DOI: http://dx.doi.org/10.18601/01207555.n15.15

Reseña

TURISMO Y CIUDADANÍA: DERECHOS, LIBERTADES Y RESPONSABILIDADES EN EL ORDEN GLOBAL1

TOURISM AND CITIZENSHIP: RIGHTS, FREEDOMS AND RESPONSIBILITIES IN THE GLOBAL ORDER. RAOUL BIANCHI & MARCUS L. STEPHENSON. ABINGDON: ROUTLEDGE, 2014. pp. 269.

Maximiliano Korstanje

Doctor Honoris Causa (Tourism) de la Universidad Skibbereen Turk and Caicos, Reino Unido. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo, Argentina y del Centro de Ciencias de la Administración Profesional (CENCAP), Argentina. [maxikorstanje@arnet.com.ar]

1 Fecha de recepción: 20 de agosto de 2014.


RAOUL BIANCHI & MARKUS STEPHENSON no necesitan presentación. Ambos son una referencia indiscutible en el campo de los estudios culturales del turismo y la globalización en habla inglesa. En su nuevo trabajo, Turismo y ciudadanía [Tourism & Citizenship] se discuten críticamente las falacias y contradicciones del discurso neoliberal respecto ala movilidad y el turismo como mecanismos promotores de paz y prosperidad. Los seis capítulos que forman este libro buscan hacer un análisis lúcido del mundo globalizado. En el momento en que miles de turistas se disponen a consumir las geografías de todo el mundo de acuerdo a su poder adquisitivo, miles deotras personas quedan inmovilizadas en sus respectivas sociedades de origen. ¿Hasta qué punto uno puede imaginarse que vive en un mundo más democrático?

El primer capítulo estudia el origen histórico del turismo como industria y su posterior funcionalidad respecto a las expansiones o pretensiones imperiales. En un mundo definido en dos polos bien diferentes, el turismo no solo ha redefinido los contornos de las lealtades nacionales, sino que ha determinado a los Estados nacionales como tales. Las asimetrías económicas producidas por el capitalismo fueron acentuadas por el estrepitoso crecimiento del turismo como industria líder en un mundo donde los servicios se constituyen como la forma de consumo vital que mueve las economías centrales. Si alguna lección se ha aprendido de los efectos de la globalización, ella sugiere que las promesas sobre el progreso eran simples ilusiones.

El trabajo que nos convoca intenta destruir el mito de que a mayor turismo, mayores son las posibilidades de democratizar a las sociedades. Existe una gran tensión generada por las fluctuaciones económicas que es caldo de cultivo para el terrorismo internacional. El grado de violencia que hoy amenaza alturismo, admiten BIANCHI Y STEPHENSON, parece ser consecuencia de una forma de crear inequidad, por ese motivo es necesario adoptar nuevas pautas de consumo en las cuales el otro no quede reducido a un simple commodity. Los ataques terroristas funcionan como recordatorios que nos alertan sobre la naturaleza política del turismo. Sin seguridad, como nos dicen los expertos, el turista no puede disfrutar de su estadía. Empero, ¿qué hay de los que no pueden acceder al turismo como bien de consumo?

La dependencia entre centro y periferia, que décadas anteriores estaba dada por el empréstito financiero, hoy pende del proceso de “securitización”. En la que puede ser una de las partes más lúcidas de este trabajo se establece un axioma por demás particular: lo político no solo permanece en el interior del ethos turístico, sino que la manera en que se viaja queda condicionada por las formas de acceder a las diferentes ciudadanías.

El segundo capítulo trabaja la configuración de la manera en que la élite ha creado y tergiversado las nuevas formas de “multiculturalismo” para aumentar su legitimidad y aceptación. Si se quiere, ha despertado una nueva conciencia en donde las fuerzas económicas que instalan la necesidad de viajar en el ciudadano operan por fuera de la soberanía del Estado nacional. Por el contrario, en el capítulo tercero los autores se detienen en el rol de facilitador que ha jugado el turismo respecto a la expansión de los imperios europeos. El “buen salvaje” del colonialismo europeo en el siglo XIX ha cambiado hacia un nuevo mensaje más seductor en el cual el turismo es presentado como un mecanismo que lleva paz y armonía por fuera de la acción estatal. Este proceso es acompañado por disciplinas como el marketing o el management, que permiten introducirle un valor a ciertos aspectos de la cultura mientras cubren otros.

Las contradicciones de la movilidad moderna son examinadas en el capítulo cuarto, y luego, en las secciones finales, se hace referencia al debate obligado de la seguridad después de una serie de atentados sobre los destinos turísticos, lo que ha generado una forma de miedo globalizado en la que prima, de un lado y del otro, el espíritu instrumental donde el otro queda sujeto a la más cínica explotación. En eso se parecen el terrorismo y el turismo.

Aun cuando el trabajo de referencia lleva lentamente al lector a profundizar en ciertas cuestiones que vinculan al terrorismo con el turismo, falla en dar una explicación histórica de la evolución de la convergencia que originalmente denuncia. El tema de la instrumentalización del vínculo es un criterio presente, pero no necesario. Ciertamente, se puede aducir que el terrorista y el turismo no sienten empatía real por el otro “explotado”, pero esa afirmación no es la condición causal que explica la necesidad de asesinar turistas para lograr objetivos políticos. ¿Por qué se presenta este error en dos académicos de esta talla? En parte ello sucede porque los autoresanteponen el caballo al carro, indagando las consecuencias del terrorismo e ignorando sus razones históricas o, mejor dicho, olvidan la conflictiva naturalización del sindicalismo americano (JOLL, 1979).

Nuestra tesis, por el contrario, apunta a que el turismo es una forma “inoculada o controlada” de terrorismo. Siguiendo la línea investigativa expresada en otros trabajos, sostenemos que el turismo es el terrorismo por otras vías. Bianchi y Stephenson ignoran que el ocio como construcción masificada, y con él el turismo, responde a formas disciplinadas conferidas por los dueños del capital para reducir las protestas sociales y sindicales entre los siglos XVIII y XIX, una historia que no nos han contado siguiendo a la bibliografía clásica.

Es importante comprender que el proceso de industrialización en Europa había generado una gran polarización y movilidad de centenares de campesinos que migraban desde sus comarcas hacia las grandes ciudades. Partiendo de la base de que sus condiciones de trabajo no eran muy buenas, muchos de ellos volvían a partir hacia nuevas tierras, paradójicamente exportadoras de los granos que los habían empobrecido. Estas, entre las que se destacaban Argentina, Estados Unidos y Australia, albergaron a miles de campesinos europeos que llegaron no solo para quedarse,sino con nuevas ideologías y formas de verlo político.

En Estados Unidos la producción industrial se llevaba a cabo gracias a una mano de obra totalmente pauperizada, cuyas condiciones de trabajo eran peores que las europeas. Los grupos anarquistas y socialistas extremos comenzaron a operar en forma clandestina atacando y perpetrando atentados contra jefes de policía, industriales y personajes ilustres. Sus objetivos eran claros a grandes rasgos: lograr un cambio en las condiciones de trabajo y producción de las fábricas. Al tildarlos y encarcelarlos como terroristas, el Estado movilizó todos sus recursos para controlar y expulsar a estos recién llegados “revoltosos” que amenazaban la integridad de la nación; empero, al mismo tiempo un grupo de ellos vio en la organización sindical un campo fértil para aplicar sus ideas de liberación e igualdad.

De esta forma, los incipientes sindicatos fueron organizados por grupos de ideología anarquista hasta conquistar no solo reconocimientos materiales, como un mejoramiento en los sueldos y menos horas de trabajo, sino otros culturales que fueron solidificando al turismo como institución. La formación sindical que el Estado le concedió a la fuerza trabajadora fue una medida disciplinaria destinada a “inocular” al terrorismo y tomar su ideología, pero despojándolo de sus efectos negativos en el sentido foucaultiano clásico.

A la vez que el turismo se transformó en un terrorismo mitigado, el Estado promulgó el estatus legal de aquella violencia primigenia: la huelga. Lo que la jurisprudencia fuera de sus fronteras llamó “ataque terrorista”, dentro recibió el nombre de huelga. Si prestamos atención a esta relación, veremos que ambas acciones comparten tres elementos comunes, tales como: a) el factor sorpresa, b) la extorsión y c) la necesidad de rehenes para negociar con un tercero más fuerte (Korstanje & Clayton, 2012; Korstanje, 2013; Skoll & Korstanje, 2013). Aquellos que han desembarcado en un aeropuerto en plena huelga seguramente comprenderán lo que afirmamos.

No menos cierto es el hecho de que una huelga exitosa debe ser sorpresiva para causarles el mayor daño posible al Gobierno y al empresariado, a la vez que antepone al consumidor como rehén. Por último, pero no por eso menos importante, tanto MOHAMED ATTA como quienes tripulaban los aviones que fueron estrellados contra Estados Unidos habían estudiado en importantes universidades occidentales. Siguiendo este mismo razonamiento, el especialista australiano LUKE HOWIE no se equivoca cuando afirma que una de las cuestiones que más nos aterra de los terroristas es su invisibilidad, ellos viven, se comportan y consumen como lo hacemos nosotros. Son nuestros vecinos y bien podrían serlo, pero tienen un plan que escapa a nuestro control como sociedad.


Bibliografía

Howie, l. (2011). They were created by Man and they have a plan: subjective and objective violence in Battlestar Galactica and the War on Terror. International Journal of Zizek Studies, 5(2), 1-23.

Joll, J. (1979). The anarchists. London: Methuen.

Korstanje, M. E., & Clayton, A. (2012).Tourism and terrorism: conflicts and commonalities. Worldwide Hospitality and Tourism Themes, 4(1), 8-25.

Korstanje, M. E. (2013). Preemption and terrorism. When the future governs. Cultura, 10(1),167-184.

Korstanje, M. E. (2013). Del patrimonio al terrorismo. Regular el turismo en una época de incertidumbre. Rosa Dos Ventos, 5(4), 655-658.

Skoll, G. R., & Korstanje, M. E. (2013). Constructing an American fear culture from red scares toterrorism. International Journal of Human Rights and Constitutional Studies, 1(4), 341-364.