La gran estrategia de Turquía: elementos, desafíos y limitaciones de la política exterior turca en el siglo XXI

TURKEY'S GRAND STRATEGY. ELEMENTS, CHALLENGES AND LIMITATIONS OF TURKISH FOREIGN POLICY IN 21st CENTURY

Marcelo Macedo Rizo*

* Master of International Public Policy, Johns Hopkins University - SAIS (Estados Unidos). Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia (Colombia), Primer Secretario - Diplomático de Carrera. [jmmacedor@unal.edu.co]; [https://orcid.org0000-0002-5920-8848].

Recibido: 16 de julio de 2023 / Modificado: 28 de agosto de 2023 / Aceptado: 4 de septiembre de 2023

Para citar este artículo:

Macedo R., M. La Gran Estrategia de Turquía: elementos, desafíos y limitaciones de la política exterior turca en el siglo XXI. Oasis, 39, 9-31. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n39.03


RESUMEN

Con el declive del sistema unipolar y de la hegemonía estadounidense, Turquía, al igual que otras potencias medias y los grandes poderes mundiales, ha venido buscando un reposicionamiento en el orden multipolar emergente y reclamado por un nuevo sistema internacional. La orientación y naturaleza de esta búsqueda de autonomía ha sido fuertemente influida por la prominente figura de Recep Tayyip Erdoğan, quien como líder del partido islamista AKP, ha gobernado Turquía durante casi todo el siglo XXI. Este largo periodo ha producido grandes cambios sociales, políticos, económicos y culturales en Turquía, que han repercutido también en su política exterior. En los últimos veinte años, Turquía ha modificado su estrategia de inserción internacional, tanto desde el punto de vista teórico-doctrinal como de los recursos disponibles y sus objetivos. Si bien no ha establecido oficialmente una gran estrategia geopolítica, a partir de las acciones del gobierno turco y de la literatura de análisis reciente es posible identificar sus principales componentes. Uno de ellos es su pretendido alcance a distintos niveles: nacional, regional (con la determinación de nuevas zonas de influencia) y global, acudiendo a una mezcla de elementos de soft y hard power, con mayor relevancia de la fuerza en la última etapa, debido a circunstancias que Turquía considera como amenazas. En todo caso, para hablar de una gran estrategia es necesario tratar primero de delimitar este concepto en general e identificar sus características para Turquía en particular, así como sus desafíos y principales limitaciones, al cumplirse cien años de la República.

Palabras clave: Turquía; gran estrategia; potencia media; AKP; Erdoğan.


ABSTRACT

With decline of the unipolar system and US hegemony, Turkey, just like other middle powers and the great world powers, has been seeking a repositioning in the emerging multipolar order and claimed by a new international system. The orientation and nature of this quest has been strongly influenced by the prominent figure of Recep Tayyip Erdoğan, the leader of Islamist AKP party that has ruled Turkey for most of the 21st century. This long period has produced big social, political, economic and cultural changes in Turkey, which have also had an impact on its foreign policy. In the last twenty years, Turkey has modified its strategy of international insertion, both from the theoretical-doctrinal point of view as well as from the available resources and objectives. While it has not officially established a Grand Strategy, however, based on the recent actions by the Turkish government and analytical literature, it is possible to identify its main components. One of them is its intended reach at different levels: national, regional (with the determination of new areas of influence) and global, resorting to a mixture of elements of soft and hard power, with greater relevance of force in the last stage, due to circumstances considered as threats by Turkey. In any case, speaking of a grand strategy, it is necessary to try first to delimit this concept in general and identify its characteristics for Turkey in particular, as well as its challenges and main limitations, at the 100th anniversary of the Republic.

Key words: Turkey; grand strategy; medium power; AKP; Erdoğan.


INTRODUCCIÓN

Con la caída del socialismo real y el fin de la Guerra Fría, el sistema internacional sufrió una aparente realineación alrededor de los valores liberales que, bajo la hegemonía de Estados Unidos, supuso la formación de un orden unipolar con sentido de permanencia. Sin embargo, como consecuencia de conflictos recientes y actuales, la correlación de fuerzas, el acomodamiento de los grandes poderes (especialmente por el ascenso de China) y las potencias medias, e incluso el relacionamiento estratégico de pequeños Estados, se está formando un nuevo sistema multipolar. Este nuevo orden se caracteriza por la falta de un liderazgo a nivel mundial, tanto de personalidades como de países, por lo que el referido predominio estadounidense no solo ha sido cuestionado, sino también abiertamente desafiado.

En tal escenario de emergencia de poderes regionales que plantean un nuevo sistema internacional, Turquía1, al igual que otras potencias medias, está buscando su reposicionamiento a partir del despliegue de una política exterior que obedece a la visión que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y su líder, Recep Tayyip Erdoğan, tienen sobre el lugar y el rol que debe ejercer Turquía en los órdenes regional y global durante el siglo XXI. No en vano, Erdoğan ha hablado del "Siglo Turco", en el que busca hacer de su país "uno de los diez más grandes del mundo en los campos político, económico, tecnológico, militar y diplomático" (Daily Sabah, 2022). El año 2023, en que se cumple el primer centenario de la República, marca un punto de quiebre en ese propósito, porque al completar dos décadas al frente de Turquía (de 2003 a 2014 como Primer Ministro y de 2014 en adelante como Presidente, desde 2017 bajo un régimen presidencialista), Erdoğan ha sido reelegido para un nuevo periodo que va hasta 2028, tiempo en el que espera consolidar varios de los objetivos trazados durante los años previos y dejar las bases para la política exterior turca de los siguientes, bajo la denominada Visión 2053.

Tales objetivos hacen parte de una estrategia, sobre la que se discutirá si puede atribuírsele el epíteto de "Gran" y que obedece fundamentalmente al enfoque que Erdoğan y, por extensión, el AKP, tienen sobre lo que Turquía debería ser y hacer con el fin de alcanzar una posición preponderante en el sistema internacional. Lo anterior implica, por lo tanto, una orientación islamista, dada por la naturaleza del partido y, en especial, por la personalidad del presidente turco, que busca proyectar así su propia visión de Turquía tanto a nivel interno como externo. Esta orientación, que ha traído consigo múltiples cambios a nivel político, económico, social y cultural en Turquía, contiene también un cambio en la política exterior, que ha tenido dos grandes periodos, los cuales, desde el punto de vista académico, pueden ser aparejados a las dos etapas que el extenso gobierno del AKP ha atravesado hasta el momento: la primera de ellas, de 2003 a 2011, época de reformas encaminadas al ingreso a la Unión Europea, con un desempeño económico impresionante y la reducción de la influencia militar sobre la vida política del país. La política externa en este segmento se fundamenta en la doctrina de profundidad estratégica y de cero problemas con los vecinos, expuesta por el exministro de Relaciones Exteriores y exprimer ministro, Ahmet Davutoğlu, quien "alegó que Turquía necesita convertirse en un centro geopolítico como lo solía ser en el pasado y ejercer su influencia en las regiones a su alrededor, incluyendo el Medio Oriente, los Balcanes, el Cáucaso y el mundo islámico en general" (Batashvili, 2017, p. 3). Por esta razón, con referencia a la política exterior de estos primeros años y del gobierno del AKP en general, se suele hablar de un pretendido neo-otomanismo.

La segunda etapa, de 2011 en adelante, es un periodo en que la política interna se radicaliza, y en el plano de las relaciones exteriores, en parte como efecto de la Primavera Árabe y el alejamiento de Europa, Turquía intenta una estrategia de influencia de carácter islamista que malogra la mayoría de relaciones con su entorno. Es en esta fase que se presencia un "giro autoritario" por parte de Erdoğan, reflejado primero en la persecución a sus antiguos aliados del gülenismo2, seguido por la fuerte represión de las protestas de Gezi Park3, el recrudecimiento de la guerra contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) tras el rompimiento de los diálogos en 2015, y, más adelante, por las medidas que siguieron al intento de golpe de Estado en julio de 2016. A nivel externo, además del mencionado distanciamiento de Occidente y de sus vecinos en Medio Oriente, en donde Catar se convirtió durante un buen tiempo en su único aliado, se ha evidenciado una progresiva militarización, con presencia de tropas e intervenciones turcas en varios países, especialmente en Siria, como respuesta a amenazas contra la integridad territorial de Turquía, tanto de fundamentalistas islámicos como de nacionalistas kurdos.

La forma en que estos desarrollos, además de otros elementos constitutivos de la política exterior, obedecen a una estrategia por parte del gobierno turco bajo el liderazgo de Erdoğan y su partido el AKP, es lo que este escrito pretende revisar, para lo cual se realizará, en primer lugar, un análisis del concepto de Gran Estrategia, con el fin de determinar, por un lado, si las potencias medias también pueden desarrollar tales estrategias o estas son exclusivas de los grandes poderes globales, y, por otro, cuáles serían sus componentes para Turquía en particular. Luego, se auscultarán los niveles de dicha estrategia a nivel nacional, regional y global. Por último, se pondrán de presente las mayores limitaciones y más importantes desafíos de la política exterior turca dentro de los próximos treinta años, para cumplir la visión del Siglo Turco de Erdoğan.

LA GRAN ESTRATEGIA

Etimológicamente, el término estrategia proviene de la palabra griega strategos que significa general, en un sentido militar, esto es, el comandante de una unidad castrense. No es una coincidencia que el concepto de estrategia se relacione inicialmente con el arte de la guerra, en el que se asume como la "aplicación coordinada de todas las fuerzas de una nación para conseguir un objetivo" (Cohen, 2023). En un sentido amplio, estrategia hace referencia al "uso de los recursos disponibles para ganar cualquier objetivo" (Howard, 1983, p. 86), por lo que en definitiva el término denota una relación entre medios y fines, en particular la forma en que se utilizan los primeros para obtener los segundos. De allí que la estrategia sea "una actividad dirigida a objetivos que es determinada para transformar una potencialidad en una realidad" (Yükselen, 2021, p 83). La utilización de los recursos al alcance implica el diseño y la aplicación de un plan, de manera que la estrategia obedece también a un esfuerzo organizado.

En el campo de las relaciones internacionales, el concepto de estrategia es recurrente en los enfoques realistas. Por ejemplo, en el realismo estructural de Waltz, la estrategia consiste en la forma como los Estados se adaptan al sistema internacional, en sus relaciones con otros Estados, con base en la distribución de capacidades (2010, p. 127). La diferencia en recursos lleva a que los Estados busquen desarrollar medidas para contrarrestar a otros, imitar a aquellos más poderosos, fortalecer sus propias alianzas o debilitar las contrarias, en una dinámica de balance de poder, que es la constante del orden mundial en la visión de este autor. Tras haber desarrollado buena parte de su trabajo durante la Guerra Fría, para Waltz el modelo más estable para la seguridad internacional es el bipolar, que asegura el equilibrio estratégico global a partir de la interacción entre dos grandes potencias.

Ahora bien, el enfoque excesivo del realismo en los Estados como actores principales de las relaciones internacionales lo ha llevado a subestimar la importancia de los actores no estatales, cada vez más creciente en los análisis de la materia, a la vez que la atención se ha centrado tanto en la disponibilidad de recursos materiales o geoestratégicos, como en los procesos de toma de decisiones en política exterior. De acuerdo con Yükselen, esta perspectiva, además de desconocer la existencia de recursos no materiales (aquello que se denominaría soft power), parece convertir la estrategia en un ejercicio mecánico, "cosificando" la voluntad (agency) al desconectarla de su estructura (2018, p. 32). Por esta razón, el carácter volitivo de la estrategia no solo debe recuperar su aspecto subjetivo, sino también tener en cuenta el aspecto sociohistórico que influye sobre ella, caracterizado por tres estructuras principales: el sistema político internacional, el sistema económico global y la geografía. La comprensión de la estrategia como un acto volitivo (agential) permite convertirla en una praxis que "también puede ser concebida como una práctica posicionada o actividad situada. La voluntad produce su praxis a través de la interacción dialéctica con las estructuras mencionadas mediante el empleo de elementos situacionales, posicionales y disposicionales de estrategia" (2018, p. 33).

En cuanto al concepto de gran estrategia, también tuvo en sus inicios una connotación militar. Liddell Hart introdujo el término en 1967 para indicar que, si bien una gran estrategia es para "coordinar y direccionar todos los recursos de una nación hacia el éxito en el objetivo político de la guerra -el objetivo definido como política fundamental-" (1967, p. 321), también lo debe ser para alcanzar "un estado de paz y que la gente de uno esté mejor después de la guerra que antes" (1967, p. 322). Paul Kennedy sigue de cerca esta definición cuando aduce que una gran estrategia está "relacionada con la paz tanto como con la guerra. Se trata de la evolución e integración de políticas que deberían operar por décadas, o incluso por siglos. No cesa con el fin de la guerra ni inicia con su comienzo" (1991, p. 4). Por su parte, Barry Posen sostiene que una gran estrategia es "una cadena de medios y fines político-militares, una teoría del Estado acerca de cómo este puede generar seguridad para sí mismo" (2003, p. 13). Con base en estas últimas enunciaciones que, de acuerdo con Silove (2018, p. 32), pueden considerarse como las que más han persistido en el tiempo, es posible extraer preliminarmente algunos elementos que caracterizarían a una gran estrategia. En primer lugar, que no se circunscribe a la guerra o a lo militar (aunque este sea uno de sus pilares), sino que también envuelve otros aspectos de un Estado. En segundo lugar, que se compone de medios y fines a un nivel más alto que el de la simple estrategia. En tercer lugar, que involucra una visión de largo plazo. En cuarto lugar, que su propósito principal es la seguridad (en este caso, del Estado). Por último, que aplica en particular para el Estado de que se trate, es decir, está orientada a favorecer o proteger sus propios intereses. Quizá la definición que ofrece van Hooft resuma de mejor manera estas características de la gran estrategia, a la que entiende como "el nivel más alto del arte de gobernar una nación, que establece la forma como los Estados u otras unidades políticas, priorizan y movilizan su poder militar, diplomático, político, económico y de otras fuentes con el fin de asegurar lo que perciben como sus intereses" (2019).

Con estos presupuestos, Silove se da a la tarea de escudriñar en el concepto de gran estrategia, el cual considera se ha "puesto de moda" en las últimas décadas. Luego de una revisión de la literatura reciente sobre la materia, encuentra que dicho concepto puede tener tres significados. Primero, es posible entender una gran estrategia como un plan o mejor, como "una colección de planes y políticas que comprenden el esfuerzo deliberado del Estado para aprovechar las herramientas políticas, militares, diplomáticas y económicas para promover el interés nacional de ese Estado […] Implica una acción intencional: lo que los líderes piensan y quieren" (Feaver citado por Silove, 2018, p. 38). Para esta autora, la concepción de la gran estrategia como un plan concede mayor protagonismo a los actores involucrados en el diseño de las políticas, por lo que se enfocaría en el denominado proceso de toma de decisiones, el cual, de acuerdo con esta concepción, estaría predefinido en un documento que condensa los objetivos de política exterior del Estado determinado.

Segundo, una gran estrategia puede entenderse como principio(s) organizacional(es), noción recurrente en dos tipos de análisis sobre aquella. Por un lado, aquellos que se centran en las ideas de los líderes individuales, como por ejemplo la forma en que diferentes presidentes de Estados Unidos consideraban que se podía garantizar la seguridad del país, con unidad interna y neutralidad externa, como en el caso de John Quincy Adams, o la doctrina Monroe, concebida por aquel, y que rechazaba el colonialismo europeo de principios del siglo XIX. Por otro lado, se encuentra el "tipo de trabajo que utiliza el término gran estrategia para referirse a un principio organizador y que constituye literatura prescriptiva (sobre la misma)" (Silove, 2018, p. 41), es decir, se enfoca en la pretendida existencia de principios orientadores de política exterior, establecidos para lograr unos objetivos determinados y proteger el interés nacional.

Tercero, una gran estrategia puede entenderse como un patrón de comportamiento que "no evidencia la existencia de un plan o un principio organizativo, aunque en algunos casos un principio o plan es usado como evidencia para demostrar la existencia del patrón" (Silove, 2018, p. 43). Desde este punto de vista, una gran estrategia son las acciones que un Estado, en efecto, desarrolla para alcanzar los fines que persigue o para proteger sus intereses. Esto la convierte en una cuestión de hecho que, en consecuencia, podría ser aplicada por cualquier Estado. De todas formas, sin importar el significado de gran estrategia que se asuma, los tres propuestos comparten ciertas características: su alcance de largo plazo; su carácter holístico, en el sentido de que compromete todos los recursos de un Estado (no únicamente los económicos o militares); y la preocupación por la realización de negociaciones, tratos o arreglos para asegurar los intereses más importantes de ese Estado.

El elemento de la permanencia lleva necesariamente a la discusión de si la gran estrategia obedece a una política de gobierno o de Estado, y si debe, entonces, privilegiarse la estructura sobre los aspectos coyunturales. Esto, a su vez, remite al enfoque revisado más arriba sobre la existencia de principios orientadores que trasciendan los gobiernos de turno y se establezcan como criterios para las políticas de largo plazo. Para Yükselen, las estrategias de corto plazo son trazadas en respuesta a desafíos emergentes, y las contradicciones que estos generan podrían obstaculizar objetivos más amplios. En cambio, "las estructuras pueden no siempre producir tales contradicciones […] pueden generar nuevas aperturas para la realización de una visión de largo plazo" (2021, p. 85). De esta forma, mientras las primeras son estrategias orientadas a las amenazas (reactivas), las segundas lo están a la visión (activas), esto es, pensar a futuro y considerar los posibles escenarios venideros. En todo caso, la gran estrategia se necesita para lidiar con los nuevos desafíos internos y externos y, por lo tanto, debe ser adaptable a las coyunturas.

A su vez, la búsqueda de protección del interés nacional guarda una estrecha relación con la seguridad, la cual podría considerarse como el objetivo fundamental de una gran estrategia. Aunque a través de la ejecución de una estrategia de este tipo, un Estado puede buscar ejercer influencia o hegemonía a nivel regional o global, el fin primario es asegurar su propia supervivencia, tanto por la estabilidad interna como por la eliminación de amenazas o riesgos externos, y a partir de allí proyectar una política exterior, aprovechando las oportunidades que le brinde el sistema internacional, sus recursos (incluida su geografía) y las condiciones de otros Estados con los que deba interactuar. La seguridad y la proyección se basan y a la vez permiten una mayor o menor autonomía del Estado en el escenario internacional, por lo que la existencia de autonomía parece ser, en últimas, lo que determina el paso de una estrategia convencional a una gran estrategia.

LA GRAN ESTRATEGIA DE TURQUÍA

Tal como se planteó líneas más arriba, una de las principales cuestiones es si una gran estrategia aplica solo para grandes potencias o también para poderes medianos como Turquía. Algunos autores defienden que solo los grandes poderes pueden tener gran estrategia. En este sentido, Balzacq y otros sostienen que "solo una superpotencia (en la práctica, únicamente EE. UU.) o mínimamente un gran poder (extendiendo la lista a China y Rusia) tiene los suficientes recursos institucionales y materiales para formular e implementar una gran estrategia" (2019, p. 2). Sin embargo, otros consideran que el colapso del sistema mundial unipolar, el declive de la hegemonía de Estados Unidos y la falta de liderazgo global, han generado no solo un nuevo orden multipolar, sino también creado un vacío en el que las potencias medias4 pueden y deben establecer y desarrollar grandes estrategias de política exterior, enfocadas en la búsqueda de seguridad, autonomía e influencia dentro del sistema internacional, el cual está siendo cuestionado por estos mismos emergentes poderes medios. Como lo señala Müftüler Baç,

… parece haber una presionante necesidad por la reestructuración de la gobernanza global que puede llevar a posibles modificaciones en el comercio internacional, las reglas financieras internacionales, la movilidad de capital, la seguridad económica, la ayuda externa, las normas internacionales, la gobernanza migratoria, así como las estructuras de gobernanza de la seguridad internacional. (2020, p. 183)

En este nuevo orden global multipolar y caótico, actores como China, Rusia, India o Brasil están planteando nuevos escenarios que revalúan el orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial, tanto en el ámbito del multilateralismo político como de la estructura económica y de seguridad. Es en este espacio vacío que Turquía busca posicionarse como un actor regional y global que goza de autonomía y que, además, puede ejercer influencia en su periferia y otras regiones.

Tal reposicionamiento de Turquía en el sistema internacional se realiza a través de una gran estrategia. No obstante, Turquía no ha definido oficialmente una gran estrategia, por lo que diversos autores discuten, no tanto sobre lo que aquella es, sino respecto a lo que debería ser o en qué elementos debería fundamentarse. Aktürk, por ejemplo, desde un enfoque realista sostiene que "el imperativo primario de la gran estrategia de Turquía debería ser mantener a las fuerzas armadas de los grandes poderes fuera del [territorio] de sus vecinos inmediatos y establecer un núcleo de vecindario en el que ningún Estado [territorialmente] cercano represente una amenaza militar" (2021, p. 97). Esta proposición prescriptiva, con énfasis en la seguridad, es complementada con su propuesta de "Turquía como un tercer poder en los Balcanes, el Cáucaso, Medio Oriente y el Norte de África" (2020, p. 154), cuya tarea sea mantener la independencia e integridad territorial de los países en su vecindario, los cuales están siendo partidos y destruidos en diversas guerras, en las que Estados Unidos y Rusia se hallan indirectamente involucrados, como son los casos de Libia y, especialmente, de Siria.

Por su parte, Oğuzlu propone como gran estrategia para Turquía que esta sea una "potencia media resiliente", lo cual incluye elementos realistas y liberales. Por una parte, considera que Turquía debe mantener buenas relaciones con los grandes poderes globales a la vez que puede beneficiarse de las discordias entre aquellos en búsqueda de autonomía que les impida a dichos poderes instrumentalizarla en sus interacciones entre sí y evitar que Turquía deba "alinearse" con alguno de ellos. Por otra parte, "el crecimiento de Turquía como una potencia media respetable solo es posible si se convierte pronto en una economía desarrollada" (2021). Esto no solo le proporcionará autonomía respecto de potencias globales, sino que le permitirá un relacionamiento más favorable con otros poderes medios.

En este sentido, la posibilidad de afirmar que Turquía tenga o pueda desarrollar una gran estrategia está delimitada por su disponibilidad de recursos. En otras palabras, la existencia de una gran estrategia depende de que se cuente con los medios para realizarla. Dichos recursos pueden ser tanto físicos, reflejados en el tamaño de la economía, la capacidad militar, la disposición de recursos naturales o la posición geográfica -que en el caso de Turquía es particularmente estratégica-, como simbólicos, representados en el prestigio del país a nivel internacional o la capacidad de influencia cultural. En términos tradicionales, los recursos constituyen lo que se conoce como hard power y soft power.

Respecto del primero, resulta preciso revisar algunas cifras relacionadas con el crecimiento económico de Turquía en los últimos veinte años, así como el incremento en el gasto militar y los desarrollos tecnológicos en esta área (figuras 1 y 2).

El desempeño económico de Turquía entre 2003 y 2013 fue impresionante, con importantes tasas de crecimiento, excepto por los años de la crisis financiera mundial. En el mismo periodo, el ingreso per cápita casi se cuadruplicó, pasando de USD 3.640 a 12.507, luego de lo cual entró en una especie de "trampa de ingreso medio", aunque manteniéndose en niveles altos. En cuanto al tamaño de su economía, a nivel mundial, a partir de 2002 ingresó al Top 20 de los países con mayor producto interno bruto (PIB), alcanzando el puesto 16 en 2013.

En materia militar, en número de efectivos el ejército de Turquía es el undécimo del mundo, con 425.000 personas activas en 2023 (Statista, 2023), siendo el segundo más grande de Europa, después de Rusia, y el segundo en la OTAN, después de Estados Unidos. De acuerdo con el Banco Mundial, si bien el gasto militar se redujo progresivamente del 3,8% del PIB en 2002 al 1,8% en 2015, luego de este año ha aumentado, llegando a 2,7% en 2019 y 2,1% en 2021 (BM, 2023). Su fuerza aérea comprende 33 escuadrones y casi 700 aeronaves de combate y apoyo, incluyendo aproximadamente 250 F-16 (TR Military, 2023). Aunque en 2019, Turquía quedó por fuera del programa de F-35 liderado por Estados Unidos, debido a que el gobierno turco compró a Rusia el sistema de defensa de misiles S-400, seguirá en programas de F-16 al tiempo que trabaja en sus propios prototipos:

Turquía ha estado desarrollando en los últimos años su propio caza TF-X KAAN, que según defiende la industria turca es capaz de competir con el F-35. El otro motivo de orgullo nacional turco es el Hurjet, un caza que podría reemplazar parcialmente a los F-16 estadounidenses. Las dos aeronaves son de fabricación nacional, con lo que Ankara espera ganar en autonomía en el sector de la aviación de combate. (Tejedor, 2023)

De igual manera, Turquía ha logrado desarrollar un dron militar, el Bayraktar TB2, que ha sido utilizado por fuerzas ucranianas para repeler la agresión rusa desde 2022 y ya ha sido vendido a dieciséis países, incluida Polonia. En cuanto a su fuerza naval, Turquía cuenta con más de 300 naves (sin mencionar que la Armada tiene su propia flotilla de casi 100 aeronaves), incluyendo 14 submarinos avanzados, que convierten a la armada turca en "la más fuerte del Mediterráneo Oriental" (TRT, 2021). Al respecto, Turquía ha desarrollado la doctrina de "Patria Azul" (mavi vatan), sobre la que se volverá más adelante, que involucra a aquel y otros mares circundantes a su territorio.

La privilegiada posición geográfica de Turquía hace casi indispensable el paso de varios gasoductos por su territorio, incluyendo el denominado TurkStream (Turkish Stream), que transporta gas de Rusia a Turquía a través del Mar Negro, en funcionamiento desde 2018, y el Transanatolio (TANAP), que lleva gas de Azerbaiyán a Europa y opera desde 2019. A estos se suman el gasoducto persa que trae gas desde Irán, y el corredor Catar-Turquía que transporta gas licuado desde Doha hasta Bulgaria. La condición de hub gasífero se ha visto fortalecida por el descubrimiento en 2020 del "mayor yacimiento de gas de su historia" (DW, 2020) en el Mar Negro, lo que podría garantizar su autosuficiencia e incluso convertir a Turquía en exportador de gas. Esto al tiempo que continúa con la búsqueda de yacimientos en el Mediterráneo Oriental, en aplicación de criterios como las aguas territoriales, la plataforma continental y la zona económica exclusiva, lo cual le ha valido choques con Grecia, en especial por el establecimiento de zonas de jurisdicción marítima con base en los pretendidos límites de la República Turca de Chipre del Norte, a la que solo Turquía reconoce. "Con su reciente éxito en la exploración en aguas profundas en el Mar Negro y su ubicación geográfica prominente para los oleoductos interregionales de hidrocarburos, Turquía puede desempeñar un papel material en la configuración del panorama geopolítico actual, especialmente en el sector del gas natural" (Ackerman, 2022).

La geoestratégica locación de Turquía, que le facilita ostentar múltiples "pertenencias" (país europeo, asiático, de Medio Oriente, musulmán, caucásico, mediterráneo, "puente entre el mundo árabe y Europa", "bisagra entre Oriente y Occidente", etc.), también le permite ejercer control sobre recursos naturales tan importantes como el agua. Su posición como país en donde nacen los ríos Tigris y Éufrates, le garantiza el acceso ilimitado a las aguas que fluyen dentro de sus fronteras, argumento que se conoce como la Doctrina Harmon (Hakki, 2007). En aplicación de esta doctrina, Turquía ha desarrollado el Proyecto Sudeste Anatolio (Güneydoğu Anadolu Projesi), mejor conocido como proyecto GAP, consistente en 22 represas a lo largo de la cuenca de dichos ríos en territorio turco, orientado a fortalecer la producción agrícola e industrial y a garantizar la producción de energía, la provisión de agua y la soberanía alimentaria del país. Estos proyectos de infraestructura afectan el suministro de agua a Siria e Irak como países ubicados "aguas abajo". Además del gas y la energía hidráulica, en su propósito de garantizar su soberanía energética, Turquía inauguró en abril de 2023 la primera central nuclear en su territorio, llamada Akkuyu y construida por el consorcio ruso Rosatom, la que se espera empiece a producir energía a principios de 2024.

La disponibilidad de recursos materiales ha sido complementada con un estratégico despliegue de "poderes blandos", representados en cooperación, materializada a través de ayuda humanitaria ofrecida por la Autoridad para el Manejo de Desastres y Emergencias (AFAD), fundada en 2009, o mediante proyectos financiados o ejecutados por la Agencia Turca de Cooperación y Coordinación (TİKA), creada en 1992 y reestructurada en 2011, año a partir del cual inició un proceso de expansión, por el que cuenta en la actualidad con oficinas en 60 países e implementa proyectos en 150. A esto se agregan las instituciones de promoción de la lengua y la cultura turcas, como el Instituto Yunus Emre, que data de 2007 y tiene presencia en 50 países fuera de Turquía, y la Fundación Maarif, creada en 2016, con sedes en 36 países. La cooperación académica también se desarrolla por medio de becas a estudiantes extranjeros, que son administradas por la Presidencia de Turcos en el Exterior y Comunidades Afines (YTB), dependiente del Ministerio de Cultura y Turismo, y que ofrece el programa de becas más integral a nivel mundial, pasando de 40.000 aplicaciones en 2012 a 165.000 en 2022, de las cuales 4.300 fueron concedidas a estudiantes de 171 países. En total, entre estudiantes becados o que han asumido los costos de su educación, en los últimos veinte años más de 150.000 extranjeros se han graduado de universidades turcas y, en la actualidad, hay más de 260.000 estudiantes foráneos en Turquía (YTB, 2023).

De igual manera, es importante mencionar el plan de crecimiento de Turkish Airlines, iniciado en 2003 (la compañía fue fundada en 1933), pasando de 54 aeronaves en ese momento a 421 en 2023. De hecho, en un solo año, 2013, realizó la compra de 250 aviones entre Airbus y Boeing. Hoy en día, la aerolínea bandera de Turquía es la octava a nivel mundial por número de aeronaves y ocupa el primer lugar en número de destinos (340) y países a los que llega (129) (THY, 2023), además de ser la séptima del mundo en ganancias, al reportar casi USD 20.000 millones en 2022 (Forbes, 2023). Más allá de las impresionantes cifras, Turkish Airlines sirve como punta de lanza para la promoción de la imagen de Turquía en el exterior, la cual también ha sido fuertemente impulsada por productos culturales, tales como las telenovelas (dizi), muchas de ellas de gran éxito en varias regiones del mundo.

Gracias a las ventas internacionales y espectadores globales, Turquía es segundo a nivel mundial en distribución de televisión -solo detrás de los Estados Unidos-, encontrando inmensas audiencias en Rusia, China, Corea y América Latina. Actualmente, Chile es el principal consumidor de dizi en términos de números de programas vendidos, mientras que México y Argentina son los que más pagan por ellas. (Bhutto, 2019)

Este fomento de la imagen del país se refleja en las cifras de turismo, que aumentaron de 30 millones de visitantes en 2009 a casi 40 en 2015, llegando a un pico de 51,19 millones en 2019, por poco alcanzado de nuevo en 2022, cuando se registraron 50,45 millones de turistas extranjeros (OMT, 2023). Esto hace de Turquía el cuarto país con más turistas en el mundo, siendo superado únicamente por Francia, España y Estados Unidos. El sector turismo generó más de USD 41.000 millones en 2022 y aportó el 11% del PIB nacional en 2021 (EOS Intelligence, 2023).

Así las cosas, aunque se debe reconocer que los medios económicos y militares de Turquía son menores que los de grandes poderes globales, también es cierto que, en materia de abundantes recursos disponibles, como uno de los requisitos indispensables para el desarrollo de una gran estrategia, Turquía parece contar con la suficiente fuerza militar y económica para emprender su búsqueda de autonomía e influencia en el sistema internacional. Como se verá a continuación, este propósito se persigue a distintos niveles.

NIVELES DE LA GRAN ESTRATEGIA

Como se mencionó, la política exterior de Turquía, durante la primera etapa del AKP en el poder, estuvo fuertemente orientada por la obra de Ahmet Davutoğlu, quien pasó de ser un desconocido profesor universitario a convertirse, primero, en el asesor de política exterior del primer ministro Erdoğan, luego en su ministro de Relaciones Exteriores (2009-2014) y, finalmente, llegó a ser primer ministro, cuando Erdoğan se convirtió en el primer presidente de la República elegido popularmente. Su libro Profundidad estratégica (Stratejik derinlik), publicado por primera vez en 2001, ejerció una notable influencia sobre el nuevo gobierno y representó un nuevo paradigma respecto de la forma en que Turquía debía relacionarse con su entorno, en congruencia con la naturaleza del AKP. Así, tal como lo señalan Yeşiltaş y Pirinççi, mientras que en los años noventa "el terrorismo del PKK y la cuestión kurda moldearon la integridad territorial como la principal prioridad estratégica" (2021, p. 129), durante la primera década del AKP "el eje del discurso geopolítico se movió significativamente del Estado-nación a la civilización" (2021, p. 130). Este nuevo enfoque "civilizatorio" supera el meramente nacional, propio de las posturas republicanas, y aspira a una mayor convergencia sobre la base de intereses compartidos con otros Estados. De allí que la base de la doctrina sea tener "Cero problemas con los vecinos", con el fin de desarrollar una mayor cooperación e interdependencia económica (Davutoğlu, 2004). Como resultado, durante los primeros años del AKP se tomó parte en iniciativas regionales en Medio Oriente, se lograron acercamientos con Irán, Siria, e incluso Armenia, al tiempo que Turquía intentó jugar un papel activo en la resolución de conflictos regionales, como cuando quiso servir de mediador entre Siria e Israel en 2008.

A nivel interno, la llegada del AKP al poder supuso una serie de reformas encaminadas a allanar el ingreso de Turquía a la UE, luego de que la Comisión Europea considerara en 2004 que cumplía con los llamados criterios políticos de Copenhague y que comenzaran formalmente las negociaciones en 2005 (Turquía había presentado su candidatura en 1987 y apenas en 1999 fue considerada oficialmente como candidata). Una de dichas reformas fue la modificación del Consejo de Seguridad Nacional, que supuso la disminución del poder y protagonismo de los militares en la política doméstica. Es importante recordar que, durante el siglo XX, Turquía vivió cuatro golpes de Estado (en 1960, 1971, 1980 y 1997), en buena parte bajo la acepción del ejército como el guardián del orden secular de la nación. Esta transformación del Estado se observó también con la creación o reestructuración de muchas entidades del orden nacional, como en los casos de las mencionadas TİKA, AFAD, Turkish Airlines o el Instituto Yunus Emre. De este modo, Turquía se consolidó como país modelo para Medio Oriente pues demostraba que

… los partidos islamistas, a través de limitaciones institucionales, pueden ser moderados e involucrarse en el proceso democrático. El éxito del experimento democrático de Turquía y su modelo económico de alta productividad y crecimiento impulsado por las exportaciones han contribuido a mejorar la imagen del país en una región dominada por regímenes autoritarios y economías rentistas. (Tol, 2012)

Sin embargo, es posible afirmar que a partir de 2011 hubo un punto de quiebre que alejó a Turquía de Occidente, en particular de Europa, al tiempo que las relaciones con la mayoría de sus vecinos se malograron y, a nivel doméstico, el gobierno se radicalizó. La denominada Primavera Árabe fue percibida por Erdoğan como una oportunidad para exportar su modelo a otros países de la región, en donde hubo grandes movilizaciones en reclamo por más (o genuina) democracia. El ejemplo del AKP como partido islamista, esto es, una organización que participa en elecciones y busca introducir algunos elementos de la sharía en la ley y la vida seculares desde un gobierno democráticamente elegido (Leiken, 2011, p. 65), podía ser replicado en el mundo árabe a través de partidos con la misma orientación, por lo general, afiliados a la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, originalmente creada en Egipto, pero con ramificaciones en varios países de la región. Empero, el apaciguamiento de las protestas en Túnez, Bahréin y Marruecos, el golpe militar contra Morsi en Egipto y el estallido de guerras en Yemen, Libia y, especialmente, Siria (incluso, el incidente de Mavi Marmara con Israel frente a las costas de Gaza), no solo llevaron al traste los objetivos de relacionamiento de Turquía con su periferia, sino que crearon nuevos desafíos para su seguridad interna, lo que hizo reemerger la importancia estratégica de la integridad territorial y, a partir de ella, proyectar su pretendida influencia sobre su contorno regional. Como Yeşiltaş y Pirinççi lo resaltan:

Mientras la fragmentación en la arquitectura de seguridad regional causó la emergencia de nuevas fallas, el fin del proceso con el PKK, debilitado en 2015 debido a sus ataques terroristas, trajeron consigo la formación de un nuevo eje de inseguridad (junto con) los ataques de ISIS contra Turquía, así como los intentos de FETÖ (Organización Terrorista Gülenista) por derrocar el gobierno desde adentro […] Turquía necesitaba de un reenfoque de su política externa y de seguridad. (2021, pp. 129, 130)

La respuesta a las anteriores amenazas, al igual que la fuerte represión de las protestas de Gezi Park, no solo supusieron un giro autoritario de Erdoğan, sino que dañaron la imagen de Turquía como modelo democrático para Medio Oriente. En especial desde 2013, las relaciones con Europa se tornaron tensas, algo que se vio reflejado en el acuerdo migratorio de 2016, por el que Turquía se comprometió a ejercer un control del flujo de refugiados a cambio de importante ayuda económica por parte de la UE. En el plano interno, los cambios institucionales se orientaron hacia una mayor concentración del poder público en el AKP, especialmente en Erdoğan, quien fue elegido presidente en 2014, todavía dentro de un sistema parlamentario. Tres años más tarde logró una reforma constitucional, avalada mediante referendo, para transformar el sistema de gobierno en un régimen presidencialista, eliminando la figura del primer ministro y acaparando más amplias facultades, muchas de las cuales ya ejercía de facto, con mayor razón desde el estado de emergencia declarado luego del intento de golpe de Estado en julio de 2016. Erdoğan fue reelegido en 2018 y en 2023, por un periodo de cinco años, al comienzo del cual ha dejado claro que una de sus prioridades será el impulso de una nueva constitución dentro del Parlamento, como requisito indispensable para la construcción del Siglo de Turquía (Hurriyet, 2023)

Las nuevas preocupaciones en materia de seguridad han delimitado la estrategia de Turquía a nivel regional, con el lanzamiento de misiones militares en el exterior y abiertas intervenciones en Irak y Siria, país en donde, tras los levantamientos de 2011, Turquía respaldó grupos rebeldes que buscaban derrocar a Bashar Al Asad. Tras la intervención rusa en el conflicto, a partir de 2015, las cargas se revirtieron a favor del presidente sirio, mientras que la relación entre Moscú y Ankara se tornó tensa, especialmente luego del derribamiento de un avión ruso por Turquía en diciembre de ese año. Las relaciones se normalizaron en agosto de 2016, tras el respaldo de Putin a Erdoğan durante el intento de golpe de Estado. La reconciliación con Rusia se concretó con la compra por parte de Turquía del sistema de defensa de misiles tierra-aire S-400, lo que llevó a la OTAN, por iniciativa de Estados Unidos, a marginar a Turquía de un programa de dotación de aviones F-35. A pesar de esto, Turquía y Rusia mantienen distintos intereses en los conflictos de Siria y Nagorno-Karabaj.

Por otra parte, desde 1984 se libra un conflicto contra la insurgencia del PKK, que tiene varios grupos satélites o aliados en Irak, Irán y Siria, encontrándose en esta última el más fuerte de ellos, las Unidades de Protección Popular (YPG), que en el contexto de la guerra en ese país y de lucha contra ISIS (para la que recibió apoyo militar y financiero por parte de Estados Unidos), conquistó un amplio territorio en el norte de Siria, colindante con Turquía, llegando a formar un protoestado llamado Rojava. Estos movimientos han motivado distintas operaciones militares turcas en territorio sirio (Escudo del Éufrates, agosto de 2016; Rama de Olivo, enero de 2018; Fuente de Paz, octubre de 2019) y el establecimiento de una zona de seguridad, negociada en su momento con Rusia. En enero de 2020, Turquía también desplegó tropas en Libia, en apoyo al gobierno internacionalmente reconocido, con el que suscribió un tratado a finales de 2019 para definir las fronteras marítimas entre ambos Estados y establecer una zona económica exclusiva. Actualmente, además de los países ya mencionados, hay tropas turcas desplegadas en Malí, Catar, Sudán, Somalia, Kosovo, Nagorno-Karabaj y Chipre del Norte.

Para 2021, diez años después de la Primavera Árabe, Turquía solo sostenía buenas relaciones con Catar, con los Hermanos Musulmanes y con Hamas, partido islamista palestino que controla la Franja de Gaza. Por este motivo, además de recientes acercamientos con varios países de su periferia, Turquía ha intentado proyectar influencia en otras regiones. Por una parte, pese a su intento de ser un contrapeso para las potencias medias regionales, Erdoğan ha decidido iniciar un nuevo proceso de normalización de relaciones con Arabia Saudita, Irán e Israel, al tiempo que intenta rehacer los vínculos con Egipto. Además, ha tratado de jugar un papel mediador en conflictos como el de Siria, la crisis de Catar con el bloque saudí -embargo desatado en 2017 y resuelto en 2021-, o el acuerdo de granos entre Rusia y Ucrania. Por otra parte, Turquía pretende influir en el Cáucaso, principalmente por su apoyo a Azerbaiyán (con el que se considera "una sola nación") en el conflicto de Nagorno-Karabaj; en Asia Central por la creación de alianzas con los países túrquicos (Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistán) y solidaridad con los uigures en China; en los Balcanes, especialmente los países mayoritariamente musulmanes (Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Albania) y África, en ambos casos con programas de cooperación.

Con esta estrategia, por la cual Turquía busca garantizar su seguridad y que denota la falta de un claro hegemón en la región de Medio Oriente y norte de África en términos tradicionales de fuerza económica, militar o diplomática, busca además desplegar su influencia regional por medio de un pretendido liderazgo en el mundo islámico. Quizá en este sentido es que pueda entenderse el presunto neo-otomanismo que algunos advierten en la política exterior de Turquía y que parece hacerse más visible luego del alejamiento de Occidente. No en vano, Erdoğan convocó a la Organización para la Cooperación Islámica (OCI) en Estambul, en diciembre de 2017, como respuesta al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte del gobierno de Estados Unidos. En respuesta, en esa reunión la organización decidió reconocer a Jerusalén Oriental como la capital de Palestina. En el mismo sentido, puede entenderse la conversión del Museo de Aya Sofía en mezquita, que "fue un movimiento táctico bien calculado al servicio de la ideología de la Nueva Turquía, especialmente en su dimensión religiosa, porque indicaba una restitución del Califato, que podría reunir a los partidarios islamistas y nacionalistas de Turquía una vez más" (Stergiou, 2022, p. 64). Esta conversión también refrendaba el nuevo papel de Turquía y de Erdoğan mismo en el mundo musulmán, en el que, como algunos afirman, aspira a convertirse en un nuevo sultán (Cağaptay, 2017), pero como lo fue el sultán otomano desde 1517, es decir emperador y califa, jefe político y religioso a la vez.

Desde luego, la estrategia de proyección e influencia regional de Turquía choca con las de otros Estados de la región, de su periferia y con los de las grandes potencias globales con intereses en ella. Tal sucede, por ejemplo, con la doctrina "Patria Azul" (mavi vatan), "término acuñado por el ministro de Defensa de Turquía, Hulusi Akar, al referirse a un área de 462.000 m2 en los mares Egeo, Mediterráneo y Negro que actualmente se encuentran bajo la soberanía de otros Estados", y que, de acuerdo con Stergiou, es un componente central de la gran estrategia de Turquía (2022) (figura 3).

Propuesta originalmente en 2006, pero con mayor uso desde 2016, esta doctrina tiene como objetivo "lograr el control y la consolidación de Turquía en los tres mares que lo rodean, impartir su influencia regional e internacional y permitirle fuentes de energía, lo que permitirá apoyar su crecimiento económico y demográfico sin dependencia en otros países" (Pinko, 2020). Lo anterior se obtiene, bien por medio de relaciones estratégicas, como el acuerdo de delimitación con Libia o el irrestricto apoyo a Azerbaiyán, o bien por el desarrollo de una competente fuerza naval, en el caso turco en crecimiento, como se destacó en su oportunidad.

La consolidación de la seguridad y estabilidad internas, y la proyección en la región periférica, principalmente con base en elementos militares, culturales o religiosos, y con fundamento en un sostenido crecimiento económico y militar, son los puntos de partida desde los cuales Turquía busca posicionarse a nivel global, en medio de un sistema internacional multipolarizado. Es la autonomía, en tanto determinante y objetivo de una gran estrategia, la que le puede permitir a Turquía un papel más relevante a escala mundial. Sobre este particular, "el campo primario de actividad de Turquía en este nivel consiste en los intentos por dar sentido a las normas que existen a nivel global pero que han perdido su funcionalidad y (desplegar) esfuerzos por determinar nuevas normas o principios para afrontar los desarrollos actuales" (Yeşiltaş y Pirinççi, 2021, p. 143). En últimas, la obtención de autonomía hace posible el reclamo de un nuevo sistema internacional, con la reforma al sistema de Naciones Unidas, en especial, al Consejo de Seguridad, en primer plano, para que las potencias emergentes tengan un rol más preponderante. Como el mismo Erdoğan lo ha defendido, "el mundo es más grande que cinco" (Aral, 2019).

Pero la proyección de una estrategia a nivel global también implica un relacionamiento con los grandes poderes mundiales. Al analizar los intereses de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad en la periferia de Turquía, y su participación directa o indirecta en conflictos en los que este país también está involucrado, Aktürk concluye que la gran estrategia turca es incompatible con la de Rusia (muy incompatible), Francia y China, mientras que puede ser medianamente compatible con la de Estados Unidos y muy compatible con la del Reino Unido (2021, p. 114). Con todo, como él mismo sostiene, "la aspiración de Turquía a forjar una red alternativa de alianzas que sea independiente y desafiante de los cinco grandes poderes […] las relaciones amistosas de Turquía con numerosos poderes en África, Asia, Europa y América Latina apuntalan esa visión" (2021, p. 115). En todo caso, la definición de su espacio como un actor importante en el sistema internacional dependerá de la forma como Turquía se relacione con los grandes, medianos y pequeños poderes.

DESAFÍOS Y LIMITACIONES

La manera en que su gran estrategia choque con los intereses de otros poderes, especialmente los más grandes, constituye el más importante desafío de la política exterior turca, de cara al siglo XXI. La incompatibilidad de objetivos que tiene Turquía, por ejemplo, con Francia, Rusia y Estados Unidos en Siria; el apoyo a dos gobiernos distintos en Libia por parte de Turquía y Francia; la diferencia de visiones sobre los uigures en Sinkiang, que enfrenta a Turquía con China, son contextos que no solo pueden disuadir el propósito de influencia turca, sino también pueden amenazar su seguridad, por la mayor disposición de recursos que tienen las grandes potencias. Este inconveniente también se presenta con poderes medios, en especial en la región de Medio Oriente donde, como se señaló, no hay un claro poder hegemónico, y en la que el conflicto entre Arabia Saudita e Irán se desarrolla en varias guerras proxy, en las que Turquía no tiene mayor incidencia (salvo en Siria).

Pero los desafíos no se limitan a actores estatales; también hay amenazas provenientes de actores no estatales e incluso de fenómenos naturales. Como lo señala Aktürk, "Turquía enfrenta numerosas amenazas de seguridad no convencionales tales como variadas formas de terrorismo, crimen organizado y brotes de enfermedades infecciosas y similares que florecen en situaciones de colapso estatal" (2020, p. 154). Además de las pandemias, también constituyen retos el cambio climático y la falta de seguridad alimentaria. En este punto es clave reconocer que "la guerra ha cambiado", y el enfrentamiento en un escenario tradicional se ha trasladado al campo de la tecnología, por ejemplo, con el uso de drones de combate, la inteligencia artificial y los ataques cibernéticos, o incluso la guerra psicológica que hoy en día incluye elementos como la posverdad, las redes sociales y la construcción de narrativas e imaginarios a través de ellas. Así las cosas, puede afirmarse que hay un nuevo espacio de la geopolítica, que supera el ámbito físico o territorial, "nuevos territorios" por conquistar en los que una gran estrategia también puede ser desarrollada, pero a la vez, amenazada.

Ahora bien, en el caso específico de Turquía, además de las amenazas externas, las limitaciones para el desarrollo de su gran estrategia pueden encontrarse a nivel interno. Si bien Erdoğan fue reelegido en 2023, tal como sucedió en 2018, obtuvo el 52% de los votos, lo cual denota un país dividido. Como lo resalta Çağaptay,

Erdoğan ha construido una base que ha constituido casi la mitad del electorado turco. Muchos de estos derechistas y partidarios conservadores, habiendo sido sacados de la pobreza por las políticas económicas del gobierno de Erdoğan -que han permitido la estabilidad fiscal y atraído grandes cantidades de inversión extranjera directa- prácticamente rinden culto al presidente de Turquía. Pero su estrategia también ha alimentado el resentimiento entre otras poblaciones […] Esta trayectoria ha producido una profunda polarización social, que sumió a Turquía en una crisis prolongada […] Turquía ahora tiene uno de los casos más agudos y avanzados polarización en el mundo. (2021, pp. 26, 27)

De allí que se hable de la existencia de "dos Turquías", irreconciliables entre sí.

Por otra parte, la excesiva securitización de la agenda le ha valido a Turquía reportes negativos en materia de derechos humanos en los últimos diez años, tanto por parte de organizaciones internacionales, incluyendo instituciones de la UE, como de organizaciones no gubernamentales. El despliegue de acciones militares se concentra en el enfrentamiento con el PKK y sus grupos satélite, pero la represión de las protestas de Gezi, así como la persecución a los miembros del gülenismo, luego del intento de golpe de Estado en julio de 2016 y que afectó a muchas otras personas no pertenecientes a dicha organización, bajo un estado de excepción que duró casi dos años, además de profundizar la división de la sociedad turca, le ha merecido fuertes reparos desde el exterior, lo que ha afectado en algunos casos sus pretensiones de influencia.

Pero, sin duda, el elemento más desafiante y que representa la principal amenaza para el desarrollo de una gran estrategia de política exterior de Turquía son sus problemas económicos estructurales, que acusa desde 2016. Asuntos como el alto endeudamiento, la caída en la trampa de la clase media, la falta de crecimiento, las altas tasas de desempleo (en especial, el juvenil), la inflación y la devaluación, son dificultades que pueden obstaculizar las intenciones de influencia de Turquía. Como se señaló oportunamente, la existencia de una gran estrategia depende de contar con los recursos para desarrollarla, y si bien Turquía ha acopiado los medios que le garantizan una relativa autonomía en el sistema internacional, sus problemas económicos pueden afectar seriamente sus proyecciones a mediano y largo plazo.

Finalmente, a los ya referidos conflictos en los que Turquía se ha involucrado, se suman otras cuestiones sin resolver, que eventualmente pueden representar amenazas a su seguridad, escenarios que demanden recursos o impedimentos a sus propósitos de influencia regional o global. Entre tales cuestiones se cuentan sus diferencias con países vecinos que no son parte de la región MENA (Middle East and North Africa), siendo el más notable el conflicto con Grecia. Al respecto, el fracaso en 2005 del Plan Annan para reunificar a Chipre y la aceptación de este como entidad integral en la UE al tiempo que se le negó el ingreso a Turquía, radicalizaron las posiciones para una solución negociada. El reconocimiento (único en el mundo) de la República Turca de Chipre del Norte por parte de Turquía, además de aportar a exaltar el nacionalismo internamente, es una estrategia para proyectar geográficamente las pretensiones de Turquía en el Mediterráneo Oriental con el fin de hacerse a yacimientos de gas en esa región, en donde se superponen los intereses y las reivindicaciones territoriales griegas. También está Armenia, con el que las desavenencias datan de la Primera Guerra Mundial, en particular por los sucesos acontecidos en 1915 durante los intercambios de población. Para Armenia, lo sucedido fue un genocidio y su principal actividad diplomática alrededor del mundo ha sido buscar el reconocimiento. Por su parte, Turquía se niega a reconocerlo como tal. Las tesis varían desde la negativa total de una matanza hasta la aceptación de muertes de armenios, pero como fruto de la guerra y no como parte de un plan sistemático de eliminación étnica. Desde 2015, Turquía ha promovido la creación de una comisión histórica independiente para que se realice una investigación imparcial de los hechos.

Asimismo, con Europa hay muchas otras cuestiones sin resolver (crisis migratoria, xenofobia, islamofobia, frustrado ingreso a la UE), que además de ser una fuente de potenciales conflictos, reducen el margen de maniobra de Turquía, más allá de su periferia inmediata. A esto se suma la debilidad de Estados cercanos, como en el caso de Siria, Irak y Líbano, que se convierten en fuentes de exportación de amenazas a la seguridad, como grupos terroristas o rebeldes, que ameritan un mayor control de fronteras. No se deben olvidar los desafíos que representan los desarrollos globales y regionales recientes, como las guerras en Siria, Ucrania, Libia, Yemen o Palestina, que debido al entrecruzamiento de intereses que diferentes poderes grandes y medianos tienen sobre ellos, pueden determinar las posibilidades de Turquía.

CONCLUSIÓN

La llegada al poder del AKP en 2002, y el liderazgo de Erdoğan, produjeron una serie de cambios internos en Turquía, que pasan por un impresionante desempeño económico, al menos hasta 2011, reflejado en un aumento de la calidad de vida de los turcos; cambios en la política, no solo por el ascenso y la consolidación de un partido islamista, sino por la reducción del ascendente militar, en un país donde las fuerzas armadas se habían arrogado históricamente el deber de mantener el orden secular del Estado (por eso, el intento de golpe de 2016 tuvo una naturaleza muy diferente a los del siglo XX); cambios sociales, por el mayor protagonismo de sectores piadosos y conservadores de la sociedad, en muchos casos provenientes del interior del país, que han sido la base de apoyo para Erdoğan; y también culturales, por las repercusiones que las otras esferas han tenido sobre el tejido social y el papel que el islamismo ha pretendido dar a la religión sobre la vida secular. Por ello, se habla de la existencia de una "Nueva Turquía", diferente a la laica y republicana fundada hace 100 años por Atatürk.

La gran estrategia que se ha venido analizando es la que esa nueva Turquía, liderada por Erdoğan, persigue y con la que espera para 2053 -cuando se cumplen 600 años de la conquista de Estambul por parte de los turcos- convertirse en una potencia global, ubicándose dentro de los diez países con mayor PIB a nivel mundial, y ser una "superpotencia logística" (Daily Sabah, 2022), como el mismo Erdoğan lo afirmó, además de otra serie de objetivos, condensados en la denominada Visión 2053 (TASAM, 2021). Su capacidad para lograr esas metas estará determinada, como se vio, por la disponibilidad de recursos y el relacionamiento estratégico con otros Estados, tanto grandes potencias como poderes medios, tanto en su región o periferia como en otras latitudes, y estará limitada por los desafíos, internos y externos, que se han puesto de presente. Un último aspecto para tener en cuenta es el excesivo personalismo en la política turca, por lo que cabe preguntarse si tal estrategia se mantendrá más allá de Erdoğan y del AKP. Por lo pronto, es preciso reconocer la existencia de una gran estrategia, cuyos resultados o retrocesos se empezarán a ver en el próximo lustro.


NOTAS

1 El 1 de junio de 2022, Turquía cambió oficialmente de nombre a Türkiye, que es su denominación original en idioma turco. Sin embargo, en el presente artículo se usará el nombre Turquía, por tratarse de su apelativo histórico en español, que no guarda connotaciones negativas como en inglés, y porque, en todo caso, la escritura en turco incluye un monema y fonemas que no existen en nuestro idioma, por lo que su pronunciación en español con base en las letras así escritas difiere de su dicción original.
2 Se conoce como gülenistas a los integrantes del movimiento Hizmet (Servicio), formado por el clérigo Fetullah Gülen en la década de los sesenta, colectivo que en un principio estuvo orientado a la fundación de instituciones educativas en Turquía y el exterior, pero luego realizó un proceso de infiltración y cooptación en varias entidades del Estado turco, incluyendo las fuerzas militares y el poder judicial. En un principio aliados del AKP, en 2013 empezaron a ser perseguidos, luego de que jueces pertenecientes a Hizmet abrieran procesos contra Erdoğan. De acuerdo con la evidencia recaudada, fueron elementos gülenistas dentro del ejército los que intentaron el golpe de Estado en 2016, por lo que el gobierno declaró al movimiento como un grupo terrorista, denominándolo FETÖ (Fetullahci Terör Örgütü) y solicitando a Estados Unidos la extradición de Gülen, quien se encuentra en ese país desde 1999.
3 Las protestas de Gezi en 2013 empezaron como una queja en contra de un proyecto de infraestructura en un parque de Estambul, pero rápidamente se expandieron por todo el país, como manifestaciones de crítica al gobierno de Erdoğan.
4 De acuerdo con Pérez Gil, "el término potencia media se utiliza generalmente para hacer referencia a Estados de tamaño grande o medio, con una política exterior activa en determinadas áreas, regional o sectorial, y a los que se les supone una cierta capacidad de influencia, además de cierto prestigio internacional" (2001, p. 217). Aunque en ocasiones puede considerársele sinónimo de potencia regional, "se puede señalar que el contorno de una potencia regional es la región, como su nombre lo indica; mientras que el de una potencia media es mayor porque puede ascender al ámbito global" (Ardila, 2012, p. 297).


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