PRÁCTICAS SOCIALES ASOCIADAS A LAS MOVILIDADES EN PANDEMIA1
SOCIAL PRACTICES ASSOCIATED WITH MOBILITIES IN PANDEMICS
Adriana María Otero
Doctora en Ciencias Geográficas por la Universidad de La Habana
Universidad Nacional del Comahue
Argentina
[oteroadrianamaria@gmail.com]
María Daniela Rodríguez
Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes
Universidad Nacional del Comahue
Argentina
[dany_bolivar@hotmail.com]
Rodrigo González
Doctor en Geografía por la Universidad Nacional del Sur
Universidad Nacional del Comahue
Argentina
[rodrigocgonzalez@yahoo.com.ar]
Otero, A. M., Rodríguez, M. D., & González, R. (2024). Prácticas sociales asociadas a las movilidades en pandemia. Turismo y Sociedad, XXIV, 443-456. DOI: https://doi.org/10.18601/01207555.n34.17
Fecha de recepción: 28 de abril de 2022
Fecha de modificación: 3 de junio de 2022
Fecha de aceptación: 20 de enero de 2023
Resumen
Los impactos expuestos en la pandemia en la estructura productiva acontecieron de manera diversa y diferencial. Ante ello nos preguntamos: ¿cómo se reconfigurarán los espacios-tiempo de las movilidades contemporáneas a partir de la crisis del COVID-19? Desde una perspectiva de la espacialidad y las prácticas sociales, ¿cómo se interpreta en forma sustantiva el turismo posvacuna? Para el abordaje de los interrogantes presentados, este trabajo se estructura de acuerdo con una caracterización de ese momento en términos de los cambios societales y su conexión con el fenómeno de la pandemia, luego se abordan los cambios de percepción de espacio-tiempo y la visibilización y actualización de históricas disputas asociadas a la desigualdad.
En diálogo con lo anterior, se reflexiona sobre los procesos de desterritorialización y reterritorialización como parte de un continuum signado por un escenario de desigualdad, conflictos y reconfiguraciones manifiestas en los territorios contemporáneos. Por último, el escrito indaga el turismo posvacuna desde una perspectiva de la espacialidad y las prácticas sociales.
Palabras clave: prácticas, pandemia, movilidades contemporáneas, espacio.
Abstract
The impacts that the COVID-19 pandemic has exposed on the productive structure occur in a diverse and differential way. In light of this, we ask ourselves, how were the time spaces of contemporary mobilities reconfigured after the COVID crisis? From a perspective of spatiality and social practices, how is post-vaccine tourism substantively interpreted? To address these questions, this work is structured according to a characterization of that moment, in terms of societal changes and its connection with the phenomenon of the pandemic, then the changes in perception of space time and visibility are addressed and updating of historical disputes associated with inequality.
In dialogue with the above, we reflect on the processes of deterritorialization and reterritorialization as part of a continuum marked by a scenario of inequality, conflicts, and manifest reconfigurations in contemporary territories. Finally, the paper investigates post-vaccine tourism from a perspective of spatiality and social practices.
Keywords: practices, pandemic, contemporary mobilities, space.
1. Introducción
El avance de la pandemia se aceleró en espacio-tiempo en un contexto de hipermovilidad global. A partir de entonces, la inmovilidad y el descubrimiento de territorios cotidianos han cobrado protagonismo. El pasaje de la hipermovilidad a los territorios controlados por el reforzamiento de las fronteras -nacionales e internas- generó condiciones de oportunidad en los espacios rurales emergentes, promovió el turismo de cercanía y coadyuvó a nuevas visiones de la relación sujeto-naturaleza.
Por otra parte, el mapa del mundo dio cuenta de una diversidad de procesos de desterritorialización, entendida como pérdida de bienestar colectivo en muchos espacios eminentemente turísticos, mientras se vislumbraban otros espacios que aplicaron dispositivos de oportunidad para generar nuevos criterios de atractividad.
Ese fue un tiempo al que algunos autores han denominado cambio de época (Silva, s. f.), otros, tiempo de excepción (Santos, 2020), en el que se actualizaron las territorialidades, las desigualdades se agudizaron y las posibilidades de resiliencia surgieron para afrontar las múltiples crisis (sanitaria, ecológica, social).
Ante ello nos preguntamos: ¿cómo se reconfiguran los espacios-tiempo de las movilidades contemporáneas a partir de la crisis del COVID-19? Desde una perspectiva de la espacialidad y las prácticas sociales, ¿cómo se interpreta en forma sustantiva el turismo posvacuna? Para el abordaje de los interrogantes presentados, este trabajo se estructura de acuerdo con una caracterización de ese momento en términos de los cambios societales y su conexión con el fenómeno de la pandemia, luego se abordan los cambios de percepción de espacio-tiempo y la visibilización y actualización de históricas disputas asociadas a la desigualdad.
En diálogo con lo anterior, se reflexiona sobre los procesos de desterritorialización y reterritorialización como parte de un continuum signado por un escenario de desigualdad, conflictos y reconfiguraciones manifiestas en los territorios contemporáneos. Por último, el escrito indaga el turismo posvacuna desde una perspectiva de la espacialidad y las prácticas sociales.
2. Metodología
Este trabajo se nutre de los proyectos en curso que los autores integran, a saber: el proyecto "Desigualdades e impactos socioeconómicos del COVID-19 en la provincia de Neuquén", del IPEHCS CONICET UNCO2, financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la República Argentina; y el proyecto "Post turismo y territorialidades en disputa en destinos turísticos de montaña de la Patagonia Norte", de la UNCO. Así mismo, este trabajo hace un aporte a las líneas desarrolladas por los autores en el marco del Proyecto de Unidad Ejecutora (PUE) denominado "La (re)producción de las desigualdades en la Patagonia Norte. Un abordaje multidimensional", del IPEHCS CONICET UNCO.
Este estudio hace referencia al sector turístico en la provincia del Neuquén durante la pandemia, para lo cual se tomó como periodo de análisis desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), el día 20 de marzo del año 2020, hasta junio de 2021. La unidad de análisis la conforman las prácticas sociales asociadas a las movilidades contemporáneas desde una perspectiva de la espacialidad. Las prácticas sociales se abordan como las distintas actividades que se llevan a cabo de manera cotidiana, constante y repetida en una comunidad determinada; constituyen una forma de nexo entre el individuo y la colectividad, difieren de una cultura a otra y operan como acuerdos implícitos sobre la manera de hacer las cosas.
La recolección de datos se realizó bajo las modalidades virtual y presencial entre junio de 2020 y junio de 2021. Se diseñaron y aplicaron 31 entrevistas dirigidas, con bajo grado de estructuración en Neuquén Capital y San Martín de los Andes, a referentes de las distintas organizaciones e instituciones. La muestra utilizada fue intencional y consistió en una selección sobre el total de las organizaciones que nuclean prestadores turísticos de San Martín de los Andes, Parques Nacionales y organismos de aplicación del sector turístico provincial y municipal.
3. Cambios de percepción del espacio-tiempo y visibilización de antiguas disputas
La disrupción en lo cotidiano que ha causado la pandemia en nuestras vidas pone en evidencia que el espacio y el tiempo deben ser vistos como categorías inseparables, según lo sostienen geógrafos contemporáneos como David Harvey y Doreen Massey. En este sentido, considerando lo planteado por Harvey (1994) en cuanto a que el espacio-tiempo es socialmente construido y que ello implica unas ciertas relaciones de poder, asistimos al paso de una realidad signada por el capitalismo y los procesos de movilidad a una especificidad espaciotemporal redefinida según las nuevas exigencias sanitarias, en la que vemos la emergencia de los espacios de proximidad como una elaboración cultural propia del momento de la pandemia.
Emergen nuevas relaciones de sentido en esas burbujas de ocio cotidiano que nutren con nuevas miradas la vinculación del hombre con la naturaleza.
La pandemia producida por el COVID-19 dejó en evidencia la vulnerabilidad del sistema turístico, especialmente en aquellos territorios que dependen de él como única actividad y de un mercado internacional. Ante la crisis del sector, este se volcó a la valoración de actividades al aire libre y a dar relevancia a mercados articulados en torno a lo cercano, lo regional.
El turismo de proximidad es definido por la cercanía mayoritaria de los visitantes que se acercan a una oferta turística, es decir, cuando una determinada oferta turística se construye en torno a una demanda local o regional. La relevancia actual de esta modalidad de turismo se combinó con la coyuntura mundial a raíz de las restricciones producto de la pandemia y la emergencia sanitaria que condicionó a los grandes centros turísticos. Se observa entonces un abandono del turismo urbano y un crecimiento de experiencias recreativas en la periferia de las ciudades o en su entorno próximo.
Esta modalidad no se asocia estrictamente, en términos territoriales, con la distancia entre la oferta y la demanda, el visitante y el visitado, sino también con una experiencia distinta a la que tradicionalmente se encuentra en las motivaciones y los cánones turísticos. Es decir, se trata de una práctica cultural de revisitar lo cotidiano para descubrir experiencias y lugares que se redimensionan desde la inmovilidad y las nuevas necesidades. Se suma a ello una tendencia a la ruptura de la estacionalidad, donde las temporadas altas y bajas en espacios masivos se desdibujan. Las prácticas turísticas vinculadas a la proximidad no son nuevas: las visitas de cercanía se realizan desde siempre, aunque ahora se descubren nuevos espacios. Lo novedoso es que este escenario llama la atención desde el debate público y las políticas turísticas. Es decir, lo cercano o próximo se ha vuelto atractivo para sectores que antes no lo concebían como tal, y ante esta falta de movilidad que supuso la pandemia apareció con mucha fuerza la recreación como un derecho a ser ejercido.
Los espacios de proximidad resultaron así los nuevos "lugares para jugar y puestos en juego" (Urry, 1990), y, por ello, claramente territorios en disputa tanto en ciudades turísticas como en ciudades intermedias con vocaciones extractivistas, como las del norte de la Patagonia. Para problematizar esta hipótesis, se parte de dar cuenta de lo que se entiende por territorio. Para Haesbaert (1997, como se citó en Haesbaert, 2020):
El territorio envuelve siempre y al mismo tiempo una dimensión simbólica, cultural, por medio de una identidad territorial atribuida por los grupos sociales, como forma de control simbólico del espacio donde viven (siendo también, por tanto, una forma de apropiación), y una dimensión más concreta, de carácter político -disciplinar : una apropiación y ordenamiento del espacio como forma de dominio y disciplinamiento de los individuos y grupos sociales.
En estos espacios, caracterizados por la presencia de bienes comunes -como ríos, lagos, bosques, áreas abiertas- donde la naturaleza ha sido escasamente intervenida, interesan las interacciones que se dan entre las tres concepciones vinculadas con las proposiciones de Lefebvre (2013): espacio percibido (las "prácticas espaciales"), espacio concebido (las representaciones del espacio: conocimientos, signos, códigos concebidos por científicos, urbanistas, tecnócratas) y espacio vivido (espacios de representación, de "simbolismos complejos", de usuarios, artistas, escritores).
Desde las prácticas espaciales de la población, durante la pandemia, estos territorios de proximidad, en general, recuperaron su rol protagónico de ser una alternativa segura para la recreación. Pero desde las representaciones del espacio, se encuentra una diversidad de nuevas apropiaciones derivadas de propuestas privadas de urbanización que incumplen leyes nacionales, como la Ley Nacional de Bosques en Argentina, o se apropian los espacios de circulación de uso público en las riberas de ríos y lagos. Los gobiernos locales en muchos casos actúan tardíamente, tratando de proteger los llamados espacios de pertenencia de los atractivos que mueven a la gente a visitarlos. Mientras, desde los imaginarios colectivos, que después de meses de confinamiento potenciaron el sentimiento de estar "solo" o en "mi burbuja" en la naturaleza, se viven estos territorios como espacios de libertad, donde las personas rechazan la existencia de normas. Sin embargo, en la mayoría de los casos son áreas que tienen diferentes tipos de restricciones, ya sea porque son parques nacionales, reservas urbanas o espacios de dominio privado, por lo cual hacer cumplir determinados reglamentos de uso público fue una tarea difícil en el verano de 2021, según lo consignado por personal de la Administración de Parques Nacionales y personal municipal de áreas recreativas del Alto Valle. Estas disputas se han visto potenciadas por el volumen de uso, especialmente si se consideran muchos nuevos usuarios frecuentes de estos territorios de proximidad que en el pasado elegían otros espacios de oportunidad, ya fuese por cuestiones de precio o accesibilidad.
Otros tipos de disputas se han generado particularmente en las ciudades que son llamadas "centros turísticos puros", es decir, aquellas localidades donde gran parte del movimiento económico se explica desde los ingresos que deja el turismo. Si bien, en la Patagonia, la población que vive del turismo está acostumbrada a una economía cíclica dada por los ingresos de las temporadas estival e invernal, el cierre de casi nueve meses impuesto por la crisis sanitaria dejó ver diferencias en la percepción del espacio de ciertos grupos sociales. Aquellos sectores que hacen del turismo su modo de vida perciben el espacio con una mirada más funcional, utilitaria, como un recurso, mientras que los sectores más asociados con el empleo en el sector público -en sus distintas dependencias- y con un salario seguro lo perciben de una manera simbólica, más como un lugar de abrigo (J. Gottman, como se citó en Haesbaert, 2020), un lugar que debe ser cuidado y preservado de usos que lo pongan en peligro. Esto ha significado -según un relevamiento realizado en la ciudad de San Martín de los Andes- que se genere "una grieta" entre la población de uno y otro lado de estas formas de percepción del espacio.
Concordamos con Massey (2008, como se citó en Haesbaert, 2013, p. 21) en el entendimiento del espacio como un conjunto de trayectorias que se producen en él y con él, por lo cual tiene una potencia de transformación muy amplia. Si además se asume la territorialidad como el resultado de múltiples y variadas experiencias de acción, vivencia y apropiación territorial, esta "grieta en la percepción" coadyuva, es insumo y refuerza territorialidades en disputas por el control del territorio. Este sentir, comunicado por los entrevistados de esta localidad andina, puede ser común a otras localidades que tienen una matriz productiva asociada de manera predominante o decisiva con la actividad turística.
Por otra parte, también ha quedado claro el poder del Estado en el territorio, según sostiene Elden. Este autor propone el territorio como una "tecnología política" (Haesbaert, 2020), es decir, la aplicación de tecnologías estatales de control, en este caso asociadas a la pandemia, que fueron ejercidas de manera centralizada y tan lejana a estos pueblos de montaña, lo cual dejó en evidencia cuán lejos han estado estas comunidades de autogestionar sus conflictos relacionados con la vida en tiempos de crisis.
En cuanto a las comunidades originarias de territorios rurales de parques nacionales, según el testimonio de una representante de la comunidad mapuche Vera, vieron vulnerada su "territorialidad primera" tanto por los controles de acceso a sus tierras de manera cotidiana, ejercidos por las fuerzas de seguridad, como por la horda de turistas en busca de sus burbujas prístinas de naturaleza durante el descontrol vivido en la temporada estival de 2021.
4. Desterritorializaciones y reterritorializaciones
Una lectura relacional del espacio, que privilegia su característica mutable, su fluidez y su dinámica, genera condiciones de posibilidad para entender las desterritorializaciones y reterritorializaciones como parte de ese proceso. Así lo sostiene Massey (2008, como se citó en Haesbaert, 2020) cuando define espacio como "el producto de interrelaciones", "la esfera de la coexistencia de la multiplicidad", y ese estar "siempre en construcción" produce condiciones de posibilidad para comprender las desterritorializaciones y reterritorializaciones como parte de dicho proceso.
Las reflexiones de Haesbaert (2021) sobre la implicancia de los procesos de descolonización nos han llevado a repensar cómo el turismo, especialmente en los últimos 20 años, ha colonizado muchos territorios, cómo ha superpuesto su dominio con patrones tecnológicos capitalistas, con lógicas de ocupación y apropiación de la naturaleza, en muchos casos extractivistas, incluso en algunas circunstancias promoviendo procesos de expropiación de poblaciones del territorio para el desarrollo de un capitalismo de fantasía, lo cual ha generado contradicciones y formas de resistencia al respecto.
Interesa aquí problematizar el territorio desde una perspectiva periférica latinoamericana como la que se vive al norte de la Patagonia de Argentina. Se reconocen, entonces, los procesos de desterritorialización que el turismo ha generado en los espacios de montaña de la cordillera, fundamentalmente asociados a la especulación inmobiliaria y a los altos valores del suelo como producto de la puesta en escena del turismo. Esto ha significado en muchos casos la pérdida de control de sus espacios y de las propias condiciones básicas de vida de comunidades criollas y de pueblos originarios, procesos que algunas comunidades han naturalizado, reconvirtiéndose para ser parte, de alguna manera, del mismo sector que las desplazó.
Haesbaert asocia fundamentalmente los procesos de desterritorialización con las dinámicas de despojo, la expropiación territorial y la precarización de los grupos subalternos. Pero, como el mismo autor argumenta, toda desterritorialización es al mismo tiempo una reterritorialización. La desterritorialización se torna una simplificación cuando se ignora que aquella siempre va acompañada de una reterritorialización, de manera que resulta imposible disociar un proceso del otro. En este sentido, el concepto es indispensable para comprender el movimiento de construcción/deconstrucción de territorios, por eso es recomendable utilizar el término como desterritorialización (Haesbaert, 2021, p. 274). En los destinos de cordillera estudiados, los procesos de reterritorialización, desde nuestro punto de vista, también están asociados a sectores medios y altos de la sociedad argentina y responden a problemas de distinta índole que motivan olas migratorias generalmente de los lugares centrales a los lugares más periféricos del país.
A partir de la pandemia, del boom de la virtualidad en la órbita del trabajo y la educación, se han incentivado nuevas migraciones en busca de mejores condiciones de hábitat para desarrollar la vida. Estos procesos de migración inversa de las ciudades grandes a ciudades pequeñas o intermedias no son nuevos, y desde el CEPLADES de la Facultad de Turismo de la Universidad Nacional del Comahue se estudian desde hace aproximadamente 20 años. La literatura los identifica como migración por estilos de vida o migración de amenidad (Benson & O'Reilly, 2009; González et al., 2009). Lo notable de dichos procesos, según el testimonio de un directivo de la Cámara Inmobiliaria de San Martín de los Andes (2021), es que se relacionan con los procesos de crisis económica de la Argentina: son fenómenos cíclicos que han tenido picos en los años 2001, 2008, 2009 y 2020. En apariencia, existen razones para desterritorializar a veces ligadas a la falta de seguridad de las grandes ciudades; en otras ocasiones, se asocian a la necesidad de materializar en ladrillos y extraer el dinero de los bancos para realizar inversiones inmobiliarias en plazas seguras; y, desde hace pocos años, se relacionan con la búsqueda de lugares cercanos a la naturaleza para vivir posibles nuevos confinamientos. De manera que hoy son cada vez más las familias que buscan vivir en localidades pequeñas y seguras donde además disfruten de la proximidad a cursos naturales de agua y del verde de la naturaleza.
Pero, adicionalmente, los efectos de la hipermovilidad de flujos han contribuido a que las migraciones de amenidad se hayan expandido y modificado, lo cual muestra nuevas facetas al surgir nuevos motivadores de esas movilidades. La hipótesis es que el contexto de la pandemia y luego de las vacunas, así como las condiciones de sanidad y seguridad de los destinos parecen haberse afirmado como algunas de las principales nuevas razones que sustentan estas migraciones. Como lo indica Iván de Achaval, presidente de Achaval Cornejo (agente inmobiliario):
Esta pandemia nos hizo querer vivir de manera diferente, más cerca de la naturaleza, sentirnos alejados de todo, pero sin estarlo. Por eso, la gente elige vivir en lugares urbanos, con parcelas amplias. Es mejor si la zona no se encuentra densamente poblada, ya que prefieren sitios con características similares a los barrios de antes. (La Nación, 2021).
Por otra parte, entre los cambios de tendencias están los llamados nómadas digitales: no se trata de un mero empleo, es un estilo de vida, un modo de mantener un equilibrio armónico entre trabajar y viajar. La pandemia aceleró la implementación del teletrabajo y la descentralización de grandes y pequeñas empresas, así que al volver a viajar libremente aumentó el número de quienes se deciden a convertirse en nómadas digitales. Con espíritu de trotamundos, los nómadas digitales se las arreglan para transformar su pasión por los viajes en un estilo de vida que les permite recorrer el planeta y generar ingresos. Ellos se ganan la vida por medio de su trabajo y al mismo tiempo viven en un estado de vacaciones permanentes. Se trata de gente que gracias a la conectividad logró llevar adelante la forma de vida que los hace felices porque les permite dedicar la mayor parte del año a hacer lo que aman, en este caso, viajar. Este grupo es tan fuerte que ya tiene un perfil muy claro para las empresas de marketing y muchas de las soluciones que desarrollan las empresas de tecnología están orientadas a satisfacer las necesidades y los intereses de este grupo. Las profesiones que mejor se adaptan a este estilo de vida son todas las que se pueden desarrollar desde cualquier parte del mundo, es decir, las que permiten enviar la información y que no requieren necesariamente la presencialidad, por ejemplo, periodistas, corresponsales, escritores, diseñadores web, programadores, blogueros, community managers, fotógrafos y todos aquellos que puedan cumplir sus compromisos laborales a distancia.
Respecto a si estas últimas reterritorializaciones serán permanentes en muchas localidades turísticas, es difícil predecirlo en el futuro cercano. Sin embargo, si se analiza la dinámica de crecimiento de las ciudades turísticas de la cordillera de la provincia del Neuquén en los últimos 30 años, se advierte que tienen un ritmo de crecimiento mayor que la media del resto de las ciudades de la provincia, excepto su capital. Esta tendencia sostenida genera entonces ciertas reconversiones en el interior de estas ciudades, que ya no solo deben atender la demanda estacional de visitantes, sino las nuevas demandas de servicios (urbanos, de salud, educativos) que han surgido para los nuevos sectores residenciales. Más allá del turismo, es probable que en el mediano plazo cada vez más la economía de estas localidades pequeñas e intermedias se diversifique con la exportación de servicios profesionales, educativos, artísticos a otros lugares del país y del mundo.
Se establece así un territorio-red entre estas nuevas residencias en los espacios periféricos, que pasan a ser los lugares donde se permanece la mayor parte del tiempo, donde se vive, se trabaja y se viaja con frecuencia a los lugares centrales por trabajo, pero ya de manera individual y no en conjunto con la familia, según las necesidades del caso. Estos procesos de desterritorialización y reterritorialización descritos para las poblaciones de localidades cordilleranas neuquinas son un ejemplo de una tendencia demográfica y social actual no solo en Argentina, sino también en países europeos. Probablemente, las razones del abandono de las ciudades puedan diferir según los casos, pero en especial, a partir de la pandemia, los jóvenes y las personas de mediana edad se están cuestionando el tipo de vida que desean tener y, asociado a ello, qué tipo de condiciones laborales están dispuestos a aceptar y hasta qué punto pueden negociar sus intereses por un mayor salario o mejores condiciones materiales.
Según Haesbaert (2021, p. 276), en la década de los 90 del pasado siglo, existía un sentido positivo de la desterritorialización, una globalización deseada que se encargaría de hacer el mundo más fluido y conectado, y, con ello, la "desterritorialización" sería casi su sinónimo en el sueño de una humanidad igualmente móvil y sin fronteras, como si esto fuera el gran objetivo por alcanzar. Haesbaert comenta que de esta manera se olvidó por un tiempo que la acción humana está lejos de ser ilimitada, aun para los grupos más privilegiados y, en efecto, móviles (dentro de sus burbujas de desplazamiento para el trabajo, el consumo y los servicios o el ocio), y que siempre hay fronteras necesarias para la organización de la sociedad. De manera que es fundamental destacar que la noción de desterritorialización está estrechamente asociada a la idea de límites, concepto acerca del cual invita a discutir. Hoy parece que vivimos una gran paradoja: al mismo tiempo que existe una imagen de un mundo sin fronteras (en especial si se considera el capital financiero), nunca se han construido tantos muros como en los últimos quince años, incluso por medio de fronteras internacionales. Especialmente, si se observa desde la periferia del mundo, dice Haesbaert:
Tal vez nunca hemos estado involucrados con un rol tan diverso y complejo de barreras o límites, desde fronteras amuralladas de cientos de kilómetros a fortalezas más cotidianas, como edificios y casas cercadas, pasando por barrios donde el acceso, si no está completamente cerrado, se controla cada vez más selectivamente. Por no mencionar la combinación con formas de interdicción espacial que involucran a varios tipos de tecnologías de la información […] Como si estuviéramos inmersos en diferentes toques de queda, en lo que Massey llamó múltiples geometrías del poder y lo que Lacoste llamó espacialidades diferenciales. Más que un espacio de movilidad y fluidez, vivimos hoy en un mundo de flujos altamente selectivos y controles temporales (marcado por puestos de control), conformados por intereses de diverso orden, no solo económico, sino también político y cultural. (Haesbaert, 2021, p. 279)
El objetivo de la política contemporánea es, entonces, controlar, "limitar" los efectos definiendo cuán lejos pueden llegar, en lugar de atacar y dominar las causas. Con esto es posible resaltar la correspondencia contradictoria entre "un paradigma económico absolutamente liberal" y "un paradigma de control policial y estatal sin precedentes e igualmente absoluto" (Agabem, 2013, como se citó en Haesbaert, 2021, p. 289).
Por todo lo aquí argumentado, al analizar los procesos de movilidad es necesario plantear las diferencias que son producto de la motilidad, entendida como "la capacidad de las entidades (Ej.: bienes, información o personas) de ser móvil[es] en el espacio social y geográfico" (Kaufmann, 2004, p. 76). Esta capacidad o potencial depende del acceso (Ej.: comunicaciones y transportes), de la competencia (Ej.: capacidad física, conocimiento, habilidades de organización) y de la apropiación o de cómo los individuos interpretan y actúan sobre el acceso y las habilidades percibidas o reales (Kaufmann, 2004). Estos diversos componentes están muy desigualmente distribuidos y varían de acuerdo con la nacionalidad, el sexo, la edad, la etnia, etc. (Gustafson, 2006).
Para marcar las diferencias entre esas puertas de acceso a la capacidad de movilizarse hay que considerar otra gran diáspora, también asociada al turismo y a las grandes ciudades, como ha sido la parálisis casi total de los sectores de alojamiento y gastronomía, que empleaba a muchos sectores de la población. A partir del cierre de una inmensa cantidad de estas prestaciones, muchos trabajadores tuvieron que dejar las ciudades y volver a sus localidades para encontrar, en el seno de sus familias, refugio para repensarse e incluso reentrenarse para regresar a empezar. Hoy mismo no se tiene una magnitud clara de la envergadura de estos procesos de movilidad, que en algunos países fueron completamente caóticos, como en el caso de la India, donde los servicios de tren, que es un transporte popular, fueron paralizados durante la primera parte de la pandemia, por lo cual hubo gente que debió caminar por largo tiempo para llegar a sus aldeas. Esto demuestra que, en la era de la movilidad, las formas de moverse, sus motivaciones y las condiciones de acceso al movimiento también constituyen formas de desigualdad que se ven reflejadas en las formas de territorializar.
La cuestión hegemónica en ciertos territorios de las formas de manejar su propio bienestar y controlar sus miedos se manifiesta en las condiciones de acceso, ya sea para viajar o transitar por ellos; se trata de nuevas barreras que desterritorializan y al mismo tiempo imponen nuevas territorializaciones. Las condiciones que la Unión Europea impuso durante la pandemia para ingresar desde América Latina u otros lugares del mundo, las restricciones de ingreso a turistas y hasta a propios ciudadanos de un país, los pasaportes sanitarios de distinto tipo, la heterogeneidad planetaria y aún no consensuada respecto de los tipos de vacunas aceptadas, los tiempos de espera después de haberlas recibido, los test pre y posviajes, todo ello actuó como restricción a los procesos de movilidad, tal cual eran entendidos antes de la pandemia. Este tiempo dejó ver claramente que el viajero es portador de su territorio, de las formas como su jurisdicción nacional resolvió la condición sanitaria y de cómo él está ubicado respecto a las "soluciones" desarrolladas en su país. Todo esto hace que las posibilidades de viajar ya no dependan del poder individual del sujeto, sino también de la confiabilidad que el sistema global le asigna a su país en el mundo en términos sanitarios. Por ello, es posible imaginar que, por un tiempo, los requisitos para "estar en movimiento", ya fuese como turista o para cambiar de manera temporal de residencia, implicasen "estar preparado" no solo en el aspecto sanitario, sino también económica y culturalmente.
Dado que, en el contexto del capitalismo prepandemia, la movilidad era considerada tan importante como el capital económico y social, probablemente todas estas nuevas restricciones hayan aumentado aún más las brechas sociales de acceso a mejores oportunidades de vida. Esto también plantea una nueva forma del dilema que reconoce Haesbaert en el sentido de nuevas reconfiguraciones territoriales que no son tanto la desterritorialización, sino el refuerzo simultáneo de la multiterritorialidad segura para unos pocos -la élite globalizada- y la precarización y/o contención territorial para muchos (Haesbaert, 2013, p. 41).
Hablando de brechas, países del norte global, como Estados Unidos y Rusia, fueron territorios de oportunidad en pandemia, dado que la abundancia de su condición económica ofreció a cualquier grupo de edad las posibilidades de viajar para vacunarse gratuitamente, en incluso en ciertos casos quienes lo hicieron recibieron alguna recompensa. La pandemia una vez más resaltó la manera como se distribuye el poder en la escala territorial mundial, donde muy pocos países controlan la oportunidad de seguir con vida de gran parte de la población del planeta.
5. La vacuna: ¿dispositivo para la motilidad o para la restricción de los derechos individuales?
La irrupción del COVID-19 volvió a poner el foco en un tema que en los últimos años había pasado relativamente desapercibido, pero que con la llegada de la pandemia cobró otra dimensión, en especial en determinadas zonas geográficas del planeta: la desconfianza sobre las vacunas. Los movimientos que las rechazan frenaron el avance de la inédita campaña de vacunación en distintas partes del mundo con argumentos atravesados por creencias religiosas, posicionamientos políticos y ambientales y una fascinación por las teorías conspirativas. La idea de las vacunas fue atacada por los denominados sectores antivacunas, cuyos discursos ganaron terreno especialmente en Europa y los Estados Unidos, a pesar de los millones de muertes registradas de manera oficial. Según Daniel Feierstein, hay una respuesta concreta: "El problema de fondo, que excede a los antivacunas, pero los incluye, es el avance en el mundo desde comienzos del siglo XXI de una perspectiva relativista" (Chahin, 2021). Esta postura, tanto en el plano epistemológico como moral, "supone despegarse de cualquier necesidad de constatar las visiones existentes sobre la realidad". Ese clima relativista, más fuerte en algunas latitudes, lleva a grupos que incluyen desde los terraplanistas, que se oponen a la utilización de vacunas, "a no tener que demostrar ninguna de las afirmaciones efectuadas".
Mientras Feierstein hace hincapié en el avance del relativismo cultural, Jorge Foa Torres y Juan Manuel Reynares, ambos desde una mirada de la ciencia política, proponen "pensar el movimiento antivacunas en función de un cambio de época, en la que algunas referencias de verdades históricas y los grandes relatos cayeron". Estos investigadores trabajan el concepto "burbujas de goce", que implica "una interacción de algunos sujetos solamente en determinados espacios, como redes sociales, donde lo único que hacen es consolidar ciertas creencias o miradas sobre algunos temas". Según Foa Torres, esto "habita un ecosistema en el que se genera un goce de determinadas informaciones". El capitalismo es, según indicó, "un ejemplo del goce de lo ilimitado". Y allí aparece un concepto esgrimido por los movimientos antivacunas: el nuevo orden mundial. "Esas visiones de lo ilimitado generan pulsiones de destrucciones extremas, en las que ya no se combate al comunismo o al capitalismo, sino a un todo al que llaman nuevo orden mundial que conspira contra la libertad del individuo". De este modo, Torres y Reynares plantean que lo primero que aflora en los discursos vinculados con esas nuevas derechas "es su derecho a ser antes que nada libres, sin que prime lo colectivo sobre lo individual". Esa posición, lejos de reducirse, cada vez se vuelve más extrema (Chahin, 2021).
6. El turismo posvacuna desde una perspectiva de la espacialidad y las prácticas sociales
El COVID-19 transformó las inclinaciones y los comportamientos de los viajeros hacia lo familiar, lo predecible, lo confiable e incluso las experiencias de bajo riesgo. En el verano de 2021 se evidenció un furor por el turismo interno y regional, por la investigación y la planificación exhaustivas de los viajes, y una clara preferencia por todo aquel turismo vinculado al aire libre y en la naturaleza. Las empresas y los destinos se fueron adaptando progresivamente a estas nuevas tendencias, sin embargo, se desconoce la longevidad de estos cambios.
A medida que el nivel de inmunización fue avanzando, hubo una tendencia a proyectar viajes para pasar más tiempo con los más íntimos. Esta tendencia familiar, acuñada en "la idea de unión", fue vista después de la crisis financiera de 2008, y algunos la han atribuido al deseo de aprovechar el estar juntos en cualquier momento, contra todo pronóstico.
Para evitar las multitudes, los viajeros buscan cada vez más destinos naturales y al aire libre, "fuera de los circuitos tradicionales". De hecho, casi el 40 % de los viajeros estadounidenses declararon que el COVID-19 les ha hecho repensar los tipos de destinos que seleccionarán, encabezando la lista los destinos de playa, con un 38,2 %, y las pequeñas ciudades/áreas rurales, con el 30 %. Junto con el cambio a destinos menos conocidos, existe un interés renovado en experiencias auténticas e inmersivas en los territorios, lo cual impulsa la demanda de viajes basados en los aspectos identitarios de comunidades pequeñas y rurales, y en la priorización de recorridos sin medios motorizados (a pie, en bicicletas, canoas, kayaks, entre otros) (World Travel & Tourism Council [WTTC], 2020).
En el contexto de la apertura, la gente le dio prioridad a gastar más en experiencias, en lugar de hacerlo en ropa o productos caros, poniendo más energía y más de sus propios recursos, incluidos los económicos, para pasar más tiempo con los amigos, la familia y en la naturaleza.
Producto de la incertidumbre, los viajeros le dan mayor importancia a la planificación previa al viaje, para tener acceso a la información de manera rápida y transparente de las condiciones actuales de los destinos que se desea visitar. Como parte de su investigación, dedican una cantidad significativa de tiempo a conocer los protocolos de seguridad de los prestadores de servicios seleccionados para sus viajes. Así mismo, y como ya sucedió en el verano de 2021 en los destinos de la cordillera norpatagónica, querrán optimizar sus limitadas oportunidades de viaje, optando por vacaciones más largas y significativas.
Los destinos turísticos sufrieron pérdidas importantes como resultado de la pandemia. Las pérdidas de empleo directas e indirectas fueron en aumento, y como resultado se incrementaron la pobreza y la desigualdad, en especial, la de género y la que afectó a los trabajadores que estaban en la informalidad. Los efectos probablemente más pronunciados se presentaron en áreas donde el turismo es un monocultivo. Las comunidades locales serán aliadas en el diseño de experiencias regenerativas e inmersivas que los viajeros preferirán en esta etapa. En este nuevo contexto, las alianzas público-privadas-comunitarias quizá tengan un alto potencial, ya que los destinos se basarán cada vez más en las dimensiones de su identidad para garantizar la sustentabilidad de su operación en el largo plazo.
7. Conclusiones
Este estudio ha abordado el análisis de las prácticas sociales asociadas a los procesos de las movilidades contemporáneas, que incluyen el turismo desde una perspectiva de la espacialidad en tiempos de pandemia.
La expansión del COVID-19 puso de manifiesto que el mundo está globalizado. Así como los flujos financieros se han movido más rápidamente de lo que la humanidad habría podido imaginar por la expansión del capitalismo, la pandemia se extendió a una velocidad y dimensión geográfica impredecibles. Ello hizo necesaria la contención de la movilidad humana, al mismo tiempo que se pusieron en marcha normas y políticas de ciudadanía que alentaron un mundo que tiene pretensiones de ser más seguro.
La falta de socialización cara a cara ha generado reflexiones múltiples sobre la necesidad del otro, como también muchos impactos derivados de las políticas de control y aislamiento de la población.
Los cientistas sociales hablan de un cambio de época, en la que algunas referencias de verdades históricas y los grandes relatos cayeron. Por la inestabilidad que lo caracteriza, un cambio de época no es fácilmente identificable. Sin embargo, existen algunos elementos de referencia cuyo desempeño en cualquier tiempo puede revelar si se está en una época de cambios o en un cambio de época. Cuando las relaciones tanto de producción como de poder y las formas de la experiencia humana y la cultura son transformadas de forma cualitativa y simultánea, estos elementos de referencia acusan en su desempeño los efectos de estos procesos transformacionales (Silva, s. f.).
Otros autores asumen el tiempo de pandemia como aquel donde la normalidad es la excepción. El estado de excepción hace referencia a la inmersión de la pandemia en la vida cotidiana y en la configuración espacial y social. La paralización de una gran cantidad de actividades generó una diversidad de sentimientos, estrategias, efectos y sensaciones que hacen un estado de excepción, en términos de Santos (2020). La cuarentena como fenómeno de restricción también impactó de manera desigual. Este autor sostiene que:
Cualquier cuarentena es siempre discriminatoria, más difícil para algunos grupos sociales que para otros. Al sur de la cuarentena es una metáfora para referirse a "grupos que tienen en común una vulnerabilidad especial que precede a la cuarentena y se agrava con ella y que ya previamente se encuentran en un contexto de alta vulnerabilidad, entre ellos mujeres, trabajadores precarizados, vendedores ambulantes. (…) por lo que el sur no designa un espacio geográfico, sino un espacio-tiempo político, social y cultural". (p. 45)
En 2020 nos preguntábamos si a medida que los niveles de vacunación se hicieran masivos volveríamos a la situación de movilidad previa a la pandemia o si, por el contrario, el sentimiento de vulnerabilidad asociado a ella generaría cambios importantes en los desplazamientos de población por razones de turismo, laborales o de migraciones en busca de nuevos estilos de vida.
De lo que sí estamos seguros es de que otros problemas estructurales previos a la pandemia, como los impactos del cambio climático en los países pobres, la desigualdad creciente en el sur global y los procesos de inflación a escala mundial, por solo nombrar algunos de los más relevantes, crearán un escenario creciente de dificultades y complejidades globales donde se enmarcará la crisis del sistema turístico.
Este nuevo entorno, creemos, generará condiciones para un cambio de época que nos obligará a repensar el mundo que vivimos y el papel que en él juega la movilidad como nexo de conexión entre espacios y sociedades.
Notas
1 Una versión preliminar de este trabajo se presentó en las XIV Jornadas de la Carrera de Sociología: "Sur, pandemia y después". Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, noviembre de 2021.
2 Instituto Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales, de bipertenencia entre el CONICET y la Universidad Nacional del Comahue. Directora: Dra. Verónica Trpin.
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