10.18601/16577558.n35.10

El retorno de Rusia a África: operando en la "zona gris"

Russia's return to Africa: operating in the "gray zone"

Daniel Ramiro Pardo Calderón*

* Magíster en relaciones internacionales y estudios africanos. Fundación Ideas para la Paz (FIP) - Consultor, Bogotá (Colombia). [danielpardocalderon@gmail.com]; [https://orcid.org/0000-0003-4228-6740].

Recibido: 24 de mayo de 2021 / Modificado: 14 de julio de 2021 / Aceptado: 15 de julio de 2021

Para citar este artículo: Pardo Calderón, D. R. (2022). El retorno de Rusia a África: operando en la "zona gris". OASIS, 35, pp. 189-211. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n35.10


RESUMEN

Este ensayo busca mostrar cómo en los últimos años se viene configurando un escenario de disputa a escala global y regional entre varios Estados, denominado "zona gris", caracterizado por el uso de medidas coercitivas no confrontacionales. Asimismo, plantea cómo Rusia parece estar convirtiéndose en un retador dentro de esta "zona gris", mediante acciones principalmente políticas, económicas y militares para consolidar su poder e influencia, y debilitar a sus adversarios en posiciones estratégicas en algunas zonas del continente africano. A través de una revisión de fuentes secundarias se presenta un estado del arte de los desarrollos teóricos de la "zona gris" y se intenta analizar el retorno de Rusia a África a la luz de dichos desarrollos. Se concluye que África se estaría convirtiendo en un escenario de disputa en la "zona gris" entre Rusia y occidente, con importantes ganancias geoestratégicas para Moscú y pocos beneficios para las naciones africanas donde está interviniendo. Este ensayo brinda una aproximación analítica al rol de Rusia en la arena internacional al intentar hacer una teorización de su retorno a África desde el enfoque alternativo basado en el concepto de la "zona gris" bajo una lógica de lucha indirecta contra occidente y no de confrontación directa como se ha abordado tradicionalmente.

Palabras clave: Rusia, África, Estados Unidos, Unión Europea, zona gris, estrategia, geopolítica.


ABSTRACT

This essay aims to show how in recent years, a scenario of dispute on a global and regional scale between several States, called "gray zones" - characterized by the use of non-confrontational coercive measures - has been configured.

In addition, it examines how Russia has apparently become a challenger within this "gray zone", employing mainly political, economic and military measures to consolidate its power and influence, and also to weaken its adversaries in strategic positions in some areas of the African continent. Throughout a review of secondary sources, a state of the art of the theoretical developments of the "gray zone" is presented, and the return of Russia to Africa is analyzed based on these developments. It is concluded that Africa is becoming a scene of dispute in the "gray zone" between Russia and the West with important geostrategic gains for Moscow, and few benefits for the African nations where Russia is intervening. This essay provides an analytical approximation of the role ofRussia in the international arena by trying to theorize about its return to Africa from an alternative perspective of the "gray zone", and how this could happen under a logic ofindirect struggle against the West and not of direct confrontation as has been approached up to now.

Key words: Russia, Africa, United States, European Union, gray zone, strategy, geopolitics.


INTRODUCCIÓN

Un rasgo característico del sistema internacional actual es la multipolaridad. Aunque Estados Unidos sigue ostentando una posición dominante, países como China, Irán, Corea del Norte y Rusia han demostrado capacidades para balancear e incluso desafiar esa hegemonía. Esto se debe a que han logrado posicionarse como competidores en la arena internacional gracias, entre otras cosas, a la proyección de su poder e influencia sobre diferentes zonas geográficas estratégicas, por ejemplo, África.

Se habla de la "gran lucha por África", el "gran juego africano" o el "nuevo reparto de África", entre otras ideas, para aludir al atractivo que representa el continente para los intereses de estas potencias emergentes. Hasta ahora los esfuerzos analíticos de esta dinámica se han centrado en China, por el protagonismo que ha adquirido especialmente a nivel económico. Sin embargo, Rusia empieza a tener un papel activo, pues su presencia en el continente viene aumentando y fortaleciéndose. De hecho, un rasgo característico de la política exterior rusa desde la llegada de Vladimir Putin a la presidencia a comienzos del siglo XXI tiene que ver precisamente con la idea de posicionarse como potencia euroasiática en la consolidación de un mundo multipolar y por esa vía ha buscado expandir su influencia sobre regiones como África (Sidiropoulos y Alden, 2019).

Para Putin, la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX y, al parecer, esta frustración explicaría por qué desde que se hizo al poder -hace veintiún años- trazó como objetivo de su gobierno recuperar el rango de Rusia como súper potencia mundial (Putin, 2007). En otras palabras, Putin quiere que Rusia vuelva a tener un lugar protagónico en la escena internacional y es en este contexto que se justificaría la creciente presencia de los diplomáticos, militares, médicos, académicos y empresarios de ese país en varios países de África.

¿Cómo lo está haciendo exactamente? y ¿qué impactos tiene y podría tener en el futuro?, son cuestionamientos frente a los cuales este ensayo busca brindar algunas pistas. Para esto plantea como hipótesis central que, el retorno de Rusia a África, se enmarcaría en una estrategia para consolidar su rango de súper potencia mundial, debilitando a sus principales adversarios (Estados Unidos y la Unión Europea - UE) en la llamada "zona gris", a través del uso de tácticas coercitivas no confrontaciones de alto impacto. Por lo tanto, este proceso no responde al deseo de generar transformaciones profundas en las condiciones políticas y socio económicas del continente, sino a un proyecto geoestratégico amplio bajo una lógica oportunista de instrumentalización de las relaciones con algunos países africanos.

El documento se divide en dos secciones. En la primera, se explica brevemente la teoría de la "zona gris"; su significado, alcance, las diferentes tácticas que la componen, y ejemplos de por qué Rusia puede considerarse como uno de los principales retadores hoy en día. Y, en la segunda sección, se analiza, a la luz de la teoría de la "zona gris", cómo África fue para la URSS y sigue siendo para Rusia, una ficha relevante en su ajedrez geopolítico y geoeconómico. Finalmente, se presentan unas conclusiones generales.

1. LA TEORÍA DE LA "ZONA GRIS"

Desde el fin de la segunda guerra mundial, el riesgo de ocurrencia y la frecuencia de enfrentamientos directos entre Estados se redujeron al punto de su desaparición. Desde entonces, los teatros de guerra se trasladaron al interior

de los Estados bajo el rotulo de "nuevas guerras", "conflictos civiles", "guerras internas" o de "baja intensidad", "guerras asimétricas", "híbridas" o de "cuarta generación". Estas confrontaciones se caracterizan porque son guerras de desgaste, prolongadas y degradadas; con motivaciones políticas, económicas, sociales y culturales; porque involucran a las fuerzas de seguridad de los Estados y a actores no estatales, y porque incluyen el uso de medios y métodos convencionales y no convencionales para compensar las diferencias estratégicas entre los bandos que se enfrentan (Lind et al., 1989; Kaldor, 1999; Collier y Hoeffer, 2001; Hoffman, 2007).

Sin embargo, en los últimos años se vienen registrando cambios en la dinámica confrontacional ligados, aparentemente, a la búsqueda de la consolidación de la multipolaridad en el sistema internacional. Estos darían cuenta de un aparente retorno a un tipo de "guerra" inter estatal bajo unas condiciones distintas. Desde la perspectiva del gobierno y alto mando militar de Estados Unidos, así como de algunos de sus aliados en Europa, actualmente existe una amenaza potencial a su seguridad nacional derivada del resurgimiento de una competición estratégica con "poderes revisionistas", los cuales llevan a cabo operaciones al límite del derecho internacional, para obtener grandes ganancias estratégicas, evitando respuestas militares directas a gran escala (Rand, 2019, p. 13; CSIS, 2019, p. 2).

1.1. Aproximación conceptual

Desde la academia estadounidense y europea se hacen esfuerzos para teorizar sobre estos cambios, así como para formular recomendaciones de política pública que contribuyan a orientar repuestas frente a los desafíos que estos entrañan. Bajo este contexto, surge el término de "zona gris". Aunque no hay una única definición de este concepto, pues hay varios debates abiertos alrededor de la posibilidad de que en realidad se trate de un tipo de confrontación de carácter híbrido a escala inter estatal, diversos estudios sobre la materia coinciden en plantear varios rasgos distintivos (Baqués, 2017, pp. 1115; Cordesman, 2020, pp. 6-7).

Al margen de estas discusiones teóricas, y para efectos prácticos de este ensayo, se parte de los desarrollos conceptuales del Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) y de la Corporación Rand. Estos son dos de los más influyentes think-thanks estadounidenses que han abordado el tema a partir de la compilación, revisión y análisis del trabajo de una gran cantidad de académicos y analistas en la materia.

De acuerdo con estas organizaciones, la "zona gris" puede entenderse, según su nombre lo indica, como un espacio operativo que se encuentra entre la paz ("zona blanca") y la guerra convencional abierta ("zona negra"), en el que diferentes actores (estatales y no estatales) emplean un amplio abanico de actitudes, acciones, enfoques alternativos, herramientas y tácticas coercitivas no convencionales para la consecución de unos objetivos estratégicos determinados, dirigidos por lo general, a alterar el statu quo mundial1.

1.2. Caja de herramientas de la "zona gris"

Las acciones, enfoques o tácticas que suelen y pueden emplearse en la "zona gris", incluyen los siguientes tipos de operaciones:

Cabe señalar, por un lado, que este listado no es exhaustivo ya que puede incluir otro tipo de acciones de carácter civil o cultural, que trasciendan la dimensión política, militar y económica. Y, por otro lado, que las mencionadas tácticas no son excluyentes, sino que se pueden traslapar y ser empleadas como parte de estrategias más amplias, como de hecho lo estaría haciendo Rusia en Europa, Suramérica y África.

1.3. Atributos

Si bien, estas acciones pueden variar en intensidad y alcance, en función del actor o actores que las emprendan, del contexto en el que se ejecuten y, su destinatario, al final todas comparten varios atributos o características que, en su conjunto, las hacen diferentes a las lógicas y dinámicas bajo las cuales se conducen tradicionalmente las hostilidades entre Estados o entre Estados y actores no estatales.

1.4. Catalizadores contextúales

Muchas de las herramientas que se emplean en la "zona gris" no son nuevas, pues fueron, y se vienen utilizando desde la guerra fría por parte de diferentes Estados. Sin embargo, los atributos señalados en alguna medida se han visto ampliados y potenciados en las últimas décadas gracias a un contexto internacional, regional y local, altamente permisivo, configurado a partir de una serie de catalizadores o factores:

El primer factor se refiere al carácter multipolar del sistema internacional actual. Estados Unidos sigue siendo la mayor súper potencia global, pero hay países que compiten por alcanzar un rango igual o similar. El segundo factor tiene que ver con el fortalecimiento de las redes de interconexión política, económica, social y tecnológica a nivel mundial en el marco de la globalización, un proceso propiciado por la naturaleza misma del sistema vigente de corte liberal. Y el tercer factor alude al debilitamiento progresivo de muchos regímenes democráticos (incluyendo el de Estados Unidos y algunos de sus aliados), mientras regímenes autocráticos e híbridos tienden a fortalecerse (por ejemplo, China y Rusia).

La confluencia de estos factores ha creado unas condiciones que favorecen el uso, por parte de algunos regímenes -la mayoría de ellos autocráticos o híbridos-, de las tácticas propias de la llamada "zona gris". Esto se explica, según el CSIS (2019, p. 6), en la medida en que cuentan con fácil acceso a los medios necesarios y suficientes para poder diseñar y ejecutar operaciones con un relativo bajo costo y un alto nivel de retorno en términos estratégicos.

Asimismo, tienen la motivación para avanzar en la posible transformación de un orden mundial liberal que -desde su visión- los constriñe, y al que históricamente se han opuesto, pero que no atacan frontalmente por el efecto disuasivo de la "coraza" nuclear que lo protege. Y, además, porque el aparente debilitamiento del principal precursor y defensor de dicho orden (Estados Unidos); y su cada vez más evidente incapacidad de coordinación y acción, ha creado una gran ventana de oportunidad para ganar poder e influencia y así llegar a tener un papel más protagónico en la escena mundial.

1.5. Rusia como retador en la "zona gris"

Si bien desde esta perspectiva teórica la caja de herramientas de la "zona gris" puede ser empleada por actores tanto estatales como no estatales, hasta ahora hay una participación casi exclusiva de Estados -que pueden instrumentalizar actores no estatales-. Concretamente, aquellos Estados que poseen regímenes autocráticos o híbridos dentro de los que se destacan China, Corea del Norte, Pakistán, Irán, Turquía o Rusia, los cuales estarían sacando gran provecho de los catalizadores señalados.

El caso de Rusia es particular porque es el que más estaría recurriendo a este tipo de medios en los últimos años y el que más tácticas emplearía simultáneamente. Esto se explicaría, en parte, por las ambiciones geopolíticas de Putin que lo han llevado a diseñar e implementar una agresiva política exterior de alcance global, que contempla un amplio abanico de posiciones y acciones en su interacción con Estados Unidos, sus aliados europeos e incluso con la propia China.

Para Putin Estados Unidos, la UE y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otán) históricamente han representado la principal amenaza para la identidad de la nación rusa, sus intereses y, en consecuencia, su supervivencia. Por esa razón, desde que fue elegido presidente, y sobre todo en la última década, sus esfuerzos en materia de política exterior se han concentrado en contener el avance de la influencia occidental, al tiempo que fortalece la propia2. Para esto ha efectuado varios movimientos contra los intereses de occidente que van desde acciones dentro de la "zona negra" (guerra abierta), como ocurrió con Georgia en 2008, en Ucrania en 2014 y recientemente en Siria, hasta herramientas que estarían dentro de la "zona gris" de manera cada vez más frecuente y directa contra Estados Unidos y sus aliados. Ejemplos de lo anterior son su presunta injerencia en las elecciones presidenciales de 2016, en el Brexit (2016), el referéndum de Cataluña (2017); en las elecciones parlamentarias europeas (2019) y en las recientes tensiones raciales en Estados Unidos (Milosevich-Juaristi, 30/04/2020; Barnes y Goldman, 2020; Ritter, 2020).

En términos generales las acciones de Rusia dentro de la "zona gris" se pueden agrupar en al menos tres categorías según lo sugiere la Corporación Rand (2019, p. 15). Primero, aquellas que buscan influir para la obtención de un resultado concreto como, por ejemplo, una elección o el desenlace a favor en alguna disputa entre Rusia y otro Estado. Segundo, aquellas que buscan moldear el contexto, es decir, que buscan propiciar unas condiciones particulares en otro país, por medio de cambios en la política o sociedad interna a favor de los intereses rusos. Y, en tercer lugar, presionar a otro país o países para que emprendan acciones ofensivas que puedan comprometer la seguridad de Rusia y, de esa manera, justificar una respuesta disuasiva. Estas medidas se han venido utilizando desde la época de la URSS, pero gracias a los catalizadores contextuales presentes hoy en día, se han visto ampliadas y potenciadas en alcance e impacto, y también complementadas durante la era Putin.

Algunas de las más efectivas tácticas utilizadas por Putin en la "zona gris" contra los intereses de occidente en Europa han incluido las siguientes operaciones:

2. ÁFRICA COMO FICHA CLAVE EN EL AJEDREZ GEOPOLÍTICO DE RUSIA

Lo que viene haciendo Rusia en diferentes regiones de Europa es un ejemplo claro de cómo estaría operando en la "zona gris", y como esta tendencia toma cada vez más fuerza en medio de un sistema internacional volátil. La efectividad de muchas de estas acciones explicaría, en parte, la percepción de amenaza que tienen los gobiernos y altos mandos militares occidentales, cuyas preocupaciones siguen siendo el terrorismo, el crimen organizado, el calentamiento global, la pobreza, los flujos migratorios, y cada vez más las maniobras no convencionales de otros Estados y sus efectos para la seguridad nacional. Ahora bien, Europa no es el único "teatro de operaciones". La "zona gris" en la que Putin se mueve se estaría expandiendo y abarcando otras zonas como Medio Oriente, América Latina y especialmente África.

Las relaciones entre Rusia y África se remontan a varios siglos atrás y han sido intermitentes, diferenciadas, asimétricas y, en cierta medida, oportunistas. Históricamente han sido relaciones basadas en intereses geopolíticos oscilantes en diferentes períodos. Por ejemplo, durante la era de la URSS, entre los años cincuenta y ochenta, se caracterizaron por un alto nivel de intensidad, luego pasaron por momentos pasivos de vínculos tímidos o casi inexistentes, como ocurrió en la década de los noventa con la recién creada Federación rusa, y luego volvieron a una fase de reactivación desde el año 2000 hasta la actualidad3.

Para efectos de este análisis se tendrán en cuenta el primer y último momento dentro de esta breve cronología por varias razones: primero, por ser los períodos más recientes de interacción tras la descolonización africana. Segundo, porque se evidencia entre los dos momentos, un patrón de continuidad frente al tipo de relaciones con algunas regiones y Estados en particular. Y tercero, porque en ambos períodos parece que se han empleado tácticas propias de la "zona gris", aunque con ciertas variaciones.

El caso de África es interesante para analizar el concepto de "zona gris" porque a diferencia de Estados Unidos y la UE, África no es considerada por Moscú como una amenaza -al menos por ahora-. Por el contrario, algunos Estados son vistos como una oportunidad geopolítica y es bajo esta premisa que debe entenderse la aplicación de la lógica de la "zona gris" en esta región (Stronski y Sokolsky, 2017).

Si bien Putin está llevando a cabo acciones en algunos Estados africanos que entrarían en el concepto de la "zona gris", es importante aclarar que estas no necesariamente están orientadas -por ahora- a afectar sus intereses (como si ocurre con Europa), sino a convertirlos en sus aliados para ampliar su órbita de influencia, al tiempo que socava indirectamente los intereses estadounidenses y europeos en el continente (Gavrilov, 2004). En otras palabras, la decisión de Putin de regresar a África podría tener un carácter pragmático y obedecer al interés de proyectar directamente su liderazgo, debilitando de manera indirecta el de sus adversarios por medio de tácticas coercitivas no confrontacionales. Por lo tanto, no parece responder al interés de apoyar el crecimiento y desarrollo socioeconómico del continente.

2.1. Durante la guerra fría

Desde la perspectiva de la "zona gris", se puede señalar que entre los años cincuenta y ochenta, la URSS aplicó en algunos territorios de África una estrategia enmarcada en la bipolaridad ideológica con Estados Unidos. El objetivo consistía en garantizar el despliegue de posiciones militares en zonas geográficas altamente estratégicas en el continente para asegurar la expansión del modelo comunista soviético hacia esta y otras regiones, y contener el avance del capitalismo (Mora, 2019, p. 5). Para esto la URSS combinó principalmente tácticas de coerción política y económica, y de apoyo militar logístico y operativo.

2.1.1. Operaciones de coerción política

Como se advirtió antes, estas acciones no buscaban afectar a algunos de los nacientes Estados africanos, sino ganar su confianza y respaldo aprovechando el contexto geopolítico y así debilitar la influencia estadounidense y europea. Para esto la URSS asumió una posición de apoyo abierto y directo al proceso de descolonización y, en consecuencia, a la libre determinación de los pueblos africanos tanto del Magreb como del sur del Sahara, en países como Etiopía, Angola, Mozambique, Namibia, Rodesia (luego Zimbabue) y Sudáfrica (Nolutshungu, 1982; Olivier y Suchkov, 2015; Faleg y Scrieru, 2019; Stronski, 2019).

En ese sentido, sobresale la activa participación de la URSS en los debates que terminaron con la aprobación, por parte de la Asamblea General de la ONU, de la Resolución 1541 de 1960, que fue la "carta magna" de la descolonización; así como el rol de la URSS para frenar la agresión de Israel, Gran Bretaña y Francia contra Egipto en la crisis del Canal del Suez en 1956; el respaldo al primer ministro legítimo del Congo, Patrice Lumumba; y el apoyo dado a Angola entre 1975-1976 en su lucha de independencia y en contra de la agresión de Sudáfrica y Zaire, entre otros (Shubin, 2013).

Igualmente importante fue la realización por parte del Kremlin de las dos primeras conferencias de la Organización Afroasiática para la Solidaridad en 1957 y 1960, por medio de las cuales se ganó el apoyo de las élites africanas (Faleg y Scrieru, 2019). Así como el impulso que los soviéticos dieron a programas de entrenamiento militar y de capacitación en áreas como la ciencia y la ingeniería de los que se beneficiaron varios líderes políticos y sociales, los cuales terminaron convirtiéndose en los futuros presidentes de algunos países africanos (Feuchtwanger y Nailor, 1981; Saivetz y Woodby, 1985; Olivier y Suchkov, 2015).

2.1.2. Apoyo militar, logístico y operativo

Asimismo, se destaca la transferencia de armas y material de intendencia para apoyar los movimientos de independencia en algunos territorios, sin importar su orientación ideológica, siempre que se declararan anti imperialistas y anti capitalistas. Se estima que entre 1962 y 1989 la URSS vendió armas a diferentes países africanos por un monto cercano a los once mil millones de dólares (Sánchez, 2008). Algunos de los principales lugares de destino de este material en el Magreb fueron: Mauritania, Argelia, Libia, Egipto, Marruecos; y al sur del Sahara: Angola, Mozambique y Etiopía, en una primera fase de involucramiento directo, y luego en otros territorios como Nigeria, Congo, Sudán, Somalia, Guinea Ecuatorial, Gana, Malí, Namibia, Zimbabue, Sudáfrica, Uganda (Nolutshungu, 1982; Grey, 1984; Lechado, 1991; Faleg y Scrieru, 2019).

2.1.3. Operaciones de coerción económica

A nivel económico, sobresale el interés de los líderes soviéticos de impulsar en el continente un modelo de desarrollo rápido y alternativo al capitalismo. Este incluía el establecimiento de acuerdos comerciales y la concesión de créditos y ayuda económica para la construcción de hoteles y hospitales en Gana, Guinea, Malí, Congo, Etiopía, Kenia, Uganda, Sierra Leona, Somalia y Senegal; o convenios de cooperación para la extracción de materias primas y recursos naturales estratégicos como el cobalto y la bauxita en Guinea, Mozambique, Angola, Cabo Verde, Kenia, Burundi, entre otros (Nolutshungu, 1982; Lechado, 1991).

Con este apoyo político, económico y militar a la causa de la liberación nacional en algunos territorios, así como a los nacientes gobiernos que vinieron después de la descolonización, lo que en el fondo buscaba el Kremlin no era precisamente promover el desarrollo y el bienestar socioeconómico, sino reforzar sus posiciones en Oriente Próximo, en especial en Egipto, en el Cuerno de África y en África Meridional. Todo esto con el fin, por un lado, de tener acceso al mar Rojo desde el Mediterráneo, y de esa forma bloquear el acceso de Estados Unidos a recursos energéticos como el petróleo en zonas del alto interés como el golfo Pérsico y, por otro, controlar las rutas comerciales del océano Indico y del Atlántico Sur (Nolutshungu, 1982; Grey, 1984; Lechado, 1991).

Asimismo, buscaba ampliar su influencia hacia territorios con una localización geográfica privilegiada como, por ejemplo, aquellos ubicados en el golfo de Guinea y el litoral Atlántico, los cuales no solo le permitían obtener una ruta aérea segura con su aliado histórico en América Latina (Cuba), sino también contar con puertos para la flota soviética en el Atlántico occidental (Nolutshungu, 1982; Lechado, 1991; Shubin, 2013).

Al final, el balance de estas interacciones sería ambivalente, pues, si bien se lograron ganancias geopolíticas importantes, estas fueron efímeras y muy pequeñas en comparación con las altas inversiones hechas en el continente (cerca de 17 billones de dólares de la época), las cuales terminaron convirtiéndose en una gran deuda cuyo lastre aún carga la Federación rusa. A pesar de esto, la experiencia serviría para sentar las bases del retorno de Rusia a África, un proceso que partiría del reconocimiento de los errores y también de oportunidades y fortalezas.

2.2. África como instrumento de lucha contra occidente en el nuevo milenio

La desintegración de la URSS a finales de los años 80, como era de esperarse, supuso un cambio sustancial en la política exterior hacia África. Lo anterior se expresó en el enfriamiento gradual de las relaciones con la mayoría de países y con esto, en la reducción, e incluso desaparición del apoyo ideológico, político, económico, social, comercial y militar.

Los problemas internos que la naciente Federación rusa heredó del imperio soviético hicieron que durante la década de los noventa las prioridades de Moscú cambiaran y África dejara de estar en la agenda de la política exterior rusa (Fidan y Aras, 2010). De hecho, a partir de ese momento Rusia incumplió los compromisos adquiridos en diferentes acuerdos de cooperación con los gobiernos africanos, suspendió el suministro de ayudas e incluso exigió a los gobiernos africanos el repago de los créditos concedidos, lo cual tuvo un fuerte impacto, reflejado en la pérdida de confianza y legitimidad de Moscú en el continente (Giles, 2013).

Sin embargo, la situación volvió a cambiar a partir del 2000 con la llegada al Kremlin de Vladimir Putin, quien introdujo importantes cambios a nivel interno y externo en lo económico y lo político que llevaron, entre otras cosas, a revivir el interés por darle a África, tanto en el Magreb como al sur del Sahara, un papel preponderante en la política exterior. Esto habría marcado, en gran medida, el retorno de Rusia al continente bajo una lógica similar a la aplicada por la URSS, en términos del tipo de tácticas empleadas dentro de la "zona gris", pero bajo una lógica distinta: "bajas inversiones a cambio de altos retornos estratégicos" (Faleg y Scrieru, 2019, p. 2).

Un analista ruso, perteneciente a un importante centro de investigación de ese país, lo plantea así: "más que cualquier otra cosa, es el oportunismo lo que hoy guía las aparentes estrategias de bajo costo y bajo riesgo de Rusia en África para ganar influencia y perturbar a occidente" (Stronsky, 2019), mientras que otros señalan que se trata de una "estrategia oportunista y calculada" (Siegle, 2021).

En comparación con la forma en como el Kremlin conducía en la era soviética su política exterior hacia el continente africano, es muy poco lo que ha cambiado en la actualidad. La agenda sigue dominada por cuestiones fundamentales y prioritarias como la cooperación militar, la cooperación energética, la explotación de recursos y la condonación de la deuda como incentivo. Esto puede revisarse a la luz de la lógica de la "zona gris" a través de un gran abanico de operaciones de desinformación, coerción política y económica, provocación y apoyo militar, que en ocasiones se traslapan y se relacionan entre sí4.

Ahora bien, no puede desconocerse que esta dinámica se estaría favoreciendo en cierta medida por la búsqueda, por parte de varios gobiernos africanos, de nuevos aliados estratégicos más allá de las potencias occidentales, ante los cambios y la aparente inestabilidad que ha surgido (por ejemplo, el Brexit) (Burger's, 2018), y también por un ambiente al parecer "permisivo", marcado por políticas dictatoriales y contextos locales en los que predominan debilidades legales y regulatorias (Siegle, 2021).

Rusia estaría aplicando además lo que se conoce como la "estrategia del indefenso", con la que, siendo consciente de sus limitaciones y también de las oportunidades que ofrece el contexto5, se ha querido presentar ante los africanos como un amigo o aliado (Faleg y Scrieru, 2019, p. 3). La idea es proyectar la imagen de que reconoce, respeta y comparte los valores tradicionales de las sociedades africanas, y de que representa una alternativa frente a China y Europa, enfatizando en la inexistencia de un pasado colonial, de un plan de difusión ideológica o de la imposición de un modelo de desarrollo. Además, mostrando una actitud respetuosa de los asuntos internos, de la soberanía y la no condicionalidad de la ayuda en aspectos como el sistema político, económico o la situación de derechos humanos (France24, 14/08/2018).

Sin embargo, desde algunos sectores se cree que el establecimiento de relaciones estrechas entre Moscú y el continente africano no parece ser algo prioritario para Putin, sino que en realidad respondería a su interés de que África se convierta en una especie de "vehículo" (un medio más que un fin) a través del cual pueda debilitar la hegemonía de occidente, encontrar aliados en un mundo cada vez más multipolar, así como oportunidades económicas (Stronski, 2019).

2.2.1. Operaciones de desinformación

Tal y como en su momento los hizo la URSS con su agencia estatal de noticias TASS, Rusia viene expandiendo su presencia a través de oficinas regionales de cadenas televisivas financiadas por el Kremlin como Russia Today (RT), Pervy Canal, y portales como Sputnik, Rubaltic.ru, así como de la firma de convenios con canales locales en diferentes países africanos como Eritrea, Costa de Marfil y Sudáfrica (Mora, 2019, p. 10; Milosevich-Juaristi, 30/04/2020)6. El objetivo es transmitir información oficial sobre Rusia y generar propaganda y campañas de desprestigio contra sus adversarios, aludiendo a ideas como el "comportamiento depredador de los poderes imperiales europeos del pasado" (Faleg y Scrieru, 2019, p. 3).

En la República Democrática del Congo (RDC), por ejemplo, una organización llamada Afric, relacionada con el Grupo Concord, de propiedad de Yevgeny Prigozhin, un aliado cercano de Putin, envío ciudadanos rusos como observadores de las elecciones presidenciales de 2019 para influir en los resultados. Esto al tiempo que Facebook anunció el cierre de varias cuentas creadas en Rusia para difundir noticias falsas y crear confusión y desinformación entre la opinión pública del país (Faleg y Scrieru, 2019, p. 3; Siegle, 2021).

Varios ciudadanos rusos cercanos al Grupo Concord también fueron acusados de haber financiado varias campañas presidenciales en Madagascar en 2018, incluyendo la del ganador Rajoelina, a lo que se suma el apoyo brindado por el mismo Grupo para la organización de algunas protestas anti coloniales frente a la Embajada de Francia en Antananarivo a finales de 2019. Se suma la suspensión por parte de Facebook de cuentas asociadas a la Agencia para la Investigación en Internet (filial del Grupo Concord) que propagaban noticias falsas y propaganda (Faleg y Scrieru, 2019, p. 3).

A pesar de que la política exterior rusa aparentemente no tiene aspiraciones ideológicas, como sí ocurría en la época de la URSS, el componente retórico sigue jugando un papel crucial, y muestra de ello es el constante uso de narrativas contra-hegemónicas que resaltan la "interferencia del liberalismo decadente de occidente" en los asuntos internos de los Estados africanos, a través de la promoción de la democracia, los derechos humanos y las intervenciones militares (Faleg y Scrieru, 2019, p. 5).

Adicionalmente, en el contexto actual de pandemia por el Covid-19, Rusia ha instrumentalizado la crisis sanitaria mundial para sacar provecho a través del uso de medios de comunicación estatales y redes sociales, para la difusión en África y otras regiones de campañas de desinformación, narrativas anti-occidentales, teorías conspirativas, acusaciones infundadas y confusas sobre el origen del virus y la gestión de la crisis por parte de los regímenes democráticos para generar pánico, tensión y divisiones sociales. Por ejemplo, desde el portal Sputnik se publicó una historia según la cual el virus se fabricó en los laboratorios de la Otán como un arma de Estados Unidos contra China y desde otros medios se ha planteado la idea de que la UE estaba fallando en la gestión de la pandemia (Milosevich-Juaristi, 30/04/2020).

2.2.2. Operaciones de coerción política y diplomática

En el plano diplomático, Moscú ve el continente como un gran bloque de aliados cuyo apoyo puede ser determinante en instancias de deliberación, concertación y decisión en escenarios estratégicos de escala mundial, en donde se discutan asuntos que puedan comprometer directamente los intereses de Rusia como por ejemplo la Organización de las Naciones Unidas - ONU (Giles, 2013; Pham, 2014). De hecho, Rusia ha usado, en varias oportunidades, su poder de veto en el Consejo de Seguridad para proteger países africanos frente a sanciones por violaciones a los derechos humanos como ocurrió con Zimbabue en 2008. Y en 2014 logró que en la Asamblea General 24 países africanos se abstuvieran de votar y dos votaran en contra de la Resolución 68/262 que condenaba la anexión de Crimea (Faleg y Scrieru, 2019, p. 5; Mora, 2019, p. 7).

Otra manera de ejercer presión ha sido imprimir dinamismo a las relaciones diplomáticas, por medio del aumento de visitas oficiales recíprocas con países tanto del Magreb como del sur del Sahara. Así como la promoción de reuniones bilaterales y multilaterales de ministros de diferentes carteras, la reapertura de embajadas y consulados, y la celebración conjunta de foros de negocios (por ejemplo, BBC (07/05/2020). Actualmente Rusia cuenta con embajadas en todos los países de la Unión Africana - UA (Mora, 2019, p. 7). Cabe destacar que desde 2015 cerca de 12 mandatarios africanos han viajado a Rusia en visitas oficiales y que en 2018 el canciller ruso Sergéi Lavrov, realizó varias visitas a diferentes naciones africanas como parte de un plan de fortalecimiento de relaciones bilaterales (Stronski, 2019).

Asimismo, Rusia ha asumido un rol de mediador y prestador de buenos oficios en conflictos como el de Libia (el país con las mayores reservas probadas de petróleo del continente). Allí Putin logró -junto con el gobierno turco-, a principios de 2020, que las partes enfrentadas, el jefe del Gobierno de Unidad, Fayed el Serraj, respaldado por Turquía, y al mariscal Jalifa Hafter, quien recibe apoyo de Egipto, Emiratos Árabes Unidos y de la propia Rusia (a través del grupo Wagner), se reunieran y firmaran un alto al fuego después de años de intentos infructuosos por parte de occidente y de miles de muertos (Sahuquillo y Peregil, 2020).

Adicionalmente, Putin lideró, en octubre de 2019, junto con el presidente de Egipto, la realización de la primera Cumbre Rusia-África en la ciudad de Sochi, en la que participaron mandatarios de 43 países. Pasando así de una dinámica de acuerdos bilaterales a un encuentro simbólico de alto nivel de respaldo a las aspiraciones africanas, con una clara vocación económica y comercial, pero sin espacio para la discusión de temas sociales (Faleg y Scrieru, 2019, p. 5; Maslov, 2019; Urteaga, 2019). Como resultado del foro se firmaron 500 acuerdos, memorandos y contratos por 11.300 millones de euros con 40 gobiernos africanos (Gómez, 2019).

Recientemente, Rusia firmó un memorando de entendimiento con la Comunidad de África Austral (Sadc) durante la X Cumbre de los Brics con el fin de fortalecer las relaciones multilaterales y el papel de la organización para garantizar la paz y la seguridad de la región (Mora, 2019, p. 7). A esto se suma, en medio de la pandemia del Covid-19, la aplicación por parte de Putin de la llamada "diplomacia de las mascarillas", que consiste en el envío de equipos, personal médico y elementos sanitarios para atender la emergencia en países gravemente afectados en África (y también en Europa e incluso Estados Unidos). Con esto buscaría resaltar su capacidad de gestión y mostrarse como un benefactor indispensable en tiempos de crisis (Tori, 2020).

En el plano más político, Rusia ha logrado avanzar en lo que se denomina como "asistencia electoral", una táctica ampliamente conocida internamente desde hace décadas, que ha ido exportando hacia algunos llamados "Estados débiles", como la RDC, y que muchas veces es desplegada como parte de medidas más amplias de desinformación o para complementar herramientas económicas o militares (Faleg y Scrieru, 2019, p. 3).

En lugar de apoyar golpes de Estado para inducir cambios de régimen, Rusia respalda, de manera clandestina, reformas constitucionales, cambios en las leyes electorales, medidas de control sobre los medios de comunicación, persecución y estigmatización de la oposición, represión de la protesta social, la postulación de candidatos falsos, amaño de encuestas, financiamiento de campañas de candidatos anti occidentales, y la eliminación de mecanismos de rendición de cuentas. Dando la impresión de legitimidad democrática, pero apoyando líderes autoritarios a cambio de grandes favores como contratos multimillonarios de extracción de hidrocarburos o apoyo en votaciones cruciales en la ONU, como la intervención rusa en Siria, la aprobación de normas de ciberseguridad restrictivas o la negativa al reconocimiento de Kosovo (Faleg y Scrieru, 2019, p. 5).

2.2.3. Operaciones de coerción económica

Para Rusia, África es clave no solo en términos de acceso a recursos naturales necesarios para el sostenimiento de las industrias y el abastecimiento de productos básicos a nivel interno, sino porque representa un potencial nicho para el desarrollo de proyectos de inversión y para la exportación de productos agrícolas, maquinaria, minerales, autopartes y químicos. Los ingresos derivados de estos renglones resultan fundamentales para el financiamiento de la política de defensa y seguridad y la modernización del aparato militar (Olivier y Suchkov, 2015; Giles, 2013). Y no es para menos, pues África representa un mercado de mil millones de personas, posee cerca de la tercera parte de los recursos naturales del mundo, la mitad de las tierras cultivables y una clase media emergente de cerca de trecientos millones de personas (Kabunda, 2015).

Para aprovechar estas fortalezas, Putin viene implementando una estrategia consistente en la generación de incentivos materiales a cambio de lealtades y privilegios para Moscú frente a China, Estados Unidos, la UE y demás competidores en sectores de alto valor estratégico (Olivier y Suchkov, 2015; Fidan y Aras, 2010). Por ejemplo, Putin da incentivos en forma de condonaciones de la deuda pública heredada de la era soviética, para que los gobiernos africanos den prioridad a Rusia en negociaciones y tratos comerciales, y otorguen un trato preferencial a las empresas rusas en licitaciones públicas relacionadas con la exploración y explotación de recursos naturales7.

La idea es reestructurar la forma del pago flexibilizando los plazos o reduciendo los intereses. Y en caso de no ser posible debido a la difícil situación económica que históricamente han tenido que enfrentar los países africanos, obtener el pago en divisas, intercambiarla por la venta de productos rusos o reducirla gradualmente. Incluso, en el caso de los países más pobres, perdonar la totalidad de la deuda adquirida por concepto de créditos en años anteriores (Olivier y Suchkov, 2015; Fidan y Aras, 2010; Pham, 2014). Entre 2006 y 2012, Rusia condonó la deuda de Argelia, Libia y Etiopía, la cual ascendía a cerca de los veinte mil millones de dólares (Stronski y Sokolsky, 2017). Además, creó en 2015 una agencia de calificación crediticia alternativa para contrarrestar la influencia de las agencias occidentales (Mora, 2019).

A nivel comercial el intercambio entre Rusia y África aumentó 43% entre 2008 y 2018, convirtiéndose en uno de los socios de mayor crecimiento (Sahuquillo, 2019). Además, se estima que el 1.1% del PIB ruso está atado a las exportaciones hacia África principalmente de medicamentos, alimentos, productos forestales, automotrices y fertilizantes mixtos, aunque las importaciones se han estancado (Mora, 2019, p. 14). Las inversiones, por su parte, se han concentrado en extracción de recursos naturales, minería y proyectos de infraestructura en Uganda, Guinea, Sudáfrica y Zimbabue, además está tratando de acaparar el mercado del trigo en Argelia, Marruecos, Libia y Egipto donde ya es el principal exportador (Mora, 2019, p. 8)8.

En el plano energético ha habido en los últimos años una creciente proliferación de compañías rusas de diferentes industrias como la del oro con Nordgold, en Burkina Faso; bauxita en Guinea con Rusal; gas con Gazprom en Nigeria y Argelia; diamantes con Alrosa en Sudáfrica, Sierra Leona, Namibia y Angola9; petróleo con Lukoil, en Argelia, Egipto, Libia, Nigeria y Costa de Marfil; aluminio con Russkiy en Guinea, y manganeso con Renova en Sudáfrica10 (Pham, 2014; Olivier y Suchkov, 2015; Fidan y Aras, 2010; Giles, 2013; Goldbaum, 2015; Sahuquillo, 2019). Adicionalmente, se ha avanzado en acuerdos de cooperación para el desarrollo de proyectos de energía nuclear y para la llegada de empresas rusas especializadas en esta industria como Rostec y Rosatom en Zambia, Sudán, Ruanda, Argelia, Túnez, Egipto, Sudáfrica, Uganda y Angola (Chihaia, 2018; Gopaldas, 2018; Urteaga, 2019).

Asimismo, se destaca la participación de Rusia como observador en varios mecanismos de integración regional africana como la UA, Ecowas y la Sadc; la suscripción de acuerdos de amistad, convenios comerciales y de cooperación; la creación de foros de negocios como el Afrocom; el aumento de las inversiones en sectores como la minería, los hidrocarburos y las comunicaciones, así como la ampliación de su participación en iniciativas de resolución de conflictos y asistencia humanitaria (Olivier y Suchkov, 2015; Fidan y Aras, 2010; Giles, 2013; Shubin, 2013; Pham, 2014).

2.2.4. Provocación, apoyo militar, logístico y operativo

Si bien, no es posible hablar hoy de un orden mundial bipolar como el de la guerra fría, implícitamente hay indicios de la persistencia de una competencia bajo lógicas geopolíticas similares de la que Rusia quiere ser protagonista, y es en ese marco que África representa un terreno fértil para ganar posicionamiento global. En contraste con lo que ocurre con otras potencias emergentes como China, cuya prioridad en su regreso al continente africano ha sido el ámbito económico, para Rusia, al igual que para la URSS en su momento, el primer paso ha sido el ámbito militar, pues ve en este sector una forma viable de obtener la confianza y el respaldo de los gobiernos africanos, facilitando el acceso a negocios como la seguridad privada, las tecnologías nucleares y los recursos naturales; todo lo que le pueda brindar ventajas comparativas y competitivas (Czerep, 2018).

Así, por ejemplo, en medio de las sanciones que se han impuesto sobre Rusia por la anexión de la península de Crimea (Ucrania) en 2014 y que le impide exportar sus productos a la UE, África representa una alternativa que Moscú viene aprovechando con el fortalecimiento de sus lazos con diferentes gobiernos a través de acuerdos de cooperación para la transferencia de armamento y municiones, el despliegue de instructores militares y de empresas de seguridad privada para la protección de campos petroleros en zonas de conflicto en países como Argelia, Marruecos, Guinea Bissau, Sudán, Libia, República Centro Africana (RCA) (Chihaia, 2018; Czerep, 2018; Gopaldas, 2018).

Se estima que entre 2008 y 2012 el armamento ruso representó el 39% de las importaciones del continente, seguido de China (17%), Estados Unidos (9,6%) y Francia (6,9%)11 (Mora, 2019, pp. 19-20). Entre 2017 y 2018 Rusia firmó contratos para la venta de armas con más de treinta países por valor de 14.000 millones de dólares, dentro de los que se destacan Angola, Nigeria, Sudán12, Malí, Burkina Faso y Guinea Ecuatorial (Sahuquillo, 2019; BBC, 07/05/2020).

Además, en 2018 Rusia logró la aprobación de una excepción al embargo de armas que pesa sobre la RCA, lo que le permitió el envío de cerca de 200 instructores militares, miles de rifles y cientos de lanza granadas a las fuerzas armadas del gobierno en Bangui. A esto se suma que uno de los más importantes asesores de seguridad nacional del presidente Toudéra es un ruso (Valery Zakharov). RCA se ha convertido en la principal zona de despliegue del grupo Wagner, el cual presta servicios de protección y aseguramiento de las concesiones de explotación de oro en la frontera con Bangui (Faleg y Scrieru, 2019, p. 4). Este grupo también hace presencia en Libia, Sudán, Mozambique, Ruanda y RDC (Urteaga, 2019; Siegle, 2021).

A esto se suma el significativo aumento de la participación de contingentes de las fuerzas armadas rusas en operaciones de mantenimiento de paz de la ONU en países como RDC, Liberia, Sudán, Sudán del Sur, Costa del Marfil, Etiopía, Eritrea y Sahara Occidental.

Esto con el aparente objetivo de ayudar a la estabilización de la región y de esa manera facilitar el acceso a recursos naturales y asegurar proyectos de inversión, y también de abonar el terreno para el establecimiento de bases y puntos de aprovisionamiento en zonas estratégicas como el cuerno de África (Pham, 2014; Czerep, 2018; Gopaldas, 2018).

CONCLUSIONES

África se esta convirtiendo en un nuevo escenario de disputa dentro de la "zona gris" entre Rusia y occidente. Las fallas en la forma en como Estados Unidos y la UE están manejando la relación con el continente, y el histórico fracaso de las recetas impuestas para impulsar el desarrollo socioeconómico y el "buen gobierno" en los países africanos, está creando un vacío de poder y autoridad que, poco a poco, Putin ha aprovechado para retornar con medidas no confrontacionales y de alto impacto en términos estratégicos. Gracias a este esquema no intervencionista y no paternalista, centrado en la generación de estrechos lazos de confianza en aspectos clave como la seguridad, la energía y el comercio, Rusia ha logrado avances importantes en la ampliación de su influencia y, por ende, en la carrera por consolidarse como potencia global.

Sin embargo, el costo para las naciones africanas podría ser muy alto a largo plazo.

Aunque puedan evidenciarse algunos beneficios en términos económicos y comerciales en el sentido de que Moscú constituye una alternativa para no depender de las inversiones de otras potencias, lo cierto es que la mayoría de los acuerdos alcanzados en las últimas dos décadas han sido celebrados en medio de condiciones de amplia desventaja para los africanos y de evidente oportunismo y conveniencia para Rusia. Esto ha evocado viejas estrategias soviéticas en el continente, al instrumentalizar el discurso del impago de la deuda a cambio de garantizar un flujo constante de dinero y recursos estratégicos críticos, para avanzar en la consecución de sus proyectos geopolíticos y geoeconómicos.

Lejos de la obtención de ganancias materiales para la población -como sí ocurriría en el caso de China con su modelo que incluye un fuerte componente de inversión en infraestructura con beneficios socioeconómicos-, los países africanos frente a su relación con Rusia están en una posición de total asimetría. Esta dinámica podría estar repercutiendo en la agudización de algunos problemas internos como, por ejemplo, la creciente polarización política por la propia presencia rusa y, lo que es aún más preocupante, el aumento de la violencia en algunos países -cuya situación es de por sí lo bastante compleja por los conflictos armados que padece-, debido al alto número de armas rusas que están en circulación, así como por el gran impacto sobre el medio ambiente por la intensa actividad extractiva de sus empresas. Todo esto con graves implicaciones desde el punto de vista de la seguridad y del respeto y protección de los derechos y libertades fundamentales de la población.


NOTAS

1 Nota metodológica: Esta definición puede estar sujeta a revisiones y críticas. No es exhaustiva y no refleja todos los elementos que se han abordado en los debates en torno a las dinámicas a las que alude. Dentro de sus limitaciones están que es muy amplia, por lo que varios de sus elementos son aplicables a diferentes situaciones actuales o potenciales en el contexto internacional, y que de entrada puede tener un sesgo ideológico por haber sido desarrollada por centros de investigación occidentales. Además, no contempla otro tipo de acciones de carácter cultural, educativo y asociados a asistencia humanitaria que también son empleados por potencias como Rusia y que podrían entrar en la categoría de lo no convencional. Sin embargo, se trata de un marco de referencia útil para comprender desde una visión alternativa el posible curso de acción de Rusia en África en años recientes.
2 Putin ha logrado avanzar con relativo éxito en el plano internacional, pero a un muy alto costo político, social y económico a nivel interno. Para más detalles ver Pardo (2019).
3 Cabe señalar que estas relaciones no han respondido a una única estrategia global hacia todo el continente, sino que han sido diferenciadas a escala regional, nacional e incluso local. Se habla de un "retorno" de Rusia a África para denotar un acercamiento al continente, pero eso no significa que exista de facto interacción directa con los 55 Estados. De hecho, en algunos casos las relaciones han sido más fluidas e intensas que en otros.
4 Para una revisión complementaria del tipo de operaciones que Rusia ha llevado a cabo, en el marco de la "zona gris", en los últimos años, en: Marruecos, Argelia, Egipto, Libia, Gambia, Guinea, Sierra Leona, Malí, Burkina Faso, Gana, Niger, Nigeria, Chad, entre otros, ver Cordesman (2020).
5 Por ejemplo, el repliegue estadounidense en Oriente Medio y el desinterés que en su momento mostró la administración Trump frente a África.
6 En el marco de los mecanismos de cooperación de los Brics, la cadena estatal rusa de noticias Sputnik firmó un acuerdo de entendimiento para el intercambio de información con la Corporación Sudafricana de Radiodifusión (Faleg y Scrieru, 2019, p. 3).
7 Esta estrategia ha sido aplicada en: Benín, Tanzania, Zambia, Madagascar, Etiopía, Mozambique, Gana, Guinea, RDC, Chad y Burundi, entre otros (Gutiérrez del Cid, 2011).
8 Rusia se aprovecha del interés de muchos gobiernos africanos de diversificar sus fuentes de inversión para reducir la dependencia de potencias como China y así no caer en la "trampa de la deuda externa", mostrándose como una alternativa de ayuda no condicionada que cubre los sectores prioritarios para los africanos como la energía nuclear y el de armamento (Faleg y Scrieru, 2019, p. 5).
9 En Angola, por ejemplo, Rusia domina el mercado de los diamantes a través de consorcios entre la empresa estatal Alosa y empresas locales, y controla una fracción de la industria petrolera a través de Gazprom (Faleg y Scrieru, 2019, p. 4). En Sudán Gazprom y Rosgeologia tienen contratos de exploración y explotación de petróleo y gas, y recientemente el Grupo Concord firmó varios contratos de explotación de oro, a lo que se suma la firma de un acuerdo de entendimiento entre el gobierno y la empresa Rosatom (que tienen el monopolio de la energía nuclear en Rusia) para la construcción de una planta de energía nuclear (Faleg y Scrieru, 2019, p. 4).
10 En Sudáfrica Rusia también hace presencia con varias empresas en diferentes sectores extractivos como Severstal en la industria del hierro, Norolsky Nikel en minería y procesamiento de oro. Además Rosatom concluyó hace poco un acuerdo preliminar para construir la segunda planta nuclear y Rosgeologia lleva a cabo labores de exploración de petróleo y gas en el océano Índico, junto con la compañía surafricana PetroSA (Faleg y Scrieru, 2019, p. 4).
11 Entre 2013 y 2017 Argelia recibió el 78% de todas las exportaciones mientras que Nigeria el 30% (Mora, 2019, pp. 19-20).
12 En Sudán, antes de la terminación del gobierno de Omar al-Bashir, se logró la firma de un acuerdo para que los barcos de guerra rusos hagan uso de los puertos de ese país sobre el mar Rojo, algo similar se logró en Mozambique, donde además han sido desplegados mercenarios del grupo Wagner en Cabo Delgado para combatir a las insurgencias islámicas (Faleg y Scrieru, 2019, p. 4).


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