Propuesta de una matriz de codificación para el análisis de las campañas negativas
Proposal of a codification matrix for the analysis of negative campaigns
Virginia García Beaudoux1; Orlando D’Adamo2
1 Doctora en Psicología. Codirectora del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano e Investigadora Conicet, Argentina. dagar@pccp.com.ar
2 Doctor en Psicología. Director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano. Profesor de Psicología Política en la Universidad de Buenos Aires y de Psicología Social en la Universidad de Belgrano, Argentina. orlando.dadamo@ub.edu.ar
Recibido: octubre 28 de 2013 / Aceptado: diciembre 29 de 2013.
Resumen
En este trabajo se presenta el concepto de campaña negativa y se discuten sus riesgos y potencialidades como estrategia de comunicación política. A continuación, se propone una matriz de codificación que fue elaborada integrando una serie de variables, con sus respectivas dimensiones e indicadores. El objetivo fue generar una herramienta que permitiera a los investigadores ganar en precisión a la hora de analizar cualquier campaña negativa que interese como objeto de estudio.
Palabras clave: campaña negativa, matriz de codificación, comunicación política.
Abstract
This paper presents the concept of negative campaigning, and discusses its risks and potentials as a political communication strategy. Then, a codification matrix is proposed which has been designed by integrating a set of variables, and its respective dimensions and indicators. The purpose was to generate a tool that would allow researchers to gain precision when analyzing any negative campaign as a study subject.
Key words: Negative campaigning, codification matrix, political communication.
¿Qué es la campaña negativa?
La emergencia de la televisión como herramienta de comunicación política, a mediados del siglo pasado, supuso revisar las estrategias de comunicación que se utilizaban hasta el momento y generar otras, adecuadas al nuevo medio. Dos rasgos principales constituyen, quizás, la marca más característica de los contenidos televisivos: la brevedad y la posibilidad de utilizar imágenes al servicio de la comunicación. Mediante la televisión se recibe información simultáneamente en forma de palabras, imágenes, sonidos, emociones y sentimientos. Eso produce que las comunicaciones tengan un fuerte impacto porque cuantas más rutas neuronales simultáneas activa un mensaje, más evocativo y memorable resulta (Westen, 2007).
Desde el punto de vista cognitivo, las imágenes son mucho más fáciles de procesar, comprender y recordar para la mente humana que las estadísticas, las ideas abstractas o los textos complejos; además de contar con el fuerte poder de despertar las emociones. Son diversas las investigaciones que han hallado que nuestra habilidad para almacenar imágenes en la memoria, en comparación con otro tipo de datos, es extremadamente alta (Vogt y Magnussen, 2007; Brady, Konkle, Alvarez y Oliva, 2008). Por esa razón, cuando en la comunicación política predominan las imágenes y la activación de las emociones, las decisiones de ciudadanos y votantes tienden a descansar más en sentimientos e intuiciones que en análisis argumentativos y evaluativos.
Pero si, además, lo comunicado despierta emociones negativas, tales como el miedo, la frustración o la ira, la atención que activa el mensaje en el receptor es mucho mayor aún. Cuando en la comunicación política se persigue profundizar el uso de las emociones y su impacto en la audiencia, se recurre con frecuencia a una estrategia de comunicación denominada "campaña negativa".
La campaña negativa es una estrategia de comunicación política que se dirige a resaltar los defectos del adversario o de la oposición, más que a destacar o enfatizar las virtudes del propio candidato, partido, propuestas o posicionamientos políticos (García Beaudoux, D’Adamo y Slavinsky, 2005; Geer, 2006). Con esa finalidad se esgrimen argumentos tanto verdaderos como falsos. La negatividad de la comunicación puede hacer foco tanto en la persona del oponente y sus comportamientos privados, como en sus ideas, posiciones y comportamientos políticos (Kaid, 2000).
Ya desde el clásico "anuncio de la Margarita" (Daisy Spot) realizado por los demócratas para atacar a los republicanos en la elección presidencial estadounidense del año 1964, se pudo comprobar de qué manera a través de los medios audiovisuales se potenciaban los mensajes de lo que hoy denominamos "campañas negativas". Pero no solo fue una sociedad de conveniencia entre la televisión y un determinado formato de mensajes. Pronto los políticos y los consultores comprendieron que los anuncios televisivos negativos, cuanto más cargados de emociones y de drama se encuentren, mayor capacidad tienen para convocar a aquellos votantes que no están alineados políticamente o que no tienen especial interés por la política.
Por esa razón es que los indecisos en general son una audiencia target para estas campañas, más aún cuando tienen lugar en un contexto de elevada polarización política. Esto, por otra parte, se expresa en ocasiones en una elevada volatilidad del voto producto de que muchos de estos electores son captados circunstancialmente para una elección, atraídos por una propuesta que dirime con un elevado nivel de simplificación quienes son los "buenos" y los "malos" en la política. Cuanto mayor sea la percepción de competencia entre los candidatos más fácil es que las personas se sientan atraídas por la campaña y registren, por tanto, información política negativa. De otro lado, la personalización de las campañas colabora para que las críticas que apuntan a señalar debilidades de los candidatos sean observadas con más interés por aquellas personas que tienen menor formación e información política. Así, se constituye un terreno fértil para el empleo de las tácticas de la campaña negativa. Si a eso se le suman las manipulaciones más o menos encubiertas que tienen lugar en el contexto de una campaña, no resulta difícil entender por qué a lo largo de los años, en mayor o en menor medida, se sigue empleando la campaña negativa. La sofisticación en las tácticas la hace, además, muy poderosa porque es capaz de tocar aspectos sensibles de las audiencias y transformarlos en ejes de valoraciones positivas hacia el candidato al que se busca atraer a los votantes.
Dijimos que las emociones negativas se registran y recuerdan más que las positivas. Este fenómeno se conoce con el nombre de "efecto de negatividad". Se trata de un efecto cognitivo consistente en que, a cantidades equivalentes de información recibida del entorno social y político, las personas le otorgan una mayor consideración y peso relativo a la negativa que a la positiva (Lau, 1982). En los procesos mentales automáticos e inconscientes de recuperación de información se observa que aquella de signo negativo se recupera más fácil y rápidamente de la memoria. Las razones de que sea de ese modo son evolutivas. Percibir rápidamente la amenaza y advertir el peligro que podría afectar el propio bienestar requiere de una respuesta inmediata -por ejemplo, para preservar la propia vida- (Pratto y John, 1991). Ese mismo mecanismo psicológico que atrae nuestra atención hacia los peligros inmediatos, es el que se pone en juego frente a la información política negativa. La información política no es una excepción, constituye para el receptor un tipo más de información, como cualquier otra. Se ha encontrado, por ejemplo, que la propaganda electoral negativa es más recordada que la positiva (Shapiro y Rieger, 1992).
Existe una segunda razón por la cual la campaña negativa sintoniza y engarza con la psicología humana: su poder simplificador. Por una necesidad de economía mental, las personas simplificamos la información entrante del medio ambiente social. Un modo de hacerlo es ordenar y clasificar la información "forzadamente" en díadas, tríadas y otras clases de agrupamientos semejantes (Laponce, 1981). En ese sentido, la lógica de los argumentos "bueno-malo", "correcto-incorrecto", "justo-injusto", "corrupto-honesto" o "héroevillano" de la campaña negativa se ajusta a las necesidades cognitivas.
¿Cuáles son los "beneficios" de utilizar la campaña negativa como estrategia de comunicación? Entre los principales se lista que suele incrementar el interés y la atención que los ciudadanos prestan a las campañas electorales, estimula en muchas oportunidades el debate público, y simplifica para muchos votantes la complejidad de la decisión electoral (Johnson-Cartee y Copeland, 1991). Sin embargo, hay que señalar que así como se habla de sus efectos políticos, también se han indicado algunos potenciales efectos nocivos de este tipo de campaña (Jamieson y Cappella, 1997). Algunas investigaciones indican que puede aumentar el abstencionismo electoral e incrementar el cinismo y la desconfianza de los ciudadanos con la política y los procesos electorales (Hall-Jamieson, 1992). Los efectos nocivos más documentados son tres: uno se denomina "efecto boomerang" y alude a que la campaña negativa puede producir un efecto "rebote" o una mayor formación de evaluaciones y sentimientos negativos hacia el atacante que hacia el atacado si se pasa un cierto punto de "saturación" de los votantes, dado que las personas dejan de prestar atención al mensaje y se vuelven contra el mensajero. Un segundo efecto se conoce como "síndrome de víctima" y se refiere a que si los votantes perciben un ataque como injusto o deshonesto, pueden generar sentimientos positivos hacia el candidato atacado y desarrollar empatía con él. Finalmente, el efecto de "doble deterioro" ocurre cuando la campaña negativa perjudica tanto al atacante como al atacado. En síntesis, los hallazgos de las investigaciones en este campo apoyan la idea de que la negatividad en las campañas tiene un efecto curvilíneo: la mayoría de los niveles de negatividad resultan estimulantes, pero la negatividad a extremos altamente elevados parece hacer lo opuesto, esto es, produciría un efecto desmovilizador (Ansolabehere e Iyengar 1996; Lau y Pomper, 2001).
El análisis de la campaña negativa requiere considerar múltiples variables y dimensiones. En este trabajo se ofrece una matriz de codificación que hemos elaborado con el fin de colaborar en la ganancia de precisión a la hora de definir tipos de campaña negativa, derivada de una mayor y más refinada sistematización. La matriz es, en definitiva, un marco o conjunto de categorías analíticas aplicable a cualquier caso de estudio.
Modelo para armar: propuesta de una matriz de codificación
Con frecuencia se hace referencia a la campaña negativa de modo generalizado y con bajos niveles de discriminación. Con el objetivo de sumar precisión analítica y diferenciación entre tipos o estilos posibles de campaña negativa, proponemos a continuación una matriz de codificación de la misma como objeto de estudio, conformada por siete variables que constituyen una suerte de grilla analítica que puede aplicarse al investigar cualquier caso particular.
Las categorías que configuran la matriz de codificación no son excluyentes ya que, por ejemplo, en un mismo anuncio negativo una parte del ataque puede ser realizada por el candidato y otra por una voz en off; o una porción puede estar dirigida a atacar las características personales del oponente y otra a descalificar su desempeño anterior; o un segmento puede atacar al candidato y otro al partido, etcétera. A continuación se presentan cada una de las variables y sus indicadores. La herramienta completa para su aplicación se encuentra en la tabla.
Variable 1. Tipo de ataque. Son tres los indicadores centrales por evaluar con relación a esta variable:
Variable 2. Ataque dirigido a un candidato. (Si esta variable se encuentra ausente, se debe pasar directamente al análisis de la siguiente). Si el ataque, en cambio, está dirigido a la persona de un candidato, los indicadores por considerar son:
Variable 3. Ataque dirigido a un partido político. (Si esta variable se encuentra ausente, se debe pasar directamente al análisis de la variable siguiente). Si el ataque, en cambio, está dirigido a un partido o agrupación política, se propone evaluar la presencia o ausencia de cuatro indicadores:
Variable 4. Tipo de apelación utilizada en el ataque
No se trata necesariamente ni en todos los casos de categorías excluyentes. Por ejemplo, en una comunicación se puede enfatizar un recurso como la apelación lógica, pero simultáneamente se puede incluir una apelación ética o emocional. Por eso mismo, es de suma importancia considerar que el criterio para efectuar la clasificación en esta variable debe ser el tipo principal de apelación que se utiliza, esto es, la apelación predominante en la comunicación analizada.
Variable 5. Fuente que realiza el ataque
Variable 6. Tácticas empleadas en la realización del ataque. En la literatura acerca del tema existe la descripción de un extenso listado de tácticas de ataque que se utilizan en las campañas negativas y que se detectan de modo recurrente al analizar el "esqueleto" de los anuncios políticos televisivos de ataque. Antes de presentarlas es necesario realizar dos aclaraciones.
La primera es que dada su multiplicidad y diversidad, para fines analísticos y organizativos hemos decidido agrupar a las tácticas de ataque y sus posibles variantes en trece categorías principales. El criterio que elegimos para efectuar su categorización ha sido el tipo de recurso principal que utilizan. No se trata, necesariamente, de categorías exhaustivas ni excluyentes. Esto significa que una táctica puede enfatizar principalmente un recurso pero puede incluir, asimismo, el uso de otros de los recursos.
La segunda aclaración se refiere a que en el listado de tácticas de ataque proponemos una que hasta el momento no ha sido considerada en la literatura, a la que denominamos "interpelación unilateral"; así mismo, proponemos una variante a la táctica de reencuadre a la que llamamos "reencuadre ofensivo". A continuación presentamos el conjunto de tácticas de ataque:
Variable 7. Procedencia de la campaña negativa
Variable 8. Tipo de información negativa que se utiliza para realizar el ataque
Reflexiones adicionales
La campaña negativa es una realidad con la que convivimos en los escenarios políticos actuales. Su uso extendido es, justamente, lo que nos motivó a diseñar la matriz de codificación detallada en el apartado anterior. Creemos necesario mejorar los instrumentos de investigación y análisis, a fin de ganar en precisión y poder de discriminación.
Aunque existen serios dilemas y cuestionamientos éticos relacionados con la elección de la campaña negativa como estrategia de comunicación, también en la actualidad son diversos los académicos que han realizado públicamente una "defensa" de la negatividad (Mark, 2006; Geer, 2006). Entre los principales argumentos se cuenta el hecho de que ningún político hablará espontáneamente y de modo franco acerca de sus defectos, debilidades o errores. Por lo general, ellos únicamente ven la luz pública si un oponente los expone mediante la campaña negativa. En ese sentido, se trata de una estrategia de comunicación que puede proveer a los ciudadanos de información relevante para el debate político. Asimismo, se argumenta que el modo en que los candidatos reaccionan y responden a una campaña negativa es un indicador que permite hacer proyecciones respecto de cuál será el desempeño que se podrá esperar de él en el cargo si resulta electo: ser funcionario electo en una democracia implica que periódicamente se enfrentarán una gran cantidad de críticas, tanto justas como injustas.
En definitiva, el problema no sería tanto utilizar información negativa, sino los casos en que se recurre a la tergiversación o el falseamiento de datos; o cuando la campaña negativa consiste simplemente en atacar personalmente al rival con referencia a cuestiones que no revisten relevancia ni interés alguno para el proceso político y que no alimentan, en ningún caso, la deliberación acerca de la cosa pública.
Referencias
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Brady, T. F., Konkle, T., Álvarez, G. A. y Oliva, A. (2008). Visual long term memory has a massive storage capacity for object details. Proceedings of the National Academy of Scienes, United States, 108 (14), 325-329.
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