10.18601/16577558.n30.07

Desigualdades en América Latina y el Caribe

Inequality in Latin America and the Caribbean

Mariela Andrea Mesa Suárez*

* Doctora en estudios políticos, magíster en gobierno y políticas públicas y economista de la Universidad Externado de Colombia. Especialista en evaluación de proyectos de la Universidad de los Andes. Docente de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá, (Colombia). [mariela.mesa@uexternado.edu.co]. [https://orcid.org/0000-0002-6742-2924]

Recibido: 30 de marzo de 2019 / Modificado: 13 de mayo de 2019 / Aceptado: 14 de mayo de 2019

Para citar este artículo:

Mesa Suárez, M. A. (2019). Desigualdad en América Latina y el Caribe. OASIS, 30, pp. 117-132. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n30.07


RESUMEN

El propósito de este artículo es hacer una reflexión respecto a la desigualdad en América Latina y el Caribe, de esta manera se hacen abstracciones en tres dimensiones: la región frente a otras latitudes, diferencias entre países de la zona e introspección al interior de aquellos países más desiguales. Para ello se acude a los indicadores sociales y de desarrollo.

Palabras clave: Latinoamérica y el Caribe, desigualdad, desarrollo humano.


ABSTRACT

The purpose of this article is to reflect on inequality in Latin American and the Caribbean. An analysis is presented based on three dimensions: a comparison of the region vis-a-vis other latitudes, differences between countries in the region, and an analysis of the countries with the most inequality. Social and development indicators are used to meet these objectives.

Key words: Latin America and the Caribbean, inequality, human development.


INTRODUCCIÓN

La desigualdad es un fenómeno que afecta a América Latina. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) con sus tres componentes: esperanza de vida al nacer, años de escolaridad e ingreso bruto per cápita; junto con otros indicadores de desarrollo, son mediciones útiles para concluir a este respecto. Aunque los indicadores sociales han mejorado en una parte considerable de América Latina, todavía persisten desigualdades significativas. De este modo, el área geográfica, la etnia, el género y el estrato socio-económico son determinantes de las oportunidades con las que los individuos nacen y de la posibilidad de moverse socialmente a condiciones más favorables, o al menos no estar en riesgo de caer en estados de pobreza o pobreza extrema.

El artículo en su primera parte hace una introducción, en el segundo apartado se ocupará de hacer un recuento de los principales indicadores de desigualdad, comparando a América Latina y el Caribe como un todo con el resto de regiones del mundo; en la tercera parte se hacen comparaciones entre los diferentes países de la región; en la cuarta se realizan cortas reflexiones respecto a la desigualdad al interior de aquellos países considerados como más desiguales y, finalmente, en el último acápite o conclusiones se hace un breve recuento de las principales afirmaciones hechas a lo largo de este trabajo.

Sin tratarse de una reflexión teórica, podría decirse que el artículo, en términos generales, se suscribe al paradigma globalista o pluralista pues "percibe un conjunto más complejo de relaciones no solo entre gobiernos nacionales sino también entre actores no estatales involucrados no solo en los asuntos de la guerra y de la paz sino también en temas tales como el bienestar económico y social" (Pearson & Rochester, 2004, p. 21), es decir, trata de ir más allá del paradigma crítico.

En cuanto al origen y tratamiento de los datos, debe anotarse que todos los indicadores expuestos en la segunda y tercera parte del artículo provienen de los listados presentados en el informe del Pnud Índices e indicadores de desarrollo humano actualización estadística de 2018. El trabajo consistió en seleccionar, extraer, organizar y analizar, de manera crítica, la información estadística presentada en dicho informe. Por su lado, los datos que se presentan en la cuarta parte provienen de diferentes análisis hechos por otros autores.

AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE FRENTE A OTRAS REGIONES DEL MUNDO

Si bien como región, y comparada con otras latitudes, América Latina y el Caribe como un todo registra unos indicadores sociales relativamente satisfactorios, la Zona es reconocida como la más desigual de todo el mundo.

Con un crecimiento anual medio entre 1997 y 2017 de 0,71 en su IDH, América Latina y el Caribe tiene uno de los ritmos de ascenso más bajo en este indicador si se le compara con el resto de regiones que establece el Pnud: 1,39 en Asia Meridional; 1,30 en Asia Oriental y el Pacífico; 1,12 en África Subsahariana; 0,84 en los Estados árabes y 0,62 en Europa y Asia Central.

La región en conjunto registró en 2017 un IDH de 0,758 ubicando al continente en el grupo de desarrollo alto, por debajo de Europa y Asia Central (0,771), pero por encima de: Asia Oriental y el Pacífico (0,733), Estados árabes (0,699), Asia Meridional (0,638) y África Subsahariana (0,537).

Si se tiene en cuenta el Índice de Desarrollo Humano Ajustado por Desigualdad1 (IDH-D), con una pérdida del 22% frente al IDH sin ajustar, la región se ubicaría por debajo no solo de Europa y Asia Central, sino también de Asia Oriental y el Pacífico. Y es que la desigualdad, tal como se verá más adelante, se ha convertido en un cuello de botella para la región.

Infortunadamente, el ingreso per cápita en la región (US$ 13.671 anuales) está por debajo del de los Estados árabes con US$15.837, Europa y Asia Central con US$15.331, y Asia Oriental y el Pacífico con US$13.688; luego como Zona el continente está por encima únicamente de Asia Meridional US$6.473 y África Subsahariana US$3.399.

No obstante, Latinoamérica y el Caribe tienen la esperanza de vida más alta al nacer, mientras en la región se espera que el número de años que permanecerá vivo un recién nacido es de 75,7 años, este mismo indicador en África Subsahariana es de 60,7 años; 69,7 años en Asia Meridional y de manera muy similar al continente americano estarían los Estados árabes con 71,5 años, Europa y Asia Central con 73,4 años, Asia Central y el Pacífico con 74,7 años.

En cuanto a los años promedio de escolaridad que una persona de 25 años o más ha cursado, Europa y Asia Central con 10,3 años está por encima de la región latinoamericana y caribeña que registra 8,5 años, seguido de Asia Oriental y el Pacífico con 7,9 años; los Estados árabes con 7 años, Asia Meridional con 6,4 años y África Subsahariana con 5,6 años.

Aun cuando se verá que el género es un factor que puede atizar los problemas de desigualdad en la región, América Latina y el Caribe como zona presenta un índice de desigualdad de género bajo en comparación con otras áreas del planeta. Este indicador, de tres dimensiones: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral, es de 0,386 para la región, únicamente superado por Europa y Asia Central (0,270) y Asia Oriental y Pacífico (0,312); pero con resultados más favorables que África Subsahariana (0,569), los Estados árabes (0,531) y Asia Meridional (0,515).

De este modo, la tasa de mortalidad materna, es decir, el número de muertes causadas por fenómenos relacionados con el embarazo en América Latina y el Caribe es de 67 casos por cada cien mil habitantes, siendo similar a la de Asia Oriental y el Pacífico con 62 casos; se encuentra muy por debajo de los 549 casos de África Subsahariana, los 176 de Asia Meridional, o los 149 de los Estados árabes; no obstante, se ubica por encima de las 24 muertes de cada cien mil madres por causas relativas al embarazo de Europa y Asia Central.

El número de mujeres que ocupan asientos en el Parlamento de Latinoamérica es el más representativo entre regiones, así la proporción de escaños ocupados por mujeres, expresada como proporción del número total de escaños, es de 28,8%, superior a África Subsahariana 23,5% de los escaños, Europa y Asia Central 20,7%, Asia Oriental y el Pacífico 19,8%, Estados árabes 18% y Asia Meridional 17,5%.

Latinoamérica y el Caribe son la única región en la que el porcentaje de mujeres con algún tipo de educación secundaria supera a la proporción de hombres con este tipo de formación; 59,5% mujeres contra 59,1% de hombres. Este indicador regional contrasta con Asia Meridional donde solo el 39,8% de mujeres logran alcanzar este grado de escolaridad mientras 60,6% de hombres lo hace. Este índice tiene en cuenta las personas de 25 años o más que han accedido a la educación secundaria, aunque no la hayan terminado.

COMPARACIONES ENTRE PAÍSES

En el aparte anterior se trató de contextualizar a toda América Latina y el Caribe como región en el escenario mundial, en esta sección se harán comparaciones entre los diferentes países del área sobre la base de índices e indicadores de desarrollo humano.

El gráfico 1 muestra la comparación entre los IDH y los IDH-D para los distintos países del continente, entre mayor sea la diferencia de los dos indicadores significa que el país maneja mayores grados de desigualdad. Las diferencias porcentuales más grandes entre estos dos índices se encuentran en Haití (39%), Guatemala (28,2%), Bolivia (25,8%), Honduras (25,6%), Paraguay (25,5%), Brasil (23,9%) y Colombia (23,6%). No es casualidad que tres de estos siete países registren, junto con Panamá, los coeficientes Gini2 más altos de la región, que sobrepasan 0,5: Brasil (0,513), Colombia (0,508) y Honduras (0,5).

La región actualmente tiene tres países con desarrollo humano muy alto, es decir con IDH superiores a 0,8: Chile, Argentina y Uruguay. Diecisiete países tienen un desarrollo humano alto con un IDH entre 0,7 y 0,799. Hay seis países con desarrollo humano medio, pues registran IDH entre 0,550 y 0,699: Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Guyana, Guatemala y Honduras. Y a Haití, que por tener un IDH inferior a 0,550 se considera que tiene desarrollo humano bajo.

De estos 28 países, tres ocuparon el mismo puesto en la clasificación del 2017 y 2012: Chile (44), Perú (89) y Haití (168). Once países descendieron de posición, entre los cuales, los casos más significativos fueron Venezuela que bajó 16 puestos pasando del lugar 62 al 78 y Trinidad y Tobago que descendió 7 lugares. Por su lado, 13 países mejoraron su posición, por ejemplo, República Dominicana ascendió 8 puestos, mientras que Brasil 7.

Las disparidades en el continente no solo se dan en relación con ingresos, en la dimensión educativa, por ejemplo, se pueden mencionar casos extremos: mientras en Cuba una persona de 25 años o más recibe 11,8 años en promedio de escolaridad, en Haití la media es de 5,3 años cursados y en Honduras es de 6,5 años.

La esperanza de vida es otro indicador en el que se pueden establecer contrastes, una persona que nace en Costa Rica se espera que viva 80 años, en tanto que en Haití y la Guyana se le pronostican a los recién nacidos 63,6 años de vida o 66,8 años respectivamente.

Si bien ya se han nombrado los países con coeficientes de Gini más altos, vale la pena contrastar ingresos nacionales brutos percápita. Así, en tanto que en Trinidad y Tobago, país de Latinoamérica con mayor ingreso por persona, la cifra alcanza los US$28.622, en Haití el ingreso promedio por habitante es de US$1.655. Con el agravante de que estas cifras pueden empeorar, pues la caída en el dinamismo de la demanda agregada mundial está golpeando de manera negativa al continente, la desaceleración económica está dejando a su paso indicadores laborales desmejorados y con ello menores niveles de ingreso.

El ingreso per cápita cobra aún más relevancia en esta descripción, si se contrasta el ingreso promedio entre hombres y mujeres. Según cálculos del Observatorio Internacional de Derechos Humanos (OIDH) basados en cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) la diferencia entre la media de ingresos de hombres y mujeres, en algunos países, puede ser tan abismal que los ingresos masculinos duplican los femeninos, es el caso de Argentina donde mientras el ingreso per cápita de las mujeres es de US$12.395 el de los hombres alcanza los US$24.789, República Dominicana cuyo ingreso per cápita femenino es de US$8.909 y el masculino es de US$18.975, y la Guyana donde una mujer gana en promedio US$4.543 y un hombre obtiene US$10.295.

La participación femenina en política deja bastante que desear, pues en general se observa que los parlamentos de la región en su mayoría están integrados por hombres. Bolivia es el país de América Latina y el Caribe donde mayor proporción de mujeres ocupa escaños en este cuerpo colegiado 51,8%, en el resto de países dicha proporción no alcanza el 50%, y hay casos como el de Haití en los que apenas el 2,7% de las curules son ocupados por mujeres.

La tasa de mortalidad materna es otro indicador en el cual se evidencia gran disparidad en el continente; de esta manera las 15 mujeres por cada 100.000 habitantes que mueren en Uruguay por causas relacionadas con el embarazo, parece insignificante si se les compara con las 359 de Haití, las 229 de la Guyana o las 206 de Bolivia.

La pobreza no solo es una cuestión de ingresos, también puede medirse de acuerdo con las privaciones simultáneas que sufren las personas en su salud, educación y calidad de vida. Según los umbrales utilizados para determinar la puntuación de las privaciones la población puede clasificarse en: vulnerable, pobre multidimensionalmente, o en situación de pobreza extrema. Llama la atención Haití, donde casi la mitad (47,6%) de la población se encuentra en situación de pobreza multidimensional; también preocupa el 29,1% guatemalteco y el 20,5% boliviano. Haití vuelve a ser preocupante si se reflexiona en que más del 23% de su población vive con menos de US$1,99 diarios.

Mientras en Guatemala el 46,7% de los niños y niñas menores de 5 años tienen problemas de malnutrición, en países como Chile este indicador es del 1,8%. En cuanto a la mortalidad en lactantes, Haití vuelve a mostrar indicadores alarmantes pues 50,9 de cada mil de sus niños muere en esa edad, mientras que Cuba tiene el resultado menos desalentador (4,2 de cada mil) en este indicador.

Cuba y Belice muestran los indicadores más altos de población mayor de 25 años con al menos alguna formación secundaria 86,9% y 78,6% respectivamente y también exhiben las menores tasas de deserción escolar en la primaria 5,4% y 1,2% en el mismo orden; en Guatemala apenas el 37,8% de su población mayor de 25 años alcanza algún tipo de formación secundaria y 25,2% abandona la escuela primaria.

En cuanto a la tasa de homicidios los contrastes son ineludibles: Bolivia por su lado exhibe una tasa de 6,3 por cada cien mil habitantes, mientras los casos de Venezuela y El Salvador son los más preocupantes con tasas de 56,3 y 82,2 por cada cien mil habitantes respectivamente.

DESIGUALDAD AL INTERIOR DE LOS PAÍSES MÁS INEQUITATIVOS

En el apartado anterior se identificaron los países más desiguales, bien fuera siguiendo el índice de Gini o identificando aquellos en que el IDH y el IDH-D son más distantes. En esta sección lo que se hará son cortas reflexiones respecto a la desigualdad al interior de los mismos: Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá y Paraguay.

Bolivia

Al igual que en otros países, en Bolivia hay una marcada diferencia de oportunidades para quienes viven en los campos y aquellos que habitan las ciudades, para quienes son indígenas y aquellos que no lo son. Según Wanderley (2017) en 2015 en áreas rurales el 33% de la población se encontraba en pobreza extrema y el 55% en pobreza moderada; en tanto que en áreas urbanas las cifras bajaban a 9,3% en pobreza extrema y 31% en pobreza moderada. Mientras entre la población no indígena el 11% estaba en pobreza extrema y el 31,9% se situaba en pobreza moderada, la población indígena manejaba 26,8% en pobreza extrema y 49,9% en pobreza moderada; de esta manera, para aquellos que combinaban las dos condiciones de vulnerabilidad, habitar en zonas rurales y ser indígena, elevaba la probabilidad de sufrir de pobreza moderada en un 62,3% y de vivir en pobreza extrema en 39,2%.

El género parece ser otra condición que afecta las oportunidades, a pesar de que la ley de cuotas funciona bien en el momento de lograr escaños en el parlamento para las mujeres bolivianas, las decisiones parecen ser tomadas por los partidos políticos; ha habido escándalos en los que las mujeres parecen ser acosadas una vez han obtenido su cargo, forzándolas a renunciar.

Las mujeres indígenas que viven en los campos parecen estar en triple desventaja, pues se les dificulta hablar y leer en español, por otro lado, no tienen las mismas oportunidades de asistir a reuniones en las que los hombres aprenden respecto a la legislación y los asuntos políticos. Adicionalmente, los hombres son los únicos que pueden poseer tierras.

Aunque es progresista, [la ley de cuotas] no afecta los papeles tradicionales de género en la sociedad boliviana y, por lo tanto, no ayuda a eliminar las barreras para la participación de las mujeres. Con frecuencia no se las percibe como la mejor opción para el liderazgo ya que tienen una doble carga de trabajo: la responsabilidad de los cuidados domésticos como también labores productivas (ChristianAid, 2017, p. 31).

El caso de Bolivia es similar al caso ecuatoriano, la norma y la efectividad de la misma son distantes en el tiempo, como evidencia de esto se puede decir que aun cuando desde la Constitución de 1998 se estableció la participación equitativa de hombres y mujeres en el ámbito político3, en el 2011 "6 de cada 10 mujeres habían sido víctimas de violencia […] 1 de cada 4 mujeres había vivido violencia sexual" (Asamblea Nacional de la República del Ecuador, 2018, p. 3), lo que entre otros antecedentes motivó a dictaminar la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres en febrero del año pasado, que en su artículo 28 establece que el Órgano Rector del Trabajo debe preveer y motivar una serie de iniciativas para proteger a las mujeres. Según cifras del Pnud el 38% de los escaños políticos en 2017 estaban en cabeza de mujeres.

Brasil

Brasil tiene una de las economías más grandes del planeta y ha logrado reducir las desigualdades y la pobreza de manera importante; sin embargo, continúa figurando entre los países más desiguales del mundo. En 2017 la Oxford Committee for Famine Relief (Oxfam) publicó el estudio "La distancia que nos une: un retrato de las desigualdades brasileñas", en el cual insistía en la importancia de afrontar las causas estructurales de las desigualdades en el país, entre las que figuraban: un sistema tributario injusto, limitadas inversiones sociales, carencias del sistema educativo y la discriminación femenina y hacia los negros.

Las principales conclusiones del estudio de Oxfam pueden resumirse en unas pocas cifras:

Para ganar lo mismo que una persona del 1% más rico devenga en un mes, un brasilero con un salario mínimo debería trabajar 19 años. De cada 10 personas seis ganan US$253 mensuales, esto es menos de US$8,5 diarios. Si se mantienen las tendencias de los últimos años, la igualdad salarial entre hombres y mujeres puede tardarse hasta el 2047, y entre negros y blancos hasta el 2089. Mientras el 67% de los negros tienen un ingreso mensual de un salario mínimo y medio, 46% de los blancos tienen ingresos igual de bajos. Y en tanto que el 65% de las mujeres tienen ingresos máximos de este monto, el 52% de los hombres ganan tan poco.

Brasil se tardaría 75 años para llegar a los niveles de igualdad del Reino Unido, 60 años para ser comparable con España y 35 para estar a la par con Uruguay. Sin embargo, debe abonársele que en los últimos 15 años Brasil logró sacar de la pobreza a 28 millones de personas, es decir, redujo la pobreza en más de un 10%. No obstante, hay que tener en cuenta que el 61% del crecimiento económico logrado entre el 2001 y el 2015 benefició únicamente al 10% más pudiente de la población.

El sistema fiscal brasileño está en mora de ser saneado, por ejemplo: el impuesto a las grandes fortunas, aunque dispuesto por la Constitución brasilera, nunca ha sido instaurado; el gobierno podría elevar su recaudo fiscal en R$60.000 millones anuales si levantara la exención de impuesto sobre los beneficios y dividendos de los grandes inversionistas. Combatiendo la elusión fiscal se podría incrementar el recaudo en varios sectores de la economía; adicionalmente, es necesario propender por un sistema tributario más progresivo, pues bajo el actual la población más pobre tributa proporcionalmente más que los que están en condiciones más aventajadas.

Un caso de estudio interesante al interior del gigante latinoamericano es el de los quilombolas, afrodescendientes que se refugiaron en la selva para huir de la esclavitud en el siglo XIX. Esta población está organizada en más de 3.000 comunidades que son víctimas de exclusión, uno de sus principales problemas es el acceso a la tierra, no obstante y los cambios constitucionales de hace 25 años, les concedieron el derecho a la propiedad colectiva de la tierra a estas comunidades, hoy en día solo unas 230 colectividades (menos del 8%) han adquirido su título de propiedad colectiva.

Esta inercia institucional, junto con la creciente concentración de la tierra en manos de terratenientes y multinacionales, ponen en riesgo a las comunidades quilombolas y otras etnias. Frente a esto se recomienda de nuevo modernizar el sistema fiscal:

Hay un enorme potencial para que los impuestos sobre el patrimonio fomenten la igualdad si se diseñan correctamente. Las 5.000 familias más ricas poseen un patrimonio calculado en un 40% del PIB del país y aun así los impuestos sobre el patrimonio siguen siendo pasados por alto como una fuente viable, y equitativa, de ingresos tributarios (ChristianAid, 2017, p. 27).

Las mujeres quilombolas tienen poca capacidad de llegar a los mercados y programas institucionales de comercialización, lo que les impide ser competitivas a la hora de colocar sus productos; esto ocurre en parte porque la documentación necesaria es entregada solo a sus maridos y también por las responsabilidades domésticas que les acaecen.

Colombia

En Colombia el quintil más rico, es decir el 20% más pudiente de la población, entre 9 y 10 millones de personas se apropian del 55,7% de los ingresos; mientras el quintil más pobre se reparte tan solo un 3,9% de los ingresos; así mientras al 20% de la población se apropia aproximadamente del 56% y a los otros cuatro quintiles, les corresponde el restante 42,1% de la torta.

Según Gonzalo Hernández esta repartición tan desigual de los ingresos debe preocupar a los colombianos, entre otras, al menos por dos razones: primero porque "las tajadas pequeñas de los más pobres muestran que el país tiene una economía que no aprovecha las capacidades productivas de millones de colombianos. Quedan desempleados, subempleados o, en el mejor de los casos, empleados en sectores de baja productividad laboral. Por eso sus salarios -ingresos- son bajos" (Hernández, 2019). Y segundo porque el altruismo de los más favorecidos no da para que las cosas mejoren a favor de los menos pudientes, todo lo contrario quienes disfrutan de la mayoría de los ingresos suelen además ser quienes mayor influencia tienen en la toma de decisiones, es decir, utilizan su poder político y económico para que su posición dominante, en detrimento de la de otros, se perpetúe.

El índice de Palma4, una manera alternativa de medir desigualdades, revela que las ciudades más desiguales en Colombia son Cali, Pasto y Medellín; en tanto que las más equitativas son Bucaramanga, Cúcuta e Ibagué. Bucaramanga con 2,2 llega a tener los mismos resultados del país más equitativo de toda América Latina, Uruguay.

Según el índice de Palma Colombia en el 2013 era el tercer país más desigual de América Latina, después de Honduras y Bolivia. No obstante, Roberto Angulo en el mismo año, resaltaba que durante los dos primeros años del primer gobierno Santos el índice de Palma había mejorado 0,5 puntos, pasando de 4,6 a 4,1, un avance superior al de los ocho años de mandato de Uribe cuando la disminución en este índice fue de 4,9 a 4,6.

Entre otros datos Angulo anotaba también que "en Colombia un hogar típico del 10 por ciento más rico tiene en promedio 3 personas, el jefe del hogar cuenta con 14 años de logro educativo y tiene un ingreso per cápita de 1,5 millones de pesos. De otro lado, en el 40 por ciento más pobre, un hogar tiene en promedio 5 personas, el jefe del hogar tiene 4 años de educación y un ingreso per cápita de 142 mil pesos" (Angulo, 2013).

El nivel educativo de los colombianos es uno de los aspectos en los que más se notan las desigualdades que Colombia enfrenta, otra esfera reveladora es la repartición de tierras.

En efecto, las tierras han sido la base del conflicto armado en Colombia, hasta mayo de 2016 más de 7 millones de personas habían sido desplazadas del campo a las ciudades, presionadas por los grupos en conflicto por la dominación de tierras. De esta manera, los paramilitares, la minería legal e ilegal, los megaproyectos como las hidroeléctricas han sido factores que ponen en riesgo la integridad de las comunidades indígenas y afro; como también de los defensores de derechos humanos y activistas del medio ambiente.

Guatemala

Guatemala es considerado uno de los países más desiguales del mundo, el 60% de su población vive en la pobreza y esta parece concentrarse en las áreas rurales (76,1%) y entre los indígenas (79,2%). También se dice que además de ser una economía que gasta poco en sus habitantes, el gasto público está muy mal distribuido, la mayoría se concentra en inversiones que favorecen a los no indígenas en detrimento de los indígenas que son la mayoría de la población.

Al parecer en Guatemala la discriminación y el racismo son un problema estructural. El sistema educativo adicionalmente es muy excluyente y termina subsidiando a los más pudientes, pues en este país centroamericano ninguna institución educativa, pública o privada, paga impuestos lo que termina convirtiéndose en una subvención a las clases más favorecidas.

El director del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) señaló en 2017 que

los ingresos del 1% de los guatemaltecos más ricos, equivale a la suma de ingresos del 42% de los guatemaltecos más pobres. Y afirmó que en Guatemala la desigualdad de la tenencia de la tierra es un tema de mucha importancia en la sociedad; pues en el país el 92% de los pequeños productores ocupan el 22% de la tierra del país, mientras que el 2% de los productores comerciales usan el 57% de la tierra (Icefi, 2017).

Haití

La pobreza en Haití se redujo como consecuencia de las transferencias recibidas después del terremoto y el aumento de empleos mejor pagos en sectores como la construcción y las telecomunicaciones con ocasión de la reconstrucción. No obstante, "Haití sigue siendo el país con mayor desigualdad de ingresos en el continente, y uno de los países más desiguales del mundo. El 20% más rico de los hogares posee el 64% de los ingresos totales en el país y el 20% más pobre tiene solo el 1%" (Banco Mundial en Haití, 2014).

Esta es una situación que parece perpetuarse por la concentración del poder político y económico en manos de una reducida élite, la disminución en la entrada de recursos posterremoto, y la baja preparación del haitiano común que tiene consecuencias en la consecución y calidad del empleo.

Adicionalmente, la brecha entre los sectores rurales y la población de Puerto Príncipe parecen atizarse por el reducido acceso a servicios públicos, el ingreso limitado a los mercados y la falta de recursos para comprar semillas, fertilizantes y pesticidas para sembrar. El grueso de la población que sufre pobreza extrema, más del 80%, vive en los campos y en ocasiones la migración hacia los centros urbanos es percibida como una forma de salir de la pobreza.

Pero la emigración de zonas rurales a las ciudades no es la única esperanza de escapar de la pobreza, pues Haití comparte la isla con República Dominicana y eso facilita la migración de muchos haitianos hacía un país que ofrece mayor calidad de vida. Infortunadamente, en tanto llegan se encuentran con un escenario donde a causa del racismo y la falta de documentación se ven obligados a trabajar en condiciones precarias, salarios muy bajos y la constante amenaza de repatriación; la misma suerte corren los descendientes de haitianos,

El 23 de septiembre del 2013 el Tribunal Constitucional de la República Dominicana dictó una sentencia que revocaba la nacionalidad a los hijos e hijas de migrantes no autorizados nacidos en la República Dominicana a partir de 1929, considerando que estaban "en tránsito" y, por tanto, que no tenían derecho a la ciudadanía (ChritianAid, 2017, p. 23).

Honduras

Honduras enfrenta un grave problema de desigualdad, el 40% de los ingresos del país se queda en manos del 10% más rico de sus habitantes, en tanto que el 10% más pobre se distribuye el 11% de los ingresos nacionales. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadísticas de Honduras (INE), más del 60% de los hondureños vive en la pobreza y casi un 40% lo hace en pobreza extrema.

La pobreza se concentra principalmente en la región occidental donde están los asentamientos indígenas, y en los perímetros de Tegucigalpa y San Pedro de Sula, sus dos centros urbanos más importantes. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) "La distribución geográfica de la infraestructura y los servicios públicos acentúa las disparidades, mientras que la pobreza generalizada y las graves desigualdades socavan el respeto de los derechos del niño" (Pirozzi, 2007).

Este país centroamericano es vulnerable a catástrofes naturales como huracanes y sequías, que afectan principalmente a su población rural que depende de la agricultura, lo que los hace también inermes a los cambios en los precios internacionales de sus productos agrícolas de exportación como café y banano, de hecho en las dos últimas décadas Honduras perdió un tercio de sus ingresos por esta causa.

El Banco Mundial advierte que

Honduras enfrenta los niveles más altos de desigualdad económica de Latinoamérica. Otro de sus grandes desafíos es el alto nivel de crimen y violencia. Si bien en los últimos años el número de homicidios ha disminuido, Honduras sigue teniendo una de las tasas más altas en el mundo: 43.6 asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2017" (Banco Mundial, 2018).

Panamá

Panamá figura entre los 10 países más desiguales del mundo y entre los 6 más inequitativos de Latinoamérica. Según el índice de Palma, calculado por el Banco Mundial, los ingresos del 10% de la población más pobre son una treintaisieteava parte del 10% más rico.

La esperanza de vida al nacer es diez veces inferior en las zonas comarcales5 que en el resto del país; la cantidad de médicos, enfermeras y, en general, el personal de salud es quince veces menor en dichas áreas que en zonas urbanas. Mientras en las áreas rurales los decesos y morbilidad de la población se dan por causas infecciosas o desnutrición, en las urbanas las personas mueren de enfermedades no transmisibles.

Dentro de las causas de la desigualdad panameña Rodrigo Noriega (2016) señala: la carencia de una identidad nacional que promueva la defensa de intereses colectivos; la fragilidad institucional fruto de una estructura política caciquista que está expuesta a dineros sucios, sin que existan controles a los lavadores de dinero o a los narcos; un sistema laboral excluyente que no da los incentivos necesarios para mejorar la productividad y que muchas veces beneficia a otros países antes que a Panamá; la baja tasa de innovación que desalienta la investigación científica o la innovación empresarial, y prioriza los intereses de la burocracia dejando de lado al intelectual, al científico o al humanista; la estructura empresarial endogámica en la que predomina el estar bien relacionado para hacer negocios, el favorecer a amigos y familiares y no la productividad de la organización.

Paraguay

Paraguay es uno de los países con mayor crecimiento del continente, con una media anual de 4,7% desde 2003, esto ha contribuido a una reducción de la pobreza. La pobreza extrema se redujo entre 2007 y 2011 del 19,7% al 14,4%; y la pobreza moderada, en ese mismo tiempo, cayó del 38,7% al 27,7%. Sin embargo, Paraguay, como se anotó antes, es uno de los países más desiguales de América Latina. El coeficiente Gini subió entre esos años de 0,521 a 0,526 y, según el último informe de desarrollo humano, elaborado por el Pnud, este indicador continúa muy cerca a los 0,5, ubicándose en 0,47 para ser exactos.

"Paraguay tiene, por ejemplo, la peor red de agua y sanidad de Suramérica tras Bolivia, lo que afecta a la salud de los menores de barrios pobres y se traduce en la pérdida de días de aula por enfermedad" (El País, 2014).

Según Julio Ramírez, del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya, (Cadep) referenciado por El País (2014): el gasto en servicios sociales de Paraguay (147 dólares per cápita) es muy bajo si se le compara con el de otros países del continente como Argentina (1.601); la razón por la cual Paraguay tiene dificultades en elevar ese tipo de gastos es la baja tributación, apenas el 12% del PIB, y dicho recaudo fiscal, además de insuficiente es perverso si se reflexiona que en su mayoría se hace vía impuestos indirectos al consumo y no sobre impuestos a la renta.

Los negocios más rentables de Paraguay son la agricultura y la ganadería, y estos apenas aportan el 2,2% de los ingresos fiscales; adicionalmente, los cultivos en grandes extensiones están altamente tecnificados, lo cual obliga a emplear poca mano de obra bien calificada, lo que deja al minifundio rural en imposibilidad de competir. Ramírez también anotó que la baja calificación laboral no es un problema exclusivo de las áreas rurales, pues en las ciudades el trabajo informal es la fuente de ingresos de una parte significativa de la población con insuficiente preparación.

CONCLUSIONES

A pesar de ser reconocida por su desigualdad, América Latina y el Caribe como un todo regional presenta varios indicadores de desarrollo aceptables, máxime si se le compara con los de otras zonas. De este modo, tanto el IDH latinoamericano y caribeño, como los años de escolaridad que una persona de 25 años o más ha cursado son superiores a los de Asia Oriental y el Pacífico, los Estados árabes, Asia Meridional y África Subsahariana, es decir, en estos dos indicadores solo se encuentra por debajo de Europa y Asia Central. La esperanza de vida al nacer es más alta en este continente que en todas las otras regiones.

En cuanto a equidad de género los índices no son desalentadores, pero es innegable que el ser mujer puede ser un causante de desventaja en Latinoamérica y el Caribe. Así, en el Índice de desigualdad de género y uno de sus componentes (la tasa de mortalidad materna por causas relacionadas con el embarazo) la región está en una posición más aventajada que la de África Subsahariana, los Estados árabes y Asia Meridional. El continente tiene, además, la mayor proporción de mujeres en el parlamento y es la única región cuyo porcentaje de mujeres es mayor al de hombres que con 25 años o más han cursado algún tipo de educación secundaria. No obstante, existe discriminación femenina en salarios y posibilidad de ocupar posiciones de liderazgo.

América Latina y el Caribe son una región de contrastes y las disparidades en el continente no solo se dan en cuanto a ingresos. Así, en la dimensión educativa, Cuba sobresale por los años de escolaridad de personas de 25 años o más, pero Haití y Honduras están sumamente rezagados con respecto a este indicador. En cuanto a la esperanza de vida Costa Rica es el país más aventajado mientras Haití y la Guyana se quedan considerablemente atrás. Haití también es el país con menor ingreso per cápita.

En Argentina, República Dominicana y la Guyana la media de ingresos masculina duplica la de las mujeres. Bolivia tiene el más alto número de escaños ocupados por mujeres en el parlamento, mientras que Haití exhibe el más bajo. La tasa de mortalidad materna es considerablemente menor en Uruguay que en Haití, la Guyana o Bolivia.

En Haití prácticamente la mitad de la población se encuentra en situación de pobreza multidimensional, es decir, con privaciones simultáneas en salud, educación y calidad de vida. Y este dato es aún más preocupante si se tiene en cuenta que más del 23% de su población vive con menos de US$1,99 diarios.

Chile tiene el porcentaje más bajo de niños y niñas menores de 5 años con malnutrición, en tanto que Guatemala muestra el mayor. La mortalidad en lactantes en Haití es alarmantemente alta mientras que Cuba tiene el mejor resultado en este indicador.

Cuba y Belice sobresalen con los porcentajes más altos de población mayor de 25 años con al menos alguna formación secundaria, además manejan las tasas de deserción escolar más bajas, en tanto que Guatemala exhibe los resultados más deficientes en estos dos indicadores.

Venezuela y el Salvador tienen las tasas más altas de homicidios, mientras Bolivia presenta las más bajas.

Los países más desiguales en América Latina y el Caribe son: Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá y Paraguay; los problemas más frecuentes en ellos son la discriminación de género, los problemas de concentración de la tierra y los ingresos, la pobreza más marcada en las zonas rurales y entre minorías étnicas, los sistemas educativos excluyentes, y sistemas tributarios regresivos.

En general puede decirse que en Latinoamérica y el Caribe los factores que atizan la desigualdad son la etnia, el género, la situación geográfica (vivir en los campos) y el estrato socio económico.


NOTAS

1 El Índice de Desarrollo Humano Ajustado por Desigualdad IDH-D va más allá de los logros de un país en materia de longevidad (esperanza de vida al nacer), educación (años de escolaridad) e ingresos (renta per cápita), pues muestra cómo los resultados se reparten entre sus residentes. Es una medida de desarrollo humano teniendo en cuenta la desigualdad.
2 El coeficiente Gini es una medida de desigualdad que comúnmente se usa para calcular la desigualdad en los ingresos, toma valores entre 0 y 1, donde 1 es total desigualdad y 0 es perfecta igualdad. Este índice lleva su nombre en honor a su creador Corrado Gini.
3 Posteriormente la Constitución de 2008, en su artículo segundo, prohibió la discriminación, entre otros, por razones de sexo.
4 El índice de Palma inventado por el chileno Gabriel Palma, profesor de la Universidad de Cambridge, es el resultado de dividir los ingresos del 10% más rico de la población entre aquellos que perciben el 40% más pobre.
5 Las zonas comarcales son principalmente indígenas o corregimientos.


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