10.18601/16577558.n35.02
El cierre de un ciclo histórico y la reconfiguración del sistema internacional en un multi-orden
The closing of a historical cycle and the reconfiguration of the international system in a multi-order
Manuel Alejandro Rayran Cortés*
* Magíster en ciencia política con orientación en relaciones internacionales, con especialidad en diplomacia y resolución de conflictos, Universidad Católica de Lovaina. Docente de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia, Bogotá (Colombia). [manuel.rayran@uexternado.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0003-3658-2690].
Recibido: 1 de diciembre de 2020 / Modificado: 19 de febrero de 2021 / Aceptado: 5 de abril de 2021
Para citar este artículo: Rayran Cortés, M. A. (2022). El cierre de un ciclo histórico y la reconfiguración en un multi-orden. OASIS, 35, pp. 7-30. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n35.02
RESUMEN
La Covid-19 aceleró las transformaciones que se estaban presentando en la vida internacional desde 2008, materializadas en una competición entre gigantes económicos, un debilitamiento en la gobernanza mundial, una reconfiguración del capitalismo con la tecnología y un resquebrajamiento de la confianza de las sociedades en la democracia. Lo anterior ha llevado a una nueva reconfiguración de capacidades materiales, instituciones e ideas, demostrando así que lo que actualmente vive el mundo es el cierre de un ciclo histórico y el debilitamiento de la estructura hegemónica de Estados Unidos. Con base en ese panorama, se analizan las oportunidades y desafíos que presentan los nuevos países emergentes a la luz del concepto del poder, ilustrado por la teoría crítica.
Palabras clave: Estructura hegemónica, nuevos países emergentes, capitalismo de Estado, digitación, poder.
ABSTRACT
Covid-19 accelerated the transformations that have been taking place in the international life since 2008. These have been materialized in, a competition between economic giants, a weakening in the world governance, a reconfiguration of capitalism with technology and a breakdown of the trust of societies in democracy. This has led to a new reconfiguration of material capacities, institutions and ideas, and demonstrates that what the world is currently experiencing is the closing of a historical cycle and the weakening of the hegemonic structure of the United States. Based on this panorama, the opportunities and challenges presented by the new emerging countries are analyzed in the light of the concept of power, illustrated by critical theory.
Key words: Hegemonic structure, new emerging countries, state capitalism, digitalization, power.
INTRODUCCIÓN
La propagación por el mundo de un coronavirus causante de la neumonía Síndrome Respiratorio Agudo Severo 2 (Sars-CoV-2) aceleró e hizo más evidentes las contradicciones económicas, políticas y sociales que, desde la crisis financiera de 2008, se han instalado en la vida internacional.
En términos generales, estas se pueden condensar en cuatro aspectos: una competición entre los gigantes económicos que empuja a un desconocido orden mundial; el debilitamiento de las instituciones internacionales y con ello la gobernanza mundial; el tránsito hacia la cuarta revolución industrial caracterizada por la alta influencia de la tecnología en el quehacer humano y la reestructuración del capital; y el resquebrajamiento de la confianza de las sociedades en la democracia, el orden liberal y el fortalecimiento de los populismos políticos con su respectiva radicalización.
Es así como, en términos generales, hay un consenso en que el mundo se adentra a un nuevo cambio estructural con una ordenanza de multi-orden, pero en lo que no existe aquiescencia es en el resultado de esa transformación y sus impactos en la vida internacional. En el marco de lo anterior, surge la pregunta, de acuerdo con sus capacidades, ¿qué desafíos y oportunidades tienen los nuevos países emergentes en las actuales mutaciones de la estructura no hegemónica? Para el presente análisis, por esa categoría se entienden los países de Turquía, Indonesia, Nigeria, México, Egipto, Vietnam, Sudáfrica y Colombia. Para dar respuesta a esta cuestión, se utilizó una metodología cualitativa inductiva con fuentes académicas y con cifras de instituciones internacionales.
Ahora bien, la hipótesis que se plantea a este interrogante es: las actuales transformaciones internacionales están conduciendo al mundo a un cambio de ciclo histórico caracterizado por un protagonismo de múltiples agentes que construyen un multi-orden, una reconfiguración de los patrones económicos en los que la digitalización de la economía global y de la sociedad aceleran la cuarta revolución industrial y una conformación de un nuevo orden liberal híbrido que le permitirá a los nuevos países emergentes tener un margen de acción más amplio para su agencialidad.
Con el fin de desarrollar la hipótesis, el texto está dividido en tres partes. En la primera de ellas se propondrá un esquema que integra el concepto de poder a partir del enfoque de Michael Barnett y Raymond Duvall, con la estructura histórica establecida por Robert Cox. Esta propuesta busca, por lo tanto, esclarecer la forma cómo las diferentes agencias de los actores inciden en la vida internacional. Posteriormente, se explicarán, de manera breve, las contradicciones en el seno del sistema internacional. Finalmente, y de acuerdo con el contexto anterior, se analizarán los desafíos y las oportunidades que tienen los nuevos países emergentes.
MARCO TEÓRICO
Con el fin de estudiar los nuevos países emergentes y responder la pregunta, en esta primera sección del texto se analizará, desde una perspectiva de la teoría crítica de las relaciones internacionales, el concepto de poder y la estructura histórica establecida por Cox, para luego proponer un esquema en el que se integren los dos elementos antes mencionados. Es pertinente que el lector tenga en cuenta que este planteamiento es parte de una agenda investigativa más amplia y, por tal motivo, está sujeto a una continua construcción que, con el tiempo, pueda que incluya nuevos elementos o se aparten otros.
Desde el nacimiento de la disciplina de las relaciones internacionales, el concepto de poder ha estado presente en las diferentes agendas académicas y, por tal motivo, ha sido rebatido de manera constante. Las definiciones más difundidas de este término han sido las del mainstream, a saber: el realismo, el liberalismo y el constructivismo. No obstante, si bien es cierto que cada una de estas corrientes de pensamiento visualizan el poder desde una perspectiva distinta, es claro que sus definiciones dejan de lado elementos relevantes para entender a los actores y su agencia en la actual vida internacional, motivo por el que los hace incompletos. Con base en lo anterior, Michael Barnett y Raymond Duvall (2005) consideran que el poder debe entenderse como una producción de efectos que se generan en y a través de las relaciones sociales que les permiten a los agentes predeterminar los hechos. En ese sentido, dedican atención a dos dimensiones relacionales que originan una taxonomía de cuatro conceptos de poder.
Respecto a las dos dimensiones analíticas, la primera se refiere a si el poder funciona, ya sea porque el actor goza de una posición material objetiva o subjetiva constitucional que lo privilegia en relación con los otros o, por el contrario, el poder de un agente sobre otro se origina como consecuencia de las interacciones comportamentales entre estos. La segunda faceta de análisis se centra en la especificidad de la relación que puede ser directa o difusa; es decir, si la relación entre los agentes tiene una conexión tangible, mecánica y fluye de manera causal se cataloga como directa, pero si esa relación de poder trabaja a una distancia física, intangible, temporal o social se entiende como difusa (Barnett & Duvall, 2005).
Así, pues, las anteriores dos dimensiones generan la cuádruple taxonomía del poder, las cuales pueden ser constitucional (directa o difusa) o de interacción (directa o difusa). En el marco de lo anterior, la primera categoría es el poder obligatorio, que hace referencia a todas aquellas acciones que A hace para controlar a B con o sin intencionalidad, su relación es de constitución y su especificidad directa entre los agentes por su causa/efecto. Los actores que detentan este tipo de poder son, por ejemplo, los Estados, los bancos, las grandes corporaciones, entre otros que, por sus actuaciones, logran que terceros actores cambien su comportamiento. La segunda clase es el poder institucional que hace alusión al control y afectación de los intereses de un agente sobre otro desde la distancia a través de las instituciones. En ese sentido, la relación es constitucional porque el actor con mayor agencialidad, por medio de las reglas y procedimientos, establece las normas que le permitan lograr sus objetivos y, a su vez, es difusa porque es una relación de poder socialmente extendida en las instituciones formales o informales. Un ejemplo de ello es la costumbre y el derecho internacional que, si bien exige a los Estados respetar la soberanía, por el otro lado, mantiene algunas directrices legales que mantienen la superioridad entre los mismos (Anghie, Koskenniemi, & Orford, 2016).
La tercera categoría de poder es el estructural, se caracteriza porque la relación es de interacción y directa debido a que la posición de A dentro de la estructura existe solo en virtud de su relación con la posición estructural de B. En ese sentido, de acuerdo con su ubicación, la estructura les distribuye las capacidades de manera asimétrica a los agentes y, a partir de esta, los actores por medio de las interacciones crean sus intereses y entendimientos subjetivos. Un ejemplo de lo anterior son las relaciones que se crean entre países desarrollados y en vía de desarrollo o las grandes potencias y los países con menor influencia en la política internacional. Por último, está el poder productivo que hace énfasis en la influencia que tiene el sistema de conocimiento y de la significación de las ideas en la praxis de los agentes; en consecuencia, este poder es de interacción e indirecto debido a que el actor busca a través del discurso y la experimentación definir conceptos de las prácticas ordinarias del campo social como, por ejemplo, las definiciones de las ideas de lo natural, lo normal, la justicia y demás.
Ahora, si bien Barnett y Duvall representan en su trabajo original la anterior categorización en un cuadro, para este análisis se propone un diagrama de Venn debido a que el poder, además de ser una amalgama de diferentes tipos de relaciones sociales, entre ellas también se presenta una interacción constante y fluida, de ahí que este modelo de representación gráfica (ilustración 1) demuestra la relación simbiótica antes mencionada entre los dos componentes analíticos y la taxonomía que, además, funcionan en el tiempo y a la distancia. En ese sentido, la ilustración evidencia que el poder obligatorio y el institucional, a pesar de que comparten que son constitucionales, el primero es directo y el segundo es difuso; mientras que el poder estructural y el productivo son interactivos (agenciales), el primero tiene una relación directa que comparte con el poder obligatorio, y el segundo su relación es difusa y la comparte con el institucional.
Es así como la definición anterior del poder y su representación gráfica evidencia que los agentes de la vida internacional pueden materializar su poder a partir de diferentes representaciones, ya sea por las ideas, capacidades materiales, reglas o por las interacciones que entre los actores se generan y crean ciertos valores subjetivos de superioridad.
Una vez definido el poder, ahora se propone la unión de este con la estructura histórica de Robert Cox. Para ello se explicarán los elementos del enfoque del autor mencionado y luego se presentará una nueva gráfica en la que integre los elementos teóricos tratados.
De acuerdo con Cox (2013), para entender la vida internacional, es necesario estudiarlo desde la estructura histórica que es la imagen de una configuración particular de tres fuerzas que tienen relaciones recíprocas entre estas, a saber: las capacidades materiales, las instituciones y las ideas (ilustración 2). La primera de ellas hace referencia a la capacidad tecnológica y organizativa para transformar los recursos naturales en riqueza. Las segundas son un mecanismo para afianzar y consolidar un orden particular, las cuales reflejan las relaciones de poder dominante y tienen vida propia para que, por ellas mismas, canalicen los inconformismos y coopten a los que estén en desacuerdo con la disposición existente. Las últimas, son los significados intersubjetivos compartidos por las relaciones sociales para mantener los hábitos que son, a su vez, las imágenes colectivas del orden social, fundadas por los grupos sociales.
De igual manera, según Cox (2013) la configuración particular de estas tres fuerzas se aplica a tres esferas de actividad, que son: las fuerzas sociales, los órdenes mundiales y las formas de Estado (ilustración 3). El primer nivel hace alusión a la relación que existe entre las fuerzas sociales concebidas por el proceso productivo. El segundo se refiere a la relación compleja entre el Estado y la sociedad civil. La tercera, y última, engloba el conjunto particular de los agentes que definen la paz o la guerra entre los Estados.
Ahora, si bien Cox expresa gráficamente la estructura histórica de manera separada de las esferas, como se evidencian en las ilustraciones 2 y 3, lo cierto es que las primeras tienen una influencia sobre las segundas, por lo tanto, en este trabajo se propone una integración de las dos en una sola representación gráfica. De igual manera, se añadirá el concepto de poder debido a que es un componente fundamental dentro de las dinámicas de la vida internacional porque les permite a los agentes, de acuerdo con la taxonomía de Barnett y Duvall, generar efectos.
La anterior propuesta se plantea porque posibilita estudiar de mejor manera el funcionamiento del poder con las dinámicas del mundo actual, en las que están involucradas las fuerzas sociales, las formas del Estado y la estructura económica de la política global. En ese sentido, la taxonomía del poder se ubica en el centro de los triángulos, debido a que es la forma por medio de la cual los agentes producen efectos en y a través de las relaciones sociales subjetivas. Estas interacciones tienen efectos en la estructura histórica, pues el actor, de acuerdo con su agencialidad, dada por el poder, establecerá la configuración de las tres fuerzas (capacidades materiales, instituciones e ideas) que, además, resultan de unas contradicciones objetivas y con unas consecuencias de distribución social, política y económica inequitativas (Nussbaum, 2019).
Por último, se agregan las tres esferas de actividad (fuerzas sociales, órdenes mundiales y formas de Estado) en la parte externa del triángulo, ya que estas son el resultado de la acción recíproca entre el poder y la estructura histórica. De igual manera, estos tres niveles finales son las configuraciones que, en su mayoría, son más fáciles de evidenciar, pero que para comprenderlas debe profundizarse en los dos elementos antes mencionados.
Una vez establecido el marco teórico, en esta segunda parte se analizarán, de manera breve, los cambios que presentan en el actual sistema internacional, para luego, con base en ese contexto, estudiar los 'nuevos países emergentes'.
CAMBIO DE CICLO HISTÓRICO Y LA CRISIS DE LA GLOBALIZACIÓN
Para comprender las transformaciones políticas y económicas que están ocurriendo en la actual dinámica internacional es necesario partir de la premisa que la vida internacional funciona a partir de un movimiento dialéctico (Jerez, 2007) entre las fuerzas sociales que lo componen y determinan su devenir (Cox R., 2013; Herrera, 2017).
En ese sentido, es imprescindible entender que la historia de la humanidad se ha caracterizado porque las sociedades, en distintas épocas, han creado diversos órdenes mundiales para operar. Cada uno de estos se ha distinguido porque el agente más fuerte ha instituido su hegemonía para mantenerse en el poder y obtener sus intereses, así, pues, lo que ha reinado son las relaciones de dominio. Ahora bien, de acuerdo con Antonio Gramsci, la hegemonía es la estructura política, económica y simbólica que una fuerza social dominante establece para liderar a las otras sin que estas se rebelen (Cox R., 1993). Aunado a lo anterior, Cox (2013) considera que existen las estructuras hegemónicas y las no hegemónicas, las cuales se diferencian en que, en las primeras, el agente más fuerte no debe utilizar la fuerza porque los débiles aceptan las relaciones de poder y son conscientes de eso, mientras que en las segundas prevalecen las relaciones de poder y de violencia.
En términos prácticos, desde mediados de la edad moderna con la firma de la Paz de Westfalia de 1648, que eliminó una fuente importante de violencia religiosa e inestabilidad política en Europa, el Estado se convirtió en un elemento fundamental para la construcción de la economía de mercado capitalista (Strange, 1999). Esta relación simbiótica entre esa unidad política y su sistema productivo le permitió a Inglaterra establecer la Pax británica y con ella reforzó el sistema de la moneda, engendró el crédito público y fortaleció a los bancos privados y a los dueños del capital. No obstante, debido a las dos guerras mundiales y a que mantener una hegemonía es una tarea costosa (Dos Santos, 2011), la hegemonía británica terminó en 1945, dando paso así a que Estados Unidos fundara la Pax americana.
Esta nueva estructura hegemónica se caracterizó porque Estados Unidos, con el tiempo, estableció un orden liberal respaldado con las ideas de libertad, democracia e imperio de la ley, así como también, convenció al mundo que la receta emancipadora era la aplicación del sistema productivo capitalista con un proceso globalizador, conceptos que fueron legitimados a través de las diferentes instituciones internacionales. Lo anterior le permitió a Washington, entonces, exponerse como un garante para que los nuevos Estados independientes pudieran ejercer su propia independencia, que el actual sistema sirviera para mantener las jerarquías de poder de las antiguas potencias europeas y renovar las dinámicas de la reproducción del capital con el fin de beneficiar a las potencias históricas (Buscema, 2020).
La anterior configuración les permitió a las fuerzas sociales de Estados Unidos y la de sus aliados que compartían esos valores mantener el liderazgo económico mundial a pesar de la competencia con la Unión Soviética durante la guerra fría. No obstante, el funcionamiento de esta estructura, de manera progresiva, también demostró importantes fisuras que, de acuerdo con Susana Strange (1999) y Bauman y Bordini (2016), se materializan en cuatro fallas del sistema westfaliano. La primera de ellas es la cooptación del Estado por parte de agentes económicos que ha llevado a que la unidad política pierda poder, tanto para decidir como para hacer. Debido a lo anterior, la segunda grieta se centra en que el Estado no ha logrado administrar y controlar las instituciones financieras y los mercados que crean y comercian con instrumentos crediticios en la 'economía real'. La tercera es que por la naturaleza propia del capitalismo, el Estado no ha podido reversar los daños al medio ambiente. Por último, el sistema ha sido incapaz de crear un balance sostenible entre el crecimiento de la clase capitalista transnacional y la clase social más desfavorecida.
En el marco de lo anterior, el ciclo histórico de la hegemonía estadounidense ha imperado, pero por las mismas contradicciones antes mencionadas, ya ha demostrado un desgaste considerable. En ese sentido, la crisis financiera de 2008 fue el punto de partida para que un cambio global se extendiera por el mundo. Mientras las potencias occidentales tradicionales colapsaban y trataban de mantenerse a flote (Tooze, 2018), por el otro lado, las potencias emergentes, también conocidas como los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) jugaban un papel protagónico en el crecimiento económico mundial con su inmersión cada vez más importante dentro de la globalización.
Esta situación ha llevado a que la competencia durante los dos primeros decenios del siglo XXI se caracterice por una contienda geopolítica más agresiva entre los agentes del sistema internacional y un rompimiento de divisiones geográficas sin precedentes. En esa dinámica, China ha desempeñado un rol importante en la transformación de las condiciones materiales de la vida internacional, pues le ha planteado a Estados Unidos una competencia a escala mundial, sostenida en el tiempo, con un nivel suficiente y un futuro incierto para todas las partes. Con tal panorama, la estrategia de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump e incluso la de Barack Obama, ha estado dirigida en dos caminos. El primero se ha enfocado en las acciones del poder obligatorio, en especial el conflicto económico y el aumento de las tensiones armadas con Pekín en el mar de China meridional. El segundo se ha centrado en el poder productivo con la creación de una narrativa que apunta a crear un enemigo común con la supuesta nueva guerra fría entre Estados Unidos y China.
Esta última estrategia se caracteriza porque los mandatarios de Estados Unidos, los analistas y comentaristas de política internacional en los medios de comunicación tradicionales, tales como la revista The Economist, han creado la narrativa que el capitalismo de Estado1, que se aplica en países como China, Turquía, Rusia, entre otros, es el actual problema y el enemigo más temible que ha enfrentado el capitalismo liberal de Occidente (Alami y Dixon, 2020; Sanahuja, 2020; Bremmer, 2008; Bremmer, 2009). En ese sentido, estas acciones discursivas buscan tres objetivos: el primero crear un nuevo adversario con su respectiva significancia con el fin de estigmatizar el capitalismo de Estado atándolo con la revolución bolchevique en Rusia y la maoísta en China2; el segundo, fijar argumentos que justifiquen el inicio de un conflicto bélico3 si así lo ameritan; y por último, consolidar aliados alrededor de Estados Unidos para afrontar la competencia con los países emergentes.
Sin embargo, el panorama de la nueva 'bipolaridad' no se ajusta a la realidad, pues en la actualidad existen cambios reales entre las fuerzas sociales, las formas de Estado y el orden mundial. De ahí que se pueda plantear que existe un cierre de un ciclo histórico caracterizado por la hegemonía estadounidense y el inicio de la construcción de uno nuevo con una estructura no hegemónica. Entre las transformaciones materiales se constata que la conectividad (telecomunicaciones, inteligencia artificial, robótica, entre otras) ha llevado a una competencia sin piedad por las cadenas globales de suministros, los mercados energéticos, las manufacturas, la innovación en la tecnología, el flujo de capitales (Kaplan, 2019; Khanna, 2017) y a un cierre cada vez más cercano del capitalismo fordista. En ese sentido, el capitalismo global se adentra en una reestructuración que, además, será acelerada por la Covid-19 y estará fundada por una digitalización de la economía global, una considerable concentración del capital en la clase capitalista transnacional y un empeoramiento de la inequidad social.
El capitalismo emergente de la pospandemia estará cimentado, entonces, sobre la cuarta revolución industrial que surge debido a un ciclo de crisis capitalista4. Esta reconfiguración estructural del capitalismo se caracterizará porque el desarrollo avanzado de la tecnología5 facilitará, a través de nuevos canales, la especulación financiera, la canalización de inversión en investigación y desarrollo, y la acumulación del capital; en otras palabras, el nuevo bloque del capital estará triangulado entre: grandes compañías de tecnología, bancos y el complejo de seguridad militar (Robinson, 2020). Esta nueva generación de la tecnología llevará, de igual manera, a un cambio considerable dentro del proceso productivo, pues lo que se busca es que con la inteligencia artificial y la robótica se automatice el quehacer del hombre dentro de las fábricas para ser reemplazado por máquinas y, así permitir abaratar los costos de la producción. Lo anterior, según Ryan Avent (2017), aviva las contradicciones que, desde hace tiempo, se presentan, a saber: el exceso de mano de obra, aumento en la competencia por los trabajos, un aumento en el desempleo y la desigualdad económica y social.
Ahora bien, en el panorama antes señalado, las potencias emergentes, en especial China, India y Rusia, han jugado un protagonismo considerable a la luz del enfoque de Cox. Primero, en términos de las ideas, han probado que la aplicación de un capitalismo de Estado es una alternativa al capitalismo de corte neoliberal y que, además, funciona. Segundo, en el aspecto de las capacidades materiales, han demostrado un aumento en su comercio, la exportación de inversión extranjera, la construcción de proyectos a través de la cooperación y un incremento de su agencialidad en la agenda pública internacional. Por último, han logrado consolidar todo lo anterior con un poder institucional con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo, la Organización de Cooperación de Shanghái y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Kutlay, 2020). En ese sentido, las potencias emergentes, de manera progresiva, han logrado aumentar su poder desde la perspectiva propuesta en la primera parte del presente análisis.
Llegado a este punto, en esta segunda parte del análisis se puede afirmar que en la actual vida internacional se está presentando el cierre de un ciclo histórico, en el que la hegemonía estadounidense se resquebraja cada vez más, se evidencia una reestructuración del capitalismo con la profundización de la tecnología y se avizora una estructura no hegemónica en la que los Brics juegan un papel relevante en la construcción de un nuevo orden mundial. En ese sentido, se observa que el posible cambio será no solo hacia una realidad multicéntrica por el aumento de nuevos agentes, sino también a una ordenanza de multi-orden por el capitalismo de Estado y sin una gobernanza mundial clara.
LOS 'NUEVOS PAÍSES EMERGENTES'
Los cambios antes señalados han obligado a repensar las definiciones de la literatura tradicional, y a caracterizar a los nuevos agentes de la vida internacional que han jugado un papel cada vez más relevante durante los dos primeros decenios del siglo XXI. Por tal motivo, en esta última parte del texto se analizarán los nuevos países emergentes (NPE) y su papel dentro del ámbito antes descrito.
En términos generales, y para diferenciar a los NPE de las potencias tradicionales y emergentes se tiene en cuenta la definición de Eduard Jordaan (2003), quien afirma que las potencias medias tradicionales son todas estas que se caracterizan por ser económicamente ricas, sus instituciones políticas son estables, sus sociedades tienen un buen nivel de equidad y sus democracias son sólidas. Así mismo, en términos comportamentales, estos países demuestran una ambivalencia regional y no buscan un protagonismo en ella, ofrecen concesiones para sosegar tensiones en el sistema internacional con el fin de presionar reformas globales y se convierten en legitimadores de las acciones de los países que ejercen más control sobre el orden mundial. Por otro lado, las potencias emergentes se caracterizan por ser materialmente inequitativas, sus instituciones políticas no son tan sólidas y sus democracias han sido instauradas recientemente. En relación con su comportamiento, estos países optan por reformas globales, pero no cambios estructurales, exhiben una orientación sólida hacia la cooperación y la integración regional y buscan crear identidades propias para distinguirse de aquellas potencias medias tradicionales y los países con menor poder.
Sin embargo, la anterior definición y características de las potencias emergentes no se ajustan del todo a los NPE tales como: Turquía, Indonesia, Nigeria, México, Egipto, Vietnam, Sudáfrica y Colombia. Lo anterior se debe a que algunos de ellos no tienen actualmente un poder (capacidades materiales, productivo, estructural e institucional) suficiente para ejercer cambios globales o liderar la agenda política regional, sumado a que cada uno de ellos aplica un capitalismo distinto6. No obstante, su comportamiento económico reciente y sus posiciones geográficas le otorgan cierto interés a pesar de sus diferentes dificultades, por tal motivo no se abordan como potencias emergentes sino países emergentes. Con base en lo anterior, en los siguientes párrafos se analizarán los Estados antes mencionados a partir de la propuesta teórica descrita al inicio del presente texto.
Para lograr el objetivo, se utilizó una metodología cualitativa en la que, a partir de la recolección de datos institucionales tales como Banco Mundial, Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), Transparencia Internacional, los ministerios de comercio y de relaciones exteriores de cada Estado, se elaboran comprensiones sobre la capacidad agencial de cada país. Es de resaltar que se presentaron dificultades en encontrar datos de Nigeria y Vietnam sobre las manufacturas y la tecnología en algunos años, pero con los registros de las otras anualidades permite evidenciar el comportamiento de la categoría analizada. De igual manera, en lo que concierne a las variables numéricas es importante que el lector tenga en cuenta que se utilizaron varios indicadores económicos para determinar su capacidad material, también se analizaron datos que apuntan a examinar la calidad de vida de los habitantes y su relacionamiento con el mundo a través de acuerdos comerciales y número de embajadas.
En ese sentido, para analizar las capacidades materiales que permiten crear el poder obligatorio y estructural se seleccionaron las siguientes variables: primera, el crecimiento anual del producto interno bruto (PIB) debido a que refleja si la economía está expandiéndose o reduciéndose en estos momentos de cambios internacionales. Segunda, la balanza comercial arroja señales si las políticas comerciales de los Estados están a favor de las empresas nacionales y la salubridad de la economía. Tercera, que está relacionada con la anterior, apunta a analizar la importancia que tiene la industria en la composición del PIB a través de las exportaciones e importaciones de manufacturas. Cuarta, señala el nivel de importancia que tiene la tecnología en las naciones y, por lo tanto, su nivel de inserción en la nueva configuración del capital en este sector; de ahí que se estudian sus exportaciones e importaciones de productos de alta tecnología. Quinta, el gasto de defensa en relación con el PIB se tiene en cuenta porque mantiene su papel relevante en la vida internacional, y permite evidenciar la importancia del sector para la nación.
En relación con el poder productivo se tienen en cuenta las medidas que permiten evidenciar la idea de los estándares de calidad de vida, de ahí que se utilice el índice de desarrollo humano y el de corrupción. Por último, para analizar el poder institucional se tienen en cuenta el número de embajadas, tratados de libre comercio y sus membrecías a instituciones internacionales para conocer su nivel de integración en la gobernanza mundial.
Entonces, en términos de poder obligatorio la economía y el comercio juegan un papel relevante y más en un mundo globalizado, pues si la nación presenta un crecimiento en estas áreas tendrá más recursos para realizar acciones directas en la agenda regional o internacional, así como también podrá convertirse en un centro de gravedad para el funcionamiento de las relaciones económicas y comerciales. En ese sentido, lo primero por analizar de los NPE , que ha sido un elemento particular para clasificarlo en esa categoría de emergente, es su crecimiento anual del PIB entre 2015 y 2019 que, como se muestra en la ilustración 5, cada uno de estos ha estado por encima de los cien mil millones de dólares, siendo México e Indonesia los que superan el billón de dólares.
De igual manera, su aumento en el porcentaje anual del PIB es interesante, aunque entre ellos presenten diferencias y tengan caídas considerables año tras año, como se aprecia en la ilustración 6. En esta última, Vietnam, Egipto e Indonesia son economías que han tenido un crecimiento importante y, además, lo han sostenido en el tiempo. Turquía, por su cuenta, así como ha aumentado su PIB en 2017 de manera considerable en los años siguientes se ha reducido, situación similar a la de México, pero caso distinto al de Sudáfrica que tiene un crecimiento negativo. En consecuencia, se observa que, de los ocho países, tres tienen un crecimiento constante, dos una caída leve y tres presentan un desplome considerable.
Ahora bien, si se analiza el equilibrio de sus balanzas comerciales, la situación no es positiva para cinco de los ocho países analizados, pues Indonesia, Colombia, Sudáfrica, Egipto y México registran un desequilibrio en ella, de ahí que la salud de sus economías no es favorable porque entran menos recursos provenientes de las ganancias de las exportaciones, lo que significa que los productores nacionales reciben menos recursos para realizar sus actividades. No obstante, es interesante la balanza comercial positiva de Nigeria, Turquía y Vietnam (tabla 1), pero con la salvedad de que Nigeria tiene ese comportamiento favorable por su alta dependencia del petróleo, sujeción que es volátil y puede ser desfavorable para el país en el tiempo, situación que dista de los otros dos Estados en que su estructura de exportación está concentrada en productos de valor agregado, tales como los vehículos o productos de manufactura tecnológica.
Aunado a la anterior cifra, la exportación e importación de productos manufacturados permite también mostrar qué tan robusto es el sector industrial en el país. En el caso de los Estados analizados (tabla 2), si bien la mayoría de estos tienen un equilibrio o su diferencia es mínima, Nigeria y Colombia son los que tienen el mayor desequilibrio industrial; en ese sentido, demuestra que su aparato productivo manufacturero no es el más sólido y sus exportaciones se centran en otros productos de menor valor agregado como son los hidrocarburos.
Otro indicador interesante de la conexión económica de los NPE es la inversión extranjera directa (IED) que, como se muestran en las ilustraciones 7 y 8, todos los países reciben una alta cifra de IED a comparación de lo que exportan, pero sobresale México en sus números debido a que es un Estado que tiene una compleja cadena productiva y de suministros. En ese sentido, se evidencia que estos países se han convertido en lugares seguros para la inversión del capital extranjero.
De igual manera, como se dijo antes, la tecnología será el nuevo vector de la reconfiguración de capitalismo en los siguientes años, en ese sentido es relevante demostrar la situación de los NPE en relación con la exportación e importación de productos de alta tecnología en proporción al PIB Como lo esclarece la tabla 3, Vietnam es el país que resalta ya que, tanto sus exportaciones como sus importaciones, están encaminadas a la elaboración de celulares, aparatos de radio difusión o circuitos integrados. El segundo Estado con un porcentaje considerable en términos tecnológicos es México, pero a diferencias de Vietnam en este segundo su mayor cantidad de tecnología se centra en vehículos y sus partes, así como también en computadores. En consecuencia, ambos están más integrados al proceso productivo tecnológico en razón a su cercanía, tanto de China como de Estados Unidos, respectivamente. Por el contrario, Nigeria es el país con menor vínculo con este sector debido a que su economía se centra en el petróleo.
Para terminar esta primera parte del poder obligatorio es relevante revisar la esfera armada (ilustración 9) ya que esta categoría de análisis evidencia la capacidad de un país para ejercer el poder de manera directa sobre los asuntos políticos dado el caso que no los logre cambiar por la vía diplomática. En ese sentido, si bien se sabe que ninguno de los NPE es potencia militar, es interesante evidenciar que tanto Colombia como Turquía son los dos Estados con un porcentaje alto de inversión en este aspecto. Es menester tener en cuenta que el crecimiento constante del gasto militar de Turquía está en concordancia con su mayor involucramiento en los conflictos armados y sus aspiraciones regionales.
Con base en lo anterior, los indicadores demuestran que los NPE tienen un crecimiento del PIB anual importante; no obstante, la mayoría de ellos poseen dificultades en sus balanzas comerciales, lo que representa un reto para sus empresarios nacionales y el mercado interno, y dependen, además, de la inversión extranjera directa de manera considerable, que los hace vulnerables porque están supeditados a las dinámicas internacionales. De igual manera, es inquietante que la mayoría de ellos estén poco integrados a la cadena manufacturera de productos de alta tecnología, lo que también se convierte en un desafío para los siguientes años y más cuando la reconfiguración del capitalismo apunta hacia esa dirección.
Lo anterior permite dar paso a analizar el poder estructural de los NPE. De acuerdo con las características económicas dadas es evidente que cada país tiene una posición distinta dentro del engranaje de la vida internacional, pues mientras países como México, Vietnam y Turquía se integran al mundo a través de productos manufacturados o de tecnología que les permite ubicarse más cerca de los enlaces productivos, otros Estados como Nigeria o Colombia, lo hacen a partir del sector primario, sin un gran aporte transformador de la economía. Por otro lado, es interesante evidenciar que países como Colombia, Sudáfrica y México tienen como principales socios comerciales a las dos potencias económicas del mundo, siendo Estados Unidos el principal y China el secundario, mientras que Estados como Indonesia, Nigeria y Vietnam comercian primero con China seguido de Singapur, India y Corea del Sur, respectivamente. Los dos casos especiales son Egipto cuyo socio primario es Italia seguido de China y Turquía que tiene como aliados económicos a Alemania y Rusia, alejándose así de Pekín y Washington. En términos generales es claro que dentro de los NPE existe una prominencia sobre China lo que evidencia la transformación de las dinámicas internacionales y el cierre del ciclo hegemónico de Estados Unidos, ya que los países con el tiempo están girando cada vez más alrededor de China y no de Estados Unidos.
Por último, en relación con el poder productivo también es notable que los NPE presenten dificultades en términos de calidad de vida, pues su índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas se encuentra en un punto medio y el índice de corrupción es alto, como lo demuestran las ilustraciones 10 y 11. En ese sentido, y como durante el siglo XXI se ha evidenciado, es claro que el crecimiento económico no es igual al desarrollo de la población y, en ese sentido, es menester que los NPE creen estructuras más equitativas y transparentes para sus sociedades. Ese panorama internacional no logra tampoco crear una idea de países con altas calidades para que las personas logren crear sus sueños, así como lo hizo Estados Unidos con el "sueño americano", idea que le permitió atraer a miles de personas a su país y ser un modelo para seguir.
Ahora bien, para analizar el poder institucional de los NPE, se sugiere una revisión de dos aspectos. El primero de ellos es el número de embajadas que el país tiene en el mundo, pues permite demostrar la capacidad de conexión diplomática y su posibilidad para construir la agenda política y económica en otras partes del mundo. El segundo hace referencia a su nivel de inserción en las organizaciones regionales e internacionales y sus acuerdos comerciales (tabla 4), pues eso permite evidenciar hasta qué punto son legitimadores de las reglas del sistema internacional.
Es así como, en el primer aspecto, se demuestra que la mayoría de los países tienen una presencia media-baja en el mundo, pues se encuentran en el rango del 32% al 60%. El Estado con una importante representación diplomática es Turquía con un 72%, mientras que la más baja es la de Colombia con tan solo un 32%. En ese sentido, se podría afirmar que las bajas delegaciones diplomáticas de los NPE evidencian su falta de conectividad diplomática en el mundo.
En relación con la segunda esfera, es pertinente mencionar que todas los NPE son miembros activos de las instituciones internacionales tales como Organización de Naciones Unidas, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Organización Mundial del Comercio. De igual manera, como se observa en la tabla 4, todas los NPE tienen una participación en diferentes organizaciones regionales de integración económica o política, con la salvedad de que cada una de ellas tiene una capacidad de liderazgo asimétrica, pues no se puede igualar el trabajo que realiza Sudáfrica en la Unión Africana con Colombia en la OEA, pues quien dirige esta última organización tradicionalmente es Estados Unidos.
Con base en lo anterior, se puede concluir que los NPE están integrados con las organizaciones políticas y económicas regionales tradicionales. No obstante, cada país tiene una agencialidad distinta en cada una de estas y una red diplomática diferente, de ahí que su capacidad para posicionar temas en la agenda pública difiera en cada una de ellas y represente una mayor o menor dificultad para realizar transformaciones en la vida internacional.
Por último, en el caso del poder productivo, es de resaltar el papel que juega Turquía en la actualidad con el capitalismo de Estado, pues dentro de los NPE es el único que aplica ese tipo de modelo productivo, lo que permite fortalecer la idea que un capitalismo distinto al occidental sí es posible de aplicar, que es beneficioso para la economía doméstica y que logra integrarse en la dinámica económica internacional. En ese sentido, este tipo de acciones le ha permitido a Ankara, junto con Pekín y Moscú, abrir nuevos caminos para que otros países puedan apartarse del lineamiento del modelo del libre mercado que, en muchas ocasiones, beneficia al capital extranjero y no al nacional. En ese sentido, con los actuales cambios, se demuestra que existen espacios políticos y económicos para crear un sistema internacional en donde pueda imperar el multi-orden y en el que se comprenda que la heterogeneidad es una solución y no un problema como lo ha planteado Occidente por años.
En resumen, los NPE si bien han concentrado la atención durante los últimos años porque su PIB supera los cien mil millones de dólares, motivo por el que los han catalogado como nuevos emergentes, las variables de poder obligatorio, tales como balanza comercial y participación de la tecnología en su PIB, son débiles o presentan cifras en negativo en la mayoría de los Estados, motivos para afirmar que su capacidad agencial dentro de la vida internacional es aún endeble. Sumado a lo anterior, en términos del poder institucional los países estudiados tienen una importante participación en las organizaciones internacionales y regionales en temas comerciales, pero sus misiones diplomáticas son bajas. En relación con el poder productivo debido a que las capacidades de los NPE son reducidas y, por consiguiente, su influencia es igual, la creación de nuevas ideas que disienten de las actuales no tiene cabida. Por último, los NPE, a pesar de que los cataloguen como emergentes, siguen dependiendo de las grandes potencias de una manera considerable y no han logrado convertirse en agentes necesarios dentro del sistema productivo.
Por lo anterior, se puede concluir que los NPE tienen una amplia gama de desafíos políticos, comerciales y económicos; no obstante, con la nueva transformación de la vida internacional, países como Turquía tienen una posibilidad de fortalecerse si continúa con la aplicación del capitalismo de Estado; Vietnam, al igual que Indonesia, podrían continuar siendo parte elemental en el engranaje productivo de China y tener réditos importantes. En el caso de Colombia y Nigeria la situación es distinta por su alta dependencia de los hidrocarburos y baja inserción en el mundo de la tecnología.
CONCLUSIONES PRELIMINARES
A pesar de que Estados Unidos y sus aliados propaguen la idea de una nueva guerra fría con China por una transición del poder y que el principal enemigo actual es el capitalismo de Estado, en realidad el sistema internacional vive un cierre de ciclo histórico materializado con una crisis de la globalización y un resquebrajamiento de la estructura hegemónica de Estados Unidos con su orden liberal. En ese sentido, para comprender estas dinámicas es necesario concebir el poder como una amalgama de relaciones sociales que producen diferentes resultados y que les permite a los actores, además, aumentar o reducir su agencialidad para sostener un orden mundial en un determinado tiempo y configuración de fuerzas.
En el marco de lo anterior, los 'nuevos países emergentes' tendrían una oportunidad para encontrar un espacio dentro del cambio hegemónico (Gill, 2002), claro, no para liderarlo, pero sí para mejorar sus condiciones posiblemente, pues con China se abriría la posibilidad de utilizar un capitalismo distinto al del libre comercio; no obstante, es pertinente observar en los años venideros el acoplamiento de estos países a las nuevas transformaciones con la digitalización del quehacer humano y su impacto con la crisis económica producida por la Covid-19. Los países que afrontan un mayor reto con la conectividad tecnológica son aquellos cuya base productiva se centra en el sector primario, como es el caso de Nigeria y Colombia, pues los convierte en países más dependientes, diferente a México, Vietnam o Indonesia que tienen una alta participación en ese sector. De igual manera, otro reto que tienen los NPE es el mejoramiento de la calidad de vida de sus ciudadanos y la reducción de la corrupción. Es claro que el poder de un Estado no solo se mide en términos económicos o militares, también en los aspectos de la calidad de vida de sus pobladores.
Ahora bien, debido al resquebrajamiento de la estructura hegemónica de Estados Unidos, el establecimiento de un capitalismo de Estado y una configuración de fuerzas, los NPE tienen una oportunidad de establecer las bases para crear una mayor independencia en relación con las potencias tradicionales y así poder aplicar el modelo productivo que más le convenga a sus propios intereses, lo que fortalece, a su vez, un orden más heterogéneo. Es así como los NPE deberán utilizar una estrategia triangular en la que, de manera hábil, los países con base en su propia agenda, se adapten a las nuevas dinámicas de la vida internacional, utilizando los intereses tanto de Estados Unidos como de China.
NOTAS
1 Si bien los analistas de política internacional, ligados a la visión de Estados Unidos y sus aliados, han sentenciado que el capitalismo de Estado se caracteriza por un clientelismo en el que los jefes de Estado y sus familias controlan el mercado con políticas informales (Alami & Dixon, 2020), a la luz del enfoque de capitalismo comparativo, el capitalismo de Estado es mucho más que eso y, de acuerdo con Nölke, ten Brink, Claar y May (2015) se pueden determinar siete características de este, a saber: 1. Los Estados apoyan los negocios cuando estos apuntan al desarrollo nacional; 2. No es una burocracia todopoderosa, centralizada y expropiadora como en modelos clásicos; 3. Existe una alta cooperación entre el Estado y el capital nacional para crear un mercado interno dinámico; 4. El modelo se sostiene con la lealtad y confianza entre los miembros de las empresas y el Estado; 5. Los Estados que aplican este tipo de capitalismo buscan integrarse al comercio internacional y a las redes de producción mundial; 6. El éxito de esta configuración le ha permitido a los países que lo han aplicado tener un mayor rango de negociación con otros países; y 7. Existe una alta preferencia por el capital nacional que por el de compañías extranjeras o dinero de inversión extranjera directa.
2 Contemplar las portadas de la revista The Economist, del 21 de enero de 2012 y el 11 de noviembre de 2010, en las que aparecen, correspondientemente, la cara de Vladimir Ilich Lenin y Mao Zedong unidas al discurso del crecimiento del capitalismo de Estado.
3 Con base en la experiencia de los conflictos armados registrados en la historia de la humanidad, se ha evidenciado que los enfrentamientos bélicos deben estar fundados en banderas morales, políticas, económicas, religiosas, entre otras, para que la población decida perder la vida de manera voluntaria (Bellamy, 2009; Morris, 2017).
4 De acuerdo con William Robinson (2020) existen tres tipos de crisis capitalistas: la primera es cíclica que se materializa con una recesión una vez cada diez años y se concentra en los ciclos de los negocios; la segunda es estructural que aparece una vez cada cuarenta o cincuenta años y se concreta con la reestructuración de las fuerzas sociales; y la tercera es la sistémica y se condensa en una solución que va más allá del mismo sistema capitalista.
5 El desarrollo de la tecnología de la información y comunicaciones ha tenido dos etapas que han estado guiadas hacia la reproducción y acumulación del capital. Según William Robinson (2020), la primera de ellas se centró en sincronizar la producción mundial y se originó en 1980 y la segunda estará centrada en la digitalización del quehacer humano y su integración con otras ciencias tales como la biología, la física, entre otros.
6 De acuerdo con Nölke, ten Brink, Claar y May (2015), existe una variedad de capitalismos que se pueden reunir en cuatro tipos: de libre comercio ejercido por Reino Unido y Estados Unidos; de economías de mercado coordinadas practicado por Alemania y Japón; de economías de mercado dependiente; y de capitalismo de Estado aplicado por China, Rusia y Turquía.
7 El índice de Desarrollo Humano se mide en una escala de 0 a 1, en donde 1 se considera que las condiciones de vida de ese país son excelentes, mientras 0 son las pésimas.
8 El índice de corrupción de Transparencia Internacional se mide en una escala de 0 a 100, en el que los países más cercanos a 100 tienen más transparencia en sus instituciones y los que están más cerca a 0 son más corruptos.
SIGLAS Y ACRÓNIMOS
AEC: Asociación Estados del Caribe
ACD: Asia Cooperation Dialogue
Aladi: Asociación Latinoamericana de Integración
Apec: Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico
Asean: Asociación de Naciones del Sudeste Asiático
BSEC: Cooperación Económica del Mar Negro
Caeu: Consejo de la Unidad Económica Árabe
CAN: Comunidad Andina
CDAA: Comunidad para el Desarrollo del África Austral
Cedeao: Comunidad Económica de Estados de África Occidental
CEA: Comunidad Económica Africana
LAS: Liga de los Estados Árabes.
Nepad: Nueva Sociedad para el Desarrollo de África
Ocde: Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económicos
OCE: Organización de Cooperación Económica
OIC: Organización de Cooperación Islámica
Sacu: Unión Aduanera del África Meridional
Sadc: Comunidad para el Desarrollo del África Austral
Sela: Sistema Económico Latinoamericano
REFERENCIAS
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