10.18601/16577558.n27.05

Enfoque regional

Harb al-Ma'lūmāt: geopolítica de los canales de información árabes después de las sublevaciones de 2011

Harb al-Ma'lūmāt: geopolitics of the Arab Information Channels After the Uprisings of 2011

Massimo Di Ricco*

* Doctor en Estudios Culturales Mediterráneos, Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (Tarragona). Investigador independiente, España. [massimodiricco@gmail.com].

Recibido: 18 de junio de 2017 / Modificado: 19 de octubre de 2017 / Aceptado: 5 de noviembre de 2017

Para citar este artículo:

Di Ricco, M. (2018). Harb al-Ma'lūmāt: geopolítica de los canales de información árabes después de las sublevaciones de 2011. OASIS, 27, 67-87. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n27.05


RESUMEN

Las sublevaciones populares en la región de Medio Oriente representaron un momento de cambio político en todos los países árabes tanto a nivel nacional como en términos de equilibrio en la geopolítica regional. En el análisis de estos eventos se dio particular relevancia a los medios de comunicación tradicionales y nuevos medios digitales. El canal satelital Al Jazeera en árabe jugó un papel relevante en la propagación de las protestas en diferentes países de la región, tanto por su extensa cobertura de los acontecimientos como por la credibilidad que había ganado entre la población desde su fundación en 1996. Pero la posición del canal respecto a las protestas, y el uso de diferentes enfoques según el país, lo llevaron a perder una parte importante de su audiencia. Por esta razón las sublevaciones, además de ciertos cambios geopolíticos relevantes, llevaron a una reconfiguración del ecosistema mediático de la región, con el establecimiento de nuevos medios informativos y la conformación de un espacio donde diferentes canales de información satelital, en su gran mayoría vinculados con países o actores políticos de la región, lucharon para promocionar su visión sobre los acontecimientos políticos en Medio Oriente. Esa condición ha llevado a la configuración de una nueva geopolítica de la información, en estrecha relación con los equilibrios de poder cambiantes a nivel de política regional. La reflexión sobre la relación entre geopolítica e información abre interrogantes acerca del futuro rol de estos canales como herramientas de política exterior de los principales actores en las disputas geopolíticas.

Palabras clave: canales de información satelital, poder blando, Primavera Árabe, geopolítica de los medios, diplomacia pública.


ABSTRACT

The popular uprisings in the Middle East represented a moment of change in all Arab countries both at the national level and in terms of the regional geopolitical balance. In the analysis of these events particular importance was given to the influence of traditional and new digital media. The satellite news channel Al Jazeera in Arabic played an important role in the propagation of the uprising in the different countries of the region, both for its extensive coverage of the events, as well as for the credibility it had gained among the population since its establishment in 1996. But the position of the channel regarding the protests, and the use of different approaches according to the country, led it to lose an important part of its audience. For this reason, the upheavals, as well as the relevant geopolitical changes, also led to a reconfiguration of the region's media ecosystem, with the establishment of new media and a more heterogeneous space where different satellite news channels, mainly linked to countries or political actors in the region, struggle to promote their views to an Arab audience. This new condition has led to the configuration of a new geopolitics of the information, parallel to the changing power balances at political level. A reflection on the relationship between geopolitics and information opens questions about the future role of these channels as foreign policy tools of the main actors in the geopolitical disputes.

Key words: Satellite news channels, soft power, Arab Spring, geopolitics of the media, public diplomacy.


INTRODUCCIÓN

Durante la guerra de 2006 entre Hezbollah e Israel las televisiones en los cafés de la ciudad siria de Alepo, tanto en barrios con mayoría cristiana como en aquellos principalmente formados por musulmanes, sunníes o alauitas, reproducían de forma continua la cobertura de los enfrentamientos realizada por el canal Al Jazeera, que transmitía las imágenes desde el Sur de Líbano intercaladas con el sonido de fondo de Resistiremos, una de las canciones símbolo, del músico Marcel Khalife. Todavía en 2011, desde todos los rincones de la región se sintonizaban las pantallas de las televisiones con el canal qatarí para ver las imágenes que retransmitía desde la plaza Tahrir en El Cairo o la avenida Habib Bourguiba en Túnez. Al Jazeera había conseguido aglutinar en quince años, desde su fundación en 1996, los sentimientos de unión de todas las poblaciones árabes, en una muestra de panarabismo supranacional en una región que siempre ha estado marcada por fuertes conflictos internos y choques entre los intereses políticos de los países más poderosos. Una posición que el canal había obtenido gracias a la innovadora forma de hacer periodismo y televisión en la región, por ejemplo, discutiendo en sus tertulias temas tabú o investigando casos de corrupción en los distintos países árabes, lo que le costó en varias ocasiones el cierre de su canal o la expulsión de sus periodistas. Sus principales contendientes en el ámbito mediático árabe, la cadena saudí Al Arabiya o los otros canales de información nacionales, nunca alcanzaron arrebatarle la hegemonía regional de las frecuencias satelitales. La tecnología satelital, antes de la llegada de internet y las redes sociales, hizo que estos canales se configuraran como una potencial herramienta en mano de sus dueños para llegar a audiencias lejanas a la del país de origen del medio1.

Las sublevaciones que empezaron al final de 2010 en toda la región afectaron profundamente el canal y todo el ecosistema mediático. Mientras anteriormente las coberturas críticas que emitían los periodistas del medio hacia los gobiernos autoritarios servían de razón para explicar su siempre limitado acceso a muchos países, tras las sublevaciones que iniciaron al final de 2010, el posicionamiento político de sus dueños, la familia real de Qatar, en la contienda geopolítica regional, se configuró como otra razón para impedir el trabajo del medio.

Las sublevaciones populares en la región de Medio Oriente representaron un momento de cambio en todos los países árabes, tanto a nivel nacional como de equilibrio a nivel geopolítico. En el análisis de estos eventos se dio particular relevancia a la influencia de medios de comunicación tradicionales y digitales. En este contexto, el canal satelital Al Jazeera, en árabe, ha sido particularmente criticado por haber actuado como una herramienta de la política exterior de Qatar, y acusado de apoyar la agenda política del movimiento de los Hermanos Musulmanes (Khatib, 2013; Roberts, 2017). No obstante que desde su fundación en 1996 Al Jazeera se haya posicionado rápidamente como el canal de referencia para la mayoría de la población en la región, su postura respecto a los eventos que se desencadenaron desde finales de 2010 le ha llevado a perder parte de su influencia, especialmente en términos de audiencia. El papel del canal Al Jazeera en árabe en las sublevaciones, a pesar de no haber sido todavía estudiado en profundidad con datos cuantitativos en términos de sus coberturas o en cuanto a los cambios en su audiencia (Sultan, 2013; Cherkaoui, 2014), ha sido abordado en un álgido debate público, tanto en la región como en los así llamados medios occidentales (Hashem, 2012; Salama, 2012; Al Qassami, 2012b, 2013). Debido a que el canal Al Jazeera y su red de canales a nivel global ha sido estudiado en profundidad, dejando de lado casi por completo los otros canales de información satelital de la región, existe un vacío en el conocimiento en cuanto a la relación entre los cambios geopolíticos que se dieron desde 2011, con el flujo de la información y el rol de los medios de comunicación con alcance regional como herramienta de proyección exterior de estos mismos países.

Así como los ejes geopolíticos, también el panorama mediático de los canales de información satelital, que sigue siendo el medio más utilizado en toda la región de Medio Oriente para informarse (Dennis et al., 2017), ha ido transformándose desde 2011 siguiendo la nueva e inestable conformación de la región, e involucrando nuevos actores locales e internacionales. Desde finales de 2010 emergieron nuevos canales de información satelital como Al Mayadeen, Al Araby Television Network, Al Arabiya Al Hadath, Al Ghad Al Araby, o internacionales como Sky News Arabia, que proyectan a menudo los intereses geopolíticos de los países de referencia o de sus financiadores, en el intento de ofrecer a la población árabe en cada esquina de la región y en la diáspora su visión sobre los acontecimientos políticos en Medio Oriente y Norte de África (tabla 1). Esa nueva condición ha llevado a la configuración de una nueva geopolítica de la información, paralela a los equilibrios de poder cambiantes a nivel regional.

¿Se pueden considerar estos canales como simples herramientas de sus patrones en su proyección exterior? ¿Cómo ha cambiado el ecosistema mediático a lo largo de las sublevaciones y cuál es su correspondencia con los cambios geopolíticos?

Este artículo intenta dar respuesta a estas preguntas y, al mismo tiempo, abrir algunos interrogantes sobre la relación entre la geopolítica regional después de las sublevaciones que empezaron al final de 2010 y los canales de información satelital como herramienta de proyección exterior.

EL PODER BLANDO, LA GEOPOLÍTICA Y LOS CANALES DE INFORMACIÓN SATELITAL

La información de carácter internacional debe entenderse como la perspectiva sobre los acontecimientos del mundo por parte de un actor internacional, tanto privado como público (Robertson, 2015). Esta condición conlleva la posibilidad de cambiar o moldear la opinión pública sobre un evento o la percepción sobre otros Estados (Seib, 1997; Gilboa, 2005; El-Nawawy y Powers, 2009). Los medios satelitales financiados por Estados u otros actores específicos en la política internacional son a menudo utilizados como herramientas de estos en su proyección en el exterior. La proliferación de estos actores se debe también al cambio en la infraestructura global de telecomunicaciones, la facilidad y rapidez con que el contenido puede ser intercambiado en todo el mundo, junto con la conformación de un mundo multipolar y la entrada de nuevos actores en la escena internacional.

La diplomacia pública, el poder blando y la guerra informativa son tres conceptos que han sido estudiados a lo largo de las últimas décadas en relación con la comunicación política internacional y el ámbito geopolítico. La diplomacia pública ha sido definida por Cull (2009) como el intento de un actor internacional de gestionar el entorno mediante el compromiso con un público extranjero, o sea proyectándose en el ámbito internacional a fin de establecer un contacto directo entre un Estado o un Gobierno y la población de otro Estado. Una de las herramientas utilizadas para alcanzar este objetivo por el Estado o los gobiernos es a través de la industria de la comunicación (Nye, 2004).

Un concepto fuertemente relacionado con la diplomacia pública es el de poder blando. Joseph Nye lo define como la forma de obtener cambios deseados en el ámbito internacional a través de un atractivo cultural, en lugar de utilizar el poder económico o militar (1990). Las herramientas de poder blando más comunes son representadas por el poder atractivo de los productos culturales de una nación, de su modelo económico; desde el punto de vista educativo, por la capacidad de un país de proporcionar becas para estudiantes internacionales, o el carácter del Gobierno en su implicación con la promoción de los ideales de justicia social y derechos humanos. Los canales de información satelital son herramientas de poder blando de los Estados y pueden influenciar directamente poblaciones en otros Estados, seleccionadas deliberadamente por su importancia en términos de política exterior desde la perspectiva del país originario del medio (Painter, 2008; Xie y Boyd Barrett, 2015).

Vecino a los conceptos de diplomacia pública y poder blando se desarrolla la que se puede definir como la guerra informativa, o sea aquellas acciones tanto materiales como virtuales de un actor en el escenario internacional para adquirir influencia sobre otros (Jones, Kovacich y Luzwick, 2002). Entre los tipos de acciones posibles en el marco de la guerra informativa se puede considerar el cierre de oficinas internacionales o la expulsión de los periodistas de un medio de otro país, el bloqueo del acceso a la señal de satélite, o, de forma más reciente, los ataques a otro país a través de las redes sociales, solo para mencionar algunos tipos de acciones materiales y virtuales. La guerra informativa ha sido relacionada en particular con las formas más tradicionales de propaganda, especialmente utilizadas a lo largo de la Guerra Fría con el intento de manipular la audiencia del enemigo a través de información falsa. Es importante subrayar que en coincidencia con un acontecimiento político específico en Medio Oriente, como fue la primera guerra del Golfo, fue cuando mejor se expresó el poder de la televisión satelital como herramienta de influencia en el ámbito internacional, que asumió más tarde la denominación de CNN -effect (Gilboa, 2005).

En el contexto específico de la guerra informativa a escala global, y el intento de los Estados de ofrecer a otras poblaciones su perspectiva sobre los acontecimientos globales, se dio desde la mitad de la década de 1990 un auge de numerosos canales de información satélites, que respondía tanto a un cambio hacia un mundo multipolar característicos del final de la Guerra Fría (Kupchan, 2012), como al debate desde el final de la década de 1970 sobre el desequilibrio en el flujo informativo internacional (UNESCO, 1980). El establecimiento de canales como TeleSUR, Al Jazeera, Russia Today, France 24, Deutsche Welle o el actual CGTN, todos en diferentes idiomas, son ejemplo de cómo Estados y actores privados en el escenario internacional tomaron parte en la lucha informativa y se convirtieron en herramientas de proyección en el exterior (Painter, 2008).

En este contexto, Al Jazeera fue el primer canal en romper en 1996 el monopolio estatal de varios Estados árabes sobre la información (Lynch, 2005). Su expansión y éxito en la población ha llevado a reflexiones sobre la existencia de un "Al Jazeera effect" entendido como la forma en que los nuevos medios pueden influenciar la política regional (Powers, 2009; Seib, 2009).

LA "ÉPOCA DE ORO DE AL JAZEERA" Y LA GEOPOLÍTICA SOBRE LÍNEAS CONFESIONALES ANTES DE 2011

Antes de la llegada de la televisión satelital, los gobiernos de varios países árabes podían controlar con cierta facilidad la información sobre lo que ocurría en los otros países de la región, a través de filtros nacionales capaces de controlar la opinión pública (Kraidy, 2002; Lynch, 2005). Con el cambio tecnológico la situación se hizo más compleja, primero con la llegada del satélite y luego con la presencia de medios que retransmitían en lengua árabe en toda el área. Si al inicio de la década de 1990, y bajo el empuje de CNN se establecieron canales satelitales privados de carácter nacional y comercial (Abdelmoula, 2015; Ayish, 2002; Figenschou, 2014; Kraidy, 2002; Powers, 2009; Cherkaoui, 2014), fue con el establecimiento de Al Jazeera en 1996 que el ecosistema mediático de la región empezó a transformarse radicalmente2.

El establecimiento de Al Jazeera fue la directa representación de la evolución de Qatar. Un pequeño país con miedo a ser englobado por parte de Arabia Saudí, principal líder regional, decidió invertir en las telecomunicaciones (Powers, 2009; Sultan, 2013) en el momento en que en 1995 Hamad bin Khalifa Al-Thani llegó al poder después de derrocar a su padre, el jeque Khalifa. Otra de las razones para esta inversión fue el hecho acontecido pocos años antes cuando Kuwait había sido temporalmente invadido por el Irak de Saddam Hussein3. Esto ocurre en un momento en que la geopolítica regional, también como consecuencia de la invasión de Kuwait por parte de Irak, se iba delineando sobre tres ejes principales: Egipto, Siria y Arabia Saudí (Sallouk, 2013).

Al Jazeera representó una fuerza disruptiva y revolucionaria, no solo porque cambió completamente las precedentes reglas, sino porque el avance tecnológico fue acompañado por el éxito de su perspectiva sobre los eventos locales e internacionales (Sultan, 2013; Lynch, 2005). No obstante naciera como herramienta defensiva y de poder blando de Qatar, desde el principio su postura profesional agresiva hacia los gobiernos autocráticos de la región, su nacionalismo panárabe, el apoyo a la causa palestina, y su decisión de invitar en sus programas a miembros de los Hermanos Musulmanes -un movimiento político ilegal en Egipto y Túnez-, provocó fricciones entre el canal y varios de estos países. De la misma forma, Qatar fue transformándose en el principal patrón del movimiento de los Hermanos Musulmanes afuera de sus confines, sustituyendo paulatinamente a los otros países del Golfo, en particular Arabia Saudí (Khatib, 2013; Matar y Achcar, 2012; Cherkaoui, 2014; Roberts, 2017). En los años siguientes a su lanzamiento el canal fue censurado en varios países, y sus oficinas cerraron en la gran mayoría de los países árabes, por sus programas controvertidos que incomodaban a estos regímenes con entrevistas y reportajes a opositores (Powers, 2009).

El éxito del canal entre la población árabe fue una de las razones que llevó a una reacción en cadena y a la creación de otros medios de información satelitales, tanto estatales como privados, que tenían el objetivo de contrarrestar las narrativas del canal qatarí y ofrecer una perspectiva diferente. Esta reacción en cadena incluyó también la llegada de varios medios internacionales implicados directamente en la región de Medio Oriente. En concomitancia, y en relación con la invasión a Irak por parte de Estados Unidos en 2003, cambiaron los equilibrios geopolíticos vigentes hasta aquel momento, así como aquellos informativos, con cierto paralelismo. Una época caracterizada por la presencia de una potencia extranjera, Estados Unidos en Irak, y que al mismo tiempo marcó el comienzo de la geopolítica confesional, donde el eje principal del choque regional era entre los componentes sunní y chií, en particular entre sus principales actores: Arabia Saudí e Irán (Salloukh, 2013). Una conformación de los equilibrios geopolíticos que se mantendría hasta el estallido de las sublevaciones a finales de 2010, cuya estructura sigue fuerte y vigente hoy en día.

Desde el punto de vista informativo, la presencia extranjera se reflejó en el establecimiento del canal Al-Hurra en 2004, un año después del derrocamiento de Saddam Hussein, financiado por el Gobierno estadounidense con el claro objetivo de mejorar la imagen de Estados Unidos a causa de la mala representación hecha por parte de Al Jazeera y el descontento por su intervención militar en Irak. A lo largo de los siguientes años Francia, Rusia, Reino Unido, China y Turquía, además de otros países, lanzaron sus propios canales en lengua árabe. Al mismo tiempo, también se estableció el canal iraní Al Alam en su versión en árabe, como evidencia de la progresiva proyección de Irán en la región. Arabia Saudí se embarcó en dos proyectos: Al Ekhbariya y Al Arabiya. Familiares de la casa real saudí y dueños del Middle East Broadcasting Corporation (MBC), establecido en 1991, lanzaron en 2003 el canal informativo 24h Al Arabiya, seguido un año después por el lanzamiento del canal totalmente estatal Al Ekhbariya, perteneciente al Ministerio de Información. A estos se debe añadir el canal libanés Al Manar, parte de la maquinaria política del movimiento chií libanés Hezbollah, y cercano a Irán, que ya iba retransmitiendo por satélite desde el 2000 (Kraidy, 2002).

Al Arabiya es probablemente el canal que más ha ido retando Al Jazeera en el escenario regional. Fundado en 2003 (Fahmy y Wanda, 2012; Lynch, 2005), ha sido muy criticado desde el principio por su cercanía a las posiciones de Arabia Saudí, por su posición de rechazo respecto al nacionalismo árabe que difundía Al Jazeera, y también hacia el islam político, cuyo elemento más relevante han sido los Hermanos Musulmanes, considerados una amenaza directa para el reino saudí (Khatib, 2013; Lahlali, 2011). A diferencia de Al Jazeera, la postura de Al Arabiya no ha sido disruptiva hacia los gobiernos autocráticos de los países árabes en general, aunque sí se ha centrado en los principales enemigos de Arabia Saudí, como fue el caso de Hamas en la guerra de 2008 en Gaza, o de Irán y Hezbollah en general, y ha ofrecido una cobertura sesgada respecto a estos actores políticos (Lahlali, 2011).

Con esta panorámica, el 2003 representó un momento de grandes cambios tanto a nivel geopolítico, con la división del equilibrio sobre bases confesionales y la entrada directa de actores internacionales como Estados Unidos, así como a nivel mediático, con el establecimiento de nuevos canales. Irak fue uno de los principales lugares de enfrentamiento entre los canales más importantes, Al Jazeera, Al Hurra y Al Arabiya (Lynch, 2005). Es relevante destacar el paralelismo entre el eje de los enfrentamientos geopolíticos, en este caso Irak, y la lucha por las narrativas de los eventos y la influencia sobre la audiencia de los principales canales de información.

No obstante la competencia cada vez más importante y amplia, Al Jazeera consiguió establecerse como el canal hegemónico en la región, en la que varios autores definieron como la "época de oro de Al Jazeera" (Lynch, 2005; Powers, 2009). Una época que va en un primer momento desde 1997 hasta 2002, y que llega con altos y bajos hasta 20134.

El éxito de Al Jazeera estuvo acompañado desde su establecimiento por un posicionamiento cada vez más fuerte del Estado de Qatar a nivel regional, a través de intervenciones de diplomacia tradicional y de diplomacia pública, lo que permitió al pequeño Estado del Golfo adquirir cierto peso en los equilibrios geopolíticos regionales. Qatar se presentó como el principal referente diplomático y mediador entre las partes en conflicto: en Líbano para mediar en el conflicto civil marcadamente confesional que estalló en 2008, y que enfrentaba los proxies de Arabia Saudí e Irán en el país; en Sudán, para mediar en el conflicto entre el norte y el sur del país; o en Palestina después de los ataques de Israel en la franja de Gaza (Figenschou, 2014; Khatib, 2013). Además, Qatar financió muchas de las reconstrucciones posguerra no solo en Gaza, sino también en el sur de Líbano después de la guerra de 2006, y ofreció ayuda económica a varios países después de las sublevaciones en 2011.

Mientras Al Jazeera iba ganando credibilidad como actor independiente respecto a la agenda política de sus dueños, ya era conocida la relación estrecha entre la cadena y los objetivos estratégicos de Qatar; no se distanciaba en este sentido del modus operandi de los otros canales de información satelital en Medio Oriente. Qatar, de hecho, utilizó en varias ocasiones el canal como herramienta de su política exterior, para presionar puntualmente a ciertos gobiernos, invitando a sus programas a miembros de la oposición a estos regímenes (Powers, 2009). Al Jazeera en árabe también fue utilizada como herramienta en la lucha geopolítica interna del Golfo, especialmente en el conflicto que tenía enfrentados a Qatar y Arabia Saudí, desde su lanzamiento hasta por lo menos el año 2008, cuando las relaciones entre los dos países volvieron a la normalidad (Powers, 2009; Samuel-Azran, 2013). Una de las principales razones del choque entre Qatar y Arabia Saudí se debe al apoyo directo del primero hacia las varias ramas del movimiento de los Hermanos Musulmanes en la región, que Arabia Saudí y otros países del Golfo consideran como una amenaza directa a sus regímenes5. En el choque entre los dos países, Al Jazeera aumentó el volumen de artículos y programas televisivos que representaban a Arabia Saudí negativamente, y cesaron las críticas a los asuntos saudíes el año siguiente a la resolución del conflicto (Samuel-Azran, 2013). Por esta razón, para Samuel-Azran, Al Jazeera representa un modelo híbrido de medio patrocinado por el Estado que se diferencia de los normales medios estatales, que son utilizados como herramientas en la proyección exterior de los mismos, y que intenta al contrario adquirir credibilidad en momentos de equilibrio geopolítico, mientras se utiliza en toda su fuerza como forma de diplomacia pública en momentos de crisis.

Al Jazeera fue fundado por Hamad bin Khalifa Al Thani. Actualmente, las dos principales figuras del medio son miembros de la familia real: Ahmed bin Jassim Al Thani es director general, mientras Hamad bin Thamer Al Thani es el jefe de Al Jazeera Media Network. La relación entre Qatar y Al Jazeera como herramienta de política exterior de la familia real qatarí -que sigue siendo desmentida por sus dueños- fue en cierta forma confirmada también por los cables de Wikileaks (Booth, 2010; Figenschou, 2014), que en 2010 revelaron la estrecha relación de los gobernantes con la cadena de televisión, y los intentos de los mismos para que la cadena rebajara las coberturas negativas de Estados Unidos por su presencia en Irak.

El rol que fue adquiriendo Qatar como mediador en los casos de conflicto y como financiador en las reconstrucciones de los países hizo que en esta época la mayoría de los gobiernos críticos con Al Jazeera implementaran medidas contra el canal, pero sin que el Estado de Qatar tuviera fuertes repercusiones6.

DESDE SIDI BOUZID HASTA DARAA: LA GUERRA INFORMATIVA REGIONAL

En vísperas de las primeras sublevaciones en diciembre de 2010, la región seguía dividida en dos bloques geopolíticos compactos sobre líneas confesionales, aunque con algunas diferencias internas. Esta continuidad se mantenía también en el ámbito mediático e informativo, aunque en los últimos años habían entrado en la contienda los nuevos medios digitales7. En este contexto, por ejemplo, respecto a las primeras sublevaciones en Túnez al final de 2010, los medios tunecinos cercanos al régimen de Ben Ali criticaron de manera abierta en varios editoriales el papel que estaba jugando la cadena de televisión de Qatar al reproducir las protestas especialmente en el sur del país, principalmente por utilizar videos de usuarios sacados de la red, sin cuestionar directa o públicamente la política exterior de Qatar hacia Túnez. Los medios tunecinos consideraron Al Jazeera como creador de fitna (división) entre los árabes8. Unas acusaciones que se hicieron más fuertes cuando estallaron las protestas en Bahréin y Siria, y con la llegada al gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto.

Según Bruce (2014), Al Jazeera apoyó las protestas al utilizar un enfoque que consideraba solamente la opinión de los manifestantes, a diferencia de otros canales como Al Arabiya que hicieron una cobertura de las protestas utilizando un frame (encuadre) político con diferentes perspectivas sobre los hechos. Además del enfoque en las protestas, el apoyo del canal a las diferentes ramas de los Hermanos Musulmanes tuvo su mayor expresión en el caso de Egipto, el país de referencia para el movimiento fundado por Hassan al-Banna. Después de la caída de Mubarak en febrero de 2011, la cadena abrió un sister channel (canal hermano), Al Jazeera Mubasher Misr, totalmente enfocado en la cobertura de los eventos en Egipto. La cobertura del canal, y en general de Al Jazeera en árabe, con respecto a la situación política en Egipto, con la victoria en las elecciones presidenciales del candidato de los Hermanos Musulmanes Mohamed Morsi en 2012, y las sucesivas fuertes críticas por las medidas políticas implementadas, crearon un debate en los medios internacionales sobre el viraje partidista del canal qatarí (Al Qassemi, 2012a, 2013; Salama, 2012; The Economist, 2013) y la relación entre este y los intereses geopolíticos de Qatar. Aunque no hay estudios que hayan profundizado sobre la cobertura del canal con referencia a esta época histórica, una parte de la población egipcia y árabe percibió fuertes sesgos en su cobertura de los acontecimientos en Egipto (Al Qassemi, 2013).

Esta percepción ya se había hecho más fuerte con el escaso cubrimiento que el canal hizo de las protestas en Bahréin (Erdbrink, 2011), Omán y Arabia Saudí, al contrario del caso de Siria. Con el derrocamiento del presidente Mohammed Morsi en Egipto debido a las protestas callejeras y, sobre todo, por el golpe militar de Abdelfatah Al-Sisi, la cadena cerró Al Jazeera Mubasher Misr, lo que muestra el choque entre Qatar, que había financiado largamente con préstamos el gobierno de Morsi desde su llegada en 2012 (Roberts, 2017), y el Egipto de Al-Sisi, que volvió a acercar el país a la órbita Saudí9. Esta situación también fue aprovechada por los canales de información competidores, como Al Arabiya, con artículos, servicios o columnas de opinión en sus páginas online, que alimentaban la idea de los intereses políticos de Al Jazeera (Schleifer, 2013; Al Arabiya English, 2013).

Al Jazeera y Qatar fueron balanceando el apoyo directo a las ramas de los Hermanos Musulmanes donde estas podían tener un impacto (Matar y Achcar, 2012), en un intento por mantenerse fieles a la natural alianza existente con los otros países del Golfo10. Esto explica el escaso interés en las protestas en Bahréin, Omán y Arabia Saudí, al contrario del caso de Egipto, donde el capital político de los Hermanos Musulmanes era particularmente fuerte. Pero estas dinámicas también expresan cómo Qatar, a lo largo de la última década, había ido construyendo cierta independencia diplomática y en política exterior respecto a los otros países del Golfo, facilitada por el poder blando recaudado por Al Jazeera desde su establecimiento en 1996 (Antwi-Boateng, 2013), junto con su importante reserva de gas natural o el rol de mediador entre países en conflicto.

La posición de Qatar hacia Egipto, y luego hacia Siria, fue compartida con Turquía, que había construido su poder blando en la región como ejemplo de coexistencia entre el Islam, el secularismo y la democracia (Cerami, 2013). A través del apoyo a los Hermanos Musulmanes, Qatar y Turquía aprovecharon de diferentes formas las sublevaciones para construirse un rol preponderante (Roberts, 2017; Salloukh, 2013). Una buena oportunidad que conllevó alejarse del bloque de Arabia Saudí y Emiratos Árabes por un lado, y enfrentarse a Irán y sus asociados en Siria. Sin duda, el proceso de alejamiento entre estos bloques de potencias fue común en ambos bandos. Arabia Saudí se centró en un primer momento en su propia estabilidad interna para luego librar un doble ataque tanto a Irán como a los Hermanos Musulmanes (Aras y Yorulmazlar, 2016). Además, la posición de Turquía y Qatar en respaldo a los Hermanos Musulmanes incomodaba a los saudíes. Arabia Saudí intentó aglutinar las fuerzas musulmanas sunníes primero a través del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG) en la intervención para aplastar las protestas en Bahréin, y más tarde con una coalición del mismo tipo, pero con marcado acento panislámico sunní, en el conflicto en Yemen. Irán, por su lado, detrás del público apoyo al Gobierno sirio, se limitó a apoyar los movimientos afines confesionalmente al chiismo en varios países, especialmente en Yemen y Bahrein. Con la guerra en Siria, la lucha se hizo más profunda y amplia, e involucró casi todos los actores regionales más allá de lo que era el eje confesional, intensificando el choque informativo y facilitando el establecimiento de nuevos canales de información que tomaron parte en el conflicto.

LA CENTRALIDAD DE SIRIA: EJE GEOPOLÍTICO, NARRATIVAS DE GUERRA Y LA INFORMACIÓN MULTIPOLAR

Las sublevaciones en Siria, y el siguiente estallido de la guerra interna, cambiaron el equilibrio existente y favorecieron la entrada de nuevos actores en la disputa por el poder regional. Turquía, que había mantenido una posición pragmática de buen aliado con Siria antes de las sublevaciones, vio en la guerra en el país vecino el trampolín para volver a entrar en Medio Oriente como protagonista, y se centró en el derrocamiento del régimen apoyando -como Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y algunos países occidentales- varios grupos de la oposición (Salloukh, 2013). Los principales aliados de Siria, Irán y Hezbollah, se involucraron después de pocos meses del estallido de la guerra en la defensa del gobierno de Bashar Al-Asad; más tarde se uniría también Rusia. Al mismo tiempo, el surgimiento del Estado Islámico en 2014 representó la entrada de un nuevo actor en la lucha regional11.

El comienzo de la guerra en Siria representó el principal momento de cambio a nivel geopolítico regional, con consecuencias también sobre el ámbito informativo. En el verano de 2006, durante la guerra entre Hezbollah e Israel, los habitantes del barrio de Dahye, en el sur de Beirut, de mayoría chií y sede de las instituciones de Hezbollah, dividían su tiempo frente a la pantalla de Al Manar, la televisión del movimiento chií libanés, y Al Jazeera, que tenía una red de corresponsales más amplia y podía alcanzar todos los rincones de Medio Oriente y Norte de África. Con el comienzo de la guerra en Siria en 2011, la audiencia de Al Jazeera en este barrio se fue desvaneciendo poco a poco. Tanto por la criticada cobertura de Al Jazeera, pero también porque Hezbollah y Qatar se habían posicionado, finalmente, en bandos opuestos de la guerra. Según una encuesta de la University of Maryland sobre una muestra de la población árabe, Al Jazeera seguía siendo en 2011 el principal canal de información donde la población árabe miraba las noticias internacionales con el favor del 43 % de los encuestados, seguido por Al Arabiya con el 14 %, MBC con el 12 % y la cadena libanesa lbc con el 7 %. Pero comparado con los datos de 2009, lo que más destaca es el descenso de Al Jazeera árabe que había comenzado con las sublevaciones, pasando de un 58 % a favor que mantenía en este año, al 43 % en 2011; al mismo tiempo se dio el crecimiento del canal Al Arabiya de un 5 % en 2009 hasta el 14 % en 2011 (Telhami, 2011). En un informe de 2017 de la Northwestern University en Qatar, con base en una muestra de siete países en la región de Medio Oriente y Norte de África, Al Jazeera seguía siendo el canal donde más personas se informaban sobre los acontecimientos de la región con el 39 %, seguido por Al Arabiya con el 36 %, y otros canales internacionales en árabe (BBC, 17 % y CNN, 14 °/o) (Dennis et al., 2017). A pesar de que los datos estadísticos son de instituciones diferentes y sobre muestras de países distintos, se evidencia cómo en términos de audiencia en los países árabes Al Jazeera ha ido perdiendo en pocos años, y sobre todo después de las sublevaciones de 2011, su rol de medio hegemónico, aunque aún se mantiene como el canal de información satelital más visto.

Desde 2011, especialmente en relación con la cobertura que el canal hizo de las protestas en Siria y Bahréin, se multiplicaron las acusaciones contra Al Jazeera en árabe por la postura sesgada contra el Gobierno sirio (Hashem, 2012; Al Qassemi, 2012b), relacionadas también con la presencia de una rama de los Hermanos Musulmanes entre los grupos de la oposición al gobierno de Bashar Al Asad. Al Jazeera y Al Arabiya se dedicaron desde el principio a combatir la propaganda del Gobierno sirio, pero distorsionando la información (Al Qassemi, 2012b), tanto en términos de encuadre como de cobertura, con preponderancia de miembros de la oposición, así como en términos semánticos al definir los actores en el terreno o difundir información filtrada sobre figuras políticas del bando opuesto (Al-Abdeh, 2012). Lo mismo hicieron los actores del otro bando involucrados en el conflicto, tanto medios rusos como iraníes.

El posicionamiento claro de Al Jazeera sobre la guerra en Siria hizo que muchos periodistas de su cadena se encontraran en una posición incómoda y dimitieran (Hashem, 2012). El mismo director de la oficina de la cadena en Beirut, Ghassan Ben Jeddo, renunció sin muchas explicaciones. La dimisión de Ben Jeddo también es representativa de la dirección que iba tomando la guerra informativa regional y destaca la importancia de Siria en sus equilibrios geopolíticos. Pocos meses después de su renuncia, Ben Jeddo tomó el puesto de director del nuevo canal de información satelital con sede en Beirut, Al Mayadeen, que nació también con el intento declarado de arrebatar audiencia a los principales medios regionales, Al Jazeera y Al Arabiya. Después de más de cinco años retransmitiendo por satélite, aún hay especulaciones sobre los actuales propietarios del canal, al principio definidos de forma general como hombres de negocio árabes12. No obstante quedar sin respuesta la posibilidad de conocer sus propietarios, un breve análisis de la semántica de sus coberturas en relación con la región, y el posicionamiento de sus corresponsales, a menudo empotrados con las tropas gubernamentales sirias, confirma la cercanía del canal a los intereses de Siria, Irán y Hezbollah13. Su lanzamiento también se puede relacionar con la medida implementada por la Liga Árabe en 2012 que buscaba obligar a los dos principales proveedores de servicios satelitales, Arabsat y Nilesat, a bloquear la emisión de los canales satelitales sirios. En representación de otra cara de la guerra informativa sobre Siria, Arabsat, con sede en Arabia Saudí, también bloqueó Al Mayadeen en 2015, con quien el ministro de Información sirio expresó más tarde su solidaridad14.

La guerra en Siria, sin duda, ha exacerbado el enfrentamiento a nivel mediático. Así como ocurrió con la guerra de Irak desde 2003, que llevó a drásticos cambios en los equilibrios geopolíticos y al lanzamiento de varios canales de información, lo mismo ha ido ocurriendo en el proceso que desencadenaron las sublevaciones árabes y de continuos cambios a nivel geopolítico. Después de Al Mayadeen en 2012, nacieron otros canales de información satelital con el objetivo de alcanzar una audiencia regional. En el intento de reforzar su proyección internacional, Al Arabiya lanzó primero en 2012, y otra vez en 2014, el sister channel Al Hadath. El canal de información satelital Al Araby TV, con sede en Londres y propiedad de Fadaat Media, una empresa con fondos de Qatar, fue establecido en 2015. No obstante declararse distante del Gobierno de Qatar o de no estar compitiendo con Al Jazeera, es considerado posiblemente otro proyecto de personas cercanas a la familia real de Qatar como forma estratégica de alejarse de la identificación entre Al Jazeera, los intereses en política exterior del Gobierno y la posición favorable a los Hermanos Musulmanes15. Otro ejemplo de la complejidad del ecosistema informativo árabe después de las sublevaciones, así como de los intereses de los diferentes Estados, es el canal de información Al Arab, de propiedad del magnate saudí Waleed bin Talal y con sede en Bahréin. A su lanzamiento en 2015, con el objetivo de ofrecer información independiente, siguió su cierre 24 horas después, probablemente por haber entrevistado a un miembro de la oposición del pequeño país del Golfo. El caso de Al Arab bien evidencia las dificultades en la guerra informativa, y las limitaciones existentes con referencia a los intereses políticos del país donde los canales tienen su sede16. Al final de 2015 también se lanzó en Egipto el primer canal de información satelital panárabe que transmitiría desde El Cairo, Al Ghad Al Araby. El canal, a pesar de declararse independiente, por afirmaciones de su antiguo director, recibe fondos de las autoridades de Emiratos Árabes, y es dirigido por Mohammad Dahlan, una de las principales figuras de Al Fatah en Palestina y en la Franja de Gaza. En términos geopolíticos, desde la llegada de Al-Sisi al poder, Egipto se ha acercado a Emiratos Árabes Unidos, con quien está apoyando la facción del general Jalifa Haftar en la guerra en Libia, especialmente contra los grupos cercanos a los Hermanos Musulmanes y apoyados por Qatar y Turquía. Emiratos Árabes Unidos, a lo largo de las sublevaciones consiguió construirse un rol predominante en varios países de forma autónoma respecto a Arabia Saudí, en especial con las intervenciones en el sur de Yemen, Yibuti, Libia o estableciendo relaciones profundas con Marruecos.

La apertura de nuevos canales de información en este contexto, consecuencia de la guerra en Siria, pero también de la situación posrevolucionaria en Egipto y de la guerra en Libia, ha ido exacerbando la dependencia y cercanía de estos medios de comunicación con sus propietarios, y ha ejemplificado su rol de herramienta en la proyección exterior de estos países (tabla 2).

CONCLUSIONES

En junio de 2017 Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos tomaron la decisión unilateral de implementar un bloqueo a Qatar con la acusación de fomentar el terrorismo y hacer el doble juego al apoyar, por un lado, el Consejo de Cooperación de los Estados Árabes del Golfo y, por el otro, teniendo relaciones estrechas con Irán y apoyando los Hermanos Musulmanes. En la base de la decisión estaban las supuestas declaraciones del emir Tamim bin Hamad Al-Thani de Qatar en apoyo a Hamas e Irán, publicadas por la agencia estatal de noticia de Qatar y la televisión pública. Más tarde, la agencia de noticias denunció públicamente el hackeo de su página y negó la existencia de dichas declaraciones, lo que ha sido respaldado por varios periodistas que participaron en el evento donde supuestamente intervino el emir Tamim, pero que fue ignorado por los medios saudíes y de los emiratos.

La primera medida que tomaron estos países para implementar el bloqueo fue el cierre de las oficinas de Al Jazeera en sus países y bloquear la señal satelital, medidas a las que se unieron también Bahréin, Egipto y Jordania. Las primeras indiscreciones sobre las peticiones para restablecer las normales relaciones indicaban que Qatar hubiera tenido que cerrar Al Jazeera. Los principales canales de información y medios cercanos a Arabia Saudí y Emiratos Árabes, como Al Arabiya o Abu Dhabi TV, desencadenaron una serie de ataques a Qatar a través de editoriales acusatorios y comentaristas partidarios, sin que realmente se pudieran confirmar las acusaciones.

El bloqueo a Qatar de 2017 es otro capítulo de los enfrentamientos geopolíticos en curso en la región que bien expresa cómo la guerra informativa representa una de sus herramientas (Jones, 2017), y cómo está evolucionando desde 2003 la disputa por el predominio regional de la audiencia entre Al Jazeera y Al Arabiya. Este acontecimiento ofrece unas pistas sobre las posibles nuevas formas de las guerras informativas en la región que ya no se basan únicamente en los encuadres negativos sobre un país transmitidos por los canales informativos, la agenda-setting, las críticas directas a través de comentaristas, las entrevistas a opositores políticos o el bloqueo de las señales de los satélites. Los choques a través de los canales de información satelitales representan ahora una mínima parte de aquello que está cada vez más tomando la forma de una guerra informativa de propaganda cibernética que conjuga medios tradicionales y digitales, ampliándose al uso de bots, hackeos, filtraciones o campañas en redes sociales, en el intento de propagar desinformación. En este reciente caso, el bloqueo fue acompañado por un ejército de bots que a través de hashtags en redes sociales acusaban Qatar de ser un Estado terrorista (Jones, 2017).

Las sublevaciones en el mundo árabe revolucionaron los equilibrios que se habían creado en 2003 después de la ocupación de Irak por parte de Estados Unidos, además de sancionar la emergencia y consolidación de nuevos actores como Turquía, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, e intensificar las guerras intraárabes y contra de Irán por el control regional (Aras y Yorulmazlar, 2016). Si en la década pasada los centros de este enfrentamiento eran principalmente Irán y Arabia Saudí, en los últimos años se fueron delineando tres bloques principales con confines borrosos entre ellos, donde no existe una única potencia hegemónica. Por un lado, los países del Golfo liderados por Arabia Saudí, Emiratos Árabes y apoyados por Egipto, por otro, la coalición emergente entre Qatar y Turquía, y, finalmente, el bloque que incluye Irán, Siria y Hezbollah.

El ecosistema informativo ha ido evolucionando en paralelo con los cambios en los equilibrios geopolíticos que se dieron desde 2011. Al Jazeera, el canal de referencia en la región antes de las sublevaciones, ha ido perdiendo una parte de la audiencia que había ganado desde su establecimiento, lo que llevó a la creación de un espacio mediático sin un real poder hegemónico y, al contrario, caracterizado por el surgimiento de nuevos canales vinculados con uno u otro de los actores involucrados en la lucha geopolítica regional. Como menciona Samuel-Azran en el caso de Al Jazeera, y que se puede aplicar a la gran mayoría de los canales de información satelitales existentes en la región, estos medios intentan ganar credibilidad en tiempos de paz para, al contrario, librar ataques específicos en el momento en que hay en juego cuestiones geopolíticas de influencia regional o que pueden ir en contra de los intereses de sus patrocinadores (2013). Como en 2003 en el caso de Irak, los acontecimientos que vienen ocurriendo en Siria desde 2011 llevaron a una reconfiguración del escenario geopolítico que tuvo fuerte impacto sobre el ecosistema informativo, con la emergencia de nuevos actores que están directamente vinculados con los principales actores políticos, tales como Turquía, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.

Son necesarios mayores esfuerzos investigativos sobre estos canales de información satelital -más allá de la ya cuantiosa literatura sobre Al Jazeera-, que tomen en consideración de forma rigurosa los contenidos de los mismos en relación con aquellos acontecimientos históricos que pueden alterar los equilibrios geopolíticos. Esta carencia se suma a las dificultades, por las características de los mismos medios, de conocer los datos sobre su real audiencia, pero también sus estructuras internas y los detalles sobre su propiedad. Una falta de transparencia que complica el desarrollo de investigaciones rigurosas y, al mismo tiempo, afecta la credibilidad profesional de estos frente a su público.

Más allá de conformar un espacio mediático plural, la presencia cada vez mayor de canales de información de marcado carácter partidario, y utilizados por sus propietarios principalmente como herramientas para su proyección exterior, conlleva el peligro de una creciente fragmentación y polarización de la población de la región, que mantendrá los equilibrios geopolíticos inestables.


NOTAS

1 Es necesario hacer una distinción entre canales de información satelital y canales de entretenimiento que ofrecen también ventanas de información dentro de su programación. Este artículo se centra en los primeros que, además, por su implicación en la geopolítica regional, tienen el objetivo de alcanzar un público regional.
2 A principios de la década de 1990 Arabia Saudí controlaba los medios transnacionales, tanto los impresos como los primeros canales satelitales donde se retransmitían programas de entretenimiento y noticias. La principal cadena fue la Middle East Broadcast Corporation (MBC) y la Arab Radio and Television (ART). La creación de Al Jazeera es consecuencia del cierre de ORBIT, el primer canal satelital de noticias financiado por Arabia Saudí en colaboración con la BBC (Cherkaoui, 2014).
3 La culminación de esta política defensiva se da cuando Estados Unidos, a causa de las fuertes críticas internas en Arabia Saudita contra la presencia de tropas estadounidenses en el país, decidieron mover su principal base militar en Medio Oriente al vecino Qatar.
4 En 2005 el índice de popularidad de Al Jazeera era amplio en toda la región. Desde el 42,7 % de los egipcios hasta el 78,8 % de los ciudadanos de los Emiratos Árabes Unidos consideraban Al Jazeera como una de sus tres fuentes más importantes de noticias. Asimismo, los porcentajes de confianza en la población árabe de los varios países era aún más impactante: 89 % en Bahréin, 93 % en Egipto, 96 % en Jordania, 95 % en Kuwait, 90 % en Marruecos, 94 % en Arabia Saudí, 93 % en Túnez, 96 % en Emiratos Árabes Unidos. En 2009, el 55 % de los participantes encuestados en Egipto, Jordania, Líbano, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Marruecos dijeron que cuando buscaban noticias de carácter internacional elegían Al Jazeera. Datos citados en Powers y Gilboa (2007) y Powers (2009).
5 La cercanía de Al Jazeera con los Hermanos Musulmanes se da por la presencia de estos entre sus plantillas, y por la presencia de figuras tanto de su rama egipcia como palestina en Qatar. También, el apoyo de Qatar a los Hermanos Musulmanes y el haberlos acogido desde la década de 1970 se puede entender como una forma de Qatar para aumentar su estatus a nivel regional (Matar y Achcar, 2012; Roberts, 2017).
6 En algunos casos puntuales algunos países retiraron temporalmente sus embajadores en Doha, como en el caso de Arabia Saudí, Kuwait y Túnez (Powers, 2009).
7 En una encuesta de opinión de la University of Maryland en 2011 sobre una muestra de la población árabe, el 58 % se informaba sobre asuntos internacionales a través de la televisión por cable (respecto al 80 % del 2009), el 20 % en Internet, el 14 % con periódicos o revistas, y el 5 % a través de la radio (Telhami, 2011).
8 Fitna TV, La Presse de Tunisie, 28 de diciembre de 2010. Los ataques contra Al Jazeera en la prensa tunecina se mantendrán en los días siguientes. En ninguno de los artículos críticos contra el canal se menciona el posible rol jugado por Qatar o la voluntad de favorecer los Hermanos Musulmanes que en aquella época en Túnez era un movimiento ilegal.
9 En los años siguiente Al-Sisi tomó medidas muy poco populares para complacer al patrón saudí, como la de regalar dos islas al reino del Golfo, lo que provocó tímidas protestas en las calles egipcias. Hay que tener en cuenta todavía que la primera visita al extranjero del presidente Morsi fue a Arabia Saudí. El apoyo de Arabia Saudí al golpe del Al-Sisi bien expresa los miedos saudíes hacia los Hermanos Musulmanes y los cambios en la geopolítica regional.
10 La relación con Irán y movimientos como Hezbollah cercanos a Siria e Irán siempre tuvo altos y bajos. La entrada de Turquía y Qatar en Siria fue principalmente para no dejar demasiado espacio y fuerza al eje irano-sirio (Pala y Aras, 2015).
11 Por cuanto se tiene que considerar al Estado Islámico como un actor relevante en el ámbito de la disputa geopolítica después del comienzo de las sublevaciones, se excluye el análisis de su fuerte proyección exterior a nivel mediático por no tener un clásico canal de televisión satelital. Entre 2015 y 2016 el Estado Islámico intentó lanzar un canal de información satelital 24 horas, pero aparentemente limitado a la ciudad de Mosul en Irak.
12 Según varias fuentes aparecidas en los medios de comunicación, los propietarios son empresarios cercanos a los gobiernos sirio, iraní y al Hezbollah.
13 En el ámbito geopolítico global Al Mayadeen fue sustituyendo Al Jazeera en la relación que tenía con otros canales transnacionales como TeleSUR. Al comenzar las sublevaciones, especialmente con el avance de la guerra en Libia en 2011, TeleSUR se distanció de Al Jazeera hasta cortar las colaboraciones completamente (Di Ricco, 2012).
14 El principal accionista de Arabsat es Arabia Saudí. Su sede se encuentra en Riad.
15 Debido a que su director, Azmi Bishara, es un académico de orientación secular, la posición del canal es particularmente crítica hacia el gobierno de Al-Sisi en Egipto y cercana a posiciones moderadas dentro de los Hermanos Musulmanes. Fadaat Media también es propietario del diario y portal web al-Araby al-Jadeed y su versión en inglés The New Arab, siempre con sede en Londres. Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Egipto bloquearon esta página en sus respectivos países en 2016. Ese mismo año, Fadaat Media anunció la creación de Al Araby TV +2, con sede en Túnez, específicamente pensado para el público de Norte de África.
16 El canal declaró finalizada su experiencia en Bahréin y empezó una negociación con Qatar para mover su sede a Doha. No obstante los acuerdos alcanzados, en 2017 Al Arab cerró definitivamente. El dueño del canal, el saudí Waleed bin Talal, había manifestado expresamente su voluntad de no lanzar su canal de información desde Arabia Saudí para evitar algún tipo de limitación en los contenidos que fuera a emitir, y, al mismo tiempo, por ser una alternativa a Al Jazeera y Al Arabiya.


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