10.18601/01207555.n25.06
APROPIACIÓN TURÍSTICA DE TERRITORIOS INDÍGENAS: CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN UNA COMUNIDAD MATLATZINCA1
TOURIST APPROPRIATION OF INDIGENOUS TERRITORIES CHANGES AND CONTINUITIES IN A MATLATZINCA COMMUNITY
Irais González Domínguez
Maestra en Agroindústria Rural, Desarrollo Territorial y Turismo Agroalimentario por el Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales de la Universidad Autónoma del Estado de México
Profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de Turismo y Gastronomía de la UAEM
México
[iraisiya@hotmail.com]
Humberto Thomé Ortiz
Doctorado en Ciencias Agrarias por la Universidad Autónoma de Chapingo
Profesor e investigador de tiempo completo en el Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales (ICAR) de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM)
México
[thomeortiz@colpos.mx]
Rebeca Osorio González
Maestra en Agroindustria Rural, Desarrollo Territorial y Turismo Agroalimentario (MARDTyTA) por el Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales (ICAR) de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM)
Profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de Turismo y Gastronomía de la UAEM
México
[rosoriog@uaemex.mx]
1 Fecha de recepción: 4 de mayo de 2018
Fecha de modificación: 2 de agosto de 2018
Fecha de aceptación: 5 de septiembre de 2018
Para citar el artículo: González, I., Thomé, H. y Osorio, R. (2019). Apropiación turística de territorios indígenas: cambios y continuidades en una comunidad matlatzinca. Turismo y Sociedad, XXV, pp. 113-130. DOI: https://doi.org/10.18601/01207555.n25.06
Resumen
Durante el período 2013-2017 se desarrolló un estudio de caso con el objetivo de identificar los elementos que caracterizan las transformaciones asociadas con la apropiación turística del territorio. Para ello fueron estudiados los cambios y las continuidades en la organización ejidal de la comunidad matlatzinca de San Francisco Oxtotilpan. A partir de un enfoque sociológico y una perspectiva centrada en el actor, se observó que los factores que influyen en la transformación del territorio y la apropiación de las actividades turísticas son la organización social, los mecanismos de inclusión y exclusión, las relaciones con el ámbito externo y el aprendizaje colectivo. Los resultados muestran que la organización ejidal juega un papel preponderante en los procesos de cambio, ya que constituye un capital social de base con profundidad histórica y arraigo cultural, y al mismo tiempo representa una restricción a las transformaciones abruptas en zonas rurales involucradas en el turismo. Se concluye que el desarrollo de actividades turísticas en los territorios indígenas expresa simultáneamente procesos de continuidad y cambio en la cultura local, traducidos en ambivalencias entre la transformación socioeconómica del territorio y la reproducción de las relaciones asimétricas de poder.
Palabras clave: Transformación territorial, impactos socioculturales, apropiación social.
Abstract
During the period 2013-2017 a case study was developed with the purpose of identifying the elements that characterize the transformations associated with the tourist appropriation of the territory. For it the ruptures and continuities in the ejidal organization of the Matlatzinca community of San Francisco Oxtotilpan, State of Mexico were identified. From a sociological approach and a perspective centered on the actor, it is observed that the factors that influence the transformation of the territory and the appropriation of the tourist activities are: the social organization, the inclusion and exclusion mechanisms, the relations with the external environment and collective learning. The results show that the ejidal organization plays a defining role in the change processes forming an organizational base with historical depth and cultural roots, and at the same time representing a restrictive factor for the implantation of the economist logic in the indigenous communities. It is concluded that the development of tourism activities in indigenous territories simultaneously expresses processes of transformation, continuity processes and a change of material and symbolic elements, which present ambivalences between the socioeconomic transformation of the territory and the reproduction of asymmetric power relations.
Keywords: Territorial transformation, sociocultural impacts, social appropriation.
Introducción
Diversas políticas de desarrollo rural se orientan a la generación de alternativas económicas para los grupos étnicos. El turismo indígena se ha planteado como una estrategia viable y sostenible. Para Saarinen (2013), el turismo indígena es desarrollado por un grupo étnico que es aquel que habita el territorio antes de la existencia de los Estados-nación. Según Pereiro (2015), el turismo indígena se caracteriza por ser comunitario, participativo, sostenible, distributivo y ecológico, ubicado en un territorio cuyos habitantes portan características identitarias específicas. Por su parte, Morales (2008) considera este tipo de turismo como una construcción participativa de las etnias por medio de una organización de autogestión patrimonial destinada a ofrecer servicios turísticos con base en prácticas de trabajo solidarias y democráticas.
Espeso-Molinero y Pastor-Alfonso (2017, p. 48), tras revisar varias acepciones del término, concluyen que existe una gran complejidad en la terminología utilizada para definir el turismo indígena, y lo sintetizan de la siguiente manera:
Aquel donde los pueblos originarios gestionan establecimientos de alojamiento y restauración, diseñan rutas y actividades turísticas, manejan programas de los centros turísticos, controlan el acceso a sus recursos patrimoniales y, sobre todo, son los dueños de las tierras, los recursos y sus propios destinos.
De tal manera que puede considerarse el turismo indígena como aquel en el que la apropiación de la actividad turística por parte de las comunidades locales se da mediante la autogestión de proyectos de base comunitaria, por medio de la valorización de su patrimonio biocultural, con un enfoque sustentable e inclusivo.
Desde la segunda mitad del siglo XX, a partir de una postura conservadora, el turismo indígena se ha asumido como una alternativa para que los grupos étnicos obtengan beneficios económicos derivados de la mercantilización de sus recursos naturales y culturales (Pilquiman y Skewes, 2009). Sin embargo, se ha señalado que los efectos negativos de la actividad tienen mayor afectación que sus exiguos beneficios (César y Burne, 2009).
El abordaje académico del turismo indígena ha cubierto diferentes aspectos, como los siguientes: I) su conceptualización (Espeso-Molinero y Pastor-Alfonso, 2017; Jafari, 2002; Morales, 2008; Silva, 2000 y Xie, 2010); II) reflexiones antropológicas (Pereiro, 2015; Smith, 2012 y Milano, 2016); III) su planificación (Yang y Wall, 2009); IV) los procesos de capacitación (Pastor-Alfonso y Espeso-Molinero, 2013); y V) sus impactos (Bringas y González, 2004; Maldonado, 2006; Morales-Morgado, 2006; Pilquiman y Skewes, 2009; Casas, Soler y Pastor, 2012; Pereiro, 2013; Phommavong y Sörensson, 2014 y Yang, Wall y Smith, 2008).
La mayoría de estos trabajos son descriptivos, muchos de ellos prescriptivos o apologistas, y otros son críticos, pero en ninguno es posible identificar los cambios y las continuidades en las organizaciones sociales que sirven de base para el turismo indígena, en sus implicaciones teóricas y prácticas. Por este motivo, se considera importante identificar los elementos que caracterizan las transformaciones asociadas con la apropiación turística de los territorios indígenas.
El objetivo de esta investigación fue identificar los elementos que caracterizan a las transformaciones socioculturales relacionas con la apropiación turística de territorios indígenas. Para ello se desarrolló un estudio de caso sobre la comunidad matlatzinca de San Francisco Oxtotilpan, perteneciente al municipio de Temascaltepec, Estado de México. Dicha comunidad recientemente se ha insertado en la actividad turística y ha experimentado algunas transformaciones considerables, por lo que es un caso ilustrativo de los procesos de reestructuración rural derivados del turismo.
El trabajo comienza con una discusión sobre la relación entre turismo rural y comunidades indígenas. Más adelante, se describe la construcción del estudio de caso único que se desarrolla en el manuscrito, seguida de las características generales de la zona de estudio. Posteriormente, se presentan los resultados, que son discutidos a la luz de otras investigaciones similares. Para finalizar, se desarrollan las conclusiones.
La relación entre turismo rural y territorios indígenas
Una característica distintiva del campesinado y las actividades productivas vinculadas al campo es que ambas realidades presentan crecientes conexiones con el mundo global en términos económicos, políticos y sociales (Pérez y Sevilla-Guzmán, 1976). De acuerdo con Carton de Grammont (2004), la vida rural, tradicionalmente asociada con la actividad agropecuaria, ahora se basa en una diversidad de actividades y relaciones sociales que vinculan estrechamente los espacios urbanos con el campo. De ello surge la concepción de una nueva ruralidad, en la que se busca comprender el medio rural a partir de sus interacciones con el medio urbano, interacciones derivadas de un proceso constante de diversificación productiva del campo. Pese al creciente número de políticas públicas e inversiones destinadas a la mejora en las condiciones de vida de la sociedad rural, la mayoría de las zonas rurales en países periféricos enfrentan condiciones críticas (Carpio, 2000).
La apropiación de la tierra y la mercantilización del espacio, inscritos en acciones derivadas de las políticas públicas, tienen el objetivo de dominar, controlar, reorganizar y aprovechar el espacio rural (Cruz-Coria, Zizumbo-Villarreal, Cruz-Jiménez y Quintanilla-Montoya, 2012). En México, hacia 1992 se realizaron reformas al artículo 27 constitucional en las que se destaca como prioritaria una transformación del campo que impulse la producción, la iniciativa y la creatividad de los campesinos, y que permita la libre asociación y apertura de opciones productivas (Salas, Rivermar y Velasco, 2011).
Como parte de dicha apertura del campo mexicano, el turismo se ha visualizado como una estrategia de desarrollo y se ha proyectado como un paliativo a las problemáticas del medio rural. La creciente tendencia de reconversión de los espacios rurales en escenarios turísticos da cuenta de que la apropiación social del territorio tiende a subordinarse a los intereses del mercado, lo que implica la dominación de los territorios rurales por el sistema capitalista (Carlos, 2004). En el caso del turismo indígena, es de especial interés el análisis de las formas en que el patrimonio natural y cultural se convierten en un atractivo de ocio recreativo para los urbanitas.
El turismo indígena causa diversos impactos en las comunidades receptoras debido a que la diversificación productiva de las actividades tradicionales provoca cambios en los procesos productivos cotidianos, en las prácticas sociales y en las relaciones comerciales. Los procesos de activación turística de los espacios rurales resignifican el patrimonio y generan nuevas formas de apropiación del territorio (Zúñiga, 2012), las cuales se gestan en el seno del capital rural de los territorios indígenas. Cabe señalar que en la mayoría de los casos estos procesos no propician beneficios equitativos, ya que monopolizan el uso de ciertos recursos y crean situaciones no favorables para la colectividad (Korstanje, 2016). De manera general, los habitantes de las comunidades quedan al margen de la planeación y, en ocasiones, también de la operatividad de los proyectos.
De ahí la necesidad de considerar las particularidades de cada territorio en los procesos de diseño y planificación de los productos turísticos, para generar articulaciones con los actores locales en la gestión de los recursos endógenos (Carvalho y Moquete-Guzmán, 2011). Por otra parte, es fundamental promover la interacción entre agentes internos y externos, para garantizar la sustentabilidad de los proyectos desde las perspectivas social, económica y ambiental. Varios autores señalan que la gestión indígena de emprendimientos turísticos no presenta avances por la falta de experiencia profesional de los pequeños operadores, los bajos niveles educativos de la población indígena y la falta de capacitación para gestionar negocios turísticos (Bennett, Lemelin, Koster y Budke, 2012; Pastor-Alfonso y Espeso-Molinero, 2015).
El espacio turístico, entendido como aquella porción del espacio geográfico donde se ejercen prácticas socioespaciales relacionadas con actividades de ocio y recreación, se convierte entonces en un elemento de análisis en el que convergen las necesidades de reconfiguración productiva del territorio con las de difundir el patrimonio cultural, preservar los recursos naturales y complementar los ingresos económicos.
Metodología
Se desarrolló un estudio de caso único, de tipo descriptivo y exploratorio (Stake, 2000). La unidad de estudio seleccionada presenta características singulares que permitieron el análisis de un caso paradigmático sobre los procesos de transformación socioterritorial en zonas indígenas donde se implanta la actividad turística. Dadas las características de la población estudiada, el método etnográfico fue de utilidad para comprender los cambios y las continuidades que se presentan en los patrones socioeconómicos y culturales de los espacios rurales que llevan a cabo actividades turísticas. El turismo indígena en el centro de México ha sido un fenómeno poco estudiado; en el caso de los matlatzincas de San Francisco Oxtotilpan, se encuentran algunas investigaciones de corte antropológico (García, 2004; Escalante y Hernández, 1999 y Korsbaeck, 2011) y propuestas de desarrollo turístico (Celis, 2016; González-Domínguez, 2015; López-Mathamba, 2015 y Thomé-Ortiz, 2016). Sin embargo, a pesar de tratarse del último bastión donde habita una de la civilizaciones fundadoras del valle de Toluca y de la fuerte irrupción del turismo en los ámbitos económico, social, cultural y ambiental, no se ha desarrollado un estudio de caso que permita explorar dichas transformaciones.
La muestra seleccionada consistió en 80 informantes, que fueron determinados por medio de la técnica de muestreo no probabilístico de bola de nieve (Goodman, 1961). Entre los criterios desarrollados para la construcción de dicha muestra se buscó que se tratara de actores participantes y no participantes en las actividades turísticas, que presentara una distribución equitativa por género (hombres y mujeres) y por franja etaria entre jóvenes (15-25 años), adultos jóvenes (26 a 45 años), adultos maduros (46 a 60 años) y adultos mayores (mayores de 60 años). La información proporcionada fue validada por criterio de saturación, por lo que se aumentaron informantes hasta el punto en que la incorporación de nuevos datos no permitiera un incremento significativo del conocimiento generado (Eisendhardt y Graebner, 2007).
Para la obtención de los datos fueron aplicadas entrevistas semiestructuradas. Los aspectos abordados durante las entrevistas fueron estos: I) la relación con la organización ejidal como espacio de regulación de la transformación productiva del campo; II) los mecanismos de inclusión y exclusión percibidos en el desarrollo de las actividades turísticas; y III) el nivel de apropiación local sobre la nueva actividad.
Los datos fueron consignados en un diario de campo (Emerson, Fretz y Shaw, 2011) y posteriormente fueron sistematizados mediante una base de datos que incluyó las siguientes categorías: I) ejido y regulación de la reestructuración productiva de comunidades indígenas por medio del turismo; II) barreras de acceso al turismo rural; III) nuevas relaciones urbano-rurales en el contexto de la apropiación turística del territorio; IV) apropiación social del turismo rural; y V) aprendizaje colectivo. Los datos fueron interpretados desde la perspectiva sociológica de la organización campesina (Pérez y Sevilla-Guzmán, 1976) y el enfoque centrado en el actor (Long, 2007), basado en la construcción social de cambio y continuidad, en la que se considera determinante el rol de los actores sociales en los procesos de transformación socioeconómica del territorio.
Zona de estudio
El término matlatzinca o pirinda (Botuná en su lengua original) (García, 1999) se utiliza para referirse a los pueblos indígenas que en la época prehispánica construyeron importantes centros políticos y ceremoniales (entre otros, Teotenango y Calixtlahuaca), integrantes del señorío que dominó el extenso territorio habitado por otomíes, mazahuas, ocuiltecas y nahuas, conocido como valle de Matlatzinco, hoy valle de Toluca (García, 2004). La denominación matlatzinca (los señores de la red) se usa para identificar al grupo étnico que habita y a su lengua, que en la actualidad solo se habla en el pequeño poblado de San Francisco Oxtotilpan (García, 1999).
La comunidad de San Francisco Oxtotilpan se encuentra ubicada en el municipio de Temascaltepec, al sur del Estado de México; tiene una población aproximada de 1.435 habitantes (671 hombres y 764 mujeres) (SEDESOL, 2010), que son considerados como los últimos descendientes de la etnia matlatzinca (García, 2004), reconocidos oficialmente en el Estado de México2.
Tal como lo refiere García (2004), la comunidad de San Francisco Oxtotilpan ha logrado conservar diversas características socioculturales, como su lengua, sus prácticas alimentarias y sus celebraciones, entre las que se destacan la fiesta patronal en honor a San Francisco de Asís, el culto a los fieles difuntos y los ritos asociados con propiciar la lluvia como parte de ciclo ritual agrícola matlatzinca.
La comunidad de San Francisco Oxtotilpan han sido clasificada como una comunidad con alto grado de marginación debido a las características de sus viviendas, al bajo nivel de escolaridad y a la falta de servicios públicos. Según indicadores de SEDESOL (2010), el 27 % de la población es analfabeta, mientras que el 39 % no terminó la educación primaria; el 8 % de las viviendas no cuentan con excusado, porcentaje que disminuyó drásticamente con respecto al censo anterior (INEGI, 2005), en el que se reportó un 20 % de viviendas particulares sin este servicio; el 6 % no tienen agua potable y presentan piso de tierra, características comunes en las comunidades indígenas a las que diferentes programas de desarrollo rural buscan aportar soluciones.
La comunidad tiene una extensión aproximada de 2.262 ha, de las cuales 161 ha forman parte de la superficie parcelada, es decir, son terrenos delimitados como propiedad privada, el resto es propiedad ejidal o comunal. Según la Gaceta Municipal de Temascaltepec (H. Ayuntamiento de Temascaltepec, 2013), la propiedad ejidal es producto del reparto agrario posterior a la Revolución mexicana, cuyas tierras anteriormente pertenecían a la Hacienda de la Gavia y se ubicaban en la parte montañosa cubierta por bosques de pino y encino; son terrenos accidentados que, en comparación con las tierras privadas, presentan una productividad agrícola limitada. Estas tierras se aprovechan, básicamente, para recolectar leña, frutos, hongos comestibles silvestres y algunas hierbas, o bien para pastoreo. El aprovechamiento de estas tierras está restringido al padrón de ejidatarios, que debe cumplir las faenas, colaborar en controlar incendios y participar en las actividades colectivas que acuerde la organización ejidal (H. Ayuntamiento de Temascaltepec, 2013).
Los bienes comunales son tierras ubicadas en las zonas altas que se explotan colectivamente, entendidas como las tierras que han sido formalmente reconocidas en una resolución presidencial de Reconocimiento o Confirmación y Titulación de Bienes Comunales, así como por lo estipulado en el artículo 98 de la Ley Agraria (Berlanga, 2000). Estas tierras suelen tener una vocación forestal, y en los últimos años han sido objeto de políticas de pago por servicios ambientales.
La comunidad cuenta con una mina de arena y una gasolinera, pertenecientes a los comuneros, mientras que el invernadero de coníferas y el parque ecoturístico (restaurante y cabañas) son propiedad de los ejidatarios. Algunas personas mayores son comuneros (109 integrantes) y también ejidatarios (56 integrantes), otros pertenecen solo a alguno de los dos grupos, mientras que la mayoría de la población no forma parte de ninguno.
En diciembre de 2013, la comunidad inició las gestiones para un proyecto turístico. Conjuntamente, los integrantes del Comisariado Ejidal y la consultoria "Consultores y Constructores Espacio Sustentable Integral en Localidades del Estado de México" (COCESI) solicitaron apoyo a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) por medio del Programa de Turismo Alternativo en Zonas Indígenas (PTAZI)3. De este programa, el Comisariado Ejidal de San Francisco Oxtotilpan recibió la cantidad de USD 72.697,84, que fueron destinados a la construcción de dos cabañas, una oficina y un restaurante.
A partir de la vinculación con investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), se desarrolló una estrategia de apropiación social del turismo, la cual busca aportar herramientas a los habitantes para incidir en procesos de desarrollo local por medio de la activación de un proyecto con enfoque participativo. Por tanto, en 2014 se implementó una estrategia de construcción social de capacidades como dinámica de acompañamiento para su inserción en la prestación de servicios turísticos.
En el período comprendido entre 2014 y 2018 fueron observados problemáticas, cambios y adaptaciones en la forma de organización social, en la apropiación del territorio, en las relaciones con entes externos y en el aprendizaje colectivo respecto a la prestación de servicios turísticos. Es en torno a estos cambios y continuidades que se genera la apropiación turística del territorio en la que se centra el presente artículo.
Resultados
El ejido como espacio de regulación en la reestructuración productiva del campo: el caso del turismo
El Plan de Desarrollo Urbano de Temascaltepec 2009-2012 establece políticas de desarrollo económico y social, plantea el impulso y la promoción del sector turístico. Para el municipio, la comunidad de San Francisco Oxtotilpan era eminentemente agrícola y aún no se le consideraba con potencial para las actividades turísticas. En 2016, el municipio obtuvo el nombramiento de pueblo con encanto, por medio del cual se hace un reconocimiento a los pueblos que preservan su riqueza cultural e histórica, así como un trazo arquitectónico característico.
El Bando municipal (2016-2018) del Ayuntamiento de Temascaltepec (H. Ayuntamiento de Temascaltepec, 2016) contiene un capítulo de desarrollo turístico, en la que se exponen los artículos 138 a 142, en los que se menciona la importancia del fomento, del desarrollo, la promoción y vigilancia de las actividades turísticas, así como de la formulación y ejecución de planes y programas para el desarrollo turístico del municipio, del aumento de la competitividad y del fortalecimiento de la cultura turística y artesanal. Dicho documento plantea la necesidad de proporcionar las facilidades necesarias para incrementar la inversión privada en equipamiento e instalaciones de los destinos turísticos, así como la difusión de los atractivos y servicios en los niveles nacional e internacional.
En cuanto a su organización política, el municipio de Temascaltepec mantiene la representación y centralización de los poderes Ejecutivo y Judicial en la cabecera municipal. Cada uno de los pueblos que lo componen tiene su propio gobierno, que los representa ante la cabecera municipal y los organismos estatales y federales. El municipio se organiza en delegaciones, subdelegaciones, barrios y rancherías.
En San Francisco Oxtotilpan prevalece el sistema de cargos. Este sistema implica que los habitantes que han llegado a ser ciudadanos se emplean en algún puesto civil o religioso para el servicio a la comunidad. Comúnmente, la trayectoria de un individuo en el sistema se va alternando entre los cargos de la delegación municipal y de la iglesia (Korsbaek, 2011). La Asamblea es la máxima autoridad de la comunidad, está conformada por los delegados, los representantes comunales y los ejidales, el recaudador, el jefe de seguridad, el presidente de agua, el jefe supremo y los jueces de agua, así como por los comuneros, los ejidatarios y los habitantes en general.
Una de las formas tradicionales que los matlatzincas conservan para la organización del trabajo es la faena, que es un sistema de trabajos colectivos para el mantenimiento de espacios y la solución de problemáticas comunes, como la construcción y reparación de caminos y de escuelas, el mantenimiento de las obras de riego, entre otras (García, 2004). Estos trabajos son coordinados por las autoridades y expresan la existencia de capital social, que ha servido de base para la implementación de estrategias para la transformación socioeconómica de la comunidad, como es el caso del turismo.
La organización ejidal se estructura por medio de asambleas mensuales en las que se analizan las problemáticas colectivas, las actividades desarrolladas, informes de ingresos y egresos, programas especiales, festividades y otras actividades relevantes para la comunidad. En apariencia, se trata de un sistema democrático, pero solamente incluye al padrón de ejidatarios que no alcanza una representación ni del 10 % de la población total de la comunidad, siendo este espacio un escenario de exclusión que afecta especialmente a jóvenes y mujeres.
Uno de los acuerdos a los que llegó la Asamblea General en 2013 fue la designación de un terreno que se encuentra en una microcuenca situada en una zona alta para la actividad turística. El tipo de propiedad de la tierra en esta zona es ejidal, son terrenos explotados colectivamente y que no forman parte del Área Natural de Protección de Flora y Fauna del Nevado de Toluca (ANPFFT). Por lo anterior, el manejo del proyecto turístico es responsabilidad del Comisariado Ejidal.
Con los recursos financieros obtenidos de la CDI se construyeron un restaurante, dos cabañas, una oficina y baños. Los servicios ofertados a partir de dicha infraestructura son hospedaje, alimentos y/o recorridos en la comunidad, que se adaptan a las necesidades o preferencias de los visitantes; pueden incluir visita a viveros, talleres gastronómicos o artesanales, pláticas acerca de la cultura matlatzinca y el manejo forestal.
El Comisariado Ejidal, integrado por un presidente, un secretario y un tesorero, designó un encargado del "Parque Ecoturístico Matawi", como fue denominado el proyecto, cuyo significado en lengua matlatzinca es "río". El proyecto turístico fue presentado en la asamblea general de ejidatarios, en la que se decidió que quienes asistieran a las capacitaciones impartidas por académicos de la Universidad Autónoma del Estado de México podrían participar en las actividades turísticas. Primero, el grupo se conformó a partir de una convocatoria abierta que logró reunir a 20 personas (11 mujeres y 9 hombres) cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 59 años. Las personas que formaron el grupo inicial tenían la inquietud de participar como prestadores de servicios turísticos, y su colaboración se realizó a motu propio, derivada de ese genuino interés, aunque sí es evidente que la mayoría de los participantes tienen algún tipo de relación con los ejidatarios.
En un primer momento, el grupo dependió de la asesoría brindada por expertos en turismo de la UAEMéx, pero de manera gradual fueron construyendo colectivamente las capacidades que les han ido permitiendo apropiarse del proyecto turístico. Dichas capacidades se centran en aspectos relativos al servicio al cliente, al manejo higiénico de los alimentos, al diseño de productos turísticos y a la administración de mipymes. La operación turística se inició a partir del desarrollo de pruebas piloto bajo el modelo de investigación-acción denominado "Laboratorios sociales de turismo experiencial" (López-Mathamba, Peña-Lévano, Thomé-Ortiz y Escalante, 2017).
Como se puede observar, la organización ejidal cumple un papel rector respecto a las decisiones que se toman para la implementación del turismo en el territorio. El ejido controla los ingresos generados por concepto de las actividades recreativas y emplea a miembros que, en su mayoría, no son ejidatarios. Los actores que operan el turismo en la comunidad son, en su mayoría, mujeres y jóvenes, que por lo general están excluidos de las asambleas ejidales, pero que muestran mejores actitudes y aptitudes para el desarrollo de las actividades turísticas.
De acuerdo con lo anterior, se puede constatar que el turismo presenta una trayectoria ambivalente, la cual se debate entre la apropiación turística de los recursos locales por parte de grupos cerrados y la oportunidad de generar ingresos complementarios para actores que ocupan posiciones marginales, pero que cuentan con las competencias necesarias para ejecutar las "nuevas actividades rurales no agroforestales". Ello podría contribuir al desarrollo local, así como a la consecución del tercer objetivo de desarrollo del Milenio: fomentar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres (Ferguson, 2010).
El tema de fondo tiene que ver con la compleja relación entre los factores sociales y el turismo, las fracturas internas entre los habitantes de los espacios que buscan convertirse en prestadores de servicios y que compiten entre sí mismos, dado que sus organizaciones tradicionales tienen como fundamento la cooperación y la solidaridad. El ejido, como ente regulador de la actividad, puede ser excluyente o incluyente, es un coto de poder donde se cristaliza a nivel local una política de desarrollo rural de alcance nacional.
Barreras de acceso en el turismo rural, la voz de quienes están dentro y fuera
El grupo de trabajo se ha modificado durante la operación del proyecto. Algunos de los integrantes jóvenes no podían dedicar tiempo entre semana al turismo debido a que se encontraban estudiando fuera de la comunidad. Algunos hombres adultos se desesperaron, ya que las visitas son esporádicas, el ingreso no es fijo y el turismo se presenta como una actividad complementaria a sus actividades, las cuales demandan más tiempo. Bajo estas condiciones, se retiraron seis integrantes del grupo inicialmente conformado. Otro aspecto que ha determinado la transformación del grupo ha sido la alternancia de las autoridades ejidales, que configuran el equipo encargado del turismo, en función de afinidades personales y políticas.
El actual Comisariado Ejidal (2018-2021) nombró un comité del parque ecoturístico, integrado por un presidente, un secretario y un tesorero, el cual quedó conformado, en su totalidad, por mujeres. Ellas son las responsables de ejecutar la operación y de planificar el desarrollo del turismo. Los aprendizajes se han ido acumulando desde el grupo inicial, y con ello han generado un sustrato para la gestión comunitaria de la actividad turística. Por otra parte, la asociación con otros actores del territorio ha permitido estructurar una oferta turística más compleja mediante la integración de la cultura matlatzinca, la producción de traspatio y la cocina tradicional.
Los beneficios percibidos por las empresas que pertenecen al grupo de ejidatarios son repartidos entre los integrantes del grupo. La pertenencia a dicho grupo es de carácter hereditario de manera patrilineal, y el primogénito que se dedique al campo y viva en la comunidad es quien preferentemente hereda los derechos ejidales. Por su parte, las personas que no cuentan con titularidad en el Comisariado Ejidal no reciben reparto de utilidades de las empresas, pero pueden ser contratadas para faenas, pago por servicios ambientales, en la gasolinera, la mina de arena o el parque ecoturístico.
Los informantes de este estudio han manifestado respeto por las instituciones locales y las formas de organización de la comunidad, puesto que estas han validado su eficacia social con el paso del tiempo. Igualmente, se considera importante el hecho de que estas formas de organización son parte de los usos y las costumbres característicos de la etniamatlatzinca. Sin embargo, muchos de ellos reconocen las desventajas de no contar con tierras ni tener acceso a las asambleas en las que se discuten y dirimen las decisiones sobre la gestión del territorio.
Pese a lo anterior, el turismo abre oportunidades para personas que no son parte del grupo de ejidatarios. Tal es el caso de los grupos que imparten talleres -como el de techiti (faja de lana tradicional de la indumentaria matlatzinca)-, los grupos de jóvenes que prestan servicios como guías turísticos, las cocineras tradicionales que se encargan de la alimentación de los visitantes o las mujeres involucradas en la operación de los alojamientos.
A partir de lo anterior, es posible identificar dos tipos de barreras para el acceso a las actividades turísticas: la de ser parte del ejido y la de contar con las capacidades o bienes necesarios para incorporarse a las actividades turísticas.
Nuevas relaciones urbano—rurales en el contexto de la apropiación turística del territorio
La inserción de la pluriactividad campesina en los espacios rurales como complemento a las actividades agropecuarias, como puede ser el turismo, suele ser un proceso lento y que representa diversos retos para las comunidades rurales. Una de las principales dificultades que ha enfrentado la comunidad matlatzinca es la falta de un aparato de comercialización del producto turístico, vinculada con la deficiencia de las redes de comunicación, la inexistencia de señal telefónica y acceso a internet; ello ha significado un aspecto restrictivo para la comercialización del producto turístico.
Un rasgo interesante de este grupo es la norma de no vender terrenos a personas que no pertenecen a la comunidad, lo cual, de manera indirecta, regula el desarrollo de infraestructuras y la inversión de capitales externos de cara al turismo. Este es un mecanismo de control interno que permite una conciencia social, una fuerte identidad y que aporta a la preservación de costumbres y tradiciones de la etnia; a su vez, impide que actores externos se apropien de las iniciativas turísticas, lo que representa un eventual riesgo de despojo sobre los recursos endógenos de la comunidad.
Los visitantes que se alojan en las cabañas provienen de diversas partes del país, principalmente, de zonas urbanas del centro de México (donde se encuentra la cuarta metrópolis más grande del mundo en términos de su población absoluta). Lo anterior ilustra la manera como los habitantes de las grandes urbes perciben los servicios ambientales de tipo cultural que las zonas rurales les brindan en términos de ocio turístico. Una informante refiere lo siguiente respecto a los intereses de los turistas: "Les agrada el aire puro, la madre naturaleza y el agua, están muy contentos y les gusta platicar con nosotras" (entrevista a Rosa Isela Cima, San Francisco Oxtotilpan, enero de 2018).
Respecto a los turistas que viajan en grupo y participan en los talleres, se comentó lo siguiente: "Les gusta el contacto con la naturaleza y el conocer tradiciones y costumbres de la etnia matlatzinca" (entrevista a Camila Benítez, San Francisco Oxtotilpan, enero de 2018).
Ciertamente, la implementación de la actividad turística en la comunidad implica la emergencia de nuevas relaciones que vinculen el ámbito rural al urbano. Se trata de relaciones complejas que atraviesan aspectos tan diversos y disímbolos como el encuentro intercultural, el clientelismo político, la cosificación de los sujetos, los objetos culturales y los intercambios económicos. Este proceso ha generado procesos de aprendizaje en múltiples niveles, que han ido estabilizando las relaciones emergentes entre el campo y la ciudad para generar patrones de apropiación turística del territorio.
Apropiación social del turismo rural
Varios jóvenes de la comunidad se encuentran estudiando carreras profesionales bajo el modelo de universidades interculturales, que ha sido creado ex profeso para atender las necesidades de formación de las comunidades indígenas de México. Se observa que estos procesos de profesionalización han tenido un impacto positivo en términos de la participación especializada de los jóvenes en el proyecto turístico. Las carreras que mayor influencia han tenido en la apropiación del proyecto turístico son las licenciaturas en Desarrollo Sustentable, Lingüística y Turismo. Dichos actores sociales han incidido en el diseño del producto turístico local, en los procesos de interpretación de la cultura matlatzinca como activo turístico y en las actividades de operación del parque ecoturístico.
Es posible afirmar que los integrantes de la comunidad han logrado apropiarse de la iniciativa turística a lo largo del tiempo. De una postura inicial en la que se reproducían los principios de una cultura clientelar y paternalista, que ha permeado por décadas en la región, se ha transitado a una actitud proactiva por parte de los actores sociales. Paulatinamente, el grupo ha definido sus reglas de operación, ha construido una imagen corporativa, ha ido modificando las características de su oferta turística para satisfacer las necesidades de los visitantes y ha podido avanzar en los procesos de promoción y comercialización de su producto turístico.
Es evidente que el turismo étnico es una actividad compleja que inicialmente requiere de una corresponsabilidad entre sectores interesados en la promoción del desarrollo rural (gobierno, comunidad y academia). Sin embargo, el proceso debe avanzar de tal manera que, con el paso del tiempo, la comunidad sea autónoma respecto a la gestión turística del territorio.
En este sentido, el caso matlatzinca ilustra un proceso inicial de capacitación del cual surgieron un capital social y un capital humano que han sido la base para una apropiación social del proyecto turístico. Ello se constata por medio de las modificaciones continuas que se realizan a la propuesta turística en función de la realimentación que reciben de sus clientes. Estos trabajos se llevan a cabo con independencia de los apoyos que inicialmente les brindaron el Gobierno y los investigadores de la UAEMéx.
La prestación de servicios se ha enriquecido paulatinamente y, en ocasiones, los integrantes del grupo realizan pequeñas innovaciones o crean nuevos productos para la venta. Resulta interesante observar la interacción generacional, en la que se conjugan la innovación y la creatividad de los jóvenes con el conocimiento y la practicidad de las mujeres adultas que participan en el grupo.
Aprendizaje colectivo
Durante el período comprendido entre los años 2014 y 2018, el comportamiento de los integrantes de la comunidad como prestadores de servicios turísticos ha presentado cambios sustantivos. La actividad turística aún no está posicionada de manera óptima, pero, de acuerdo con una informante:
En el presente año, la renta de las cabañas durante el fin de semana ha sido constante, mientras que las visitas de los grupos que realizan actividades culturales y ambientales -como la visita a viveros, temazcal, taller cultural, de indumentaria y gastronómico- son muy esporádicas y dependen de la solicitud de los grupos de turistas. (Entrevista a Lizbeth Salazar, San Francisco Oxtotilpan, junio de 2018).
Para impartir el taller gastronómico, los jóvenes han indagado con los adultos mayores acerca de la forma de preparación de alimentos tradicionales, y explican su relación con las costumbres de la etnia durante la elaboración de un platillo específico. Esto permite una valorización patrimonial por parte de las nuevas generaciones a partir de la prestación de servicios turísticos.
Es notable el cambio existente entre las primeras visitas turísticas a la comunidad y las que realizan actualmente. Los actores locales se observan más desenvueltos, atentos a las necesidades de los visitantes, ocupados en otorgar un buen servicio; han invertido en equipo y refieren que la interacción con el turista es una actividad satisfactoria. Se identifican procesos de innovación en las actividades ofrecidas, que incluyen talleres de elaboración de productos a base de fresa, visita a un criadero de caracol, una cabaña con ecotecnias, turismo micológico y el avistamiento de la mariposa monarca, todas ellas actividades que alternan según las necesidades, las características y los deseos de cada grupo de visitantes.
El proyecto se encuentra en etapa de formación. Además, dada la falta de difusión y el inexistente esquema de comercialización, las ventas aún tienen un alto grado de dependencia de la promoción turística que se hace desde el ámbito académico como una forma de retribución a la comunidad, que ha permitido el desarrollo de investigaciones científicas en el interior de su territorio. Lo anterior indica la necesidad de generar procesos de integración comunitaria para una mejor autogestión del turismo étnico y la apropiación total del proyecto por parte de la comunidad involucrada.
Esta visión es lejana del acento que tienen las grandes empresas turísticas, pues su cometido es crear una masa crítica de autogestores para el desarrollo local en pequeña escala. Se observa que, parcialmente, el turismo puede producir una mejora en la calidad de vida de las comunidades a partir del reencuentro con la herencia cultural y natural que el turismo rural les permite compartir bajo la premisa de protección (Morales, 2006). En palabras de la presidenta del Comité del parque: "Con el turismo no nos vamos a hacer ricos, pero sí podemos estar mejor" (entrevista a Guadalupe Guzmán González, San Francisco Oxtotilpan, febrero de 2018).
Discusión
Los factores que influyen en la transformación del territorio y la apropiación de las actividades turísticas en comunidades indígenas son I) la organización social, II) los mecanismos de inclusión y exclusión, III) las relaciones con el ámbito externo y IV) el aprendizaje colectivo.
El discurso dominante acerca del turismo en zonas indígenas establece que la comunidad debe especializarse en producir bienes y servicios turísticos con un sello étnico (Pilquiman y Skewes, 2009). Esto difícilmente se logra, ya que la mayoría de estos emprendimientos terminan replicando modelos de hospedaje, alimentos y actividades de aventura o deportes extremos y soslayan la cosmovisión de la etnia al punto de caer en teatralizaciones, y en la recreación de estereotipos inexistentes en la cotidianeidad de las comunidades.
Como lo menciona Cammarata (2006), la emergencia del turismo en el espacio rural implica el entramado de un conjunto de actores heterogéneos e instituciones que producen el espacio turístico y sus productos. Los resultados muestran que la organización ejidal juega un papel preponderante en los procesos de cambio, pues conforma una base organizativa con profundidad histórica y arraigo cultural, al mismo tiempo que representa un factor restrictivo para la implantación de la lógica económica del turismo en comunidades rurales.
La carencia de capacitación en gestión administrativa y mercadotecnia, tal como lo plantea Azevedo (2007), es un obstáculo para la competitividad de las empresas comunitarias. Lo anterior, aunado al manejo de programas con una visión que no considera a las comunidades receptoras, se traduce en que el acompañamiento de las organizaciones externas es vital para el desarrollo de los proyectos de ecoturismo. Para Ontiveros, Muñoz y Salas (2013), la planificación y gestión del desarrollo turístico no es posible si no se conocen y toman en consideración las actitudes de la población local, lo cual se observa claramente en la presente investigación, pues sin la participación del Comisariado Ejidal el proyecto turístico se habría detenido por completo.
Palomino, Gasca y López (2016) afirman que las experiencias de turismo indígena están establecidas como grupos de trabajo bajo la conducción directa de los comisariados de bienes comunales y ejidales; estas formas de organización reflejan el proceso por medio del cual la actividad turística empieza a ser considerada como una más de la comunidad o del ejido. A pesar de que estos emprendimientos no siempre cuentan con una visión empresarial, logran generar beneficios sociales, económicos y ambientales, dado que la actividad turística con una gestión adecuada puede contribuir a las tres dimensiones del desarrollo sostenible5 (ONU, 2012).
Para ello es necesario que los sujetos sociales -en este caso los integrantes de la comunidad matlatzinca- otorguen direccionalidad al desenvolvimiento histórico (Zemelman y Valencia, 1990) y logren generar cambios en su territorio, y sean autogestores de su realidad. En el turismo indígena es importante que el sujeto social tome conciencia de su papel en este modelo, no solo como prestador de servicios turísticos, sino como el fin último del desarrollo (Thomé-Ortiz, 2008).
Conclusiones
Los resultados de la investigación muestran cómo el proceso de turistificación de los territorios indígenas se presenta como un fenómeno de alcance global, traducido en políticas públicas específicas y con enfoque sectorial. Dichos fenómenos se cristalizan a escala local y generan transformaciones en la dinámica económica, social y cultural de las comunidades.
Ciertamente, el caso estudiado permite estructurar un conjunto de aprendizajes para identificar a las organizaciones comunitarias locales como entidades reguladoras de las nuevas dinámicas turísticas, pero que al mismo tiempo se plantean como nuevos escenarios de exclusión y dominación de unos grupos locales sobre los otros. Se observa que el turismo se presenta como una actividad con barreras de acceso construidas en función de la posesión de diferentes formas de capital (económico, físico, cultural y social) por parte de los actores locales. Los actores con mayores capitales son quienes están en mejores condiciones de apropiarse del proyecto turístico.
Ante este hecho, resulta imprescindible analizar la construcción social del capital rural indígena como un bien genérico para el aprovechamiento del tiempo libre, pero que presenta una fuerte ambivalencia en las maneras como se construye la vinculación urbano-rural, la cual se debate entre la dependencia, el clientelismo y el desarrollo de nuevas capacidades, en conjunto con la diversificación económica del territorio.
El tema abordado en este trabajo ayuda a ampliar las referencias sobre la relación entre turismo, territorio y pueblos indígenas como parte de las formas de despojo que están experimentando distintos pueblos y comunidades en diversas regiones de México.
La presente investigación es de utilidad para los habitantes de la comunidad de San Francisco Oxtotilpan, pues constituye una reflexión acerca de la reestructuración productiva de su territorio. Igualmente, es una referencia básica para los tomadores de decisiones, en el sentido de que permite generar conciencia respecto a las implicaciones y limitaciones que tienen las políticas de multifuncionalidad y pluriactividad del espacio rural.
El trabajo tiene la limitación de basarse en la perspectiva de los actores locales respecto al turismo, por lo que futuras investigaciones deberán abordar este aspecto desde el punto de vista de otros actores sociales, individuales e institucionales, que están directamente asociados con el turismo.
Notas
2 La composición pluriétnica del Estado de México se sustenta en sus pueblos indígenas, distribuidos en 40 municipios con más de un millón de habitantes indígenas, los cuales conforman el 6,8 % de la población total del estado y que agrupan a cinco etnias: matlatzinca, mazahua, nahua, otomí, tlahuica. (CDI, 2006).
3 Entre 2012 y 2015, la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), por medio del Programa para el Turismo Alternativo en Zonas Indígenas (PTAZI), otorgó apoyo a 23 comunidades indígenas en 19 municipios del Estado de México, con una inversión de USD 2.907.571,53 dólares americanos; de estos 23 emprendimientos, solo 2 se encuentran en operación (González-Domínguez, Thomé-Ortiz y Osorio-Guzmán, 2018). Ello denota la falta de apropiación de los proyectos, toda vez que no se ajustan a las necesidades ni a la cosmovisión de las etnias.
4 Cantidad expresada en dólares americanos, equivalente a $1.350.000,00, según el tipo de cambio del 2 de octubre de 2018 (1 dólar americano = 18,5722 pesos).
5 Hoy existen diversas interpretaciones del concepto de desarrollo sostenible que convergen en considerar que dicho desarrollo debe ser económicamente viable, respetar el medio ambiente y ser socialmente equitativo (Jiménez, 1997; Artaraz, 2002; Novo, 2006 y Ferrer, 2012).
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