10.18601/01207555.n31.07

REVISTA TURISMO Y SOCIEDAD

TURISMO Y BRECHA METABÓLICA: LA ACUMULACIÓN DEL CAPITAL EN EL SUR GLOBAL1

TOURISM AND THE METABOLIC RIFT: THE CAPITAL ACCUMULATION IN THE GLOBAL SOUTH

Alejandro Escalera-Briceño
Doctor en Desarrollo Sostenible Profesor- Investigador,
Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
México
[escalera2482@gmail.com]

Alejandro Palafox-Muñoz+
Doctor en Ciencias Ambientales Profesor-investigador,
Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
México
[alejandro.palafox.munoz@gmail.com]

Manuel Ángeles-Villa
Doctor en Relaciones Internacionales Profesor-investigador,
Universidad Autónoma de Baja California Sur
México
[manan@uabcs.mx]

1 Para citar este artículo: Escalera, A., Palafox, A. y Villa, M. (2022). Turismo y brecha metabólica: la acumulación del capital en el sur global. Turismo y Sociedad, XXXI, 141-160. DOI: https://doi.org/10.18601/01207555.n31.07

Fecha de recepción: 25 de agosto de 2020
Fecha de modificación: 10 de febrero de 2021
Fecha de aceptación: 26 de marzo de 2021


Resumen

El capitalismo contemporáneo se encuentra en crisis, y la ecológica es una de ellas. Desde la perspectiva de la economía política, en su reciente formación de base ecológica, se manifiesta que el modo de producción imperante se encuentra perturbando el equilibrio de todos los seres vivos que habitan en el planeta Tierra. Las diversas contradicciones de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza para la acumulación del capital se evidencian a través del análisis de la brecha metabólica. El turismo, al ser una actividad orientada a la acumulación de capital, genera un impacto negativo en las esferas social y ambiental. A pesar de que el mainstream la considera una actividad positiva por su incidencia en el crecimiento económico en los lugares donde se desarrolla, esta se fundamenta en la explotación de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales, por lo que conforma una brecha metabólica.

Palabras clave: economía política; fuerzas productivas; acumulación flexible; brecha metabólica; turismo.


Abstract

Contemporary capitalism is in crisis and ecological is one of them. From the perspective of political economy in its recent ecologically based formation, it is manifested that the prevailing mode of production is disturbing the balance of all living beings that inhabit planet Earth. The various contradictions of the relationships between human beings and nature for the accumulation of capital are evidenced through the analysis of the metabolic rift. Tourism, being an activity oriented to the accumulation of capital, generates a negative impact in the social and environmental spheres. Although the mainstream considers it a positive activity due to its impact on economic growth in the places where it takes place, it is based on the exploitation of the workforce and natural resources, which is why it forms a metabolic rift.

Key words: Political economy; productive forces; flexible accumulation; metabolic rift; tourism.


Introducción

De diversas formas, el modo de producción capitalista genera crisis de todo tipo. En la actualidad, la emergencia de la crisis ecológica se posiciona en las agendas de los Estados, las academias y la sociedad civil. La crisis ecológica no es particularmente local ni regional, más bien, es de escala planetaria. El proceso de producción que hoy en día opera de manera global ha generado una fuerte presión sobre la naturaleza, tanto humana como extrahumana. El crecimiento económico que promueve vigorosamente el orden social vigente -a través de la búsqueda de un continuo incremento del Producto Interno Bruto (PIB)- pone en peligro a todos los seres vivos de la biosfera tal y como se conocen actualmente. La afirmación anterior es válida a pesar de los esfuerzos de la supuesta racionalidad económica de la teoría económica neoclásica, que pretende armonizar al capitalismo y la naturaleza con la pretensión criticada por Herman Daly en sus tiempos en el Banco Mundial, de que "no existe conflicto entre la economía y la ecología: podemos y debemos hacer crecer la economía y proteger al medio ambiente al mismo tiempo" (Daly, 2015, p. 1).

La actividad turística, al constituirse como industria del capitalismo y, por lo tanto, orientada de manera fundamental a la acumulación de ganancias, no queda exenta de las contradicciones que genera el sistema. Como eje de acumulación (Palafox, 2013), el turismo es una actividad compleja en términos de la definición de sus procesos de producción, que abrevan de un gran número de actividades económicas y socioespaciales. Estas se complejizan aún más con el modelo neoliberal, por las formas de contratación "flexible" de la fuerza de trabajo, los crecientes procesos de financiarización, el nuevo cercamiento de los bienes comunes y la "acumulación por desposesión" (Harvey, 2006). Una forma de entender primeramente estas tendencias desde una postura de la economía política es a través de la utilización de la teorización del desarrollo de las fuerzas productivas. Se trata, entonces, de analizar la industria del ocio como dinamizadora del conjunto de medios de producción y fuerza de trabajo. No obstante, la estrecha relación del turismo con el espacio y la naturaleza, notablemente con el mar y las playas, inmediatamente obliga a contar con una forma de análisis apropiada, por lo que en este trabajo se emplea el marxismo ecológico, marcadamente en la brecha metabólica. Esta última ayuda a entender las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, que hoy por hoy se agudizan en el capitalismo avanzado, por lo tanto, la naturaleza (humana y extrahumana) necesita organizarse de nuevas maneras para acoplarse a la acumulación de beneficios (Foster, 2013). Esto en contraposición a las soluciones pragmáticas que ofrece el paradigma de la sustentabilidad en su manifestación de economía verde (Fernández-Arroyo, 2020), en el sentido de que el cambio tecnológico y el mercado son mecanismos suficientes para cuidar al planeta (Escalera et al., 2018).

Metodológicamente, el artículo se fundamenta en una revisión bibliográfica, especialmente de la economía política. La génesis de este trabajo se encuentra en el materialismo histórico de Karl Marx sobre el desarrollo de las fuerzas productivas en las sociedades capitalistas, que en el tránsito hacia la acumulación flexible se complementa con la geografía crítica de David Harvey, para surcar en la acumulación flexible (una especie de renovación de los procesos de acumulación) como dinámica permanente de la reproducción del capital. La argumentación se refuerza con la utilización del concepto de la frontera mercantil que Jason W. Moore ha elaborado como una forma de la organización de la naturaleza (humana y extrahumana) por el capitalismo. Se alude asimismo a la brecha metabólica, categoría proveniente del marxismo ecológico, para abordar la contradicción capitalista de la relación del ser humano y la naturaleza. Finalmente, con apoyo de los estudios críticos del turismo, se destacan las aportaciones del colectivo Alba Sud, con el propósito de resaltar las afectaciones sociales y ambientales de esa actividad, netamente capitalista.

Este artículo se articula de la siguiente manera: luego de esta introducción, se aborda el desarrollo de las fuerzas productivas en la actividad turística, para luego exhibir un apretado recorrido con las dinámicas de acumulación, principalmente con la acumulación flexible posfordista. Enseguida, se presenta la conceptualización de la brecha metabólica resultante del incesante desarrollo de las fuerzas productivas, en el que las interacciones entre la naturaleza y los seres humanos se ven sujetas a una afectación multiescalar (local, regional y global) a causa de la rápida e incesante búsqueda de acumulación de capital. Por último, se concluye que la mirada crítica debe estar en constante renovación y, sobre todo, buscar nuevas posturas teóricas para realizar críticas más contundentes.

El desarrollo de las fuerzas productivas con base en el turismo

Los aportes señeros de la economía política de Karl Marx revelaron que las sociedades capitalistas esconden en sus procesos de producción una dominación de clase, que a su vez se oculta en las relaciones sociales de las mercancías: la explotación del obrero mediante el trabajo asalariado es una condición necesaria para la obtención de plusvalor o trabajo excedente para la acumulación del capital (Marx, 1999). Además, el desarrollo de las fuerzas productivas como la base material de las relaciones humanas (Dos Santos, 2009), es determinante en toda sociedad capitalista, por lo cual es esencial su expansión en todas las direcciones (Marx y Engels, 2011). En el capítulo 24 de El capital, Marx (1999) discurre sobre la privatización originaria de los medios de producción, que consistió en la expropiación de las tierras de los productores directos con el propósito de obligarlos a convertirse en trabajadores asalariados. Las fuerzas productivas no solamente se alimentan de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, sino que también dependen de la naturaleza, es decir, del dominio de algunos seres humanos de la naturaleza humana y extrahumana (Moore, 2015). Esta característica del desarrollo de las fuerzas productivas desde el capitalismo temprano hasta el actual capitalismo avanzado genera una contradicción que se materializa en "el agotamiento, la depredación, la extenuación y, la devastación de la fuerza de trabajo, así como también del suelo" (Ruiz, 2014, p. 37).

Históricamente, el despliegue cabal de las fuerzas productivas ha dependido de las fronteras mercantiles2, puesto que a lo largo de la economía-mundo capitalista estas han servido para la extracción de las materias primas, la fuerza de trabajo, los alimentos y la energía que evitan el agotamiento de la producción material (Moore, 2003). Desde ese punto de vista, el modo de producción capitalista necesita de manera ilimitada de la naturaleza humana y extrahumana (Moore, 2015). Ante esta perspectiva, el crecimiento de una sociedad o de un país requiere de fronteras mercantiles para dinamizar las fuerzas productivas (conjunto de medios de producción y fuerza de trabajo). En la época de la Colonia, los países europeos se apoyaron en la frontera mercantil que se conformaba por los recursos mineros de las colonias (Moore, 2003); en el capitalismo avanzado se depende de la frontera mercantil del petróleo (Malm, 2016); y, más recientemente, de la del turismo (Mowforth y Munt, 2003). Esta última frontera mercantil (en conjunto con las demás) actualmente se encuentra develando, a través del postulado de los Cuatro Baratos (Four Cheaps) de Moore (2003, 2015), que el desarrollo de las fuerzas productivas se fortalece de manera momentánea para la acumulación del capital por medio de la incesante búsqueda de fuerza de trabajo, energía, materia prima y alimentos (cuatro baratos)3 de los países del Sur global.

La actividad turística hoy representa una de las industrias con mayor crecimiento en los últimos sesenta años (Escalera et al., 2018). Este hecho se puede constatar mediante los datos estadísticos que emite cada año la Organización Mundial del Turismo (OMT). Por mencionar algunos, en 1950 el número de turistas internacionales se contabilizó en 25 millones (OMT, 2016, p. 4); más recientemente, en 2017, se registró un total de 1.326 millones de llegadas de turistas en destinos de todo el mundo, 86 millones más en comparación con el año anterior, por ese motivo representó el mayor aumento desde la crisis económica mundial de 2008/2009 (OMT, 2018, p. 4). En cuanto a ingresos de exportación del turismo internacional (viajes y transporte de pasajeros) estos se incrementaron en 121.000 millones de dólares en comparación 2017 (OMT, 2019, p. 8). Por esta razón, los gobiernos se interesan en la actividad turística, dado que es una fuente importante de divisas (Vera et al., 2013), además de representar para algunos países -principalmente los del Sur global- una vía para el desarrollo (Palafox, 2013). En América Central, por ejemplo, Belice, El Salvador y Guatemala sobresalieron con la actividad; en el Caribe, a pesar de los constantes huracanes que azotaron la zona, las cifras fueron positivas para República Dominicana y Jamaica (OMT, 2019). Se trata, sin embargo, del proceso de desarrollo desigual que tipifica al capitalismo: concentración de riqueza generada por el turismo, apareada con una mayor pauperización laboral y destrucción del medio ambiente. Como bien menciona la escuela estructuralista (Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein, Jason W. Moore), lo antes dicho hace suponer que el Norte y el Sur globales cumplen funciones diferenciadas en una misma relación sistémica (Molinero y Avallone, 2020). En los procesos de desarrollo desigual que resultan de esta diferenciación socioespacial (Harvey, 2006), el turismo se desempeña en la economía-mundo capitalista como una frontera mercantil más que, como las otras, consiste en acelerar la acumulación del capital y acentuar la división internacional del trabajo.

El turismo cobra relevancia cuando finaliza la Segunda Guerra Mundial. Por una parte, debido al desarrollo de los medios de transporte utilizados para la movilización de tropas al teatro de operaciones (especialmente la aviación), que al finalizar el conflicto empezaron a utilizarse para el transporte de personas con fines de ocio. Además del auge de la industrialización en países del Norte global y los reformismos laborales que comenzaron a cristalizarse gracias al Estado Benefactor con la promoción de vacaciones pagadas (Vera et al., 2013). Un factor adicional fue la reconstrucción de la Europa devastada por la gran guerra con el Plan Marshall que detonó el turismo en el mediterráneo (Buades, 2011). Los avances tecnológicos de las décadas de los cincuenta y sesenta con el avión de pasajeros a reacción y supersónico (el Comet y el Concorde) marcaron una fase en la acumulación del capital con el turismo (Escalera y Palafox, 2015). Asimismo, durante la Guerra Fría se constituyeron dos grandes bloques que buscaban la hegemonía global, liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Esto resultó en que el turismo fuera visto como un instrumento político para que los países "liberales" del Sur global (asesorados por Estados Unidos) se abstuvieran de relacionarse con el bloque socialista (Jiménez, 1993). En efecto, el binomio turismo e instituciones liberales empezó a materializarse cuando la industria del ocio dio un giro hacia la internacionalización. En el contexto de la apertura de fronteras que ese giro conlleva, en buena parte del globo comenzó un proceso de penetración económica por medio de la ayuda de los organismos internacionales (OI), los cuales promovieron un estructuralismo con base en el uso ilimitado de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo (Saxe-Fernández y Delgado-Ramos, 2004). En este sentido, Lanfant (1980) sostiene que la actividad turística se ha visto impulsada por las más altas instituciones internacionales del capitalismo global, por mencionar unas, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y las Naciones Unidas (a través de la OMT y la Unesco). Estas intervenciones claramente han servido para facilitar la irrupción de las empresas multinacionales en los destinos turísticos.

Así, el desarrollo de las fuerzas productivas con el turismo constituye un empuje globalizador en todo el orbe. Según Palafox et al. (2011), se trata de una actividad que sirve como estrategia de apertura de mercados, o bien, como forma de insertar a una región en la dinámica para el mercado turístico internacional. En el Sur global esta dinámica de expansión se constata al aparecer destinos turísticos bajo el discurso del desarrollo y para la atracción de inversión extranjera. Es en esta tónica que los gobiernos y las élites económicas (nativas y extranjeras) crearon en América Latina y el Caribe "paraísos turísticos" como Acapulco, Cancún, Varadero, San Juan, Punta Cana, Isla Margarita y Ciudad de Panamá, entre otros. Para estos fines se requirió la construcción de infraestructuras (aeropuertos, carreteras, telecomunicaciones) y la prestación de servicios complementarios para la actividad (hospitales, operadoras especializadas de tour) (Palafox et al., 2010). Estas y otras experiencias han servido para demostrar que el desarrollo por medio de la actividad turística produce una dinámica contradictoria: no reduce la pobreza y la desigualdad, sino todo lo contrario, la acentúa (Cañada y Murray, 2019). Las contradicciones más visibles radican en la violencia estructural enmarcada en el servilismo (una forma de producción de desigualdad), es decir, la población enrolada en la división de trabajo atiende a los turistas de distintas maneras (camareros, masajistas, guías, operadores) para la reproducción de la acumulación del capital (Büscher y Fletcher, 2017).

La actividad turística en la acumulación flexible: del fordismo al posfordismo

Después de los treinta gloriosos (aproximadamente de 1945 a 1971), el Estado benefactor fordista fue perdiendo fuerza política. Su debacle se debió al crecimiento del déficit público, la incapacidad del Estado para atender la protección social, entre otros factores, en los que las presiones inflacionarias jugaron un papel central (Lefebvre, 2013). Desde la geografía crítica, David Harvey (2003, 2004, 2006) sostiene que el capitalismo tuvo que buscar nuevas formas para continuar con la dinámica de la acumulación del capital y la de su reproducción social. Las investigaciones de Harvey fructificaron con el planteamiento de su teoría de la acumulación por desposesión que, con base en la acumulación primitiva de Marx, permitió al geógrafo inglés elaborar una nueva y actualizada categoría que revela las salidas de las crisis inmanentes del capital a través de la producción del espacio, la especulación financiera, la búsqueda de nuevos espacios para hacer circular los excedentes de trabajo y capital, entre otras, en atención a lo cual su mecanismo radica en el despojo y la apropiación de medios de producción o bienes comunes (Harvey, 2004).

En la etapa posfordista, iniciada en los años setenta, el Estado se convirtió en un benefactor del capital mediante las políticas neoliberales de Pinochet, Thatcher y Reagan, para nombrar solo los primeros (Harvey, 2003). Los sistemas de producción del capitalismo mutaron, pasando del esquema fordista de la posguerra inmediata a la flexibilización del aparato técnico, del capital fijo, y de la contratación salarial. En muchos países, empezando con Estados Unidos, Japón y Gran Bretaña, la robotización generó mecanismos adicionales de control y la mecanización de la actividad industrial; después, en los ochenta, en Francia y España (Lipietz, 1994) y, posteriormente, en países del Sur global como Chile y México.

El capital financiero juega un papel sumamente significativo en el posfordismo, pues se favorece al mercado por medio de la especulación, por lo que influye en el comportamiento de todos los agentes económicos, sean empresas, hogares, o Estados (Lapavitsas, 2009). En este sentido, se fortalecen los mecanismos para estimular las privatizaciones de tierras públicas (suelo, sobresuelo y subsuelo) y viviendas sociales, así como también de enfoques de bienestar que se basan en los activos, con un giro especial hacia las prácticas de gestión pública (Soederberg y Walks, 2018). Sin duda, el espacio se convierte en una fuerza productiva en la cual el capitalismo sobrevive porque ocupa espacio y produce espacio (Lefebvre, 2013). En este sentido, la tierra (o el suelo) se reconfigura para ser un medio de producción y, a la vez, en una mercancía, esta última es un valor de cambio de rápida inserción para los capitales financieros y el mercado especulativo (Capdevielle, 2019).

El turismo (la "industria del ocio" o la "industria sin chimeneas") se apoya en el espacio al estar fuertemente relacionada con lo que Harvey (2006) llamó el ajuste espacio-temporal: ante la posibilidad de una crisis, el capital busca un resguardo temporal en su espacialización mediante la inversión en bienes inmobiliarios, que se constituyen en una alternativa a la inversión en el ámbito productivo. En este sentido, la inversión en tierras se vuelve una actividad sumamente rentable y oportuna en ciertos momentos del ciclo económico capitalista. El turismo, por supuesto, comparte una vocación por el negocio inmobiliario, mismo que exhibe en el acaparamiento (por ejemplo) de extensiones de tierra en lugares prístinos que en su momento podrán albergar instalaciones hoteleras y, en su caso, lotificarse para la venta al interior de proyectos turísticos urbanizados (Carmina Valiente, 2016). Esta producción del espacio turístico es una dinámica en la que la urbanización está por encima de la industrialización, y de esa manera contribuye a la acelerada acumulación del capital (Escalera et al., 2018). Para algunos autores, como Brenner y Schmid (2014), este fenómeno es parte de un proceso de urbanización planetaria que se distingue por la rápida extensión de lo urbano a todos los rincones del globo para conducir a la acumulación futura. Tal es el impacto de este fenómeno que, en algunos lugares, como en el Levante en España (también considerado país europeo del Sur global), la tierra agraria pierde su carácter de paisaje histórico para convertirse en deseado suelo urbanizable por la presión de los agentes del turismo residencial, cuyo entramado es la especulación inmobiliaria (Aledo, 2016). Bajo este precedente, las tierras para la agricultura aseguran beneficios acumulativos a largo plazo temporada tras temporada, pero escasos a corto plazo, a saber, rentas bajas que se mezclan con el trabajo de larga jornada (Gascón, 2019); ante esto, el turismo facilita el desarrollo de las fuerzas productivas al transformar la tierra prístina en suelo fragmentado y mensurable para ser objeto transable (Bojórquez y Ángeles, 2014).

En el neoliberalismo el Estado legitima el libre mercado mediante reformas constitucionales que incentivan tanto las inversiones nacionales como las internacionales, al mismo tiempo que -a través de sus instituciones (fuerzas armadas, policía, etc.)- brinda la seguridad necesaria para que a los capitalistas no se les interrumpa la acumulación de beneficios. Asimismo, el Estado asiste al capital con la promoción de inversiones, incluyendo aquellas relacionadas con el turismo. En México, el gobierno ha asignado recursos financieros para proyectos turísticos como los Centros Turísticos Integralmente Planeados (CIP), polos de "desarrollo" ideados por el Gobierno federal desde los años setenta para promocionar y fomentar el turismo en zonas relativamente alejadas (entonces) de los grandes centros de población. De origen, el esquema se fundamentó en la inversión inicial por parte del Fondo Nacional del Turismo (Fonatur) para el establecimiento de la infraestructura básica necesaria (marinas, hoteles, etc.), para que luego cada CIP quedara en manos de la iniciativa privada nacional y, sobre todo, extranjera. En la actualidad, por ejemplo, el megaproyecto de Bahía de Banderas en el estado de Nayarit meridianamente vincula fuertemente al Estado y al capital (Massé et al., 2018).

De acuerdo con Vilchis et al. (2016), la entrada del capital en los proyectos de desarrollo turístico se suscita en tres fases: la penetración, la subsunción y los cercamientos. En la primera fase reside lo que en párrafos arriba se denominó la internacionalización mediante formaciones estructurales entre los gobiernos con los OI, como el FMI, el BM, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otros. Dicha internalización sirve para sentar las bases legales y normativas para dar paso a la industria del ocio; la segunda dinámica consta de una serie de transformaciones violentas o no de los medios de producción (específicamente el espacio, la tierra y el suelo); finalmente, en la tercera, es la entrada y plena legitimación del capital privado.

Estas tres dinámicas claramente se pueden explicar con los CIP en México. El CIP Cancún (el primero de su tipo) fielmente ejemplifica los tres elementos antes mencionados (penetración, subsunción y cercamientos). En la fase de penetración, a finales de los años sesenta del siglo pasado, el gobierno mexicano buscaba estrategias que dieran solución al déficit en la balanza de pagos y al desarrollo regional (Espinosa-Coria, 2013). De esa manera, se concretó el proyecto Cancún en 1970 con una inversión de 40 millones de dólares, en la cual el 50% lo aportó el gobierno de México y el resto por medio de un préstamo del BID (Vázquez, 2017). En la parte de la subsunción, el proyecto turístico-urbano enseñó la transformación de la tierra de dos grandes secciones, la primera, en la isla Cancún (hoy en día la zona hotelera) que en ese tiempo se eligió por el paisaje y sus playas y, la segunda, para establecer el centro de población de Cancún (la ciudad) (Pérez y Carrascal, 2000). En la tercera fase, de cercamiento, desde mediados de la década de los ochenta, el Caribe mexicano se convirtió fundamentalmente en un espacio para el beneficio económico de las cadenas hoteleras españolas. Esta nueva colonización de tierras (Buades, 2014) se inauguró con el arribo del hotel Meliá a Cancún; para 2009, estas transnacionales hoteleras españolas acaparaban el 60% de las 70 mil habitaciones existentes en Quintana Roo (Hosteltur, 2009).

Las tres fases antes descritas condensan en lo esencial lo que Harvey (2003, 2004) engloba en el aspecto espacial de la acumulación por desposesión, proceso que vigoriza al capital para que no se extinga, una forma de la acumulación ampliada que ya desde inicios del siglo XX había enfatizado Rosa Luxemburgo como respuesta a la necesidad del capital de buscar nuevos mercados o tierras distantes para dinamizar la acumulación. Ante esto, el equipo Alba Sud ha puesto de relieve el concepto de la balearización, cuyo entramado, desde la economía política del turismo, consiste en la búsqueda de suelo (o tierras) del capital balear para el beneficio económico, lógica que radica en incorporar nuevos territorios y recursos naturales no explotados para el sostenimiento vital del capital (Blázquez et al., 2011)4.

Harvey (2012) subraya que el capitalismo produce un paisaje geográfico que consiste en relaciones espaciales, organización territorial y sistemas de lugares vinculados en una división global del trabajo. Así, el modo de producción teje sus propias dinámicas de acumulación, de tal manera que reconfigura o destruye el paisaje geográfico para adaptarlo a una acumulación posterior. Por otra parte, se ha considerado al turismo como una actividad que favorece el libre mercado, al tiempo de ser pieza clave en el proceso global de neoliberalización (léase desregulación, descentralización, mercantilización y privatización) (Fletcher, 2019). El Caribe mexicano, un espacio donde la industria del ocio ejemplifica la propagación de la globalización neoliberal, es un caso donde existe una fuerte dinámica de reconstrucción del paisaje geográfico a través del turismo, en la actualidad se asienta como una actividad primordial en la zona norte del estado de Quintana Roo, en el sureste del país. Particularmente, en la isla Cozumel, las relaciones socioespaciales de producción han transitado de la agricultura (con la extracción y almacenaje de la resina del chicle y las plantaciones de coco), para después anclarse en el turismo de actividades acuáticas (con el buceo) que lo caracterizó desde los años sesenta hasta los ochenta (Escalera, 2013); hoy en día el turismo de cruceros representa para la ínsula una de las actividades más importantes para la acumulación de beneficios (Palafox-Muñoz et al., 2014).

Este turismo posfordita en la isla Cozumel ha configurado una organización territorial del capitalismo global. Desde la incorporación de la industria del ocio se produjo una destrucción creativa (también reconfiguración o destrucción del paisaje geográfico) en el sentido de transición de actividades. Sin embargo, el arribo de cruceros ubica a la ínsula en una graduación multiescalar (global, nacional, regional y local) exacerbada, es decir, vinculada a un proceso de producción más complejo; un ejemplo de esto es la irrupción de tiendas minoristas de joyería como Diamond International (venta de diamantes), la cual opera en aproximadamente 90 destinos del mundo, la compañía tiene sede en Nueva York (Estados Unidos), y sus piedras se obtienen de las minas de tanzanita y de diamantes más grandes del mundo por medio de De Beers Group. Este tipo de negocio de capital internacional (común en los destinos de cruceros tanto de México como en otras islas del Caribe y en Alaska, solo por mencionar algunos), desde una perspectiva abstracta, representa la división global del trabajo. Si bien Diamond International, como sightholders de De Beers Group, compra sus diamantes mediante esta última compañía que produce casi el 45% del valor de la producción anual global de diamantes de las minas que posee en Sudáfrica y en otros países africanos, esto supone una escala más allá de lo local en cuanto a una división del trabajo, a saber, africanos puestos a trabajar para la extracción de diamantes, además de las contradicciones que van desde los despojos de tierras para la exploración de minas, al mismo tiempo vincula minoristas que operan desde ciudades globales (en Nueva York). Por último está la joyería que se ofrece en los escaparates de los destinos turísticos, en donde el trabajador local obtiene una comisión por vender una pieza, sometido a la flexibilización laboral que promueve el turismo neoliberal.

De esta forma se puede entender que el desarrollo turístico facilita el desplazamiento del capital en distintas escalas, incidiendo en otros sectores y ayudando a superar el exceso de acumulación dentro de la propia actividad turística (Fletcher, 2019). La advertencia de Marx y Engels de que las contradicciones del capital serían cada vez más grandes conforme las fuerzas productivas continuaran desarrollándose con mayor intensidad, se comprueba con el desastre financiero de 2008/2009 y sus secuelas; al mismo tiempo que el profundo desplome de las economías por los efectos de la actual contingencia sanitaria global por el brote de la enfermedad por coronavirus (covid-19) (World Bank, 2020); estos dan fe de que lo antes dicho fue solo botón de muestra (Moore, 2015). Como bien destaca Harvey (2004), se ha logrado salir de las crisis moviendo el capital a otros lugares, más bien, con arreglos de ajuste espacio-temporal. Cabe destacar que, a pesar de la reciente crisis financiera (2008/2009), la industria del ocio tuvo una rápida recuperación (OMT, 2018).

Por otra parte, el turismo genera otro tipo de contradicciones, entre ellas, las ambientales (sin ser la única). Aquí se destaca la alteración de la tierra que evidentemente radica en la transformación del suelo, subsuelo y sobresuelo para la infraestructura de acceso y servicios como alojamiento, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, áreas comerciales, segundas residencias, campos de golf, puertos, áreas de esquí, así como terrenos adicionales para la producción de alimentos para abastecer a hoteles y restaurantes, o sitios para enterrar desechos sólidos y tierras para el tratamiento de aguas residuales. A lo anterior se suma el suelo no transformado directamente por la acción humana que, a menudo, es afectado debido a la fragmentación de las áreas circundantes. (Gössling, 2002).

Desde el marxismo ecológico se pone en el centro de la atención que los recursos naturales no se pueden regenerar a la velocidad que exige la acumulación de ganancias (Foster, 2005), por lo que el turismo se encuentra distante de ser un guardián ecológico, todo lo contrario, es una industria que neoliberaliza los recursos naturales (Fletcher, 2019). En este sentido, en palabras de Foster (2000), se asiste a una brecha metabólica en la que el turismo rompe la relación hombre-naturaleza para crear relaciones encaminadas al productivismo, a la acumulación de beneficios, además de promover el imperialismo, el poder y, sobre todo, el deterioro ambiental y social (Escalera et al., 2018).

La brecha metabólica originada por el turismo

El metabolismo social del turismo es aquel referido desde Marx (sin considerar al turismo) como una relación entre el hombre y la naturaleza, más específicamente, el trabajo en el proceso de intercambio del ser humano con y en la naturaleza5 (Marx, 1999). El teórico alemán remitió esta interacción a los estudios de la tierra6 de su época sobre el detallado análisis que le hizo a la séptima edición de la obra Agricultural Chemistry de Justus von Liebig, cuya observación fue que Gran Bretaña le robaba la tierra a Irlanda sin dejarle a sus cultivadores los medios para reemplazar la fertilidad del suelo (Foster, 2000).

Otro antecedente sobre el proceso metabólico se encuentra en el ensayo de Frederic Engels "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre", en este trabajo escribió sobre la coevolución genético-cultural en la cual el mono, con el simple movimiento de la mano comenzó a modificar su entorno, más aún, esta sincronía originó el desarrollo del trabajo, instancia que creó al ser humano y sus sociedades (Engels, 2013). Por supuesto, esta interrelación entre hombre y naturaleza empezó a ser más dinámica en una sociedad capitalista (un salto histórico desde el ser humano cazador-recolector hasta hoy en día), puesto que en su metabolismo social (en una manifestación básica) reviste importancia el valor de cambio ya que representa el uso de la mercancía y su adquisición a través del dinero, además de la extracción del plusvalor (Marx, 1999).

Este antecedente fue la ruptura para desvincular el metabolismo de su origen materialista (Martínez-Alier y Naredo, 1979) y trasladarlo a uno reduccionista (conteos energéticos) (véase Fischer-Kowalski et al., 2011). De allí se desprendieron disciplinas híbridas (como la Economía Ecológica) que con su pluralismo metodológico han buscado la conformación de sociedades justas y eficientes, lo que ha dado pauta para que el mainstream del libre mercado pueda hacer posible una comunión entre el crecimiento económico y la conservación del medioambiente (Daly, 2015).

Para el marxismo ecológico existe una contradicción entre "capitalismo y naturaleza", puesto que se continúa con la acumulación del capital con el denominado "capitalismo sostenible" (o capitalismo verde). Para James O'Connor, este reverdecimiento del capitalismo es imposible de sostener y más a escala planetaria. El argumento principal es que el capitalismo lleva a la autodestrucción y a la crisis, así como también, la economía a nivel global crea una mayor cantidad de hambrientos, de pobres y de miserables, por lo que la naturaleza es atacada por diferentes frentes (2002, p. 29). De hecho, hay estimaciones de que en los últimos 300 años el modo de producción capitalista ha reducido la masa forestal mundial un 40%; desde 1900 se han destruido alrededor del 50% de los humedales del mundo; en los últimos veinte años desaparecieron 35% de los manglares por sobreexplotación o por su conversión para aprovechamientos acuícolas y alrededor del 30% de los arrecifes de coral; el ritmo de extinción de algunos ecosistemas y la cadencia de la extinción de especies es mil veces superior al regular de la propia historia de la Tierra; entre 10 y 30% de las especies de mamíferos, aves y anfibios se encuentran amenazadas de extinción (Ruiz, 2014, p. 41).

En suma, todas las actividades económicas que promueve el sistema capitalista están creando una brecha metabólica (Foster, 2013). A esto no escapa la actividad turística (toda vez que es evidente en la ruptura entre el ser humano y la naturaleza), la cual se manifiesta en un proceso de adaptación del entorno natural para convertirlo en un atractivo, más bien, una exacerbación de la naturaleza tanto humana como extrahumana (ambiente en general), en donde los seres humanos no pueden ejercer a plenitud el intercambio de materiales con la naturaleza. Ante ello, se provoca una "segunda naturaleza" en la que el ser humano modifica la naturaleza extrahumana bajo el esquema capitalista para el proceso de producción y la correspondiente acumulación de ganancias (Smith, 2008).

La producción de la naturaleza es una manera para que el capitalismo continúe vigente (Smith, 2008). De esta forma, los capitalistas que dirigen la industria turística modifican paisajes (y la naturaleza en general) para enclavar atractivos en forma de complejos hoteleros con campos de golf, marinas, parques ecoturísticos, entre otros conceptos para el ocio (Escalera-Briceño et al., 2018). Recientemente, en un estudio crítico sobre el turismo se enfatizó en la transformación de una reserva, específicamente la biosfera de Sian Ka'an (enclavada en Quintana Roo, México) para mercantilizar sus recursos, a saber, la conversión de bienes comunes (playas) en propiedad privada (Rojas y Palafox-Muñoz, 2019). Como se hizo notar páginas atrás, la contradicción general que entraña la conversión de propiedad pública en privada es conocida en la economía política como la acumulación originaria (o primitiva), aún vigente en el capitalismo avanzando de hoy en día. Ante esto, el turismo contribuye con la brecha metabólica al convertir los bienes comunes en mercancías para la mercantilización desmesurada, lo que ocasiona pobreza y desigualdad. En virtud de ello los capitalistas, en la búsqueda ilimitada de ganancias, recurren al despojos de las mejores tierras para enclavar inversiones, por mencionar lo que ocurre en Los Cabos, en Baja California Sur (México), con la recurrente desposesión de tierras para impulsar la actividad turística (Bojórquez y Ángeles, 2014).

En estos procesos, la población local es reconvertida (de pescadores-agricultores en prestadores de servicios) para entregar su fuerza de trabajo a los servicios turísticos; en el mismo tenor, en Los Cabos, la fuerza de trabajo local, así como también los migrantes (principalmente de la Ciudad de México, Sinaloa, Baja California, etc.) son altamente explotados. Un estudio reciente evidenció que la tasa de explotación7 de la fuerza de trabajo en Los Cabos fue de 288,28%, es decir, cada peso (en moneda mexicana) de salario al trabajador, redituó 2,88 pesos en ganancias para el capitalista, por lo que en los sectores relacionados con la industria del ocio (construcción, servicios de alojamiento, comercio al por menor, servicios de esparcimiento, etc.) es notable el nivel de superexplotación (pese a que la actividad turística la oculta por medio de la creación de empleos) (Ángeles-Villa et al., 2017).

Como se ha mencionado, esta brecha metabólica de índole social genera pobreza y desigualdad. El desarrollo desigual y combinado (categoría de la geografía crítica promovida entre muchos autores, sobre todo por Harvey) fragmenta la ciudad turística. Por una parte, la urbanización donde se encuentra la infraestructura para el turismo (hoteles, marinas, restaurantes, balnearios, etc.) y, por la otra, la urbanización donde radica la fuerza de trabajo (barrios, casas habitación, escuelas, hospitales, entre otros). Al contrastarse, se nota que en la urbanización turística se gestan las mayores inversiones inmobiliarias. En Los Cabos, por ejemplo, los datos del Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social (Coneval) revelaron la existencia de 75.328 personas en pobreza moderada y 9.243 en pobreza extrema, de una población urbana total de 238.487 habitantes. Esta contradicción del desarrollo deja al descubierto la frecuente presencia de urbanismo precario en el destino turístico. Pero este no es un caso aislado, al respecto se pueden mencionar destinos internacionales como Bávaro-Punta Cana (República Dominicana) y Varadero (Cuba), donde irrumpe el urbanismo precario a pesar de la dinámica turística como motor de desarrollo (véase González-Pérez et al., 2016); igualmente, en Los Cabos este tipo de urbanismo se observa en los arroyos, donde se construyen viviendas precarias a pesar de que estas se ubican en zonas de alto riesgo para establecer casas-habitación (Escalera, 2018). Esto último está íntimamente ligado a varios factores como: 1) la enorme concentración de riqueza en el municipio, el Estado, el país y el mundo; 2) la informalidad; 3) las reformas laborales neoliberales instituidas en 2012; 4) la explotación laboral (Ángeles-Villa et al., 2017).

Los conflictos socioecológicos son un distintivo de la brecha metabólica que irrumpe por la actividad turística. En primer lugar, se ha mencionado que la tecnificación de la naturaleza para incorporar el proyecto moderno civilizatorio genera desigualdad y pobreza. Derivado de ello, están los "conflictos ecológico-distributivos" (Martínez-Alier, 2011); Gössling (2002), dentro de los estudios turísticos en cuanto a sustentabilidad ha argumentado que la industria del ocio, al estar vinculada en una dinámica de búsqueda de beneficios económicos, requiere cada vez más de recursos naturales, los cuales son puestos a disposición para el disfrute de los turistas; estos, al estar fuera, cambian su demanda de agua dado que usan más el recurso que en el hogar de origen, lo que aumenta su demanda mundial. Como bien se señala, la ciudad turística aumenta la demanda de recursos, sirva de ejemplo la crisis hídrica en Ciudad del Cabo en Sudáfrica, donde las bajas precipitaciones y el crecimiento de la población han ocasionado un desabasto, incluso podría ser la primera ciudad importante del mundo en quedarse sin agua potable (Escalera-Briceño et al., 2018); esto último hace suponer que la escasez del agua gira en torno a su disposición y su forma de utilización. En una urbanización para el ocio el agua es elemental para la experiencia turística, a saber: habitaciones de hotel garantizando el recurso, especialmente para su uso desbordado en las piscinas para la relajación y recreación.

Esta contradicción pone al descubierto que la escasez del recurso hídrico es de clase. Nuevamente en Los Cabos (Baja California Sur) es claro que el agua es para quien pueda pagar por ella. Debe precisarse que el destino turístico se encuentra enclavado en un territorio árido, en el que el crecimiento de la infraestructura turística no cesa, por lo que se hace evidente la escasez de agua; las estrategias para solucionar el problema son las plantas de desalinización, al día de hoy se encuentra instalada una planta (desde 2007), la cual abastase a colonias populares (sin llegar a lo prometido por el alto costo de mantenimiento), el problema radica en que es el capital el que extrae el agua y, a su vez, se lo vende al organismo operador público municipal que es el que ofrece el metro cúbico a la población a un costo más elevado; no obstante, para complejizar este conflicto, el consumo del recurso hídrico en la urbanización turística aprovecha el equivalente a una población de 50 a 80 mil personas (Valiente, 2015, p. 130). En otra investigación relacionada con la misma temática develó que Los Cabos oferta 15 mil cuartos de hotel, de modo que los turistas utilizan 23 mil metros cúbicos diariamente, lo que correspondería a 63 mil habitantes de la ciudad turística. Ahora bien, un campo de golf de 18 hoyos requiere en promedio 2.300 metros cúbicos por día, semejantes a la utilización doméstica de 8 mil personas. Cabe destacar que el destino turístico cuenta con 11 campos cuyo consumo de agua podría abastecer a 88 mil personas (sin considerar los lagos artificiales por lo cual la contabilidad hídrica se cuadruplicaría) (Graciano, 2018, p. 167).

Por otra parte, la industria del ocio también es contradictoria con el medioambiente, aunque existen investigaciones que hacen posible un desarrollo sustentable (a través del capitalismo verde). Sin embargo, el turismo dista de ser un representante ecológico, más bien, es una actividad para la acumulación del capital, por lo que su puesta en marcha debe pasar por un proceso de mercantilización, es decir, convertir bienes comunes en objetos para el consumo turístico (Bianchi, 2011). Un ejemplo de ello es la producción de la naturaleza, específicamente la laguna Nichupté que se encuentra en la ciudad turística de Cancún (México), que dejó de ser un santuario de las aves, peces, mamíferos y reptiles para convertirse en un paisaje ficticio (representación de la naturaleza) para la generación de ganancias (Escalera-Briceño et al. 2018). Por lo tanto, ha ocasionado una brecha metabólica de carácter medioambiental que, de igual forma, se socializa de manera diferenciada.

En efecto, el capitalismo se encuentra produciendo la naturaleza como parte de una diferenciación compleja (Smith, 2008); como se ha dicho en párrafos anteriores, las playas pasan a convertirse en mercancías, a saber, una segunda naturaleza en la que las relaciones sociales también son de clase (la polución ambiental y social se entiende de distintas formas). Ante esto, los turistas pueden concretar la experiencia en el destino (su valor de cambio de la mercancía) porque pueden pagar por el goce (o disfrute) de estar en una playa que no hay en su lugar de origen (escapar de la urbanización a lugares con alto valor natural y cultural). Este consumo derivado de la producción del espacio turístico pone en el centro de atención la desigualdad socioecológica. Büscher y Fletcher (2017) enfatizan en una violencia estructural en la que la población local es convertida en prestadora de servicios turísticos cuyo trabajo es servil hacia los turistas, donde se observa también la diferencia de salarios entre estos.

Conclusiones

El turismo es una actividad complicada de caracterizar plenamente en términos de su aportación a la generación de la brecha metabólica: por ser una actividad de servicios sus procesos de producción son difíciles de contextualizar cabalmente. En Palafox-Muñoz (2016) se realiza un esfuerzo concreto a través de la conceptualización del imperialismo ecológico, pero aún hace falta realizarlo a escala más amplia (global, nacional, regional y local). Otro problema del intento de colocar a la industria del ocio como catalizadora de la brecha metabólica deriva de los trabajos que hacen posible el capitalismo y la naturaleza (humana y extrahumana), predominante principalmente en su capacidad de aumentar el flujo de turistas y los ingresos por medio de la competitividad y la diversificación de los destinos. Así pues, la actividad turística, conforme al orden social vigente, se erige por sus impulsores como lo más cercano a la sustentabilidad. Aunque hoy en día hay muchas investigaciones críticas, siguen prevaleciendo las pragmáticas de corte positivista y neopositivista (Cañada y Murray, 2019). Los efectos de la actividad humana sobre la naturaleza planetaria remiten a la actual discusión sobre el antropoceno, en el que esta era geológica el ser humano se encuentra ejerciendo presión mediante la huella ecológica que pone en peligro la vida en la biosfera y, a su vez, es el mismo ser humano el que puede revertir la crisis ecológica. Para autores como Moore (2015) y Büscher y Fletcher (2020), esta es una verdad a medias, puesto que no es la humanidad entera, sino más bien la élite capitalista global y sus empleados por necesidad sistémica, quienes se encuentran produciendo a la naturaleza a escala planetaria para la acumulación del capital. Por lo tanto, el apelativo correcto para esta nueva era geológica no es el antropoceno, sino el capitaloceno.

Se requieren, pues, más trabajos que desde la perspectiva de la era del capitaloceno puedan aportar una crítica más contundente a la actividad turística, mediante investigaciones que señalen a los responsables de la destrucción de ecosistemas, la conversión de bienes comunes en mercancías, la generación de pobreza y desigualdad, y la explotación y superexplotación de la fuerza de trabajo. En cuanto a la escala global, es necesario subrayar el cambio climático, la relación entre el Norte y Sur global, el desarrollo geográfico desigual, la estructura social de acumulación, entre otros, siempre considerando a la industria del ocio como una actividad compleja. Un renovado acercamiento al estructuralismo de Braudel, Wallerstein y Moore, como el que se plantea en el presente trabajo, puede conformar un marco teórico que, a pesar de ciertas veleidades de los métodos surgidos desde la posmodernidad (un turismo alternativo alejados del capital intensivo), puede permitir un acercamiento crítico a la industria sin chimeneas a partir de conceptos como el de la frontera mercantil del turismo.

Además del desarrollo de las fuerzas productivas con el turismo, el apretado recorrido de los procesos de renovación para la acumulación del capital (fordismo y posfordismo) y la brecha metabólica como contradicción inmediata de la naturaleza humana y extrahumana generada por el capital, se pretende abonar a los estudios críticos con otra representación teórica, en este sentido, con la ecología-mundo que recientemente ha propuesto Jason W. Moore. Hasta ahora los esfuerzos de los autores de este trabajo se han encaminado a poner de relieve al turismo como una frontera mercantil. No obstante, la propuesta teórica de Moore de la ecología-mundo sobre una producción de la naturaleza a través de fronteras mercantiles que constantemente están en la búsqueda y organización de los Cuatro Baratos (materia prima, fuerza de trabajo, alimentos y energía), hasta hoy en día con la industria del ocio se han develado claramente dos (en próximas publicaciones de los autores de este artículo) propuestas: la disponibilidad de materia prima espacial (suelo, subsuelo y sobresuelo) y la fuerza de trabajo de los baratos. Por lo tanto, hace falta poner en relieve los elementos restantes, de modo que, conforme la postura teórica vaya permeando en los estudios turísticos, habrá una creciente comprensión sobre todo en la organización de los Cuatro Baratos de Moore (2015). Es decir, la tarea consiste en su incorporación al análisis de la operación de la ley de valor en la industria del ocio.


Notas

2 Por frontera mercantil se entiende la forma más avanzada de organización industrial, además de que en sus diversas actividades representa una de las fuentes de capital más cruciales que fluyen hacia el Norte global (centros industriales y financieros), además de que estas las relaciona con las minas del Potosí en el siglo XVI o con la agricultura de la caña de azúcar en el Caribe (Moore, 2003, 2015).
3 El capitalismo requiere, para su funcionamiento, aprovisionarse de ingentes y siempre crecientes cantidades de estos recursos.
4 Palafox-Muñoz (2016) recientemente ha ubicado esta dinámica dentro del imperialismo ecológico.
5 Los procesos metabólicos que analiza en El capital, tomo I, donde alude al proceso metabólico como Stoffwechsel.
6 Sobre el agotamiento de los nutrientes de la tierra en ausencia de su eventual retorno.
7 Los autores acudieron a los censos económicos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.


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