DOI: https://doi.org/10.18601/01207555.n27.02

ECOTURISMO EN EL PARAÍSO TERRENAL: ORQUÍDEAS, MARIPOSAS Y COLIBRÍES EN LA MEGABIODIVERSIDAD SURAMERICANA1

ECOTOURISM IN THE EARTHLY PARADISE OF SOUTH AMERICA: ORCHIDS, BUTTERFLIES AND HUMMINGBIRDS IN THIS MEGA BIODIVERSITY ZONE

Rafael Cecilio Cartay Angulo
Doctor en Economía y Derecho por la Université de Paris
I-Pantheon-Sorbonne, París
Docente e investigador de la Universidad Técnica de Manabí (UTM)
Portoviejo, Ecuador
[rafaelcartay@hotmail.com]

1 Para citar el artículo: Cartay, R. (2020). Ecoturismo en el paraíso terrenal: orquídeas, mariposas y colibríes en la megabiodiversidad suramericana. Turismo y Sociedad, XXVII, pp. 43-56.

Fecha de recepción: 28 de mayo de 2019
Fecha de modificación: 5 de septiembre de 2019
Fecha de aceptación: 4 de octubre de 2019


Resumen

Estudio comparativo de la riqueza en biodiversidad en tres grupos biológicos (mariposas diurnas, colibríes y orquídeas) con base en inventarios de diversidad de especies para cinco países megadiversos de América del Sur (Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela). Se aplicaron los conceptos de ventajas competitivas y comparativas para analizar la riqueza que poseen y las políticas aplicables para promover el desarrollo del ecoturismo y otras modalidades.

Palabras clave: Biodiversidad, ecoturismo, mariposas diurnas, colibríes, orquídeas, ventajas competitivas y comparativas.


Abstract

Comparative study of the wealth of biodiversity in three biological groups (butterflies, hummingbirds and orchids), based on inventories of species diversity in five mega-diverse countries of South America (Brazil, Colombia, Ecuador, Perú and Venezuela), applying the concepts of competitive and comparative advantages to analyze the wealth these hold and the policies related to the development of ecotourism and other modalities.

Keywords: Biodiversity, ecotourism, diurnal butterflies, hummingbirds, orchids, competitive and comparative advantages.


El paraíso terrenal como preludio de la megadiversidad

El paraíso terrenal es una hermosa ficción que ha motivado discusiones de carácter teológico y político. La más antigua referencia escrita del paraíso terrenal o edén probablemente esté en la Biblia, en el Génesis 2, 8-9, inspirada en leyendas persas. La idea se encuentra también en el Talmud. Las leyendas lo ponían como un lugar idílico, situado al este, sin mencionar el punto de partida. Había casi un acuerdo en que, de haber existido, se localizaría en el oriente, bañado por un río dividido en cuatro brazos, cada uno orientado hacia un punto cardinal: Tigris, Éufrates, Pisón y Guihón. Allí, en Mesopotamia, nacieron las primeras civilizaciones (Sumer, Acad, Asiria, Babilonia) y las primeras ciudades-Estado, como Jericó y Jarmo.

La invención del edén fue cantada por poetas como Dante Aligheri en La divina comedia (1265) o John Milton en El paraíso perdido (1667). No se discutía sobre el lugar de la utopía, pues era común situarlo en Asia, hasta que Colón desembarcó en lo que creía eran las Indias Orientales, luego llamadas Indias Occidentales y, más tarde, América. En su tercer viaje, entre 1498 y 1500, escribió a los reyes católicos haber encontrado el paraíso terrenal al desembarcar en las costas venezolanas de Paria, asombrado por la vista de un gran río, el Orinoco, y de un paisaje maravilloso (Colón, 1995). Desde entonces se comenzó a situar el lugar mítico en tierra americana. Primero lo hicieron, con timidez, algunos cronistas, como los padres Francisco López de Gómara, en su Historia general de las Indias (1552); Pedro Cieza de León (2005) y José de Acosta, en su Historia natural y moral de las Indias (1590). También lo hicieron algunos teólogos (Hurtado-Ruiz, 2017) y luego, resueltamente, escritores en el siglo XX, en especial, los novelistas (Pellicer, 2004).

Ubicar el paraíso terrenal en América fue una osadía que invirtió, en cierta medida, la filosofía de la historia, pues se incorporó al Nuevo Mundo en la historia mítica e imaginaria de Europa, como señaló Andrés Roig en 1986 (citado por Hurtado-Ruiz, 2017, p. 186). Lo hicieron dos teólogos en el siglo XVII: Antonio de León Pinelo en su obra El paraíso en el Nuevo Mundo, impresa en 1656, y el jesuita Simao de Vasconcellos en una crónica escrita en Brasil en 1663. Hurtado-Ruiz (2017) señala que De León Pinelo lo hizo con una intención política, aplicando dos criterios: el de autoridad, usual entonces, y el geográfico; este último criterio ponderaba la riqueza de la naturaleza, la abundancia y diversidad de la fauna y la flora, y la templanza del clima, que tanto habían impresionado a Colón. De León Pinelo aseguraba que el paraíso terrenal estaba ubicado en la Amazonía peruana, donde sostenía que también se construyó el arca de Noé (Cartay, 2016, p. 40). Para De León Pinelo, "es el sitio de la equinoccial [,] donde quiera que se considere el más calificado y preeminente por naturaleza de todos los del mundo" (De León Pinelo, 2008 [1656], vol. I, p. 38). Simao de Vasconcellos argumentó, por su parte, que el paraíso terrenal se localizaba en Brasil, "por ser esta a parte do mundo mais temperada, deleitosa, e amena para a vida humana" (Hurtado-Ruiz, 2017, p. 190). En su crónica dijo que "todo o universo nao parece vio especies, nem mais em numero, nem mais fermosas: parece as mesmas dos primitivas aves, antes criadas no mesmo Paraiso da Terra […] e compare estas com as outras aves do mundo" (Simao de Vasconcellos, 1663: CXLIII, citado por Hurtado-Ruiz, 2017, p. 190). Ambos cronistas reconocieron, con su aguda intuición, la rica biodiversidad suramericana casi tres siglos antes de que se crearan los conceptos de biodiversidad, por Edmund O. Wilson en 1987, y de megabiodiversidad, por Russel Mittermeier, Robles y Goettsch en 1997.

Mittermeier et al. (1997) llamaron megadiversos o megabiodiversos a un grupo de diecisiete países que albergan cerca del 70 % de la biodiversidad del planeta. De ellos, cinco son suramericanos: Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.

La metáfora del paraíso terrenal o edén representa simbólicamente la enorme biodiversidad de las tierras amazónicas, lo que constituye un valioso acervo de patrimonio ambiental que puede ser y es objeto de desarrollo turístico.

La megadiversidad como oportunidad para el ecoturismo

Algunas regiones del planeta presentan una mayor biodiversidad que otras. Dependiendo de ciertas variables o gradientes (latitud, altitud, precipitación), hay ecosistemas más diversos y con mayor capacidad de producción, resistencia a las tensiones medioambientales y más resilientes. Esos atributos les confieren a los países megadiversos un mayor valor económico-social comparativo y los hacen más atractivos para algunas actividades; su relativa escasez los convierte en espacios apropiables y rentables, y en bienes disputables y fuentes de conflictos. Existe una estrecha relación entre la biodiversidad y el bienestar humano, porque aquella es el fundamento del capital natural (Gómez-Baggetheum y De Groot, 2007; Bass, Finer, Jenkins, Kreft, Cisneros-Heredia, McCracken et al., 2006; Martín-López, Gómez-Baggetheum y Montes, 2009; Carpenter y Folke, 2006), una suerte de valioso capital biológico en el banco del mundo (Toledo y Barrera-Bassols, 2008).

Se tiene el ecoturismo como una de las opciones más convenientes para aprovechar y disfrutar la biodiversidad. Se afirma que con esta modalidad se presentan, al parecer, menos riesgos, impactos y costos de conservación, de modo que se proporciona una experiencia alternativa y multidimensional que combina naturaleza y cultura (Santana-Talavera, 2003; Wight, 1994; Cater, 1994). El ecoturismo es una posibilidad de dar grandes satisfacciones espirituales al cliente mientras se promueven la conservación y la sostenibilidad ambiental del recurso, porque -se piensa- aumenta el grado de concientización del usuario acerca del respeto por la naturaleza y crea una relación de "conservación simbiótica" (Nietschman, 1992). Así mismo, es una posibilidad para lograr también una apropiada rentabilidad económica (ingresos y empleos) para los proveedores del servicio y para las comunidades locales receptoras, sin ceder, en teoría, ante las tentaciones de la excesiva mercantilización y sin sacrificar la autenticidad de la experiencia cosificándola (McIntosh y Prentice, 1999). No obstante, los estudios que analizan los efectos del ecoturismo sobre el ambiente y las condiciones socioeconómicas de las poblaciones receptoras ponen en duda tales "bondades", como sucede en el publicitado éxito de Costa Rica, importante destino ecoturístico mundial.

Megadiversidad y ventajas económicas para el ecoturismo

Los países megadiversos (17 entre 194 países reconocidos por la ONU) tienen mayores ventajas comparativas que el resto por su riqueza biológica. Por ventaja comparativa de un país, aplicada al ecoturismo, se entiende el grado de dotación de los recursos biológicos disponibles, es decir, la abundancia y diversidad de las especies que conforman los distintos grupos biológicos considerados en la medición. La ventaja comparativa es, entonces, la capacidad de un país o empresa para producir un bien o servicio empleando una menor cantidad o calidad de recursos en comparación con otros menos favorecidos para obtener el propósito perseguido. En ese sentido, los países megadiversos gozarían de ventajas comparativas para aprovechar sus recursos naturales en actividades económicas ecoturísticas.

Las ventajas competitivas, por su parte, son más específicas: están dadas por la eficiencia de la estrategia aplicada por una empresa para posicionarse en un escenario competitivo con el propósito de mantenerse el mayor tiempo posible en él. Ese objetivo se logra creando un valor agregado diferencial que sea difícil de igualar, que se difunda ampliamente y sea percibido con claridad por la comunidad de usuarios potenciales. La ventaja competitiva depende, pues, de la aplicación que haga un país de una eficiente estrategia de negocios (Mahmood y Ezeala-Harison, 2000, p. 45) para hacer más competitiva su propuesta ecoturística en relación con los otros.

Entre los 17 países megadiversos, hay 5 que tienen características comunes, pues están localizados en Suramérica, cuentan con vastos bosques tropicales húmedos y forman parte de dos accidentes geográficos singulares: la cordillera de los Andes y la cuenca amazónica. Esos atributos conforman una gran unidad geográfica interrelacionada que influye sobre la biodiversidad y etnodiversidad de la región. En esa unidad se pueden aplicar políticas y alianzas plurinacionales comunes si se aprovecha la ventaja adicional de compartir un escenario comunicacional que alcanza casi los 800 millones de personas, hablantes del español y del luso-brasileño.

La tabla 1 muestra una estimación de la megadiversidad de esos países en cuanto a la diversidad de especies de esos países en algunos grupos biológicos, basada en los inventarios de diversidad realizados, que se comparan con el número de especies a escala mundial, teniendo presente que se trata de una aproximación a la riqueza por país. Por ejemplo, se analiza la riqueza de Brasil en lo referente a mamíferos, pues cuenta con el 12% del total mundial; de Colombia y Brasil en anfibios, con el 15% y el 13%, respectivamente; de Colombia en reptiles, con un 8%; de Colombia y Perú en aves, con el 19% y el 18%, respectivamente; y de Brasil y Perú en peces de agua dulce, con el 9,6% y el 9,1%, respectivamente.

A pesar de que Colombia, Brasil y Perú aparecen en posiciones destacadas en varias listas, esto no quiere decir que Ecuador, por ejemplo, esté en desventaja. Este país, por su pequeño tamaño territorial relativo, es, en realidad, la entidad nacional con mayor biodiversidad por km2 en el mundo. Habría que hacer otras consideraciones en relación con el número de especies endémicas en cada país, o bien con el grado de amenaza de extinción a que están sometidas sus especies registradas, o con la validez de las fuentes utilizadas, o bien con la diferencia de años en las distintas publicaciones citadas. A pesar de las imprecisiones mencionadas en la tabla 1, en ella se presenta una aproximación a la riqueza en biodiversidad de esos países. Hay cifras alternativas citadas en otras fuentes, por ejemplo, García, Parra y Mena (2014) aportan otras cifras para la diversidad del Ecuador: mamíferos (403), aves (1.656) y peces de agua dulce (951). Igual sucede con las cifras estimadas de especies en el mundo, que muestran desacuerdos importantes: en aves, por ejemplo, Herrera y Lasso (2008) señalan 9.194 especies; Llorente-Bousquets y Ocegueda (2008) hablan de 9.271, y Dickinson (2003) indica que hay 9.720.

Las cifras de la biodiversidad varían porque dependen del método de cálculo usado para el conteo, de la acuciosidad de los investigadores o del grado de desarrollo de la investigación científica, en especial, en la sistematización de la información relacionada con la biodiversidad. Todo eso produce dispersión de datos, formatos diferentes, desactualización de los registros, etc. En consecuencia, hay errores en los catálogos, duplicidades o registros erróneos de especies que no corresponden al taxón descrito, aunque cada país realiza esfuerzos por ordenar sus registros, tal como lo muestran Jiménez et al. (2016) para el caso de México.

Oportunidades para la observación de mariposas diurnas, colibríes y orquídeas

La riqueza biológica crea oportunidades para sus poseedores si saben aprovecharlas racionalmente y con responsabilidad ambiental y ética, optimizando sus ventajas comparativas y competitivas. Esas oportunidades pueden encauzarse en distintas modalidades de turismo responsable, como el ecoturismo bien aplicado, el turismo académico (educación e investigación científica) y el turismo de naturaleza (Rapanelli y Feger, 2018; Cornejo-Ortega, Chávez-Dagostino y Espinoza-Sánchez, 2019; Argudo-Guevara, Suárez-Domínguez, Arce y Proaño-Moreira, 2017; Martínez-Roget, Pereira-López y Pawlowska, 2013; Pawlowska, 2011). En este trabajo se discute la aplicación del aprovechamiento de la riqueza sobresaliente que tienen los países suramericanos megadiversos en tres grupos de especies: mariposas diurnas, colibríes y orquídeas. La escogencia de esos tres grupos obedece a varias razones: su abundancia relativa, sus atributos estéticos y la importancia que tienen como bioindicadores de alteraciones en el ambiente. El aprovechamiento de estas categorías taxonómicas, en cualquiera de los tres casos, es propicio para la creación de empleos y de ingresos en actividades turísticas que beneficien a las comunidades locales mientras se preserven el entorno y el recurso. Ese aprovechamiento se lleva a cabo, en primer lugar, en los lugares de observación de mariposas (mariposario), de colibríes y orquídeas (orquidiario), de manera confinada o al aire libre. En segundo lugar, de forma complementaria, usando las imágenes en labores de artesanía; en diseños para lencería, cerámica, vajillas, vestimenta, orfebrería, artículos de escritorio, afiches; en publicaciones, como guías de campo, libros de viajes, monografías, catálogos; como un elemento incorporado en juegos de video; en festivales y congresos científicos; en asociaciones de ecoturismo y afines y, en general, en todas las opciones posibles para aprovechar de manera óptima cada actividad.

En la tabla 2 puede verse la gran concentración de mariposas diurnas en regiones tropicales, particularmente, en los cinco países suramericanos megadiversos (5 PSM en adelante). Sobresalen Perú y Brasil, aunque los registros son incompletos en todos los casos, en especial en Brasil, donde buena parte de su inmenso territorio aún no ha sido debidamente explorado en cuanto a su riqueza entomológica (Marchiori, Romanowski y Mendonça, 2014).

Las mariposas pertenecen al grupo de los lepidópteros, que constituyen el segundo orden de la clase insectos más abundante; se estiman entre 165.000 y 180.000 especies, representadas en 46 superfamilias reconocidas. Es común clasificar los lepidópteros en dos grandes grupos: ropaloceros (o mariposas diurnas) y heteroceros (mariposas nocturnas o polillas). Las mariposas diurnas se dividen, a su vez, en hespéridos y papilionoideos. Las estimaciones del número de mariposas diurnas en el mundo varían entre 13.753, 17.500 y 18.000 especies (Jaimez-Ruiz, 2006; Ospina-López y Reinoso-Flórez, 2009; Lamas, 2000). En cualquier caso, esos números están subestimados, porque hay grandes territorios -como Brasil, Australia y la India- que están poco representados en los inventarios; por ejemplo, la mayor parte del territorio brasileño carece de ese tipo de información (Marchiori, Romanowski y Mendonça, 2014). Es importante señalar la gran concentración de mariposas diurnas en el Neotrópico, que alberga al menos a una tercera parte de las especies del mundo (Lamas, 2000). Las mariposas diurnas tienen gran importancia (Lemelin, 2013 y 2007; New, 2015 y 2013) por su elevado número de especies, su gran biomasa, la belleza estética de su vuelo y por sus diversas formas y combinaciones de colores; en la investigación de los ecosistemas, son relevantes como bioindicadores para evaluar el estado de conservación o alteración del medio natural, de modo que presentan utilidad para la restauración ecológica (Martínez-Romero, 2000, p. 12).

El aviturismo o turismo ornitológico es la modalidad de ecoturismo de mayor crecimiento a escala planetaria. Solo en EE. UU. se estima la existencia de 78 millones de personas como observadores aficionados (López, 2008), mientras que los observadores especializados se calculan en 15 millones (Cantú, Gómez de Silva y Sánchez, 2011). El gasto anual o derrama en esta modalidad sobrepasa los USD 35.700 millones, de los cuales 20.000 se gastan fuera del país. Uno de sus destinos preferidos es Costa Rica, donde dedican USD 1.000 al año. Aparte de EE. UU., otro mercado americano de gran importancia es Canadá, donde hay registrados unos 11 millones de observadores de aves en libertad. En esta modalidad, un segmento considerado muy atractivo es el de los colibríes, que ha cobrado cada vez más relevancia entre los ecoturistas más exigentes.

El país que ha convertido al colibrí en uno de sus principales emblemas de ecoturismo en el mundo es Costa Rica, conocido como la "Capital de los Colibríes" por sus numerosas instalaciones y jardines de avistamiento, en libertad o en confinamiento. No obstante, ese país cuenta con tan solo 52 especies, una cantidad dos veces y media inferior a las registradas en Ecuador, considerado el país con mayor diversidad de colibríes en el mundo, con un 39% del total de las especies. Algo semejante puede decirse de otros países de la región, como Perú (35% de las especies del planeta), Colombia (31%) y Venezuela (31%). Brasil, con un registro de 59 especies, constituye una excepción regional. Su bajo registro probablemente se debe al hecho de que aún falta mucho por explorar en su inmenso territorio, aparte de que la elevada tasa histórica de deforestación sufrida por el país ha destruido en gran medida el hábitat de esa familia, particularmente sensible a la alteración del medio ambiente.

Los colibríes pertenecen a la familia Trochilidae, particularmente extensa (aunque sea exclusiva del continente americano), distribuida desde Alaska hasta el sur de Chile y Argentina. Constituyen las aves más pequeñas del mundo; la especie Mellisuga helenae tiene, en promedio, 6 cm de longitud y 2 gr de peso. Los colibríes son muy atractivos para los observadores de aves (birdwatchers) por su belleza y por el reto que significa describirlos; se les describe por el color de su plumaje, sus pequeñas dimensiones y la longitud y forma de su pico. Los colibríes son muy activos: visitan un promedio de 2.000 flores al día para alimentarse (consumen dos veces su peso en alimento), vuelan velozmente, mueven sus alas entre 60 y 90 veces por segundo, y ese movimiento emite una suerte de zumbido mientras se desplazan en cualquier dirección, hacia adelante, retrocediendo, hacia los lados y hasta en picada; pero los colibríes no pueden caminar porque sus cortas patas lo impiden (Cooper, 2016; Hilty, 2002; Godwin, 1995). Su importancia como bioindicadores es elevada por su rol polinizador, de modo que juegan un papel clave en la biología de la reproducción de muchas plantas (Torres-Chávez y Navarro-Siguenza, 2000).

El último grupo estudiado en este artículo es el de las Orchidaceae, con una enorme cantidad de especies, entre 30.000 y 35.000, distribuidas en todo el planeta, con excepción de las regiones polares. No obstante, la mayor concentración de estas especies ocurre en las zonas tropicales, en particular, en las partes montañosas ubicadas entre los 1.000 y los 2.000 m s. n. m. (REPSOL, 2015). La flor de la orquídea es fascinante y misteriosa; su fama viene desde la antigua Grecia. Su nombre procede de dos voces griegas: orchis, que significa testículo, y erdos, forma. Los antiguos veían gran parecido entre sus bulbos subterráneos y los testículos humanos, y le atribuían poderes afrodisíacos (Freuler, 2008).

Los especialistas distinguen, de manera simplificada, entre plantas epifitas -que viven sobre los árboles y que en su mayoría están localizadas en zonas tropicales, con flores muy vistosas- y plantas terrestres -que viven sobre el suelo, que en su mayoría crecen en zonas templadas y que tienen flores menos atractivas-. Esa circunstancia trajo consigo que las plantas silvestres de orquídeas que crecen en zonas tropicales hayan sido objeto de un comercio indiscriminado e intenso, resultante de su recolección y exportación a los países de mayor desarrollo desde el siglo XVIII (Pickering y Ballantyne, 2013; Cavero, Collantes y Patroni, 1991; Álvarez-Sierra y Álvarez-Corral, 1984; Calderón-Sáenz, 2006). Esa afición por las orquídeas viene de su uso como planta ornamental y de su flor como un elemento festivo y ceremonial.

La explotación indiscriminada y la alteración del hábitat han sido consideradas como las causas principales de la amenaza sobre las especies del grupo. El interés de horticultores de todo el mundo y la búsqueda de flores cada vez más bellas y raras han multiplicado los esfuerzos de hibridación y han convertido la horticultura en un negocio muy rentable. Por otra parte, los investigadores le han dedicado gran atención por la estrecha relación que tiene su fecundación con los variados agentes polinizadores, que ofrece complejos modelos de procesos evolutivos en los ecosistemas. Este asunto le interesó mucho a Charles Darwin, hasta tal punto que escribió un libro sobre el tema, Fecundación de las orquídeas (Darwin, 2007), y tras su jubilación se dedicó al cultivo de orquídeas y de plantas carnívoras en su casa inglesa de Down House.

El primer lugar en cuanto a la mayor riqueza de especies de orquídeas en el mundo lo disputan Ecuador y Colombia. En Ecuador, Perú y Bolivia, se registraron 34.286 especies de plantas vasculares, de las cuales las tres familias más diversas son Orchidaceae, Aste-raceae y Fabaceae. Las Orchidaceae alcanzaron las 5.027 especies; Ecuador está a la cabeza, con 3.630 para la fecha de ese registro (2005) (Jorgensen, Ulloa y Maldonado, 2006). La riqueza de orquídeas en Colombia está medida de manera muy incompleta, pues los esfuerzos de registro se han concentrado en áreas bajo parques naturales que han sido, además, muy perturbados por los desplazamientos de población y las alteraciones del ambiente, ocasionados por la violencia guerrillera y el narcotráfico. Las cifras de orquídeas registradas en los 5 PSM de la tabla 5 son muy superiores a las observadas en otras partes incluidas en el Neotrópico, como en México (que registra 1.100 especies) (Menchaca-García, Lozano-Rodríguez y Sánchez-Morales, 2012) o Costa Rica (con 1.416 especies); o fuera de la región Neotropical, como en Chile (con solo 50 especies) o Cuba (con 300).

Conclusiones

La conclusión de este artículo es que los cinco países suramericanos (5 PSM) que poseen una destacada biodiversidad deben aprovechar con más eficiencia su enorme riqueza. Ese aprovechamiento debe estar estrechamente relacionado con aquellos grupos en los que tienen mayores ventajas comparativas, para convertirlos en un valioso recurso para desarrollar sus potencialidades en ecoturismo y en otras modalidades de turismo, cuidando la aplicación de la actividad de tal manera que garantice la preservación y sostenibilidad del medio ambiente, de modo que no se incurra en los problemas observados en países de gran desarrollo ecoturístico, como Costa Rica. Entre los países suramericanos con gran biodiversidad sobresale claramente Colombia, aunque los otros cuatro países examinados también están muy bien posicionados en su riqueza en biodiversidad. La potencialidad ecoturística de estos países se concretará solo cuando, bajo la supervisión estricta del Estado, sus sectores turísticos (público y privado), cada uno en el área de su competencia, administren más eficientemente sus recursos por medio del diseño de estrategias eficientes para conseguir ventajas competitivas -en el mediano y el largo plazo- y logren mantenerlas en un escenario cada vez más competitivo, selecto y exigente, como lo es el mercado del ecoturismo mundial, en franco crecimiento y con grandes posibilidades de desarrollo. No obstante, hay que insistir en que ese aprovechamiento de los recursos naturales bajo la modalidad del ecoturismo debe hacerse de manera regulada, bajo estricta supervisión de las comunidades locales y de los gobiernos locales responsables, y sus acciones han de inscribirse en el marco de un plan estratégico de largo plazo (Segura e Inman, 1998).

Existen muchas evidencias de que esta forma de turismo, que usualmente se cree de escaso impacto sobre la naturaleza y las comunidades locales, ha presentado algunos efectos negativos. Tal es el caso de países como Costa Rica, considerado un "modelo" de ecoturismo en América Latina. La de Costa Rica ha sido una experiencia valiosa, pero también ha sido objeto de fuertes críticas, porque crea, en la práctica, extensas zonas de segregación social, empleos temporales de baja calidad y remuneración, así como creciente contaminación y apropiación privada de recursos básicos como el agua. La mala aplicación del ecoturismo puede provocar severos daños al medio ambiente, incluso en áreas naturales protegidas, tal como algunas investigaciones han demostrado (Alvarado, 2010; Acuña, Villalobos y Ruiz, 2006; Lobo, 2006; Chen-Mok, 2005; Morera, 2001).


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