Resumen
En este artículo se asegura que, a pesar de que todo investigador desea que sus trabajos sean respetables y merecedores del título "científico", raros son aquellos que han asimilado con suficiente seriedad la epistemología en el turismo, y de estos la mayoría (si no todos) no se ha tomado la molestia de comprender los criterios que determinan lo que es ciencia y lo que no es ciencia (la demarcación científica). Sus "esfuerzos intelectuales" han quedado en pura palabrería, simulaciones, disimulos y hasta en galimatías.
La tesis que se defiende aquí es que no puede haber cientificidad en el discurso académico del turismo, si no hay un desarrollo intelectual, entre sus estudiosos, en cuanto a corpus teóricos, empíricos, metodológicos y hasta filosóficos; pero también si no se da un desarrollo moral, en lo referente a valores de honestidad, congruencia y objetividad tanto en sus prácticas educativas como en sus publicaciones.
Palabras clave: demarcación científica, cientificidad, ciencia, epistemología y conocimiento del turismo.
Abstract
This article says that although the researcher wants his work to be respectable and worthy of the title "scientific", rare are those who have treated seriously enough the epistemology in tourism, and of these the most (if not all) has not bothered to understand the criteria that determine what is science and what is not science (the scientific demarcation). His "intellectual efforts" have remained on only verbiage, simulations, dissimulations, and even in gibberish.
The thesis defended here is that there can not be science in the academic discourse of tourism, if there is not intellectual development among its students, in terms of corpus theoretical, empirical, methodological and even philosophical, but also if there is not a moral development, in terms of values of honesty, consistency and objectivity in its educational practices and in their publications.
Keywords: scientific demarcation, scientification, science, epistemology and knowledge of tourism.
Pensar es el trabajo más difícil que existe.
Quizá sea esta la razón por la que haya pocas personas que lo practiquen.
Henry Ford (1863-1947)
Introducción
En un ensayo elaborado por el que escribe, se argumenta cómo el conocimiento académico del turismo, por lo menos en América Latina, está muy lejos de alcanzar la cientificidad que pregona Jafar Jafari, jefe editor de la revista Annals of Tourism Research, en el trabajo titulado "The scientification of tourism" (2001). En aquel artículo (GÓMEZ NIEVES, 2010),1 se arguye que no se debe nombrar al saber como científico cuando no se demuestre la adopción de los principios básicos que distinguen a la ciencia, tales como: objetividad, rigurosidad en los análisis, coherencia teórico-metodo-lógica, crítica fundada, evidencia empírica (aunque se le estereotipe como positivista) o falseabilidad de los enunciados fácticos en el sentido "POPPERiano".2
En el estudio de Jafar Jafari, un influyente en el pensamiento de la academia internacional del turismo, se describen las cuatro plataformas por las que, Según él, ha transitado el conocimiento en turismo a lo largo de su historia: 1) optimista, 2) pesimista, 3) conciliadora y 4) científica. Si bien se admiten las tres primeras, se pone en tela de juicio la cuarta, debido a las razones que se exponen en las siguientes páginas.
Es claro que todo investigador desea que sus trabajos sean respetables y merecedores del título "científico"; sin embargo, raros son quienes han asimilado con suficiente seriedad la epistemología en el turismo, y de estos la mayoría (si no todos) no se ha tomado la molestia tanto de examinar en profundidad el concepto de la "cientificidad" como de comprender los criterios que determinan lo que es ciencia y lo que no es ciencia; es decir, "la demarcación científica". Sin duda que esta despreocupación explica el porqué algunos académicos se oponen de modo radical -sin prueba de por medio-, a tratar de relacionar la cientificidad con la razón y la objetividad.
Sus esfuerzos intelectuales han quedado en pura palabrería, simulaciones, disimulos y hasta en galimatías. Dada la nula o, en el mejor de los casos, una escasa comprensión de la epistemología (campo de estudio de la filosofía contemporánea) por los expertos de turismo, resulta positivo y desafante intentar captar la lógica del error para construir la lógica del descubrimiento de la verdad (en términos de GASTON BACHELARD).
De ahí que el presente escrito tenga como propósito principal seguir reflexionando y clarificando la demarcación entre ciencia y seudociencia, máxime cuando, en nuestro artículo, este problema se redujo a entender el significado de ciertos conceptos clave, como ciencia, científico y método científico (sin que esto carezca de importancia para distinguir sus diferentes significados), así como a proporcionar contra-ejemplos sobre la imaginada y deseada cientificidad del turismo en Latinoamérica.
Sería una falta de ética no extender esta discusión cuando continúan apareciendo libros y revistas especializadas que se auto-nombran como científicas, y más porque en los últimos años se han publicado textos y artículos relacionados con la epistemología del turismo, donde paradójicamente brillan por su ausencia los análisis críticos sobre la veracidad del conocimiento y lo peor es que sus autores ni siquiera se han tomado la molestia de comprender el problema de la cientificidad (véanse PANOSSO NETTO, 2008, y CASTILLO NECHAR, 2006).
Este ensayo es fruto de una amplia revisión documental -aunque como es lógico, inagotable- de libros, tesis y ensayos de carácter académico sobre el turismo; además de la lectura de una gran cantidad de textos sobre epistemología, pues me declaro un aprendiz y un autodidacta de la filosofía de la ciencia. Esta tarea se complementó con la experiencia obtenida por mis innumerables participaciones en conferencias y congresos, así como por las profundas conversaciones y discusiones con varios colegas. Dadas las particularidades que presentan las distintas disciplinas sociales y, más aun, el conocimiento del turismo, el carácter científico se define en función del cumplimiento de los principios básicos (o requerimientos) antes nombrados, tales como: objetividad, crítica, claridad y precisión en el discurso, evidencia de lo que se afirma, coherencia entre lo que se predica y la realidad, entre otros.
Si bien las reflexiones en este documento no se limitan a los aportes de Karl POPPER y Mario Bunge, no fue fácil desligarse de las propuestas epistemológicas de estos pensadores, pues se considera que el problema de la demarcación de la ciencia3 no se puede comprender plenamente sin considerar las filosofías del racionalismo crítico y del realismo de ambos autores, austriaco y argentino respectivamente. Sin embargo, hay que dejar de manifesto que en ningún momento se sigue estrictamente sus distintos planteamientos, pues en este escrito se rescatan también algunas ideas y criterios de otros grandes filósofos (como por ejemplo Imre Lakatos), válidos para juzgar un conocimiento científico.4 Si bien puede impugnarse el eclecticismo utilizado, soy un convencido de que parte de la honestidad intelectual consiste en probar lo que se afirma, aunque desgraciadamente muchos académicos se rehúsan a hacer esto en el medio del turismo.
Se deja constancia de que la tesis en contra de la cientificidad del saber turístico -por lo menos en América Latina-, y que fue defendida en un congreso internacional,5 provocó malestar en un miembro del auditorio, al refutar -sin argumentos- mi postura crítica. Aunque pensé admitir las objeciones si el oponente pudiese ofrecer pruebas del supuesto estatus científico del conocimiento en turismo, contin úo sosteniendo mi tesis, pues todavía desconozco una publicación seria donde se hayan mostrado razones epistemológicas como para considerarla inviable. No hay peor enfermedad que el que no sabe o es un intolerante hacia los principios que nos da la filosofía de la ciencia.
Se elucida que no es la intención del escrito hacer un cuestionamiento generalizado de este fenómeno social, ni tener una actitud despectiva hacia su estudio o sus contribuciones. Al contrario, lo que se pretende tanto al desentrañar confusiones y erróneas concepciones, como al desenmascarar esa falsa idea de hacer pasar por científico al conocimiento del turismo, es apoyar la educación universitaria en este campo con saberes objetivos o verdaderos, pues es indiscutible la importancia de estos -aunque no sean los únicos- en la formación de mejores profesionistas y ciudadanos. Se pregunta: ¿puede alguien con sólo conocimientos seudocientíficos promover cambio social, proponer modelos viables de desarrollo, conformar comunidades receptoras de viajeros más justas e igualitarias, o bien prevenir los daños potenciales del cambio climático? Lo más seguro es que no pueda.
Esta pretensión se considera osada, sobre todo para alguien que no es un filósofo; aun así se espera que con el trabajo de referencia se inicie una discusión epistemológica seria acerca del tema de la cientificidad, generalmente ignorado o mal comprendido en el campo del turismo. La tesis que se defende aquí es que no puede haber cientificidad en el discurso académico del turismo,6 si no hay un desarrollo intelectual, entre sus estudiosos, en cuanto a corpus teóricos, empíricos, metodológicos y hasta filosóficos; pero también si no se da un desarrollo moral en lo referente a valores de honestidad, congruencia y objetividad tanto en sus prácticas educativas como en sus publicaciones.
Conviene hacer explícito que, a pesar del aparente pesimismo del artículo, no se pierde el optimismo y la esperanza de que el día en que surja un liderazgo académico y exista mayor responsabilidad y ética de los turismólogos, se puedan consolidar científicamente el conocimiento y la investigación académica.
Ciertamente lo que se busca al testimoniar los errores y fallas, es sólo mostrar la serie de retos y desafíos a los que tendrán que enfrentar la educación superior y la investigación turística en el futuro. La finalidad de escribir sobre este tema es despertar una actitud crítica, no con el fin de atacar personas, organismos o al turismo en sí mismo, sino de poner en guardia a quienes trabajan con el saber en esta área y muy especialmente a los estudiantes, frente a quienes han tolerado e incluso fomentado este tipo de discursos falaces y erróneos.7
Así pues, el trabajo se encuentra estructurado en tres partes. En la primera, se examina el problema de la demarcación entre la ciencia y lo que no es ciencia. En la segunda, se analiza críticamente la relación entre ética y conocimiento en turismo. En la tercera y a manera de conclusión, se presentan grosso modo algunas sugerencias (no recetas) de cómo superar la proclividad a creer cualquier idea de moda o dicha por un gran intelectual, sin previa reflexión.
1. El problema de la demarcación entre la ciencia y lo que no es ciencia
En el artículo citado de Jafari (2001) se afirma que la idea de la cientificidad del conocimiento en turismo se debe principalmente al crecimiento que han tenido la investigación y los estudios de posgrado en este campo en muchas partes del mundo. Sin embargo, y pese a la relevancia de esto, en nuestro trabajo se rechaza esta idea equivocada porque se basa sólo en el punto de vista acumulativo.
Resulta demagógico pensar que sin haber mejorado la calidad de la educación y la investigación del turismo, se pueda lograr la invocada cientificidad. En ningún momento Jafari, en su escrito, reflexiona sobre lo que los filósofos llaman la demarcación de la ciencia; es decir, elucidar entre el conocimiento real del ficticio. Este autor usa la noción de la cientificidad en el sentido poco riguroso, al dar por sentada esta plataforma o fase como cierta y no hipotética. Tiene razón ALAN F. CHALMERS en que "Cuando a alguna afirmación, razonamiento o investigación se le denomina científico, se pretende dar a entender que tiene algún mérito o una clase especial de fiabilidad" (2000: 3).
No se puede asegurar la cientificidad del turismo sólo porque lo dice un afamado investigador o un reconocido organismo nacional o internacional. El valor intelectual de un discurso no depende de quién lo dice (el sujeto o la institución), sino de sus contribuciones al conocimiento científico (el contenido). En otras palabras, la legitimidad científica no depende de una autoridad ni de quién lo diga; y menos por las razones esgrimidas por Jafari, para quien es evidente que una postura científica depende de la ampliación de la oferta de estudios en el turismo -en la que destacan los programas doctorales- en bastantes universidades del mundo o al surgimiento de numerosas revistas internacionales especializadas (2001)8. Sin menoscabo de estos y otros esfuerzos, falta mucho por hacer para lograr la anhelada cientificidad, pues todavía nuestro corpus es bastante primitivo, rancio y sorprendentemente incauto, al mostrar enormes inconsistencias, incoherencias y contradicciones en su discurso.
Por ejemplo, hasta la "plataforma desfavorable" propuesta por este prestigioso antropólogo, no puede ser clasificada en este sentido por sus cuestionamientos a la actividad turística, nunca al conocimiento, pues todo saber que aspire a la verdad debe, Según el racionalismo crítico POPPERiano, examinar persistentemente sus errores mediante la infatigable crítica racional y la autocrítica (POPPER, 1967: 38).
Otro gran pensador, IMRE LAKATOS, apunta: "Muchos filósofos han intentado solucionar el problema de la demarcación en los términos siguientes: un enunciado constituye conocimiento si cree en él, con suficiente convicción, un número suficientemente elevado de personas. Pero la historia del pensamiento muestra que muchas personas han sido convencidos creyentes de nociones absurdas" (2007: 9).9
La perspectiva de la fabilidad del sistema turístico basado en la resolución de sus problemas prácticos, no debe ser un principio a seguir para determinar teorías auténticas. Los investigadores no pueden estar seguros de que los éxitos obtenidos en las circunstancias pasadas funcionen ad hoc en las realidades presentes o en situaciones futuras. Hay que rechazar este tipo de formulaciones tradicionales porque suponen la búsqueda de conocimiento que ha tenido aparentemente un éxito pragmático. Merecen citarse aquí las palabras del filósofo-político italiano Antonio Gramsci: "Creer que se puede hacer avanzar una investigación científica aplicándole un método tipo, elegido porque ha dado resultados en otra investigación, a la que se ha adaptado naturalmente, es una extraña alucinación que tiene muy poco que ver con la ciencia. Existen, sin embargo, criterios generales que puede decirse constituyen la conciencia crítica de todos los científicos, cualquiera que sea su especialización, y que deben estar siempre presentes espontáneamente en su labor" (citado en ROJAS SORIANO, 2001: 44).
Quien tome en serio la epistemología del turismo debe revisar objetiva y críticamente sus saberes. Nunca deberá tener un sentimiento completo de seguridad o certeza acerca de su verdad, ni cerrarse a la discusión crítica -el método más racional para la ciencia, Según POPPER- y a la reflexión sobre la evidencia empírica. En coincidencia con grandes filósofos, un conocimiento que no se confronte con los hechos o que no se pruebe -condiciones básicas del razonamiento científico-, lo más seguro es que sólo contenga sofismas, falacias o ilusiones (LAKATOS, 2007: 10).
En un hecho que, en gran medida, los conocimientos generados por la investigación turística son simplemente razonamientos subjetivos: opiniones y creencias, o bien, posibles soluciones (expectativas) a problemas concretos, por lo que tienen escaso interés teórico. Además, una parte de sus saberes tiene restricciones, mientras que la otra parte es muy discutible. Decía Sócrates que la sabiduría consiste en comprender sus límites y fallas. Cabría preguntarse: cuál es el sustento epistemológico para pensar en la cientificidad del turismo? Se debe recordar que hay un gran trecho entre las hipótesis que se pueden refutar o contrastar empíricamente y los enunciados del tipo "creo que..." o las suposiciones dogmáticas. Esto es, existe una marcada diferencia entre el deber ser y la realidad.
No ha habido responsabilidad y seriedad intelectual en el discurso académico del turismo, pues algunos de los que están escribiendo en la materia no se conducen de forma correcta ya que se observan ensayos obsoletos; otros carecen de importancia alguna para la producción científica, debido a la simpleza de sus análisis y a lo superficial de sus conclusiones. Por lo general, los trabajos repiten lo dicho por otros autores. Todo lo que dicen son cosas muy sabidas por cualquiera que esté al tanto del tema del turismo.10
Asimismo, existe irresponsabilidad en sus propuestas, pues son habitualmente acríticas o no presentan razones suficientemente convincentes cuando aseveran que el modelo de turismo está cambiando o dan la idea de que puede cambiar. Todo se queda en la mera retórica, como gran parte del discurso de la Organización Mundial de Turismo (OMT), por ejemplo: "El turismo y los viajes pueden liderar el cambio a una economía verde" (2009).
Para KARL POPPER, el teórico que se interesa por la verdad debe interesarse por la falsedad, pues descubrir que un enunciado es falso equivale a descubrir que su negación es verdadera. Por tanto, la refutación de una teoría posee siempre una importancia teórica; es decir, descubrir dónde falla una teoría suministra información teórica valiosa. Toda explicación que no se vea refutada será considerada como posiblemente verdadera, ya que no se ha demostrado su falsedad (2007: 30).
Evidentemente, una reflexión epistemológica, como la que se pretende, requiere de un gran esfuerzo intelectual. De igual modo, el develar engaños y fantasías demanda del investigador un pensamiento riguroso y disciplinado. El refutar todo aquello que se hace pasar como científico requiere, entre otras cualidades, que sea escéptico y atraído por la verdad. Es innegable que a los estudiosos pragmáticos estas exigencias les causen cierto desagrado y recelo puesto que, Según ellos, son superfuas, por lo que no vale la pena preocuparse. Aunque otros investigadores juzgan los temas filosóficos más favorablemente, creen que están más allá de su campo de acción.
El conocimiento para ser calificado como científico debe ser probado, aunque con esta postura se estará en contra de la idea de Imre Lakatos, quien señala que no es posible atenuar simplemente el ideal de verdad probada alcanzando el ideal de "verdad probable", como lo hacen ciertos empiristas lógicos, o el de "verdad por consenso", como lo hacen los sociólogos del conocimiento (2007: 17), entre los que destaca uno de los filósofos más consultados por los estudiosos sociales, THOMAS KUHN.
Conviene mencionar que aun cuando existen en la academia del turismo latinoamericana trabajos sustentados en el método científico que son interesantes y de buen contenido, otros, en una gran proporción, son más bien especulativos o intuitivos, ya que sus orientaciones no surgen de indagaciones precisas y concretas, ni sus inducciones emanan a partir de datos derivados del mundo real. Lo que predomina en ellos es, simple y llanamente, problemas de poca relevancia para el avance del conocimiento del turismo.
Veamos algunos comentarios críticos. Por ejemplo, sobre un libro titulado Filosofía del Turismo, donde su autor llega a evidenciar, al mismo tiempo que una arrogancia, una carencia en su formación científica y epistemológica. Las preguntas que se formula en uno de sus capítulos de esta obra: ¿qué es turismo? y ¿qué se considera como turista? (PANOSSO, 2008: 99-111), son banales para el conocimiento, no importando lo que se diga en descargo de que en la academia todavía no se tienen acuerdos sobre estos y otros términos. Hay que traer a la memoria que la academia del turismo lleva más de medio siglo de estar discutiendo esto y, aun más, que ni siquiera en las disciplinas sociales existe consenso en sus categorías principales de análisis; tal como sucede con la noción de cultura para la antropología.
Y no es que se esté en contra de intentar definir conceptos. Lo que está en entredicho son sus comprensiones insulsas basadas en la experiencia de los entrevistados en el momento de ser turista, como en debate también están sus supuestos hallazgos, por ejemplo: "...lo que sí sorprende son las respuestas que le dan un significado más profundo al turismo, como aquellas en las que se dice que el turismo es conocimiento e investigación..." (PANOSSO, 2008: 107). Con estos desencantados descubrimientos vislumbro difícil que la educación superior, la investigación y el saber del turismo en América Latina lleguen a tener la credibilidad académica y científica. PANOSSO Netto debería tomar más en serio lo que nos advierte el citado filósofo húngaro en que el distintivo del progreso científico no son las verificaciones triviales (LAKATOS, 2007: 15). La ciencia demanda metodologías rigurosas, pero también precisión en las categorías, conceptos o variables a manejar y en las posibles relaciones entre los fenómenos para poder analizarlas y verificarlas.
Ahora bien, ¿por qué nadie, hasta la fecha, ha puesto en evidencia la vaciedad de este texto y lo modesto de sus aportes al conocimiento científico, pese a que desde 2005 fue publicado originalmente en idioma portugués y tres años después fue traducido al castellano? Sin duda, y por más que se diga lo contrario, esto es una prueba más de lo que he venido insistiendo; que en la academia del turismo no existe una cultura de crítica. Si bien se sabe que no puede haber ciencia sin crítica, esto no hizo mella en la obra de PANOSSO Netto (2008: 35-76), pues en la revisión que efectúa acerca de las "teorías" en turismo, de autores como:JAFARI, FUSTER, LEIPER, BENI, SESSA, TRIBE, BOULLÓN, MOLINA, por citar algunos, no se atreve a cuestionarlas a pesar de la existencia de razones de peso, tales como: falta de rigor teórico y/o metodológico; confusiones y simplezas de las propuestas; contradicciones en los discursos con los principios de la ciencia; abuso de la expresión científica, al ser incorporada hasta tal punto en las obras de estos autores -igual que en el trabajo citado de JAFARI-, pero sin pensar en su significado filosófico.
Si la crítica de PANOSSO es escasa, la autocrítica es nula y en numerosos casos es coartada por el autoelogio y las falsas apariencias. Ni qué decir de la lectura de extractos de la obra de este filósofo brasileño, escritos por distintos "teóricos" del turismo: descubren una deshonestidad o abuso intelectual, o bien, una manifiesta incompetencia en materia epistemológica:
La teoría de sistemas aplicada al turismo es, en sí misma, una descripción de algo ideal que debería ser como la teoría lo prevé (ALEJANDRO PANOSSO NETTO).
...constituye un nuevo paradigma, categoría histórica emergente que altera ciertas consideraciones fundamentales del turismo originado anteriormente. Las tecnologías de alta eficiencia y los fenómenos sociales y culturales de la década de 1990 explican el desarrollo del posturismo en contraste con principios que alteran la continuidad de los tipos de turismo industrial (SERGIO MOLINA).
Por último, la "propuesta crítica, reflexiva y hermenéutica" para la "epistemología del turismo" (de CASTILLO NECHAR), en vez de difundir o divulgar el conocimiento, parece ser que sus intenciones son hacerlos más enredosos y oscuros. Seguramente que este académico mexicano podría haber construido o aportado más al corpus del turismo si se hubiese molestado en pensar y por consecuencia en escribir de forma clara y precisa, en lugar de imitar las retorcidas ideas de grandes pensadores sociales (todos estos pasajes y autores se retoman de PANOSSO, 2008: 35-76).
2. Ética y conocimiento en turismo
En este apartado lo que se pretende destacar es que existe un discurso dominante en el conocimiento del turismo, que condiciona en gran medida el pensamiento que se tiene sobre este fenómeno social. El saber mismo propone ciertos modos de observar, pensar e interpretar la realidad. "los ojos no leen, quien lee es nuestro cerebro, [que] está impregnado, a su vez, de nuestra cultura; por tanto, leemos desde la ideología (entendiendo por ésta, el conjunto de ideas previas, de prejuicios respecto a la realidad que nos impone nuestra cultura)", nos indica el escritor ANTONIO ALMANZA.11
El discurso en turismo ha determinado también el sistema educativo,12 a la vez que ha configurado las tareas de investigación, o sea, cualquiera que plantee los mismos problemas, metodologías y técnicas de estudio es lógico que deba aprehender el mundo social de igual modo. De ahí que sostenga que todo investigador que cuente con esquemas o visiones de interpretación similares, por ejemplo, énfasis en el desarrollismo, el economicismo y el comercialismo, hace que las propuestas o recomendaciones de acción sean siempre las mismas.
Hay que buscar hechos objetivos detrás de los buenos deseos o la sarta de mitos que aquejan al discurso en turismo; más aun porque en la academia es com ún que ciertos influyentes estudiosos inventen ficciones acerca de este fenómeno social, como sucede con ese imaginario que se llama "posturismo" (MOLINA, 2003). Me concibo como un escéptico con respecto a esta postura, pues el autor de la misma en ninguna parte de su obra ofrece hechos concretos que demuestren cómo el turismo tiende hacia ese estadio y cómo sus reflexiones pueden ser útiles para una mejor comprensión de este fenómeno social.
Si la ciencia habla de cosas posibles, entonces ¿cuáles son los hechos nuevos que ha predicho la supuesta teoría del posturismo o cuáles de ellos son realidades en Latinoamérica? y ¿cuáles se han quedado sólo como simples propuestas? Lo más probable es que no se tengan respuestas categóricas a los dos primeras interrogantes; entonces ¿por qué confar tanto en el conocimiento del turismo? La contestación que se podría dar a esta última pregunta, es que se debe: 1) a la costumbre o hábito; es decir, por estar condicionados a repetir lo que se ha venido haciendo tradicionalmente; y 2) porque los académicos del ramo son muy dados a "casarse" con las ideas de famosos pensadores y a aceptar acríticamente modas intelectuales.13
Decía uno de los más prestigiosos filósofos contemporáneos que para la plena comprensión racional de los problemas no se puede far de ninguna teoría que no ha sido demostrada o contrastada: "...debemos preferir la teoría mejor contrastada..." (POPPER, 2007: 38). En este mismo tenor, Imre Lakatos llegó a afirmar que "La fe a ciegas en una teoría no es una virtud intelectual sino un crimen intelectual" (2007: 10).
En efecto, por muy interesante que sea una teoría, requiere responderse satisfactoriamente, por ejemplo: ¿qué es lo que se debe apreciar de la propuesta por RICHARD BUTLER (1980) acerca de los "Ciclos de Vida de los Destinos Turísticos"? o ¿cuáles son los éxitos o los problemas resueltos por esta teoría? y ¿cuáles son sus fallos? No obstante que puede ser falsa, como toda teoría que no ha sido refutada, rara vez en el medio académico del turismo se evalúa el estado de su conocimiento, y casi nunca o nunca se ingenian circunstancias -contrastaciones rigurosas o situaciones cruciales- en las cuales es probable que falle una teoría, en el sentido del método crítico de POPPER.14
No parece una propuesta muy razonable el concluir un estudio sólo expresando: hay que "reconvertir el modelo turístico" para perfilar el destino como un centro cada vez más exclusivo y sofisticado, enfocado a un tipo de turismo más especializado y redituable. Es muy fácil decir esto, lo difícil es definir el ¿cómo? o cuál es el camino? Tampoco se observa por ningún lado cómo se podrían resolver los problemas sociales y ambientales con la "brillante" y trillada sugerencia de promover "nuevos turismos". Se pregunta ¿nuevos, para quién?, ¿nuevos el ecoturismo, el turismo de naturaleza, el turismo rural, el turismo de aventura, el agroturismo, el turismo de golf, el turismo de cruceros, el turismo gay, el turismo de negocios, etc.?
Se está de acuerdo en que la educación, pero no cualquiera sino la educación de calidad, es la clave para que países como el nuestro salgan del atraso socioeconómico, político y ambiental en que se encuentran. Para nadie es un secreto que todavía existen numerosos profesores que se la pasan entonando a sus discípulos esa terrible cantinela que exagera las bondades económicas del turismo. Una cosa es lo que se da en la realidad y otra, lo que se dice en los discursos ortodoxos. Valdría cuestionarse aquí: ¿qué tan fundamental es el conocimiento del turismo para propiciar el desarrollo de esta actividad?; o por el contrario, ¿nos estamos dejando engañar por una ilusión óptica?
Se puede asegurar que las contrariedades medulares por las que atraviesa el turismo, en parte, tienen su explicación en la ignorancia científica y epistemológica que muestran la mayoría de sus estudiosos, pero también en la irresponsabilidad ética de muchos de sus expertos, pues la imperfección del saber que utilizan y la ingenuidad como observan la realidad les impide elaborar estrategias alternas propias y factibles de desarrollo.
Por lo anterior, es importante y de gran responsabilidad el advertir al alumnado en general -y por qué no decirlo, hasta uno que otro inocente profesor y autoridad educativa- del lavado del cerebro que les induce inconscientemente el discurso turístico dominante -y que los priva de su libertad de pensar por sí mismos-, en vez de instruirlos mejor para la toma de decisiones en su ámbito profesional. Es primordial aceptar cómo, por lo menos en América Latina, cuantiosos estudios (sobre todo los oficialistas) no son otra cosa que la ideología al servicio de los privilegiados y del poder (evangelio capitalista), y que tienen como propósito imponer modelos turísticos, la mayoría de las veces en contra de la voluntad y de las culturas locales, creando necesidades artificiales y haciendo que las poblaciones locales se empeñen en satisfacerlas. Asimismo, es esencial que los estudiantes entiendan que gran parte del discurso, en especial el de las instituciones públicas, se orienta a alabar las maravillas y las bondades económicas que supuestamente el turismo conlleva en las comunidades receptoras y que hace creer a la gente en general y alguno que otro académico cándido en particular, que con el turismo estará viviendo en una especie de paraíso, sin tener la menor preocupación de lo que es una vida digna para los residentes.
Hay que admitir cómo numerosos académicos que escriben sobre turismo no son investigadores; posiblemente sean buenos maestros de escuela o buenos consultores, sin que con ello pretenda menospreciar la labor docente o la de asesoría, ya que la primera ocupación la ejerzo con mucha honra, mientras que la segunda, la respeto como profesión y -que quede claro- la he desempeñado, aunque en pocas ocasiones. Aprecio a los excelentes profesores -por supuesto, también los hay en la educación del turismo- que hacen pensar a sus estudiantes; aunque también cuestiono a aquellos que se sirven de su considerable autoridad docente (no moral) para estar engañando fácilmente a alumnos debido a su mediocre formación, su desinformación en temas turísticos o su analfabetismo científico.
El papel de la investigación en las universidades habitualmente se confunde con la tarea de la consultoría, aun cuando ambas trabajan con lógicas diferentes. La primera busca generar conocimientos verdaderos y demostrables, mientras la segunda intenta solucionar problemas técnicos, administrativos o sociales. Esto es, el objetivo primordial de la asesoría es cumplir una función terapéutica, no tanto la producción de saberes. Sin embargo, es una realidad que casi todos los estudios de este tipo, científicamente hablando, dejan mucho que desear y, dado su carácter confidencial, hacen que no sean puestos a discusión y que sus propuestas de acción sean indemostrables, contrario a los principios básicos de la ciencia.
El caso de los "acreditados" investigadores del turismo de la Universidad de Guadalajara (UdeG) en México, es otro testimonio de la falta de debate e incongruencia en nuestro campo académico. Hace unos años, AGUSTÍN DEL CASTILLO, un distinguido periodista sobre el medio ambiente, escribió en un diario de la localidad: "Cuando la UdeG pega, algunos cobran", donde sacaba a relucir cómo algunos estudiosos de esa institución habían dictaminado a favor de la construcción de obras en la costa jalisciense y después criticaron la propuesta del actual gobernador de construir más de 70 mil cuartos hoteleros en la bautizada Costa Alegre (equivalente a más de dos Cancún o tres Puertos Vallarta), localizada en ese estado del Pacífico mexicano. Hasta el momento, desconozco una respuesta pública de estos universitarios a los argumentos esgrimidos por el citado periodista.15
Conclusiones
¿Quién pondría su seguridad física, familiar y económica a expensas de aquellos que, si bien manejan una gran verbosidad y maravillosas ilusiones, no demuestran con hechos lo que afirman?; ¿quién arriesgaría su capital o todos sus ahorros con la asesoría de gente que descubre puras superficialidades y trivialidades? y ¿quién se atrevería a poner en manos de "analfabetas científicos" o de "antiintelectuales", los graves problemas a los que nos enfrentamos hoy en día los latinoamericanos? Dudo que haya alguien.
Es una realidad -ya dejando de hablar hipotéticamente- que en el medio académico del turismo, muchos de los investigadores no tienen la actitud científica por una sencilla razón: porque ni siquiera saben qué es esa cosa llamada ciencia ni cómo se produce. Por lo general, son demasiado pragmáticos, lo que provoca en que tampoco sean buenos pensadores, ya que pocas veces aspiran a utilizar las herramientas teóricas y metodológicas de las ciencias, debido a que consideran que caen fuera de su desempeño profesional. ¡Una deducción ridícula! Es obvio que rechazan los aportes de las disciplinas debido a que los desconocen o no los comprenden o porque les es más cómodo ignorarlos.
Es muy cierto que ha habido progresos en el conocimiento del turismo, dados los esfuerzos de algunos estudiosos -por lo general "lobos solitarios"-, principalmente extranjeros de países de primer mundo; pero también es verdad que todavía existe bastante por explicar y comprender, como la exclusión social, la pobreza y el caos urbano de los destinos. Incluso el tema de las implicaciones de las llamadas "segundas residencias", sobre la urbanización y la economía del turismo, ha sido pasado por alto, pues en América Latina -al igual que en otros lugares- se tiende a confundir la riqueza generada por la denominada "industria del turismo y de los viajes" (en término anglosajón), con la de la comercialización inmobiliaria. Chapala y Ajijic son dos centros de recreo y residenciales de lujo en la ribera del lago más grande de México, donde el turismo se mezcla con la vasta apropiación de espacios y la especulación inmobiliaria.16¿Qué se puede hacer con ese mundo híbrido (turismo-segundas residencias), el cual rara vez se ha observado científicamente?
Siendo honestos, la problemática educativa y científica en este campo ha demostrado que el camino seguido por los países latinoamericanos no es el adecuado, aun cuando uno que otro académico sostenga lo opuesto. Cabe subrayar que el fondo de la crisis de los países tercermundistas tiene que ver con la ciencia y el desarrollo tecnológico, y estos a su vez con la formación de talentos y la generación de conocimientos científicos, así como con la ética en las prácticas de indagación y de divulgación del saber.
La desatención por parte del gobierno mexicano a la apuesta por una educación de calidad como palanca de desarrollo, ha logrado que nuestra nación se mantenga en esa lista de países en vías de desarrollo. "No existe una política científica. México no cree en planes ni en políticas, sólo en la improvisación" (CINNA, 2004: 76). Para cuantiosos conciudadanos es vergonzoso reconocer que el país sigue estancado. Todavía no se ha aprendido que los países desarrollados son tales debido a que destinan fuertes presupuestos para la educación de su gente, así como para el desarrollo de su ciencia y tecnología.17
Así pues, los obstáculos a la tarea científica y los retos epistemológicos no deben ser indiferentes para quien se precia de ser investigador. A pesar de que el turismo es uno de los campos de las ciencias sociales menos estudiados y comprendidos, no se puede seguir creyendo que este fenómeno no sea objeto digno de indagarse científicamente; pero tampoco se tiene que continuar siendo fiel a la obediencia de patrones teóricos o empíricos, muchas veces fuera de nuestra realidad, pues gran parte de los modelos de turismo que se les enseñan a los alumnos en las universidades, están fuera de cualquier contexto nuestro. Se aclara que esto no significa que todo conocimiento transmitido a los estudiantes sea malo; empero, el cegarse a que se tendrán buenos resultados sólo porque en el exterior los obtuvieron, sería pensar de manera muy ingenua. El mantener esquemas extrapolados de otros países que responden a sus necesidades particulares, es un desperdicio de recursos en la investigación.
¿Cómo queremos que nuestros estudiantes adquieran esa capacidad crítica cuando, en las estructuras y el sistema educativo del turismo, lo que se promueve es aceptar con pasividad y conformismo las situaciones tal como están, en lugar de fomentar la argumentación a favor de una postura y tomar conciencia de ésta? Es triste observar cómo un gran número de investigadores y docentes en turismo no piensan o no quieren pensar, pues es com ún que acepten cualquier idea consultada, sin examinarla en profundidad, o también que formulen explicaciones ridículas a este fenómeno social.
¿Pero qué hacer para que educadores y educandos superen esa proclividad a creer, sin previa reflexión, cualquier idea de moda o surgida de la cabeza de un gran intelectual? Aunque pueda haber muchas recomendaciones al respecto, la respuesta concreta es que las instituciones de educación superior (IES) en turismo deben enfocarse a "Enseñar a pensar, leyendo", como muy atinadamente sugiere y practica con sus estudiantes de posgrado el filósofo LEAL CARRETERO (2002).
Se está convencido de que la capacidad crítica tiene que ser impulsada desde la educación, a través de promover principalmente hábitos hacia la buena lectura, aprendizajes de conocimientos abstractos (teóricos) y actitudes de pensamiento complejo. Sin embargo, esto implica romper con esa idea tan inveterada en nuestra academia, en cuanto a que el turismo debería ser investigado a partir de su propio conocimiento.
Una práctica muy enraizada en los campos educativo y de investigación turística, es consultar sólo bibliografía de lo que llamo "turismología". "Uno de los ejemplos de avances notables en términos de creación de asignaturas específicas en los programas de turismo en Brasil ha sido la inclusión, en algunos currículos, de la asignatura sistur [aunque el autor no aclara esta sigla, la interpreto como Sistema Turístico], que es fruto de la investigación eminentemente brasileña [SIC]. El autor, MARIO BENI (1977), se basa en la teoría de sistemas para retroalimentar el conocimiento en el área de turismo, y como asignatura en las Universidades ya es suministrada a partir de la visión del turismo" (SILVEIRA, 2007: 37).
Las dificultades de la educación turística superior en Latinoamérica como en otras latitudes, no tienen que ver con la enseñanza de esta mirada sistémica, sino con que no se instruyan distintas corrientes de pensamiento, o bien, que no se le hagan saber al alumno los alcances y limitaciones de cada una de ellas. Es válido mencionar cómo una gran cantidad de investigaciones, tesis y libros en turismo, hacen explícita su identificación con esta perspectiva de análisis organicista (teoría de sistemas), aunque la mayoría de las veces sus autores manifesten una idea vaga o un desconocimiento pleno sobre los supuestos epistemológicos en que se fundamenta.
De modo seguro, si se desea formar profesionistas que no se adhieran fácilmente a todo lo que establecen los modelos turísticos, urge eliminar ese virus que no nos deja en paz: "el parroquianismo" (en palabras antropológicas); esto es, querer leer sólo "conocimientos caseros", debido a que bastante de lo que se sabe acerca del turismo es paupérrimo, engañoso o falso, tal como se ha venido argumentando a lo largo de este documento.
Hay que reconocer que gran parte de los saberes que se transmiten en las ies en turismo, en vez de ayudar a los estudiantes a que se desarrollen plenamente, les paraliza su imaginación y les impide pensar por cuenta propia. De ahí que coincida con PAUL K. FEYERABEND en que: "...la gente debe recibir una educación que vaya más allá de los preceptos estériles o, (...) de aquellos que quieren reducirlos a ser un fiel reflejo de su miseria mental" (1989: 17).
Esta limitante intelectual que muestran los egresados y hasta docentes de las carreras universitarias de turismo, no les permite tener la capacidad de cuestionar los supuestos teóricos, los diseños metodológicos y las conclusiones o resultados de las investigaciones, como se hace en todas las ciencias.
Finalmente, permítaseme traer a la mente la lección que nos legó uno de los grandes filósofos del siglo XX, MARTÍN HEIDEGGER:
Lo que más merece pensarse en nuestro tiempo problemático es el hecho de que no pensamos (2005: 17).
Pie de página
1 En este mismo trabajo se analizan los problemas o malos hábitos académicos que exhiben casi siempre los investigadores en turismo y que están obstruyendo el avance científico: a) La poca claridad y precisión del discurso; b) Lo descriptivo y especulativo de los trabajos; c) El "casarse" con las ideas de famosos autores y el aceptar acríticamente modas intelectuales; d) El soslayar los aportes de las ciencias sociales y el utilizar disciplinas fragmentadas; e) El énfasis en la turismología; f) El desconocimiento de las controversias filosóficas; y g) Las imposturas intelectuales (Gómez Nieves, 2010).Bibliografía
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