10.18601/16577558.n33.09
Migración internacional del pobre: construcción de violencias bidireccionales
International migration of the poor: the construction of bidirectional violence
César Niño*
Paola Méndez**
* PhD en derecho internacional. Director de investigación y profesor asociado de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda. Áreas de estudio sobre seguridad internacional, conflicto, violencia y geopolítica. (Colombia). [cesar.nino@usa.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0002-1417-6643].
** Magíster en estudios y gestión del desarrollo. Consultora en desarrollo y sostenibilidad. Áreas de estudio sobre medio ambiente, desarrollo y relaciones internacionales. (Colombia). [paola.mendezco@gmail.com]; [https://orcid.org/0000-0002-2591-5261].
Recibido: 24 de febrero de 2020 / Modificado: 7 de abril de 2020 / Aceptado: 5 de mayo de 2020
Para citar este artículo:
Niño, C. y Méndez, P. (2021). Migración internacional del pobre: construcción de violencias bidireccionales. OASIS, 33, pp. 153-166. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n33.09
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual
RESUMEN
En la agenda de las relaciones internacionales contemporáneas, el estudio de las migraciones ha estado vinculado mayoritariamente a la dinámica de los flujos entre individuos y espacios geográficos del Sur global al Norte global, así como a estudiar los cambios sociales y demográficos transformativos de entornos migracionales. Sin embargo, la presente investigación pretende explorar una relación poco abordada en la disciplina: la migración internacional del pobre y las "violencias" bidireccionales. Dicho esto, se sustenta que la migración internacional del pobre es un fenómeno potencialmente catalizador de violencia bidireccional, en la medida en que quien migra en condiciones de vulnerabilidad posee opciones racionales para el uso de la violencia, como también las tiene el actor receptor del fenómeno para emplearla, que es quien asume los costos sociales y fiscales. Para efectos del presente artículo, se analiza el caso migracional de africanos pobres a Europa en la última década.
Palabras clave: migración, pobreza, violencia bidireccional, aporofobia.
ABSTRACT
Regarding contemporary International Relations, the study of migration has been mostly limited to the dynamics of migration patterns between individuals and geographical spaces from the Global South to the Global North as well as to the study of the transformative social and demographic changes of migration environments. However, this research aims to explore the link between the international migration of the poor and the emergence of "bidirectional violence", which has not been as addressed within the discipline. Accordingly, it is argued that the international migration of the poor is a potential catalyst of the bidirectional violence phenomenon- to the extent that those who migrate in vulnerable conditions have rational options for the use of violence as do the actors "receiving" the phenomenon, who take on social and fiscal costs. The case study of this article is the migration of poor African populations to Europe over the last decade.
Key words: Migration, poverty, bidirectional violence, aporophobia.
INTRODUCCIÓN
La producción académica sobre el nexo entre migración internacional y violencia ha sido insuficiente. La necesidad de construir vasos comunicantes en la agenda de las relaciones internacionales, promete un avance significativo en la comprensión de fenómenos poliédricos con implicaciones complejas. Es un nuevo tema que configura una vieja preocupación poco abordada.
África, la migración, la violencia y la pobreza son conceptos difíciles de abordar desde perspectivas universales. De hecho, desde las relaciones internacionales aquellos conceptos no poseen criterios unificados para definirlos y los estados del arte alrededor de ellos se han preocupado en su mayoría por determinar cuestiones sobre la economía, la seguridad, la geopolítica tradicional, las enfermedades y algunos indicadores de desigualdad y correlaciones con calidades de las democracias. Sin embargo, el análisis propuesto en el presente artículo se aleja de las clásicas aproximaciones al respecto y pretende explorar la relación entre la migración internacional del pobre y las "violencias" bidireccionales.
La complejidad de las nociones desarrollo, crecimiento económico, bienestar social, entre otras, pueden configurar las definiciones antítesis de lo africano (Sarr, 2018). De hecho, el término "africano" produce peligrosas generalidades teleológicas que distorsionan las particularidades del territorio, las relaciones de poder y las socioeconómicas (Betts, 2010; Byerlee, 1974). A saber, el presente artículo tiene como objetivo general entender el fenómeno de la violencia bidireccional aplicado exclusivamente sobre el migrante pobre, haciendo la salvedad de que no todos los migrantes africanos son pobres ni se desplazan a Europa por esos motivos.
Para cumplir con el anterior objetivo, el documento está dividido de la siguiente manera: en primer lugar, se analiza el proceso de construcción conceptual de la violencia en las relaciones internacionales. Allí se hace un rastreo disciplinar alrededor del concepto de violencia y el derivado de "violencias" toda vez que se advierte una ampliación de la agenda de investigación disciplinar en el que la violencia (en singular) ya no es asociada exclusivamente a dimensiones de la guerra tradicional.
En segundo lugar, se advierte que la migración es un catalizador de violencias bidireccionales. En este apartado se argumenta que la aporofobia es la principal causa por la cual se ejerce violencia sobre el migrante pobre, pero este también tiene cierta relación violenta cuando su condición de irregularidad y pobreza se convierten en el denominador común de su flujo.
En tercer lugar, se hace un análisis sobre el contexto africano. Allí se relacionan tres factores como: la condición africana, la pobreza y la migración como un trinomio esencial para África. De tal manera, se invita a repensar sobre las principales motivaciones en la migración afro-europea. La evidencia estudiada refleja que las causales de la migración del individuo africano no son per se por la violencia o pobreza. Tiene que ver, en su mayoría, con otras condiciones sociales, políticas e incluso culturales.
Finalmente, se presentan las conclusiones. En aquella sección los resultados y hallazgos frente a la aporofobia, las "violencias" y la migración internacional del pobre, son la base para nuevas líneas de investigación y ampliación de la agenda de estudios en el marco de las relaciones internacionales. Es un esfuerzo por llamar la atención sobre los nuevos fenómenos de la disciplina y repensar nuevas dimensiones de análisis en las que la aporofobia se convierte en el centro de gravedad para las políticas migratorias contemporáneas.
APROXIMACIÓN METODOLÓGICA
La investigación se concentró en el análisis y revisión documental de fuentes oficiales y académicas, así como en la elaboración de entrevistas, lo cual permitió identificar una carencia de literatura disciplinar y el hallazgo de vacíos académicos sobre la migración internacional del pobre. Por otra parte, se realizó como aporte fundamental y centro de gravedad, la construcción de conceptos desde una perspectiva crítica como el de "violencias bidireccionales" aplicado a las relaciones internacionales contemporáneas.
Para la construcción de la presente investigación, la pregunta que guía el trabajo es ¿cómo la migración internacional del pobre permite violencias bidireccionales? Con base en lo anterior, la hipótesis a comprobar es que la migración internacional del pobre es un fenómeno potencialmente catalizador de violencia bidireccional, en la medida en que quien migra en condiciones de vulnerabilidad posee opciones racionales para el uso de la violencia, como también las tiene el actor receptor del fenómeno para emplearla, que es quien asume los costos sociales y fiscales. Para constatar lo anterior, se seleccionó a África como una aproximación al estudio de caso.
DE VIOLENCIA A "VIOLENCIAS" EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS
Desde el inicio de la disciplina de las relaciones internacionales, la violencia y la guerra han jugado un papel protagónico en las agendas de investigación (Sanahuja, 2012; Wight, 2019). La constante definición y determinación del objeto de estudio ha llevado a que la violencia haya sido entendida desde perspectivas tradicionales de la seguridad como vehículo exclusivo de la configuración de poder y como manifestación estadocéntrica en la consecución de fines alrededor del equilibrio de poder y la debatida noción de interés nacional (Barbé, 1987; Morgenthau, 1949). De tal manera, la preocupación por reducir los antagonismos entre Estados y buscar un algoritmo para hallar la paz, motivó algunas tímidas renovaciones teóricas durante el siglo XX.
Partiendo de lo anterior, las teorías de las relaciones internacionales han involucrado, de manera categórica, a la violencia (en singular) como una constante en la evolución académica y disciplinar para comprender los flujos y contraflujos en la construcción de Estados y naciones. Sin embargo, el sesgo metafísico comprendía solo a las construcciones de la violencia en el Norte global y el contexto periférico aún no encontraba un asidero lo suficientemente rico dentro de la academia para comprender la violencia subalterna. Así, se ha considerado desde una arista ontológica (iek, 2017) que la violencia se convierte en una dinámica gestacional para las relaciones internacionales clásicas (Adams, 2017). En efecto, aquellas renovaciones teóricas, tuvieron un resultado constructivo cuando el eclecticismo y los saberes de las ciencias sociales encajaron en narrativas y explicaciones más complejas sobre la guerra y la violencia.
A saber, la interdisciplinariedad de "lo internacional" y los asuntos globales permitieron conjunciones loables y plausibles para superar las clásicas visiones militaristas de la violencia, la guerra y la seguridad. Simultáneamente, el avance de los hechos apremiaba con explicaciones suficientes para extraer el análisis de las visiones reduccionistas a tanques, misiles, aviones, buques, complejos militares industriales y ejércitos regulares a otras dimensiones de la violencia más complejas y necesarias. Conceptos como polemología o sociología de la guerra alcanzan a arrojar narrativas sobre las causas sociales de las guerras y violencia (Bouthoul, 1991) en contraposición a las versiones prusianas de 1832 sobre la naturaleza de la guerra y la táctica militar enfocadas a golpear el centro de gravedad de los adversarios (Clausewitz, 2015). En consecuencia, tanto la polemología como la irenología o sociología de los estudios sobre la paz (Galtung, 1995) abren espacios transformativos sobre la violencia en las relaciones internacionales contemporáneas.
Sin embargo, a pesar de los intentos académicos por desligar la explicación sobre la violencia de los conflictos regulares y simétricos en la segunda década del siglo XX, la temprana guerra fría congeló, en buena medida, las miradas sobre la violencia y la guerra. La mutua destrucción asegurada, las tensiones nucleares, la carrera armamentista y la bipolaridad cifraron un regreso a la rigidez sobre la seguridad, violencia y guerra. Empero, podría mencionarse a la par que mientras hubo tensión entre Washington y Moscú el mundo fue más seguro pero al mismo tiempo más violento (Buzan, 2008; Kolodziej, 2005; Niño, 2018). Del mismo modo, la necesidad de teorizar la evidencia empírica de los acontecimientos irregulares y asimétricos en América Latina, Asia y África en particular, forjaron necesidades académicas por interpretar las nuevas violencias. Por ejemplo, la filigrana para comprender que el terrorismo es una forma de violencia política (Abrahms, 2006; Niño, 2017; Rapoport, 1987), pero no es la guerra (Wight, 2019). La tortura, las revoluciones y las diversas formas de opresión pueden implicar formas de violencia que no son guerras (Wight, 2019).
Por consiguiente, la preocupación de las relaciones internacionales ha cambiado con base en sus "puntos de referencia" alrededor de la violencia. Para Buzan y Lawson (2014) las relaciones internacionales tienen fechas estandarizadas de referencias que determinaron la enseñanza e investigación disciplinar. A saber, los autores mencionan que el conjunto ortodoxo de fechas como 1500, 1648, 1919, 1945 y 1989 pueden repensarse y reevaluarse de manera crítica porque el mundo no es una consecución de puntos en la historia y los flujos de poder se distancian de una narrativa secuencial (Buzan & Lawson, 2014). De hecho, en medio de esas rígidas fechas, las violencias cobran un papel fundamental que no ha sido estudiado con suficiente rigurosidad, pero sí han determinado nuevos cambios en la agenda de los estudios de las relaciones internacionales.
Así, entonces, en 2019 el aumento de la globalización, el cambio tecnológico como las redes sociales e internet, el aumento del populismo y la reaparición de varios regímenes autoritarios en zonas periféricas del mundo, han llevado a una situación en la que el cambio podría considerarse ahora como el leitmotiv del mundo contemporáneo (Wight, 2019). Aquel cambio involucra nuevas violencias que entran en la agenda de las relaciones internacionales. Las violencias actuales no responden a las causas expansionistas de hace un siglo, de hecho, la ampliación y apertura de las agendas tanto académicas como de políticas públicas intermésticas1 evidencian la necesidad de comprensión multicausal del fenómeno. Es menester aclarar que la violencia no es directamente proporcional a un estadio de seguridad ni viceversa. Es decir, mientras la seguridad es una condición y construcción de realidad percibida en la que tanto las amenazas como los problemas son controlados (Baldwin, 1997; Balzacq, 2005; Kay, 2004; Wendt, 1995), la violencia es un fenómeno racional resultado de la interacción entre la agresividad natural y la cultura; es entonces cualquier acción contra otro ser humano con la finalidad de causarle daño y está determinada por su gratuidad biológica y su intencionalidad psicológica (Jiménez, 2012, p. 14).
Con base en lo anterior, el dinamismo contemporáneo alcanza niveles de "liquidez" (Bauman & Lyon, 2013) y cambios abruptos de metamorfosis global (Beck, 2017) sobre la violencia. Grupos armados irregulares, las nuevas guerras (Kaldor, 2013), la entropía de los fenómenos asimétricos sobre el sistema e instituciones (Schweller, 2014), los grupos rebeldes, la violencia política, el narcotráfico, la gobernanza criminal (Lessing & Graham, 2019; Müller, 2018), extremistas y terroristas con agendas propias (Abrahms, 2018), cambio climático, mercenarismo, inestabilidad democrática, crisis del orden liberal, desigualdad socio-económica, pobreza, la construcción de fobias sociales como la xenofobia y la aparofobia (Cortina, 2017) y las migraciones irregulares (Betts, 2013), se convirtieron en los nuevos puntos de referencia para la agenda de investigación de las relaciones internacionales actuales. Si los anteriores asuntos se agrupan o atomizan, la capacidad de respuesta de los Estados y organizaciones internacionales no tiene trascendencia resolutiva.
Entonces es la violencia un poliedro social y dinámico que sigue preocupando a las relaciones internacionales en sus agendas de investigación y a los tomadores de decisiones, pero ha dependido del lente de análisis o paradigma el valor de esta sobre la explicación de la realidad. La única certeza es que la violencia en el sistema internacional puede cambiar, pero ese cambio en la forma que toma la violencia solo es reconocible como cambio porque la violencia sigue siendo agente causal de la transformación disciplinar (Wight, 2019).
Sin embargo, para efectos del presente documento, un asunto detectado para ser involucrado en los temas antes mencionados es la migración internacional del pobre como un fenómeno potencialmente catalizador de violencia bidireccional, en la medida en que quien migra en condiciones de vulnerabilidad posee opciones racionales para el uso de la violencia, como también las tiene el actor receptor del fenómeno para emplearla, que es quien asume los costos sociales y fiscales. Una nueva variable de análisis en las relaciones internacionales contemporáneas que promete una ampliación profunda y será explicada en las posteriores secciones con base en el caso africano y europeo.
LA MIGRACIÓN COMO CATALIZADOR DE VIOLENCIAS
La migración internacional representa una de las manifestaciones contemporáneas más obvias de la globalización (Betts, 2013), pero junto a ella, la violencia también ha alcanzado a ser objeto de tránsito y movimiento (Sandbrook & Romano, 2004) con el aditivo del aceleramiento de hostilidades por parte del migrante pobre y del actor receptor mutuamente.
El asunto migratorio en clave de las relaciones internacionales tiene una génesis académica aproximadamente en los años 80 de manera sistemática. No obstante, hacia 1962, uno de los primeros enfoques sobre la migración se concentró en la toma de decsiones individuales para evaluar los costos y beneficios de la movilidad (Sjaastad, 1962). Allí se introduce el concepto de capital humano (Piché, 2013). Sin embargo, la entrada del asunto no tiene tanto que ver con el cambio de la epistemología sino con el estadio político internacional frente a la figura del refugio y el asilo en su momento. El tema migratorio entra en las teorías de las relaciones internacionales (TRI) cuando las nuevas oleadas de refugiados y de asilo se presentan en los países industrializados (Palma, 2019) y con ellos sus efectos demográficos. No obstante, dentro de la agenda de investigación de la década de los 80 y 90, las grandes preguntas que formulaban los académicos de distintas corrientes teóricas, incluso con las tensiones epistemológicas en el neoclasicismo económico (Massey et al., 2010), los debates Neo-Neo, los nacientes constructivistas y las corrientes más críticas con conceptos de seguridad ampliada, eran sobre por qué se migraba, es decir, sobre las causas del movimiento y no sobre las configuraciones posmigratorlas.
En efecto también, dentro de los sesgos en la construcción del conocimiento alrededor de la migración y su intento por teorizarla, la limitación analítica estuvo concentrada en dos aspectos en la materia (Bakewell, 2010). Por un lado, la migración forzada y, por el otro, la libre migración. Con base en eso, es pertinente aclarar que ningún tipo de migración es absolutamente forzada ni libre, tiene un componente racional importante y complejo (Palma, 2015, 2019; Pereyra, 2015), igual que las violencias.
A partir de la década de 1960 las dinámicas de la migración han ido cambiando radicalmente. Dejaron de estar dominadas por flujos europeos y quienes empezaron a migrar fueron principalmente personas de países en vía de desarrollo y por motivos económicos o laborales (Molyaneth, 2013). Dentro de esos países se encuentran algunos africanos. Aquellas regiones que dominan los flujos migratorios en la actualidad se caracterizan por tener población mayoritariamente joven en busca de oportunidades (Molyaneth, 2013), situación que obedece al poco dinamismo económico e industrial y, por ende, a la insuficiencia de oferta laboral. Merece la pena indicar que la migración laboral y/o económica no solo responde a la situación económica precaria de quien migra, sino también a la influencia de su entorno socioeconómico cuando este es desfavorable, como parte de la pobreza contextual (Castro, 2010).
Ahora bien, los fenómenos migratorios recientes, sobre todo en Europa, han llevado a la consideración de la violencia como un factor influyente en los mismos y, por ende, de un aparente vínculo explicativo con la migración. Sin embargo, desde el punto de vista de la producción académica y del análisis sistémico aún hay muchos vacíos conceptuales y teóricos sobre el enlace entre migración y violencia (Bank, Fröhlich & Schneiker, 2017). Incluso la literatura existente que aborda esa correlación, la analiza mayoritariamente desde el punto de vista de la violencia como causante de la migración y no al revés, mucho menos incluyendo la variable de pobreza en la ecuación. Sumado a lo anterior, la temporalidad del vínculo también es un factor a considerar. El grueso de la producción académica existente en la materia se ha centrado en la violencia previa al acto de migrar y no posterior. Por esta razón, es menester intentar llenar espacios vacíos ante la notoria bidireccionalidad de los fenómenos en mención, después del acto migratorio, sobre todo cuando de migrantes pobres se trata.
Desde ese punto de vista, la migración internacional del pobre se determina entonces como un proceso que si bien puede ser provocado por la violencia en el país de origen -acompañada de la insatisfacción de necesidades-, también la cataliza en el país receptor una vez asentado en este. En otras palabras, tanto el migrante pobre tiene motivos para hacer uso de la violencia en las dinámicas de supervivencia, como el ciudadano receptor que siente amenazadas sus lógicas socio-culturales con la llegada de los foráneos. Es justamente la necesidad de los migrantes pobres de satisfacer sus mínimos de vida, lo que perturba a los receptores al punto de hacerlos sentir amenazados. Si no fueran pobres, el grado de perturbación sería menor. Así, entonces, por parte de los ciudadanos locales surge rechazo, discriminación y, sobre todo, aporofobia. Este concepto permite explicar la violencia que emerge por parte de los receptores como una de las direcciones de violencia que cataliza la migración internacional del pobre.
La configuración de una patología social referente a la aporofobia está directamente relacionada con un rechazo al "otro" por su condición de pobreza. El problema no es entonces de raza, de etnia ni de extranjería. El problema es de pobreza […] Es la fobia al pobre lo que lleva a despreciar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo (Cortina, 2017, p. 21).
En contraste, la segunda dirección de violencia que cataliza la migración internacional del pobre se explica como una respuesta racional de supervivencia que conduce a comportamientos de naturaleza violenta ante la necesidad de satisfacción de mínimos vitales. El individuo que decide apelar a la violencia, también se enfrenta a una conducta violenta desde las lógicas socio-culturales receptoras, a las cuales les incomoda la inserción del migrante internacional y con esta, su búsqueda por sobrevivir.
ÁFRICA, POBREZA Y MIGRACIÓN: REPENSAR LAS DINÁMICAS DEL FENÓMENO
Para el presente documento, el concepto de "pobreza" está asociado a la construcción compleja de carencias estructurales de mínimos vitales humanos y con una relación directa, para este estudio, de exclusión de un actor sobre el "otro" que parte de bajas o nulas condiciones relativas a sus ingresos económicos (Spicker, 2009). En efecto, aquel concepto permite comprender las explicaciones alrededor de la violencia y la migración ante las vulnerabilidades humanas. Esta idea de pobreza responde a la funcionalidad de la definición para la argumentación de esta investigación.
El caso africano refleja la intersección de la violencia bidireccional. A saber, la violencia y la migración, conjugan los factores determinantes para establecer el complejo fenómeno que ocurre cuando el migrante africano llega al continente europeo.
El imaginario colectivo sobre el flujo migracional de personas africanas a países europeos redunda en las lógicas sobre que el migrante está en preocupantes condiciones de pobreza y necesariamente sale del continente. Sin embargo, según los hallazgos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la razón por la cual estas personas decidieron abandonar sus países no fue conseguir un trabajo debido a que no todos eran pobres en sus países de origen y muchos tienen un nivel alto de escolaridad. Los datos muestran que el 58% tenía un empleo con salario competitivo o era estudiante cuando decidió migrar (ONU, 2019). Así mismo, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 8O% de las migraciones africanas ocurren dentro del continente (IOM, 2017). Sin embargo, casos puntuales de altas migraciones desde África hacia Europa ocurren por el Mediterráneo. A saber, los principales nodos en este espacio son de Marruecos a España, de Libia a Italia y de Libia a Grecia principalmente (OIM, 2019).
En efecto, en el análisis sobre las migraciones africanas entran en juego factores que no están asociados directamente ni al conflicto ni a la pobreza extrema en dicho continente. Suelen migrar los que han conseguido cierto nivel adquisitivo como para poder asumir los costos del desplazamiento intra y extracontinental, así como aquellos que se enfrentan a situaciones de persecución política, racial, étnica y/o religiosa. Los países en los cuales más personas emigran son aquellos que han adquirido un mayor grado de desarrollo (Moral, 2018) o enfrentan situaciones complejas en términos de seguridad humana (GiménezGómez, Walle & Zergawu, 2017).
Ahora bien, pese a que el mayor flujo de migración africano desemboca en países del mismo continente (O'Callaghan & Sydney, 2017), existe un número considerable de personas que emigran a Europa por motivos económicos y configuran violencia bidireccional. De hecho, hay consenso político y de cierta forma académico alrededor de la primacía de la motivación económica como principal detonador de la migración en sentido Sur-Norte global (Giménez-Gómez et al., 2017). La migración irregular por motivos económicos a su vez conlleva una mayor tolerancia a poner la vida en riesgo con tal de lograr salir del país de origen y lograr la meta laboral deseada (Cummings, Pacitto, Lauro & Foresti, 2015). Con esto, se resignifican los umbrales de aceptación y perpetración de la violencia.
Entonces, en el abanico de tipos de migrante de África a Europa no todos se encuentran en severas condiciones de carencia pues, contrario a la creencia popular, tienen niveles considerables de educación y una situación de pleno empleo. Ahora bien, independientemente de que migrar implique incurrir en costos de desplazamiento que solo pueden cubrir quienes cuentan con algo de capital social y económico, el proceso migratorio en sí mismo los hace vulnerables, pues el trayecto los deja a merced de los traficantes de personas, además de provocar que su entrada al viejo continente tenga un sello despectivo a la luz de los receptores: son migrantes irregulares. La irregularidad provoca el despertar de sentimientos violentos por parte de los locales, pues quienes llegan aparentan necesitar toda clase de servicios por parte del Estado al que arriban. De la misma forma, los migrantes, después de vulnerados, están en entera disposición de hacer lo que se requiera en las lógicas de la supervivencia y eso puede incluir comportamientos de orden violento. En efecto, los líderes europeos recurrieron primero a soluciones precipitadas y unilaterales. Por ejemplo, Alemania estableció una política momentánea de frontera abierta mientras que el primer ministro húngaro Viktor Orban levantó una cerca de alambre de púas (Betts, 2020).
La vulneración a la que se someten los migrantes de esas características no son las mismas de las de aquellos migrantes que van a Europa con una oportunidad laboral o de estudio y, con eso, llevan consigo autonomía desde el punto de vista económico y humano. Pese a esa distinción, en ambas situaciones se trata de un mismo fenómeno: la migración. Sin embargo, a la luz de los receptores, de cierta forma se han separado esas situaciones y se han puesto en perspectivas distintas; por un lado, el "profesional" o el "estudiante" y, por otro, el "migrante" como aquel que llega en situación de necesidad (Samba, 2017). En otras palabras, no se observa con el mismo lente a los que llegan con oportunidades de vida clara, en contraposición a los que llegan en búsqueda de un rumbo. Los cerebros africanos que llegan a Europa en el ejercicio legítimo de su profesión no son entonces un problema migratorio, mientras que los desfavorecidos, por motivos políticos, económicos, de seguridad o de índole socio-cultural sí lo son, a la luz de las necesidades a las que se enfrentan (Samba, 2017). Por ejemplo, según Samba (2017), con base en lo anterior, el médico ghanés que ejerce su profesión en Londres o Berlín no es un "migrante", sin embargo, el campesino ghanés que ha llegado en una embarcación artesanal a las costas de Europa es un "migrante".
Esa visión diferenciada de la migración para el caso africano es una ejemplificación de la aporofobia a la que se apeló en una de las direcciones de la violencia: la del receptor de cara al migrante vulnerable que se instala en el país europeo. La otra dirección, a saber, la violencia que despierta en el migrante pobre, obedece, en cambio, a lógicas de supervivencia y satisfacción de necesidades básicas. Entonces, la violencia bidireccional no ocurre en todos los casos de la migración en sentido África-Europa, solo en los casos en los que el migrante es pobre o -de acuerdo con las tendencias migratorias revisadas dan cuenta de otras características socio-económicas del migrante-, aparentemente pobre a la luz de la perspectiva del receptor.
La migración africana sobre Europa ha motivado a un diálogo intraeuropeo que empuja, al menos de manera institucional, la creación de asociaciones de migración con países africanos. Estos acuerdos se centran en fortalecer las fronteras, reducir las salidas y aumentar el número de retornos de los migrantes que intentan cruzar a Europa (Betts, 2018). Níger se ha convertido en el mayor receptor de ayuda al desarrollo de Europa; no por un aumento en el altruismo sino porque es la ruta migratoria más importante hacia Libia y el Mediterráneo (Betts, 2018; Sandbrook & Romano, 2004). El caso africano refleja la violencia bidireccional toda vez que es el flujo migracional el que se convierte en el centro de gravedad en materia de violencia. Es decir, la particularidad de los casos y el relativismo sobre la manera en la cual los individuos de los países de África reciben violencia por parte de la configuración socioeconómica y sociocultural europea está directamente relacionada con su condición de migrantes pobres. La pobreza es un acelerador de rechazo y manifestación de violencia del actor receptor sobre el individuo. Sin embargo, la condición de procedencia, en particular la africana, también es un aditivo en la constelación de violencia sobre el migrante en Europa que, entre otras, se alimenta del imaginario asociado a tendencias migratorias erradas desde África.
La Cumbre de La Valeta, en 2015, fue el punto de convergencia entre los diseños institucionales de la Unión Europea y los males asociados a la migración irregular africana sobre Europa. Dicha cumbre es una construcción política de bloqueo, de aislacionismo sobre Níger, Burkina Faso y Malí. Así, entonces, el verdadero problema de la Cumbre de La Valeta no es lo que se discutió en la arena política y económica, sino lo que se omitió (Fanjul, 2015). Se omitió la idea colectiva que desde África surgen los problemas de Europa. La Cumbre fragmentó el continente africano en países de tránsito y de origen de migración, una fragmentación eurocéntrica que implica un aumento del problema y cuestiones estructurales que no se satisfacen.
Esta respuesta es una muestra de la aporofobia institucional de cara al tipo de migrante antes expuesto; aquel que es o aparenta ser pobre. El migrante que llega con oportunidades claras de trabajo o estudio no se enfrenta a esas medidas, pues no es esa su modalidad de desplazamiento. Su movilidad está condicionada por el medio de transporte a usar, pues no suele cruzar el continente por tierra o vía marítima, sino aérea. Entre otras, porque sí cuenta con documentos que regulan su proceso migratorio y no cargan el estigma de la migración irregular, que suele ser sinónimo de pobreza.
CONCLUSIONES
A lo largo del presente documento se hizo un análisis sobre la construcción de violencias bidireccionales en materia de migración del pobre. Uno de los objetivos académicos del estudio redunda en la apuesta por ampliar la agenda de investigación de las migraciones en el marco de las relaciones internacionales contemporáneas, como un asunto que empieza a tener mayor importancia en la disciplina y en la toma de decisiones.
En efecto, partiendo de lo mencionado, uno de los principales hallazgos de la investigación es que la violencia en las RR.II. no está asociada exclusivamente a una lógica simétrica de conflictos entre Estados. De tal manera, la violencia bidireccional se construye como fenómeno orgánico entre el migrante pobre irregular y el actor receptor de dicho migrante. En el caso de este último, uno de los catalizadores de violencia es la aporofobia individual e institucional a la luz de un imaginario que supone que quien llega de manera irregular, se encuentra en condiciones imperantes de necesidad y, por ende, la sociedad receptora debe asumir esos costes sociales y fiscales. En otras palabras, se ha descontextualizado y malinterpretado la noción de irregularidad, asociándola directamente a la pobreza. Por su parte, el migrante en una lógica de configuración de una nueva vida y de alguna forma de supervivencia, puede llegar a manifestar comportamientos violentos de carácter racional.
Ahora bien, el caso africano da cuenta de esos dos patrones, toda vez que se manifiesta tanto la aporofobia como la violencia bajo una lógica de supervivencia. Sin embargo, en el caso de la aporofobia, fue posible evidenciar que las estadísticas, a propósito de la migración, desmienten el imaginario que la mayoría de migrantes africanos se desplazan exclusivamente por necesidad económica. Lo cierto es que casi todos los migrantes en busca de oportunidades laborales se quedan en el continente africano. Así las cosas, el volumen de migrantes se ha solapado con la asociación a ese imaginario errado. Las instituciones, por su parte, también reproducen la aporofobia, teniendo en cuenta que las medidas de cara a la migración, son aparentemente incluyentes y con tendencia resolutiva, pero como el caso de La Valeta (2015), han generado más fracturas y han profundizado el problema del migrante que llega por tierra o por mar, a diferencia del que llega por otros medios de transporte y con una oportunidad laboral o de estudio definida.
Finalmente, aunque no son mayoría, no se puede desconocer que hay un porcentaje importante de migrantes laborales de África a Europa. los cuales tienen un umbral de tolerancia al riesgo más alto que el de otras personas que también migran. Entonces, su búsqueda de oportunidades y su lógica de supervivencia constante, los motivan a tomar decisiones de cara al uso de la violencia.
NOTA
1 El concepto se refiere a los aspectos que involucran los asuntos domésticos e internacionales de manera simultánea (Barilleaux, 1985).
REFERENCIAS
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