DOI: https://doi.org/10.18601/01207555.n21.08

TURISMO Y POSCONFLICTO. UNA REFLEXIÓN A PARTIR DEL ESCENARIO DEL CAMINO A TEYUNA (CIUDAD PERDIDA)1

TOURISM AND POST-CONFLICT. A REFLECTION FROM THE CONTEXT OF THE PATH TO TEYUNA "CIUDAD PERDIDA"

Fernando Vega Osorio2
Máster en Planificación y Gestión del Turismo
Universidad Externado de Colombia
Colombia
[fernando_vegaosorio@yahoo.com]

2 Antropólogo de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia), máster en Ciencias Sociales por la Universidad de Chicago y doctor en Antropología por la Universidad de Chicago. Durante los últimos catorce años se ha dedicado a trabajos de investigación y preservación en el sitio arqueológico de Pueblito, en el PNN Tayrona y en el Parque Arqueológico de Teyuna-Ciudad Perdida. Es autor de la Guía a Teyuna-Ciudad Perdida, publicada por el ICANH. Desde 2010 es director del Programa de Patrimonio del Global Heritage Fund, mediante el cual se da apoyo al Instituto Colombiano de Antropología e Historia en el desarrollo de un plan de manejo para el Parque Teyuna-Ciudad Perdida y distintas actividades de investigación y conservación.

1 Fecha de recepción: 8 de julio de 2016
Fecha de modificación: 26 de septiembre de 2016
Fecha de aceptación: 1.° de noviembre de 2016

Para citar el artículo: Vega, F. (2017). Turismo y posconflicto. Una reflexión a partir del escenario del Camino a Teyuna (Ciudad perdida). Turismo y Sociedad, XXI, pp. 165-192.


Resumen

Las actuales apuestas gubernamentales y locales hacia el logro de un escenario de posconflicto han volcado el interés hacia el desarrollo del turismo en zonas que por años fueron escenarios de desplazamiento, combates, cultivos ilícitos, tráfico de drogas y control de territorios, lo que plantea la inquietud acerca de si realmente la actividad turística puede ser una vía o un instrumento que involucre a los actores que fueron o son parte del conflicto y los integre nuevamente a la sociedad, entendiendo que el desarrollo desde lo local "puede contribuir a reducir el riesgo de recurrencia de los conflictos abordando ciertos factores de riesgo como, por ejemplo, las desigualdades entre grupos que surgen al no tener el mismo acceso a las oportunidades económicas y a la distribución de recursos" (OIT, 2010, p. 48). Surge entonces la siguiente pregunta: ¿cómo el turismo aporta al reconocimiento social y económico de antiguos actores y víctimas de la guerra armada en Colombia, y en específico en la región de la Sierra Nevada de Santa Marta y el Camino a Teyuna (Ciudad Perdida)?

Palabras clave: Posconflicto, turismo, desarrollo local, sustentabilidad, reconciliación, reintegración, Teyuna, Ciudad Perdida.


Abstract

Current governmental and local efforts towards achieving a post-conflict scenario have created an interest in tourism development in areas formerly stricken by armed violence, internal displacement, illicit crops, drug traffic and territorial control. This raises the question whether tourist activity could be a way to get all the parties involved in the conflict to be integrated back into society, under the premise that local-level development "may help reduce the risk of conflict recurrence if it addresses certain risk factors such as inequalities of economic opportunities and distribution of resources" (ILO, 2010, p. 48). The question then arises: How does tourism contribute to social and economic recognition of the victims and the former parties involved in the war in Colombia, and specifically in the region of the Sierra Nevada de Santa Marta and the path to Teyuna archaeological park (Ciudad Perdida)?

Keywords: Post-conflict, tourism, local development, sustainability, reconciliation, reintegration, Teyuna, Lost City.


Introducción

Esta investigación busca identificar posibles alternativas para planificar el turismo en un escenario de posconflicto ligando los conceptos ética, sustentabilidad y desarrollo local o endógeno, teniendo una visión holística, integradora e interrelacional sobre el territorio turístico, en específico en el Camino a Teyuna (Ciudad Perdida), y siendo conscientes de que la ética podría ser una ética enfocada en lo creativo, encaminada a la reconstrucción de pensamientos hacia la valoración de la vida, así como de los sentimientos hacia la buena vida (Leff, 2006), representados en los relatos de vida que aquí se enseñan.

Así mismo, se expone un acercamiento hacia el desarrollo sustentable del turismo, el cual debe representar una relación entre las necesidades presentes y futuras, que en lo económico demanda una perspectiva a largo plazo y en el cual el crecimiento económico no es un fin en sí mismo (Tarlombani, 2009). Se entiende que el desarrollo desde lo local puede ayudar a reducir el riesgo de recurrencia de los conflictos si se atienden factores de riesgo que anteceden a los conflictos (o que los alimentan), tales como las desigualdades que se presentan entre grupos al no tener acceso a oportunidades económicas y a la distribución de recursos, así como la reducida participación y la alta polarización en la toma de decisiones y el creciente desempleo entre los jóvenes (OIT, 2010).

Para lograrlo, se apelará a varios apartados en los que se irán explorando elementos diversos. En la sección "Los retos del posconflicto" se busca dar una mirada a las apuestas que se impulsan desde el Gobierno nacional para convertirse en política pública. El acápite "La mirada desde el desarrollo local" permitirá conocer la relación entre el territorio y quienes lo ocupan. En el apartado "Desarrollo local, turismo y construcción de paz" se hace una apuesta correlacional que permite incluir la actividad turística como elemento conductor y reconciliador en los territorios. Posteriormente, en el acápite "Turismo, paz y reconciliación" se mencionan algunos esfuerzos institucionales que articulan estos conceptos. La sección titulada "Un acercamiento desde la antropología: su relación con el turismo y la ruta para la reintegración" tiene como fin entender cómo el turismo puede jugar un papel como método de reconocimiento social en el posconflicto. Por su parte, el apartado "Camino a Teyuna: territorio en medio del conflicto armado y social" brinda un ejemplo reciente de cómo el turismo ha logrado renacer en un territorio de posconflicto. Por último, se exponen algunos relatos de actores sobre el conflicto, el turismo y la reconciliación en el Camino a Teyuna.

La investigación se basa en la recopilación de documentos teóricos frente a la visión de instituciones gubernamentales, no gubernamentales, organizaciones del orden internacional y nacional sobre el papel de la actividad turística en territorios que han sido golpeados por hechos violentos, así como en territorios donde se han llevado a cabo procesos de reintegración, y que permiten tener una visión amplia acerca de las iniciativas estatales, su impacto y su pertinencia. Igualmente, considera un componente testimonial de personas que han vivido las diferentes etapas del conflicto y que actualmente están vinculadas a la actividad turística en un territorio marcado por la guerra, el narcotráfico y la desigualdad social.

La información presentada en este último componente fue obtenida en una salida de campo de seis (6) días al territorio que se investigó: Camino a Teyuna. Para ello se realizaron entrevistas a los principales actores, que dan testimonio de las bondades, problemáticas y otros factores que la actividad turística ha generado en territorios de posconflicto y que son materia de análisis en este artículo.

1. Los retos del posconflicto

Colombia se apresta a enfrentar un escenario de posconflicto en el cual el principal reto es la construcción de unas nuevas condiciones de convivencia para la sociedad. Afrontar ese gran reto es la meta principal del Gobierno del presidente Juan Manuel Santos (2014-2018) como resultado parcial o definitivo de las negociaciones que hoy en día se adelantan entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC en la mesa de negociación de La Habana, instalada en 2012, y que busca terminar con el conflicto armado que azota el país desde hace más de 50 años. Los esfuerzos hacia la búsqueda de la paz se enmarcan en la propuesta de la Organización de las Naciones Unidas en 1992, llamada "Agenda para la Paz", que propone a los gobiernos prestar atención a los conflictos generados en sus territorios o fuera de estos, con la finalidad de prevenirlos o darles solución, teniendo en cuenta tres definiciones: diplomacia preventiva, establecimiento de la paz y mantenimiento de la paz (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 1992).

En el Plan de Desarrollo del Gobierno colombiano para el período 2014-2018, se considera la posibilidad de la firma de un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y supone que este pacto no implicará automáticamente el fin de toda forma de violencia; al contrario, supondrá grandes retos para la reintegración de los excombatientes y la reparación de víctimas, así como para la creación de un escenario donde se busque deslegitimar la violencia y validar la democracia. Esto contribuirá a la conformación de estrategias que deben mover al país hacia un equilibrio correcto, en el cual se busque la resolución de conflictos sin el uso de la violencia (Departamento Nacional de Planeación [DNP], 2015).

Considerar el término posconflicto como una posibilidad, una opción o un objetivo -sea cual sea el avance hoy en día en las mesas de negociación- concuerda con el discurso internacional propuesto por la ONU (1992). Esta opción -voluntaria o no- se considera como un posible escenario en el cual nuestra sociedad sugiere repensar su forma de actuar con el fin de evitar repetir hechos violentos. Esto involucra cambios en los ámbitos educativo, social, político, económico, de territorios y de inclusión social, y este último es un punto muy sensible en los procesos de reconciliación que un escenario de posconflicto propone.

Haciendo referencia a la construcción del posconflicto en Colombia, como lo denomina Miguel Eduardo Cárdenas (2003), se debe hacer hincapié en:

[…] la necesidad de perseverar en una idea arraigada en amplios sectores de la opinión pública nacional e internacional acerca de cómo dar curso a un nuevo proceso de negociación que reconozca las causas objetivas y subjetivas del conflicto; que no se autoengañe con la idea de la derrota del enemigo y que abra la posibilidad de ofrecer una solución -en términos de proyecto de vida- no solo a unos tantos miles de insurrectos levantados en armas, sino al conjunto de la población colombiana, población que hoy sufre las consecuencias de este conflicto, cuyas raíces se hunden en el problema agrario y en la exclusión política que ha conllevado el uso de la violencia desde arriba, a partir de la década de los veinte del siglo pasado. (Cárdenas, 2003, p.13).

El turismo podría jugar un papel importante en la opción de llegar a un escenario de posconflicto, puesto que esta actividad, considerándola en un marco de sostenibilidad, persigue por igual la viabilidad económica de las empresas, la plena realización del talento humano que esta emplea, el bienestar de la población anfitriona, la valoración de su identidad cultural y la preservación de los ecosistemas (Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2006). La Organización Mundial de Turismo [OMT], mediante el Código Global de Ética del Turismo, destaca que la implementación de la actividad turística o del turismo, cuando se practica con una apertura de espíritu necesaria, es un factor que promueve e impulsa los procesos de autoeducación, tolerancia entre comunidades receptoras y emisoras, y el continuo aprendizaje de las legítimas diferencias entre pueblos y culturas y de su diversidad (Organización Mundial del Turismo [OMT], 2001), instrumentos básicos en un escenario posbélico.

Por otra parte, es necesario referirse a los procesos de reintegración social y económica de excombatientes de grupos armados al margen de la ley que se adelantan en Colombia y que llevan a tener en cuenta enfoques caracterizados por el desarrollo de estrategias aplicadas a cada persona o grupo de individuos en los que se desarrollan sus capacidades y aptitudes necesarias para la interacción en la sociedad. También dirigen a considerar otros enfoques encauzados en la "necesidad de crear espacios de comunicación entre comunidades receptoras y desmovilizados que faciliten su adaptación a la vida social y civil mediante estrategias de convivencia, construcción ciudadana, reconciliación y reactivación socioeconómica de las comunidades afectadas por la violencia" (DNP, 2008, p. 6).

Estos espacios y estrategias buscan lograr el desarrollo o mejoramiento de políticas públicas que traten estos enfoques y que contribuyan a que el Estado se comprometa al cierre de brechas en aspectos como la igualdad, la justicia, la equidad, el desarrollo económico, la superación de la pobreza, el acceso a derechos fundamentales de los ciudadanos, la solidez institucional y la seguridad, entre otros, que se constituyen en factores de éxito o fracaso en procesos de reintegración social y económica de personas alzadas en armas. Así mismo, cabe resaltar que Colombia ha vivido un proceso de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) sin que haya cesado el conflicto, lo cual hace que programas que buscan la reintegración social y económica deban desarrollarse en un contexto tenso y difícil en el que quien abandona el grupo armado ilegal se enfrenta a situaciones sociales desfavorables, como desempleo, pobreza, la cultura del inmediatismo económico, desigualdad social, delincuencia, entre otras, y que pueden jugar un papel adverso en el proceso de reinserción (Mejía, 2014).

La lucha del Estado contra la ilegitimidad constituye también un reto en los proyectos y procesos de reintegración y reconocimiento de víctimas, puesto que hablar de legitimidad en un territorio donde varios actores forman parte de un conflicto resulta en una multiplicidad de conceptos y visiones que podrían parecer acertados según el punto de vista que se tenga y las experiencias vividas. Es apropiado entonces referirse a Ingrid Bolívar (2006) y a María Clara Torres (2006) (citadas por González y Launay-Gama, 2010), para quienes "la legitimidad se desprende de cuestiones prácticas y muy especialmente de la efectividad o utilidad que una particular forma de acción tenga para resolver preocupaciones o problemas específicos entre actores concretos" (González y Launay-Gama, 2010).

Esto puede entenderse como un ideal frente a la actividad turística, vista como un instrumento que contribuye a procesos de reconciliación, siempre y cuando se acompañe de políticas claras y consecuentes en la búsqueda de la paz, en lo posible construidas con base en las necesidades de cada territorio.

En materia turística, este escenario de posconflicto se convierte entonces en uno de los pilares de la política pública de este sector y que es detallado por el Gobierno nacional en la propuesta para el Plan Sectorial de Turismo 2014-2018, que tiene como lema "Turismo: herramienta de apoyo para la construcción de la paz en Colombia". En este documento se manifiesta la importancia que este sector tiene actualmente, así como las oportunidades que se han venido detectando en esta materia mediante la participación propositiva en los "Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial" que promueven las conversaciones adelantadas entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC en La Habana (Cuba). Para ello, se han logrado identificar territorios que promueven la relación de turismo y paz, entre ellos el Camino a Teyuna (Ciudad Perdida) en la Sierra Nevada de Santa Marta, departamento de Magdalena (MinCIT y DNP, 2014).

En virtud de lo anterior, cabe formularse la siguiente pregunta:

¿Cómo el turismo aporta al reconocimiento social y económico de antiguos actores y víctimas del conflicto armado y social en Colombia, y en específico en la región de la Sierra Nevada de Santa Marta y el Camino a Teyuna (Ciudad Perdida)?

2. Una mirada desde el desarrollo local

El debate teórico del desarrollo generalmente se centra en una perspectiva ortodoxa o puramente económica, si bien atribuida a Truman, para abrir una brecha entre los países ricos y los pobres o los atrasados y los no atrasados (Sachs, 1996), y que parte de la definición del subdesarrollo, siguiendo parámetros como la 'ley de la escasez', construida por los economistas para expresar el supuesto técnico de que los deseos del hombre son grandes, mientras que sus medios son limitados, pero con posibilidad de mejora. El supuesto implica elecciones sobre la asignación de recursos. Este 'hecho' define el 'problema económico' por excelencia, cuya 'solución' se daría por medio del mercado o del plan (Sachs, 1996).

Igualmente, Marshall Sahlins y Pierre Clastres, citados por Sachs (1996), han dado cuenta de culturas en las que la visión económica de la escasez no es aceptada y en las cuales se han generado nuevas formas de interacción social que precisamente han surgido de la era de la posguerra. Estas culturas conciben nuevos ámbitos de comunidad en los que se previene la aparición de la escasez, sin adoptar fines ilimitados, y definen las necesidades "con verbos que describen actividades que encarnan deseos, destrezas e interacciones con otros y con el medio" (Sachs, 1996, p. 55).

Manfred Max-Neef (1993) había propuesto un nuevo concepto llamado el desarrollo a escala humana, que, si bien "no excluye metas convencionales como la del crecimiento económico, que permite que todas las personas puedan tener un acceso digno a bienes y servicios" (Max-Neef, 1993, p. 82), se diferencia respecto de los estilos dominantes en que concentra "las metas del desarrollo en el proceso mismo del desarrollo" (Max-Neef, 1993, p. 82), es decir, que "las necesidades humanas fundamentales puedan comenzar a realizarse desde el comienzo y durante todo el proceso de desarrollo'" (Max-Neef, 1993, p. 82). Dicho en otras palabras, la realización de las necesidades no debe ser la meta, sino el motor del desarrollo mismo. Esto se logra en la medida en que la estrategia de desarrollo pueda estimular permanentemente la generación de satisfactores que interactúen entre sí y se complementen (Max-Neef. 1993). Esto permitirá que:

[…] las personas puedan vivir ese desarrollo desde sus comienzos, dando origen así a un desarrollo sano, autodependiente y participativo, capaz de crear los fundamentos para un orden en el que se pueda conciliar el crecimiento económico, la solidaridad social y el crecimiento de las personas y de toda la persona. (Max-Neef, 1993, p. 82).

Para Boisier (2004, p. 15):

El desarrollo, entendido como un proceso intangible, subjetivo y endógeno por pura definición, depende de cuatro grandes factores: el propio crecimiento económico, es decir, la base material indispensable, una mentalidad colectiva positiva […], el potencial endógeno latente en todo territorio […] y el conjunto de subsistemas que definen la complejidad del territorio y que en ciertas condiciones permiten el surgimiento del desarrollo.

Lo anterior se desliga de aquellas teorías ortodoxas y encamina el desarrollo hacia los sistemas territoriales, entendiéndose que estos tienden a transformarse en sistemas complejos con numerosos subsistemas, con altos niveles de interacción tanto interna como externa, desorden u orden, incertidumbre, autopoiesis (capacidad de reproducirse y mantenerse por sí mismo)/expansión y transformación (Boiser, 2004).

Igualmente, Boisier (2004) califica las propiedades emergentes como un "nuevo estado de superior complejidad del sistema" (p. 15), el cual resulta de la interacción entre las partes que lo componen; es una propiedad del todo. Este tratamiento de sistemas complejos y con propiedades emergentes presupone un paradigma distinto del positivismo. La identificación de los subsistemas depende de lo que el autor denomina sinapsis y sinergia cognitiva, claves interpretativas del desarrollo y elementos esenciales para el diseño de una ingeniería social. La sinapsis es entendida como la generación de energía externa (conceptos externos) que es inducida al sistema (interacción con conceptos internos); y la sinergia es entendida como el papel del constructivismo lingüístico, el cual lleva a conversaciones sociales como forma de diálogo (Boiser, 2004).

Boisier (2004) identifica una serie de subsistemas pertenecientes a un territorio y en los cuales se deben introducir sinapsis y sinergia:

Desde la visión de Rosales y Urriola (2012, citados por Álvarez, 2015), surge una propuesta a la definición del desarrollo local, la cual plantea lo siguiente:

[…] que las capacidades emprendedoras locales puedan ser activadas y dinamizadas para valorizar los recursos productivos tradicionales (agricultura, artesanado, pequeña y mediana industria) y no tradicionales (energías renovables, protección del medio ambiente, cuidado y/o valorización del patrimonio cultural local, turismo), generando nuevas actividades productivas y empleos. (Álvarez, 2015 p. 21).

Es así como el desarrollo local en un escenario de posconflicto surge "como una opción complementaria a las políticas de paz a escala nacional, para recuperar el territorio y a sus pobladores mediante la planificación del territorio" (Álvarez, p. 21).

El desarrollo local podría activar, crear o mejorar mecanismos de desarrollo que se enfoquen en estrategias para reducir la brecha económica entre la población, no solo haciendo uso de recursos locales, sino también aprovechando y canalizando capitales y apoyos provenientes de fuera del territorio -tales como acciones de organismos internacionales-, promoviendo que las actividades económicas locales se integren a un nivel regional y nacional (Rosales y Urriola, 2012, citados por Álvarez, 2015, p. 21). Es importante destacar que, dada la debilitación de la cohesión social existente en un territorio afectado por la violencia, el desarrollo local podría orientarse a la reducción de diferencias en el plano social, así como a la promoción de la integración productiva mediante mecanismos que permitan la creación de empleos por medio de iniciativas productivas, y al fortalecimiento de la institucionalidad local (Rosales y Urriola, 2012, citados por Álvarez, 2015, p. 21).

3. Desarrollo local, turismo y construcción de paz

En el marco del desarrollo local en escenarios de posconflicto, la actividad turística tiene cabida como eje transversal en la planificación de un territorio, siendo este último componente esencial para que el turismo pueda darse. Para ello, se debe dar importancia a que los procesos previos de concientización de la gestión turística sean una forma de refuerzo o de recuperación de la identidad cultural (Farrín, 2002); se ha de tener un posible aporte sobre la población reintegrada; deben mejorarse las condiciones de vida en la localidad y todos los actores han de comprometerse, por medio de procesos de autogestión o con colaboración económica internacional, a desarrollar destrezas de orden administrativo u operativo para la gestión específica de proyectos de carácter turístico y el desarrollo de proyectos conexos (Farrín, 2002).

Desde el ángulo de la planificación turística, se pueden identificar cuatro enfoques conducentes a una aproximación a una visión de desarrollo local centrado en una estrategia de abajo hacia arriba (Osorio García, 2006).

Estos enfoques son el desarrollista, que hace referencia a una visión favorable del turismo y ofrece previsiones de demanda con fines fundamentalmente promocionales. El segundo enfoque es el económico, que considera la actividad turística como actividad exportadora, con un claro potencial frente a la contribución para el crecimiento económico, el desarrollo regional y la reestructuración productiva, y que deja de lado el análisis de sus beneficios sociales. Un tercer enfoque es el físico, que incorpora la dimensión territorial para alcanzar una adecuada distribución de las actividades turísticas en el espacio y lograr usos racionales del suelo. Por último, está el enfoque comunitario, el cual promueve un control local del desarrollo turístico con el fin de que la población sea la beneficiaria, y que enfatiza en el desarrollo de abajo hacia arriba (Osorio García, 2006). Seguiremos este último en esta investigación.

Es conveniente dar una aproximación desde la Organización Mundial del Turismo como ente rector de esta actividad económica, con el fin de establecer el aporte del turismo como estrategia para el desarrollo local en escenarios de posconflicto.

La OMT (2001) incluye en su discurso la relación de turismo y paz desde 1980, en la llamada Declaración de Manila, surgida de una asamblea con la participación de 107 delegaciones de Estados y 91 delegaciones de observadores, reunida con el fin de aclarar la naturaleza del turismo en todos sus aspectos y el rol que está llamado a jugar en la dinámica de cambio del mundo. El resultado de la Declaración se resume en el siguiente enunciado: "Convencidos de que el turismo en el mundo puede ser una fuerza vital para la consecución de la paz mundial y capaz de proveer las bases morales e intelectuales para el entendimiento y la interdependencia internacional" (D'Amore, 2014, p. 356). Salazar (2006b) identifica, además de la Declaración mencionada, las primeras iniciativas de este organismo internacional sobre turismo y paz, como se muestra en la tabla 1.

El mismo Salazar (2006b) identifica la existencia de una estructura institucional que aboga por el turismo como una fuerza de paz, conocida como el Instituto Internacional para la Paz a través del Turismo (IIPT por sus siglas en inglés). Esta organización sin ánimo de lucro, fundada por Louis D'Amore en 1986 (Año Internacional de la Paz de la ONU), agrupa a organizaciones internacionales de la industria de viajes que se dedican al fomento de iniciativas de turismo que contribuyen a la comprensión y a la cooperación internacional y que ayudan a crear un mundo pacífico y sostenible. Se basa en una visión de la industria más grande del mundo, como la "industria de la paz mundial", y en el convencimiento de que cada viajero es potencialmente un "embajador para la paz".

Igualmente, Louis D'Amore cita a John F. Kennedy (s. f.), quien expresaba:

El turismo y los viajes se han convertido en una de las grandes fuerzas para la paz y la comprensión de nuestros tiempos […] A medida que la gente se mueve por todo el mundo y aprende a conocerse para entender las costumbres de cada uno y apreciar las cualidades de los individuos de cada nación, estamos construyendo un nivel de comprensión internacional que puede mejorar drásticamente la actitud para la paz mundial. (D'Amore, 2014, p. 357).

Kelly (2012), citada por Wintersteiner y Wolhmuther (2013), en su propuesta de la teoría del contacto y la relación del turismo y la paz establece cuatro grandes áreas superpuestas en las que se espera que su aplicación podría tener el efecto deseado: contacto intergrupal, preocupaciones éticas (respeto al medio ambiente y los derechos humanos), impacto positivo del turismo en los elementos negativos de la globalización (erradicación de la pobreza) y sensibilización entre los proveedores y los consumidores de los códigos de conducta, parques de paz y educación turística. Igualmente, Wintersteiner y Wolhmuther (2013) ofrecen algunos otros vínculos entre el turismo -como actividad cultural y social con el apoyo de una industria de miles de capas- y la paz -como un proceso que tiene como objetivo reducir la violencia humana dirigida a los otros seres humanos y la naturaleza a través de medios pacíficos- (Galtung, 2011, citado por Wintersteiner y Wolhmuther, 2013).

Estos vínculos se basan en las dimensiones que se derivan de los efectos del turismo, pero también son una parte integral de los procesos de paz. Así se podrían distinguir dimensiones educativas, económicas y ambientales, al igual que la dimensión de la resolución de conflictos y problemas de conciliación (Wolhmuther y Wintersteiner, 2013).

En el contexto colombiano, se han hecho algunos acercamientos a la relación del turismo con la consecución de paz, entre los que se destaca el realizado por José Alejandro Gómez (2002), quien recalca que, en el caso de darle una solución pacífica al conflicto, el turismo sería uno de los sectores que respondería en el corto, mediano y largo plazo a la generación de empleo, a la dinamización de la economía, a la redistribución del ingreso y a la generación de divisas, destacando el potencial turístico de Colombia, siempre y cuando se elabore una política turística que contribuya al desarrollo y a la sostenibilidad del sector.

4. Turismo, paz y reconciliación: esfuerzos a nivel institucional que articulan estos conceptos

Para abordar el tema del turismo, la paz y la reconciliación, es necesario hacerlo con mente abierta a una serie de conceptos, ideas y puntos de vista que pueden ser concordantes, similares o disímiles. Es importante reconocer que el contexto de los autores y el entorno en el cual desenvuelven su investigación es diverso y que, igualmente, los conflictos armados difieren en la forma como se originan, se manifiestan, se desarrollan y terminan. Por ello, para su estudio o definición es fundamental tener en cuenta los abordajes de diversos autores desde variadas perspectivas y contextos (político, económico, social, territorial).

Visto desde una perspectiva social, Silva García (2008) aborda el conflicto como una consecuencia de:

[…] una situación de divergencia social, es decir, de una relación contradictoria (disputa) que sostienen personas o grupos sociales separados al poseer intereses y/o valores diferentes […]; en lo que respecta al conflicto, surgirá como manifestación cuando se intente desplazar a otro grupo social de la posesión o acceso a bienes, recursos, derechos, valores o posiciones escasas o apreciadas. (Dahrendorf, 1993; Vold, 1967; citados por Silva García, 2008, p. 36).

En esta perspectiva social, Darío Fajardo (2014) hace una aproximación al conflicto en Colombia. Este autor sostiene que existe un consenso entre los investigadores acerca de que el principal factor desencadenante del conflicto social y armado en el país ha estado asociado con fenómenos vinculados a la expropiación violenta de tierras de campesinos e indígenas, así como con el cobro por el acceso a tales tierras, la propagación del narcotráfico, el abandono estatal hacia el desarrollo del agro y la fragmentación institucional y territorial del Estado.

Para el Grupo de Estudios sobre Identidad, de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario (2005), es válida la tesis propuesta por el Centro de Investigación y Educación (CINEP) en la que se afirma que "las regiones tienden a ser más violentas en cuanto aumenta la relación de desigualdad entre sus habitantes" (p. 5) (por el surgimiento de las nuevas economías del oro, el petróleo, el banano, la coca y la amapola). La diferencia social generada por el crecimiento repentino de estas regiones termina siendo la que justifica la dominación del territorio y el control sobre la riqueza, con fines de financiamiento de la guerra y con falsas promesas de hacer equitativo el uso de los recursos públicos (Universidad del Rosario, 2005).

Por otra parte, cabe hacer referencia a que los escenarios de posconflicto también se presentan de diversas formas. Por lo tanto, la recuperación económica y social de la población no es poseedora de un deber ser, pues depende exclusivamente de las características del conflicto y de su evolución en tiempo y espacio, "así como el nivel de capacidades locales, tipo de gobernanza y consolidación de [esta] y de la tipología de la zona específica y su integración económica y social" (OIT, 2010, citado por Álvarez, 2015, p. 20).

Por lo tanto, un escenario de posconflicto parte no solo de la firma de un acuerdo de paz entre los actores armados, sino de componentes sociales que buscan atender las necesidades de las poblaciones afectadas, así como de la comprensión de procesos de reintegración, no solo económica, sino también de excombatientes. Castillo y Moreno (2013, citando a Colleta, 1996) consideran que un proceso de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) es uno de los pasos más importantes de un proceso de paz. Para Castillo y Moreno (2013), citando también a Fisas (2011), "el DDR ha de ser un proceso de dignificación de las personas que intervienen en él, pues han dejado las armas de manera voluntaria y como resultado de una negociación o un acuerdo" (Caramés, Fisas y Luz, 2006, p. 5), por lo tanto, debe ser aceptado, pensado y planificado en las negociaciones finales previas a la firma de un acuerdo de paz (Castillo y Moreno, 2013).

La Política Nacional para la Reintegración propone conceptos relevantes para esta investigación que constituyen una fuente de gran valor para el entendimiento y desarrollo de sus objetivos. El Documento CONPES 3554 (DNP, 2008) reúne conceptos generados por la Asamblea General de la ONU en mayo de 2005 y que complementan la hoja de ruta de la Agencia Colombiana para la Reintegración. Estos conceptos abarcan los procesos de desarme, desmovilización, reinserción y reintegración, entendidos como la recolección, la documentación, el control y la eliminación de todo tipo de armas y su posterior uso responsable; el licenciamiento formal y controlado de miembros activos de grupos armados; la asistencia ofrecida a integrantes de grupos armados durante la desmovilización (sin ser reintegrado); y el "proceso [por medio] del cual los desmovilizados adquieren un estatus civil y consiguen empleo e ingreso económico de manera sustentable" (DNP, 2008, p. 7), respectivamente. Este último concepto, clave en esta investigación, se lleva a cabo primordialmente a nivel local, forma parte del desarrollo general de un territorio (DNP, 2008) y permite el empoderamiento de la comunidad para llevarlo a buen término.

Analizando los enfoques a los cuales el proceso de reintegración se puede acoger, la experiencia internacional destaca dos, definidos de acuerdo con la experiencia de procesos de desarme, desmovilización y reintegración que han ocurrido en el mundo: uno tiene en cuenta al individuo y el otro está basado en las comunidades.

El primero se caracteriza por el desarrollo de estrategias de largo plazo aplicadas a cada persona […] o grupo de individuos, las cuales incluyen la promoción y [el] desarrollo de capacidades y aptitudes académicas, vocacionales y ciudadanas necesarias para la interacción pacífica en la sociedad. […] El segundo enfoque está caracterizado por la necesidad de crear espacios de comunicación entre las comunidades receptoras y los desmovilizados, que faciliten su adaptación a la vida civil y social mediante estrategias de convivencia, construcción de ciudadanía, reconciliación y reactivación socioeconómica de las comunidades afectadas por la violencia. (DNP, 2008, p. 8).

Por otra parte, es necesario establecer quiénes son los partícipes en un proceso de reintegración: desmovilizados o desvinculados, los grupos familiares y las comunidades receptoras. Estas últimas asumen la tarea más compleja, pues se hace referencia a las comunidades receptoras donde se ubican o asientan los desmovilizados, incluyendo las redes sociales y los mercados productivos de dichas comunidades o de zonas vecinas (DNP, 2008).

Cabe entonces referirse a la propuesta de Dan Smith (2004) sobre la realización de la paleta de la construcción de paz (ver figura 2), la cual abarca cuatro dimensiones que se deben trabajar: (i) fundamentos socioeconómicos, (ii) reconciliación y justicia, (iii) seguridad y (iv) marco político. Estas extensiones brindan la posibilidad de realizar un análisis completo de la situación para establecer lineamientos de política pública que contribuyan a la creación de paz mediante la actividad turística en territorios de posconflicto; para el caso que trata este artículo, el Camino a Ciudad Perdida, como atractivo de importancia histórica, de gran riqueza antropológica y como escenario de reconciliación.

Igualmente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha elaborado el Programa REDES ART - Estrategia Territorial para el Desarrollo, la Paz y la Reconciliación, por medio del cual busca resaltar la gobernabilidad, la democracia local y la construcción de paz como ejes estratégicos.

En relación con estos ejes, el PNUD viene desarrollando en los territorios un trabajo de empoderamiento de poblaciones excluidas (jóvenes, mujeres, campesinos, indígenas, afrocolombianos y víctimas) con el fin de desarrollar políticas públicas que contribuyan al desarrollo de la región. Así mismo, se hace acompañamiento a las instituciones a nivel local para que mejoren su eficiencia, transparencia y participación desde los principales organismos de control, como la Procuraduría y la Defensoría (PNUD, 2009).

Para el PNUD, una de las acciones más importantes y contribuyentes al mejoramiento de los índices de gobernabilidad es la de propiciar espacios de interlocución y concertación entre Estado y sociedad civil, los cuales favorecen la institucionalidad y la participación de la comunidad en la democracia y en los procesos electorales (PNUD, 2009).

Programas como REDES ART constituyen un ejemplo de cómo contribuir a que conceptos de gobernanza sean aceptados e interiorizados por la comunidad y el Estado en un panorama de conflicto, reconociendo la historia y haciendo un análisis que permita identificar las falencias y carencias estatales. Se busca brindar un panorama o un espacio propicio para el entendimiento entre gobernantes y gobernados, así como el empoderamiento de la sociedad en la formulación de políticas públicas y en la ejecución de planes de desarrollo, dejando atrás aquellas prácticas tradicionalistas y clientelistas que impedían la representatividad y el relacionamiento entre Estado y sociedad.

Por su parte, el Gobierno nacional, en la propuesta de Plan Sectorial de Turismo 2014-2018 expone un apartado llamado "Turismo para la construcción de paz", que está encaminado al fortalecimiento de los destinos turísticos y al diseño de productos en las regiones que fueron azotadas por la violencia. Se priorizan las siguientes regiones piloto de turismo y paz: Camino a Teyuna (Ciudad Perdida), de la Sierra Nevada de Santa Marta (Magdalena); la serranía de la Macarena (Meta); Putumayo, Arauca, Casanare; y Urabá-El Darién (Antioquia-Chocó), con el fin de que se apoyen para su desarrollo integral, incluyente y sustentable (MinCIT y DNP, 2014).

En ese orden, el Gobierno nacional promueve un acuerdo de paz concebido como "una Paz Territorial en la que participen todos los ciudadanos y las comunidades en torno a su construcción" (MinCIT y DNP, 2014, p. 38), que contiene "un especial significado para el turismo, por cuanto permitirá que gran parte del territorio que está en conflicto posibilite su tránsito hacia formas de aprovechamiento sostenibles de su base natural" (MinCIT y DNP, 2014, p. 38) y al contacto con diferentes culturas. En ese proceso, el Gobierno colombiano identificó "oportunidades para el sector turístico participando de manera propositiva en los denominados 'Programas Especiales de Desarrollo con Enfoque Territorial', que surgieron en el primer acuerdo logrado en las negociaciones de paz" (MinCIT y DNP, 2014, p. 38). "El turismo de naturaleza ha sido uno de los primeros en llegar a esas regiones" (MinCIT y DNP, 2014, p. 38) ya mencionadas donde, de la mano de sus comunidades, se han hecho planes de trabajo que han dejado ejemplos claros de convivencia y que han transformado "esas regiones, víctimas del conflicto, en regiones de turismo y paz" (MinCIT y DNP, 2014, p. 38).

La apuesta del Gobierno nacional hacia la creación de estos territorios turísticos de paz puede constituirse en una oportunidad para pasar a un pensamiento enfocado en el desarrollo endógeno, que converge con la sustentabilidad, basándose en este último concepto como aquello supra o superestructural de un sistema. Ello requiere que se lo esté alimentando, proporcionándole los medios de sobrevivencia y persistencia, a fin de que pueda extender su acción "no solo en su ámbito o espacio, sino en el tiempo mismo" (Coen, 2006), es decir, siguiendo la lógica de la coexistencia, del hombre como parte de un todo y como responsable de la sustentabilidad.

Una de las nuevas apuestas enfocadas en la sustentabilidad es el desarrollo local, en el que las capacidades emprendedoras locales son activadas y dinamizadas para valorizar los recursos productivos tradicionales (agricultura, artesanado, pequeña y mediana industria) y no tradicionales, como el turismo, o la valorización del patrimonio cultural local, generando nuevas actividades productivas y empleo (Rosales y Urriola, 2012).

5. Un acercamiento desde la antropología: su relación con el turismo y la ruta para la reintegración

Con el fin de entender cómo el turismo puede jugar un papel interesante en la construcción de paz mediante procesos de reinserción y reintegración, entendidos como métodos de reconocimiento social, es válido remitirse a algunos conceptos de la antropología del turismo y su contribución al logro de la paz.

Para concebir los efectos antropológicos del turismo en las comunidades receptoras, se pueden entender la complejidad y la variabilidad en la forma de actuar de quienes conforman la actividad turística, pues, por el hecho de ser humanos, tenemos la extraña costumbre de variar nuestras formas de vida, de mutar las organizaciones (Santana, 1997). El turismo no se escapa de estos cambios, pues a lo largo de la historia ha sido una actividad que "afecta a todos y cada uno de los componentes de aquellas culturas y sociedades que se ven tocadas por su organización" (Santana, 1997, p. 16).

Por tal motivo, la antropología trata el impacto del turismo como un fenómeno cultural que tal vez sea más apreciable y entendible dadas las actividades que le conciernen al turismo y que evidencian un contacto entre culturas diferenciadas. Estas generarían un posible cambio o variación en las ideas, los valores y las creencias de los individuos, no necesariamente en forma negativa, pero con la posibilidad de serlo si estos cambios se presentan de manera acelerada dada la relación asimétrica del turismo, en la que en gran parte de los casos existe una inferioridad entre la cultura local y la visitante, que genera procesos de aculturación (Santana, 1997).

De acuerdo con lo anterior, es importante destacar cómo Santana (1997) define el sistema turístico en tres elementos básicos: dinámico, estático y consecuencial. Estos elementos buscan dar una explicación consecuente con los impactos del turismo tanto en el ente emisor como en el receptor y se convierten en los elementos que recorren dicho sistema: las culturas implicadas y la imagen, y los actores principales (turistas y poblaciones locales). Se presenta entonces una fase de conversión de las dos partes, las cuales se encuentran en cierto punto y crean así lo que Santana (1997, p. 62) denomina la "cultura del encuentro", en la que "cada una de ellas 'presta' parte de sus conceptos, valores y actitudes de manera asimétrica, constituyéndose una combinación cultural única" (Santana, 1997, p. 62). Este encuentro de forma gradual reemplaza los elementos de la cultura local y lleva a una homogeneización.

De igual manera, "cada vez más los analistas llaman la atención sobre la importancia del rol que los factores y [las] agencias locales pueden jugar en los procesos mediadores globales" (Salazar, 2006a, p. 117). Es decir, los locales (receptores), en lugar de aceptar su difícil situación en referencia a los aspectos negativos que el turismo puede traerles, "pueden ser proactivos y oponer resistencia mientras negocian constantemente y cuestionan la dirección del desarrollo turístico" (Joseph y Kavoori 2001, citados por Salazar, 2006a, p. 117).

La incorporación del activismo local en los estudios sobre turismo ha añadido una nueva dimensión a la familiar imagen binaria de pobladores locales dominados enfrentados al complejo industrial del turismo y los turistas dominadores. Con este cambio de perspectiva, se considera el poder como operante en ambas direcciones y se rechaza el presupuesto de la opresión continuada de las poblaciones locales. Aun así, pocos estudios han considerado la manera en la que las relaciones de poder gobiernan el comportamiento de los turistas en los sistemas turísticos. (Salazar, 2006a, p. 117).

Para este autor:

Académicos como Stephen Wearing (2001) creen que el actual balance de poder entre turistas y pobladores locales puede desestabilizarse, que la hegemonía cultural puede desafiarse y que los espacios de los turistas pueden construirse para el intercambio genuino, lo cual beneficiará a todas las partes involucradas. (Salazar, 2006a, p. 117).

Teniendo en cuenta las dos posiciones anteriores, estas teorías se podrían aplicar a un ámbito local, específicamente en un área de posconflicto, en donde ese punto de encuentro sea reformado y visionado hacia una problemática social que seguramente ha generado un cambio o un reemplazo de los elementos culturales, pero que por medio de la reconciliación busca una reinterpretación de los valores con un enfoque en la diferenciación, y que no requiere solo de una visión impuesta, sino construida, desde quienes habitan el territorio.

Para el caso colombiano, los procesos de reconciliación y el papel del Estado, como responsable de los resultados finales de los acuerdos y las negociaciones, deben avanzar en la elaboración de una política pública, la cual ha sido ya formulada como la Política Nacional de Reintegración Social y Económica (PRSE), que busca asegurar la superación de la condición de desmovilizados por medio de los siguientes componentes:

a) la integración de la oferta social y económica del Estado; b) el acompañamiento para incrementar la probabilidad de que las intervenciones mejoren las condiciones de calidad de vida de la población desmovilizada y de sus familias; y c) la construcción de un marco de corresponsabilidad que, por un lado, apoye al desmovilizado a regresar y convivir constructivamente en su entorno familiar y comunitario, y por el otro, locomprometa a él y a sus dependientes con la superación de su situación y la permanencia en la legalidad.

Para ello se busca que la población desmovilizada y sus familias accedan a educación, a salud, al mercado laboral (promoviendo la capacitación o apoyando el emprendimiento) y a mecanismos escalonados de promoción social efectivos. Es decir, que la población en proceso de reintegración pueda generar y proteger los activos que promuevan su desarrollo personal y social. (DNP, 2008, pp. 2-3).

Esto puede reflejar la voluntad estatal por la inclusión de la población desmovilizada en procesos que lleven a su reinserción a la actividad económica y social. Aquí la empresa privada tendrá el papel activo de acogerse a estos mecanismos desde su implementación y de contribuir a la construcción de entornos de paz, así como de abrir una posibilidad para que desde las comunidades surjan propuestas que complementen lo formulado en la política pública.

Es interesante también reconocer los avances en procesos de desmovilización, desarme y reintegración (DDR) llevados a cabo por el organismo estatal creado para su aplicación, la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), que propone ocho dimensiones para la ruta de la reintegración, la cual se convierte en su carta de navegación para el trabajo con población desmovilizada y soporta el proceso. Estas dimensiones se resumen en el siguiente esquema.

La ACR identifica un avance significativo del número de personas reinsertadas en la sociedad civil en el departamento del Magdalena (objeto de estudio), soportado en las siguientes cifras registradas desde 2013 -año en que se inició la atención a la población desmovilizada de grupos armados ilegales en Colombia- hasta diciembre de 2014:

Número de personas que han ingresado al proceso de reintegración: 1.893

Número de personas desmovilizadas en el departamento: 2.058

Número de personas que han finalizado el proceso de reintegración: 424

Personas en reintegración que desarrollan o desarrollaron acciones de servicio social: 1.024. (ACR, 2014).

6. Camino a Teyuna: territorio en medio del conflicto armado y social

Hasta hace aproximadamente cuatro o cinco décadas, "la región comprendida entre Santa Marta y los límites del Magdalena con La Guajira fue […] una región poco poblada" (ACNUR, 2003, p. 14) y con pocas actividades económicas desarrolladas en su territorio. "Durante los años sesenta y setenta, dos fenómenos concurrieron para darle dinamismo demográfico y económico a esa parte del litoral Caribe: el turismo y el narcotráfico" (ACNUR, 2003, p. 14). El turismo dinamizó la zona conjunta a Santa Marta, especialmente desde El Rodadero hasta el ancón de Cinto, donde se desarrollaron proyectos de recreación que apuntaban al turismo vacacional local y nacional, demanda limitada por la existencia del Parque Nacional Natural Tayrona. Por otra parte, el narcotráfico "estimuló la colonización de la zona norte de la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM), especialmente en las cuencas de los ríos Guachaca, Buritaca, Don Diego y Palomino" (ACNUR, 2003, p. 14).

Precisamente, en la parte alta de la cuenca del río Buritaca se encuenta el Parque Arqueológico de Ciudad Perdida, entre los novecientos y los mil doscientos metros sobre el nivel del mar. Su hallazgo se dio en julio de 1975 por los llamados "guaqueros" o saqueadores de tumbas indígenas, que buscaban obtener objetos precolombinos para la venta ilícita. Solo hasta marzo de 1976, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) fue alertado de la existencia de este lugar, de cerca de 1.800 m2 de extensión, y se dio apertura al público en 1981 (Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2009).

La Sierra Nevada de Santa Marta [SNSM] fue escenario del conflicto armado en las décadas de los setenta, los ochenta y los noventa debido al auge del tráfico de droga y al contrabando. Fue una zona donde las guerrillas de las FARC y el ELN encontraron el lugar propicio para establecerse, dada "la red de intrincados caminos que les permitió, sin mayores dificultades, movilizar tropas, armas y pertrechos […] establecieron un orden que se basó en tributaciones forzosas" (ACNUR y Defensoría del Pueblo, s. f., p. 2); posteriormente aparecieron los grupos paramilitares, que buscaban apropiarse del territorio.

La falta de presencia del Estado en el territorio que comprende la SNSM facilitó la entrada de grupos armados con el interés de llenar los vacíos de justicia del Estado con métodos de control autoritario. Estos grupos se consolidaron en las partes altas de difícil acceso e hicieron uso de corredores de tránsito para facilitar el tráfico de marihuana (bonanza marimbera) y posteriormente de la coca, así como de armas y elementos de guerra.

Durante los años ochenta, las guerrillas incursionaron en su territorio. El Frente 19 de las FARC-EP, en la parte norte de Magdalena; el Frente Norte del EPL desde el sur de La Guajira, y el Frente Seis de Diciembre del ELN desde la serranía de Perijá y el norte de Cesar. (ACNUR, 2003, p. 4).

Para 1989, en la zona de la SNSM, las guerrillas, agrupadas en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, se acercaron a una primera etapa de diálogo social entre distintos sectores; "en esta gestión sobresalió el comandante de las FARC-EP conocido como Adán Izquierdo" (ACNUR, 2003, p. 4). Posteriormente, otra guerrilla, la del EPL (Ejército Popular de Liberación), entró en diálogo con el Estado e instaló un campamento de paz en San Juan del Cesar para su posterior desmovilización, "lo cual permitió, en parte, el fortalecimiento de otros grupos guerrilleros" (ACNUR, 2003, p. 4). Al mismo tiempo, los grupos paramilitares tomaron fuerza y dieron origen a las autodefensas de la región de El Mamey, en la parte norte (punto de partida del Camino a Ciudad Perdida), base de los cultivos ilícitos y del tráfico ilegal de coca del comandante en jefe, el señor Hernán Giraldo (ACNUR, 2003).

La existencia de cultivos ilícitos en la zona generó una serie de disputas territoriales entre los diferentes actores armados ilegales que componen el conflicto colombiano. Para este caso, el grupo paramilitar de Hernán Giraldo (posteriormente autodenominado Frente Resistencia Tayrona), con base en El Mamey, logró en un corto tiempo el predominio en la cuenca del río Buritaca (el trazado del Camino a Ciudad Perdida se establece por esta cuenca), se extendió hacia el municipio de Dibulla, en La Guajira (ACNUR, 2003), y logró reclutar cerca de 1.200 hombres y mujeres en sus filas.

Esta disputa de territorios hizo que para 2001 se presentara uno de los hechos más graves que haya afrontado el territorio, pues los intensos combates entre las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y las autodefensas de El Mamey o Frente Resistencia Tayrona generaron un desplazamiento forzado de cerca de 9.000 personas hacia la vía Santa Marta-Riohacha, provenientes de cerca de 39 veredas de la zona norte de la SNSM. Estas personas permanecieron tres semanas fuera de su territorio debido a los constantes enfrentamientos (ACNUR, 2003).

Para el año 2006, el grupo de autodefensas de Hernán Giraldo logró su desmovilización después de un año de negociaciones y formó parte del proceso de Justicia y Paz liderado por el Gobierno nacional; este grupo dejó un desolador saldo de 8.000 víctimas directas y cerca de 274 casos de muertes violentas con cerca de 1.000 víctimas indirectas. Hoy en día Giraldo paga una condena en una cárcel de Virginia (Estados Unidos) por narcotráfico (El Colombiano, 2014).

7. Reflexiones de la actividad turística en el territorio del Camino a Teyuna y sus implicaciones en el orden social

Desde su descubrimiento, Ciudad Perdida ha sido un territorio donde han convergido gran cantidad de actores relacionados con la actividad turística, tanto comunidades campesinas e indígenas como instituciones de orden nacional, aun cuando su naturaleza, en el caso de las instituciones, no es precisamente la promoción o planeación del turismo, pero sus labores complementan o soportan la actividad.

Como lo mencionan Guilland y Ojeda (2012, p. 129): "En la Sierra Nevada, el turismo que se estableció en un comienzo de manera informal está cada día más organizado y controlado por instancias locales, nacionales e internacionales". La aparición de agencias locales está sujeta a las normas impuestas por la Dirección de Parques Nacionales Naturales, así como por la Unesco y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). Este último ha trabajado en cooperación con la Global Heritage Fund (GHF), entidad que ha hecho inversiones cercanas a los "400.000 dólares en un proyecto para favorecer la conservación y fortalecer el turismo hacia Ciudad Perdida" (Guilland y Ojeda, 2012, p. 129).

En la Sierra Nevada, el turismo hasta Ciudad Perdida […] ha estado organizado por agencias que contratan a sus guías entre los antiguos trabajadores que acompañaron a los arqueólogos en la exploración de sitios prehispánicos a partir de 1976 o entre los campesinos vecinos que viven cercanos al resguardo Kogi-Arsario, el cual es necesario cruzar para llegar al parque arqueológico. (Guilland y Ojeda, 2012, p. 128).

Hoy en día, las comunidades indígenas han entrado en la cadena de valor del turismo en la zona ya no desde un papel "pasivo" como parte de la turistificación del componente social, arqueológico y etnográfico, sino como aquel actor que interviene en las discusiones para la planificación de un territorio que por hechos históricos y ancestrales les pertenece, quizás por el estrecho vínculo entre los procesos de patrimonialización y turistificación, ya que "el primero sirve al segundo e implican la presencia de actores y referentes exteriores que terminan por imponerse en el territorio. La noción de patrimonio implica la idea de preservar las herencias del pasado en el presente" (Guilland y Ojeda, 2012, p. 128) para poder transmitirlas, haciendo referencia a la idea de desarrollo sostenible mencionada anteriormente.

Para entender un poco mejor la dinámica de la actividad turística en la zona, y a pesar de las primeras diferencias de las comunidades indígenas respecto a esta actividad,

[…] las autoridades indígenas firmaron acuerdos con el ICANH para establecer un plan de manejo conjunto de Ciudad Perdida en colaboración con la Global Heritage Fund. Por su parte, la agencia turística indígena empezó a llevar turistas a pesar de las tensiones que esto genera dentro de la comunidad. La entrada de esta agencia ha permitido ofrecer el turismo a Ciudad Perdida como una experiencia etnoturística directa que le permite al turista estar en contacto más cercano con […] indígenas. (Guilland y Ojeda, 2012, p. 130).

Como afirma Cravette (2009), citado por Guilland y Ojeda (2012): "Ya no se trata únicamente de ver al indígena auténtico, sino también de vivir una experiencia auténtica […] entrando en contacto inmediatamente con los que representan la figura casi mística del nativo-ecológico de la Sierra Nevada", como lo menciona Ulloa (2005), quien también es citado por Guilland y Ojeda (2012, p. 130).

Cabe resaltar entonces los esfuerzos de comunidades indígenas, campesinas, de empresarios, fundaciones, entes gubernamentales de control y preservación y organismos no gubernamentales en la creación de un ejercicio asociativo para la operación del Camino a Teyuna, el cual permite que se establezcan unas condiciones mínimas para la prestación de los servicios turísticos, las cuales influyen directamente en el pacto de tarifas para visitantes a lo largo del año, la organización y administración de alojamientos, transportes, comercialización y divulgación, transporte de alimentos, manejo de cocinas, guianza, logística, entre otros aspectos. Esto se lleva a cabo mediante la mayor y mejor articulación de los actores, de manera que se permita generar beneficios económicos y sociales a todos los actores de la cadena y se lleve a la preservación de un atractivo común, independiente de los intereses religiosos, económicos o de conservación.

De allí nació la asociación de los diferentes actores presentes en el desarrollo del ecotu-rismo y se conformó un comité que impulsa la concertación entre PNN, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y el Resguardo Indígena Kogui-Malayo-Arhuaco, comité que busca desarrollar acciones para el ordenamiento de las actividades ecoturísticas y la atención a visitantes en Ciudad Perdida. En el marco de este comité se viene desarrollando el estudio de capacidad de carga aceptable de Teyuna, el cual está asociado [con el] diseño de un plan de monitoreo de los impactos del ecoturismo que busca hacer seguimiento a los principales impactos ambientales y culturales con el fin de implementar acciones de manejo que buscan su reducción y control. (Pardo, 2012).

Al mismo tiempo:

[…] se viene trabajando también un comité de seguimiento a los acuerdos sobre la práctica de trekking en Ciudad Perdida.
[…] Este comité definió un reglamento nacido desde la misma comunidad local. En dicho proceso participaron Asojuntar, representando a la comunidad campesina; Asoteyuna, en representación del gremio de las agencias tour operadoras; Ribunduna, por parte de la comunidad indígena relacionada con el turismo; y trabajadores y funcionarios del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Parques Nacionales Naturales y la Oficina de Turismo de Santa Marta. Dicho documento, que pretende reglamentar la práctica del senderismo en el corredor turístico El Mamey-Ciudad Perdida, fue protocolizado por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, en cabeza del viceministro de Turismo Óscar Rueda en Santa Marta el día 5 de agosto de 2011. (Pardo, 2012).

8. Relatos sobre conflicto, turismo y reconciliación en el Camino a Teyuna

En la investigación de campo adelantada a principios de enero de 2016, se lograron recopilar relatos y testimonios de dos actores principales en el Camino a Teyuna. El primero es un campesino que se vinculó a la actividad turística luego de ser güaquero, desplazado, cocinero y hoy guía de turismo. El segundo es un líder espiritual indígena de la comunidad kogui que habita en la zona. A manera de relato, estos actores dan su punto de vista frente al turismo, el conflicto y el posconflicto que ya vivieron.

a. El campesino, güaquero, desplazado, cocinero y guía de turismo

Esta es la cantidad de trabajos que Nicolás Cuadros ha tenido que afrontar en la zona del Camino a Ciudad Perdida, donde habita desde que nació, quien dio la oportunidad de conocer el destino por seis días mientras compartía sus duras experiencias. Sus relatos, a manera de diálogo, fueron tomados con su autorización. Se extraen a continuación los apartes relacionados con la temática del artículo. Enseguida se exponen algunos aportes sobre su visión del conflicto, el turismo y la reconciliación en este territorio:

Acá se daba la mejor marihuana… el Gobierno colombiano, al ver que gran parte de la Sierra estaba con plantaciones de marihuana […] decidió acabarla con glifosato… Esto no solo acabó con los cultivos de marihuana, sino con todo… Por otra parte, el transporte de la yuca, el plátano, se dificultaba por la geografía del territorio… La coca, en cambio, es una planta muy resistente y de acá. El día menos pensado llegó un químico que enseñó a hacer la pasta de coca hacia los 90, pagando muy bien a los campesinos… La agricultura, solo para la familia… Los líderes paramilitares pasaron vereda por vereda a ofrecer una ayuda para quienes la sembraran… (N. Cuadros, comunicación personal, 6 de enero de 2016).

Además de la imposición del Estado al uso del territorio para fines de conservación de patrimonio material y aprovechamiento para la actividad turística, que afectó los intereses de algunas comunidades locales, se resalta la poca presencia y credibilidad estatal en una zona donde el paramilitarismo y las guerrillas reinaron durante décadas por el propio abandono. No surgieron consensos que involucraran a las comunidades campesinas e indígenas que allí habitan, lo cual generó tensiones sociales que alimentaron el conflicto.

Se formó un conflicto por territorio. Hacia 1994, las autodefensas se hicieron muy fuertes, eran la seguridad de la Sierra. Cuando yo era cocinero, recuerdo que el guía le decía al turista: "Vamos a encontrar un grupo de militares en el camino, pero no son legales, son ilegales. No se pueden tomar fotografías". Se relacionaron mucho por el turismo. (Cuadros, 2016).

Este encuentro entre los actores de la actividad turística, visitantes y locales no solo se dio a un nivel básico de prestación de servicios: los "nuevos locales" (paramilitares) lograron involucrarse de manera indirecta en esta actividad y ejercieron labores estatales encaminadas a la prestación de seguridad de operadores y turistas, un factor sin duda relevante para que esta actividad pueda desarrollarse en un destino.

En 2003, la guerrilla planeó un secuestro de ocho turistas en el Camino a Ciudad Perdida, yo era cocinero. En un septiembre, este grupo armado se hizo pasar por paramilitares, tomaron a ocho extranjeros como rehenes, haciendo dos grupos. A los diez días informaron mediante una carta que el secuestro lo había perpetrado el ELN, diciendo que era con fines políticos, para que así intervinera la Iglesia como mediadora. Esto lo que hizo fue dar a conocer la noticia a nivel mundial y evidenciar que la zona era controlada por paramilitares, y los medios de comunicación empezaron a decir que en la zona operaban conjuntamente Ejército y "paras", lo que desató una polémica mundial con los países de los que ellos venían.

A ellos los liberaron, unos a los 106 días y otros a los 195. Inmediatamente los liberaron, hubo una presión del Gobierno a estos grupos guerrilleros vía militar. Entonces el presidente Uribe se ideó la desmovilización, empezando con los paramilitares; esta negociación concluyó en 2006, cuando el grupo de Giraldo entregó las armas, solicitando pagar la condena en Machete Pelao o lo que se conoce como El Mamey, pero esto no fue aceptado y terminaron en una cárcel de máxima seguridad en Barranquilla, y a eso de 2008 terminaron extraditándolo por la DEA. Fueron 18 jefes los que se llevaron…

De 2006 a 2008, el Ejército ocupó todas las zonas donde estaban los paramilitares y erradicó los cultivos de coca. Entonces, para 2008, los campesinos quedaron así. (explica cruzando los brazos). Muchos de los muchachos (paramilitares desmovilizados) quisieron entrar al turismo, pero no había tantos turistas para atender. Entonces muchos líderes comunitarios, campesinos, comenzaron a presionar; entonces el Gobierno comenzó a mandar agrónomos y planes de incentivos, diciendo que al campesino que plantara 7.500 plantas de café le prestaban nueve millones de pesos, a lo cual le regalaban el 40 %, le daban tres años muertos para empezar a pagar el cuarto año. Lo que no se tuvo en cuenta fue que el cambio climático afectó la zona, y el café ya no se da de la mejor forma, lo que trajo fue problemas; ahora muchos de los campesinos están endeudados con el Gobierno…

Esa fue la forma como se acabaron los paramilitares acá; algunos trabajan con el turismo acá, algunos están estudiando, algunos están tirados por ahí tirando rula (no están haciendo nada), algunos son cocineros; pero el Gobierno colombiano debe prestar más atención acá para que no vuelvan a la coca. Menos mal estamos muy coordinados y unidos con campesinos e indígenas, y lo único que solicitamos es que nos capaciten, que la idea es capacitar también a nuestros hijos, porque el futuro del turismo son ellos.

Hoy en día, económicamente el turismo es la opción para el campesino e indígena de esta zona; la agricultura, para el sustento de la familia; y café y cacao, para unos extras… Al principio fue muy duro para mí terminar con la coca, pero se va dando uno cuenta de los problemas que trajo a la Sierra y el derrame de sangre que hubo. Hoy en día la Sierra tiene otra cara; como todo, hay problemas, pero para eso el Gobierno se inventó la red de informantes, para velar por la seguridad.

Yo antes raspaba doscientas arrobas de coca y uno ponía a trabajar a la familia, pensando en el trabajo, pero ya no es la salida; entonces, pues el futuro de todos nosotros hoy es el turismo. No se puede trabajar la tierra más por la sequía, y toca ciudar las fuentes de agua; no se puede hacer ganadería… El café, el tiempo climático no es bueno, hoy eso no da; segundo, tenemos la broca. En estos momentos hay es que proteger el turismo, que es el empleo número uno de la zona, y cada día va creciendo más, y, por ejemplo, hasta 2003 venían 2.500 personas, hoy tenemos 16.000 en este lugar, la mayoría de Europa; la idea no es tener tanta presión del turismo, debemos controlarlo, porque si lo aceptamos vamos a destruir este lugar.

Yo no quiero que mis hijos vivan lo que yo viví, y en el turismo puedo ver un buen futuro, que puedan estudiar y capacitarse. Yo me crié en una guerra donde ví armas y dinero, esa ambición, y no me quedó nada. La idea es capacitar a los muchachos y guías de turismo, que miren a un futuro.

La idea es reunirnos con la Asociación de Guías para regular el turismo, porque a las agencias, por obvias razones, les interesa es ganar, porque tienen compromisos de publicidad y eso, pero el que lleva la carga es el guía, porque en estos días si vienen 100 turistas, se habrán ido 30 contentos, por mucho; hubo gente que durmió en estos días en tablas, gente que paga en dólares para no poderle atender como se debe, eso no tiene presentación. Entonces la idea es regular el turismo y mirar cómo podemos hacer, y que vengan tantas personas diarias; hoy fue el día en que menos gente entró y entramos 105 personas, eso es mucho si miras que hay cinco agencias y al tiempo hay como cinco grupos. La idea es sentarnos con los indígenas, comunidades campesinas, Parques Nacionales y otros para regular, porque muchos dicen que esto va a crecer. (Cuadros, 2016).

Los relatos de Nicolás hacen un recuento rápido de los cambios económicos y sociales de la zona, donde la actividad turística ha jugado un papel importante en medio de los conflictos que el territorio presenta, tales como la turistificación de un territorio considerado sagrado para las comunidades indígenas, la dinámica laboral de las comunidades campesinas sobre el territorio, la presencia del Estado -materializada en entidades que promueven la conservación-, el olvido del Estado en servicios de atención básica y seguridad, entre otros. El papel del turismo recientemente ha logrado mediar estas diferencias e intereses partiendo de una asociatividad promovida por las comunidades campesinas e indígenas de la zona, ya no bajo unas directrices impuestas, sino mediante la participación activa y propositiva en torno a garantizar una fuente económica "digna" para la comunidad y en pro de la conservación de un patrimonio material y cultural.

b. Líder espiritual kogui

"La Sierra Nevada de Santa Marta representa para nosotros el corazón y pulmón del mundo". (Antonio, comunicación personal, 7 de enero de 2016).

Todos los cuatro pueblos indígenas que habitamos la Sierra trabajamos unidos para mantener una fuerza espitirual; cuando hacemos ceremonias a la madre naturaleza, a través de los picos nevados se hace una conexión espiritual, transmitiendo los mensajes a otros lugares del mundo.

El Tayrona (parque) y la Sierra son sagrados porque allí habita un espíritu y un pensamiento, allí está el conocimiento espiritual, por eso son importantes para nosotros; es allí donde hacemos nuestras ofrendas, para que la madre naturaleza no se sienta ofendida por lo que hacemos. La Sierra sostiene el equilibrio del mundo, lo que pasa es que nuestros hermanos menores (culturas que no son indígenas) solo piensan en comercializar. Por eso en la Sierra no conocemos de eso, hay que respetar y proteger, no se pueden explotar los recursos naturales.

Talan los árboles para cultivar la marihuana, por eso estamos contaminados por las fumigaciones. Para nosotros la planta de coca es sagrada, le damos uso de acuerdo con nuestras historias y nuestro conocimiento. La planta es como ver una mujer virgen, por eso es tan sagrada.

Hay guerras en el mundo porque no conviven con la naturaleza y solo piensan en dinero. Por culpa de nuestros hermanos menores nos estamos destruyendo. Actualmente vivimos un poco preocupados, han habido muchos cambios, hay muchas enfermedades que no son de la Sierra y nos ha tocado consumir medicina. Hoy tenemos derechos que le hemos reclamado al Gobierno, como educación y nuestras creencias y conocimiento; se quieren la tranquilidad y la paz.

Para nosotros, esa ciudad no era una Ciudad Perdida, todos los mamos hacían rituales. El Gobierno se apoderó de la Ciudad. Nosotros hacemos limpieza espiritual porque es nuestro legado. Con turismo podemos decir que no es una cosa mala que nos afecta, una parte la conocemos como un beneficio para todo el pueblo de la Sierra, porque el daño viene de 500 años.

En la Sierra, en el momento del conflicto nos sentimos muy amenzados, porque ocuparon nuestros territorios: arriba las guerrillas y la parte de abajo los paramilitares. Los que más nos afectaron fueron los narcos, que comenzaron el procesamiento y el cultivo ilícito. (Antonio, 2016).

Esta visión, enfocada más en lo espiritual que en lo económico, muestra la mirada nostálgica de una comunidad que al comienzo se opuso a la actividad turística, pero en cuyo territorio las decisiones del Gobierno o de una mayoría imperaron sobre la minoría y aún hoy permanecen. Tal vez los más afectados por la turistificación del territorio, así como por la presencia de grupos armados, son los grupos indígenas que habitan la Sierra Nevada; no obstante, han decidido tomar partido en el rescate de sus creencias y valores.

Tal como lo mencionan Guilland y Ojeda (2012), es importante señalar en este caso lo siguiente:

[…] que las poblaciones indígenas y campesinas, que suelen ser contrapuestas en el ámbito de las representaciones al respecto del uso de los recursos o de la ocupación de territorios, se enfrentan a las mismas problemáticas cuando estos recursos, materiales o naturales, se vuelven patrimonio y empiezan a llamar la atención de la actividad turística. (Guilland y Ojeda, 2012, p. 140).

9. Conclusiones

Retomando la apreciación de González y Launay-Gama (2010), en poblaciones donde el Estado no ha atendido las necesidades de la sociedad y su representatividad ha sido delegada por medio de actos clientelistas, no existe una afinidad entre Gobierno y gobernados, por lo que se convierte en un terreno propicio para que, en el caso colombiano, actores armados como guerrillas o paramilitares asuman funciones de índole estatal, que bajo una mirada ética y política tradicional son considerados actos ilegítimos e impuestos, pero que, a su vez, pueden ser aceptados (González y Launay-Gama, 2010).

La puesta en marcha de mecanismos de reconciliación que conlleven la aceptación y la inclusión de los antiguos actores del conflicto (víctimas, desplazados y grupos armados) es un factor de gran importancia en un escenario de posconflicto, como se señaló. Este instrumento podrá ser la puesta en práctica de actividades relacionadas con el turismo, que para Winterstainer y Wohlmuther, como lo expresan en el International Handbook of Tourism and Peace (2013):

Tiene un papel en la resolución de conflictos, fomento de la confianza y la reconciliación, pero no de manera aislada. Está conformado por otras dimensiones culturales o políticas de una sociedad determinada. Así, la política de paz y la cultura también tienen un impacto en la forma como el turismo se concibe y se practica. (Wolhmuther y Wintersteiner, 2013, p. 50).

En el caso de Ciudad Perdida, dada su ubicación estratégica, varios actores armados confluyeron y rescataron lo siguiente:

Desde hace algunos años se ha venido dando un proceso de desmovilización, desarme y reinserción (DDR) de grupos como los paramilitares y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Estos procesos se han venido dando en medio del conflicto con otros grupos armados, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por lo que nuestro panorama social tiene características de posconflicto y de conflicto. […] En cuanto al inicio de un proceso de DDR, este debe tener un fuerte componente social, no solo por el beneficio que trae a la población y a los reinsertados, sino porque es un período [en el que] las partes involucradas en el conflicto, con la desconfianza propia de estas, deben percibir el compromiso social y no una escalada armamentista que desencadenaría un conflicto nuevamente. (Universidad de los Andes, 2014).

Igualmente, el camino a Ciudad Perdida (Teyuna), como atractivo turístico de interés nacional e internacional, se establece como prioridad en el Plan Sectorial de Turismo 2014-2018 gracias a que en dicha región se ve reflejado el trabajo de comunidades que fueron víctimas del conflicto armado, pero que gracias a la importancia dada por estas personas a su territorio y a una existente voluntad de convivencia en un entorno pluricultural (campesinos, indígenas, afrocolombianos, raizales y autoridades locales) adoptaron la actividad turística en un proyecto de vida (MinCIT y DNP, 2014). Por último, cabe rescatar lo dicho por Santiago Giraldo2, quien, en su experiencia en Ciudad Perdida, relata en su publicación "El patrón nos manda saludes. Posconflicto en la Sierra Nevada de Santa Marta" (Giraldo, 2014) que:

De los, aproximadamente, 74 guías que trabajan en el Camino a Teyuna-Ciudad Perdida, unos 32 son desmovilizados y reinsertados. Otros reinsertados son mototaxistas, algunos volvieron a labores agrícolas y cambiaron sus cultivos de coca por cacao y café. Algunos, simplemente, cambiaron de organización. (Giraldo, 2014, p. 120).

El anterior relato evidencia cómo la actividad turística en la zona de Ciudad Perdida, y en específico en el Camino a Teyuna, se convierte en un escenario donde los procesos de reinserción a la actividad social y económica se vuelven evidentes y palpables. Tales procesos constituyen una oportunidad viable de construcción de paz en una sociedad pluricultural como la que habita la zona y en donde confluyen Estado, excombatientes, víctimas y sociedad civil, generando un estado de posconflicto en la sociedad que allí reside.

Compartiendo la visión crítica de Guilland y Ojeda (2012, p. 140), "en Colombia, el turismo aparece como un factor de desarrollo sostenible viable, con capacidad [para] enriquecer a las regiones y consolidar una imagen nacional vendible en el exterior". Cuando se convierte en un supuesto garante de la prosperidad, la actividad turística pretende ocupar un lugar privilegiado en el imaginario político del país y, por tanto, es incluida en los planes de desarrollo y de ordenamiento territorial. Esta actividad "ha terminado entonces por imponerse como una actividad [salvadora], y sus promesas llevan a las poblaciones locales a reconfigurar el lugar que ocupan dentro de esta" (Guilland y Ojeda, 2012, p. 140).

Debido al diseño y a la implementación de estas políticas desde arriba, "las poblaciones campesinas o indígenas que no entran en el circuito del turismo y que no juegan el rol de atractivo turístico (ya sea como protectores del medio ambiente o como sujetos étnicamente auténticos) ven en peligro su legitimidad" (Guilland y Ojeda, 2012, p. 140). Tal como es citado Baudrillard (1986) por Guilland y Ojeda (2012, p. 140), "de este modo, el turismo, al modificar la organización social del lugar, acaba por redefinir las identidades para las cuales lo que cuenta es tener una utilidad social mediante una apariencia que constituye un signo cultural fácilmente consumible".

La hibridación cultural expone a la luz pública el encuentro dinámico de prácticas distintas que provienen de muchas matrices culturales y temporales, así como hasta qué punto los grupos locales, lejos de mostrarse sujetos pasivos de las condiciones impuestas por las transnacionales, moldean de un modo activo el proceso de construcción de identidades, relaciones sociales y prácticas económicas. (Escobar, 2010, p. 50).

Esta afirmación de Escobar va muy bien con lo recogido a lo largo del artículo y que demuestra la voluntad de las comunidades receptoras de mejorar su entorno, aun después de enfrentar un escenario de posconflicto. Y la actividad turística, en el caso de Ciudad Perdida, se constituye en un espacio que logra resaltar la legitimidad de un territorio. Es precisamente esta situación de posconflicto a la que se enfrenta Colombia en tiempos actuales, y en específico el sector turístico, la que sugiere una formulación y adopción de nuevos principios desde el punto de vista del desarrollo local mediante el empoderamiento de individuos y sociedades locales o anfitrionas, en términos turísticos, para hacerlos dueños de los procesos y/o proyectos, y no simplemente beneficiarios (Morales, 2013a). Igualmente, mediante el principio de participación ciudadana directa se debe buscar facilitar una relación y comunicación franca, transparente y directa entre las autoridades gubernamentales locales y los ciudadanos, en la búsqueda de consensos y acuerdos sobre aspectos de la vida cotidiana y otros más fundamentales (Morales, 2013a), como puede ser la actividad turística.

Así mismo, la equiparación de capacidades y oportunidades -entendidas como la demanda de bienestar por parte de las poblaciones y la oferta de bienestar por parte del resto de la sociedad, respectivamente- debe realizarse mediante la formación del capital humano y el fortalecimiento y la disponibilidad del capital físico e institucional, como elementos clave para el posconflicto (Morales, 2013a). Por último, Morales (2013b) propone "combinar el entendimiento de la complejidad social con el entendimiento de la especificidad individual, y viceversa", es decir, establecer una relación sistémica entre el todo y las partes que sea parte esencial en escenarios de posconflicto donde se han presentado fracturas y desligamientos sociales, territoriales e institucionales.


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