El no alineamiento activo y América Latina: una doctrina para el nuevo siglo
Jorge Mario Gómez-Lara*
* Historiador, Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) (Colombia). Estudiante de la Maestría en Estudios Políticos UPB y miembro del Semillero de Investigación en Estudios Políticos SIEP de la UPB (Colombia). [jorge.gomezl@upb.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0001-5140-4759].
Recibido: 30 de octubre de 2022 / Aceptado: 6 de febrero de 2023
Para citar esta reseña:
Gómez-Lara, J. M. (2023). Reseña del libro: Fortin, C. et al. (2021). El no alineamiento activo y América Latina: una doctrina para el nuevo siglo. Editorial Catalonia. Oasis, 38, 215-217. DOI: https://doi.org/10.18601/16577558.n39.12
Reseña del libro
Fortin, C. et al. (2021). El no alineamiento activo y América Latina: una doctrina para el nuevo siglo. Editorial Catalonia, 384 pp.
Los libros que piensen a América Latina dentro del contexto internacional son necesarios porque, de alguna manera, nos abren el panorama de lo que la región representa en el mundo, de sus falencias, pero también de las oportunidades que se pueden aprovechar para que sea más relevante en el escenario global. Este libro, editado por Carlos Fortin, Jorge Heine y Carlos Ominami, y que cuenta con capítulos de varios autores destacados como Juan Gabriel Tokatlian, Leslie Elliott Armijo y Jorge Castañeda, es un ejemplo de ello. A lo largo de los diecinueve capítulos, los autores hacen un diagnóstico de la situación de América Latina y, en especial, de Sudamérica, en el siglo XXI, partiendo de la premisa del enfrentamiento entre Estados Unidos y China, el primero visto como un país que va perdiendo su hegemonía, y el segundo como una potencia emergente que ha crecido enormemente en comercio y tecnología.
Aunque los autores no se ponen de acuerdo con respecto a si catalogar dicho enfrentamiento como una segunda Guerra Fría, como historiador puedo decir que la historia nunca se repite exactamente, y, en este caso, no son dos potencias que compiten por el poder militar, en lo que Estados Unidos es muy superior, sino en términos económicos y políticos, trasladando su poderío a todas las regiones del planeta, aprovechando la globalización. En este contexto surge la propuesta del no alineamiento activo (NAA), cuyo principal objetivo es no tomar partido por ninguna de estas dos potencias, sin querer decir que se ponga en práctica una política de neutralidad. Por el contrario, es no alineamiento activo porque es capaz de discernir acerca de lo que le conviene a América Latina como región, tomando partido por una potencia o por otra según el caso.
Sin embargo, los autores son enfáticos en afirmar que el mundo contemporáneo se caracteriza por su multipolaridad, gracias al creciente poder que han tenido países como India, Rusia, Sudáfrica, Brasil -que junto a China conforman el grupo de los BRICS-, y organizaciones como la Unión Europea (UE). El NAA aboga por el multilateralismo, valiéndose de un recurso histórico como lo fue la conferencia de Bandung, en los años cincuenta, entre países asiáticos y africanos que acababan de abrazar la independencia, lo que posteriormente derivó en la creación del Movimiento de Países No Alineados, una organización que fue relevante durante la Guerra Fría. El reto es que ese multilateralismo no se quede atrapado en medio de las intenciones hegemónicas de las dos principales potencias, sino que sea una forma de reafirmar la autonomía nacional y regional.
En los últimos cuatro capítulos se hace un recorrido histórico por las experiencias de Chile, Argentina, Perú y Brasil, resaltando el compromiso con el multilateralismo de los presidentes Salvador Allende de Chile y Juan Domingo Perón en Argentina, quienes optaron por una tercera vía durante el contexto de la Guerra Fría, algo que también puede ser interpretado como un desafío al orden internacional impuesto en esos años. Igualmente, en Brasil no es nueva la idea de un no alineamiento activo, considerando su compromiso con varios países africanos y asiáticos, sobre todo los de habla portuguesa, quienes consiguieron su independencia durante el periodo poscolonial. Posteriormente, con Lula da Silva se experimentó un liderazgo encaminado a fortalecer el llamado Sur global, que sirve como contrapeso en la actual guerra comercial que se vive entre Estados Unidos y China -esta ya no se considera como parte del Sur global-.
Una gran fortaleza del libro es que propone alternativas económicas para contrarrestar un posible alineamiento con alguna de las potencias, teniendo en cuenta el rezago que tiene la región con respecto a América del Norte, Europa, Asia e incluso África, cuyo continente ha resultado beneficiado gracias a las inversiones chinas. La propuesta de construcción de una cadena de valor regional que pueda responder efectivamente a los desafíos económicos actuales puede ser una alternativa viable y necesaria, considerando que en el mundo contemporáneo los países se especializan en determinados productos o piezas que se interconectan con otras, aprovechando también la cercanía que tengan entre sí.
El libro plantea enormes desafíos. Uno de ellos es vencer la poca o nula integración sudamericana actual, lo que contribuye al rezago económico ya mencionado, teniendo en cuenta que un país por sí solo no es capaz de ser autónomo ante las presiones de las grandes potencias. Un ejemplo de ello es el caso de Ecuador, que hace poco recibió ayuda económica de Estados Unidos con la condición de excluir a China de posibles inversiones en el país. Igualmente, China ha demostrado una posición dominante al poner en práctica la depredación ambiental, deficientes condiciones laborales en los países en donde se asientan sus empresas y perpetuar el modelo sudamericano de exportación de materias primas. Autores como Celso Amorim, Esteban Actis y Nicolás Creus proponen que América del Sur supere las diferencias políticas e ideológicas que han impedido una integración económica interregional que, en cierto sentido, podría emular lo hecho por la UE.
Otro de los retos pendientes es la dependencia de México y América Central frente a Estados Unidos, ya que forman parte de las cadenas de valor de dicho país. América del Sur puede aprovechar que Estados Unidos está mirando a Asia como su prioridad en medio de su estrategia por restarle influencia a China, como sucedió, por ejemplo, en la primera década del siglo XXI cuando el país norteamericano libraba las guerras de Afganistán e Irak, en cuyo momento pudieron llevarse a cabo proyectos de integración como Unasur, abrazando, como bien lo dice el autor Celso Amorim, "la Venezuela de Chávez y la Colombia de Uribe" (p. 353). Una mayor integración regional también puede beneficiar las relaciones con Estados Unidos, ya que una región fuerte tiene más capacidad negociadora, aportando soluciones alternativas a temas transnacionales como el tráfico de drogas, por poner un ejemplo.
En momentos en que los países anglosajones han decidido replegarse hacia el aislacionismo, cuando en otras épocas fueron los abanderados del libre comercio, es una muestra de lo inestables que pueden llegar a ser las relaciones internacionales en un mundo fragmentado. El compromiso por una mayor integración regional parte de políticas exteriores gubernamentales que apunten a la diversificación y al multilateralismo, así como de un constante diálogo entre los líderes políticos que trascienda las diferencias ideológicas que tanto han obstaculizado dicha integración. Lo anterior contribuiría a que el NAA pase de las palabras a los hechos, pues al leer el libro queda la sensación de que la integración regional es un asunto que compete casi que exclusivamente a gobiernos progresistas.
Por último, hubiese sido interesante que se profundizara más sobre Colombia, considerando su peso dentro de Sudamérica, su larga tradición estratégica con Estados Unidos y su respuesta a la emergencia de China como potencia mundial. Por lo demás, es una obra excelente que, de forma crítica, ofrece propuestas sensatas y realizables, pensando en el crecimiento de la región.