10.18601/01207555.n30.10

PLANIFICACIÓN DE DESTINOS

EL INVESTIGADOR SOCIAL FRENTE A LA PLANIFICACIÓN TURÍSTICA BASADA EN LA COMUNIDAD: UN BALANCE DESDE LA LITERATURA ACADÉMICA1

THE SOCIAL RESEARCHER VIS-À-VIS COMMUNITY-BASED TOURISM PLANNING: AN ASSESSMENT FROM THE ACADEMIC LITERATURE

Oscar Leiva Alpízar
Magíster en Desarrollo Territorial Rural de FLACSO
Trabajador del Gobierno en la
Municipalidad de Pérez Zeledón
Costa Rica
[oleivaalpizar@gmail.com]

1 Para citar el artículo: Leiva. O. (2022). El investigador social frente a la planificación turística basada en la comunidad: un balance desde la literatura académica. Turismo y Sociedad, vol. XXX, pp. 191-209. DOI: https://doi.org/10.18601/01207555.n30.10

Fecha de recepción: 17 de abril de 2020 Fecha de modificación: 12 de agosto de 2020 Fecha de aceptación: 8 de septiembre de 2020


Resumen

La comunidad representa hoy en día un eje central en la literatura académica de la planificación y gestión turística, resultado de más de cinco décadas de estudios que demuestran el rol posible y necesario de la comunidad en la participación y el manejo de la actividad turística. Sin embargo, el rol que asume el investigador frente a la planificación comunitaria en el marco de esta amplia gama de estudios de casos, modelos y propuestas investigativas ha sido poco analizado. Este trabajo pretende, por medio de una revisión concienzuda de literatura, tanto de habla inglesa como española, abordar la planificación comunitaria del turismo desde las motivaciones y los propósitos de sus investigadores. Luego de examinar las características de la comunidad como una unidad territorial, como unidad social y como conjunto de actores diversos, se proponen tres perspectivas de análisis que sirven de marcos de referencia generales para responder al objetivo planteado. Los enfoques son: empresarial, etnográfico e integrador. Se concluye la importancia de reconocer los diversos enfoques para nuevos proyectos de investigación, y se apunta el enfoque integrador como ruta de planificación crítica del turismo en el actual contexto de crisis climática y sanitaria.

Palabras clave: comunidad; participación comunitaria; turismo con base en la comunidad; planificación turística; desarrollo comunitario; desarrollo turístico.


Abstract

Communities represent the backbone of academic literature on tourism planning and management, the result of over five decades of studies that demonstrate the possible and necessary role of the community in tourism activity participation and management. Nevertheless, the role of the researcher in community planning in the framework of wideranging case studies, models and research proposals has been minimally analyzed. Through an extensive literature review of both English and Spanish languages, the aim of this paper is to approach community tourism planning from the motivations and purposes of the researchers involved. After considering the community as a territorial unit, as a social homogeneity and as a set of different actors, three analysis approaches are taken into account, business, ethnographic, and integrative. The importance of recognizing these approaches for new research projects is one conclusion, pointing to the "integrative approach" as a critical planning path for tourism in the current climate and health crisis context.

Keywords: community; community participation; community-based tourism; tourism planning; community development; tourism development.


Introducción

El involucramiento y rol activo de la comunidad en la planificación turística se ha propuesto desde diversas perspectivas: para mitigar los efectos adversos del turismo en los residentes de un destino (Haywood, 1988), como medio para la conservación ambiental (Inskeep, 1987; Dowling, 1993; Getz y Jamal, 1994), para la distribución de ingresos económicos (Scheyvens, 1999), para la participación social (Okazaki, 2008) y el uso o preservación del patrimonio cultural (Ruiz, 2009). Con mayores o menores éxitos en la obtención de todos estos beneficios (Stronza, 2010), la comunidad sigue siendo, desde décadas atrás, una alternativa en la oferta y el control de servicios turísticos.

La comunidad como unidad de análisis permitió ubicar la industria turística en el marco de complejas relaciones sociales que sobrepasan el interés estrictamente económico. Integró valoraciones subjetivas, particularidades culturales, sistemas de organización e instituciones que otorgan a la investigación turística un amplio margen de acción. La comunidad ha facilitado relacionar el sistema turístico con actores sociales que en otro momento no estaban siendo contemplados en las agendas investigativas, por su escasa contribución al manejo empresarial o por su poca capacidad de incidir en la toma de decisiones (Mair y Reid, 2007; Ruhanen, 2009; Bello, Lovelock y Carr, 2017). La inclusión de múltiples actores sociales en procesos de participación, los conflictos por un tipo particular de desarrollo deseado (Medeiros y Bramwell, 1999; Van Nguyen, Diane y Newsome, 2020) o la autonomía de grupos locales por involucrarse activamente en la gestión turística (Sakata y Prideaux, 2013; Cañada, 2020) son ejemplos de contenidos que han enriquecido las discusiones académicas sobre el turismo y su vínculo con otras áreas de estudio como la sostenibilidad y la acción colectiva.

Sin embargo, poco se ha cuestionado el rol que cumplen los investigadores/planificadores turísticos en el propio trabajo investigativo. Si bien ha quedado clara la intención de examinar el manejo comunitario del turismo, la discusión y las prácticas de estudio e intervención han sido variadas.

El objetivo de este artículo es ubicar en la trayectoria de los estudios sobre la gestión y la planificación turística comunitaria las perspectivas generales que han sido justificadas y usadas por los investigadores sociales en el relacionamiento con las comunidades al construir y pensar la planificación turística. Luego de una amplia revisión de literatura académica en diversas bases de datos científicas, se constataron tres enfoques diferentes: el enfoque empresarial, el etnográfico y el integrador, organizados de acuerdo con los propósitos teórico/normativos de los autores y sus estrategias metodológicas.

El enfoque empresarial hace referencia al rol instrumental de la comunidad local para el bienestar de la industria turística. Los investigadores procuran la participación social en tanto disminuye los conflictos posibles entre el sector empresarial y los habitantes locales, y permite una experiencia turística más consensuada y agradable para el visitante. Los estudios que componen el enfoque etnográfico se distinguen por el proyecto común de describir los destinos locales y las organizaciones sociales donde se impulsa o disputa la planificación turística. El enfoque integrador, por su parte, ahonda en el estudio y la intervención crítica comunitaria, no en relación con los beneficios de la industria turística, sino a partir de los criterios locales de bienestar social. En este sentido, el turismo se convierte en una alternativa de cambio social, en beneficio de los más excluidos y marginados.

Los enfoques no pretenden ser excluyentes ni se han presentado en un orden evolutivo. No obstante, es posible observar un cambio histórico gracias al cual el turismo se incorpora a planos de investigación más críticos; así, la atención a las relaciones de poder y la articulación con el territorio resultan pasos necesarios para pensar el buen manejo de los destinos. Estos enfoques contribuyen a la discusión académica y sirven de guía para nuevos investigadores y proyectos de investigación.

El artículo se estructura de la siguiente forma: luego de señalar a la comunidad como concepto clave según la literatura turística consultada, se detalla la metodología con la cual se definieron los enfoques. Se describen las categorías propuestas y se concluye la importancia del diálogo desde estos marcos de referencia, principalmente desde el enfoque integrador, para avanzar en una investigación turística acorde con las necesidades contemporáneas.

1. ¿Qué es la comunidad para el estudio del turismo?

El concepto de comunidad es polisémico en los estudios sobre gestión y planificación turística (Blackstock, 2005; Ruiz et al, 2008; Salazar, 2012). A pesar de ello, se pueden identificar al menos tres criterios recurrentes en su definición: la proximidad física, permanente o temporal entre personas, instituciones y empresas; las relaciones económicas o culturales de un grupo relativamente "homogéneo" de individuos, o las posibilidades de encuentro de actores sociales diversos en la toma de decisiones sobre un destino turístico particular (Murphy, 1988; Getz y Jamal, 1994; Bahaire y Elliott-White, 1999; Medeiros y Bramwell, 1999; Bello, Neil y Brent, 2016).

Proximidad física

La proximidad física no ha sido solo un criterio común en los estudios del turismo, sino en buena parte de la literatura general sobre comunidad (Krause, 2001; Agrawal y Gibson, 1999). La particularidad del concepto en relación con el turismo está dada por la existencia del destino turístico como punto constitutivo de la actividad. Es decir, si el destino es el punto de inicio para la investigación o el proceso de planificación, la proximidad de los actores se percibe por su afectación directa o indirecta con la industria. En todo caso, resulta común que los atractivos centrales del destino, además de ser bienes comunes, se ubiquen cerca de las viviendas y los asentamientos locales (Agrawal y Gibson, 1999; Briassoulis, 2002).

Bello et al. (2016), por mostrar un caso reciente sobre el turismo comunitario en áreas protegidas, describen a la comunidad de la siguiente manera: "Comunidad se refiere a todos los ciudadanos (ciudadanos locales y no locales) que viven y trabajan en las áreas protegidas y sus alrededores" (p. 3). La comunidad es interpretada como la localidad receptora diferente a los lugares emisores de los turistas, caracterizada en este caso por determinados atractivos naturales. La variedad de estudios sobre la planificación comunitaria sugiere que la delimitación espacial debe ser comprendida en el contexto específico de la población analizada y de las propias características del destino (Getz y Jamal, 1994; Murphy, 1988). Por ejemplo, en las comunidades rurales e indígenas de los andes ecuatorianos mencionadas por Ruiz et al. (2008), la comunidad, el territorio y la propiedad colectiva conforman un mismo eje de análisis, donde se reproduce la cultura y la identidad común. Lo mismo sucede en sociedades tradicionales, alejadas históricamente de otros centros poblados que transitan hacia una economía de servicios y en las cuales su ubicación geográfica juega un rol importante en la atracción de la demanda (Harwood, 2010).

Unidades sociales

La idea de las comunidades como unidades sociales que comparten similitudes socioeconómicas y culturales se ejemplifica en Medeiros y Bramwell (1999) cuando separan a la comunidad de otros grupos dentro del mismo territorio:

Se considera cada vez más importante que la planificación del turismo en los destinos involucre a las múltiples partes interesadas afectadas por el turismo, incluidos los grupos ambientales, los intereses comerciales, las autoridades públicas y los grupos comunitarios [resaltado y traducción propios] (p. 356).

Dichos grupos comunitarios no están ligados al sector empresarial, una complicación adicional que había sido advertida por Taylor (1995) unos años antes. Lo mismo ocurre en otros trabajos donde los residentes locales, separados de los empresarios y las instituciones, hacen referencia a los anfitriones, es decir, a los ciudadanos habitantes del destino (Smith, 1977; Inskeep, 1987; Jamal y Getz, 1994). Más adelante en el artículo de Medeiros y Bramwell (1999) se vuelve a mencionar la palabra comunidad, pero esta vez para referirse a una comunidad empresarial (p. 367). En su caso, como en otros estudios, el concepto está dado por el conjunto de relaciones económicas y sociales afines entre un determinado número de personas. Su interrelación e intereses comunes hacen que los grupos adquieran una unidad en sí misma y puedan ser tratados en el proceso de planificación como actores diferenciados.

En resumen, la comunidad como unidad social hace referencia a los residentes permanentes del territorio que comparten una historia y una identidad común. El turismo comunitario, por ejemplo, ha descrito la gestión turística que llevan a cabo los propios locales de forma organizada. Esta categoría indica que el criterio de proximidad no resulta suficiente o incluso no es indispensable para definir el concepto (Krause, 2001; Salazar, 2012). El florecimiento de comunidades que sobrepasan los límites geográficos de los propios individuos que las integran permite prestar mayor atención a los criterios subjetivos y culturales de los grupos en cuestión.

Agrupación de actores diversos

La separación entre comunidad local (residentes no ligados al turismo) y actores externos o industria (no locales) resulta muy confusa cuando se concibe la comunidad con la participación de todos, o al menos buena parte, de los actores sociales del destino turístico. En este sentido, comunidad y planificación participativa se fundamentan en tanto se interrelacionan (Bello et al, 2016). Si se requiere que todos los actores de un destino formen parte del proceso, lo comunitario se sustenta del diálogo y la colaboración conjunta. Esto indica que la conformación de una comunidad ampliada o de destino se crea por el beneficio de convivir o llegar a acuerdos comunes.

La comunidad de acogida es el destino en el que los objetivos individuales, empresariales y gubernamentales se convierten en productos e imágenes tangibles de la industria. Una comunidad de destino proporciona los bienes de la comunidad (paisaje y patrimonio), bienes públicos (parques, museos e instituciones) y hospitalidad (promoción del gobierno y sonrisas de bienvenida), que son la columna vertebral de la industria [traducción propia] (Haywood, 1988, p. 106).

La definición limitada a la participación social y ligada al turismo ha generado varias dudas. Una de ellas es la poca certeza de que la sola consideración de las opiniones de los residentes locales conlleva lo comunitario, particularmente en ciudades o territorios con una compleja red de actores.

El grado en que las actividades en York [Inglaterra] coinciden con las características de planificación del turismo comunitario establecidas por Haywood (1988) depende en gran medida de cómo se defina la comunidad. Hay evidencia que sugiere que las preferencias y los puntos de vista de la mayoría de los residentes han sido tomados en consideración y que las estructuras están en su lugar para la consideración de impactos, opciones y posibilidades [traducción propia] (Bahaire y Elliott, 1999, p. 271).

Algunas posturas más críticas han extendido este debate en torno a las capacidades reales de participación de los actores afectados por el turismo, poniendo en cuestión los contextos económicos, históricos y sociales en los que surge la convocatoria de los actores diversos. Así, no todos los actores, en especial los residentes permanentes, tienen las mismas posibilidades y garantías de participar en la toma de decisiones, sea por condiciones de marginalidad o discriminación, o por monopolio político-empresarial (Tosun, 2000; Ruhanen, 2009). Por lo tanto, la comunidad no se define en términos de participación social solo por el hecho del encuentro y la cooperación, aunque el surgimiento de acciones colectivas sí podrían ser consecuencia de la integración social, las cuales resultarían útiles para la creación comunitaria (Ruiz, 2017). En todo caso, la comunidad ampliada o de destino resulta un concepto que ubica territorios donde confluyen una amplia variedad de unidades sociales alrededor del turismo, usuales en etapas avanzadas de desarrollo turístico (Butler, 1980).

2. Metodología

La investigación se basó en la lectura y el análisis de la literatura turística sobre planificación comunitaria, identificada principalmente en revistas internacionales tanto de lengua inglesa como española. Se realizó una búsqueda amplia (en Google Scholar, Redalyc, Dialnet, Elsevier, ScienceDirect y Springer) de artículos e investigaciones que hicieron referencia a la planificación comunitaria del turismo. El enfoque metodológico fue similar al utilizado por Kaján y Saarinen (2013), y Hoogendoorn y Fitchett (2018), con respecto al uso de palabras y de frases clave para el rastreo de literatura.

La información fue seleccionada sin discriminar las fechas de su publicación, con la intención de analizar las discusiones suscitadas a lo largo de la historia sobre la comunidad. Se utilizaron varias palabras y frases clave en este estudio. Las palabras principales en inglés fueron: community-based tourism planning, environmentally-based planning, community development, collaborative tourism planning, community involvement, community approach, community participation y community attitudes. Y en español: comunidad, gestión comunitaria, planificación turística, participación comunitaria, turismo comunitario, ecoturismo comunitario y planificación comunitaria. De esta búsqueda realizada entre los meses de diciembre de 2019 a febrero de 2020, se depuraron e incorporaron en un índice los artículos que hacían referencia a análisis de casos, modelos y discusiones teóricas relacionados estrictamente con la gestión y planificación turística comunitaria. El índice combinó por igual los trabajos en habla inglesa y española. Se seleccionaron y analizaron sesenta y cinco artículos (cuarenta en inglés y el restante en español). Posteriormente, se agregaron libros y otros artículos conocidos de antemano por el autor (por ejemplo, Asensio y Pérez, 2012; Inskeep, 1991; Murphy, 1983; Pereiro et al., 2012; Ruiz, 2009; Mowforth y Munt, 2003).

Las categorías guía en la interpretación de la literatura turística se basaron en el análisis de la postura del investigador/planificador respecto a su área de estudio y trabajo. Aunque se tomó en cuenta la temporalidad y ubicación geográfica de los estudios, la distinción bibliográfica se realizó a partir de los propósitos normativos de los autores y sus estrategias metodológicas. Finalmente, ordenados los artículos de acuerdo con sus similitudes, se confirmaron los patrones existentes y constituidos de los enfoques de gestión y planificación comunitaria propuestos en este artículo, los cuales se detallan a continuación.

3. Análisis de la literatura: tres enfoques para el debate

La intención del análisis es abordar las diferentes perspectivas justificadas y usadas por los investigadores sociales en el relacionamiento con las comunidades, al construir y pensar la gestión y la planificación turística. Revisitar artículos escritos en décadas anteriores permite advertir las transformaciones históricas de la planificación turística comunitaria, pasando de un enfoque administrativo y empresarial a un enfoque más participativo que inscribe nuevas metodologías de acción para promover el diálogo recíproco con las comunidades en la propia construcción de los procesos investigativos.

Con esto tampoco se quiere insinuar que la transformación ha sido lineal y evolutiva, sino que es posible observar diferentes secuencias y cambios en los enfoques propuestos en este artículo. Los investigadores sociales han combinado estas posturas teniendo en cuenta sus intereses particulares, sus formaciones académicas y los intereses y particularidades de las comunidades investigadas. De esta manera, se presentan los enfoques como categorías generales del balance académico propuesto.

4. Enfoque empresarial

Se puede ubicar con certeza el origen de este enfoque en los países anglosajones, con fuerte impulso de los estudios turísticos canadienses. Se define por dos criterios complementarios: la preocupación por los múltiples efectos adversos que ocasiona el turismo en los destinos receptores (es decir, sobre los actores residentes y la naturaleza) y la aceptación generalizada del turismo como condición inevitable y necesaria, que por medio de adecuados mecanismos de participación social se podrían augurar mejores rendimientos para la industria. De tal manera, se ha definido como empresarial haciendo referencia al papel proactivo de los investigadores /planificadores en la atención de los destinos, facilitando la intermediación entre los intereses empresariales y las tensiones, los conflictos y aspiraciones de los locales mediante la planificación. Se retomará seguidamente cada criterio.

Sobre los efectos del turismo en los destinos existe una extensa literatura que no es posible discutir en este trabajo; basta con indicar las razones por las cuales esta agenda académica toma importancia. En ello confluyen al menos tres hechos históricos: (1) un cambio en los patrones de consumo occidental, que Mowforth y Munt (2003) señalan como reflejo del cambio hacia una producción posfordista que apoyó tendencias alternativas de turismo, en oposición a formas estandarizadas y masivas; (2) un aumento de los impactos reales en destinos enfrentados a la masificación y el crecimiento desordenado; y (3) una retórica del desarrollo sostenible que influyó en diversas áreas de la economía, con mayor fuerza desde los años ochenta, y en el turismo, mediante su estudio desde la sostenibilidad (Leach y Mearns, 1997).

La geografía en este contexto, y en general a lo largo de este enfoque, ha desempeñado un papel primordial, derivado de su interés por lo espacial, los lugares y sus transformaciones físicas y sociales. Su área de trabajo flexible y su larga trayectoria de al menos buena parte del siglo XX en los estudios del turismo (Pearce, 1979) le permitirían ocuparse con propiedad de la evolución, el desarrollo y la gestión de los destinos (Hudman, 1978; Hyma y Wall, 1979; Collins, 1979; Butler, 1980; Dewailly y Flament, 1996; Boullón, 2006).

En particular, la teoría del ciclo de vida de Butler (1980) derivó en una larga secuela de investigaciones sobre el desarrollo de los destinos. Según el autor, a mayor crecimiento y madurez del destino, mayores probabilidades de conflicto con los actores locales, por su exclusión de la industria. Aunque esto ha sido debatido ampliamente en estudios de caso en los que las etapas se traslapan o no se sigue un patrón lineal de evolución, las contribuciones de Butler facilitaron la discusión permanente sobre la planificación de los destinos en torno a las actitudes de los locales y la participación social (Getz, 1992, 1994; Reid, Heather y James, 2000; Hunt y Stronza, 2013).

El impulso que llevó a los estudios sobre los impactos del turismo a un boom académico a partir de 1970 fue muestra del giro de la antropología y la sociología en la compresión del fenómeno (Pearce, 1979). Debido a la vocación de las ciencias sociales en el estudio de las manifestaciones culturales, económicas y sociales, el incremento exponencial del turismo en buena parte del mundo ya no podía ser soslayado por estas disciplinas. En este sentido, los estudios críticos estaban relacionados con los motivos del viaje; los cambios en las formas de vida, en las cotidianidades y en la producción local; la mercantilización de objetos culturales; la colonización, etc.2.

Sin embargo, con la intención de intervenir con mayor profundidad en las condiciones sociales de los anfitriones, los estudios turísticos realizados por geógrafos se volcaron al análisis de las percepciones y actitudes de los residentes locales sobre el desarrollo turístico de sus destinos (como se ha mencionado, en ocasiones influenciados por la teoría del ciclo de vida), lo cual derivó en la puerta de entrada a la perspectiva comunitaria en este enfoque empresarial (Doxey, 1975; Belisle y Hoy, 1980; Murphy, 1981; Keogh, 1990; Getz, 1994). Tener en cuenta la subjetividad de los locales sobre el desarrollo turístico permitió considerar su posible rol en la cogestión y la planificación de los destinos, como lo muestra el influyente texto de Murphy Tourism: A Community Approach (1985).

Como se comentó al inicio del apartado, la apuesta por lo comunitario en la gestión del destino estuvo dirigida a las posibilidades de facilitar mejores condiciones de competencia y rendimiento. O, como mencionó Murray, "para legitimar el capital turístico" (citado por Navas y Blázquez, 2016, p. 118), de tal forma que la evolución del destino, en términos de Butler, prolongara o diera estabilidad a su crecimiento, madurez o rejuvenecimiento.

Sea con mayor interés en la industria empresarial -como Heenan (1978), para quien la colaboración entre actores era un medio que facilitaría el camino a la inversión externa- o con mayor atención sobre los impactos -como Haywood (1988), para quien se debía compensar los efectos ocasionados que resultaban del carácter mercantil del turismo-, se ha compartido históricamente un criterio común que refiere al turismo como una actividad positiva en el territorio y por tanto necesaria.

Restaría en ambos casos buscar metodologías adecuadas para que los actores locales se integren y legitimen el turismo a partir de un ejercicio de participación en la toma de decisiones3 (Okazaki, 2008). Esto ha ocurrido a través de variados métodos de estudio, estadísticos y cualitativos, que van desde la caracterización turística, el análisis de la demanda y los diagnósticos y análisis de las percepciones locales, hasta la elaboración de productos turísticos, la zonificación, la identificación de rutas y el fortalecimiento organizativo (Miyakuni y Stoep, 2006; Sánchez, Abogabir y Álvarez, 2011; Moswete y Thapa, 2015; Saravia y Muro, 2016; Del Chiappaa, Atzenic y Ghasemi, 2016; del Pilar et al, 2016; Ramírez, 2019).

La idea de la participación comunitaria condicionada a la aceptación y el crecimiento de la industria ha sido objeto de críticas. Varios investigadores, entre ellos Taylor (1995) y Blackstock (2005), han denunciado el uso instrumental de la comunidad como objeto publicitario, al menos para el caso de la literatura anglosajona. Una comunidad amigable (Taylor, 1995) es un buen motivo para la inversión, como deseaba Heenan (1978). La idea de concebir el empoderamiento y el desarrollo comunitario ligado al sostenimiento y crecimiento de la industria, comentan sus críticos, limita el alcance de su propia autonomía, disuelve el interés por los objetivos generales del desarrollo comunitario y estigmatiza a los residentes que rechazan al turismo como actores que ignoran los beneficios de la actividad.

Por otra parte, se ha señalado que las actitudes locales son una medida para establecer las capacidades del destino (Getz, 1994) y que la conservación ambiental y la sostenibilidad debe considerar la inclusión de los residentes (Dowling, 1993; Scheyvens, 1999; Simpson, 2001; Ruhanen, 2004). Aun así los límites del crecimiento no son considerados, asumiendo que "un resultado negativo (colapso) no era inevitable si los actores del desarrollo podían cambiar sus políticas" (Saarinen, 2006, p. 1123).

A pesar de esto, el enfoque empresarial debe ser comprendido de manera matizada cuando se comparan destinos de mayor o menor importancia en el mercado turístico global, según los tipos de oferta e inversión, las preocupaciones socioambientales e igualitarias, y los contextos de las propias comunidades. La experiencia del enfoque empresarial brinda una base de análisis y métodos de trabajo sobre la participación, colaboración y la planificación colaborativa como mecanismos para influir en la construcción de productos turísticos y destinos menos problemáticos (Getz, 1986; Murphy, 1985; Haywood, 1988; Inskeep, 1987, 1991; Simmons, 1994; Getz y Jamal, 1994; Bahaire y Elliott-White, 1999; Jaafar, Rasoolimanesh y Ismail, 2017; Reinoso, 2017).

La apuesta temprana por la comunidad desde la década de 1970 provocó en las décadas sucesivas la inclusión de posturas más críticas en relación con la naturaleza de la participación y el análisis de las dificultades de los destinos por acordar objetivos comunes, e indujo al análisis del poder como concepto mediador en la planificación comunitaria (Reed, 1997). Los criterios anteriores son fundamentales para la conformación analítica y metodológica de los siguientes enfoques.

5. Enfoque etnográfico

Los investigadores que componen el enfoque etnográfico se distinguen por el proyecto común de describir los destinos u organizaciones turísticas que impulsan un proceso comunitario. En esta tarea se reconocen dos líneas interpretativas que se abordan a continuación.

Procesos y características del turismo comunitario

La primera línea del enfoque etnográfico parte de visibilizar las experiencias y estrategias optadas por las comunidades que las vinculan al mercado turístico. La atención se concentró en las organizaciones de base, particularmente en sociedades rurales indígenas y campesinas del Sur global que han diversificado sus esquemas productivos en las últimas décadas.

El punto crucial en discusión es cómo esas distintas expresiones de economía popular actúan como un dique de contención frente a las múltiples formas de usurpación de los territorios y los recursos naturales por parte del capital corporativo, ya sea en forma de agrocombustibles, agricultura industrial, minería, construcción de megainfraestructuras o explotación turística; y a la vez, cómo esas poblaciones locales organizadas colectivamente son capaces de poner en marcha y sostener propuestas de desarrollo rural alternativas a las dominantes; con otras lógicas y otros valores (Cañada y Fandiño, 2009, p. 29).

El interés de Cañada (2014, 2020) y posteriormente de Cañada y Fandiño (2009) por visibilizar las organizaciones cooperativas es una reflexión sobre sus potencialidades para planificar y gestionar el turismo. La Cooperativa Carlos Díaz Cajina en la isla Ometepe (Nicaragua), descrita por Cañada (2009), ejemplifica el caso de muchas otras organizaciones que surgieron con anterioridad al ingreso del turismo, dedicadas principalmente a la producción agrícola. El giro hacia el turismo lo produjo la urgencia de diversificación productiva ante el desafío de las posturas neoliberales. Lo mismo se encontró en algunos casos de Costa Rica (Leiva, 2015), tales como Coopesilencio y Coopecampesinos en el Pacífico Central, donde la propiedad y el trabajo colectivo muestran particularidades históricas de gobernanza territorial que discrepan del enfoque anterior, puesto que el planificador procura el diálogo y la negociación con las comunidades afectadas.

El perfil antropológico se verifica en los estudios sobre las organizaciones sociales, la gestión interna, los imaginarios locales, el género, la apropiación o conflicto respecto a su patrimonio cultural y natural, la inserción en el mercado y la inclusión al turismo de sectores empobrecidos y su relación con actores externos (Asensio y Pérez, 2012; Ruiz, 2009; Sakata y Prideaux, 2013; Da Silva et al, 2014)4. Esta propuesta analítica tiene una intención menos generalizadora, porque parte del contexto territorial para comprender las particularidades y diferencias entre experiencias, con escaso interés en aportar formas de intervención o acompañamiento en los destinos comunitarios para la planificación.

Sin embargo, su carácter descriptivo y sistematizador busca, así sea de forma indirecta, que las comunidades exploren y generen resistencias a un contexto social y económico de opresión, pobreza y marginalidad. Esto sucede justamente porque el tipo de turismo que han privilegiado los estados nacionales parte de lógicas de desarrollo vinculadas con la gran inversión empresarial, la extranjerización de los territorios, la privatización y la gentrificación de pueblos y ciudades (Gascón y Cañada, 2015). El turismo a gran escala es conocido a lo largo del mundo; pero en países empobrecidos que han sufrido siglos de colonialismo, este hecho termina reproduciendo las mismas formas de despojo y dependencia imperial (Britton, 1982; Marín, 2015). De tal forma que el turismo a escala local, donde los residentes tienen el control de los recursos, resulta revelador y una alternativa posible. Aun así, esta línea no conlleva idealizar el turismo como puerta al desarrollo económico, ni a considerarlo una solución estándar para todos los territorios rurales. Es relevante en la medida en que facilite iniciativas autogestionarias con participación social, por lo que el turismo está dentro de una amplia gama de caminos posibles (Ruiz, 2017).

Límites de la participación social

La segunda línea del enfoque etnográfico, más cercana al enfoque empresarial en su carácter incidente, da continuidad a la discusión sobre la necesidad de la participación comunitaria en los procesos de planificación turística. Se ocupa de las limitaciones y dificultades que tienen los residentes locales en participar en los procesos de planificación turística o dentro de una misma organización turística de base (García, Aledo Tur y Ullán de la Rosa, 2017; Van Nguyen et al, 2020).

A pesar de su cercanía, generó críticas al enfoque empresarial porque señala que los estudios sobre planificación comunitaria han sido generalmente un aporte académico proveniente del llamado "primer mundo", donde las posibilidades de democratización resultan más alentadoras. Sin embargo, en los países "subdesarrollados" los factores de desigualdad económica y política, las escasas garantías para la democracia y la descentralización, el desinterés, la falta de información y de capacitación en turismo, entre otros factores, tienden a ser limitaciones severas para una participación o coordinación efectiva (Tosun, 2000, 2006; Wang et al, 2010; Bello et al, 2016; Liévano Torres, Mazó Quevedo y Torres Méndez, 2018).

Si se asume que la comunidad está conformada por una red de relaciones sociales y culturales, la condición de poder se convierte en un elemento constitutivo en su definición (Reed, 1997), en el cual las formas institucionales que se crean para la gestión participativa no son neutrales, están en disputa y pueden empoderar a los actores de forma desigual, como lo sugiere Stone (2015) para el caso de Botswana o Ruhanen en Australia (2004). Esta segunda línea del enfoque etnográfico se diferencia de la primera en los procesos comunitarios que se describen en los artículos e investigaciones. Mientras el interés de la primera línea está dado por las experiencias históricas y autónomas de comunidades rurales (sean campesinas o étnicas), la actual perspectiva muestra lo opuesto: cuestiona, mediante la evaluación de la participación de los actores locales, las posibilidades y dificultades de los residentes por coordinar y participar efectivamente (Hernández, 2017). Esto podría ser resultado de las características de las comunidades que se describen, sean comunidades locales en el sentido de unidad social, como prevalece en la primera línea de este enfoque, o como comunidad ampliada, presente comúnmente en la configuración de los destinos de la segunda línea.

6. Enfoque integrador

Este tercer enfoque agrupa algunos elementos de los anteriores enfoques expuestos. Por un lado, la comunidad local se establece como el centro de análisis, mientras el turismo es una posibilidad y no una condición inevitable; por otro, aporta contenidos metodológicos que conllevan la acción comunitaria. La investigación y planificación turística es integradora en la medida en que se convierte en una alternativa de cambio social por medio de la articulación de estrategias socioeconómicas, en beneficio de los sectores excluidos. El enfoque etnográfico ha dado cuenta de la articulación del turismo con otros ejes de la vida social y cultural; en el integrador, sin embargo, se consideran nuevas formas de intervención social que posibilitan y dan continuidad a dicha articulación en un contexto de resiliencia y reparación del tejido social.

Este enfoque se nutre de los aportes de Mair y Reid (2007) cuando refieren a la diferencia entre los paradigmas de la orientación social y la transformación social en la planificación. Mientras la orientación representa al carácter impositivo de arriba a abajo (top-down) en la toma de decisiones del destino, la transformación pretende un cambio en las estructuras sociales y económicas en la dirección de abajo a arriba (bottom-up); es decir, aquellos actores que históricamente han tenido menos poder de negociación sobre los objetivos del desarrollo son ahora los protagonistas en la planificación (Medeiros y Bramwell, 1999). Lo que particulariza a este enfoque integrador es el énfasis del investigador por acompañar procesos participativos en la investigación social del turismo, con el propósito principal de cuestionar la realidad local y sus ideales comunitarios y, a partir de ello, buscar formas de cambio social apropiadas. Esta perspectiva se construye de dos ideas relacionadas:

  1. El turismo suma al bienestar comunitario y regional. El interés en la planificación turística y en general en el turismo comunitario no se desvincula de los objetivos más generales de la sociedad y la economía, permitiendo una relación, control y límite de la actividad en correspondencia con otros intereses y conflictos comunitarios (Marcouiller, 1997; Grybovych y Hafermann, 2010; Deng, Arbogast y Selin, 2011; Capriello, 2012). La urgencia de esta perspectiva se debe a la propia integridad del turismo en el uso y aprovechamiento de recursos del lugar, de impactos y cambios a los que conduce la economía de servicios, además de los vínculos y la dependencia que tiene el turismo de base local con los actores económicos externos (Trejos y Chiang, 2009). Se habla de "desarrollo local" para referirse a la complejidad del territorio donde el turismo se propone y se planifica, y en el cual los investigadores articulan soluciones participativas junto con los afectados (Popovich y Toselli, 2006).
  2. En el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Colombia), por ejemplo, resulta imposible separar el turismo de la agenda ambiental, de la distribución de los servicios públicos, de la producción y distribución de alimentos, de la demografía y la arquitectura, de la cultura raizal y el cambio climático. En el año 2014 el 30% del total de establecimientos se dedicaba a servicios turísticos y ocupaba alrededor del 50% de la mano de obra del archipiélago, la población ha superado los 1600 hab./km2 y se convirtió en uno de los territorios oceánicos más densamente poblados del mundo, mientras el acceso al acueducto de agua potable no abastece siquiera al 50% de la población (Cruz, 2016).

    En este sentido, como lo plantea la primera línea del enfoque etnográfico, el turismo es una posibilidad, entre otras, para lograr objetivos comunes de desarrollo comunitario. De esto depende que la atención esté puesta sobre los actores sociales más afectados por el desarrollo convencional y no sobre la industria turística. Así, los intereses sobrepasan la posibilidad de conformar un producto turístico, y aunque puede estar incluido, los esfuerzos se concentran en las capacidades de acción colectiva y en el contexto sociohistórico territorial (Mair y Reid, 2007; Cardozo et al., 2016).

  3. Considerar modelos críticos de investigación-acción para la planificación de un proyecto. La planificación participativa crítica aboga por la horizontalidad y el encuentro entre actores e investigadores en un ejercicio dialógico (Mair, 2012). Valora y promueve los procesos de aprendizaje común en tanto proceso pedagógico crítico. Reconoce los conocimientos del territorio, presta atención a las experiencias y prácticas locales, y apuesta por el potencial de la acción colectiva. El experto debe ser capaz de situarse en este contexto, contribuir en la descripción de los procesos locales y, más importante aún, facilitar la construcción de metodologías de trabajo conjuntamente con los actores afectados (Alberich, 2000; Mair y Reid, 2007; Borda, 2009). La intención resultante no está vinculada solamente con la creación de un producto turístico particular, sino con un proyecto o proceso de desarrollo local (Reid, 2003).

En el marco de este enfoque se acude a la investigación-acción participativa (IAP) en los estudios turísticos y en la planificación para la identificación de problemas locales, la generación de conocimiento y la creación de soluciones sostenibles (Caballero, Martín y Villasante, 2019), sea en contextos de trabajo con pequeñas comunidades locales (étnicas, campesinas, etc.) o en comunidades ampliadas, es decir, territorios complejos donde confluyen diversas partes interesadas (Capriello, 2012; Idziak, Majewski y Zmyślony, 2015; Schmitz y Lekane, 2016; Espeso-Molinero, 2017).

7. Conclusiones

Se ha discutido en este trabajo el rol que ha asumido el investigador/planificador frente al involucramiento de las comunidades en los procesos de planificación y gestión de los destinos turísticos.

Luego de definir el concepto de comunidad como el espacio físico limitado por el destino receptor y las relaciones sociales que se gestan en una relativa proximidad, se presentaron tres enfoques de análisis. Los enfoques empresarial, etnográfico e integrador han pretendido categorizar diversos esquemas de trabajo existentes en la planificación comunitaria, de forma tal que contribuyan a pensar el quehacer investigativo y la intervención social en el ámbito turístico. Se trata de perspectivas amplias obtenidas de la clasificación de diversa literatura anglosajona y española respecto de los propósitos normativos de los autores y sus estrategias metodológicas.

Los enfoques que se han presentado no pierden vigencia en la actualidad ni la distinción ha intentado ser radical; aun así, se puede constatar una variación general entre posturas. Se ha transitado de una apuesta por la participación comunitaria centrada en el destino y la actividad turística a actitudes más críticas que sitúan al turismo en la complejidad social del territorio y por tanto en su interrelación con otras actividades productivas y otros conflictos y actores.

Esta secuencia se puede observar en el orden en el cual los enfoques se han mostrado. El enfoque empresarial surgió y se consolidó como una forma de mitigar los impactos del turismo en los destinos y crear productos turísticos acordes con la potencialización de la industria por medio de métodos participativos y consensuados. Esto a su vez impulsado por los criterios del desarrollo sostenible. El enfoque etnográfico se ha ocupado de la descripción de sociedades generalmente rurales y tradicionales que han transitado hacia la economía de servicios, prestando atención a los tipos de gestión local y los conflictos por llegar a consensos. En este enfoque se señalan dos líneas diferenciadas con respecto al acercamiento a las comunidades y a las intenciones de los investigadores. El enfoque integrador se ha concentrado en buscar métodos de trabajo participativos que radicalicen las formas de gestionar los territorios, sirviendo a las poblaciones menos favorecidas y apuntando al cambio social. En este enfoque también se ejemplificaron dos posturas diferenciadas y que pluralizan las posiciones no solo comunitarias, sino de los mismos investigadores.

El abordaje de los enfoques puede servir de guía para nuevos proyectos de investigación. Dichos enfoques permiten diferenciar los propósitos económicos y políticos que se esperan en el ejercicio de la planificación e invitan a la autoevaluación de los propios investigadores sociales antes, durante y después de la intervención externa.

Se concluye que para ampliar las posibilidades de investigación crítica se requiere una cobertura mayor del enfoque integrador. Lo anterior implica articular los métodos participativos con el rompimiento de la relación binaria sujeto-objeto y una apuesta por la praxis investigativa que conduzca a ejercicios pedagógicos y creativos (Borda, 2009). En el contexto actual de crisis climática y sanitaria (Adger, 2000; Hoogendoorn y Fitchett, 2018), en el cual se ha mostrado con claridad la vulnerabilidad del turismo, la planificación basada en la comunidad debería enfocarse al fortalecimiento de las capacidades internas de las comunidades locales, a la diversidad de sus economías y a la prevención de fenómenos adversos, antes que al crecimiento económico de la industria turística, aunque la misma surja de procesos participativos y comunitarios.

El turismo resultaría clave en la medida en que evite la dependencia económica de las comunidades, que contribuya al empoderamiento y resiliencia local, y disminuya la afectación a la naturaleza y los bienes comunes (Healy, 1994; Stronza, 2010). En este artículo se ha pretendido, por último, hacer especial énfasis en la bibliografía como herramienta para futuras discusiones académicas sobre la investigación social y la planificación turística con base en la comunidad.


Notas

2 Véase, por ejemplo, Maccanell (2003), Graburn (1984), Cohen (1988), Van den Berghe (1994), De Vries (1992), de Kadt (1991) y Smith (1977).
3 Idea influenciada en los estudios turísticos principalmente por el trabajo de Arnstein (1969) y su escala de participación ciudadana.
4 Para otros casos ver Harwood (2010) en Papúa Occidental, Indonesia; para Ecuador ver Ruiz (2009, 2017), Ruiz y Vintimilla (2009) y Neudel (2015); para Centroamérica ver Martínez, Pereiro y Ventocilla (2010), Cordero y Bodson (2011) y Pereiro et al. (2012).


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