La política de seguridad marítima del Estado chino y la zona gris en las disputas territoriales del mar de China Meridional: un enfoque geopolítico desde el realismo neoclásico

THE MARITIME SECURITY POLICY OF THE CHINESE STATE AND THE GRAY ZONE IN THE TERRITORIAL DISPUTES IN THE SOUTH CHINA SEA: A GEOPOLITICAL APPROACH FROM NEOCLASSICAL REALISM

Esteban Vidal Pérez*

* Doctor en Ciencias Políticas con Premio Extraordinario, Universidad del País Vasco (España). Universidad del País Vasco (España). [esteban.vidal@mail.ru]; [https://orcid.org/0000-0002-1877-1669].

Recibido: 21 de febrero de 2024 / Modificado: 2 de marzo de 2024 / Aceptado: 6 de marzo de 2024

Para citar este artículo: Vidal Pérez, E. (2024). La política de seguridad marítima del Estado chino y la zona gris en las disputas territoriales del mar de China Meridional: un enfoque geopolítico desde el realismo neoclásico. Opera, 35, 7-36. DOI: https://doi.org/10.18601/16578651.n35.02


Resumen

Este artículo tiene como objetivo analizar la relación entre la política de seguridad marítima de China y las disputas territoriales en la zona gris en el mar de China Meridional. El estudio examina esta relación a través de la estrategia y los medios de la política de seguridad marítima china con el objetivo de aclarar los factores que influyeron en esta para llevar sus disputas territoriales a la zona gris. El artículo argumenta que las rivalidades entre los países de la región, fomentadas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, operaron como presión externa sobre China. Además, los factores geopolíticos y la percepción de la élite gobernante china han contribuido a considerar la Unclos una amenaza para los intereses marítimos de China en el mar de China Meridional. En consecuencia, la política de seguridad marítima china busca cambiar el statu quo en la región para convertir a China en una potencia regional hegemónica con su esfera de influencia, al tiempo que evita una guerra abierta con sus vecinos y Estados Unidos.

Palabras clave: geopolítica; percepción; Unclos; potencia regional hegemónica; gran potencia.


Abstract

This paper aims to analyze the relationship between China's maritime security policy and territorial disputes in the gray zone in the South China Sea. The study examines this relationship through the strategy and means of Chinese maritime security policy, aiming to clarify the factors that influenced this policy to drag its territorial disputes into the gray zone. The article argues that the rivalries between countries in the region fostered by the United Nations Convention on the Law of the Sea (UNCLOS) operated as an external pressure on China. Furthermore, geopolitical factors and the perception of the Chinese ruling elite have contributed to considering the UNCLOS as a threat to China's maritime interests in the South China Sea. Consequently, the Chinese maritime security policy seeks to shift the status quo in the region to establish China as a hegemonic regional power with its sphere of influence while avoiding an open war with its neighbors and the US.

Key words: Geopolitics; perception; Unclos; hegemonic regional power; great power.


INTRODUCCIÓN

Sojuzgar al enemigo sin luchar es el verdadero pináculo de la excelencia.

Sun Tzu (2005, p. 38)

El concepto de zona gris surgió inicialmente, como otros tantos términos, en la comunidad de defensa norteamericana en 2010 (Department of Defense, 2010). El desarrollo de este término se ha producido de manera bastante desigual. Las primeras contribuciones han sido las realizadas en el ámbito militar, y han estado orientadas a la acción y no tanto a la definición del término (Barno y Bensahel, 2015; Kapusta, 2015; Oldham, 2015; Chambers, 2016; Votel et al., 2016). En el ámbito académico, sin embargo, se han hecho algunos aportes que han contribuido a una mayor conceptualización teórica (Hoffman, 2015; Mazarr, 2015; Brands, 2016; Echevarria, 2016; Baqués, 2017, 2021; Wirtz, 2017; Almäng, 2019; Belo y Carment, 2019; Dobbs et al., s.f.; Hicks et al., 2019; Morris et al., 2019; Eisenstadt, 2020; Jordán, 2021; Layton, 2021). Nada de esto ha estado exento de críticas al uso de este concepto en los estudios estratégicos (Jackson, 2017; Stoker y Whiteside, 2020; Libiseller y Mileski, 2021).

Tradicionalmente, el conflicto político se ha representado a través de la dicotomía de la paz (blanco) y de la guerra (negro), de modo que la zona gris constituye el espectro que separa a ambas. Es decir, se trata de una situación en la que las acciones coercitivas de actores tanto estatales como no estatales se desenvuelven por debajo del umbral que justificaría una respuesta militar convencional, todo ello con el objetivo de alterar el statu quo a largo plazo con la menor resistencia posible. Así, las operaciones en la zona gris se llevan a cabo a través del uso integrado e intencionado de múltiples instrumentos de poder, y se caracterizan por su implementación gradual, su ambigüedad y su persistencia a lo largo del tiempo. En suma, se trata de un tipo de escenario que, sin llegar a constituir una guerra abierta, no se corresponde con las prácticas internacionales en tiempo de paz basadas en el principio de buena fe.

La definición anterior constituye una referencia para constatar que las disputas territoriales que China mantiene en el mar de China Meridional se desenvuelven en la denominada zona gris, tal y como diferentes analistas señalan (Green et al., 2017; Bhatia, 2018; Layton, 2021; Chin-Kuei, 2022; Shinji et al., 2022; Yatsuzuka, 2023). Todo esto se concreta en las distintas líneas de acción estratégica que el Estado chino ha desarrollado en esta región. Estas líneas de acción se han manifestado a través de numerosos incidentes en los que China ha estado envuelta como, por ejemplo, la construcción de instalaciones militares en diferentes islas y arrecifes del sudeste asiático, el hostigamiento a barcos pesqueros de otros países, la explotación de los recursos marítimos en aguas de Estados vecinos, la coerción económica, etc. (Holmes y Yoshihara, 2017; Green et al., 2017, pp. 51-263; Bhatia, 2018). Se trata, entonces, de diferentes acciones coercitivas que se sitúan por debajo del umbral de la guerra abierta, y que persiguen afirmar la soberanía del Estado chino sobre los territorios que reclama en el mar de China Meridional.

Sin embargo, el objetivo de este artículo no es demostrar que China desarrolla acciones coercitivas en la zona gris en el sudeste asiático, algo que ya está probado, tal y como lo refleja la bibliografía citada, sino aclarar la relación entre la política de seguridad marítima del Estado chino y el desarrollo de los conflictos territoriales de esta región en la zona gris. Se pretende dilucidar esta relación a través del estudio de la estrategia y de los medios que definen la política de seguridad marítima china, para lo que se busca responder a la siguiente pregunta: ¿qué factores han influido en la configuración de la política de seguridad marítima del Estado chino para que este haya desarrollado sus disputas territoriales del mar de China Meridional en la zona gris?

La respuesta a la pregunta anterior es construida a partir del estudio de los factores geopolíticos que contribuyeron a definir la estrategia de seguridad marítima, y del análisis de los instrumentos que el Estado chino ha desarrollado para implementar dicha estrategia. El marco temporal de la investigación se extiende desde comienzos de la década de los noventa hasta principios del siglo XXI, lo que coincide con el periodo de formulación y desarrollo de la política de seguridad marítima china actual. El área geográfica del artículo abarca las aguas del mar de China Meridional, lo que incluye sus islas, arrecifes y atolones, a excepción de Taiwán.

La hipótesis que se persigue contrastar es que la entrada en vigor de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS - United Nations Convention on the Law of the Sea) fue percibida como una amenaza para los intereses territoriales del Estado chino en el mar de China Meridional, al haber sido utilizada por los Estados ribereños para avalar sus reivindicaciones territoriales. Esta presión del medio internacional se combinó con las condiciones geopolíticas de China que definieron la estrategia de su política de seguridad marítima y los instrumentos para su implementación. La consecuencia de esta presión exterior fue que tanto la estrategia como los medios de la política de seguridad marítima china desarrollaron las disputas territoriales en las aguas del sudeste asiático en la zona gris.

El marco teórico elegido es el realismo neoclásico, pues ofrece el sistema conceptual con el que analizar las interrelaciones que se dan entre las diferentes variables utilizadas, las cuales se ubican en distintos niveles de análisis. Asimismo, la geopolítica es empleada como instrumento de análisis en la medida en que el objeto de estudio tiene una dimensión espacial que afecta a la organización del espacio internacional y a la configuración territorial del Estado chino.

La metodología para contrastar la hipótesis consiste en un análisis diatópico que combina diferentes conjuntos espaciales y escalas geográficas, lo cual se corresponde, a su vez, con los distintos niveles de análisis que establece el marco teórico del realismo neoclásico. De esta forma, se tienen en cuenta los factores geopolíticos internos y externos que operan en los diferentes niveles de análisis para, así, esclarecer la relación entre la política de seguridad marítima china y las disputas territoriales en las aguas del sudeste asiático en la zona gris. Para esto se recurre tanto a fuentes primarias como secundarias. La bibliografía utilizada abarca monográficos e informes sobre la política de seguridad china en el mar de China Meridional, los documentos oficiales que reflejan la estrategia y los instrumentos de poder del Estado chino, las declaraciones oficiales de los líderes chinos, la legislación china que regula la gobernanza del mar, los tratados internacionales que forman parte del derecho del mar, además de diferentes monográficos y artículos académicos que abordan los desarrollos chinos en el ámbito marítimo. También son utilizados datos estadísticos sobre la economía y el comercio de China, el gasto en seguridad y su poder coercitivo.

La estructura del artículo es la siguiente: el primer apartado expone el marco teórico y las variables utilizadas. El siguiente está dedicado a explicar cómo es entendida y utilizada la geopolítica para analizar el objeto de estudio. El tercer apartado aborda las condiciones geopolíticas en función de las cuales China ha formulado su estrategia de seguridad marítima en el sudeste asiático. Finalmente, el cuarto apartado examina los instrumentos que el Estado chino ha desarrollado para implementar su estrategia de seguridad marítima, lo que se relaciona con las acciones en la zona gris en el mar de China Meridional.

LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD, EL PODER DEL ESTADO Y LAS PRESIONES SISTÉMICAS

El realismo neoclásico se caracteriza por asumir el marco conceptual definido por Kenneth Waltz (1959) con los tres niveles de análisis de la primera, segunda y tercera imagen, es decir, los niveles del individuo, del Estado y del sistema internacional. Al igual que Waltz (1979), el realismo neoclásico considera decisivo el nivel del sistema a la hora de explicar el comportamiento de los Estados en la esfera internacional. Sin embargo, las debilidades explicativas del neorrealismo favorecieron el nacimiento del realismo neoclásico (Rose, 1998), cuya particularidad radica en integrar en sus análisis factores que pertenecen a la primera y segunda imagen.

A diferencia del neorrealismo, el realismo neoclásico plantea el estudio de la interacción de los estímulos externos con las variables intervinientes de la primera y segunda imagen. Así, las variables intervinientes en el nivel doméstico filtran las variables sistémicas del entorno internacional. En cualquier caso, las variables del nivel del sistema son las que ocupan un papel dominante en sus análisis. De esta forma, los complejos procesos de la política doméstica operan como correa de transmisión de las fuerzas externas (Schweller, 2004a, p. 164). Debido a sus condiciones internas, los Estados reaccionan de manera diferente ante oportunidades y presiones sistémicas parecidas (Schweller, 2004b). Por esta razón puede decirse que, en última instancia, el comportamiento de los Estados es el resultado de una amalgama de los niveles sistémico, estatal e individual (Schmidt, 2005).

Los análisis del realismo neoclásico incluyen una gran variedad de diferentes variables intervinientes de la primera y segunda imagen (Ripsman et al., 2016, pp. 61-79; Götz, 2021). Así, respecto a la primera imagen cabe señalar que los autores del realismo neoclásico reconocen las críticas de la psicología cognitiva al neorrealismo, motivo por el que tienen en cuenta la variable de la percepción de la realidad de los estadistas (Jervis, 1976, pp. 28-31; McDermott, 2004, pp. 77-117; Wohlforth, 1993, pp. 2, 26-28; Ripsman et al., 2016, pp. 11, 20-21). Esta variable afecta al modo en el que los líderes de un país interpretan las presiones exteriores en relación con el interés nacional, pero también afecta a la forma en que entienden la distribución de poder a nivel internacional (Friedberg, 1988; Wohlforth, 1993; Taliaferro, 2004).

En esta investigación, la percepción de la realidad es la variable interviniente de la primera imagen utilizada para dilucidar el modo en el que los dirigentes chinos entendieron los efectos de la Unclos en sus reivindicaciones territoriales en el sudeste asiático. También es utilizada para aclarar la forma en que los estadistas chinos entienden el equilibrio de poder en esta región. Esta variable es importante pues afecta directamente la elaboración de la estrategia de seguridad marítima china, lo que repercute, a su vez, en los instrumentos para su posterior implementación.

Otra de las variables intervinientes que es contemplada en los análisis del realismo neoclásico es el poder del Estado. Esta variable consiste en la capacidad que el Estado tiene para extraer o movilizar los recursos disponibles en su territorio para convertirlos en poder militar. Si bien el poder del Estado se define en gran medida por los recursos que alberga su sociedad, lo decisivo en última instancia es la cantidad de fuerza armada que es capaz de reunir a través de la movilización y extracción de los recursos presentes en su territorio (Mastanduno et al., 1989; Zakaria, 2000; Taliaferro, 2009). En esta investigación, el poder del Estado chino es identificado con los instrumentos coercitivos con los que despliega su estrategia de seguridad marítima, lo que se relaciona con las condiciones socioeconómicas, administrativas y geopolíticas que hacen posible su desarrollo.

En el nivel de la tercera imagen, los factores que definen el sistema internacional y que juegan un papel relevante desde la perspectiva del realismo neoclásico son la anarquía internacional y el equilibrio de poder. Así, la anarquía internacional conlleva la ausencia de una autoridad central por encima de los Estados a la que estos puedan acudir en caso de necesidad, de forma que constituye un principio organizativo de las interacciones interestatales de acuerdo con la desigual distribución de capacidades internas de las unidades del sistema (Waltz, 1979, pp. 102-128; Buzan et al., 1993; Ripsman et al., 2016, pp. 34-38). Esta distribución desigual de capacidades es la que determina la posición que ocupa cada Estado en la estructura de poder resultante de las interacciones interestatales.

El equilibrio de poder, por su parte, es una consecuencia no intencionada del orden anárquico internacional, de manera que la distribución desigual de capacidades incentiva que los Estados se contrarresten mutuamente a través de la formación de alianzas y coaliciones para preservar su posición en la estructura de poder, e impedir así que alguno de ellos domine al resto (Waltz, 1979, p. 126). Los equilibrios de poder influyen también en la percepción de los Estados en el ámbito de la seguridad, lo que se refleja en los denominados dilemas de seguridad, que hacen referencia a aquellas situaciones en las que el aumento de la seguridad de un actor genera desconfianza en los demás actores que, de este modo, comienzan a temer por su propia seguridad, lo que los conduce a aumentar sus capacidades militares generando así un incremento de las tensiones internacionales (Jervis, 1976, pp. 58-113; Herz, 1950; Butterfield, 1951).

Las denominadas presiones sistémicas, que operan como variables explicativas de la política de seguridad que condujeron al Estado chino a desarrollar acciones en la zona gris, son identificadas en esta investigación con la aprobación y posterior entrada en vigor de la Unclos, y con el equilibrio de poder en la región del mar de China Meridional. El presente artículo analiza las interacciones que estas presiones externas desarrollaron con las variables intervinientes antes mencionadas para, así, explicar la estrategia y los instrumentos que configuraron la política de seguridad marítima china en las aguas del sudeste asiático. De esta manera se expone el modo en el que China ha afrontado su particular dilema de seguridad a la hora de conciliar sus aspiraciones internacionales a nivel regional y mundial con una política que evite intimidar a sus vecinos y provocar a Estados Unidos.

LA GEOPOLÍTICA

En primer lugar, es necesario referirse a la relación entre el paradigma realista y la geopolítica para aclarar el punto de vista aquí adoptado. En lo que a esto respecta destaca el hecho de que en el seno del realismo existen puntos de vista divergentes en torno a la geopolítica. Este es el caso de Hans Morgenthau que la considera una pseudociencia (1963, p. 216), mientras que otros autores, como John Mearsheimer (2014), la integran en sus análisis al tener en cuenta la ubicación geográfica del Estado en la proyección de su poder en determinadas regiones. Este punto de vista es compartido por los autores del realismo neoclásico (Meibauer et al. , 2021, pp. 210-213). Por tanto, los autores realistas tienden a concebir la geopolítica en términos sistémicos, mientras que en este estudio es concebida a todas las escalas, tanto en el ámbito internacional como en el doméstico (Giblin, 1985).

En otro lugar, es importante apuntar que existen notables divergencias entre los especialistas en relación con el objeto, el método y los fundamentos de la geopolítica (Cairo, 1993, p. 32; Dodds, 2005, pp. 27-34; Criekemans, 2022). Por esta razón, es necesario hablar de geopolíticas en plural al haber diferentes definiciones de este concepto (Mamadouh, 1998), las cuales obedecen a visiones del mundo divergentes (Dodds y Atkinson, 2003). En cualquier caso, la geopolítica se ocupa de estudiar las interacciones entre los fenómenos políticos y el medio geográfico, y cómo esto afecta a la organización del espacio (Kristof, 1960; Lacoste, 1985; Dalby, 2004, p. 234; Soja, 2022).

La geopolítica es entendida aquí en términos estratégicos al tener como fundamento la geografía, que es un saber estratégico (Lacoste, 1979). En la medida en que la atención se centra en la política de seguridad china, y más concretamente en la delimitación territorial del Estado chino, la geopolítica es entendida, también, como el estudio de las relaciones espaciales exteriores de los Estados en la organización del espacio internacional (East y Moodie, 1956, p. 23). En este sentido, es importante destacar que el espacio es considerado una construcción social que implica, contiene y disimula las relaciones sociales, además de reflejar las relaciones de poder al ser estas el resultado de superestructuras sociales como el Estado. De esta manera, el espacio es ordenado de acuerdo con los requerimientos específicos de estas estructuras (Lefebvre, 2013, pp. 139, 141). La geografía física, entonces, solo desempeña un papel condicionante al limitar las posibles configuraciones del espacio.

En esta investigación, la geopolítica es entendida como un conjunto de prácticas imbricadas en la guerra, en la política exterior e interior, y en la diplomacia que se manifiestan en el modo de organizar el espacio. Estas prácticas están conformadas por las decisiones de los estadistas en estos ámbitos, y reflejan los códigos geopolíticos imperantes en un determinado país. Estos códigos constituyen una forma particular de razonamiento basado en una serie de presuposiciones político-geográficas sobre la seguridad del Estado o de un grupo de Estados, así como sobre las potenciales amenazas y las posibles respuestas. Las élites estatales desarrollan estos códigos a través de su práctica geopolítica cotidiana en la ordenación del espacio. Así, cada país tiene sus propios códigos geopolíticos que están condicionados tanto por la posición geográfica que ocupa como por su posición en la estructura de poder internacional, todo lo cual también condiciona las escalas geográficas (local, regional y mundial) en las que opera (Taylor, 1988, pp. 22-23; 1990, p. 13; Cairo, 1993, pp. 40-42; Gaddis, 2005, p. ix; Rae, 2007, pp. 19-20; Flint y Taylor, 2018, pp. 51-52; Flint, 2022, pp. 50-54).

En el caso de China, las condiciones geopolíticas de este país abarcan, por un lado, factores del nivel de la unidad relativos al desarrollo socioeconómico interno del país, la posición geográfica que ocupa en relación con su participación en la economía mundial y la distribución geográfica de su población. Estos factores influyen en el alcance geográfico de su interés nacional, lo que repercute directamente en su política de seguridad marítima y, por tanto, en la organización del espacio, lo que permite aclarar sus disputas territoriales en las aguas del sudeste asiático. Por otro lado, las condiciones del entorno geopolítico más inmediato están relacionadas con el equilibrio de poder a nivel regional, pero también con la posición de China en la estructura de poder internacional. La conjunción de factores geopolíticos internos y externos está en el origen de los códigos geopolíticos de la élite dirigente china y, consecuentemente, en el modo en el que interpreta tanto las presiones sistémicas como el poder relativo de su país.

El análisis diatópico que aquí se plantea combina diferentes escalas y conjuntos espaciales que se superponen (Foucher, 1986, pp. 44-47). Los niveles de análisis utilizados se corresponden con los niveles de conceptualización que el realismo neoclásico establece con las interacciones entre la primera, segunda y tercera imagen; de esta manera, son examinadas las interrelaciones que existen entre estos niveles (Lacoste, 1985, p. 48). Los códigos geopolíticos corresponden a un nivel de análisis espacial de gran escala al centrarse en los individuos que conforman la élite china, al mismo tiempo que guardan correspondencia con el nivel de conceptualización de la primera imagen. Su análisis, como se ha indicado, se lleva a cabo en relación con los factores geopolíticos que condicionan su percepción de la realidad, lo que exige, asimismo, el recurso a otras escalas geográficas. Esto es lo que sucede con el nivel de análisis de la pequeña escala al ser el objeto de estudio la política de seguridad china en la región del mar de China Meridional, de forma que el conjunto espacial de referencia es tanto el Estado chino como esta región geográfica. Esta escala se combina, a su vez, con el análisis del sistema internacional para examinar el papel de la posición de China en la estructura de poder internacional en la configuración de su política de seguridad marítima. Ambos niveles de análisis espacial se corresponden con los niveles de conceptualización de la segunda y tercera imagen respectivamente.

LOS FACTORES GEOPOLÍTICOS

Los factores geopolíticos afectan la configuración de la estrategia que define la política de seguridad marítima del Estado chino en el mar de China Meridional. En este sentido condicionan la definición del interés nacional, y con ello también la definición de los objetivos políticos de China en el sudeste asiático.

Los factores geopolíticos internos incluyen el desarrollo socioeconómico de China y su participación en la economía global, la demanda de hidrocarburos y la distribución geográfica de su población. Mientras que los factores geopolíticos externos comprenden las interacciones estratégicas de China en el exterior. Estos factores son los relativos al sistema internacional, la posición de China en dicho sistema y los equilibrios de poder en el mar de China Meridional. Todos estos factores son analizados en el siguiente apartado para aclarar su influencia en la estrategia de seguridad marítima china.

Factores geopolíticos internos

Las reformas implementadas durante las décadas de los ochenta y noventa abrieron la economía china al mundo gracias a la adopción de elementos de libre mercado. Estas reformas sentaron las bases para que China desarrollara altas tasas de crecimiento económico en décadas sucesivas. Así, China recibió numerosas inversiones directas que transformaron su base productiva, lo que le permitió convertirse en una potencia manufacturera con una creciente participación en el comercio mundial (Tao, 2023, pp. 37-59).

Si bien es cierto que durante los últimos años del siglo XX China aumentó considerablemente su riqueza acumulada, no fue hasta su adhesión a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 cuando se produjo un punto de inflexión en la posterior evolución de su economía al comenzar a tener acceso a las cadenas globales de valor. Gracias a esto aumentó drásticamente el volumen de sus exportaciones y con ello también su participación en el comercio mundial con más de un 13% del total (Jorrín, 2021). China pasó de un producto interno bruto (PIB) de 1,33 billones de dólares en 2001 a acumular una riqueza de 4,57 billones en 2008, momento en el que estalló la crisis financiera mundial (Textor, 2022).

La transformación de la base productiva de la economía china estuvo acompañada del crecimiento de su flota mercante y, sobre todo, de su flota pesquera. El sector del transporte marítimo de mercancías pasó de contar con 1.547 buques en 1990 a 5.206 en 2017, además de haberse duplicado la capacidad de carga media (Ghiselli, 2021, p. 83). Mientras que la industria pesquera triplicó su volumen entre 2003 y 2008, hasta el punto de que en 2011 representaba aproximadamente el 10% del PIB (Zhou, 2013). Actualmente, China cuenta con la flota pesquera más grande del mundo, con unos 564.000 barcos, aunque se cree que la cantidad total es mayor (FAO, 2022).

La exportación de una cantidad creciente de bienes estuvo acompañada de un incremento notable de las importaciones, especialmente de materias primas, para abastecer a la pujante industria manufacturera china. Los hidrocarburos destacan de manera especial entre estas importaciones debido al aumento de la demanda energética del tejido industrial chino. Como consecuencia de esto, el mar de China Meridional ha adquirido una especial importancia en términos no solo económicos, sino estratégicos, para el mantenimiento de la estabilidad interna de China y el desarrollo de su economía. No hay que olvidar que el 79% de los hidrocarburos que China importa atraviesan esta región (Office of the Secretary of Defense, 2023, p. 160) (mapa 1).

Así pues, el desarrollo de la economía china ha conllevado la ampliación del alcance geográfico del interés nacional chino al expandirse más allá de sus fronteras y aumentar la influencia tanto sobre sus vecinos como sobre el resto del mundo. La nueva situación ha aumentado la dependencia china de las rutas comerciales marítimas que atraviesan el Índico y el mar de China Meridional, las cuales han adquirido una importancia estratégica para su seguridad nacional y su política exterior. Estas rutas desempeñan un papel crucial para el sostenimiento y desarrollo de la economía china, y por extensión también para su creciente poder militar de cara a ostentar en el futuro el estatus de gran potencia.

La importancia estratégica de las rutas marítimas comerciales que atraviesan el mar de China Meridional está relacionada, también, con las transformaciones que el crecimiento económico de este país ha producido en la distribución geográfica de la sociedad china. El desarrollo del tejido industrial impulsó el proceso de urbanización de la sociedad con el desplazamiento de gran parte de la población desde el interior del país a las ciudades industriales y portuarias de la costa (Zhibin y Anjiao, 2018). Actualmente, las provincias costeras concentran la mayor parte de la población, lo que ha dado origen a la línea Heihe-Tengchong que divide diagonalmente el país desde la ciudad de Heihe, en el noreste, hasta Tengchong en el suroeste. La mitad oriental concentra aproximadamente el 95% de la población, que se ubica en las provincias próximas al mar, en una extensión que representa el 43% del total del territorio chino, mientras que el 5% restante vive en la mitad occidental que representa el 57% del territorio (mapa 2).

La riqueza económica y la mayor parte de la población se concentran en las ciudades costeras, lo que tiene importantes implicaciones en el ámbito de la seguridad debido a su exposición a amenazas externas procedentes de las diferentes cadenas de islas que circundan la costa china. Por este motivo, distintos analistas chinos, como Lin Hongyu, Hu Bo, Huang Feilian o Wang Wenhua, entre otros, abogan por el establecimiento de un colchón de seguridad en los mares próximos (Yoshihara y Holmes, 2018, pp. 67-68, 84). Esto hace que el mar de China Meridional juegue un papel importante en términos de seguridad, pues el Estado chino persigue alejar de su costa cualquier posible amenaza procedente de las islas de esta región.

Por otro lado, se resalta la presencia de importantes yacimientos de petróleo y gas que se estima que el mar de China Meridional alberga en el subsuelo del fondo marino, lo cual hace que esta zona tenga especial interés para el Estado chino. Tal es así, que algunos analistas han llegado a afirmar que este mar tiene el potencial para convertirse en un segundo golfo Pérsico (Erickson y Goldstein, 2009), pues se estima que sus reservas de hidrocarburos ascienden a un valor total de no menos de 2,5 billones de dólares (Lieser, 2021). Este es otro factor más que convierte el control de este mar en un asunto de especial relevancia para China debido al crecimiento de su demanda de hidrocarburos durante los últimos años, pues le permitiría reducir su dependencia del petróleo procedente del golfo Pérsico. Todo esto contribuye a incrementar la presión geopolítica sobre esta área geográfica disputada (mapa 3).

Factores geopolíticos externos

El mar de China Meridional también es importante para los restantes países ribereños, lo que ha creado un entorno de seguridad sumamente complejo como consecuencia de las múltiples reivindicaciones territoriales que existen en esta región. China mantiene conflictos territoriales con Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei. En este sentido, la tensión y conflictividad que estas reivindicaciones llevan aparejadas tiene relación directa con el equilibrio de poder regional (mapa 4). En la medida en que China ha logrado incrementar sus ingresos también ha procedido a aumentar sus capacidades militares mediante la modernización de sus fuerzas armadas, especialmente de su armada. El resultado de esta dinámica ha sido una cada vez mayor asertividad china en la defensa de sus reivindicaciones territoriales, especialmente a partir de 2007, las cuales se extienden sobre la mayor parte del mar de China Meridional (Chubb, 2021).

Si bien es cierto que el aumento de las capacidades internas de China ha sido un factor importante en el desarrollo de operaciones dirigidas a controlar las aguas e islas del sudeste asiático (Friedberg, 2014), el hecho de que la élite dirigente de este país percibiese un descenso de su poder relativo en esta región es lo que a nivel inmediato impulsó su asertividad (Chubb, 2021, pp. 114-115). Esto último lo constatan los efectos de la crisis de 1995-1996 en la que China, con motivo de las primeras elecciones democráticas en Taiwán, realizó maniobras militares intimidatorias que encontraron una rápida y contundente respuesta de Estados Unidos que desplegó dos portaviones con sus respectivos grupos de combate en la zona. No solo quedó clara la desfavorable correlación de fuerzas para China, sino que sirvió de acicate para que los líderes chinos modernizasen su armada (Cole, 2016, p. 55). En la medida en que China ha logrado mejorar su poder naval, también ha incrementado la conflictividad y los constantes choques con los países vecinos.

Las rivalidades en el mar de China Meridional han contribuido a configurar la estrategia china en materia de seguridad marítima. Esta estrategia está unida a las pretensiones chinas de dotarse de una esfera de influencia propia con el objetivo de convertirse en potencia hegemónica en la región. A largo plazo esto significa no solo afirmar la soberanía del Estado chino sobre el mar de China Meridional a través del control efectivo del mismo y de las islas en disputa, sino también negarle a Estados Unidos el acceso a dicho espacio (Cole, 2003; Mearsheimer, 2014, pp. 368-380; Kaplan, 2017, pp. 279 y ss.). Respecto a esto último, China está en trance de convertirse en una potencia marítima con la construcción de una poderosa armada, todo ello para proteger las líneas de comunicación por las que transita su comercio y establecer una zona económica exclusiva prácticamente en la totalidad del mar de China Meridional (Nan, 2015; Yoshihara y Holmes, 2018; McDevitt, 2020).

La búsqueda del control del mar de China Meridional obedece a un enfoque estratégico de largo alcance esbozado en su momento por el almirante Liu Huaqing (2004), quien estableció el concepto de cadenas de islas (mapa 5). Este concepto hace referencia a una serie de líneas divisorias concéntricas que atraviesan diferentes archipiélagos en el Pacífico occidental. Estas líneas definen el ámbito de acción geográfico de las fuerzas navales chinas y conforman distintas áreas de defensa. De esta forma, el espacio que comprenden estas cadenas de islas constituye colchones de seguridad para impedir que sirvan como bases de ataque sobre el territorio chino, o bien como puntos de estrangulamiento con los que cortar la cadena de abastecimiento de China (Liang, 2011). Así, la primera cadena de islas comprende el mar de China Meridional, lo que convierte a esta región en un espacio cuyo control es prioritario a nivel inmediato como requisito necesario para que, posteriormente, el Estado chino proyecte su poder sobre la zona de la segunda cadena de islas.

La estrategia del Estado chino tiene, entonces, dos vertientes que están interrelacionadas pero que convergen en el objetivo último de que China alcance la hegemonía regional, lo que al mismo tiempo es un paso necesario para convertirse en una gran potencia. El logro de este objetivo requiere el control del mar de China Meridional. De esta forma, la estrategia china está dirigida, por un lado, a afirmar su soberanía sobre las islas que reclama en esta región, tal y como sucede con las islas Paracel y Spratly, además de diferentes atolones y arrecifes (Saunders, 2020). Y por otro lado busca denegar a Estados Unidos el acceso a la región, lo que ha conferido una especial importancia al programa de modernización de su fuerza naval. Todo esto es combinado con la acción diplomática por medio de iniciativas dirigidas a subvertir la red de alianzas que Estados Unidos tiene con los países de la región, y a ampliar al mismo tiempo su círculo de países amigos que respalden la posición de China en los foros internacionales (Khan, 2018, pp. 219-220; Ekman, 2022).

El entorno de seguridad de China resulta sumamente complejo para la realización exitosa de sus objetivos estratégicos. El Estado chino se encuentra en la difícil coyuntura de afirmar sus pretensiones hegemónicas en la región del mar de China Meridional, que están ligadas a sus aspiraciones internacionales de gran potencia, y al mismo tiempo evitar que sus vecinos se coaliguen junto a Estados Unidos para impedir su ascenso. China necesita, por tanto, conciliar sus aspiraciones internacionales a nivel regional y mundial con una política que evite el choque frontal con los países de su entorno y con Estados Unidos. La diplomacia juega un papel relevante en esta estrategia al ocultar las intenciones reales de China, además de servir para limitar las posibles resistencias mediante la mejora de las relaciones con sus vecinos. Igualmente, la política de seguridad china refleja ese difícil equilibrio entre la afirmación de sus reivindicaciones territoriales en la forma de una creciente asertividad, y la necesidad de estabilidad para evitar que sus planes se vean frustrados por una política de contención de los países vecinos.

Los países del sudeste asiático son sumamente sensibles a cualquier alteración en el equilibrio de poder en la región, lo que está ligado a sus manifiestas desconfianzas hacia el gigante chino debido tanto a los conflictos territoriales que mantienen con este, como al aumento de sus capacidades militares en las últimas décadas (The International Institute for Strategic Studies, 2023, p. 237). Esto tiene relación con la voluntad de los líderes chinos de convertir a su país en una potencia marítima y, así, dotarle de los instrumentos de poder necesarios para alcanzar la hegemonía regional (Hu, 2012; Tobin, 2018). Debido a todo esto, la línea de acción estratégica del Estado chino se ha desarrollado en la zona gris en el mar de China Meridional.

LOS INSTRUMENTOS DE PODER DEL ESTADO CHINO Y LA ZONA GRIS

En 1982 fue aprobada la Unclos de la que China fue uno de sus primeros signatarios. Sin embargo, esto no impidió que los líderes chinos mostrasen su disconformidad con algunos aspectos de la Convención, sobre todo en lo referido al principio de libre navegación. De hecho, la aprobación de la ley sobre el territorio marítimo y la zona contigua de la República Popular China en 1992 está en contradicción con algunos artículos de la Unclos (Hyun-Soo, 1994). La relevancia de esta ley radica en que definió las aguas territoriales chinas de forma expansiva al incluir diferentes áreas disputadas como Taiwán, las islas Senkaku/Diaoyu, Paracel y Spratly, además del atolón Macclesfield. De esta forma, China introdujo en su legislación nacional las reivindicaciones territoriales que ha mantenido sobre las islas del sudeste asiático, lo que ha tenido importantes implicaciones en el desarrollo de los instrumentos de poder dirigidos a hacer efectiva su soberanía y, por tanto, las líneas de acción que han dirigido su intervención en esta región.

China ha convertido los derechos territoriales que reclama en las aguas del sudeste asiático en un asunto de la política interna al haberlos incorporado a su legislación nacional, por lo que estos derechos no son considerados en modo alguno una cuestión internacional que deba resolverse con los restantes países de la región que también reivindican sus propios derechos territoriales. Debido a esto, el enfoque de China está orientado hacia la gobernanza del mar a través de sus propias leyes, lo que refleja su unilateralismo. China persigue la afirmación de su soberanía y el control del mar de China Meridional a través de la aplicación y supervisión del cumplimiento de sus medidas político-administrativas. Esto ha hecho que, junto al desarrollo de su legislación nacional en el ámbito marítimo para establecer una creciente regulación de las islas Paracel y Spratly y de sus aguas colindantes (Guifang, 2008), haya impulsado la creación de diferentes agencias dedicadas a hacer cumplir las leyes chinas del mar.

Tras la ratificación de la Unclos en 1996, China centró su política de seguridad marítima en afirmar su soberanía, derechos e intereses marítimos en el mar del sur, de forma que inicialmente la Unclos sirvió como cobertura legal. Sin embargo, China comenzó a ver en la Unclos una amenaza para su integridad territorial al comprobar que también avalaba las reivindicaciones territoriales de otros países (Lu, 1998, pp. 166-173; Chan, 2020a, p. 84). Esto se debe a que la Unclos, además de consagrar en el derecho positivo la ampliación de las aguas territoriales hasta las 12 millas náuticas, introdujo el concepto de zona económica exclusiva con el que habilitó a los Estados para la gestión de los recursos marítimos en el espacio comprendido dentro de las 200 millas náuticas desde la costa. Como consecuencia de esto, los Estados del sudeste asiático comenzaron a apropiarse los islotes y atolones del mar de China Meridional, y con ello a ampliar tanto sus aguas territoriales como a extender sus respectivas zonas económicas exclusivas. Por este motivo, la Unclos impulsó las rivalidades en el sudeste asiático, al mismo tiempo que fue un punto de inflexión en la evolución de la estrategia de seguridad marítima de China al contribuir a centrar la atención de este país en las disputas marítimas. Esto impulsó el desarrollo de mecanismos jurídicos y administrativos para establecer su jurisdicción en las aguas del mar de China Meridional.

La Unclos constituye una presión sistémica desde la perspectiva del realismo neoclásico debido a que creó las condiciones para que los distintos Estados del sudeste asiático compitiesen por el control de los atolones, islotes y bancos de arena del mar de China Meridional. La introducción del concepto de zona económica exclusiva fue una innovación en el derecho internacional del mar, y contribuyó de manera decisiva a impulsar estas rivalidades. El despliegue de las fuerzas navales y guardias costeras de los Estados ribereños, así como las iniciativas dirigidas a explotar los recursos marinos en la región, implicó en diferentes casos el control efectivo de las islas y de las aguas que las circundan. Todo esto se combinó, como en el caso de China, con la aprobación de legislación nacional que afirmaba las reivindicaciones territoriales en la región. De este modo, las presiones externas inducidas por la Unclos afectaron el comportamiento internacional de los Estados, y en el caso de China su política de seguridad marítima.

Sin embargo, la reacción china a la presión externa que representa la Unclos no puede entenderse sin tener en cuenta la percepción de la realidad de la élite dirigente china. En lo que a esto se refiere, los factores geopolíticos internos y externos son los que moldearon la percepción de los líderes chinos, y con ello la configuración de los códigos geopolíticos que han conferido a las aguas del mar de China Meridional una importancia estratégica. Las rutas de comercio marítimo que abastecen a China, especialmente con hidrocarburos, los recursos naturales presentes en estas aguas, y la concentración de población china en las provincias próximas a la costa han definido el interés nacional de este país y, por tanto, las presuposiciones político-geográficas que la élite china tiene sobre la seguridad del Estado. Todo esto se ha conjugado con la evolución de los equilibrios de poder regionales y mundiales durante la post-Guerra Fría, que han afianzado la percepción estratégica que los líderes chinos tienen del mar del sur. De esta forma, se explica que los dirigentes chinos concluyesen que la Unclos es una amenaza para sus intereses y seguridad al avalar las reivindicaciones territoriales de sus vecinos en las aguas del sudeste asiático. Consecuentemente, esto exigía una estrategia en su política de seguridad marítima dirigida a afirmar el poder y la presencia permanente china en la región para evitar el menoscabo de sus intereses y seguridad.

Como respuesta a las presiones externas generadas por la Unclos, y en un intento por afirmar su soberanía marítima, China tomó medidas concretas para formalizar sus derechos jurisdiccionales sobre el mar de China Meridional. Esto se evidenció en la aprobación de la ley de la zona económica exclusiva y la plataforma continental en 1998, seguida por la creación de una agencia de vigilancia costera en 1999 para supervisar el cumplimiento de la nueva ley. Esta agencia de vigilancia costera era dependiente de la Administración Oceánica del Estado, y operaba junto a otras agencias dedicadas a la supervisión y vigilancia marítima con competencias en diferentes ámbitos (Goldstein, 2010). Sin embargo, las fuertes disputas interdepartamentales y los problemas de coordinación condujeron a la disolución de estas agencias, las cuales fueron sustituidas en 2013 por la actual Guardia Costera de China que quedó bajo el mando de la Policía Armada Popular (Martinson, 2020).

La principal consecuencia de la ley de 1998 fue que China comenzó a patrullar sus aguas jurisdiccionales y a adoptar una defensa activa de sus aguas territoriales más allá de su litoral (Cole, 2003; Nan, 2009). Para esta labor fueron asignados unos fondos de 1.600 millones de dólares que se tradujeron en la construcción de diferentes patrulleras. La primera de estas embarcaciones fue entregada en 2004, a la que le siguieron seis más en 2005. El ritmo de puesta en funcionamiento de nuevas embarcaciones de patrullaje ha crecido desde entonces, hasta el punto de haber botado cerca de 160 barcos de estas características entre 2004 y 2020 (McDevitt, 2020, p. 48).

La importancia de la Guardia Costera china descansa tanto en las funciones que tiene asignadas, como en el número de barcos de los que dispone, las capacidades coercitivas que estos poseen, y su mayor autonomía gracias a la cual ha ampliado su ámbito geográfico de acción. De esta forma, las fuerzas de la Guardia Costera patrullan los confines del mar de China Meridional y disponen de la capacidad para afirmar la soberanía china sobre estas aguas. China emprendió este tipo de actividades de patrullaje en 2006. A partir de ese año, la agencia predecesora de la Guardia Costera lanzó su primer programa de patrullaje para la defensa de los derechos e intereses marítimos de China sobre las aguas que disputa a otros Estados. Inicialmente esto se produjo en el mar de China Oriental, pero el programa fue ampliado en 2007 para cubrir el mar de China Meridional con el desarrollo de acciones coercitivas.

A lo largo de los últimos años China ha fortalecido las capacidades de la Guardia Costera, cuyas embarcaciones son capaces de superar a los buques de guerra de los países rivales (Yoshihara y Holmes, 2018, p. 173). Así, en 2017 contaba con al menos 225 embarcaciones capaces de ser desplegadas en alta mar, además de 1.050 buques para el control de las aguas próximas a la costa, lo que supone un total de 1.275 barcos, es decir, más que el total de las guardias costeras de todos sus países vecinos (Morris, 2017). En la actualidad, esta cantidad de buques se ha estabilizado (Erickson, 2023). El desarrollo de la Guardia Costera china la ha convertido en un ejército que, si bien no alcanza las capacidades de la armada de este país, es capaz de vencer a las armadas de otros países vecinos.

El otro instrumento de poder del que dispone el Estado chino es la milicia marítima. En la medida en que China centró sus esfuerzos en desarrollar una economía marítima durante la década de los noventa, y que la gestión y explotación de los recursos marinos fue prioritaria, también estableció las bases para la formación de una potente milicia marítima gracias al crecimiento tanto de su flota pesquera como de su marina mercante. Ciertamente, esto se relaciona con el enfoque de extender la soberanía china sobre las aguas y los territorios del mar de China Meridional a través de instituciones internas para, así, establecer una gobernanza y gestión del mar de acuerdo con las leyes chinas. Esto es lo ocurrido con todas las actividades de explotación económica de los recursos marinos, pero también con el desarrollo de actividades científicas, todo lo cual ha servido para extender el control de China sobre esta región y preservar su interés nacional (Chan, 2020b). La milicia marítima se inscribe en el marco de esta economía marítima que el Estado chino ha impulsado y que cuenta con una dimensión securitaria.

En contraste con la Guardia Costera, la milicia marítima es una fuerza de barcos pesqueros privados apoyada por el gobierno y a las órdenes de la Comisión Militar Central. Aunque las embarcaciones de esta milicia no están armadas, suelen disponer de cañones de agua, reflectores, sirenas, humo, etc., mientras que sus características físicas les permiten embestir a otros barcos. Sus integrantes son trabajadores civiles de la industria marítima, generalmente pescadores, que conservan su empleo habitual pero que son organizados y entrenados a cambio de prestaciones y de ser movilizados en caso de necesidad. Junto a este personal también están antiguos miembros de las fuerzas armadas que, dada su experiencia, suelen ocupar puestos de mando. Se desconoce el tamaño de esta milicia, pero en los últimos años ha experimentado un notable crecimiento a expensas del ejército (Erickson y Kennedy, 2016). En cualquier caso, hay que constatar que China ha conseguido así convertir al conjunto de su flota pesquera en un instrumento de su poder marítimo, especialmente en lo que respecta a las disputas territoriales con sus vecinos y a la protección de sus intereses y derechos marítimos.

La milicia marítima desempeña tareas de seguridad que pueden ser de diferente tipo, desde logísticas hasta otras más avanzadas de apoyo a la armada, lo que puede incluir labores de minado, de bloqueo o de reconocimiento. Sin embargo, las funciones relacionadas con la protección de los derechos marítimos de China son especialmente relevantes, pues incluyen misiones dirigidas a mantener una presencia civil china constante en aguas e islas disputadas a otros países, y justificar así las actividades de la Guardia Costera para afirmar su control administrativo. En este sentido, la milicia constituye una fuerza auxiliar en la aplicación de la legislación china en el mar, y una fuerza de reserva para la armada (Kennedy y Erickson, 2017). También es movilizada para hostigar o expulsar a barcos civiles extranjeros, así como a aquellas embarcaciones que obstaculizan los programas de construcción de bases navales en las islas disputadas o la extracción de recursos marinos; igualmente, desempeña funciones de escolta. Además de todo lo anterior, la milicia se ocupa de labores de recolección de inteligencia. Todo esto permite a China ampliar el espectro de posibilidades para su política de seguridad marítima tanto en tiempos de paz como de guerra (Yoshihara y Holmes, 2018, p. 141).

El uso de los instrumentos de poder antes descritos ha conducido las disputas territoriales del mar de China Meridional a la llamada zona gris. En este sentido, la Guardia Costera y la milicia marítima responden a la estrategia marítima china de afirmar los derechos jurisdiccionales que el Estado chino reclama sobre los territorios de este mar, pero de una forma que no implica el inicio de un enfrentamiento abierto con los demás países ribereños, pues los niveles de coerción empleados no justifican una respuesta militar convencional por parte de estos, debido a la naturaleza de los instrumentos de poder empleados que sitúan a esta región en el espacio de la zona gris.

En el caso de la milicia marítima se trata de una fuerza civil que no utiliza armas, pero que emplea métodos agresivos y coercitivos (hostigamiento, bloqueos, etc.) a través de los que fuerza a los barcos de otros países, tanto privados como estatales, a retirarse de las aguas que China reivindica. De esta forma, el Estado chino evita recurrir a las armas al mismo tiempo que consigue el objetivo de mantener una presencia continuada en esta región. Esto demuestra el carácter estratégico de la flota pesquera china al estar al servicio de la política de seguridad marítima del Estado y de sus intereses marítimos. La milicia marítima constituye una dimensión de las operaciones que China desarrolla en la zona gris, tanto por su carácter civil y el tipo de funciones que desempeña, como por la ambigüedad que implica la utilización de unos niveles de violencia que no conducen a una guerra abierta y que son protagonizados por un actor no militar. Estos niveles de violencia son suficientes para que China ostente el control administrativo sobre los territorios en disputa y pueda así afirmar su soberanía de facto.

El uso de la Guardia Costera en labores de patrullaje en los territorios del mar del sur implica que China considera sus derechos e intereses marítimos en esta región un asunto exclusivamente interno, y que las operaciones que desarrolla solo atañan a la gobernanza del mar al supervisar el cumplimiento de la legislación nacional china. China no reconoce así la existencia de un conflicto internacional con otros países que también reclaman derechos territoriales en la región, y, consecuentemente, tampoco reconoce que esté compitiendo por territorio reclamado por otros Estados. De este modo, las acciones coercitivas son de carácter policial, dirigidas a afirmar los derechos jurisdiccionales de China y, por tanto, su soberanía. Esto significa que las intrusiones de barcos de otros Estados son contempladas por China como actos que infringen su soberanía y que violan su legislación nacional.

El carácter no militar de la Guardia Costera limita, por un lado, el nivel de violencia debido a sus capacidades, con lo que la fuerza empleada tiende a ser la mínima imprescindible para conseguir los objetivos de la política de seguridad marítima china. Pero, además de esto, limita la repercusión diplomática y política de sus acciones al ser una institución dedicada a los asuntos internos. En este sentido, el uso de la Guardia Costera mantiene un nivel de ambigüedad considerable en las acciones de China, al mismo tiempo que el grado de violencia no llega hasta el punto de desencadenar una guerra abierta.

Tanto la milicia marítima como la Guardia Costera, debido a su carácter no militar, permiten a China mantener un considerable nivel de presión en las aguas del sudeste asiático sin desencadenar una escalada que conduzca a una conflagración militar abierta con los países vecinos. Por esta misma razón, los incidentes protagonizados por estas fuerzas tienen un perfil bajo debido a que no son fácilmente internacionalizables, lo que permite limitar las posibilidades de crear un escenario fuera de control.1 En este sentido, también minimizan las posibilidades de un choque diplomático. En la medida en que China recurre a estos instrumentos de poder limita cualquier posible daño a su imagen internacional derivado del uso de su armada, pues el gran desequilibrio en la correlación de fuerzas entre la armada china y las armadas de los países vecinos permitiría presentar a este país como una potencia imperial.

Los instrumentos de poder de China en las aguas del sudeste asiático responden a un enfoque estratégico en el que la violencia es empleada de forma capilar. La milicia marítima es utilizada en numerosas ocasiones como la primera fuerza de choque contra barcos extranjeros, pero los niveles de violencia que emplea son bastante limitados al no estar armada y estar formada por una flota de barcos pesqueros. Cuando la milicia marítima no es suficiente para defender los derechos e intereses marítimos de China, la Guardia Costera constituye la segunda fuerza de choque que, debido a sus características, tiene la capacidad de someter tanto a barcos civiles extranjeros como de desafiar a los barcos militares y a las guardias costeras de otros países. De este modo, China es capaz de modular el nivel de tensión en torno a las disputas territoriales en el mar de China Meridional en función de la evolución del escenario estratégico. Si estos instrumentos no son suficientes, la armada opera como el último recurso (Yoshihara y Holmes, 2018, pp. 174-175, 177).

Las operaciones de China en la zona gris forman parte de su gran estrategia para convertirse en una potencia hegemónica a nivel regional y, de esta forma, alcanzar el estatus de gran potencia a nivel internacional. Las acciones de la milicia marítima y de la Guardia Costera implican cambios graduales y acumulativos para establecer el control administrativo de China en las aguas del sudeste asiático, y dotarse así de una esfera de influencia exclusiva en la región. Estos cambios constituyen pequeños avances dirigidos a cambiar el statu quo a largo plazo sin desatar para ello una guerra abierta con sus vecinos, pues esto arruinaría los objetivos últimos de la estrategia china. Todo esto se encuentra unido, a su vez, al desarrollo de las capacidades navales chinas para denegarle a Estados Unidos el acceso a la región, y, más concretamente, al espacio comprendido dentro de la primera cadena de islas para, posteriormente, proyectar su poder sobre la segunda cadena de islas.

CONCLUSIONES

Los factores geopolíticos internos y externos de China han jugado un papel importante en la configuración de la política de seguridad marítima de este país en relación con el mar de China Meridional. En cuanto a los factores geopolíticos internos se constata que la posición geográfica y el desarrollo económico de China han repercutido en la importancia estratégica de las aguas del sudeste asiático. Las rutas comerciales que atraviesan esta región, la concentración de la población china en las megalópolis costeras, y la presencia de importantes recursos energéticos en el subsuelo marino han condicionado la definición de la estrategia nacional de seguridad marítima china.

Los factores geopolíticos externos también han influido de manera notable en la política de seguridad marítima. El complejo entorno de seguridad de China, unido a sus aspiraciones internacionales, tanto a nivel regional como internacional, han condicionado considerablemente sus principales líneas de acción estratégica. En este sentido, puede decirse que el entorno regional constituye una presión externa para China al limitar las posibilidades para la consecución de sus objetivos políticos. Por esta razón, la estrategia china refleja en gran medida esa complejidad al buscar un equilibrio entre su objetivo de obtener una esfera de influencia propia en el extremo oriente, y evitar al mismo tiempo la confrontación directa con sus vecinos y con Estados Unidos. Todo esto ha incentivado que China haya llevado a la zona gris las disputas territoriales en el mar de China Meridional, pues supone una línea de acción que trata de minimizar el uso de la violencia en la consecución de sus objetivos. De este modo, China pretende conseguir de manera paulatina y gradual la alteración del statu quo en la región con la menor resistencia posible, lo que hasta ahora le ha permitido extender su control en esta zona sin llegar a desencadenar una guerra abierta con sus vecinos. Por esta razón, puede afirmarse que China aplica en el sudeste asiático el concepto estratégico de Sun Tzu de vencer sin luchar.

Junto a los factores geopolíticos está la percepción de la élite dirigente china y su interpretación de la Unclos como una amenaza para sus reivindicaciones territoriales en el mar de China Meridional. La Unclos operó como una presión externa al impulsar las rivalidades en esta región. Esta presión sistémica interactuó con los factores geopolíticos y la percepción de la realidad de los líderes chinos, todo lo cual tuvo como resultado la política de seguridad marítima que llevó las disputas territoriales en el mar de China Meridional a la zona gris. Asimismo, esta política de seguridad se concretó en el desarrollo de una legislación con la que China ha extendido su control administrativo en este mar, a pesar de que las leyes aprobadas contradicen las disposiciones recogidas en la Unclos. La Ley de 1998, por su parte, estableció los instrumentos con los que el Estado chino implementó la estrategia de la política de seguridad marítima en la zona gris.

Los instrumentos de poder de China reflejan el enfoque estratégico adoptado en las disputas territoriales de las aguas del sudeste asiático. Este enfoque ha implicado que estos conflictos sean considerados por China una cuestión interna relativa a la gobernanza marítima. Así, tanto la Guardia Costera como la milicia marítima se encargan de supervisar el cumplimiento de la legislación nacional china, y de afirmar la soberanía efectiva de este país sobre las aguas y los territorios que reclama. Estas dos instituciones han permitido al Estado chino modular los niveles de violencia utilizados, jugar con la ambigüedad que supone emplear este tipo de organizaciones no militares, y alterar paulatina y gradualmente el statu quo en la región con la progresiva consolidación de su control político-administrativo sin llegar a un enfrentamiento bélico con sus vecinos ni con Estados Unidos. Por esta razón, puede afirmarse que la estrategia de la política de seguridad marítima china de desarrollar los conflictos territoriales del mar de China Meridional en la zona gris es la respuesta al dilema de seguridad al que este país se enfrenta. Se trata de la forma en la que el Estado chino busca conciliar sus aspiraciones regionales y mundiales con una política que no intimide a sus vecinos ni provoque a Estados Unidos.

La política de seguridad marítima china en la zona gris persigue la consecución de pequeñas ganancias incrementales a largo plazo en el control del mar de China Meridional sin provocar para ello una guerra. Puede decirse que China intenta controlar así la región de una forma más o menos inadvertida para alcanzar la hegemonía regional. Sin embargo, este no es el objetivo último de China. El control de la primera cadena de islas tan solo es un paso previo necesario para lograr el estatus de gran potencia a nivel mundial. Por esta razón puede decirse que China, a través de su política de seguridad marítima, moldea la organización del espacio en las aguas del sudeste asiático y prepara las condiciones para denegarle a Estados Unidos el acceso a esta región. Todo esto plantea importantes dudas acerca de la viabilidad de esta política de seguridad, pues cada vez es más difícil para China evitar un conflicto abierto con sus vecinos y Estados Unidos para conseguir su fin último de ser una gran potencia. Esto último ha conducido a algunos analistas a plantear la llamada trampa de Tucídides y la posibilidad de una guerra mundial entre potencias nucleares (Allison, 2017; Brands y Beckley, 2022). Además de esto, la construcción de una esfera de influencia propia plantea importantes interrogantes acerca del alcance de las ambiciones chinas en el escenario internacional, a lo que se unen las nada tranquilizadoras declaraciones belicistas de los propios dirigentes chinos (Easton, 2022; Pottinger et al., 2022; Pomfret y Pottinger, 2023).


Nota

1 Otros autores, por el contrario, hacen una interpretación en sentido contrario al afirmar que este tipo de prácticas pueden inducir una escalada y conducir al desencadenamiento de una guerra abierta (Shuxian y Panter, 2021).


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