10.18601/16578651.n27.05

El emprendimiento rural en la construcción de paz: análisis de la (des)articulación en el Valle del Cauca, Colombia

RURAL ENTREPRENEURSHIP IN PEACEBUILDING: ANALYSIS OF (DIS) ARTICULATION IN VALLE DEL CAUCA, COLOMBIA

Cristian Bedoya-Dorado*
Mónica Castro-Peña**
Alexandra Hoyos-Bravo***

* Magíster en Psicología. Docente investigador adscrito al Grupo de Investigación en Conocimiento Organizacional de la Facultad de Administración, Contabilidad y Finanzas de la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium - UNICATÓLICA (Colombia). [cbedoya@unicatolica.edu.co], [https://orcid.org/0000-0001-9609-0319].

** Magíster en Investigaciones de Operaciones y Estadística. Docente Investigadora, Grupo de Investigación Crecimiento Económico y Desarrollo, Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Católica de Pereira (Colombia). [monica.castro@ucp.edu.co], [https://orcid.org/0000-0002-4963-8959].

*** Magíster en Economía. Docente Investigadora, Grupo de Investigación Interdisciplinario en Conocimiento Organizacional (Colombia). [ahoyosb@unicatolica.edu.co], [https://orcid.org/0000-0003-1330-6546].

Recibido: 16 de septiembre de 2019 / Modificado: 14 de enero de 2020 / Aceptado: 13 de febrero de 2020

Para citar este artículo

Bedoya-Dorado, C., Castro-Peña, M. y Hoyos-Bravo, A. (2020). El emprendimiento rural en la construcción de paz: análisis de la (des)articulación en el Valle del Cauca, Colombia. OPERA, 27, 91-117 DOI: https://doi.org/10.18601/16578651.n27.05


Resumen

El Valle del Cauca es uno de los departamentos donde más impactos ha tenido el conflicto armado. Históricamente, ha tenido una tradición agroindustrial, y gran parte de su territorio se caracteriza por zonas rurales en las que se desarrolla esta actividad económica. Algunas investigaciones sugieren que los emprendimientos desarrollados en las zonas rurales configuran un pilar fundamental para la construcción de paz, por el impacto en el desarrollo económico y social, así como en los procesos de construcción de tejido social, reparación y reincorporación a la vida civil. El presente artículo tiene como objetivo analizar la articulación de los emprendimientos rurales con las apuestas de construcción de paz en el Valle del Cauca. La discusión se desarrolla desde las nociones de ecosistema de emprendimiento y emprendimiento rural. Los resultados evidencian una desarticulación del emprendimiento rural con los ecosistemas de emprendimiento del departamento, y con las apuestas de construcción de paz.

Palabras clave: emprendimiento rural; ecosistema de emprendimiento; paz; Valle del Cauca.


Abstract

Valle del Cauca constitutes one of the Departments most affected by the armed conflict. Historically the department has had an agro-industrial tradition, and a large part of its territory is characterized by rural areas where this economic activity is carried out. Some research suggests that the enterprises developed in rural areas form a fundamental pillar for the construction of peace, due to their impact on economic and social development, as well as in the processes of construction of social fabric, reparation and return to civilian life. This article aims to analyse the articulation of rural enterprises with peacebuilding stakes in Valle del Cauca. The discussion takes place from the notion of Ecosystem of Entrepreneurship and Rural Entrepreneurship. The results show a disarticulation of rural entrepreneurship with the department's entrepreneurial ecosystems, and with the peacebuilding stakes.

Key words: Rural entrepreneurship; entrepreneurship ecosystem; peace; Valle del Cauca.


INTRODUCCIÓN

La firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y el entonces grupo guerrillero Fuerza Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) en 2016, da inicio a un escenario de posacuerdo y a la terminación de un conflicto violento de más de 50 años, reconocido como uno de los capítulos de violencia más largos de la historia del país (Grupo de Memoria Histórica, 2013; Observatorio de Memoria y Conflicto, 2018). Este escenario implica distintos retos y desafíos para los gobiernos, pero también es un llamado a la construcción de paz a todos los actores inmersos en él (Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2016).

La construcción de paz en este tipo de escenarios se orienta a los procesos de mantenimiento de la paz y la prevención en la recaída del conflicto violento (peacekeeping), lo que difiere de los contextos de conflicto interno, en donde se busca el establecimiento de la paz por la vía de negociaciones y alternativas pacíficas (peacemaking) (Organización de las Naciones Unidas, 1992; Ugarriza, 2013). Para autores como Flavin (2003) el posconflicto supone la terminación un de conflicto, aunque no su resolución, puesto que es un proceso del largo plazo que requiere de políticas para sostener la paz y procesos de justicia transicional, así como retos y compromisos tales como las violencias posconflicto, los procesos de reintegración, reparación y reconciliación, la promoción de una cultura de paz, la dejación de armas, la protección de los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente, los procesos de participación ciudadana, entre otros más (Barnett, Kim, O'Donnell y Sitea, 2007; Rathmell, 2005; Rettberg, 2012; Ugarriza, 2013; Wielandt, 2005).

Adicional a lo anterior, el posconflicto implica la reconstrucción del marco socioeconómico de las sociedades y de las condiciones necesarias para el funcionamiento de una sociedad en paz (Hamre y Sullivan, 2002). Entre estas condiciones se destacan los asuntos de seguridad, justicia y reconciliación, bienestar social y económico, y gobernanza y participación (Barnett et al., 2007; Kanashiro y Starik, 2016; Oetzel, Westermann-behaylo, Koerber y Rivera, 2010; Penh, 2009).

La literatura académica que explora la relación de los negocios y la construcción de paz ha evidenciado que en los contextos de posconflicto las condiciones de pobreza y vulnerabilidad, consecuencia del conflicto, afectan de manera negativa el desarrollo económico y empresarial, lo que se ve reflejado en el producto interno bruto (PIB) (Forrer y Katsos, 2015; Gallego, Guitiérrez, Osorio y Cortés, 2016; Oetzel y Breslauer, 2015; Oetzel, Getz y Ladek, 2007; Oetzel et al, 2010; Prandi, 2010; Rettberg, 2016; Ruiz, Galeano y Gil, 2017). Es por ello que, como estrategia para promover el desarrollo económico, se encuentran las apuestas de emprendimiento, las cuales no solo contribuyen a superar las condiciones de pobreza y vulnerabilidad (Anugwom, 2012; Cañares, 2011; Desai, 2011; Kolk y Lenfant, 2016; Rettberg y Rivas, 2012; Sanders y Weitzel, 2013; Yoosuf y Premaratne, 2017), sino que, además, tienen efectos en el bienestar social, pues son consideradas apuestas inclusivas, que atienden actores como las víctimas del conflicto, y a desmovilizados o excombatientes1. Esto favorece los procesos de reparación de víctimas, y también los de reconciliación y convivencia social, especialmente de actores marginalizados y excluidos como son los excombatientes (Barrios, 2016; Blattam y Jannie, 2011; ILO, 2009; Ledbetter, 2016; Maconachie, 2016; Rathmell, 2005; Vargas, 2012).

Asimismo, diversos autores consideran que los procesos de construcción de paz son un trabajo colectivo hacia un futuro deseado que resultan ser complejos y requieren de factores tales como instituciones y emprendimientos productivos como condiciones cruciales tanto para el fortalecimiento de los procesos de construcción de paz como para el crecimiento a largo plazo (Aldairany, Omar y Quoquab, 2018; Cortés-Sánchez, 2018; Mehlum, Moene y Torvik, 2006; Rettberg, Leiteriz y Nasi, 2011).

Debido a las características de los países y las regiones en donde se han desarrollado la mayoría de las investigaciones sobre procesos de construcción de paz y emprendimiento, como son los casos de África, Medio Oriente, Suramérica y Asia (Bedoya y Charfuelán, 2019a), algunas de estas se concentran en destacar los emprendimientos rurales como motores de desarrollo local para el fortalecimiento de la paz. Esto se debe a que los emprendimientos rurales, principalmente asociados a la agricultura, pueden sacar a las poblaciones de situaciones de pobreza y de la vinculación con actores al margen de la ley o que promueven el conflicto (Cañares, 2011; Kolk y Lenfant, 2016; Miklian y Medina, 2018; Subedi, 2012; Tobias y Boudreaux, 2011).

No obstante, las apuestas de emprendimiento rural pueden resultar paradójicas, pues si bien algunos estudios evidencian el potencial de los actores locales para desarrollarlas, también encuentran la complejidad de estas, y los fracasos que pueden ser, pues las trayectorias de la población víctima difieren de la población desmovilizada o excombatiente, lo que implica no solo la necesidad de un ambiente o infraestructura económica, sino también la necesidad de entrenamiento de estos últimos, de modo que puedan ingresar al mercado laboral y fortalecer los procesos de reinserción a la vida civil (Kaplan y Nussio, 2018; Subedi, 2014a y b). Asimismo, en la literatura se destacan las limitaciones para acceder a microcréditos por parte de bancos, pues bajo los modelos neoliberales estos son rígidos y obstaculizan los programas de financiación para desmovilizados (Alden, 2002; Rolston, 2007). Para algunos autores, cuando no se presentan estas condiciones, se da la posibilidad de que estos puedan reincidir en el conflicto, lo que afecta los procesos de construcción de paz (Collier, 1994, Kaplan y Nussio, 2018).

Para autores como Giraldo (2017), la mayoría de las acciones definidas en materia de emprendimiento desconocen la realidad de las poblaciones vulnerables enmarcadas en la economía popular. Estas acciones son definidas "desde arriba", sin considerar las dinámicas sociales y las condiciones de vida de los sectores sociales a los cuales van dirigidas, por ende, no reconocen las habilidades y capacidades de la población para negociar con las estructuras establecidas por el modelo capitalista (Giraldo, 2017).

Si bien el conflicto interno colombiano ha impactado a lo largo y ancho de su territorio, sus efectos han sido particulares en algunos territorios, por lo que los retos que implica el escenario de posconflicto y la construcción de paz están inmersos en las realidades localizadas y particulares de cada uno de ellos. Este es el caso del departamento del Valle del Cauca, el cual ha sido epicentro de diversos episodios de la historia de la violencia en Colombia, y figura como el departamento con mayor número de víctimas del suroccidente colombiano, entre las que se encuentran los afrodescendientes y comunidades indígenas (Observatorio de Memoria y Conflicto, 2018; Salas, 2016; UARIV, 2018).

Debido a las condiciones geográficas y naturales de este departamento, ha sido posible la conformación y localización de grupos al margen de la ley, principalmente en las zonas selváticas y montañosas que permiten el acceso a ciudades y municipios (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, 2003). El contexto natural y los actos violentos, tales como la limpieza social, el narcotráfico y la guerra de carteles, los secuestros, las masacres, los enfrentamientos entre guerrillas y paramilitares, entre otros, han configurado un escenario particular de la historia del conflicto del departamento, en el que se han involucrado sus 42 municipios y ha dejado aproximadamente un saldo de 479.983 víctimas, de las cuales el 76 % han sido desplazados (El País, 2018; Observatorio de Memoria y Conflicto, 2018; Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, 2018).

Reconociendo los efectos particulares que tuvo el conflicto violento en Colombia, el Gobierno nacional determinó las llamadas zonas más afectadas del conflicto (ZOMAC), teniendo como criterios el índice de conflicto, los habitantes y las zonas fronterizas. Para estas ZOMAC se diseñaron estrategias con el objetivo de aumentar las oportunidades a los inversionistas, fomentar el desarrollo, la creación de empresa2, la generación de empleo, las apuestas de emprendimiento y proyectos productivos, y la asociatividad de las diferentes comunidades que habitan en la zona. Esto se ha vinculado con Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET)3, los cuales buscan una transformación estructural de las condiciones de vida y de producción, y se enmarcan en el Plan de Acción Territorial (PAT) de los departamentos.

El Valle del Cauca cuenta con un total de 15 municipios clasificados como ZOMAC4, los cuales son considerados como una oportunidad de desarrollo económico, teniendo en cuenta los beneficios impulsados por el Gobierno, sumado a la tradición agroindustrial del departamento. Adicional a lo anterior, en el Acuerdo de Paz se planteó como proyecto la reforma rural integral5, el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos, y la necesidad de crear mecanismos orientados a los territorios rurales del país. Organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) también se han integrado con la Gobernación del Valle para establecer estrategias y proyectos basados en el emprendimiento rural, y contribuir a los procesos de reincorporación de los excombatientes de las FARC y campesinos víctimas del conflicto (Gobernación Valle del Cauca, 2019).

Debido a que algunos de los proyectos y estrategias son recientes, como es el caso del programa "Somos rurales", del Ministerio del Trabajo, no existe conocimiento e información suficiente sobre el impacto que estos han tenido en los actores beneficiados, por lo cual no ha sido posible determinar factores de éxito o fracaso (Cortez-Gómez, 2018).

Teniendo en cuenta que existen diversas estrategias del Gobierno y agendas en el departamento para la construcción de paz orientadas al desarrollo económico y social surge el interrogante de ¿hasta qué punto están integradas con las capacidades y habilidades de las comunidades del territorio del Valle del Cauca?, es decir ¿cómo están respondiendo los emprendimientos a las particularidades de cada municipio o ZOMAC? De acuerdo con lo anterior, el presente artículo responde a la pregunta de investigación: ¿hasta qué punto se articulan los emprendimientos rurales con las apuestas de construcción de paz en el Valle del Cauca? Para ello, se caracterizan los ecosistemas de emprendimiento de este departamento, y el análisis se desarrolla desde la noción de emprendimiento rural (ER), como posibilidad de emprendimiento de las comunidades de las ZOMAC del Valle del Cauca, teniendo en cuenta su tradición económica y sus conocimientos ancestrales y adquiridos en sus trayectorias durante el conflicto armado. Asimismo, se discute la importancia que tiene vincular los emprendimientos rurales de los territorios del Valle del Cauca con los ecosistemas de emprendimiento en el marco de las políticas públicas y las apuestas de paz para la consolidación de la paz en el escenario de posacuerdo en Colombia.

El artículo se estructura en cinco apartados: primero, se presenta el encuadre teórico que involucra nociones como las de emprendimiento, ecosistemas de emprendimiento y emprendimiento rural y posconflicto; segundo, se presenta la propuesta metodológica del estudio; tercero, se encuentran los resultados, que abarcan un marco contextual con algunos datos de los ecosistemas de emprendimiento en el Valle del Cauca, y algunas apuestas de construcción de paz relacionadas con el emprendimiento; cuarto, se desarrolla la discusión sobre la articulación de los ecosistemas de emprendimiento con la construcción de paz; finalmente, se formulan las conclusiones y recomendaciones para futuras líneas de investigación.

MARCO TEÓRICO

Emprendimiento y ecosistemas de emprendimiento

La noción de emprendimiento ha sido objeto de investigación, principalmente desde la economía y los estudios de la administración y las organizaciones, y ha trascendido a otros ámbitos académicos, al considerarse que el emprendimiento no solo se reduce a la creación de un negocio o una empresa social. A esta noción se le han adherido características como la búsqueda de oportunidades, asumir riesgos, y tener la perseverancia para llevar una idea a la realidad, por lo que el emprendiendo está asociado con la mentalidad o espíritu emprendedor. Aportes como los de Peter Drucker sugieren que la mentalidad emprendedora se puede exhibir dentro o fuera de una organización, en empresas con o sin ánimo de lucro, y en actividades comerciales o no comerciales, con el propósito de generar ideas creativas (Frederick, O'Connor y Kuratko, 2018).

El emprendimiento ha tenido diversas aproximaciones teóricas y ello se debe a que parte de los enfoques de la economía, como es el caso del aporte de Joseph Schumpeter. Según este autor, el emprendimiento es la función que distingue a los emprendedores cuando reforman o revolucionan el patrón de la producción al explotar una inversión; esta manera de actuar y pensar se orienta hacia la creación de riqueza, centrada en oportunidades identificadas en el mercado (Schumpeter, 1935). En el siglo XXI, el emprendimiento se ha vinculado con las ideas de la creatividad y la innovación, tanto para la creación de valor social, como para las apuestas de negocios (Frederick et al., 2018).

Auletta y Rivera (2011) exponen que en el universo emprendedor y todas las iniciativas que se pueden desarrollar en él, con las particularidades que les dan los contextos, se encuentran las microempresas, Pymes y emprendimientos dinámicos. Estos últimos son "el deber ser" de las ideas emprendedoras, y "empresas con una ventaja competitiva, capaces de generar un gran número de empleos y crecer a una tasa muy superior al promedio de su industria" (p. 13). Se considera que para que el emprendimiento se dé bajo esta condición de ser dinámico, debe desarrollarse en un contexto de condiciones favorables para el apoyo de la actividad emprendedora en sus diversas etapas de idea, formación, incubación, financiamiento y consolidación.

Adicional a lo anterior, el emprendimiento es considerado como un proceso dinámico de visión, cambio y creación, el cual requiere de una aplicación de energía y pasión hacia la creación e implementación de nuevas ideas y soluciones creativas. No obstante, se considera que el desarrollo del emprendimiento no solo es un asunto del sujeto que lo lleva a cabo, sino que existen otros factores que afectan su realización (Frederick et al., 2018). En la última década, el campo de los estudios del emprendimiento o entrepreneurship studies se ha encontrado con arenas del campo de la geografía económica, la economía urbana y la economía del emprendimiento para situar el contexto de este último, sus tipos y el interés por los actores del emprendimiento dentro de la económica urbana y regional. De este encuentro interdisciplinar ha derivado el enfoque de "ecosistema de emprendimiento", para explicar cómo los contextos urbano y regional afectan el desempeño del emprendimiento (Spigel, 2017).

Giraldo (2018), por su parte, indica que el emprendimiento tiene dos objetivos, por una parte, procura crear en los sectores populares la ilusión de alcanzar el éxito al crear su propia empresa, y, por otra, busca incorporar a estos mismos sectores a la formalización económica para incluirlos en el sistema tributario y financiero.

El ecosistema de emprendimiento se puede comprender, entonces, como un conjunto de actores y factores interdependientes y coordinados, que posibilitan que un emprendimiento se desarrolle en un territorio particular. En este caso, el emprendimiento es visto como productivo y exitoso, en donde el emprendedor es aquel sujeto que explora oportunidades para descubrir y evaluar nuevos bienes y servicios, para de este modo explotarlos y agregar el mayor valor posible (Blackburn, De Clercq, Heinonen y Wang, 2017). Spigel (2017), por su parte, considera que los ecosistemas de emprendimiento son la unión de perspectivas culturales, redes sociales, inversiones de capital, universidades y políticas económicas activas que crean ambientes de soporte para emprendimientos.

De acuerdo con lo anterior, los ecosistemas de emprendimiento combinan elementos culturales, sociales, políticos y económicos dentro de un contexto o territorio para apoyar el desarrollo y crecimiento de nuevas empresas, y alientan a los emprendedores nacientes y a otros actores a asumir los riesgos de iniciar, financiar y ayudar las ideas de emprendimiento (Spigel, 2017). De acuerdo con lo anterior, un ecosistema de emprendimiento es una comunidad de negocios, apoyada por leyes y prácticas, formada por una base de organizaciones e individuos interactuantes que producen y asocian ideas de negocios, habilidades y recursos financieros y no financieros que resultan en empresas dinámicas.

Isenberg (2010) expone que el buen funcionamiento de un ecosistema de emprendimiento depende de la comprensión y de mantener en equilibrio entre seis dominios: político, financiero, cultural, de servicios, capital humano y mercado. De esta manera, para ejemplificar lo anterior, las políticas tanto públicas como privadas, incentivos, institucionalidad, leyes y demás tópicos provenientes de la política, han de ser acordes y correlacionados con lo que se genere en los demás factores y viceversa, al entenderse, además, que un cambio en unos de los seis dominios afecta a los demás. En la figura 1 se exponen los dominios de un ecosistema de emprendimiento y los principales elementos a los cuales estos hacen referencia.

Emprendimiento rural

El emprendimiento rural (ER) es definido como la creación de una nueva organización que introduce un nuevo producto asociado a la práctica agrícola, a los servicios o que crea un nuevo mercado o utiliza tecnología nueva en un ambiente rural. Este tema ha sido de gran importancia tanto en las agendas académicas como de políticas, por considerarse que las áreas rurales representan aproximadamente el 75 % de la tierra y casi un cuarto de las poblaciones en países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (Pato y Teixeira, 2014). Adicional a ello, algunas regiones rurales se caracterizan por la disminución del empleo en el sector agrícola, la pobreza socioeconómica y el acceso limitado a servicios públicos tales como educación y salud.

Estas características condicionan las posibilidades de emprendimientos, que en algunos contextos están asociados a las agendas de desarrollo económico de los gobiernos, y sitúan el emprendimiento rural como una categoría dicotómica que se diferencia del espacio urbano. Como consecuencia, la definición de este concepto se basa en criterios como la demografía, las condiciones socioeconómicas o culturales, lo que incluye, además, la creación y el desarrollo de empresas en las áreas rurales, vinculadas principalmente a la economía local, el empleo de sus habitantes, el uso de servicios locales, y la generación de salidas para el ambiente rural (Gaddefors y Anderson, 2019; Pato y Teixeira, 2014).

Si bien la literatura académica asocia los estudios recientes del emprendimiento con la innovación y la creatividad, principalmente en los contextos urbanos, en el ER se considera que se puede generar valor a partir de los recursos tradicionales y a través del vínculo de las características y singularidades de lo local para la producción de bienes (Korsgaard, Müller y Tanvig, 2015; Pato y Teixeira, 2014). Las estrategias, en este contexto, se consideran como herramientas para el desarrollo de nuevas formas de la sociedad y como parte integral de las reformas agrarias. Esto implica, entre otras cosas, adquirir tierras, identificar las características de los beneficiarios, establecer plazos, crear empresas, generar bienestar y un mejoramiento en la calidad de vida (Sancho, 2010).

Por ende, en las etapas iniciales de desarrollo del ER, la forma óptima de la organización empresarial dependerá, entre otras cosas, de las oportunidades de mercado y de comercialización identificadas, y de las metas estratégicas y los objetivos de los emprendedores. En este contexto, la organización de la actividad emprendedora de los pequeños productores debe ser compatible con su estrategia de vida (Junkin et al., 2005, citado por Sancho, 2010).

Dada la mezcla de emprendedores rurales, se puede encontrar un crecimiento emprendedor más fuerte en comunidades rurales con economías más organizadas y articuladas (Henderson, 2002). Sin embargo, el ER se puede encontrar en las regiones con oportunidades más limitadas y con pobreza persistente, y presentar una tasa de crecimiento igual a las de otras regiones (Henderson, 2002).

Emprendimiento y posconflicto

La literatura académica que discute las prácticas orientadas a la consolidación de la paz en los escenarios de posconflicto registra al emprendimiento como una de ellas (Sanders y Weitzel, 2013; Yoosuf y Premaratne, 2017). Como se ha mencionado, entre los pilares del posconflicto se encuentra el bienestar social y económico, en el que se circunscribe el emprendimiento como apuesta de desarrollo económico, para afrontar las condiciones de vulnerabilidad, pobreza y las escasas oportunidades de empleo y crecimiento económico (Desai, 2011; Ghimire y Upreti, 2014 Hönke, 2014; Maconachie, 2016; Penh, 2009). Los emprendimientos no solo permiten la generación de ingresos, sino que, además, pueden ser prácticas constructoras de tejido social e involucrar a diversos actores, reconociendo sus conocimientos, capacidades institucionales e intereses particulares (Ghimire y Upreti, 2014; Katsos y Forrer, 2014; Oetzel et al., 2010).

Cabe resaltar que estas apuestas se han derivado de lineamientos técnicos del neoliberalismo, sobre la reconstrucción y recuperación económica, los negocios y la infraestructura, lo que ha generado debates de los críticos de esta corriente que enfatizan en la dimensión social de dichos lineamientos, y consideran que este modelo económico y sus políticas afectan los procesos del paso del conflicto a la construcción de paz, como es el caso de la reintegración (Rolston, 2007).

Los emprendimientos en los escenarios de posconflicto han sido analizados a partir de los actores que los realizan, pero también de los que los promueven. Es por ello que la literatura se concentra en aquellas apuestas que realizan actores como víctimas o excombatientes, los cuales son segmentos de la población que presentan ciertas características de vulnerabilidad y exclusión, cuando se comparan con otros segmentos de la población civil, y los tipos de emprendimiento se asocian principalmente a las actividades agrícolas y rurales (Banks, 2016; Cañares, 2011; Desai, 2011; Yoosuf y Premaratne, 2017). Para autores como Cañares (2011), en este contexto es posible identificar ER, como formas de superar los efectos del conflicto, y una apuesta para el desarrollo económico y social, debido a que beneficia directamente la rentabilidad de los emprendedores.

Adicional a ello, entre los actores que promueven los emprendimientos en el posconflicto se encuentran las empresas que, gracias a sus trayectorias como motores de desarrollo económico, derivan dos tipos de acciones: por una parte, a través de proyectos de emprendimiento, en los que son involucrados principalmente los actores del conflicto (víctimas y excombatientes), de modo que puedan conformarse como proveedores para las empresas (Hayward y Magennis, 2014; Rettberg y Rivas, 2012; Yoosuf y Premaratne, 2017). Por otra parte, a través de apuestas pedagógicas, en las que son capacitados los actores del conflicto, con el objetivo de que puedan reunir los conocimientos y adquirir las destrezas para crear sus propios emprendimientos (Banks, 2016; Ramnarain, 2015; Jiménez-Peña, 2014). Los emprendimientos permiten empoderar a las comunidades y generar ganancias a partir de actividades productivas y oportunidades laborales que mejoran sus niveles de calidad de vida. Ejemplo de ello es la producción y comercialización de productos elaborados por reinsertados, emprendimientos de mujeres y poblaciones jóvenes, de campesinos y poblaciones rurales, etc. (Anugwom, 2012; Banks, 2016; Jiménez-Peña, 2014; Ledbetter, 2016; Tobias y Boudreaux, 2011).

La promoción del emprendimiento está asociada, además, con agendas y políticas de gobiernos y ONG que, en conjunto con las empresas, pueden generar alianzas y vínculos sociales parta fortalecerla y tener mayor impacto en los escenarios de posconflicto (Hayward y Magennis, 2014; Rettberg y Rivas, 2012; Yoosufy Premaratne, 2017). Para algunos autores, cuando los emprendimientos se orientan hacia los actores que vivieron de manera directa el conflicto, configuran procesos de reparación de víctimas y de reintegración a la vida civil de excombatientes (Ghimire y Upreti, 2014; Katsos y Forrer, 2014; Ledbetter, 2016).

Algunas investigaciones también encuentran las limitaciones que puede tener la implementación y el desarrollo de los ER, especialmente, cuando se examinan las experiencias de desmovilizados en procesos de reinserción, por variables como la "empleabilidad", pues sus trayectorias en el conflicto armado están asociadas con el uso de las armas y la participación en la guerra, mientras que las víctimas de las zonas rurales tuvieron relación directa con las actividades económicas del campo.

Subedi (2014a), en su investigación, encuentra que los excombatientes se caracterizan por tener bajos niveles de educación, carecen de habilidades vocacionales para el trabajo, aunque les gustaría adquirir algunas asociadas al emprendimiento en temas de microempresas basadas en el agro, reparación de teléfonos, conducir transporte pesado, arreglos de electricidad y plomería, etc. La carencia de dichas habilidades afecta la consecución de un empleo y la posibilidad de emprender un negocio propio. Adicional a ello, la relación con el sector privado es de gran importancia tanto para la empleabilidad de estos como en el vínculo como emprendedores en sus cadenas de valor, y depende en gran medida de la voluntad de dicho sector si le otorga las posibilidades de ingreso o no (Subedi, 2014a).

Lo anterior pone de manifiesto que, si bien las empresas del sector privado pueden promover los ER tanto de las víctimas del conflicto como de los excombatientes, pueden ser al tiempo una barrera para ello. Otra de las limitaciones que enfrenta esta población para desarrollar los emprendimientos tiene que ver con el acceso a crédito, o las fuentes de financiación, que principalmente son otorgadas por bancos o compañías financieras, las cuales exigen experiencia en créditos, codeudores y otras garantías más, con las que los excombatientes no cuentan. De este modo, la financiación se podría encontrar con sus familiares, el sector informal y sus altas tasas de crédito, o programas de capital semilla de los sectores privado y público, o del tercer sector (Subedi, 2014a).

En la literatura se encuentra que el autoempleo es más común en los procesos de reintegración, que el empleo con las organizaciones. El estudio de Subedi (2014a) registra autoempleos en fincas y microempresas de tiendas, de té, hoteles y restaurantes, cafés internet, entre otros, y casos de excombatientes desempleados, que no solo se enfrentan a pocas oportunidades de empleo y acceso a créditos, sino, además, a un estigma social que obstaculiza el proceso de reinserción y promueve la migración de las zonas rurales hacia las urbanas (Subedi, 2014b).

MÉTODO

El presente estudio se abordó desde un enfoque cualitativo de diseño documental (Flick, 2012). La investigación documental se concentra en la reflexión y el análisis de material escrito o fuentes de información secundarias, que son socialmente situadas, y ofrecen hechos e información sobre un objeto de estudio. El material escrito incluye reportes y memorandos institucionales, publicaciones de censos, pronunciamientos gubernamentales, diarios, imágenes, y otro tipo de escritos (Uddin, 2010).

Para este caso, el material documental estuvo conformado por cuatro temáticas: 1) Acuerdo de Paz; 2) Plan de Desarrollo del Departamento del Valle del Cauca; 3) reportes y textos de los ecosistemas de emprendimiento en el Valle del Cauca: la Red Regional de Emprendimiento (RRE) del Valle del Cauca-ValleE, Sistema de Desarrollo Empresarial-Cali Emprendedora, Red Universitaria de Emprendimiento (REUNE) y la Ruta de Emprendimiento del Valle; 4) documentos de la Red Nacional de Jóvenes Rurales Emprendedores del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). Los documentos recopilados de cada temática fueron consultados en los sitios web de cada entidad.

El estudio fue de tipo descriptivo y analítico (Hernández, Fernández y Baptista, 2014), en donde se caracterizan los ecosistemas en el Valle del Cauca desde el punto de vista de sus actores y programas, las apuestas de posconflicto orientadas al emprendimiento rural, y se analiza la articulación entre estas dos dimensiones.

APUESTAS DE CONSTRUCCIÓN DE PAZ Y ECOSISTEMAS DE EMPRENDIMIENTO EN EL VALLE DEL CAUCA

Apuestas de construcción de paz en el Valle del Cauca orientadas al emprendimiento

Las apuestas de emprendimientos en el marco de la construcción de paz en el Valle del Cauca pueden encontrarse desde el quehacer de las distintas organizaciones como el caso del tercer sector, y los sectores público y privado (Bedoya y Charfuelán, 2019b). No obstante, los procesos de construcción de paz en el escenario de posconflicto se han direccionado principalmente desde el Acuerdo de Paz, por lo que las políticas públicas y las iniciativas de los gobiernos constituyen los principales vehículos para las iniciativas y el fortalecimiento de emprendimientos.

En el Plan de Desarrollo del Departamento del Valle del Cauca 2016-2019, "El Valle está en vos", se definió la priorización de 62 iniciativas de interés nacional asociadas al posconflicto, las cuales se enmarcaron dentro dos prioridades estratégicas: Competitividad para la paz y Paz y posconflicto. De la misma manera, se organizaron en los componentes de Competitividad productiva, Competitividad infraestructura social, Competitividad infraestructura de conectividad, Gestión de la infraestructura inteligente, Víctimas del conflicto armado y Fortalecimiento institucional. En el marco de estas iniciativas es posible identificar que seis de ellas se orientan al desarrollo económico a través del fortalecimiento de la agricultura, tres a través de la generación de empleo, y dos a través de la inclusión social (Gobernación Valle del Cauca, 2016).

Estas iniciativas están asociadas a los lineamientos del Acuerdo de Paz, en los que se encuentra la Reforma rural integral, que agrupa acciones tales como el apoyo a la producción del campo, el acceso y uso de las tierras, y la adecuación y el desarrollo social. Estas acciones constituyen un eje vertebral para el emprendimiento rural, como se presenta en la tabla 1.

La mayoría de estas apuestas se orientan a las víctimas del conflicto armado, y tienen como objetivo la asistencia y el apoyo productivo a la población rural para mejorar su calidad de vida y la creación de tejido social. Asimismo, estas actividades son concebidas como procesos de reparación de víctimas y de reconciliación entre la sociedad y los excombatientes o desmovilizados en proceso de reincorporación a la vida civil. Las apuestas evidencian el reconocimiento de las mujeres como las principales víctimas del conflicto armado, y las particularidades de las comunidades del departamento como los indígenas, afrodescendientes y población rural.

Este reconocimiento es de gran importancia debido a que, en materia de mercado laboral, el desempleo de las mujeres en las áreas rurales es mayor que en las áreas urbanas y que el de los hombres, y en algunos municipios como Guacarí, Andalucía y Yotoco, el índice circula entre el 54 al 64 %. Adicional a ello, el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en su estudio sobre pobreza e inequidad en 2007, encontró que los hogares que están en mayor riesgo de caer en la pobreza son los rurales y con mujeres como cabeza de estos. Esto ha generado que la Gobernación del Valle haya formulado como estrategia la transformación del campo, centrada en disminuir las brechas territoriales y poblacionales en materia de calidad de vida y oportunidades (Gobernación Valle del Cauca, 2016).

Ecosistemas de emprendimiento en el Valle del Cauca

El Valle del Cauca agrupa un total de cuatro ecosistemas de emprendimiento, que involucran distintos tipos de organizaciones y realizan diversas iniciativas y proyectos, estos son: RRE del Valle del Cauca-ValleE, Sistema de Desarrollo Empresarial-Cali Emprendedora, REUNE y la Ruta de Emprendimiento del Valle. En la tabla 2 se presenta un resumen de estos ecosistemas.

Como se observa en la tabla 2, los ecosistemas agrupan principalmente organizaciones de Cali, la capital del Valle del Cauca, y sus iniciativas y programas se orientan al contexto de esta ciudad. De los cuatro ecosistemas de emprendimiento solo dos involucran a otros municipios del departamento, y en uno de ellos se destaca a Cali como "ciudad-región". Es importante tener en cuenta que los ecosistemas agrupan organizaciones del sector privado y productivo, sector público y del tercer sector, y que estas cumplen funciones complementarias tales como apoyo a la formulación de ideas de negocio, en la formación, para la creación de emprendimientos y negocios, para la expansión de estos, y para la financiación, etc.

Con relación a los ER se encuentra que están incluidos de manera general en las apuestas y programas de "emprendimientos"; sin embargo, no se presentan con claridad los programas específicos orientados a lo rural y la agricultura. Entre los programas de los ecosistemas de emprendimiento es posible destacar algunas actividades vinculadas con la agricultura, como el caso de la iniciativa de clúster de la Cámara de Comercio de Cali, bajo el eslogan "5 iniciativas clúster, 1 región más próspera y competitiva" (Cámara de Comercio de Cali, 2016), la cual en el clúster de la proteína blanca vincula empresas relacionadas con la producción de huevo, carne de pollo y cerdo; en el clúster de macro snakes empresas dedicadas al cultivo de frutas, molinería, y lácteos; y en el clúster bioenergía, empresas productoras de biomasa (vegetal y animal) que agrupa cultivadores, y empresas dedicadas a la producción agroforestal, avícola y porcícola; empresas ubicadas tanto en Cali como en otros municipios del Valle del Cauca.

Otras apuestas asociadas al ER en el ecosistema de emprendimiento de la Red Regional de Emprendimiento (RRE) del Valle del Cauca-ValleE son los programas de apoyo del SENA para la financiación de capital semilla no reembolsable, y de formación -Jóvenes Rurales Emprendedores-, el cual ha tenido como objetivo promover emprendimientos en jóvenes rurales que permitan atenuar la migración del campo a la ciudad, aumentar la productividad del sector rural y disminuir el desempleo estructural creando condiciones para que la población vulnerable y rural tenga la posibilidad de incorporarse en actividades productivas de la región mediante la gestión de proyectos productivos asociados al proceso formativo para incidir favorablemente en sus ingresos, calidad de vida y productividad de los diferentes sectores de la economía.

Esta apuesta se enmarca en la actividad que realiza el SENA a nivel nacional y a la Red Nacional de Jóvenes Rurales Emprendedores, que reconoce las condiciones de la población rural en Colombia, como por ejemplo, el porcentaje de jóvenes que habitan zonas rurales, los niveles de escolaridad, los ingresos, las minorías éticas, el desempleo estructural, los ingresos, el acceso a las tierras y la financiación, la escasa presencia institucional, y la vulnerabilidad en el marco del conflicto armado interno. Asimismo, busca sensibilizar una cultura emprendedora en el campo colombiano.

Algunos de los factores clave del éxito han estado asociados al desarrollo de proyectos en ambientes productivos propios del sector rural, la flexibilidad de horarios de acuerdo con la disponibilidad de tiempo de los beneficiarios, la formación por proyectos aprovechando los saberes previos y aprender haciendo, la entrega de materiales para la formación práctica, y las no restricciones de niveles de escolaridad como, por ejemplo, los calendarios académicos (SENA, 2017).

DISCUSIÓN

De acuerdo con cifras de la Asamblea del Valle del Cauca, la extensión del departamento alcanza los 21.195 km2, de los cuales 52 % son área rural. La población que habita estas zonas rurales se caracteriza por tradiciones, habilidades, conocimientos y arraigos asociados al campo y la agricultura. Para el 2010, cerca del 41 % de esta población se localizaba en centros poblados, mientras que el 59 % restante era población dispersa. Este volumen poblacional se ha venido disminuyendo en forma continua debido a las migraciones hacia cabeceras municipales o ciudades intermedias, motivadas por la búsqueda de mejores condiciones de calidad de vida y, en algunos casos, por efecto de la violencia interna.

Al examinar las apuestas de construcción de paz en el Valle del Cauca se pudo evidenciar que existe articulación con programas e iniciativas orientados a ER y fortalecimiento del contexto rural para las poblaciones víctimas, en las que se destaca el enfoque diferenciador como es el caso de programas para mujeres, jóvenes, indígenas y comunidades afro. Para este caso, la articulación de los ER con las apuestas de construcción de paz se reduce a la existencia de los programas, sin embargo, las apuestas no están articuladas entre sí y, en algunos casos, no existe articulación entre las entidades que promueven estas apuestas, como es el caso de la Gobernación del departamento, el Ministerio de Trabajo, el Departamento de Prosperidad Social, el SENA, etc. En otros casos, como se presentó en la tabla 2, sí se encuentran algunas articulaciones entre las entidades, por lo que se puede afirmar que coexiste una articulación y desarticulación entre los emprendimientos rurales y las apuestas de construcción de paz.

Cuando se exploran los ecosistemas de emprendimiento en el Valle del Cauca, se encuentra que estos se aplican principalmente en la capital del departamento y que solo dos de ellos amplían su cobertura a otros municipios. No obstante, se presenta poca orientación y articulación con el ER. Siguiendo con las dimensiones propuestas por Isenberg (2010), es posible argumentar que el ER en el Valle del Cauca no está organizado como ecosistema, pues si bien están asociados con políticas y programas gubernamentales, el reconocimiento del capital humano como fuerza laboral, la cultura y tradición de lo agro y lo rural, y algunas iniciativas de capital semilla para la financiación, no es clara la identificación de los mercados y el apoyo en la construcción de redes de negociación, consecución de clientes para sus actividades, así como el dominio de "Servicios" que propendan por una mejora en la infraestructura necesaria para la generación y buen desarrollo de emprendimientos y servicios profesionales de apoyo.

La política pública se ha centrado en la creación de programas como los ZOMAC y los PDET, este último en construcción colectiva con los actores locales, buscando promover la educación rural, vivienda y dotación de servicios básicos, la reactivación económica y producción agropecuaria, así como las mejoras de infraestructura y adecuación de tierras, entre otros; sin embargo, solo tres municipios del departamento (Buenaventura, Pradera y Florida) hacen parte de esta iniciativa, lo que indica que los demás municipios no cuentan con una estrategia o política nacional que mejore las condiciones físicas y de infraestructura para el desarrollo de los mercados. En este sentido, si bien el Valle del Cauca cuenta con un moderno sistema de vías, estas solo interconectan de forma eficiente las cabeceras municipales; las vías hacia las veredas (donde se ubica la población víctima y reincorporada) están en su mayoría en mal estado, lo que afecta la conexión de los productores agrícolas con el mercado.

Se evidencia que, si bien el departamento cuenta con varias redes o ecosistemas que abarcan un número importante de entidades, la mayoría de actores participan de las diferentes redes bajo el liderazgo de una entidad, lo que genera una multiplicidad y dispersión de apuestas que pueden integrarse, y que no logran el impacto deseado. Igualmente, las redes promueven el emprendimiento dinámico e innovador, lejos del emprendimiento rural o social, el cual es un eje central para las poblaciones víctimas del conflicto y los procesos de reincorporación, por provenir y concentrarse principalmente en las zonas rurales en las cuales han adquirido sus conocimientos para el quehacer laboral.

Algunos actores de forma aislada, como el SENA y las cajas de compensación familiar -Comfandi y Comfenalco Valle delagente- prestan servicios de formación en emprendimiento a este tipo de poblaciones; no obstante, en el caso del SENA solo pueden hacerse cargo de la formación, de esta manera, los costos asociados a esta y otras necesidades deben ser satisfechas por otras entidades o incluso por ellos mismos, lo que ocasiona una alta deserción. En el caso de las cajas de compensación, solo pueden ofrecer los servicios que les permite el marco normativo, para población no afiliada. Otro obstáculo que enfrentan los procesos de capacitación son las brechas educativas que presentan las víctimas, que algunas veces no pueden ser resueltas dentro de la entidad, dado que estas deben ceñirse a la formación específica del programa que ya tienen establecido.

Las iniciativas lideradas en el departamento en las ZOMAC son muy incipientes y no se tiene información detallada de estas, ni se ha identificado su impacto a nivel regional; además, se presenta una desarticulación del sector público con los actores de los ecosistemas o redes locales y regionales. A pesar de que la figura ZOMAC fue creada para generar crecimiento en las regiones que han sido afectadas por la violencia, algunos municipios que históricamente han sido afectados por esta como Tuluá, Buga, Cartago y Trujillo no fueron seleccionados, por lo cual deben gestionar recursos para esta población por medio de otras fuentes.

El ER en el Valle del Cauca está caracterizado por negocios con bajas barreras de entrada y con riesgo moderado, lo cual condiciona que emprendedores potenciales (con alta intención, pero alto temor) solo puedan vender sus productos en las zonas rurales en las que se ubican y, en algunos casos, en las zonas aledañas. El emprendimiento de las víctimas y los reincorporados del departamento presenta además una baja productividad y un limitado acceso a los servicios básicos; sumado a que el emprendedor no vive en las mejores condiciones y, en ocasiones, no cuenta con una solución definitiva al desplazamiento forzado.

Es claro que es necesaria la articulación del ER con los ecosistemas regionales ya mencionados, dado que los actores vinculados pueden promover y apoyar el desarrollo de las empresas nuevas y alentar a los emprendedores nacientes, siempre entendiendo que las dinámicas rurales (del Valle, la ladera y el litoral), muy propias del departamento, son particulares. Asimismo, es importante tener en cuenta las particularidades de los actores (víctimas y excombatientes) vinculados con los emprendimientos, pues los retos que afrentan cada uno de estos son diferentes, así como las características de sus trayectorias de trabajo y sus conocimientos sobre el campo y la actividad económica rural.

De acuerdo con lo anterior, las políticas y las agendas de construcción de paz que se orientan al ER no deberían formular acciones aisladas e independientes, sino vincularse con los ecosistemas del Valle del Cauca, los cuales cuentan con experiencia por sus trayectorias y permiten generar sinergia. De igual manera, estos abarcan dimensiones como las políticas, la formación, la financiación, las estructuras, etc., que son necesarias para el fortalecimiento de los emprendimientos rurales. A su vez, los conocimientos asociados a los ER (tradición agro) constituyen potenciales de las zonas rurales que no solo permiten el desarrollo del emprendimiento o negocio, sino que, además, están orientados al desarrollo económico y social, el cual es considerado como un pilar para la garantía de la paz, debido a que permite mejorar las condiciones de vulnerabilidad de las comunidades a través de la generación de ingresos, evita entrar a las economías ilegales, propicia procesos de reparación de víctimas, de reincorporación a la vida civil de excombatientes, y construcción de una cultura de paz y tejido social.

CONCLUSIONES

El presente artículo tuvo como objetivo analizar la articulación de los emprendimientos rurales con las apuestas de construcción de paz en el Valle del Cauca. De acuerdo con la caracterización de las apuestas de paz y los ecosistemas de emprendimientos se pudo evidenciar, primero, que los ecosistemas de emprendimientos en esta región están localizados y orientados principalmente en la capital, Santiago de Cali, por lo que el ER no aparece como uno de los principales focos. Segundo, los ER sí surgen en las apuestas de construcción de paz de las distintas entidades del departamento, sin embargo, existe poca articulación tanto entre los programas o iniciativas como entre las entidades que lo promueven. Es por ello que, en términos de apuesta para la construcción de paz, los ER están desarticulados tanto con los ecosistemas de emprendimiento del Valle del Cauca como en las apuestas de construcción de paz.

La identificación de las apuestas de construcción de paz permitió comprobar que las estrategias de los ER orientadas a las ZOMAC no se encuentran claramente definidas, teniendo en cuenta que el Valle del Cauca es el departamento con mayor número de estas zonas. De la misma manera, las iniciativas propuestas por el Plan de Desarrollo del Departamento del Valle del Cauca no están articuladas con los ecosistemas de emprendimiento del departamento.

Si bien en el Valle del Cauca es posible identificar ecosistemas de emprendimiento sólidos por la cantidad de organizaciones que están ensambladas y articuladas, es necesario incluir las apuestas orientadas al campo y las zonas rurales, teniendo en cuenta que en el contexto del posacuerdo son reconocidas como zonas con poblaciones vulnerables y que se vieron afectadas en mayores dimensiones por el conflicto armado, si se comparan con las ciudades y zonas urbanas en donde se localizan principalmente los ecosistemas. Además, las zonas rurales poseen una tradición agrícola que caracteriza la actividad económica del Valle del Cauca, y que puede ser explotada e integrada en los ecosistemas de emprendimiento, como una estrategia para el desarrollo económico y social, que constituye un pilar para la construcción de paz.

La literatura académica que aborda el tema de la construcción de paz desde las dimensiones del emprendimiento y sus tipologías en los contextos de posconflicto posiciona al ER como una estrategia que permite a las poblaciones rurales superar algunas de las problemáticas asociadas a los efectos de la guerra en materia económica y social. De la misma manera, la categoría de ecosistema de emprendimiento permite tanto analizar como proponer el emprendimiento en una red de dimensiones que abarcan desde las políticas hasta aspectos técnicos y financieros. Es por ello que las apuestas de ER en el Valle del Cauca deberían estar integradas a los ecosistemas de emprendimiento existentes u organizarse bajo esta forma. Las investigaciones concluyen que desde la noción de ecosistema de emprendimiento es posible generar sinergia y asumir de manera integrada las problemáticas asociadas al desarrollo de los emprendimientos.

Las actividades rurales, principalmente la agricultura, constituyen una tradición en el Valle del Cauca que otorga conocimiento para la construcción de paz. Es por ello que las políticas públicas y los demás actores que promueven el emprendimiento deben identificar las condiciones de las zonas rurales, las capacidades, los conocimientos y las habilidades de sus habitantes, los emprendimientos en marcha y las ideas que puedan emprenderse como negocio, lo que configura prácticas para construir tejido social, mejorar la calidad de vida de la población, y contribuir a los procesos de reparación y reincorporación a la vida civil. Esto permitirá generar estrategias y acciones públicas y privadas "desde abajo", con el fin de lograr una aproximación a la realidad de la población.

El análisis y la discusión del presente artículo están limitados por la información disponible de los sitios web de las entidades consultadas, así como de estudios asociados al tema del emprendimiento. Es por ello que para futuras investigaciones se recomienda realizar trabajo de campo con las entidades de los municipios, para conocer de primera mano si existen otras apuestas o iniciativas de ER que estén vinculadas con las agendas de construcción de paz. Igualmente, es importante tener en cuenta la identificación y caracterización de las comunidades rurales para la formulación de las políticas de construcción de paz que se orienten a los emprendimientos, de modo que se puedan aprovechar sus conocimientos para la generación de ER, así como fortalecer los emprendimientos ya existentes que pueden abarcar tanto el trabajo del campo como el turismo, el ecoturismo y otras actividades económicas productivas.


NOTAS

1 En Colombia, los miembros de grupos armados organizados (GAO) al margen de la ley son considerados como "reincorporados" y las disposiciones para los procesos de reincorporación, tanto individual como colectiva, a la vida civil se encuentran en la Ley 95 de 2005 del Congreso de la República.
2 En la Ley 1819 de 2016 quedaron establecidos los beneficios tributarios para las empresas que se establezcan en las ZOMAC.
3 Es un programa subregional de transformación integral del ámbito rural a 10 años para acelerar la reforma rural integral (RRI) en los territorios más afectados por el conflicto armado, la pobreza, las economías ilícitas y la debilidad institucional.
4 Ansermanuevo, Argelia, Bolívar, Buenaventura, Caicedonia, Calima-Darién, Dagua, El Águila, El Cairo, El Dovio, Florida, Pradera, Riofrío, Roldanillo y Yotoco.
5 En este punto del Acuerdo de Paz se plantean las bases para la transformación del campo con énfasis en el bienestar de las comunidades rurales. Los objetivos en este punto se orientan a la reducción de la pobreza en la población campesina y la integración entre los sectores rural y urbano para promover la igualdad de derechos. Para ello se plantean estrategias orientadas a facilitar el acceso y uso de tierras, e impulsar el desarrollo social y económico en el campo (Bedoya y Charfuelán, 2019b).


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