10.18601/16578651.n33.10

Elasticidad y moderación en las sociedades liberales

Javier Torres Velasco*

* Doctor en Ciencia Política, State University of New York (Estados Unidos). Director del doctorado en Estudios Políticos, Universidad Externado de Colombia (Colombia). Docente-investigador del Observatorio de Políticas, Ejecución y Resultados de la Administración Pública (OPERA), de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia (Colombia). [javier.torres@uexternado.edu.co]; [https://orcid.org/0000-0002-3589-0950].

Para citar esta reseña:

Torres Velasco, J. Reseña del libro [Francis Fukuyama Liberalism and its Discontents], Reseña del libro [Theodore Lowi The end of liberalism]. Opera, 33, 205-211. DOI: https://doi.org/10.18601/16578651.n33.10

Recibido: 13 de marzo de 2023 / Aceptado: 16 de marzo de 2023.


Francis Fukuyama es un intelectual que goza de gran reconocimiento en el mundo. Como científico político se ha interesado por el Estado y por los dos sistemas que lo limitan y controlan, la democracia y el liberalismo1. Su más reciente publicación, El liberalismo y sus desencantados (2022)2, se ocupa del liberalismo y de los grupos de izquierda y de derecha que, desde 1970, "las dos últimas generaciones", lo vienen rechazando. Tales manifestaciones se han acentuado en Estados Unidos desde la presidencia de Donald Trump (2017-2021), país que es objeto de sus principales preocupaciones3, aunque la emergencia de regímenes iliberales es un fenómeno que abarca a muchas otras naciones4.

I.

Fukuyama define el liberalismo clásico como un conjunto amplio de nociones sobre la política, las cuales se condensan en unos "principios de importancia fundacional: la igualdad de los derechos individuales, la ley y la libertad" (2022, p. vii). Dicha doctrina parte de la idea de autonomía individual, la cual se concreta en libertad para elegir, así como libertad de expresión, de asociación y de conciencia. La historia ha marcado el derrotero a través del cual se han realizado estos principios y la forma en que han sido codificados en sistemas legales que los hacen exigibles para todos.

Advierte el autor que liberalismo no es igual a democracia en tanto uno y otro concepto se basan en principios e instituciones diferentes. La democracia alude al gobierno popular, cuya forma institucional es el sistema electoral, las reglas de competencia partidista y la autorización a la población para ejercer el voto. En relación con la democracia, el liberalismo supone la instauración de normas que habilitan a los ciudadanos para controlar a los funcionarios elegidos, especialmente a quienes ocupan cargos ejecutivos, para evitar que estos se entrometan en los espacios reservados a la autonomía de las personas.

Sin embargo, tales controles se han venido debilitando en las democracias consolidadas. Advierte Fukuyama que "la erosión de las instituciones liberales facilita el ataque a la democracia", tal como se observa en la manipulación de las circunscripciones y de los registros electorales, o en el desconocimiento de los resultados de las votaciones por acusaciones de fraude, entre otras estratagemas utilizadas por los actuales regímenes populistas y autoritarios.

En consecuencia, el autor propone la defensa del liberalismo por razones prácticas, éticas y económicas. Lo primero, por cuanto el liberalismo ha sido una plataforma que impide la violencia al tiempo que cultiva la tolerancia, atributo esencial de los gobiernos en las sociedades diversas y pluralistas. La segunda, de carácter moral, consiste en la protección de la dignidad humana y la autonomía de las personas, ambas condiciones que garantizan la libertad para elegir. La tercera es una razón económica: al amparo liberal de los derechos de propiedad y de la libertad para transar se ha hecho posible el crecimiento y los beneficios colectivos que se derivan de allí.

II.

Sobre estas bases, Fukuyama aduce que el "descontento" de partidarios y voceros de la derecha y la izquierda se origina en la "exageración" de los postulados liberales (2022, pp. 17-140). Desde la derecha se llevó al extremo la noción de autonomía, en especial en lo concerniente a la libertad económica, con lo cual se instauró una forma de neoliberalismo que ha producido grandes desigualdades sociales. La desregulación del sector financiero y el libre comercio internacional, junto con el debilitamiento de los programas sociales a cargo del Estado partieron del supuesto de que las personas pueden gestionar autónomamente "su vida y su felicidad", aun si estas dependen de factores que están por fuera de su control. Por ello, afirma el autor, "la hostilidad neoliberal al gobierno es irracional". Al contrario, "los Estados liberales demandan un gobierno con la fortaleza suficiente para hacer cumplir las leyes y para instaurar un marco institucional básico que les permita prosperar a las personas" (p. 28).

Fukuyama considera que las teorías vigentes sobre el comportamiento humano están erradas, pues ubican a los individuos en un plano histórico nivelado que les permitiría interactuar como "maximizadores racionales de utilidad". En tal sentido, rechaza la tesis de la terra nullius propuesta por John Locke y continuada por la escuela institucionalista, o aquellas que hacen caso omiso de la desigual influencia de las grandes empresas y de los consumidores en el mercado. Tampoco se cumplen plenamente las teorías del orden espontáneo que resultaría de relaciones humanas libres, sin interferencia del Estado, tal como lo propuso la Escuela Austriaca (Ludwig von Mises y Friedrich Hayek), y han sido desarrolladas por las teorías de la complejidad. Tampoco considera aceptables las tesis sobre las relaciones principal-agente desarrolladas por Mancur Olson o la teoría de juegos en la medida en que consideran que los grupos se forman y cooperan movidos por el interés individual.

A pesar de las críticas mencionadas, el autor no descarta el interés individual como fuente motora de la conducta humana, pero estima que las teorías que surgen de allí son incompletas: "Las personas constantemente escogen entre el interés material egoísta y bienes intangibles como el respeto, el orgullo, los principios y la solidaridad en formas que los modelos de maximización de la utilidad no pueden explicar" (Fukuyama, 2022, p. 43).

Por su parte, la izquierda progresista tomó el principio de autonomía para interpretarlo como la existencia de modos de vida y de valores grupales que se resisten a aceptar las normas comunes vigentes. De tal modo, dicho principio alude a los grupos y no a los individuos, y la libertad se expresa como la elección de un marco moral y no de libertad para elegir dentro de un marco moral, como lo propone el liberalismo. Así, esta forma de "política basada en la identidad" (identity politics) habría conducido al debilitamiento de la premisa liberal de tolerancia, pues la tensión entre grupos con identidades separadas genera un riesgo permanente de violencia (Fukuyama, 2018)5.

Fukuyama emprende una discusión sobre los fundamentos filosóficos de la autonomía entendida como un imperativo moral. Sus reflexiones sobre el orden moderno desde Rousseau a Kant lo llevan a plantear la existencia de una "conciencia interior", un numen ajeno a los entornos culturales y a las leyes de la física. Así, la liberación de la conciencia conduce o bien a la defensa de un bien superior, como el de la vida en Hobbes, o a afirmar la supremacía de la justicia, tal como lo plantea John Rawls6.

Frente a estas tesis, el autor identifica varias "perspectivas extremas", surgidas de la teoría crítica, todas ellas orientadas a reemplazar el núcleo esencial del liberalismo por una "ideología alternativa iliberal"7. Emprende entonces el análisis de cinco fuentes de oposición a los principios del liberalismo: las restricciones estructurales a la libertad de elegir, los sesgos anticomunitarios del pensamiento occidental, la exclusión social inherente al contractualismo, la explotación y desigualdad social que trajo el neoliberalismo y los vicios de procedimiento democrático de pesos y contrapesos.

Todas ellas están erradas, según Fukuyama, puesto que ninguna invalida las premisas fundamentales del liberalismo. Así, las múltiples formas de vida comunitaria no contradicen la existencia de modos de asociación voluntaria. También es débil la acusación según la cual el individualismo es un producto europeo, pues la historia es rica en ejemplos de intervención estatal para instaurar formas impersonales de interacción social. Por su parte, considera que los límites del contractualismo o las consecuencias sociales negativas del neoliberalismo pueden ser remediados. Finalmente, defiende las instituciones y los procedimientos democráticos, no por su propensión a la "vetocracia" que impide el cambio, sino por su capacidad para controlar el abuso del poder.

El debate a la racionalidad, propuesto por la izquierda y adoptado por la derecha, combinado con las tecnologías modernas de comunicación, es motivo de preocupación adicional porque permite la instalación de regímenes de posverdad. Frente a los críticos de la racionalidad, Fukuyama afirma que vivimos en una época de crisis epistémica o cognitiva y de relativismo moral fundado en la idea de la "subjetividad esencial de todos los sistemas de valor" (2022, p. 86). Dicho relativismo se originó en las ideas de Ferdinand de Lasalle, y fueron transformadas por el pensamiento posmoderno de Lacan, Barthes, Derrida y Foucault.

Dicha escuela sostiene que la ciencia oculta relaciones de poder, así como la violencia que las acompaña. De ahí la negación de un núcleo moral humano común, tal como lo propone el liberalismo. En cambio, se afirma que existen identidades forjadas por la experiencia vivida de grupos marginalizados, cuyas historias se intersectan en esferas más amplias de prejuicio e injusticia. De acuerdo con esta tesis, el conocimiento no es otra cosa que el saber práctico, según la experiencia vivida de los grupos sociales. Fukuyama les concede valor a estas críticas, pero afirma que, si bien los investigadores exhiben sesgos y pueden sucumbir ante influencias e incentivos de grupos poderosos, ello no invalida el conocimiento científico. Por consiguiente, afirma, la racionalidad y la subjetividad no se excluyen mutuamente.

El liberalismo considera imperativa la protección de la privacidad y la libertad de expresión. Pero estas se encuentran amenazadas por prácticas restrictivas de la opinión por gobiernos autoritarios, por el control monopólico de los medios tradicionales de comunicación y por el enorme volumen de información ofrecida por internet, imprecisa y de calidad dudosa. Los riesgos son múltiples; el más significativo resulta de contraponer la privacidad a la transparencia, lo cual debilita la deliberación y la negociación propias de la democracia. En efecto, Fukuyama insiste en señalar que la democracia requiere el intercambio de opiniones razonadas y del cultivo de relaciones cívicas, más que la lucha abierta entre grupos opositores.

III.

El autor les presta especial atención a los debates que han polarizado la política de los Estados Unidos. Ante el reclamo de la derecha en el sentido de que el liberalismo opera en un "vacío espiritual" que niega los lazos comunitarios, religiosos y étnicos sobre los que se fundó la nación americana, Fukuyama responde que el liberalismo no puede ser sustituido por un "orden moral espeso" y divisivo, ni por un autoritarismo constitucional8, y menos por la imposición violenta o por la rebelión.

Por otra parte, Fukuyama considera que la izquierda estadounidense ha adoptado una agenda anarquista, no autoritaria. Esto por cuanto dicha tendencia aspira a instaurar reformas jurídicas a favor de los grupos basados en la identidad, un sistema económico de corte socialdemócrata y muestra cierta deferencia a favor de actores internacionales. El autor estima que la realización de tal agenda es improbable, sobre todo en lo tocante a la dimensión cultural de las reformas.

El problema nacional emerge con fortaleza en el libro de Fukuyama puesto que considera que, al privilegiar el universalismo, el liberalismo no ofrece una respuesta satisfactoria al debate sobre las bases constitutivas de la identidad nacional y las fuentes de legitimidad de la acción estatal. En realidad, el autor considera que las naciones "son construcciones sociales resultantes de luchas históricas que a menudo se han expresado como conquistas, violencia, asimilación forzada y la manipulación deliberada de símbolos culturales" (2022, p. 133).

De tal forma, no existen naciones fundadas en identidades claramente demarcadas y las vías de construcción nacional son variadas. Tampoco hay fórmulas que aseguren la unidad nacional. En efecto, sociedades constituidas por comunidades culturales diversas han ensayado fórmulas que promueven la descentralización, el traspaso de competencias constitucionales a las regiones (devolution) o el "consociacionalismo", con resultados mixtos.

En todo caso, el liberalismo se instauró para evitar las formas de "nacionalismo agresivo" y para impulsar la paz y la prosperidad. Pero el liberalismo no puede ser complaciente puesto que debe responder a expectativas populares crecientes. Sin embargo, la derecha y la izquierda coinciden en señalar que el Estado es incompetente, corrupto e ilegítimo. Los primeros porque consideran que las élites trabajan en la sombra para arrebatarles los derechos que les pertenecen. Los segundos porque consideran que el Estado ha sido capturado por las grandes empresas y por servicios de inteligencia que lo vigilan.

El problema central es la calidad del gobierno más que su tamaño o alcance. El Estado moderno debe contar "con los recursos materiales y humanos suficientes para proveer los servicios que requiere su población", y debe actuar de manera impersonal; debe contar con profesionales capaces y con un fuerte sentido de propósito público; debe tener capacidad distributiva y ofrecer amplios servicios de protección social, con base en unas finanzas públicas sostenibles. Por lo demás, los actos judiciales y administrativos no deben usurpar las competencias del legislador y deben estar en sintonía con la opinión pública para conservar su legitimidad.

El libro cierra con un catálogo de recomendaciones para fortalecer el liberalismo: profundizar la descentralización, proteger la libertad de expresión y la privacidad, priorizar los derechos individuales sobre los colectivos, valorar visiones distintas de la vida buena y, ante todo, actuar con moderación.

IV.

La riqueza y profundidad del libro de Francis Fukuyama son incuestionables, como lo es la precisión y la claridad de su escritura. Ocuparse de los embates al liberalismo en el último medio siglo tiene un valor especial, pues actualiza un viejo debate y pone de presente la vitalidad y elasticidad que le ha permitido subsistir como una doctrina válida para organizar la sociedad. La moral humanista, la paz y la prosperidad públicas son los baluartes desde los que realiza su defensa.

No cabe duda de que Fukuyama conoce las innumerables críticas al liberalismo en el siglo XX. Sin embargo, al reflexionar sobre el último medio siglo vale la pena recordar el libro de Theodore Lowi, The End of Liberalism (1969), publicado en 1969. En él, Lowi planteó la aparición de una nueva "filosofía pública", el liberalismo de los grupos de interés (interest group liberalism), en reemplazo de las distintas variedades de liberalismo y conservatismo de la primera mitad del siglo en los Estados Unidos.

La forma clásica que adoptó el debate liberal/conservador giró en torno a la naturaleza del Estado y a su expansión o contracción como formas para lograr el beneficio general (Lowi, p. 56). Pero este enfrentamiento perdió vigor en la medida en que ambas ideologías coincidieron en la necesidad de producir cambios sociales y que ellos se harían realidad mediante la institucionalización de la planeación. En este punto Lowi es ferozmente crítico, pues argumenta que dicho consenso habría favorecido una retórica vacía centrada en los procedimientos administrativos, la pericia técnica y el tráfico de influencias, mas no en la deliberación razonada entre partes opuestas, es decir, se optó por escenificar un debate sobre la equidad y no sobre la moralidad (p. 57).

En consecuencia, afirma Lowi:

La tendencia resultante es que las personas acepten las decisiones del gobierno solo porque son buenas […] El cinismo político y la desconfianza en el proceso político cotidiano están más extendidos que nunca. La filosofía pública emergente, el liberalismo de los grupos de interés, ha intentado resolver los problemas de la autoridad pública definiéndolos como irrelevantes. Así, la desmoralización se suma a la ilegitimidad. El liberalismo de los grupos de interés intenta ponerle fin a la crisis de autoridad pública al hacer caso omiso de la ley y al asignar el poder de hacer políticas públicas a grupos privados. Esta fórmula política se adapta mal a las circunstancias y exacerbará la crisis, aunque sus efectos de corto plazo se asemejen al consenso y la estabilidad. (pp. 57-58)

Como corolario puede afirmarse que, a mayor intervención gubernamental mayor propensión a la protesta social. Además, desde extremos opuestos hicieron su aparición movimientos y partidos igualmente distanciados del centro político, una señal temprana de polarización política contemporánea.

Encuentro que en el libro de Fukuyama reaparece el problema del pluralismo liberal, aunque, contrario a las previsiones de Lowi, hoy está teñido de luchas contra el Estado: se trataría del enfrentamiento de concepciones morales diferentes y de propuestas antiestatistas o anárquicas. Al reconocer el potencial violento y disruptivo de estos fenómenos, es posible que el llamado a la moderación no sea suficiente y que el liberalismo haya perdido su elasticidad para equilibrar la política9. De ahí las manifestaciones del populismo, la concentración del poder y el autoritarismo contemporáneos10.

Aunque el autor se muestra dispuesto a discutir la teoría crítica y las epistemologías discordantes, estrecha los márgenes que las habilitarían para hacer parte del consenso social.

Desde la perspectiva de la política práctica, la dependencia del centro político para sostener el liberalismo ante el asedio de los extremos parece precaria. La derecha le preocupa por sus manifestaciones y potencial de violencia, la izquierda por sus tendencias anarquistas y las consecuencias de desorden social.


NOTAS

1 Fukuyama discute el surgimiento del Estado, su naturaleza y las posibles causas de su marchitamiento en The origins of political order: from prehuman times to the French revolution (2011) y, tres años más tarde, en Political order and political decay: from industrial revolution to the globalization of democracy (2014). Estos libros han sido traducidos al español y aparecen publicados por varias casas editoriales.
2 Para este ensayo consulté la edición del libro en inglés (Fukuyama, 2022). Las traducciones del texto son mías.
3 Desde el punto de vista de la práctica política, a Fukuyama le preocupa más la tendencia estadounidense de derecha, pues hay "una mayoría sustancial de votantes conservadores", mientas que existe una centro-izquierda amplia y diversa y una extrema izquierda progresista que no domina el partido demócrata (Fukuyama, 2022, p. 128).
4 El autor ofrece opiniones sobre el orden político y la situación del liberalismo en más de cincuenta países de todos los continentes, sin duda un reflejo de sus amplísimos conocimientos. Solo hace referencia a Argentina, Brasil, México y Venezuela en Latinoamérica.
5 Los fundamentos de la "política basada en la identidad" se expresan en la necesidad de reconocimiento, el thymós aristotélico, "una pasión superior a las demás y que es capaz de arrebatar el buen juicio a las personas" (Ramos-Umaña, 2022, pp. 65-95).
6 Fukuyama rechaza la tesis de Rawls según la cual, las personas aceptan los principios de la posición original, una situación mediante la que los individuos pueden acordar las reglas justas que deben regir para su sociedad en razón del "velo de ignorancia", en la medida en que sobrestima la racionalidad humana y es empíricamente errónea (2022, p. 63).
7 El autor toma el libro de Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, publicado en 1964, como la obra fundacional de la teoría crítica y condena a los grupos de derecha e izquierda que eluden el estudio de la teoría crítica, la ignoran o la interpretan de forma sesgada.
8 La crítica de Fukuyama se dirige contra el profesor de Harvard Adrian Vermeule en su escrito "Beyond originalism" (2021).
9 Una dimensión interesante del problema consiste en averiguar qué amplitud puede tener el pluralismo para ser aceptable. ¿Qué fronteras han de delimitar los desacuerdos razonables en las sociedades liberales? Sobre el particular léase a Schaefer y Weston Siscoe (2020). El problema consiste en definir la naturaleza de la verdad y su compatibilidad con el liberalismo. Ver también Butler (2017, pp. 329-348).
10 El Estado no ejerce dominación, afirma M. Walzer; por ello, la única alternativa posible es organizar un bloque o sistema que permita la interacción de actores independientes por medio del argumento y la concesión, una expresión del más puro pluralismo liberal (2108, pp. 81-82).


REFERENCIAS

Butler, J. (2017). Finding space for the truth: Joshua Cohen on truth and public reason. Res Publica, 23 (3), 329-348.

Fukuyama, F. (2011). The origins of political order: From prehuman times to the French revolution. Farrar, Straus and Giroux.

Fukuyama, F. (2014). Political order and political decay: From industrial revolution to the globalization of democracy. Farrar, Straus and Giroux.

Fukuyama, F. (2018). Identity: The demand for dignity and the politics of resentment. Farrar, Straus and Giroux.

Fukuyama, F. (2022). Liberalism and its discontents. Farrar, Straus and Giroux.

Lowi, T. J. (1969). The End of Liberalism. W. W. Norton & Company Inc.

Ramos-Umaña, L. (2022). Filosofía del deseo 1: Aristóteles y el thymós. Tópicos (México), (62), 65-95. https://doi.org/10.21555/top.v62i0.1638.

Schaefer, A. y Weston Siscoe, R. (2020). Incoherent but reasonable: A defense of truth-abstinence in political liberalism. Social Theory and Practice, 46 (3) 10.5840/soctheorpract202071598.

Vermeule, A. (2021). "Beyond originalism". The Atlantic.

Walzer, M. (2018). A foreign policy for the left. Yale University Press.