10.18601/16577558.n27.10

Medio O. y América L.

El tercermundismo como doctrina política internacional en el acercamiento de Irán a Venezuela

The Third World as an International Political Doctrine in Iran's Approach to Venezuela

Pablo Álvarez Cabello*

* Magíster en Estudios Internacionales, Universidad de Chile. Secretario de estudios, Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, Chile. [pablo.alvarez@udp.cl].

Recibido: 25 de junio de 2017 / Modificado: 30 de enero de 2018 / Aceptado: 2 de febrero de 2018

Para citar este artículo:

Álvarez Cabello, P. (2018). El tercermundismo como doctrina política internacional en el acercamiento de Irán a Venezuela. OASIS, 27, 169-190. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n27.10


RESUMEN

El presente artículo reflexiona sobre la asociación entre el Irán del presidente Mahmoud Ahmadineyad y la Venezuela del presidente Hugo Chávez, bajo la lógica del discurso tercermundista. El argumento principal es que el discurso de reivindicación tercermundista le permitió al régimen iraní acercarse a países que comparten su crítica al sistema internacional y al poderío de Estados Unidos. Pero, por otra parte, no logró desarrollar la suficiente adhesión social interna que justifique tal asociación. Por tanto, el discurso tercermundista ha servido como instrumento de política internacional, mientras que en el plano interno el régimen sigue siendo conservador.

Palabras clave: tercermundismo, Irán, Venezuela, Movimiento Verde, Primavera Árabe.


ABSTRACT

This article aims to reflect on the association between Iran led by Mahmoud Ahmadinejad and Venezuela led by Hugo Chavez under the logic of the third-world discourse. The main argument is that the developing world vindication discourse allowed the Iranian regime to approach countries that share its criticism of the international system and of United States power. However, these approaches did not achieve an enhancement of their internal social cohesion that could justify such association. Although the third-world discourse has therefore worked out as an international policy instrument, it is still conservative in the internal level of the regimes.

Key words: Third world, Iran, Venezuela, Green Movement, Arab Spring.


En la historia de las relaciones internacionales, las alianzas entre países tan lejanos como Irán y Venezuela son poco usuales. No solo la lejanía geográfica es una dificultad, la distancia cultural e idiomática es enorme. Sin embargo, ambos países comparten algunas características fundamentales: ambos son exportadores de petróleo, miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y, sobre todo, ambos países han vivido recientemente una historia marcada por el concepto de revolución. Si bien ambos mantienen relaciones diplomáticas desde hace bastantes décadas, enmarcadas dentro del ámbito de la OPEP, estas se profundizaron en los años de los presidentes Mahmoud Ahmadineyad (2005-2013) y Hugo Chávez (1999-2013).

En el caso de Irán, la revolución es islámica, en la Venezuela de Hugo Chávez la revolución es bolivariana. Si bien no hay coincidencias temporales -1979, revolución islámica y 1998 elección de Hugo Chávez-, tampoco hay coincidencias ideológicas, la revolución iraní es religiosa a la vez que política, la de Venezuela lleva inscrita la marca de lo que se ha denominado el socialismo del siglo XXI; sin embargo, en ambos casos hay un elemento doctrinal común: el tercermundismo.

La búsqueda de un referente internacional común que los aleje de la hegemonía de Estados Unidos y del imperialismo del Norte Global es un elemento fundamental en ambos regímenes. La conexión histórica entre el Tercer Mundo y ambas revoluciones explica, en parte, el acercamiento entre los dos países. Ahora bien, esta retórica tercermundista puede apelar a lógicas contrahegemónicas, a la lucha en contra la dominación externa, a la autodeterminación, a la dignidad nacional, a la lucha de los desposeídos, etc., pero en el plano interno Irán ha vivido significativos cambios sociales que no han sido acompañados de cambios significativos en el régimen político.

En este artículo reflexionaremos sobre acercamiento entre Irán y Venezuela en los años de los presidentes Mahmoud Ahmadineyad y Hugo Chávez, para luego analizar el impacto de la retórica tercermundista que animó ese acercamiento en el frente interno en Irán y su posterior repercusión en el Movimiento Verde del 2009.

TERCERMUNDISMO

Tercer Mundo es de esos conceptos que por su carácter polisémico tiende a diluir su valor heurístico. El concepto se ha vaciado de contenido a raíz del fin del Segundo Mundo y del término de la Guerra Fría, por tanto, desde fines de la década de 1980 ha tendido a significar tanto un estado mental como a estar asociado a la pobreza (Neuman, 2005). Quizá el autor que mejor ha caracterizado lo que significa históricamente el Tercer Mundo en el último tiempo es Vijay Prashad (2008); para este autor, el Tercer Mundo no es un lugar, sino un proyecto político-económico de diversos países que en el contexto de descolonización y Guerra Fría apostaron por una alternativa internacional al orden hegemónico del primer mundo o al vasallaje a la Unión Soviética.

Esta visión política del Tercer Mundo, como señalamos, perdió vigencia con el fin de la Guerra Fría. Por ejemplo, la revista británica The Economist publicó un artículo el año 2010 en el que se analiza la actualidad del concepto a partir de la idea de Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial en ese momento, quien señaló que lo que se conoció como Tercer Mundo había dejado de existir. El argumento de Zoellick era que las economías emergentes estaban en alza y se estaban transformando en el motor económico global. La revista británica señalaba que eso es en parte cierto, pero que lo fundamental es que el concepto de Tercer Mundo refería a la geopolítica, que en el contexto de la Guerra Fría dejaba poco espacio para la acción independiente de estas naciones. En el siglo XXI, las economías emergentes tienen mayor espacio de acción pero siguen siendo, al menos en parte, dependientes. Lo cierto, señalaba el artículo, es que el mundo se ha vuelto más complejo y las fronteras entre economías dependientes e independientes se fueron diluyendo, las economías ricas dependen del crecimiento de las emergentes, y las economías del antiguo Tercer Mundo dependen del capital del mundo desarrollado (The Economist, 2010). Lo interesante del artículo es que asume una postura economicista para definir el proyecto tercermundista, vaciando al concepto de su contenido histórico y político.

La visión de Vijay Prashad (2007) sobre el tema explica mejor su contenido político, se refiere a una asociación de países bien definida cuyo propósito común fue la creación de una alternativa internacional que les permitiera dejar la senda de la dependencia.

En 1955, en la ciudad indonesia de Bandung, se reúne un grupo de representantes de una veintena de naciones, en su mayoría países recientemente descolonizados y que encarnaban una gran diversidad de credos, razas, etnias, historias, etc. Esta reunión es la antesala del Movimiento de Países no Alineados y es el punto de partida del proyecto tercermundista, pero tiene antecedentes históricos de décadas. Para Prashad, la historia comienza en Bruselas en el año 1927, con la reunión de organizaciones antiimperialistas, en lo que se denominó la Liga Contra el Imperialismo; a esa ciudad llegaron representantes de diversos continentes con el propósito de discutir sus experiencias coloniales, escogieron esa ciudad deliberadamente al ser la capital de un imperio brutal. Comunistas europeos sentían simpatía y solidaridad por los pueblos oprimidos por el colonialismo; cuando los soviéticos tomaron control de Rusia, hicieron públicos los tratados secretos de las potencias europeas referentes al tema. El llamado a la autodeterminación de los pueblos comenzó a oírse en la Liga de Naciones, pero a la vez se mantuvo el sistema colonial a través de los Mandatos, por tanto, la Liga Antiimperialista confrontaba esa política y se hacía eco de la aspiración por la autodeterminación, a la vez que recogía la solidaridad de la izquierda europea. Por tanto, el proyecto tercermundista es fruto de la Modernidad europea, pero confrontaba la hipocresía de las potencias europeas. El nacionalismo de las emergentes naciones tercermundistas debía nacer de la lucha contra el colonialismo y de un programa común para la creación de justicia.

Sin embargo, el proyecto fracasó por motivos tanto internos como externos; en el ámbito interno, las élites de estos países fueron perdiendo incentivo en responder a las demandas de la población, el rasgo patrimonial del Estado tercermundista, a cargo de estas élites nacionales, terminó por minar el proyecto. Sin embargo, el factor más importante que explica el fracaso del proyecto tercermundista fue lo que Prashad denomina el proyecto del Atlántico Norte (2007, p. 280), es decir la creación del grupo de las siete economías más poderosas y de un nuevo orden económico mundial, que terminó aplastando al proyecto tercermundista, principalmente con el mecanismo de la deuda.

En síntesis, el Tercer Mundo, entendido como proyecto histórico-político, se fundamenta en elementos económicos (dependencia) y políticos (colonialismo y Guerra Fría). Lo relevante del proyecto era que los países del Tercer Mundo pretendían crear un referente internacional que les permitiera libertad de acción. Prashad argumenta que, si bien ese proyecto ha fracasado, las luchas por dignidad cultural, derechos a la tierra y al agua, paridad económica, derechos de las mujeres, de los indígenas, democratización, responsabilidad estatal, etc., siguen vivas, y desde estas batallas emergerá el sucesor del Tercer Mundo (p. 281).

Para Mark Berger, los factores elementales del tercermundismo son:

  1. El supuesto de que las "masas populares" en el Tercer Mundo tienen aspiraciones revolucionarias.
  2. La satisfacción de estas aspiraciones son el resultado inevitable de la historia desde las formas de igualitarismo de la era precolonial a la realización de la utopía futura.
  3. El vehículo para la realización de estas aspiraciones es un Estado-nación centralizado y fuerte.
  4. En cuanto a política exterior, estos Estados-nación deben formar alianzas que les permitan actuar colectivamente bajo el paraguas de varias formas de cooperación política y económica a niveles regionales e internacionales, como sucedió con el Movimiento de Países No Alineados (2004, p. 34).

Por tanto, tercermundismo refiere a una doctrina, un proyecto o un discurso que se fundamenta en la lógica histórica del proyecto del Tercer Mundo, es decir, la creación de un nuevo orden internacional más justo1 y que en la actualidad permanece latente en el Sur Global (Patel y McMichael, 2004).

IRÁN BAJO AHMADINEYAD

Mahmoud Ahmadineyad, que había sido alcalde de Teherán entre el 2003 y el 2005, provenía de un sector del espectro político denominado Usulgarayan, es decir, los "seguidores de los principios", comúnmente llamados principalistas. Este sector, surgido en la década de 1990, se opuso a las tendencias reformistas de Mohammad Khatami (eslahtalaban) y de conservadores (mohafezehkaran) de tendencia desarrollista (Kamrava, 2011), ambas buscaban reinterpretar la política del ayatolá Jomeini. Este grupo encontró su inspiración en el ayatolá Misbah-Yazdi (Axworthy, 2013), este clérigo entendió, a fines de la década de 1980, que el derrocamiento de los reformistas no sería un proceso rápido. Este proceso debía partir de la educación de sus partidarios, los que después serían puestos en cargos de relevancia dentro del sistema (Ansari, 2007). Estos seguidores del ayatolá Misbah-Yazdi también iban a estudiar a Occidente, con el fin de entender la filosofía y política de esta parte del mundo. Este sector, comprometido con la religión, también estaba comprometido con el autoritarismo del sistema. Ellos consideraban que el líder supremo debía ser algo así como un rey, por tanto, desdeñaban la democracia occidental (Ansari, 2007). La mezcla de nacionalismo e islam es fundamental para entender la visión del ala conservadora para reclamar un rol más prominente en la región (Takeyh, 2009)2.

En el contexto de comienzos del siglo XXI, ante la mala situación económica de una gran parte de la población del país, muchas personas comenzaron a acercarse a la posición de estos principalistas, no tanto por simpatía con el grupo, sino más bien por considerar que Irán no estaba listo para la democracia. Por tanto, la estrategia fue triple: por una parte, distraer la atención enfrentando directamente a los reformistas, explotando el descontento popular; en segundo lugar, la utilización de una retórica populista para exaltar a las masas, en ese sentido, la utilización de la memoria de la guerra contra Irak fue muy importante; también se hicieron ver como más comprometidos con las clases populares, para esto invirtieron más dinero, crearon puestos de trabajo, etc. La otra estrategia fue buscar un hombre que pudiera aglutinar toda la filosofía detrás del grupo, además de ser capaz de llegar al poder popularizando los ideales del mismo. El alcalde de Teherán, Mahmoud Ahmadineyad, podía ser ese hombre, que además logró explotar muy bien su posición de outsider de la política (Axworthy, 2013).

En sus años en la alcaldía de la capital iraní, Ahmadineyad pudo llevar a la práctica parte de los ideales del grupo de conservadores, lo que significó un enfrentamiento directo con el presidente Mohammad Khatami, es más, el presidente no tenía confianza en el alcalde, lo consideraba su antítesis ideológica y un peligro para la nación (Ansari, 2007, p. 28). Luego vinieron las elecciones el 2005 y el resultado fue sorpresivo, ganó el singular alcalde de Teherán sobre Akbar Hashemí Rafsanjani, un político de gran trayectoria y un líder espiritual a la vez. La estrategia había logrado su objetivo. La capacidad de Ahmadineyad de canalizar el descontento popular logró hacer que triunfara.

El candidato triunfador y sus adherentes buscaban hacer ver su victoria como una nueva revolución, como una victoria milagrosa del pueblo frente al establecimiento. La retórica nacionalista, con una mezcla de internacionalismo islámico, fue parte esencial del discurso de Ahmadineyad, en este sentido fue fundamental la incorporación a este discurso de enemigos, tanto internos como externos. Los enemigos internos eran los reformistas, los enemigos externos eran múltiples, pero como señala Ray Takeyh (2009), una forma de aproximarse a la política exterior de los años de Ahmadineyad es enfocándose en los tres temas prioritarios para Teherán: la cuestión nuclear, las luchas civiles posteriores a la guerra con Irak y el conflicto árabe-israelí (p. 242), es decir, los enemigos que surgieran de esos temas eran enemigos consagrados de la revolución y del país.

La retórica de confrontación constante fue importante para el régimen de Ahmadineyad, de esta forma pudo conservar la atención de la gente, sobre todo en el ámbito económico, donde Irán no ha tenido un rendimiento plenamente satisfactorio. Tema que nos lleva a otro punto crucial de la política del presidente Ahmadineyad, el ingente gasto del Gobierno se sustenta en las rentas del petróleo, sin embargo, la debilidad interna de la economía iraní no se logró superar (Hakimian, 2007, p. 70); durante la época reformista, con Rafsanjani y Khatami se comenzó a abrir la economía al mundo globalizado, sin embargo, la dependencia del petróleo es un flagelo para la economía iraní (Axworthy, 2013). Por otra parte, y aunque parezca paradójico, los bajos niveles de petróleo refinado son un problema para la economía en su conjunto, que ven a diario los usuarios; debido a factores técnicos y al ambiente internacional, Irán tenía dificultades para abastecerse de este crucial producto. Esto también sirvió al discurso de Ahmadineyad, ya que señaló que este era responsabilidad de Occidente3.

En el plano internacional ya hemos señalado que el presidente Ahmadineyad mantuvo una posición radical y de confrontación. Sus críticas a Occidente, a las instituciones económicas internacionales y el elogio a la autosuficiencia recordaban al discurso del Tercer Mundo (Khavand, 2007). Las sanciones impuestas a Irán por parte de Estados Unidos durante el gobierno de George Bush tuvieron como consecuencia que el régimen de los ayatolás buscara nuevos socios internacionales (Zaccara, 2011); en ese sentido, el factor tercermundista cobró relevancia. No es del todo aventurado señalar que la política de Estados Unidos en relación con Irán llevó al régimen a adoptar una posición internacional más radicalmente confrontacional (Sadjadpour, 2010)

Efectivamente, Ahmadineyad tenía un discurso que de alguna manera recuerda la retórica del Tercer Mundo, pero la política exterior de Irán ha tenido como elemento central la libertad e independencia desde hace bastante tiempo, desde antes de la revolución (Ramazani, 2008; Mesa, 2009). Desde 1979 el islam es elemento fundamental de la política y la identidad iraní; así, independencia política, autarquía económica, movilización diplomática en contra del sionismo y Estados Unidos han guiado la cultura política de Irán, una metanarrativa utópica-romántica permanente ha sido el centro de esta cultura política (Adib-Maghaddam, 2008). Por tanto, cabe preguntarse ¿qué es lo que cambió con Ahmadineyad entonces? Los énfasis son distintos, y el tono es profundamente antinorteamericano y antiglobalización (Takeyh, 2009). Si bien el internacionalismo islámico se escuchó en el fundador de la República Islámica, el ayatolá Jomeini, no se había escuchado desde entonces con tanta vehemencia.

La fuerte retórica antiglobalización y contrahegemónica, entonces, fueron dos componentes ejes del discurso de Ahmadineyad, si bien antes de él existían ambos componentes en la política iraní, en el sentido de la búsqueda de independencia y autosuficiencia, Ahmadineyad ha llevado el discurso a niveles no conocidos, por lo menos, desde 1979. Para esto fue fundamental el petróleo.

Las rentas del petróleo le permitieron a Ahmadineyad disponer de importantes recursos con los que se pudo financiar sus políticas, sin embargo, no produjo un efecto positivo en la economía en su conjunto. El comportamiento económico, en este sentido, no difirió tanto del último sha, que basó todo su sistema económico en el petróleo, lo que produjo un efecto negativo en el mediano y largo plazo (Halliday, 1981). No deja de ser llamativo el hecho de que el potencial de la economía iraní es enorme, por sus reservas de petróleo y gas natural, además de su gran población que posee un nivel de educación bastante elevado en el contexto del Tercer Mundo; no obstante, el petróleo ha sido, en este sentido, un verdadero enemigo del desarrollo pleno de sus potencialidades (Hassan, 2007).

LA VENEZUELA DE HUGO CHÁVEZ

Venezuela presenta un caso similar al de Irán; ambos países poseen cuantiosas reservas probadas de petróleo, pero no han podido desembarazarse de la dependencia de la exportación de este producto.

Por otra parte, Hugo Chávez y Mahmoud Ahmadineyad han sido denominados como "populistas" por sus detractores, y han mantenido una retórica fuertemente antiestadounidense. Ambos eran elocuentes, ciertamente confrontacionales y apelaban a la masa como objetivo fundamental de sus políticas y como factor esencial de su fuerza política.

Desde la llegada al poder de Ahmadineyad se intensificó el intercambio entre ambos países. Si bien las relaciones entre Venezuela e Irán datan de aproximadamente de la década de 1940, al comienzo fueron relaciones cordiales pero moderadas, a la llegada al poder de Ahmadineyad el flujo de visitas mutuas y tratados se multiplicó. Antes de esto evidentemente la OPEP era el entorno común de ambos países, pero este ámbito de intercambio se amplió (Bermúdez, 2008).

El factor ideológico ha sido determinante para que diversos gobiernos de América Latina se acerquen a los países del Medio Oriente (Brun, 2015), una alianza antiimperialista es un factor fundamental para entender la diplomacia del presidente Chávez, y su búsqueda de un orden pluripolar (Brun, 2015; Ullán de la Rosa, 2012) lo llevó a desarrollar el proyecto de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), alianza política que buscaba frenar la influencia estadounidense en América Latina. La búsqueda de una oposición activa a Estados Unidos, además de un modelo de desarrollo alternativo, fueron objetivos comunes entre Venezuela e Irán. El elemento para reflexionar acá es si el input ideológico de este acercamiento estuvo determinado solo por la antipatía a Estados Unidos, o lo más relevante es el carácter contrahegemónico de sus relaciones bilaterales. Puede haber un matiz de diferencia, pero es importante. La oposición de ambos países a Estados Unidos no es porque exista un odio específico hacia ese país, más bien Estados Unidos representa el epítome del poder hegemónico global, y de alguna manera resume las aprensiones de ambos regímenes, pero no es el único, también hay desconfianza hacia otros países o potencias regionales que amenacen sus proyectos, por ejemplo, en el caso de la Venezuela de Chávez había un cierto recelo hacia regímenes que no representaban su tendencia político-ideológica como Colombia, con Álvaro Uribe, y Chile, con Sebastián Piñera; pero también a Brasil por representar una cierta amenaza al proyecto político regional, por su envergadura y su potencial. Segundo, este acercamiento tuvo como trasfondo la idea de que se debe generar una alternativa, desde el Tercer Mundo, a la globalización con cariz occidental (Sylvia y Danopoulos, 2003) que, además, en la percepción de estos países, tiene un claro componente hegemónico.

Sin embargo, este acercamiento no se ha quedado solo en lo retórico, también se ha generado un importante proceso de complementariedad económica entre los dos países, en el que ambos reconocen sus debilidades y, por tanto, tratan de crear espacios de cooperación. Un ejemplo importante es el petróleo, pero no el único; en materia financiera han creado un banco en conjunto, y en materia industrial han creado una fábrica de tractores.

El tercermundismo de Hugo Chávez fue muy activo, lo que se tradujo en una retórica internacional bastante confrontacional. Pero además, en el plano interno se tradujo en el rechazo a toda manifestación de la oligarquía tradicional. Las iniciativas del Gobierno para desarrollar sus políticas fueron múltiples, y todas dependieron del financiamiento a través del petróleo. El gobierno de Chávez combinaba el nacionalismo con reformas sociales, todo con la ayuda del petróleo (Ali, 2007, p. 56).

Un caso en este sentido son los medios de comunicación controlados por el Estado, así como las editoriales. Un ejemplo es la Editorial Monte Ávila, la cual publica gran cantidad de literatura política. Los historiadores Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas-Arenas publicaron en dicha editorial el libro La revolución bolivariana, historia, cultura y socialismo (2008), si consideramos que es una editorial del Gobierno, entonces podemos presuponer que su pensamiento no contravenía la política del presidente Hugo Chávez.

Los mencionados historiadores señalan en su libro:

La expansión de la civilización capitalista hacia el Tercer Mundo comenzó a ser denominada "modernización", implicando también la transformación y el reemplazo de las normas, valores y prácticas tradicionales de esas sociedades y su incorporación como territorios dependientes dentro de un proceso neo-colonial llamado "Globalización". Para facilitar los intentos de desconstrucción de las sociedades del Tercer Mundo y en particular de países petroleros como Nigeria y Venezuela, EE.UU. contó con el apoyo irrestricto de las oligarquías y los partidos reformistas socialdemócratas, socialcristianos o formados a partir de las logias católicas fundamentalistas como el Opus Dei, como es el caso en nuestro país con el partido Primero Justicia (2008, p. 75).

Dejan claro, por tanto, que el problema de la intervención extranjera está determinado por la retórica Occidental de la modernidad y la connivencia con las clases oligárquicas.

Más adelante señalan:

El desprecio que experimentaban tanto la gran burguesía como la clase media venezolana por su propio pueblo, se juntaba con el desprecio que sentía y siente el stablishment estadounidense por nuestro pueblo, lo cual los llevó a juntar fuerzas para derrocar y coartar todos los esfuerzos que trataron de hacer los movimientos progresistas y nacionalistas venezolanos hasta 1998 y los que ha hecho y sigue haciendo la Revolución Bolivariana desde 1998 para recuperar nuestra independencia y nuestra soberanía (Sanoja y Vargas-Arenas, p. 157).

Acá ya trazan el derrotero de la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez, enmarcándolo dentro de la lucha por la independencia; claramente podemos relacionar esto con el discurso del Tercer Mundo, muy similar al iraní.

En ese mismo sentido señalan:

El surgimiento de un polo islámico de poder alternativo liderado por Irán, de un poderoso bloque de poder regional integrado por China, Rusia y la India, han ampliado las fisuras del poder del imperio, permitiendo la consolidación de poderes emergentes que, de otra manera, nunca habrían podido lograr un estatus políticamente autónomo. Por primera vez en su historia, el imperio estadounidense-europeo se enfrenta al boque que amenaza seriamente su hegemonía (Sanoja y Vargas-Arenas, p. 249).

En suma, el discurso en la Venezuela de Hugo Chávez llama la atención sobre los mismos aspectos que en Irán han significado años de lucha por una mayor autonomía internacional.

Por tanto, el chavismo, como discurso, está relacionado claramente con el discurso del Tercer Mundo. Es un discurso ecléctico, marcado por el tercermundismo y una influencia intelectual diversa, entre otros por los escritos de Norberto Ceresole, Heinz Dieterich y Marta Harnecker (Helllineger, 2006, p. 5). El centro del discurso y de las políticas del Gobierno de Hugo Chávez fue la consecución del desarrollo, pero desde una perspectiva novedosa, independiente y contrahegemónica.

Claramente, Irán y Venezuela comparten objetivos internacionales, una alternativa a la globalización es el principal de ellos. Hugo Chávez comenzó a crear un sistema que demostró que con la ayuda del petróleo se puede desafiar la globalización neoliberal (Parker, 2005). La política exterior de Chávez, por lo tanto, es desafiante y activa en la búsqueda de alternativas al poder unilateral de Estados Unidos y a la globalización neoliberal (Ellner, 2002).

Aun así, cabe señalar que la dependencia hacia la economía norteamericana es insoslayable. El enorme porcentaje de petróleo que Venezuela exporta a Estados Unidos hace que la economía del país esté prácticamente indexada a la de Estados Unidos. Eso mismo lo percibía Hugo Chávez como una debilidad que debía abordar. Por lo anterior, para el presidente Chávez fue fundamental cambiar la relación del Gobierno venezolano con la petrolera estatal Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), que desde la nacionalización del petróleo en 1976 se había convertido en un "Estado dentro del Estado"; para el Gobierno bolivariano era fundamental que la petrolera reportara mayores dividendos al país, sin embargo, la burocracia interna, la llamada "meritocracia petrolera" con su política de apertura exterior (Saint-Upéry, 2008, p. 128) fueron una piedra de tope para los objetivos de Hugo Chávez, que si bien no logró cambiar del todo la relación entre el Gobierno venezolano con PDVSA (Mommer, 2003), sí logró que el dinero del petróleo garantizara sus políticas sociales.

En ese sentido, las políticas sociales del presidente Chávez seguían un patrón que no necesariamente se puede identificar con el socialismo, es más, en algunos aspectos Hugo Chávez era bastante pronegocios (Saint-Upéry, 2008, p. 136), una prueba de ello son los enormes centros comerciales de la ciudad de Caracas. Sin embargo, la renta del petróleo le permitió mantener una serie de políticas públicas que se podrían denominar socialistas, pero en general su enfoque ha sido más nacionalista y desarrollista (Kozloff, 2007, p. 181).

El acercamiento entre Irán y Venezuela en los años de Hugo Chávez estuvo enmarcado, entonces, dentro de una estrategia mayor, de ambos países, por crear un sistema internacional y un modelo de desarrollo nuevo, un frente conjunto que les permitiera el desarrollo de sus programas ideológicos (Brun, 2008).

El Irán de Mahmoud Ahmadinejad, con su discurso tercermundista, mantuvo una activa política contrahegemónica y antiglobalización que lo llevó a desarrollar alianzas con países del denominado Sur Global. Hugo Chávez visitó profusamente Irán, desde la época de Khatami (1997-2005), iba a este país con la intención de dinamizar la OPEP. En 2004 visitó a Mahmoud Ahmadineyad, entonces alcalde de Teherán, con el objetivo de inaugurar un monumento a Simón Bolívar; en esa ocasión el alcalde dijo las siguientes palabras: "Las naciones iraníes y latinoamericanas luchan por la libertad y alientan las revueltas anticolonialistas en otros países" (Brun, 2008, p. 22). Se deja ver con bastante claridad el discurso tercermundista en esta alocución. Posteriormente, y después de la reelección de Hugo Chávez en 2006, el primer jefe de Estado en visitarlo fue Mahmoud Ahmadinejad; las palabras de Chávez fueron ilustrativas: "Bienvenida al luchador por una causa justa, al revolucionario y al hermano" (Brun, 2008, p. 23).

El ritmo de trabajo conjunto es un aspecto que llama la atención, desde el año 2005 hasta el 2009 Hugo Chávez y Mahmoud Ahmadinejad se reunieron cada seis meses. El desarrollo de una agenda conjunta en los más diversos ámbitos fue significativo. El proyecto conjunto más ambicioso fue la creación de un nuevo escenario internacional, tal como señaló Hugo Chávez en julio del 2006: "Si el Imperio norteamericano logra mantener su hegemonía después de los primeros cincuenta años de este siglo XXI, el planeta corre peligro, así que derrotemos al Imperio" (Brun, 2008, p. 26).

Por otra parte, la creación de un sector industrial conjunto, en parte para paliar el déficit en este ámbito de ambas economías, fue un aspecto relevante en la agenda, además de un sector petroquímico relevante que terminara con la dependencia del refinamiento externo de ambos países. Venirán fue uno de estos emprendimientos conjuntos, una fábrica de tractores, de la que Irán es dueña del 51% (Brun, 2008).

Hasta el 2010, las visitas oficiales de Hugo Chávez a Irán fueron nueve, y los acuerdos son bastante amplios en sus temáticas: cooperación financiera, industrial, petroquímica, minera, etc. Pero una dimensión, que ya hemos mencionado, la ideológica, es evidentemente la fundamental (no la única) y la que impulsa a todas las demás. En ese sentido, el periódico venezolano El Universal, en octubre de 2010, señaló:

Para Chávez, cooperar con Irán es una "tarea sagrada". En la noticia se señala que ambos presidentes (Chávez y Ahmadineyad) se saludaron con un: "buenos días hermano" y un fuerte abrazo. Chávez defendió el derecho iraní de proseguir con su programa de energía atómica, además: "las relaciones entre Irán y Venezuela son verdaderamente fraternales y muy consolidadas […] ampliar nuestra relación en casi un deber sagrado. Existe mucho potencial en las dos partes que debe ser explorado […] Estos nuevos tiempos demandan que Irán y Venezuela se coordinen con otros Estados independientes para beneficio de la humanidad y de la seguridad y la paz global (El Universal, 2010).

El elemento simbólico fuerte en estas declaraciones es innegable, ambos países sentían el deber moral de balancear la hegemonía global. Este elemento es entendible en el caso de Irán, al ser una república confesional, pero es menos entendible para el caso venezolano, al ser el socialismo (o socialismo del siglo XXI) eminentemente laico; sin embargo, se puede entender en la medida en que el discurso del Tercer Mundo tiene un carácter ético fuerte, por tanto, en los términos en los que plantean su lazo es, además de todos los elementos políticos y económicos concretos, también ético, desde su perspectiva.

Igualmente, firmaron distintos acuerdos de cooperación en áreas energética, financiera e industrial, destacando la creación de un Fondo Único Binacional. La creación de un Banco Binacional (IVBB) entre ambos países sufrió bastantes contratiempos debido a las sanciones de la comunidad internacional al Estado iraní por su programa nuclear (EFE economía, 2013).

En los años del presidente Mahmoud Ahmadinejad, Irán también se acercó a otros países de la región que evidentemente comparten ciertos aspectos de la retórica tercermundista. Bolivia fue un ejemplo al respecto. El diario español El País informó, en noviembre del 2009: "'Querido Amigo y Hermano Revolucionario'. El presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, y su homólogo boliviano, Evo Morales, se unen con fines pacíficos y reiteran sus críticas al 'imperialismo' estadounidense" (Azcui, 2009). En la noticia se señala que ambos presidentes revisaron una agenda de cooperación en materia petroquímica, de hidrocarburos y agricultura, con más de 1.000 millones de dólares aportados por Irán. Ambos países firmaron un acuerdo para que Irán sea parte de un comité que estudia la explotación de la reserva de litio de Uyuni.

El objetivo de Irán en América Latina era establecer un sistema de cooperación alternativo a las instituciones económicas del norte como el Fondo Monetario Internacional. Por tanto, podemos observar claramente el mensaje tercermundista que hemos descrito, y debemos poner atención al énfasis en dos puntos importantes:

  1. La idea de un frente contrahegemónico internacional liderado por Irán.
  2. Que se considere a un organismo como el FMI como un agente de los intereses hegemónicos norteamericanos. Todo esto es una confirmación del pensamiento que está en los argumentos de Venezuela e Irán.

Los vínculos entre Irán y diversos países de América Latina incluyen:

- Venezuela e Irán han firmado más de 100 acuerdos de cooperación. Teherán invertirá 2.700 millones de euros en el sector petrolero.

- Bolivia: Ahmadineyad ha apoyado los programas de salud del presidente Morales y financiado la instalación de una planta petroquímica. Bolivia traslada su embajada de El Cairo a Teherán.

- Ecuador: Irán le otorgó un crédito de 80 millones.

- Nicaragua: Teherán ha financiado la construcción de 10.000 viviendas populares y varios proyectos de energía.

- Brasil: Irán supone el 28,7 % de las exportaciones brasileñas a Oriente Próximo. Además, el 80 % del comercio bilateral entre Irán y América Latina es entre Brasilia y Teherán (Gallego-Díaz, 2009).

TENSIONES EN TORNO A LA ALIANZA IRANÍ

Existen ciertas tensiones en relación con la alianza sudamericana con Irán y la retórica tan antinorteamericana del expresidente de Venezuela Hugo Chávez. Un ejemplo importante es Argentina, país que tiene una profunda desconfianza al régimen de Teherán, desde los atentados a la embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 y a la Asociación Mutual Israelita de Argentina en 1994. Este fuerte discurso cargado de simbolismo tercermundista que mantenían los presidentes de Venezuela e Irán era interpretado de no muy buena manera en otros países, lo que también significaba una cierta debilidad del modelo que buscaban impulsar. Es poco previsible que un gobierno de centro-derecha como el de Sebastián Piñera en Chile o de Juan Manuel Santos de Colombia se sintieran cómodos con este discurso.

A esto debemos añadir el aspecto militar, es decir, en América Latina existen problemas de límites nacionales entre distintos países, por tanto, el acercamiento militar entre Venezuela e Irán causa temores. En este sentido, el portal de noticias Eju! Informó a comienzos de 2011:

El régimen de Irán comenzó a inyectar 4.500 millones de dólares para fortalecer su influencia y sus operaciones en América del Sur, de la mano de su aliado principal, el venezolano Hugo Chávez. Por de pronto, en Teherán, el gobierno del presidente Mahmoud Ahmadinejad aguarda el año nuevo persa 1390, que se celebra en marzo, para desplazar esa masa de recursos al fortalecimiento de la Guardia Revolucionaria, la milicia Basij y, sobre todo, la Fuerza Quds de acciones especiales. Esta estructura militar tiene el encargo de incrementar sustancialmente su accionar en tres teatros principales de influencia: la triple frontera argentino-paraguaya-brasileña, Panamá y Venezuela. El comandante de la Fuerza Quds, Qassem Soleimani, acaba de aprobar el nombramiento de 150 posiciones de staff en América Latina durante 2011, incluyendo cargos burocráticos en el cuartel general así como posiciones operativas en la región. Como parte de esa masa de US$ 4.500 millones, Soleimani transfirió US$ 87 millones a la Fuerza Quds destinados a ser usados en América latina, incluyendo 7 millones de dólares para financiar acciones de la unidad de operaciones internacionales de Hezbollah en esta región. En Irán se descuenta que Soleimani ve a América latina como un escenario de enorme potencial para los intereses de Irán, por lo cual los recursos a inyectar deben estar a la altura de ese diagnóstico. Para Soleimani, la Fuerza Quds (sobre todo acciones violentas de Hezbollah en ultramar) tiene hoy un poderío mayor en zonas donde habitan comunidades de origen chiita (Martínez, 2011).

Irán y Venezuela ya tenían amplias dificultades políticas y económicas para asociarse, con esto las posibilidades bajaban aún más. Por otra parte, es evidente que por toda la carga político-simbólica de este acercamiento, haya muchos que piensen que no tiene futuro, por lo que es plausible que una oposición tan activa en contra de los poderes hegemónicos y en contra de la globalización no sea sostenible en el largo plazo, pero lo cierto es que los pasos que dieron ambos países fueron considerables en cantidad de dólares y tiempo invertidos, en visitas oficiales realizadas, en proyectos concretados, etc.

EL EFECTO SOCIAL INTERNO EN IRÁN

La revolución produjo en el pueblo iraní la esperanza de un futuro mejor, no obstante, la guerra contra Irak fue destruyendo ese sueño, pero luego de la contienda se comienzan a vivir nuevos y más auspiciosos tiempos. Sin embargo, la llegada de los conservadores al poder tuvo un doble significado: por una parte, demostró el descontento popular por una esperanza que no se vio bien correspondida; por otra, significó la llegada de nuevos actores sociales, que ya no canalizan su descontento a través del régimen, sino por medio de la acción social. Irán se ha jactado durante largo tiempo de tener una identidad milenaria bien definida. Complementario a eso, el antiimperialismo revolucionario ha demarcado también la identidad del pueblo iraní. Pero cómo esto se traduce o se relaciona con la sociedad iraní es complejo, lo cierto es que se están produciendo cambios graduales pero significativos en este sentido (Malony, 2002).

La revolución iraní quería ser la expresión de una cierta insurrección contra el imperialismo mundializado de Occidente. Se fijó por tarea realizar el reino de los desheredados (mostaz'afin) en la tierra, de acuerdo con una visión militante del tercermundismo cruzado de un islamismo influido por el izquierdismo (Khosrokhavar, 2009, p. 303). Cabe preguntarse entonces ¿percibe la sociedad civil que ese reino ha llegado o está próximo? ¿Será eficiente en este sentido la alianza con Venezuela? ¿Es lo que el pueblo quiere?

Antes que eso, pero en el mismo ámbito, debemos señalar que Irán presenta una cierta ambivalencia entre tradición y modernidad que recorre el debate social y el religioso interno. En ese sentido, el régimen que simboliza y garantiza un sistema social y político tradicional, también posee elementos modernos, pero la sociedad también comienza a despertar y reivindica la modernidad del régimen (Khosrokhavar y Roy, 2000). El triunfo de los principalistas en las elecciones del 2009 en Irán mostró que los jóvenes estudiantes y las mujeres que, dicho sea de paso, desde el comienzo de la era revolucionaria tuvieron un rol destacado, por ejemplo, utilizando el chador en las universidades en la época del sha, cuando estaba prohibido (Keddie, 2006), comenzaron a despertar y a protestar por una mayor liberalización del régimen, lo que puede traer consecuencias insospechadas, pero no necesariamente perjudiciales para el régimen en el largo plazo (Merinero, 2007a).

Se están desarrollando movimientos sociales en Irán que se están transformando en una contestación activa a la política del Estado. En este sentido, y relacionándolo con la idea de que los principalistas desprecian la democracia, cabe señalar que es probable que el pueblo iraní no esté interesado en una alianza con Venezuela, sino más bien en el desarrollo de mejores niveles de vida y una democratización del régimen.

Como señala María Jesús Merinero (2007):

Los movimientos sociales del Irán actual se constituyen en torno a algunos ejes en los que la relación con el mundo está como reimpulsada por la voluntad de definirse como una entidad autónoma, como una nación independiente, a fin de desafiar la pretensión a la mundialidad de los principios del islamismo político que detentan las riendas del poder. Tres movimientos comparten la escena pública: el movimiento de las mujeres, el de los intelectuales y, por último, el de los estudiantes […] Hay introversión de su movilización y no la extroversión suficiente y necesaria para promover un movimiento antimundialización que tuviera como referencia lo local y lo vmundial y en el que lo nacional no es más que, a lo sumo, uno de sus referentes (p. 305).

El objetivo contrahegemónico de estos grupos también existe, pero su contrahegemonía se dirige hacia los grupos conservadores y principalistas, por tanto, hacia adentro del país y no tanto hacia fuera. Las nuevas generaciones, al parecer, están más concentradas en la búsqueda de bienestar, mejores condiciones de vida, en vivir los frutos de la Modernidad, que en denunciar la arrogancia de Occidente (Merinero, 2007a, p. 312). En el ámbito de la globalización, por tanto, la sociedad iraní pugna por globalizarse manteniendo sus raíces, pero alejándose de la política maximalista de los principalistas4.

Algunos analistas incluso señalan que ante el avance que ha dado Irán en el contexto regional por establecerse como un país pivote, existen también dificultades internas insoslayables, entre ellas el movimiento de los estudiantes y el de las mujeres. Ambos grupos han ganado fuerza, los nuevos medios de comunicación les dan la posibilidad de agruparse y dialogar, pero a la vez de informarse y potenciarse. Este proceso, que es sumamente interesante, es complejo a la vez para las pretensiones del régimen, en la medida en que representa la pureza del islam y la verdad última, y pretende tener una exigencia ad eternum; sin embargo, si no hay apertura para tratar las pretensiones de ambos grupos, y todos los que puedan ir surgiendo, el régimen podría ir resquebrajándose (Maloney, 2008). El desafío para Irán entonces es enorme: por un lado, mantener una política internacional que permita crear un nuevo orden mundial, pero a la vez mantener el poder, aun cuando distintos grupos dentro de la sociedad comiencen a pugnar por apertura y democratización.

El resultado de las elecciones del año 2009 demostró cómo estos movimientos lograron hacerse ver y escuchar ante lo que percibieron fue un fraude electoral. La represión del régimen fue fundamental para mantener el sistema, pero quedó claro que, de ahí en adelante, este no puede seguir pensando que estos movimientos no existen o que pueden ser fácilmente cooptados o reprimidos.

El Movimiento Verde, que se generó a partir de las elecciones del 2009, está conectado con los movimientos sociales antes expuestos por su raigambre sociocultural y política5. Los jóvenes que se sintieron interpelados por el candidato reformista Mir-Hossein Mousavi eran principalmente universitarios, de sectores urbanos, lo que muestra que Irán se está enfrentando a un cambio paradigmático en su composición social, que aparejada una crisis de legitimidad política importante. La base de apoyo del presidente Mahmoud Ahmadineyad estaba en los sectores pobres, urbanos y rurales, en los que la retórica contestataria y por los desheredados logró calar hondo. Pero a su vez, fruto de los mismos logros del país en cuanto a escolarización y estándar de vida, la población urbana de clase media y media-alta no siente la misma identificación con ese discurso. Lo que intentaba hacer Mousavi, al parecer, era democratizar el pacto social de la era revolucionaria, la estrategia era forzarle la mano a la línea dura del régimen en la opinión pública (Hashemi, 2014). Sin embargo, el margen legal que deja el sistema político iraní para estas aventuras reformistas es bastante escaso, por lo que la oligarquía en el poder recurrió a la intimidación para acallar las protestas y ahogar las demandas por democratización.

El Movimiento Verde pasó por tres fases, según Nader Hashemi (2014): desde junio del 2009 hasta febrero del 2010, en la que las protestas se centraron en demandas por el voto, Where is my vote? era la consigna6; hasta ahí la idea era mezclarse con la multitud en las celebraciones religiosas, por lo que el carácter litúrgico de las conmemoraciones religiosas chiíes estaba siendo arrebatado al régimen. En la segunda fase, desde febrero del 2010 hasta enero del 2011, el movimiento pasa a una estrategia de reflexión y reformulación; este paso fue inevitable, dado que la represión del régimen fue contundente, pero el apoyo internacional a la causa del Movimiento Verde fue significativo. En la tercera fase comenzó la Primavera Árabe, en ese contexto el movimiento llamó a demostraciones públicas para contrarrestar los llamados del régimen a celebrarla como un "despertar islámico". Por tanto, la conexión entre Irán y la Primavera Árabe va más allá de la retórica de Tercer Mundo o de la instrumentalización de la religión por parte del régimen, la crisis de legitimidad que enfrenta el Gobierno es un elemento fundamental para entender esta conexión (Hashemi, 2014, p. 221).

Como señala Hamid Dabashi (2012), el surgimiento del Movimiento Verde es la demostración de que en Irán se está abriendo camino lo que el autor ha llamado una modernidad societal, en contraste con una modernidad política que ha fracasado y que ha tenido como dispositivo narrativo las metanarrativas contrarias al colonialismo europeo y norteamericano, y cuyo corolario han sido tres modelos de discursos: el nacionalismo anticolonialista, el socialismo tercermundista y el islamismo militante (p.13). Esta modernidad societal ha implicado el descrédito de estas narrativas (no necesariamente su desprecio), la sociedad iraní está más conectada con un cosmopolitismo mundano, que se caracteriza por conectar luchas sociales que habían estado ocultas bajo las grandes narrativas eurocéntricas, occidetalocéntricas, fin de la historia, choque de civilizaciones, etc. (Dabashi, 2012, p. 15).

Así como la Primavera Árabe demostró que la sociedad civil árabe estaba dispuesta a enfrentar directamente la represión, el Movimiento Verde demostró que la sociedad iraní está dispuesta a enfrentarse al régimen. La oligarquía iraní desconfía del efecto que pueda tener en la sociedad una apertura, temen que la globalización perjudique lo que han logrado en independencia, autodeterminación y cultura religiosa, todos frutos de la revolución de 1979 (Axworthy, 2013). La sociedad iraní no se revela en contra de esos valores, sino en contra de una oligarquía que considera ser la única garante de ellos. El régimen iraní teme a cualquier alzamiento popular, pero sus recursos para aplacarlos van más allá de la intimidación y la represión, la redistribución de las rentas del petróleo y el gasto social también son factores fundamentales (Maloney, 2011), por tanto, Irán ha adoptado diversos recursos para aplacar las protestas populares, a diferencia de lo sucedido en los países árabes, pero eso no significa que logre capitalizar el descontento popular de las masas desposeídas en el Medio Oriente.

La respuesta latinoamericana a estas manifestaciones en el mundo árabe estuvo enmarcada en el principio de no intervención militar y respeto de los derechos humanos. Venezuela y el ALBA, por su parte, condenaron la intervención de la OTAN señalando que la alusión a las violaciones de los derechos humanos ha valido como principio subsidiario que sirve a fines imperialistas (Galindo, Baeza y Brun, 2014, p. 136). Esta respuesta revela que hay una cierta coincidencia en América Latina en relación con la no intervención militar de parte de las potencias globales en conflictos regionales, pero también revela que no hay coincidencia en cuanto a la trascendencia universal de los derechos humanos. El déficit en relación con estos derechos, que ha sido consignado por organismos internacionales en Venezuela7, es un aspecto que emparenta al régimen de Venezuela con el de Irán; en ambos casos la retórica antiimperialista ha contemplado la utilización de los derechos humanos como excusa imperialista (Ramos, 2015).

Queda de manifiesto que después del Movimiento Verde y de la Primavera Árabe en Irán, la clase gobernante iraní quedó dividida (Behrooz, 2012). El sector reformista que había causado entusiasmo entre jóvenes y clases medias quedó más bien debilitado, pero con la elección de Hasán Rouhaní en 2013 pudieron volver al poder; sin embargo, con un apoyo menos entusiasta de la población, el intento del régimen de alivianar las tensiones con Occidente y Estados Unidos puede explicar la vuelta de los reformistas. Aunque es probable que las diferencias entre el ala reformista y los conservadores se exageren en la diplomacia occidental y estadounidense (Hakakian, 2013), y sus diferencias en el ámbito interno no sean tan grandes, lo importante es mantener vivo el sistema que se inició con la revolución de 1979; si para eso es necesario hacer algunas concesiones mínimas, entonces están dispuestos a hacerlas, en la medida que nada cambie sustancialmente.

CONCLUSIÓN

En la historia del siglo XX, el factor doctrinal fue fundamental para establecer alianzas internacionales entre países y bloques. En el marco de la Guerra Fría, los países occidentales y los países del bloque del este establecieron un sistema internacional que perduró por cuatro décadas, en ese contexto surgió el Tercer Mundo. El discurso tercermundista se basaba en la búsqueda de un nuevo trato internacional, de un sistema en el que los desposeídos de antes tuvieran cabida; se basaba en la desconfianza a toda forma de imperialismo y sujeción de los pueblos del Sur Global.

Esta desconfianza no es gratuita, existe una larga historia de intervencionismo europeo y estadounidense en todo el Tercer Mundo, sin embargo, tal como demuestra la historia del proyecto tercermundista, mucho de su fracaso se debió a problemas internos (despilfarro fiscal, Estados patrimoniales, corrupción, etc.). Las élites tercermundistas creyeron que sus proyectos políticos se fundaban en la justicia, por su radical rechazo al imperialismo y su apelación a la liberación de los pueblos oprimidos, sin embargo, aquello no garantizó mayor justicia social en el plano interno.

Irán es un país que ha apelado constantemente a su milenaria historia para afirmar su identidad, si bien estuvo bajo la influencia de los imperios coloniales europeos en los siglos XIX y XX, nunca fue directamente colonizado. No obstante, esa influencia imperialista sigue pesando en el discurso nacionalista iraní. Ese discurso mezcla el pasado persa y al islam chiita duodecimano. El tercermundismo es y ha sido un elemento importante en el discurso de política exterior de la República Islámica; los líderes de la recién creada República entendieron que su experimento político no sobreviviría si las potencias occidentales intervenían. Por eso, un proyecto internacional que apelara a la independencia, a la diversidad, a la descolonización y a los proyectos alternativos era atractivo para ellos.

El tercermundismo como factor doctrinal explicativo de la política exterior de Irán y Venezuela durante las presidencias de Mahmoud Ahmadineyad y Hugo Chávez respectivamente, permite entender cómo dos países distantes geográfica e históricamente pueden asociarse. Sin embargo, ese mismo factor no logra explicar cómo un país que experimenta profundos cambios sociales mantiene un sistema político rígido, con escasas posibilidades de dar cabida a voces disidentes. El discurso tercermundista, con su apelación al antiimperialismo, es radical en el plano internacional, pero puede ocultar un orden interno conservador, oligárquico y antidemocrático.

La pregunta que cabe hacerse entonces es: ¿sienten los pueblos iraní y venezolano la necesidad de acercarse mutuamente? La respuesta más probable es que no, la necesidad de los nuevos actores sociales iraníes por profundizar la democracia, abrirse paso en el mundo globalizado manteniendo la política que tanto caracteriza a Irán de independencia y autonomía, es más relevante al parecer. La sociedad civil iraní probablemente cree en los ideales del Tercer Mundo, pero la democratización del sistema internacional, al parecer debe partir desde adentro, ciertamente el aislamiento internacional no es objetivo de estos nuevos actores sociales. El Movimiento Verde iniciado en 2009, y la repercusión de la Primavera Árabe a partir del 2011, prueban que existe una tensión entre el régimen y la sociedad civil iraní que aún no está resuelta, y probablemente no se resolverá en el corto plazo, dadas las características del sistema político iraní. Es altamente probable que en el futuro próximo veamos nuevas manifestaciones, es probable también que el régimen vuelva a reaccionar con dureza, pero asimismo es posible un cambio paulatino que no deje contentos a todos, pero la capacidad de acción de la élite iraní es mayor que la que tuvieron los líderes árabes durante la Primavera Árabe. Lo que suceda en el futuro próximo con la República Islámica dependerá de la capacidad del pueblo de presionar lo suficiente al régimen por cambios, sin embargo, los principios fundamentales de la política exterior que expusimos difícilmente cambiarán.


NOTAS

1 Los principios de la Conferencia de Bandung nos pueden ayudar a entender la idea de justicia y nuevo orden internacional que quería conseguir el proyecto tercermundista, esos principios son:

  1. Respeto por los derechos fundamentales del hombre y por los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
  2. Respeto para la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones.
  3. Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de todas las naciones, grandes y pequeñas.
  4. Abstención de intervenciones o interferencia en los asuntos internos de otros países.
  5. Respeto al derecho de toda nación a defenderse por sí sola o en colaboración con otros Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
  6. Abstención de participar en acuerdos de defensa colectiva con vistas a favorecer los intereses particulares de una de las grandes potencias y abstención por parte de todo país de ejercer presión sobre otros países.
  7. Abstención de actos o de amenaza de agresión y del uso de la fuerza en los cotejos de la integridad territorial o de independencia política de cualquier país.
  8. Composición de todas las vertientes internacionales con medios pacíficos, como tratados, conciliaciones, arbitraje o composición judicial, así como también con otros medios pacíficos, según la libre selección de las partes en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
  9. Promoción del interés y de la cooperación recíproca.
  10. Respeto por la justicia y las obligaciones internacionales.
2 El nacionalismo al que nos referimos se fundamenta en principios articulados a partir de la revolución de 1979, cuyo eje fundamental es el islam shii. A diferencia del periodo anterior, en que el sha también explotó el nacionalismo, la raigambre de este era más bien étnica (persa). Sin embargo, es pertinente preguntarse si verdaderamente existen diferencias significativas en ambos discursos. La complementariedad entre lo persa y lo shii permite entender la idea detrás del nacionalismo iraní, de que Irán es un país distinto al de sus vecinos y que merece un rol especial en la región. Para profundizar en este tema ver Hammad (2014).
3 En relación con este punto se recomienda ver Fontaine (2010), en donde el autor, basándose en la experiencia de los países andinos, elabora una teoría sobre los conflictos sociales y ambientales que genera la dependencia del petróleo. Problemas como el abastecimiento constante, la satisfacción constante de la demanda sin sacrificar el desarrollo humano, y la dependencia del mercado mundial.
4 Este descontento se puede ver reflejado en la película Persepolis, del 2007, basada en la novela gráfica de la iraní, radicada en Francia, Marjene Satrapi, en la cual una niña que vive la revolución es enviada a vivir por sus padres a Europa. La pugna que se ve en la película por mantener un estilo de vida que acerque a los jóvenes más globalizados es muy interesante. Cuando Satrapi volvió a Irán experimentó un profundo desaliento por el desarrollo de la revolución, lo que finalmente hace que vuelva a vivir a Europa. Este es un testimonio de cómo la juventud iraní ha vivido en una verdadera encrucijada en los últimos veinte años.
5 En las elecciones presidenciales de junio del 2009, el presidente en ejercicio, Mahmoud Ahmadineyad, derrotó al candidato reformista independiente Mir-Hossein Mousavi por un amplio margen. Sin embargo, se desataron oleadas de protestas debido a lo que se percibió como un fraude electoral. Principalmente jóvenes universitarios, que percibieron en Mousavi una oportunidad de apertura, fueron los que protestaron, en lo que se denominó como Movimiento Verde, dado que el color que identificaba al candidato reformista en dichas elecciones era el verde.
6 El hecho de que los jóvenes universitarios escogieran una consigna en inglés y la mostraran en pancartas por fotos a través de las redes sociales demuestra que existía una estrategia deliberada por proclamar su protesta al mundo forzando al régimen en el ámbito de la opinión pública internacional.
7 Ver informe de Humans Rights Watch (2013).


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