* DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n29.01

Presentación*

Martha Ardila
Editora

Al culminar un período presidencial, analistas tienden a hacer un balance de gestión del gobierno que termina, de sus cambios y continuidades, y de su impacto en diversos sectores de la sociedad. En el plano internacional, en la revista OASIS no quisimos quedarnos atrás y es por ello que este número lo dedicamos a realizar un balance de la política exterior de la administración de Juan Manuel Santos (2010-2018). Y lo hacemos seis meses después, para marcar distancia del gobierno que se fue, con cabeza fría, y con algunos parámetros de comparación con el cual comienza.

En el ámbito de las relaciones internacionales y, más aún, de algunos estudiosos y de la sociedad en general, tienden a confundirse conceptos como política exterior y política internacional. El primero se refiere a las acciones y políticas del Estado y del gobierno, y se acerca a las políticas públicas, mientras que la política internacional es un ámbito de estudio que comprende las relaciones externas de otros actores no gubernamentales. En OASIS 29 examinamos la política exterior, principalmente, como una política pública que implementó el gobierno de Juan Manuel Santos.

En el diseño e implementación de la política exterior de un país, inciden una serie de factores sistémicos, gubernamentales, no-gubernamentales e idiosincráticos, y los diversos jefes de Estado tienden a imprimir matices de acuerdo con su ideología, tradiciones, percepciones, valores, ideas y preferencias. Entre los sistémicos, Estados Unidos y el tema de drogas han ocupado un lugar importante durante muchos años. Incluso muchos analistas, aun hoy en día, se refieren a un respice pollum y a una narcotización de la política exterior colombiana. Hay otros elementos como la geopolítica en términos de ubicación del país, de recursos naturales, de historia, que retoman relevancia, y más para un país como Colombia con múltiples pertenencias como la andina, la amazónica y con vertientes hacia el Pacífico y el Atlántico, con un archipiélago como San Andrés y Providencia más cerca de Nicaragua que del propio territorio nacional en donde el tema de soberanía se encuentra en jaque. En cuanto a los otros factores, que son tanto estructurales como coyunturales, los elementos idiosincráticos adquirieron un significado especial durante el gobierno de Santos, al transitar de la ideologización de Álvaro Uribe a un marcado pragmatismo y liderazgo, con tintes de diplomacia presidencialista.

En este sentido, el presente número de OASIS, examina aspectos bilaterales y multilaterales, estructurales y coyunturales, políticos y, en menor medida, económicos. Vale resaltar la relación entre lo interno y lo externo, la vinculación entre Estado y sociedad, y la búsqueda de mayores márgenes de autonomía para la inserción externa colombiana. Algunos artículos quisieron cubrir diversos aspectos de la inserción internacional y otros profundizaron en un tema. Ocupa un lugar especial la internacionalización de la paz, y el apoyo de la comunidad internacional a los diálogos de La Habana y al posconflicto.

Casi todos los artículos hacen parte del dossier temático titulado Inserción internacional de Colombia. Los dos primeros, analizan la política internacional de Santos en sus grandes lineamientos y realizaciones. Enfatizan en las dinámicas internas en su interacción con el escenario internacional durante los 8 años de gobierno. La profesora Diana Rojas concluye que el gobierno de Santos mostró una gran coherencia entre lo que se propuso y lo que implementó, mientras que Ardila y Clemente señalan que hubo un acomodamiento pragmático. Por su parte, Galeano, Badillo y Rodríguez, señalan que mientras Uribe privilegió el bilateralismo con Estados Unidos, Santos se acercó a la región y a la Unión Europea en aras de financiar y mantener en marcha el proceso de negociación con las Farc.

Siguiendo con la internacionalización de la paz, Sánchez y Campos revisan también los factores sistémicos y domésticos que incidieron en la búsqueda de apoyo interno y externo para consolidar el proceso de paz. Señalan que el gobierno de Santos impulsó una diplomacia activa para la paz, basada en el acercamiento regional, la diversificación estratégica y la búsqueda de prestigio para potenciar a Colombia en el sistema internacional.

Posteriormente, se incluyen dos artículos relacionados con nuevos temas de la agenda internacional colombiana, como seguridad -en cuanto a la cooperación militar-, y migración. Es así como Germán Castro examina la relación con Estados Unidos, la lucha contra las drogas y el Plan Colombia, e incursiona en las relaciones de cooperación entre Colombia, la Unasur y Brasil. Concluye que la cooperación militar con Estados Unidos ensombreció los vínculos de Colombia con la región. No obstante, parecería que la seguridad deja de vincularse con la migración. En este sentido, Polo, Serrano y Cardozo examinan la consolidación de una política migratoria con Ecuador, y muestran avances institucionales y económicos del vecino país para acoger a los migrantes colombianos.

Por otra parte, el artículo de Héctor Rojas es una crítica a los funcionarios diplomáticos, muchos vinculados con el clientelismo que ha caracterizado la política exterior colombiana. Señala que quienes suelen representar al país no son los mejores, ni más capacitados, sino los más cercanos al poder. Concluye que la construcción de una estrategia conjunta entre muchos actores vinculados con los temas internacionales, podría contribuir con la gestión de la política exterior que se debate entre la influencia y la independencia. No obstante, respecto al servicio exterior, Galeano, Badillo y Rodríguez, señalan que Santos tuvo gestos importantes como el aumento continuo del presupuesto al Ministerio de Relaciones Exteriores y la ampliación de las misiones diplomáticas en el exterior.

Luego de un recorrido de aspectos políticos bilaterales, el dossier incluye dos artículos vinculados con la diplomacia multilateral durante el gobierno de Juan Manuel Santos. El artículo de Luis Fernando Vargas sobre la Alianza del Pacífico, revisa los vínculos de cooperación internacional entre sus miembros, a partir de los avances que se han podido constatar en su interacción. Concluye que, a pesar de que la cooperación no es la esencia del acuerdo, resulta indudable el avance en esta materia.

Continuando con organismos regionales, el artículo de Ortiz, Montero y Chaves, analizan la naturaleza de la Unasur como proyecto de diálogo y concertación política y su vigencia a pesar del actual contexto de crisis. Sostiene que Colombia debió continuar en el bloque regional para evitar un nuevo episodio de aislamiento regional que afecte su proyección internacional a corto y mediano plazo.

Este dossier no se limita a lo político, sino que también hace alusión a la diplomacia económica, que fue muy importante durante la administración Santos. En este sentido, el artículo de Ojeda, Perea y Puerto, identifica las acciones estratégicas de Marca Colombia entorno a la inversión extranjera directa durante el período 2010-2015. Este fue uno de los pilares en los que se apoyó la diplomacia económica y en el que se creyó que aumentaría con el acuerdo de paz.

Para terminar, un artículo que se distancia del tema del dossier, el de Fernández y Olmedo que examina el Congreso de Viena y el intento de un freno a la historia de los principios de soberanía y de igualdad jurídica de los Estados. Son principios que, aunque han sufrido modificaciones, continúan siendo importantes y los Estados se encuentran apegados y temerosos de ir a perder soberanía. Sin lugar a dudas, este ha sido uno de los obstáculos para avanzar en el multilateralismo y en la unificación de agendas regionales integracionistas, así como en el de darle mayor participación a diferentes actores de la sociedad y de las regiones, que avanzan en sus propios procesos de internacionalización.

Finalmente, la revista OASIS quiere agradecer a todas las personas que hicieron posible la realización de este número: a los autores por sus análisis, a los evaluadores que con sus comentarios y críticas enriquecieron todos y cada uno de los artículos, a las directivas y personal administrativo del Cipe, de la Facultad y de la Universidad.