consejo de cinco miembros para reemplazar a Hādī. Si bien todo este contexto forzó la renuncia y detención domiciliaria del presidente interino y de su gabinete, este logró escapar, se dirigió a 'Aden, y estableció un gobierno paralelo. A partir de aquí se formaron dos polos de poder, uno radicado en la capital del sur y otro en la capital del norte, ambos con problemas de legitimidad.

El vecino más importante del país, Arabia Saudita, miraba con preocupación los hechos en Yemen, y era claro que había que tomar una serie de medidas. Más allá de suspender la ayuda económica, decidió darle refugio a Hādī, quien había huido a raíz de una incursión Hūti en 'Aden, en el mes de marzo de 2015. Lo cierto es que en Riyād se decidió que la solución era una intervención militar para restablecer la "legitimidad" y el orden institucional en Yemen.

En ese momento el reino pasaba por una coyuntura política importante, pues Salmãn ibn 'Abd al-'Aziz fue nombrado nuevo rey, tras la muerte de su hermano 'Abdula bin 'Abd al-'Aziz. Una vez en el poder, designó a su hijo Muhammad bin Salmān, de 31 años, como ministro de Defensa y secretario general de la Corte Real. El primer gran reto de su gobierno fue enfrentar al levantamiento Hūti.

De esa manera, una coalición se edificó a partir del liderazgo de Riyād, que incluía fuerzas de Emiratos Árabes, Qatar, Baréin, Kuwait, Jordania, Egipto, Sudán del Norte y Marruecos, con apoyo logístico de Estados Unidos y algunos países de Europa, iniciando así las denominadas operaciones "Tormenta decisiva" y "Restaurar la esperanza", que ocasionarían la renuncia de Yamãl Ben'Omar y traerían resultados nefastos para la población civil yemení desde 2015.

De momento, el balance de la guerra es que, contrariamente a los objetivos trazados, estas operaciones e intervencionismo no han acabado con los Hūti ni con fuerzas leales a Sālih, y, en su lugar, han creado resentimiento en gran parte de la población, reflejado en multitudinarias protestas (principalmente en el norte), y en la incorporación a bloques de resistencia. De hecho, los Hūti han contraatacado, reportándose enfrentamientos en la frontera sur de Arabia Saudita (las vastas regiones montañosas fronterizas de 'Asīr y Nayrān), y no sería para nada extraño que se extendieran a otras zonas del reino. No hay duda de que la solución militar ha mostrado ser la estrategia equivocada para tratar el levantamiento.

¿QUIÉN ES QUIÉN EN LA GUERRA EN YEMEN? ESTUDIO GENERAL DE LOS ACTORES DESTACADOS

El movimiento Hūti (o Ansār Allāh)

Históricamente, los orígenes de este grupo se sitúan en Hut, en la gobernación de 'Amrān en el norte del país, aunque el hogar ancestral de la familia es Dahyan, lugar donde nació Badr ad-Din al-Hūti en 1922 (Salmoni et al., 2010, p. 103). Hijo de un importante erudito Zaydí y guía espiritual y político de la familia, hasta su muerte en el año de 2010, es gracias a su liderazgo y la influencia de muchos de sus hijos, como Husein al-Hūti, que a sus seguidores se les conocería como los Hūti, sobre todo a partir de las Guerras de Sa'da, conflicto donde murió Husein, y 'Abd al-Malik al-Hūti se convirtió en el nuevo líder.

Sin embargo, su popularidad ascendió a raíz del levantamiento en 2014. A menudo se suele plantear que la toma de la capital en este año fue una continuación de las Guerras de Sa'da, sin embargo, es más pertinente darle a cada escenario un contexto, pues si bien hay una base común, tanto los motivos como los actores o protagonistas son muy diferentes. Lo importante es entender que ambos enfrentamientos hicieron de este movimiento un actor importante de cara al futuro en la política yemení.

En cuanto a su dimensión religiosa, los Hūti son musulmanes chiís, vinculados a la vertiente Zaydí, llamada así en razón a Zayd b. Husein b. 'Alīb. Abi Talib (m. 740), nieto del mártir chií de Kerbalā' 'Alī, e hijo del cuarto imām Zaynu'l-'Ābidin. Es importante anotar, que se diferencia de la corriente duodecimana (Itnā-'Ašarīya), mayoritaria en la región y que prevalece en Irán, y que, de hecho, su base teórica es muy próxima a la Šāfi'i sunní7, que prevalece en zonas del medio y bajo Yemen.

Durante muchos años el norte de Yemen fue gobernado por los A'ima zaydís, y es por esto que a menudo, al movimiento Hūti se le suele relacionar como continuadores de la monarquía del Imām Yahia (1918-1948) cuyo reinado representó el establecimiento del Yemen moderno (Dresch, 2000)8. Sin bien hay un espacio de tiempo donde los seguidores de la idea de la monarquía fueron protagonistas, principalmente en la guerra civil en la década de 1960 en el marco de la "Guerra fría árabe", las principales autoridades zaydís renunciaron en los años 1990s a la idea de un régimen monárquico y a implantar en todo Yemen la escuela zaydí. En su lugar, el movimiento tiene raíces en el "revivalismo zaydí", periodo en el cual estas comunidades intentaban recuperar el terreno perdido debido a la expansión del Wahābismo9, donde la familia al-Hūti estuvo íntimamente relacionada en la creación y actividad del partido al-Haq y los "Jóvenes Creyentes"10.

Asimismo, este movimiento posee una importante dimensión tribal. Al habitar principalmente en la zona norte de Yemen, su apoyo radica principalmente en regiones tribales como Jawlān b. 'Āmir, aunque ha habido ocasiones donde han podido sumar apoyo de diferentes confederaciones tribales como Bakīl. Ello se materializa en sus diferentes tradiciones y alianzas, lo que ha permeado el conflicto, pues muchos hombres tribales han entrado a la guerra, en diferentes bandos, y muchos de los combatientes han contado incluso con la protección de importantes tribus.

La reinvención del expresidente Šālih y su alianza con los Hūti

'Alī 'Abdullāh Sālih fue miembro de las fuerzas armadas, donde ejerció el cargo de mayor en la década de 1970, además de comandante en Ta'iz. De hecho, también participó en la guerra civil en la década de 1960 (Medina, 2017b, p. 39). Posteriormente, fue elegido presidente de la República Árabe de Yemen (RAY) por la Asamblea Constituyente del Pueblo en 1978, imponiéndose en el poder en todo el país, tras la unificación y la guerra contra el sur en la década de 1990, hasta cuando sería apartado del poder en medio de las revueltas de 2011.

Sin embargo, este personaje reaparece en la política tras las noticias de la sorpresiva alianza Hūti-Sālih, que pudo darse gracias a la impunidad y falta de aplicación de justicia transicional en Yemen después de 2011, pues tanto Sālih como el CGP mantuvieron su poder e influencia. Además, la intervención militar de la coalición le permitió reinventarse en el juego político, mostrándose como el defensor de los intereses yemenís, viendo en los Hūti y en un sector importante del ejército un aliado esencial. Parte de su fortaleza también se deriva de contar con los remanentes de aquellas redes de patronazgo que gestó durante los años de su gobierno.

Ahora bien, es importante señalar que esta alianza era débil y temporal, pues fue edificada sobre el pragmatismo y no sobre una ideología u objetivo político común. De hecho, así lo demuestran los recientes enfrentamientos entre ambos bandos, como ocurrió en la capital San'ã' en 2017, cuando Jāled ar-Radī, miembro importante del CGP, y cinco miembros Hūti murieron en un incidente en un puesto de seguridad Hūti. No hay duda de que la rivalidad entre ellos, y viejas cuentas pendientes, serán un elemento latente, lo que hace probable que esta alianza no tenga mucho futuro11.

El presidente interino Hādī y la coalición

'Abd Rabbuh Mansūr Hādī, oriundo del sur de Yemen, reconocido político y exmiembro de las fuerzas armadas, ejerció como vicepresidente durante la era Sālih, y, como advertimos, fue elegido para dirigir el periodo de transición desde 2012. Criticado por muchos sectores por representar los intereses tradicionales, y por haber huido a Arabia Saudita tras la incursión Hūti, Hādī regresaría al país y restablecería un tímido gobierno en el sur de Yemen, a partir del traslado del Banco Central de San'ã' a 'Aden. No obstante, muchos en el sur lo rechazan y no hay duda que este personaje es una ficha descartable tanto para Arabia Saudita como para los demás países del golfo y para Estados Unidos.

En cuanto a la coalición liderada por Riyād, se trata de una alianza débil en razón de la pluralidad de intereses y pugnas a su interior. Por ejemplo, la polémica por las prisiones secretas establecidas por Emiratos Árabes y fuerzas de seguridad aliadas, donde abusan y torturan a prisioneros en el sur de Yemen (Maggie, 2017; Amnistía Internacional, 2017) demuestran la diversidad de intereses que tienen Dubái y Riyād en esta zona.

Pero sobre todo con lo acaecido con Qatar en junio de 2017, cuando Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Baréin y Egipto decidieron cortar relaciones diplomáticas y sancionar a Doha, acusándola de "albergar a grupos terroristas y sectarios que amenazan la estabilidad de la región", lo que es bastante irónico, pues es precisamente Arabia Saudita quien promueve el sectarismo y el wahābismo no solo en la región sino en el mundo. Lo cierto es que Qatar fue expulsado de la coalición, y el gobierno de Hādī, sumándose al llamado de Riyād, lo acusó de "tener relación con la alianza Irán-Hūti".

Los comités populares (al-Liyana aš-Ša'bia)

En los enfrentamientos se detectó la presencia de los llamados comités populares (al-Liyana aš-Ša'bia), actores armados no estatales que consisten en alianzas de tribus que incluyen militantes tribales presentes en diferentes frentes de la guerra, siendo los más conocidos los leales a los Hūti y los aliados al gobierno de Hādī, a la coalición, y, sobre todo a Arabia Saudita. Sin embargo, este es un fenómeno que no es nuevo en la historia de Yemen, pues ya el gobierno de Sālih se había valido de estas agrupaciones en la década de 1990 en su ofensiva contra territorios del sur, contra AQPA en la década del 2000 y, más recientemente, en las Guerras de Sa'da en 2004.

De un lado, además de ser parte activa en acciones de combate, pues ya en la toma de San'ã' en 2014 ayudaron a los Hūti a ocupar los edificios del gobierno, han conformado un cuerpo especial que se dedica principalmente a la vigilancia de las calles en diferentes puestos de control establecidos en carreteras y ciudades, e incluso impartiendo justicia y labores judiciales.

De otro lado, Arabia Saudita, valiéndose de relaciones de cooptación de vieja data con distintas confederaciones y hombres tribales, decidió conformar y reactivar "comités populares", creados recientemente en zonas del sur, quienes participaron también en combate, sobre todo a raíz de los intentos de los Hūti de someter 'Aden.

No hay duda que la presencia de estos "comités populares" hace más complejo el presente conflicto. Más allá de la presencia de las tribus, si bien pueden seguir directrices de uno u otro grupo, controlarlos e identificarlos es todo un reto y, al estar involucrados en acciones de combate, hace que los civiles se vean más involucrados.

Presencia de mercenarios y contratistas

Se trata de la presencia de fuerzas de combate extranjeras, generalmente conocidas como contratistas o mercenarios, que ya se conocían en la región, sobre todo a partir de la experiencia de la invasión estadounidense a Iraq. Dentro del contexto de la guerra en Yemen, si bien la coalición oficialmente solo incluía fuerzas armadas (más que todo fuerza aérea), reportes sobre incursiones terrestres, en especial de fuerzas con uniforme y signos de distinción de Emiratos Árabes en las zonas del sur del país, han desatado gran controversia y debate.

Ello habla de la presencia de un grupo especializado compuesto principalmente por latinoamericanos y eritreos, donde se destacan los miembros colombianos, reclutados más o menos a mediados de 2010 para servir en Emiratos Árabes, por una convocatoria que vio, en el final de la guerra con las FARC en Colombia, una oportunidad para reclutar militares experimentados que ya no tendrían un escenario de guerra dónde servir. A muchos, aunque no sea la única razón, se les sedujo ofreciéndoles salarios en dólares, que claramente superaban las cantidades ofrecidas en Colombia. La mayoría de estos personajes son oficiales retirados y expertos antiguerrilla, que ya han estado en el contexto de la guerra (Medina, 2017a, p. 119), aunque no se descartan mercenarios que van de guerra en guerra prestando sus "servicios".

Si bien su labor principal es enfrentar a los Hūti y aliados de Sālih, han tenido que combatir a componentes de AQPA en el sur, zona de especial interés económico y estratégico de Dubái, ocasionando según diferentes reportes (Donaghy, 2015; Hager y Mazzetti, 2015) las primeras bajas en ciudades como Ta'iz.

Allí se enfrentan a un contexto complejo y a un territorio desconocido, cuyos rivales, a diferencia de ellos, están dispuestos a dar la vida por la batalla. La presencia de estas fuerzas foráneas agrega otro componente a la compleja lucha que involucra a tribus, militares, grupos islamistas y fuerzas internacionales. Sin duda, no les depara nada bueno en Yemen y están destinadas al fracaso.

El secesionismo en el sur, al-Qā'ida (AQ) y Estado Islámico

Como hemos visto, la presente guerra también ha afectado a los territorios del sur, en crisis desde la unión desfavorable con el norte en la década de 1990, y sobre todo a partir de la guerra civil de 1994. Las revueltas de 2011, la consecuente propuesta federalista durante el periodo de transición, la actividad de AQPA y Estado Islámico (EI), e incursiones fallidas Hūti, harían renacer las diferencias y el clamor secesionista en ciudades como 'Aden, Hadramūt, Abyan y Ta'iz.

Sin embargo, son muchas las posturas políticas que hay en el sur, que combinan la labor de al-Hirāk, el Consejo de Transición del Sur, la voz de habitantes que, por ejemplo, están a favor del fin de la guerra antes que la separación, movimientos en contra y a favor de Hādī, e incluso discusiones en torno al papel que Emiratos Árabes desempeña y su interés real en estos territorios del sur, que complejizan el asunto. En efecto, como Gaydã' ar-Rašīdī, activista oriunda de 'Aden, afirma:

La guerra de 2015 destruyó la débil relación que había entre el norte y el sur. Si bien hay opiniones divididas en torno a la intervención militar de la coalición, los sureños saben que ni Arabia Saudita, ni Emiratos Árabes lo hicieron por amor al pueblo sino por sus propios intereses. Los sureños no ven con buenos ojos a Hādī. Su gobierno, débil y fallido, es acusado de nepotismo y corrupción. La situación actual es que la gente perdió la confianza en el norte12.

De otro lado, a la hora del análisis, la atención siempre se centra sobre lo que hacen los Hūti, pero nunca sobre la coalición ni sobre la creciente actividad de AQPA, fuertemente golpeada por la política de drones estadounidense en Yemen, y el peligro de una consolidación del EI. Mucho antes de las revueltas de 2011 se alertaba sobre la presencia y las actividades en el sur del país de al-Qā'ida, desde 1992, y de otros grupos afines, como Yihād Islámica en Yemen (1990-1994) y el Ejército de 'Aden-Abyan (1994-1998). Posteriormente, gracias a la desestabilización del Gobierno central y al periodo de "transición" en 2011, muchos territorios se volvieron campo fértil para las actividades de expansión de AQPA y otras organizaciones, quienes, contando con una lógica de alianzas con algunas tribus, se disputaron con los Hūti el control territorial y la demarcación de áreas de influencia.

Dentro de otros grupos afines a AQ se encuentra Ansār aš-Šarī'a, una colección de militantes sin una definición precisa que al parecer participó en la toma de la ciudad de Abyan en 2011 (Combating Terrorism Center, 2011). Este grupo, aunque similar y difícil de disciplinar, es minoritario, y no hay duda de que AQPA es el grupo principal en Yemen.

En cuanto al EI, su presencia no se compara, todavía, con la que posee AQPA, con el cual tiene amplias diferencias y enfrentamientos. No se tiene certeza de cuántos combatientes hayan jurado lealtad y se hayan sumado al llamado de esta organización, sin embargo, ya hacia 2014, año de su aparente fundación en el país, perpetraron sus primeros ataques en ciudades como 'Aden. Con la actividad de AQPA y EI, la narrativa sectaria ha ganado terreno, en un país donde históricamente había convivencia pacífica entre las diferentes comunidades.

¿Un escenario de guerra PROXY? Implicaciones regionales e internacionales

Para muchos analistas el presente conflicto en Yemen configura un típico escenario de guerra proxy, o guerra indirecta, entre Irán y Arabia Saudita, junto a otros escenarios como Siria, Irak y Baréin, en los que hay una disputa por el poder regional, en el marco de la "rivalidad sunní/chií". Al ser un tema que desborda el objeto del presente escrito, solo plantearemos algunos puntos que sirven para la discusión.

En el primer lugar, acerca de la "rivalidad sunní/chií" es claro que hay diferencias teóricas y ritualistas entre estos dos. Sin embargo, es un discurso que intenta poner los diversos conflictos en el plano religioso cuando no lo son, y va de la mano de una idea sectaria que intenta dividir a las dos comunidades. Ni Arabia Saudita es el representante del sunnismo, ni Irán del chiísmo. A pesar de esto, no se puede negar que las geopolíticas de poder hegemónico tanto de Arabia Saudita como de Irán están enfrentadas, tal como sucede en algunos de los escenarios descritos.

En Siria, por ejemplo, si bien hubo en el inicio una revuelta popular pacífica en contra del dictador Bašar al-'Asad, lo cierto es que rápidamente grupos de oposición, y voluntarios provenientes de otros países de la región, iniciaron un alzamiento armado, agudizando la situación. Algunos de estos grupos, islamistas y de clara tendencia wahãbi, fueron financiados por países como Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes. Al ver que la correlación de fuerzas no le favorecía al Gobierno sirio, Irán decide intervenir con ayuda logística y militar, enviando a la Guardia Revolucionaria en cabeza del general Qasem Soleimani, y además contando con la ayuda del partido libanés Hizb Allah, quien intervino activamente en combates decisivos que le permitieron a al-'Asad permanecer en el poder.

En Irak, el Gobierno iraní ha participado activamente en la reorganización del país y de las comunidades chií a partir de 2003. Por su lado, Arabia Saudita desea expandir su influencia, sobre todo a partir de la última reunión con el líder iraquí Muqtada as-Sadr. En este escenario, parece que sus intereses no chocan demasiado, pues para muchos es clara la intención de dividir a Irak entre varias potencias.

Baréin, otro escenario propio de las revueltas de 2011, fue un caso donde se sacrificaron las legítimas demandas populares de cambio en aras de mantener la estabilidad monárquica (Delmonte, 2012). Allí, muy similar a lo que pasó en Yemen, por petición formal del rey al-Jalifa, en nombre del CCG, Riyād, con ayuda de Dubái, fue el protagonista central del envío de fuerzas de seguridad a Baréin, lo que impulsó a las fuerzas bareiníes a optar por la represión total del movimiento opositor (Delmonte, 2012). La paranoia de la amenaza para la seguridad nacional y del efecto dominó, reflejado en la intervención directa de Arabia Saudita y del golfo, no se vio del lado de Irán, pues a pesar de haber sido acusado por la monarquía de estar detrás de un complot, su influencia no fue tal que permitiera identificar a algún grupo o sector como un proxy de Teherán.

Finalmente, en Yemen la intervención de Riyād en la crisis es palpable, lo que no es nuevo si se tiene presente la historia entre ambos países. Sin embargo, respecto a Teherán, más allá de diferentes hipótesis, no se tiene certeza en qué medida esté interviniendo en el conflicto, pues a diferencia de la dependencia política y económica de Hādī del actual rey Salmãn, ello no es tan palpable entre los Hūti y el líder supremo Ali Khamenei (Medina, 2017a, p. 111).

Las acusaciones de Arabia Saudita de que este levantamiento hace parte del proyecto de expansión de la revolución islámica para "iranizar" a Yemen y destruir al reino son altamente debatibles, y llama la atención que coincidan con posturas como la de Israel. Si bien no basta con recordar que los Hūti son zaydís, diferentes de los duodecimanos en Irán, es fundamental considerar la apuesta y el proyecto político de cada bando. De no ser así, se correría el riesgo de no reconocer que hay una agenda y dinámica local en Yemen a la que responden los Hūti. Más que ser el provocador, la cuestión aquí es que Irán ha sabido capitalizar dichas acusaciones, donde ve con buenos ojos un posible debilitamiento de su rival geopolítico.

De hecho, al catalogar a los Hūti como un proxy de Irán, algo que ya se había hecho durante las Guerras de Sa'da, se pretende despojar a este movimiento de sus raíces yemenís y poner el conflicto al nivel de las tensiones internacionales, además de ignorar todo el contexto histórico que rodea su formación y evolución. De hecho, si bien es probable que Irán haya enviado armas a los Hūti, nunca se habla de las provisiones que consiguen gracias al sector del ejército que está con su causa, de los contactos de Sālih, de mercados como Suq at-Talh, y del contrabando de armas proveniente de áfrica, además del botín de guerra en enfrentamientos contra soldados saudís.

Finalmente, en cuanto al posible escenario de enfrentamiento sunní/chií al interior de Yemen, hay decir que el presente conflicto no se reduce a la lógica de blanco y negro, sino que es mucho más complejo. Por ejemplo, no todos los zaydís apoyan a los Hūti ni a Sālih, ni todos los sunnís apoyan a Hādī y Arabia Saudita. De hecho, hay sunnís con los Hūti, y hay zaydís con Hādī. Hay personas que se oponen a la intervención de la coalición, pero no quiere decir que apoyen a ninguno de estos bandos. De ahí que la narrativa del sectarismo confunda el contexto político de la crisis en Yemen, en vez de ayudar a esclarecerla (Willis, 2016), y la de guerra proxy resulta, de nuevo, poco fiable y bastante reduccionista.

La postura de Estados Unidos, Rusia y otras potencias

Las potencias fuera de la región también son actores en este conflicto, y su política roza con la doble moral. Oficialmente, Estados Unidos ha manejado un discurso de apoyo económico, de reformas al sector de seguridad, de apoyo a los diálogos para encontrar una solución a las crisis, y de transición a partir de las revueltas de 2011 exigiendo a Sālih ceder el poder. Sin embargo, Yemen es uno de los teatros de operaciones en la "Guerra contra el terrorismo", donde ha desplegado su campaña de drones y ataques a grupos militantes en el país. Además, es visto como el patio trasero de Arabia Saudita, de ahí que le permitiera intervenir militarmente en 2015, incluso suministrando armamento, como lo han hecho países como España y Reino Unido.

Con la llegada de Trump, y su visita a Arabia Saudita en mayo de 2017, primera a Medio Oriente, se generó en algunos sectores una gran expectativa. Sin embargo, en dicho encuentro lo único que importaba era la firma de una serie de acuerdos que incluían un acuerdo militar por cerca de $110 mil millones de dólares, efectivo inmediatamente, y otro de $350 mil millones en la próxima década. Dicha visita repercutió directamente en Yemen, pues en lugar de hablar sobre el fin de la guerra y buscar una solución, este acuerdo, ignorando la dura realidad en el país, implicó un rearme del reino para continuar con sus campañas militares, alargando la guerra por tiempo indefinido.

En cuanto a Rusia, es cierto que su postura difiere de la de Estados Unidos y Arabia Saudita, pues se muestra a favor del diálogo y de la solución política. En un primer momento, Moscú criticó la intervención militar de la coalición, llamó la atención sobre la crisis humanitaria, y en la ONU se abstuvo de votar la Resolución 2216 de 2015 (R2216/15), que imponía un embargo de armas a los Hūti, exigía su retirada de ciertos territorios y prohibía a Sālih salir del país, alegando que el texto no era equilibrado ni incluía a todos los actores (Arabia Saudita). Sin embargo, su postura parece que ha dado un pequeño giro, pues si bien durante un tiempo importante se rehusó a recibir varias veces al embajador yemení designado para Rusia por la coalición y Hādī, a mediados de 2017 terminó aceptándolo. Entre diversos rumores de una construcción de una base naval en Yemen, que facilitaría el acceso de Moscú al mar Rojo y Bāb al-Mandab, además de nuevos contactos con el círculo de Sālih, Rusia quiere mostrarse como un actor imparcial, una mejor opción para las negociaciones entre las partes, como un verdadero tercero. Lo anterior no significa que Moscú y Riyād tengan malas relaciones, pues temas como el petróleo, la cuestión siria e incluso acuerdos militares se mantienen vigentes entre los dos.

NEGOCIACIONES SIN ACUERDO Y LA AGENDA HUMANITARIA

Los esfuerzos en Suiza y Kuwait

Tanto la mesa de Ginebra (del 15 al 19 de junio de 2015) como la de Kuwait (del 23 de abril al 6 de agosto de 2016) fueron intentos sin éxito por resolver de manera pacífica la crisis en Yemen. Si bien en ambos procesos hubo oportunidad para diferentes ceses al fuego, permitiendo la entrada de ayuda humanitaria a través de puertos como al-Hudeida, lo cierto es que duraron poco tiempo, por las violaciones de una u otra parte. Era claro que terminarían sin llegar a un acuerdo pues no había confianza entre las partes ni interés real en conciliar, y existía una agresión continua entre estas.

De hecho, uno de los errores de este proceso es que no había claramente un tercero imparcial como dicta este modelo de negociación. Ni Arabia Saudita, quien es parte activa del conflicto, ni Estados Unidos, ni la misma ONU, quien a través de la R2216/15 omite la responsabilidad de la colación y de Riyād. De ahí que, como el mismo Hãdl declaró a la cadena al-'Arabiyya: "Estas no son conversaciones. Es solo una discusión de cómo se implementará la Resolución 2216 de 2015 del Consejo de Seguridad en el terreno" (vom Bruck, 2016, p. 286), demostrando que la intención era más bien la de someter a los Hūti. Además, la falta de representación de las partes en la mesa afectaba su eficacia pues, como reseña Amira Agustin, del equipo de negociadores en Ginebra, solo los Hūti parecían tener una base fuerte de apoyo político en el terreno (2016, p. 288). Ante esto, opciones como Rusia, no alineado concretamente con ninguno de los bandos, pero con intereses, u Omán, de tradicional neutral, podrían desempeñar un papel diferente en la mediación.

Es claro que mientras los delegados se reúnan en uno u otro escenario, al son de los bombardeos feroces de la coalición, ello minará la confianza entre las partes. Al no haber disposición ni ánimo para conciliar las diferencias y discutir un posible acuerdo, la solución a la problemática parece cada vez más distante. La labor de intentar acercar a las partes y de buscar una salida negociada al conflicto es uno de los grandes retos del exprimer ministro de Portugal, António Guterres, quien ocupa el cargo de Secretario General de la ONU desde 1 de enero de 2017, en reemplazo de Ban Ki-moon.

La catástrofe humanitaria y los derivados de la guerra

El balance a finales de 2017 es aterrador, y a pesar de que las cifras se desactualizan a diario, el impacto de este conflicto se ve reflejado en el ámbito humanitario. Más de 10.000 personas han fallecido y 18,8 millones necesitan asistencia humanitaria o protección, de los cuales 10,3 millones necesitan ayuda urgente (OCHOA, 2017). Sobre la presente crisis, 'Ādel Hāšim, director ejecutivo de la ONG Human Needs Develpment (HND), fundada en 2016, expresa:

Mucha gente en el mundo no sabe lo que pasa en Yemen, sin embargo, los que saben, gobiernos y medios de comunicación, ignoran que el pueblo y los niños están bajo intensos bombardeos y un bloqueo inhumano. Desde nuestra organización, hemos adelantado más de 50 proyectos, tratando de aliviar la crisis humanitaria, en torno a comida, educación, medicamentos y agua. Tocar y sentir la agonía y sufrimiento de los yemenís, así como vivir los bombardeos y visitar las áreas afectadas, es épico y dramático13.

La preocupación por la epidemia de cólera es uno de los temas más urgentes por atender. El brote, detectado y controlado en octubre de 2016, se reactivó en abril 2017, cuya cifra total de casos detectados ya supera los 500.000 y no se espera que se detenga, sino que vaya en aumento (UNICEF, 2017). Producto del agua contaminada, la falta de agua potable y la escasez en general de este importante recurso (se calcula que 14,4 millones de personas no tienen acceso a este), se espera que la epidemia se expanda rápidamente a distintas gobernaciones. Ello se ve empeorado debido a los bombardeos de la coalición que han destruido redes locales y dañado algunos generadores (HRW, 2017). La escasez de combustible juega en contra, pues muchas bombas de agua no funcionan sin este recurso.

Infecciones como la diarrea y brotes de dengue se han diseminado con gran velocidad, lo que se complementa con que 17 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria y casi 2 millones de malnutrición aguda, sobre todo, la población infantil (Amnistía Internacional, 2017). Ello empeora fruto de los bloqueos de la coalición a los principales puntos de acceso y salida del país, principalmente aeropuertos y puertos marítimos, lo que impide la llegada y distribución de la ayuda humanitaria. Como afirma Nāsir, el mantenimiento del bloqueo hace que los yemenís pasen de una muerte lenta a una muerte rápida.

Por su parte, la falta de electricidad en Yemen recuerda escenarios ya conocidos como el de la franja de Gaza en Palestina, sometida al bloqueo israelí. Con recortes de casi 18 horas al día, y buscando adquirir paneles solares de excesivo costo, los yemenís intentan sobrevivir. Sin luz, a muchos niños se les viola el derecho a la educación, pues incluso sus colegios han sido bombardeados. A ello, si finaliza la guerra, debe agregarse el tema de la reconstrucción del país para poder, en el mejor de los casos, recuperar la infraestructura pública y privada.

Finalmente, más allá de los miles de refugiados y casos de desplazamiento forzado, que ascienden a 3 millones de personas, con la administración Trump vino una nueva medida firmada a inicios de 2017 que empeoraría la situación de los ciudadanos yemenís. Se trata de la prohibición de ingreso a los Estados Unidos de los nacionales de Siria, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Yemen y anteriormente Irak, sacado de la lista en marzo de 2017. Hacia finales de junio de 2017, la Corte Suprema de Estados Unidos ratificó parte de la orden de Trump, la cual, puesta en práctica o no, de igual manera significa una grave afectación a los derechos de las personas de estas nacionalidades, más allá de que todas sean de mayoría musulmana. Así lo siente Maha Senān, oriunda de Ta'iz y parte de la comunidad de yemenís que viven en Estados Unidos afectados por la medida:

Llegué a los Estados Unidos hace un año, invitada para participar en la exhibición del Consejo de Derechos Humanos de Michigan. Sin embargo, con ocasión de la guerra en mi ciudad, decidí permanecer aquí. Todo en Ta'iz está destruido es una ciudad muerta. Mi familia se fue a otras ciudades, algunos a San'a'. Con este tipo de medidas migratorias, todos nos sentimos inseguros y a la vez, frustrados sin esperanza. A mis padres se les negó la entrada al país, sabiendo que mi hermana es ciudadana estadounidense. No sabemos qué pueda pasar con nuestro futuro14.

A pesar de todo esto, no todo son malas noticias, pues en septiembre de 2017, bajo la nueva administración en la ONU, se autorizó la creación de una comisión independiente para investigar crímenes de guerra y de lesa humanidad, siendo uno de sus objetivos determinar la responsabilidad de Arabia Saudita y de la coalición en estos delitos. Después del tropiezo de Ban Ki-moon, quien tras presiones tuvo que retirar a Arabia Saudita de la lista negra de grupos que asesinan y afectan a menores de edad, hacia finales de 2017, la ONU finalmente lo incluyó en la lista anual, atribuyéndole un total de 683 víctimas. Tanto el trabajo de las comisiones independientes, como estos listados son esfuerzos importantes que deben continuar y esclarecer la verdad, pero la guerra en Yemen corre el peligro de verse como un caso más en la agenda humanitaria, cuando en realidad es un conflicto de naturaleza y de solución política.

CONCLUSIONES

La guerra que se desarrolla en Yemen deriva no solo de años de dictadura durante la presidencia de 'Abdullah Sālih, sino también, de una mala transición política y del fracaso del "Diálogo Nacional" después de las revueltas de 2011, donde fuerzas tradicionales mantuvieron el poder, el ejército se fracturó, el sistema de patronazgo de Sālih se mantuvo, y las aspiraciones populares se vieron secuestradas por la iniciativa impositiva del CCG, apoyada por la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea.

De la misma manera, es importante entender que el nuevo levantamiento Hūti se enmarca en dicho contexto, y difiere del primer levantamiento significativo conocido como las Guerras de Sa'da (2004-2010). Si bien ambos están relacionados, es producto de este nuevo y diverso contexto de transición donde se convierten en un actor importante de peso para tener en cuenta en el futuro del país.

Es relevante comprender que, si bien el conflicto Hūti se mueve dentro de un entorno mayor, entre rivalidades geopolíticas regionales e internacionales, no es del todo adecuado catalogarlo como un escenario de "guerra proxy", ni de una "rivalidad sunní/ chií", pues expresarlo así resulta insuficiente por las múltiples variables que están presentes al interior del contexto propio de Yemen. Más allá, aunque no de menos importancia, de las diferencias religiosas entre los Hūti e Irán, hay una serie de diferencias políticas e intereses locales dentro de Yemen que ayudan a entender las complejidades de este escenario.

Asimismo, la situación que vive Yemen no solo se explica en términos de las rivalidades y los enfrentamientos entre los Hūti, partidarios de Sālih, y la coalición liderada por Arabia Saudita, sino que también, temas como el secesionismo en las regiones del sur, siempre presente pero exacerbado con la guerra; la expansión de grupos como AQPA y el Estado Islámico, que ve dificultades en Siria e Irak, hacen parte de la realidad y de la guerra en el país.

Lo que pasa en Yemen no se debe entender como la pugna entre el "norte" y el "sur", categorías artificiales. Ello no implica que no deba reconocerse la infortunada historia de enfrentamientos, y la profunda desconfianza que hay entre sectores de la población en diferentes ciudades. Lo importante aquí es entender que hay una disparidad regional que es necesario resolver, que junto con la división política en el sur hace más complejo el escenario en Yemen, que ha llevado incluso a que ciudades como Ta'iz, sin tradición secesionista, se sume al llamado de independencia. No hay duda de que los habitantes y líderes de ambos "extremos" deben trabajar sobre la base de la confianza, fortalecer los lazos en esta crisis, y, sobre todo, verse como compañeros para sacar el país adelante.

Por último, si bien la única salida es la negociación y no la guerra, es importante entender que la mediación no puede darse a través de Arabia Saudita, pues es parte y no tercero imparcial del conflicto. De hecho, si bien la crisis humanitaria se presentaba antes de las revueltas de 2011, es con ocasión de las operaciones militares, los bloqueos y los embargos de la coalición, que a partir de 2015 se agudiza la situación. El país afronta hoy una crisis humanitaria peor que la de Siria en menor tiempo, y aunque distintas agencias intentan ayudar y aliviar dicha situación, no hay que perder de vista que la solución es política y está en manos de los Estados y las organizaciones internacionales.


NOTAS

1 Tanto Ansār Allāh, su nombre en fuentes oficiales, como Hūti, frecuente en medios de comunicación a partir de 2004, son términos correctos para referirse a este movimiento. Sin embargo, el presente texto usará este último al ser el más próximo al lector. Para el origen del uso del término Hūti para referirse al movimiento véase Winter (2011, pp. 102-120).
2 Para el caso de Yemen este sistema de patronazgo consistía en el fuerte poder que tenía el partido político de Sālih, el Congreso General del Pueblo (CGP), fundado en 1982, que combinaba la cooptación de militares, políticos, extensas redes clientelares y afiliaciones tribales.
3 Para un recuento de las fuerzas "islamistas" que se encontraban en las revueltas en Yemen véase Bonnefoy (2012).
4 Para un estudio sobre el papel de la mujer yemení en las revueltas véase Strzelecka (2015).
5 Para un resumen de la experiencia del Diálogo Nacional durante los años 1993-1994, véase Carapico (1998).
6 Entrevista realizada por el autor el 28 de junio de 2017.
7 Es una de las cuatro corrientes jurídicas (madāhib,) del islam sunní, cuyo nombre deriva de su fundador el Imām aš-Šāfi'ī.
8 Los A'ima (sing. Imām) gobernaban bajo un régimen de estilo monárquico, y fueron los dirigentes de Yemen desde el final del siglo noveno hasta la revolución republicana de 1962.
9 El Wahābismo, llamado así en razón a su fundador, Muhammad ibn 'Abd al-Wahāb (1703-1792), es un movimiento proselitista, reformista e "islamista", caracterizado por su sectarismo, intolerancia hacia otras tendencias al interior del islam (sobre todo chiís) y por su interpretación literal de los textos del islam.
10 Para un resumen del origen y desarrollo del zaydismo en Yemen véase Medina Gutiérrez (2017a).
11 'Alī 'Abdullāh Sālih fue asesinado el 4 de diciembre de 2017, para un análisis de su muerte ver Medina Gutiérrez (2017b).
12 Entrevista realizada por el autor el 30 de junio de 2017.
13 Entrevista realizada por el autor el 25 de junio de 2017.
14 Entrevista realizada por el autor el 2 de junio de 2017.


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