10.18601/16577558.n34.14

Puentes, no muros. Contribuciones para una política progresista en migraciones

Reseña de libro:

Gaborit, M. et al. (2020). Puentes, no muros: contribuciones para una política progresista en migraciones [Edición de Carlos Sandoval García], 1ª. ed., Buenos Aires: Clacso; México: Fundación Rosa Luxemburgo [Libro digital, pdf. Archivo Digital: descarga y online. ISBN 978-987-722-582-2].

Dalma Medina Caicedo*
Geisel Vera Díaz**

* MBA en administración y dirección de empresa. Directora del Programa de Economía de la Universidad de La Guajira. [dalma.medina@est.uexternado.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0002-2395-3248].

** Profesional en gobierno y relaciones internacionales. Coordinadora Departamento de Derecho del Transporte Universidad Externado de Colombia. [geisel.vera@uexternado.edu.co]; [https: https://orcid.org/0000-0002-3193-5170].

Para citar esta reseña:

Medina Caicedo, D. y Vera Díaz, G. (2021). Puentes, no muros. Contribuciones para una política progresista en migraciones. [Reseña del libro: Gaborit, M. et al. (2020). Puentes, no muros: contribuciones para una política progresista en migraciones] [Edición de Carlos Sandoval García], 1ª. ed., Buenos Aires: Clacso; México: Fundación Rosa Luxemburgo [Libro digital, pdf. Archivo Digital: descarga y online. ISBN 978-987-722-582-2]. OASIS, 34, pp. 229-237. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n34.14

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Los movimientos migratorios han estado presentes a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo, estos han vivido una transformación en los últimos años, y han pasado de ser considerados movimientos de emigración, como se dio en la segunda guerra mundial, a ser considerados por muchos países como una amenaza, sobre todo después de los atentados terroristas que se dieron alrededor del mundo al inicio del siglo XXI. La globalización no solo ha estado acompañada de una visión general del migrante ilegal como un invasor, sino que ha generado una nueva configuración global, en la que la migración se da como resultado de las desigualdades en términos de desarrollo y poder entre unos países y otros, evidenciando la separación Norte-Sur. Los flujos migratorios provienen especialmente de países menos desarrollados, hacia países desarrollados y constituidos como potencias globales. Esta tendencia se explica en el imaginario que tienen los migrantes de un futuro mejor en territorios desarrollados, y de la alta dependencia que tiene el Sur del Norte.

De esta manera, el libro Puentes, no muros, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) realiza una crítica de las políticas y tendencias migratorias xenófobas del contexto actual, a través de la propuesta de una política migratoria progresista que contemple la posibilidad de un "mundo sin muros". El nombre del libro pone en evidencia la postura de los autores, pues a simple vista promueve la aceptación de los flujos migratorios y en vez de contenerlos, plantea la posibilidad de una política progresista que elimine las restricciones y, por el contrario, cree "puentes", cada vez más necesarios, en un mundo globalizado. La portada es una buena elección para el tema que aborda, pues muestra a una persona intentando escalar una barrera, impuesta con seguridad por un país, con el objetivo de delimitar sus fronteras y evitar que los migrantes ingresen; es una imagen sobria y realista de la situación actual que vive el mundo.

Puentes, no muros es resultado de una recopilación de trabajos académicos de distintos autores expertos en temas migratorios, que hacen parte de Clacso y cuya formación académica se encuentra entre la psicología, la sociología, la filosofía, la antropología, el estudio del desarrollo y las ciencias sociales y políticas. Lo interesante de este libro es que está compuesto por capítulos que abordan desde el análisis psicológico de la construcción social de la migración, hasta el estudio de casos puntuales y de la propuesta de una política progresista; así mismo, sus autores tienen diversos orígenes, lo cual hace que se construya un puente entre estos para elaborar el documento, demostrando que la integración es inevitable en un mundo globalizado.

I. APROXIMACIONES AL CONTENIDO DEL LIBRO

Al inicio Mauricio Gaborit aborda la migración desde una perspectiva psicosocial, analizando los procesos que llevan a la construcción social del migrante como enemigo. El autor explora las conductas xenófobas que se construyen alrededor de aquellos migrantes ilegales que provienen de grupos sociales con escasos recursos y de un estatus socioeconómico bajo. En ese sentido, demuestra que el rechazo inicia desde los líderes, quienes proclaman discursos y políticas que ponen barreras e incentivan el odio, hasta los ciudadanos de los países de llegada, quienes llegan a discriminarlos. El argumento de estos es que los migrantes solo se dedican a cometer crímenes y afectan la estabilidad de los países, lo cual evidencia dos procesos psicosociales: la polarización, donde el migrante ilegal de clase baja sufre por la desigualdad; y el miedo al otro por considerar que puede amenazar la cultura, la identidad, la seguridad, ocupar los empleos de la zona y afectar el bienestar de los ciudadanos del lugar.

Por otro lado, Yahaira Ceciliano y Tanya Golash realizan una reflexión sobre cómo la idea que se defendió en el apartheid africano se puede trasladar al orden mundial, argumentando que en la actualidad existe una corriente de pensamiento que viola los derechos humanos al creer en la superioridad racial de las personas blancas y defender sus privilegios y riquezas, segregando, discriminando y criminalizando a las personas de color. La distribución de recursos se hace de acuerdo con la raza, lugar de origen, etnia, género, ubicando en la parte inferior a las personas de color, tal es el caso de muchos de los inmigrantes pobres de color que quieren ingresar a naciones ricas, controladas por minorías blancas. Adicional a esto, esta corriente representa a los inmigrantes de color que provienen de países pobres como un peligro para la seguridad nacional, y como una amenaza económica, laboral, cultural y racial. Lo cual lleva a la hipervigilancia de los territorios y a la creación de políticas extremas y requisitos que restringen la movilidad.

Con un enfoque más aterrizado a un territorio en concreto, María del Carmen García y Daniel Villafuerte estudian las migraciones en Centroamérica como un acontecimiento que inicia un hito a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Estas se caracterizan por ser ilegales y por tener a México como país de tránsito y a Estados Unidos como país de llegada. Así mismo, argumentan que al mismo tiempo que incrementan las migraciones del Sur hacia el Norte, los controles se vuelven cada vez más radicales, mientras que se destruye el ideal político del capitalismo basado en el orden democrático-liberal. Es evidente cómo se construye un mito securitario, donde Estados Unidos es la víctima de los migrantes, quienes son considerados como "criminales", "traficantes de drogas" y culpables de todos los actos delictivos que suceden en el país. Ante esta narrativa se han reforzado las medidas de contención que desdibujan al migrante como un ser humano y lo categorizan como el enemigo contra al que hay que luchar, a través de la fortificación militar y tecnológica, la construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos y México, y la creación de reglas extremas para las solicitudes de asilo.

Siguiendo con el análisis del comportamiento de la migración en Centroamérica, Tanya Basok aborda el impacto que tiene la regularización migratoria tanto en los migrantes como en las estrategias de control de los gobiernos. La autora sostiene, además, que el hecho de no someterse a la identificación, documentación o el respectivo registro, hace que los migrantes sean considerados como una amenaza a la seguridad nacional y local. Por esta razón, para las personas migrantes que se encuentran en situación de irregularidad, la opción de una tarjeta migratoria que le permita legalizar su situación, es una forma de mejorar su bienestar. No obstante, muchos de estos documentos son temporales, con un período de tiempo fijo, lo cual deja al migrante desprotegido una vez finaliza el tiempo de permiso, llevándolo de nuevo a estar en la ilegalidad e incluso a ponerlo en una situación precaria. Es importante destacar que estos permisos de permanencia no son solo para brindar ayuda a los migrantes, a través de estos las autoridades pueden ejercer control e incluso disciplinarlos.

Así mismo, Koen Voorend y Megan Rivers-Moore ponen de manifiesto que Costa Rica posee un régimen de política social que se destaca por su alta cobertura y universalismo, en donde las clases medias y bajas tienen acceso a sus beneficios. No obstante, ante el incremento de la población migrante, en especial proveniente de Nicaragua, esta política está enfrentando serios inconvenientes de cobertura, toda vez que existe un reto en la incorporación de las personas migrantes a dichos servicios. La incorporación social y económica de los migrantes se ha convertido en uno de los principales desafíos de los gobiernos latinoamericanos, que luchan por evitar el deterioro de los servicios públicos y la disminución de la inversión pública ante la demanda de una mayor cobertura. A causa de ello, los partidos populistas de derecha y los sentimientos antiinmigrantes cada vez toman más fuerza, creándose una política de migración restrictiva que evite el ingreso de migrantes y, por ende, el acceso de estos a los programas de bienestar. Lo anterior genera lo que los autores consideran una politización de la migración en los países de destino.

Al plantear la posibilidad de una erosión de la democracia liberal y un surgimiento del autoritarismo populista, Carlos Sandoval señala que hay una mayor presencia de organizaciones políticas de derecha y ultraderecha, que han encontrado en la migración una oportunidad para articularse y movilizarse. Lo anterior, si se tiene en cuenta que el sentimiento antiinmigrante es una de sus principales banderas, en donde el deseo de construir muros no es con el fin de defender al Estado de posibles ataques y agresiones, sino para impedir la llegada de migrantes y refugiados, por lo que se deduce que el racismo hoy se expresa a través de la xenofobia. El autor indica que el incremento de las desigualdades entre regiones y países ha sido aprovechado por las ultraderechas, quienes proponen que las políticas sean únicamente para los nacionales, toda vez que consideran que la desindustrialización y el debilitamiento de garantías laborales son debidos a los migrantes. Por otro lado, en países de América Latina, Asia y África, la ausencia del Estado de bienestar lleva a la emigración forzada, en busca de mejores condiciones, ante la falta de oportunidades.

Cambiando de área geográfica de estudio, Stefanie Kron y Henrik Lebuhn introducen la importancia de la existencia de las ciudades solidarias en Europa. Ellos exponen que en Europa se han dado acontecimientos que han vulnerado los derechos de los migrantes, llegando a poner en riesgo su vida, un ejemplo de esto es lo ocurrido en Italia, en junio de 2018, cuando el gobierno derechista le impidió el ingreso al país a los barcos de rescate, lo cual produjo una ola de protestas en todo el continente. Sin embargo, en otras ciudades de Europa no ha habido rechazo sino aceptación de los migrantes, tal es el caso de los gobiernos municipales de ciudades como Barcelona, Nápoles, Atenas, Salónica, Ámsterdam, Gdansk y Berlín que les han ofrecido un lugar seguro a los refugiados, a través a la Red de Ciudades Solidarias establecidas en 2016. Los autores advierten que, desde los años 80, también existen las ciudades santuarios en localidades canadienses y norteamericanas, con una nueva visión de formas de ciudadanía, que defienden los derechos de los migrantes y prohíben la cooperación con las autoridades nacionales de inmigración para evitar las deportaciones. Si bien estas políticas locales tienen un reconocimiento limitado, ofrecen grandes beneficios como el acceso a escuelas públicas, abrir cuentas bancarias y firmar contratos de alquiler.

En el último capítulo Juan Carlos Velasco aborda un tema de suma importancia para la migración, este es el enfoque securitario. Para él, la globalización se ha convertido en un determinante de las condiciones actuales de los migrantes, demostrando que a pesar de que las finanzas y las mercancías circulan libremente por el mundo, las personas cada vez experimentan mayores restricciones promovidas por un Estado que defiende la seguridad por encima de todo. Este enfoque securitario analiza la migración como un fenómeno que no se relaciona con las demás dinámicas sociales, la percibe como la causante de la inseguridad, delincuencia y terrorismo, justificando la restricción del ingreso de los migrantes a sus territorios. Con el establecimiento de políticas migratorias restrictivas, se crea la base para proteger y reforzar las fronteras a través de la construcción de muros y vallas, lo cual afianza la nueva creencia que en el mundo actual es más importante nacer en un país rico, que ser de clase alta o media en un país pobre. En aras de minimizar las brechas entre el bienestar de los habitantes de países ricos y países pobres, el autor propone un mundo con fronteras abiertas, que desafíe el discurso actual que solo ha reproducido las desigualdades entre países y personas, eliminando el miedo infundado hacia los migrantes.

II. REFLEXIÓN SOBRE LA PROPUESTA DE UN MUNDO SIN MUROS

Al tener en cuenta los argumentos abordados por los autores en el apartado anterior, a continuación se expondrán, desde un punto de vista crítico, los temas más relevantes del libro Puentes, no muros. Contribuciones para una política progresista en migraciones; haciendo un análisis desde la importancia de garantizar los derechos de los migrantes, hasta el rol del Estado y de sus gobernantes como estructuradores de políticas migratorias tendientes a enfrentar las actuales olas migratorias y sus impactos en los territorios.

En efecto, comprender la construcción social del migrante como enemigo es muy importante para entender el comportamiento de la migración en la actualidad, en el libro se puede observar como los autores defienden la idea de que el migrante es visto como hostil para las autoridades y la población de los países de llegada, explicando que las políticas que toman los países, en ocasiones se basan en la concepción del migrante ilegal como amenaza para la seguridad y la estabilidad nacional, lo cual lleva a la violación de sus derechos. Esta concepción que rige la mayoría de las políticas migratorias de los países desarrollados es una muestra de la polarización que vive el mundo actual. La brecha que se ha generado entre ricos y pobres, así como las condiciones precarias que se han acentuado en los países en desarrollo, incentiva a que sus habitantes salgan de su lugar de origen, al mismo tiempo que favorece la dinámica de migración ilegal. No obstante, en este contexto de globalización e integración, que defiende un modelo de libertad económica, es contradictorio que los países más capitalistas y desarrollados sean los que más rechacen la migración y pretendan crear muros de contención y discursos xenófobos para enfrentarla, desconociendo las libertades.

Siguiendo con el argumento de la discriminación que se les da a los migrantes, es de gran interés el análisis que realizan Yahaira Ceciliano y Tanya Golash, puesto que incorporan al tema los aspectos raciales, demostrando que el apartheid no es una ideología que murió con su abolición en Sudáfrica en los 90, por el contrario, en años recientes ha habido un resurgimiento a nivel mundial. Lo relevante es que esta xenofobia no solo está asociada con el estatus económico del migrante, sino que está ligada a su raza o color de piel, considerándolos menos por ser de color. A pesar de que en la actualidad el racismo sea rechazado, los propios gobiernos instan a sus ciudadanos a discriminar a las personas pobres de color, quienes consideran que estos no son sujetos de derechos solo por ser de determinada raza. Este tipo de violaciones a los derechos humanos es reprochable, se necesita un esfuerzo internacional que concientice tanto a los gobiernos como a sus ciudadanos sobre las políticas migratorias que se están llevando a cabo, pues muchas de ellas no son solo restrictivas y extremas, sino tienen un objetivo indirecto de discriminar a las personas por su raza.

Ahora bien, el mito securitario es la estrategia que usan muchos países para contener a los migrantes, en especial a los ilegales, con la excusa de que muchos de estos intentan ingresar al país de destino para cometer delitos. Los gobiernos lo que hacen es declararle la guerra y mostrar una actitud de odio y rechazo, mientras que se muestran como los "protectores" de la seguridad de la nación y de los ciudadanos. Estas políticas de protección contra migrantes son recursos que utilizan los gobiernos de extrema derecha para ganar favoritismo entre las personas con ideologías similares. El problema de todo esto es que una política de corte nacional puede pasar a un escenario internacional, cuando los discursos empiezan a ser replicados por otros países, constituyéndose como una estrategia de Hard Power que, en vez de garantizar la seguridad de las naciones, genera disputas. En ese orden de ideas, tal como plantean los autores del libro, es necesario cambiar esta tendencia mundial por políticas que fomenten la aceptación de los flujos migratorios como una consecuencia inevitable de un mundo cada vez más globalizado e interconectado.

Por otro lado, la regulación o documentación de los migrantes se ha vuelto un tema esencial para muchos gobiernos. Sin embargo, no siempre son comprensibles los intereses detrás de las políticas que buscan legalizar a los migrantes en situación de irregularidad. Este libro hace un gran aporte al entendimiento de dichos intereses, sacando a la luz que detrás de la iniciativa de regularizar a los migrantes, se esconde el objetivo de identificarlos para poder ejercer control más adelante, lo cual resulta ser una jugada sucia. Lo ideal sería que los países incentivaran políticas de regularización completas, que tengan continuidad en el tiempo y que realmente acepten los flujos de migrantes como una situación de interés general, que requiere una planeación como el resto de las políticas públicas. Este tipo de iniciativas que tienen una vigencia corta, fomentan la desigualdad de los migrantes, afectan su bienestar y provocan en muchos casos que estos caigan en la pobreza o que lleguen incluso a delinquir.

Ante esta situación es necesario que la gobernanza actual analice a profundidad el impacto de las migraciones en los territorios, vista más allá de la amenaza que se cree que generan para la distribución de los recursos escasos y el goce del bienestar de los ciudadanos. Es indispensable que la migración no sea politizada, sino humanizada, en donde primen los derechos de las personas por encima de los intereses políticos de los gobernantes de turno, quienes han modificado las leyes y las políticas públicas en aras de cerrar fronteras y evitar que quienes llegan a sus ciudades, provenientes de otros países, tengan oportunidades, y así evitar que quieran quedarse, cerrando las posibilidades incluso a migrantes con preparación académica, que tienen mucho que ofrecer en términos laborales.

Al respecto, la Declaración Universal de los Derechos Humanos garantiza el derecho a emigrar en busca de nuevos retos y oportunidades, pero no asegura el derecho a inmigrar, lo que lleva a la falta de regulaciones en los países de destino, que protejan a quienes buscan establecerse allí. Este rechazo a los inmigrantes está sustentado únicamente en bases políticas e ideológicas de quienes buscan alcanzar sus propias metas, sin importar el perjuicio que causen a un sector de la población que más que nunca se encuentra desamparado ante un panorama que parece no mejorar, en donde carece de la hospitalidad, la justicia y el sentido común de apoyar a los semejantes.

A partir de ahí se observa, con esperanza, que la red de ciudades santuario y solidarias aporta pequeñas acciones que a futuro generarán grandes cambios en las condiciones de vida de los migrantes y refugiados, quienes son fuertemente golpeados por los gobiernos nacionales. Esta reconfiguración de ciudadanía ofrece la posibilidad de garantizar a los migrantes sus derechos fundamentales, a través de la creación de políticas de abajo hacia arriba, pero que aún tienen muchos desafíos por enfrentar y brechas socioeconómicas por cerrar, en especial aquellas que permitan que los derechos de los ciudadanos no se vean afectados en aras de garantizar a los migrantes calidad de vida y acceso a recursos.

En definitiva, los gobernantes de países como Estados Unidos, Israel e India han construido muros e instalado vigilancia en sus fronteras con el argumento de que es la única forma en que se garantiza que los migrantes no ingresen, pero la realidad es que han conseguido que estos busquen opciones ilegales para ingresar. El temor que infunden es que la llegada de extranjeros conducirá, además, a la pérdida de la identidad del país, creyendo que al promover este tipo de políticas se aceptará la seguridad y la identidad por encima de la igualdad; esto deja la atención humanitaria en segundo plano, sin analizar que todos los seres humanos, indistintamente de su lugar de origen, tienen los mismos derechos, los cuales deben ser garantizados

CONCLUSIONES

La migración ilegal es producto de las restricciones exageradas que crean muchos países para evitar el asentamiento de flujos migratorios, que provienen sobre todo de los países menos desarrollados, denominados del Sur. Es importante que haya un entendimiento a nivel internacional de que las migraciones, derivadas de la globalización y de un sistema capitalista mundial, no se pueden contener, este es el precio que pagan los países con más desarrollo y poder. Por ende, negarla no solo genera un ambiente de confrontación global, sino que se contradice con la idea de libertad económica y democracia que han promovido por años los países líderes del sistema internacional, llevando a que cada vez sea mayor la cantidad de migrantes ilegales que intentan ingresar a sus territorios.

El aporte más relevante que realizan los autores, es la alusión que hacen a una política progresista en migraciones, con miras a lograr reformar la manera en que es vista la migración en la actualidad, en donde exista la posibilidad de reconocer posibles escenarios de interacción entre los migrantes y los ciudadanos de los lugares de destino. Así mismo, estos resaltan la importancia de los derechos humanos y de una vida digna, en especial para aquellos que son parte de una migración forzada al buscar mejores oportunidades.

Sin embargo, estas ideas progresistas no son las que caracterizan a la realidad, se evidencia cómo la migración está atravesando por una politización que permea cada una de las decisiones de los hacedores de política, en donde poco a poco se ha restado importancia a las necesidades de la población migrante dentro de los territorios que los reciben. Esto ha llevado a divisiones políticas a nivel mundial, en tanto que se puede observar como la migración se ha convertido en el eje central de los movimientos y partidos políticos contemporáneos, que pueden rechazar o apoyar la migración, esto último por medio de la puesta en marcha de las ciudades solidarias y santuario. Ante esto surge la necesidad de empezar a cambiar el concepto que se tiene de la migración y apostarle a un mundo menos cerrado.

Es importante que los países acepten a los migrantes y eliminen la idea xenofóbica de que estos solo quieren cometer delitos o crímenes en los países de destino, catalogarlos de esta manera viola sus derechos humanos y los discrimina, sin tener en cuenta que si se logran integrar adecuadamente, se podrían aprovechar sus capacidades para incrementar el desarrollo de los lugares en los que se instalen.