10.18601/16578651.n29.10

Sierra, J. R. (2019). Breve historia del conflicto armado en Colombia. Los Libros de la Catarata

Luz Rocío Corredor González*

* Ph. D. en Estudios Políticos; economista. Responsable de los Programas de Negocios Internacionales para Pre y Posgrado de la Universidad de América, Bogotá (Colombia). [luz.corredor@profesores.uamerica.edu.co]; https://orcid.org/0000-0001-7453-2622

Para citar esta reseña:

Corredor González, L. R. (2021). Breve Historia del Conflicto Armado en Colombia. [Reseña del libro: Sierra, J. R. (2019). Breve historia del conflicto armado en Colombia. Los Libros de la Catarata]. OPERA, 29, 183-185. DOI: https://doi.org/10.18601/16578651.n29.10

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Existe mucha literatura sobre la historia del conflicto colombiano, tanto de autores nacionales como extranjeros, lo cual, de entrada, evidencia la importancia del tema, no solo para entender su génesis y desarrollo, sino también para poder leer en contexto sus impactos, desde lo político, lo social, lo económico y lo sociológico. Cada uno aporta elementos al debate y el libro de Jerónimo Ríos Sierra no es la excepción. En este texto se identifica una dimensión de análisis que implica, además de las variables y los factores motivacionales del conflicto, la ubicación espacial y temporal, así como la interacción de los distintos actores en el territorio. Esto permite, a través de una narrativa novedosa, dialogar con el texto replanteándose las tesis de autores que tradicionalmente identificaron causas que ya no parecen tan válidas desde perspectivas más holísticas y reales.

Los periodos de análisis que utiliza para caracterizar la génesis y evolución del conflicto armado en Colombia 1946-1998, y sus continuidades y rupturas, 1998-2016, desmitifican entre otros acontecimientos el origen del conflicto en 1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y lo ubican como uno de los puntos de inflexión y radicalización del mismo. Esto facilita la comprensión de un origen no solo más amplio, sino con un contexto que nos lleva a identificar, dentro de la evolución del conflicto, el surgimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), así como el del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Un proceso que se consolida y reconoce en la década de los sesenta, pero que el texto evidencia que se gesta en los años cuarenta, directamente relacionado con el territorio, con la distribución inequitativa de la tierra, que se asocia y reafirma en la ausencia de institucionalidad en algunos de esos territorios, que sigue sin resolverse por la falta de una reforma rural integral cuyo último esbozo data de 1961 y que se plantea como primer punto en los Acuerdos de Paz de La Habana.

Esta falta de institucionalidad en algunos territorios se tradujo en una mala gestión de las primeras manifestaciones violentas de inconformismo frente al modelo liberal impuesto, que fueron asociadas al comunismo como justificación a través de la doctrina de seguridad nacional.

La persistencia de esta ausencia de Estado en los territorios se mide en los niveles de desigualdad, no simplemente a partir de la concentración de la riqueza, sino del rezago en competitividad e innovación de los sectores productivos, que crea círculos viciosos llenos de asimetrías exponenciales, en enclaves estratégicos. Al punto que los grupos identificados fueron creando sus propios mapas del conflicto, geolocalizando sus intereses. Es decir, casi que la "complicidad" del Estado, por ausentarse de dichos territorios, facilitó la consolidación de estos grupos al margen de la ley en zonas estratégicas con intereses particulares en momentos muy específicos de la historia del conflicto.

El análisis de la historia del conflicto, como la presenta Jerónimo Ríos en este texto, desde la responsabilidad del Estado, sus omisiones y decisiones, iniciativas y políticas asertivas no continuas, no permanentes, permite acercarnos sin duda a la realidad del rol del Estado en la evolución del activismo guerrillero en el periodo 1998 y 2016, por una parte, y en la evolución de los grupos paramilitares entre 1978 y 2016. Dos fuerzas que nacen paralelas al Estado, como mecanismo de búsqueda de reivindicaciones, desde la perspectiva ideológica de cada una, que derivaron en otras adicionales.

Lo anterior hace que el autor deje entrever la existencia de pluralidades en el conflicto, y no pueda, entonces, hablarse de un solo conflicto debido a la divergencia en algunos aspectos, y a la convergencia en otros, que sumado a los intereses políticos de los gobiernos de turno, han terminado por generar unos modelos amalgamados en la propia distribución del poder en los territorios, incluyendo los conocidos del narcotráfico.

El conflicto se convirtió, entonces, en el eje central de las narrativas de las campañas políticas y presidenciales, con diferencias claras en la manera de enfrentarlo, como caballito de batalla y como fórmulas ganadoras electorales opuestas desde lo militar en algunos, desde la salida negociada en otros. Esto generó fracasos retumbantes como el de Pastrana, con la silla vacía en el Caguán, que fortaleció la relación con Washington a través del Plan Colombia, asociando el conflicto a la lucha contra el narcotráfico. Pero también, la internacionalización del conflicto asociado al terrorismo como estrategia del gobierno Uribe, junto a su política de seguridad democrática.

Hasta llegar al gobierno de Juan Manuel Santos que decidió dar un viraje estratégico y proponer una salida negociada que terminó con la firma del Acuerdo de Paz en 2016. Sin embargo, la implementación del Acuerdo se ha visto empañada por la polarización y la falta de voluntad política de los contradictores. Por tanto, la publicación de Jerónimo Ríos Sierra se convierte en un referente obligado para entender el conflicto desde abajo, desde los actores del territorio, con sus interacciones, su participación política y su liderazgo por reivindicaciones sociales.

El final del libro deja entrever la agenda pendiente que debe conducir al posconflicto y concertarse más allá de coyunturas e intereses particulares. Para ello se debe priorizar, establecer una línea del tiempo que defina periodos de transición en términos de seguridad, justicia y recuperación socioeconómica de los territorios afectados por el conflicto, articulados a unas políticas estructurales sólidas del Estado, capaces de dar respuesta para que las amenazas se conviertan en oportunidades y los riesgos en estabilidad a fin de evitar el surgimiento de nuevas y más elaboradas formas de violencia y conflicto.

Respecto a lo metodológico, el aporte de Jerónimo Ríos Sierra es muy interesante en el sentido de proponer diálogos de actores que facilitan inferir en perspectivas de análisis con variables antes no consideradas desde los territorios, con elementos cualitativos y cuantitativos, mezclados de manera objetiva con ubicación geoespacial, más allá de la cartografía tradicional.

La lectura inteligente de la bibliografía, juiciosa y dialogada, la hace no solo amable sino asequible a todo tipo de público por lo completa y estructurada, como un estado del arte amplio y serio sobre el conflicto, que incluye sus distintas dimensiones, sin excluir ninguna, lo cual permitirá seguirla alimentando con nuevas perspectivas y nuevos autores desde la ciencia política, la sociología, la filosofía, los estudios de paz, entre otros, sin que pierda su esencia.

Es evidente que el autor es un estudioso apasionado del conflicto colombiano, lo que se corrobora en sus líneas de investigación: la violencia política y las insurgencias en América Latina -con especial atención a los casos de Colombia y Perú-, la geopolítica crítica y los discursos en torno a la violencia y la seguridad en el continente latinoamericano, como lo referencia la Universidad Complutense de Madrid, donde es investigador posdoctoral del programa de excelencia "Atracción del Talento Investigador 2018", que cofinancia la Comunidad de Madrid.

Ríos propone una mirada distinta a la historia del conflicto armado en Colombia, no desde de la brevedad, sino desde la profundidad de identificar factores clave que invitan a indagar sobre dimensiones amplias e incluyentes, que faciliten no solo la lectura, sino una comprensión crítica y en contexto con los territorios y sus actores, desde la interdisciplinariedad y sus autores, que abre y amplía el debate a escenarios menos excluyentes y, por tanto, más participativos.