* DOI: https://doi.org/10.18601116577558.n33.01

Presentación*

Hace apenas un año nadie se imaginaba que fuese a ocurrir una pandemia como la del Covid-19, que hoy padecemos. En temas de diplomacia sanitaria, los estudiosos de las relaciones internacionales poco o casi nada nos habíamos interesado. Es a partir de entonces, que comenzamos a examinar sus implicaciones en el ámbito internacional y comparativo, vinculándolo principalmente con la crisis multidimensional que, en particular, padece América Latina. Y en especial, con la evolución de la incidencia de muy nuevos actores que, en ocasiones, son intangibles y volátiles, o que también pueden ser construcciones de ideas.

Durante muchos años, el Estado se vio y analizó como el actor prioritario de las relaciones internacionales. Su radio de acción fue variando con la aparición de nuevos temas, amenazas, problemáticas, dinámicas y actores del sistema internacional, dando lugar a una mutación que coloca al Estado en cuidados intensivos y con riesgos de defunción.

De ahí que empiece a analizarse una diplomacia no tradicional, producto de la movilidad y crisis de identidad del Estado en las relaciones internacionales, pero no solo ello, sino de las nuevas funcionalidades de este actor que, con seguridad, sobrevivirá pero que deberá compartir, aún más, su soberanía con actores no gubernamentales, algunos estructurales, articulados, con visibilidad pero que también podrían ser temporales y volátiles. Esta llamada diplomacia pública realizada por actores estatales y también por no gubernamentales, ciudades, regiones, grupos étnicos, empresarios, ONG…, pertenecen en ocasiones a consorcios públicos y privados. Algunos cuentan con una alta legitimidad "técnica" e influencia en diferentes sectores de la sociedad.

Estas nuevas acciones se ubican en una diplomacia pública y un poder blando que cada vez se hace más complejo y también más fragmentado. No es solo aquel del que nos habla la teoría de la interdependencia sino que requiere de la construcción de nuevos paradigmas en los que la interlocución y actores cada vez menos tangibles desempeñarán un importante rol. Y con ello nos referimos no solo a las comunicaciones (y la información en ocasiones de noticias falsas) sino a la tecnología, la velocidad y el uso de las redes sociales que plantean nuevos desafíos a esas nuevas diplomacias. El saber interpretar lo que quiere la ciudadanía de su política exterior hace parte de esa diplomacia pública que va más allá de mejorar la imagen del país en el exterior o de mostrar también esa cara amable y distensionante (como es, por ejemplo, el arte y la música…) de la política exterior. Hoy en día la diplomacia es hacia fuera, pero también hacia adentro.

Y es que así como cambia el papel del Estado, también varía el del poder que lo vemos más desagregado e interactuante, el cual conduce a nuevos liderazgos con autoridad y legitimidad. Y es allí donde el accionar de una diplomacia local y de los gobiernos subnacionales se vuelve más relevante al establecer canales de interconexión múltiple con otros actores tanto estatales como no gubernamentales. Y que por cierto resulta bastante alentador cuando se presentan vacíos institucionales y rupturas de relaciones diplomáticas.

Las anteriores consideraciones nos llevan también a replantear la práctica diplomática y el papel del diplomático que en lo sucesivo tendrá muchos niveles. Ya el concepto de diplomacia había sido controvertido y se presentaban diferentes percepciones, aunque todas confluyeran hacia la diplomacia como una actividad pacífica. Ahora ese diplomático deberá asesorar, facilitar y, sobre todo, coordinar las modalidades, actores y temas de las nuevas diplomacias.

Por otra parte, surge un nuevo tema transversal e instrumento de política exterior que es la diplomacia digital. Y es que se ha ampliado la cobertura porque la población se informa de los asuntos externos y ella abarca desde las páginas web hasta las redes sociales. Es una herramienta que permite conectar al gobierno con diferentes actores y así retroalimentarse. No obstante, en la mayoría de los países la diplomacia digital se usa tan solo y principalmente para informar y legitimar.

Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, podemos señalar que estos nuevos actores, temas e instrumentos nos muestran una nueva inserción internacional mucho más amplia y compleja en un mundo internacional cambiante, con presencia de diversas crisis como la del Covid-19.

En este contexto, me es grato presentar un nuevo número de OASIS con un dosier sobre Nuevos temas, actores e instrumentos de las relaciones internacionales, para el cual tuvimos como editores invitados a José Antonio Sanahuja, director de la Fundación Carolina y catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, y a Rafael Piñeros, profesor y coordinador del área de Relaciones Internacionales de la Facultad de Finanzas Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. A ellos, mis más profundos agradecimientos.

Además del dosier temático, en este número de OASIS contamos con dos reseñas. La primera de Francisco Daniel Trejas sobre los nuevos enfoques en el estudio de las sanciones internacionales, su éxito o fracaso para el caso ruso, y la segunda de Brenda Lorena Escobar acerca de la unificación latinoamericana, partiendo de la globalización, la debilidad democrática y la heterogeneidad regional.

Finalmente, quiero agradecer a todos aquellos que con su compromiso, persistencia y colaboración trabajaron para la realización de OASIS 33, en un momento difícil ocasionado por los efectos de la pandemia, pero que gracias a las directivas de nuestra Universidad logramos salir adelante.

Martha Ardila
Editora